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en el mayor vigor de su edad, que no tenia mas de cuarenta y seis años. Ganó sobrenombre de Grande por dejar acrecentado su reino con el de Sicilia y por las cosas señaladas que hizo. Asentábale bien el estado real por ser de buena presencia, de cuerpo grande, de ánimo generoso, muy diestro en las armas, particularmente en jugar de la maza. En ganar las voluntades de los hombres con buenas palabras, cortesía y liberalidad fué muy señalado; solo dejó nota de sí por la descomunion en que estuvo enlazado hasta el fin de su vida, cuya imaginacion se dice que le aquejó mucho y se le ponia delante á la hora de su muerte; por lo menos es bien y provecho para todos que así se entienda. Puesto que de aquel escrúpulo y congoja en el artículo de la muerte le absolvió el arzobispo de Tarragona, tomándole primero juramento seria obediente á la santa Iglesia romana, á la cual antes se mostró inobediente. Su cuerpo sepultaron en el monasterio de Santa Cruz, que está allí cerca. Sus hijos fueron don Alonso, el mayor, que en su testamento nombró por heredero de sus reinos sin hacer mencion alguna del reino de Sicilia; demás deste don Jaime, don Fadrique, don Pedro, doña Isabel, doña Costanza, todos habidos en la reina doña Costanza, su mujer. Hallóse á su muerte Arnaldo de Villanova, que vino de Barcelona para asistille y curalle, médico muy nombrado y docto en aquellos tiempos, bien que de mayor fama que aprobacion por dejar amancillado su noble ingenio y sus grandes letras con supersticiones y opiniones reprobadas que tuvo, tanto, que poco adelante fué condenado por los inquisidores, y sus libros, que compuso y sacó á luz en gran número, juntamente reprobados. Hay quien diga, por lo menos el Tostado lo testifica, que intentó con simiente de hombre y otros simples que mezcló en cierto vaso de formar un cuerpo humano, y que aunque no salió con ello, lo llevó muy adelante. Si fué verdad ó mentira, poca necesidad hay aquí de averiguallo.

CAPITULO X.

De cierta habla que hobo entre los reyes de Francia y Castilla.

La desgracia deste año, por la muerte de tantos príncipes aciago, alivió en alguna manera el parto de la reina de Castilla. En ausencia del Rey, que era ido á Badajoz á dar órdenes en cosas del reino y apaciguar los alborotos que allí andaban, parió á los 6 de diciembre un hijo en Sevilla, por nombre don Hernando, que poco despues muy niño sucedió á su padre en el reino. El cuidado de crialle y amaestralle se encargó á Hernan Ponce de Leon, caballero principal, y para ello señalaron la ciudad de Zamora por el saludable cielo de que goza, la fertilidad y regalo de sus campos y comarca. Demás desto, el año próximo siguiente de 1286 le juraron en Cortes por heredero del reino, todo á propósito de asegurar la sucesion, que era el mayor cuidado que aquejaba á su padre, así por los hermanos Cerdas, como por ser cosa manifiesta que á causa del parentesco entre él y la Reina el casamiento no era válido. Deseaba alcanzar dispensacion de los sumos pontífices sobre el dicho parentesco; pero nunca pudo salir con ello por la contradiccion que los reyes de Francia le hacian. La causa es de creer era el dolor de que hobiese usurpado el reino y despojado á los Cerdas, deudos tan cercanos de M-1.

aquella corona. Por tanto, procuraba el rey don Sanchio por todas las vias y maneras posibles ganalle la voluntad, con el cual intento segunda vez envió sus embajadores, que fueron los mismos que el año pasado, es á saber, don Martin, obispo de Calahorra, y don García, abad de Valladolid, á Francia, donde á 6 dias de enero el nuevo rey Filipo se coronó y ungió por rey de Francia y de Navarra en la ciudad de Rems con las ceremonias y solemnidades acostumbradas. En tiempo desto Rey y por su mandado se edificó en Paris en la isla de Secana ó Seine el palacio real que allí se ve á manera de un grande alcázar, en que poco adelante se asentó la audiencia ó parlamento; y la administracion de la justicia que antes seguia la corte sin tener asiento estable se puso en lugar determinado y tribunales conocidos. Labróse otrosí en la misma ciudad á expensas de la Reina el colegio que llaman de Navarra, de los mas insignes que hay en el mundo, así por la grandeza del edificio como por el gran número que tiene de maestros y concurso de estudiantes. Dicese por cierto que en los buenos tiempos de Francia moraban dentro dél setecientos estudiantes ocupados en sus estudios; mudadas las cosas y alteradas, á la sazon que profesamos la teología en aquella Universidad, apenas en el dicho colegio se contaban quinientos entre oyentes y maestros. Deste número algunos sustentaba el Colegio á su costa, los demás viven á la suya y de sus padres. Tuvieron estos reyes muchos hijos, es á saber, Luis, Filipo, Carlos, Isabel y otra hija, que murió en tierna edad. Esto en Francia. En Sicilia el infante don Jaime, luego que supo la muerte de su padre, tomó las insignias de rey en Mecina á 2 de febrero, y se llamó rey de Sicilia, príncipe de la Pulla y de Capua, como aquel que poseia parte del reino de Nápoles, y tenia esperanza de apoderarse de las demás ciudades y fuerzas del reino; dado que todas las tierras y partes de aquel reino estaban pertrechadas y fortificadas contra los intentos de los sicilianos, y esto por el mucho valor y diligencia de Roberto, conde de Artoes, á quien el rey de Francia, muerto el rey Cárlos, encargó el gobierno de Nápoles. Don Alonso el Tercero, rey de Aragon, por estar algunos meses ocupado en aprestar una armada para ir sobre Mallorca y Menorca, cosa que su padre á la hora de su muerte dejó muy encomendada, dilató su coronacion. Finalmente, á los 14 dias del mes de abril, el mismo dia de Pascua Florida de Resurreccion, tomó la corona en Zaragoza y las demás insignias reales. Hizo la ceremonia don Jaime, obispo de Huesca, por estará la sazon vaca la silla arzobispal de Tarragona, cuya era aquella preeminencia por antigua costumbre. Juró el Rey de guardar todos los privilegios, fueros y libertades de aquel reino. Tratóse con muchas veras y gran porfía de reformar los gastos de la casa real, particularmente en las Cortes que de allí á pocos dias se tuvicron en Huesca, concedió á los señores y caballeros de Aragon á su instancia que los valencianos, poco antes deste tiempo encorporados en aquella corona, se gobernasen conforme á las leyes de Aragon. Fallecieron este mismo año grandes personas eclesiásticas, entro otros don Miguel Vincastrio, obispo de Pamplona. Sucedióle en la silla don Miguel Legaria. La iglesia de Toledo gobernaba todavía el arzobispo don Gonzalo, varon de grande autoridad y que podia mucho con los re

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yes; acompañó al rey don Sancho, que iba á los confines de Francia, ca quedó concertado por medio de la embajada, de que se hizo mencion, que los dos reyes de Castilla y Francia se juntasen en Bayona para se hablar y tratar allí en presencia de todas sus haciendas y concordar sus diferencias. Nunca los reyes se vieron; no se sabe qué fuese la causa; puédese sospechar que nacieron, como es ordinario, algunas sospechas de una parte y otra ó por otros respetos y puntos. Así se detuvieron el rey don Sancho en San Sebastian, y el rey de Francia en Montemarsano. Hóbose de tratar del concierto por terceros. Por parte del rey don Sancho, don Gonzalo, arzobispo de Toledo, fué á Bayona, y por parte del rey de Francia el duque de Borgoña. Trataron de hacer las amistades con grande ahinco de entrambas partes. Los franceses no venian en ningun acuerdo de concordia si el rey don Sancho no repudiaba la Reina, pues de derecho por razon del parentesco no podia estar casado con ella, y se casaba con una de dos hermanas del rey de Francia, es á saber, Margarita, que despues casó con Eduardo, rey de Ingalaterra, ó con Blanca, que vino á casar con el duque de Austria. Don Sancho sintió esto gravemente. Parecíale cosa pesada dejar una mujer tan esclarecida y en quien tenia un hijo y una hija. Así llamados los terceros, sin concluir cosa alguna tomó el camino para Victoria, do se quedara la Reina. Lo que resultó fué enojarse malamente con el abad de Valladolid por saber que muy fuera de tiempo y sazon movió plática deste nuevo casamiento, que dió ocasion á los franceses para hacer en ello instancia. Revolvia en su pensamiento cómo podria satisfacerse de aquel enojo. Comunicólo con la Reina, que destas nuevas estaba con grandísimo pesar. Parecióles muy á propósito pedille cuenta de las rentas reales que estuvieron á su cargo, y achacalle algun crímen de no las haber administrado bien. Encomendaron á don Gonzalo, arzobispo de Toledo, que tomase estas cuentas. El rey don Sancho, ó por cumplir algun voto que hobiese hecho, ó por su devocion, se fué á Santiago de Galicia. En el camino en el monasterio de Sahagun halló que los huesos del rey don Alonso el Sexto y de doña Isabel y doña María, sus mujeres, estaban enterrados pobremente; procuró se pasasen á mejor lugar con sus túmulos y en ellos sus letreros. Vuelto á Valladolid, honró á don Lope Diaz de Haro, señor de Vizcaya, á quien él tenia grande obligacion, y por quien principalmente tenia el reino; hizole mayordomo de la casa real y su alférez mayor. Dióle asimismo en tenencia muchos castillos y muy fuertes en todo el reino; y ultra desto, á 1.o de enero le engrandeció con título y honra de conde; para que esta merced fuese mas señalada le dió privilegio y cédula real eu que declaraba ser su voJuntad que todas estas honras, privilegios y prerogativas las heredase don Diego Lope de Haro, su hijo, muerto que fuese el padre. Al hermano de don Lope de Haro, que se llamaba don Diego de Haro, le hizo capitan de la frontera contra los moros. De aquí vino á crecer grandemente la autoridad y poder de aquella familia en estado y renta. En particular comenzó don Lope de Haro á tener mucha privanza y favor con el Rey y atropellar á quien á él se le antoja ba, de que muchos se quejaban y murmuraban, movidos algunos de buen celo, otros de envidia que pudiese mas uno solo

que toda la demás nobleza ; y claramente decían que los tenia oprimidos como si propriamente fueran esclavos; que don Lope de Haro era el que reinaba en nombre de don Sancho. En especial llevaban mal esto los gallegos y los de Leon, y acusaban á don Lope de Haro, entre otras cosas, que siendo muy áspero y severo con los demás, solamente favorecia y daba todos los provechos y honras á sus parientes y amigos. No dura mucho el poder de los privados cuando no se templan y humanan. Andaba don Lope muy ufano porque demás de lo dicho emparentó con la casa real por medio de su hija doña María, que casó con el infante don Juan. Al mismo Rey pretendia apartar de su mujer por casalle con Guillelma, su prima, hija que era de Gaston, vizconde de Bearne. Para salir con esto no cesaba de poner mala voz en el casamiento primero y acusalle. Llevaba el Rey muy mal estas práticas, mayormente que á la misma sazon le nació otro infante de la Reina, por nombre don Alonso. Deseaba descomponer á don Lope; pero la revuelta de temporales tan turbios no daban para ello lugar, ni aun se atrevia á declararse y dar muestra de su enojo y desabrimiento, antes le traia en su compañía en el mismo lugar de autoridad que antes; y visitado que hobo el reino de Toledo, se partió para Astorga, y en su compañía don Lope. La voz era para hallarse á la misa nueva de don Merino, obispo de aquella ciudad, y honralle con su presencia por ser de nobilísimo linaje y deudo del rey de Francia. Su intento principal era apaciguar á los gallegos, que andaban alborotados, y reprimir las entradas y correrías de portugueses que hacian por aquellas comarcas el infante don Alonso, hermano del rey de Portugal, y en su compañía don Alvar Nuñez de Lara, hijo de don Juan de Lara, como hombre feroz que era y desasosegado y acostumbrado á vivir de rapiña. Eran á propósito pară esto los pueblos de Portalegre y de Ronca, que don Alonso poseia en las fronteras de Portugal y á la raya de Castilla, El cuidado de sosegar los gallegos encargu á don Lope de Haro; sobre lo de Portugal se comunicó con aquel Rey, con que, juntadas sus fuerzas y hecha liga, se puso sobre la villa de Ronca; talaron los campos, pusieron fuego á las alquerías y edificios que esta ban fuera del pueblo; movidos deste daño los de dentro y por miedo de mayor mal se rindieron. Halláronse presentes en aquel cerco los dos reyes; don Dionisio, el de Portugal, aconsejó á don Sancho que si queria ver su reino sosegado procurase abatir á don Lope de Haro, y para este efecto recibiese en su gracia y autorizase á don Alvar Nuñez de Lara, porque á causa de las grandes riquezas y poder de aquel linaje, igual á su nobleza, era á propósito para contraponelle y amansar el orgullo de aquel personaje. Hízolo así; don Lope, que bien entendia dónde iban encaminadas estas mañas y cautelas, como hombre altivo y que no podia sufrir igual, resentido desta injuria buscó ocasion para recogerse á Navarra. Dió á entender que iba á visitar á Gaston, vizconde de Bearne, como quier que á la verdad se tenia por agraviado del Rey, que con aquel desvío y mal tratamiento desdoraba las mercedes pasadas. La privanza y poder acerca de los reyes nunca es segura, mayorinente cuando es demasiada. Con su ida los navarros, á quien no faltaba voluntad de hacer guerra á Castilla por los desabrimientos pasados y por lo que pre

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tendian que de aquel reino les tenian malamente usurpado, tomaron las armas. Era virey en aquella sazon de Navarra Clemente Luneo, francés de nacion. Muchas veces salieron los navarros á correr las fronteras, así de Castilla como de Aragon, sin suceder cosa alguna memorable, salvo que tomaron á los aragoneses la villa de Salvatierra y pusieron en ella guarnicion de soldados navarros. Con mas próspera fortuna hacian los aragoneses la guerra en Italia. Rugier Lauria, bravo caudillo y señalado por las victorias pasadas, acometió de improviso la armada de los enemigos, que tenian muy poderosa por el gran número de bajeles, junto á Nápoles. Fué muy reñida y sangrienta la batalla, que se dió á 16 dias del mes de junio. La vietoria quedó por los aragoneses; tomaron cuarenta y dos bajeles; los cautivos fueron cinco mil, y entre ellos muchos por su linaje y hazañas muy señalados. Los mas dellos se rescataron por dinero, solo á Guido de Monforte ni por ruegos ni por algun rescate quisieron dar libertad. Esto por dar contento á los reyes de Aragon y de Ingalaterra, sus enemigos capitales, á causa que este caballero era bisnieto de Simon, conde de Monforte, aquel que, como arriba se dijo, venció en batalla y mató á don Pedro, rey de Aragon, en la guerra de Tolosa. El nieto de este Simon, llamado asimismo Simon, prendió al emperador Ricardo (que fué elegido en competencia de don Alonso el Sabio, y era hermano del rey Enrique de Ingalaterra) los años pasados en la batalla de Leuvis, que hobo entre los franceses y ingleses, do estuvo un monasterio famoso de San Pancracio. Este Guido en venganza de su padre Simon, que poco despues fué por los ingleses muerto en otra batalla que se dió cerca de Vigornia en Ingalaterra, al tiempo que Eduardo, rey de Ingalaterra, volvia de la guerra de la Tierra-Santa, mató con grande impiedad y crueldad á Enrique, hijo del emperador Ricardo, en Viterbo en la iglesia mayor, donde oia misa. Esto hecho, con las armas se hizo camino para huir y se fué á valer á su suegro el conde del Anguilara, llamado Rubro. Comunmente cargaban á Cárlos, rey que era á la sazon de Nápoles y Sicilla, de que no vengó esta muerte como vicario que era en aquel tiempo del imperio, y ⚫ como tal tenia puesto al dicho Guido en el gobierno de Toscana. Los historiadores ingleses y franceses afirman que Guido, despues que fué preso en la batalla naval susodicha, fué entregado en poder del rey de Ingalaterra. Un historiador siciliano de aquel tiempo porfia que falleció en Sicilia de una enfermedad, de que solo á juicio de los médicos le pudiera sanar la comunicacion con mujer, y que él no quiso venir en ello por no hacer injuria al matrimonio y por no sujetarse á la deshonestidad; que si fué así, es tanto mas de loar este caballero, que su mujer Margarita, despues que dél enviudó, se dice hizo poco caso de lo que debiera y vivió con poco recato. Dejó este caballero una hija llamada Anastasia, que casó con Romano Ursino, pariente cercano del papa Nicolao III y conde de Nola. La nobilísima sucesion que procedió deste casamiento se continuó en aquella casa y estado hasta nuestros tiempos, cuando últimamente faltó y la ciudad de Nola volvió á la corona real,

CAPITULO XI.

Que se trató de librar los hermanos Cerdas, y Cárlos, príncipe de Salerno, fué puesto en libertad.

Sosegados estaban los aragoneses y muy pujantes en fuerzas, riquezas y gloria por sus hazañas grandes y memorables. Solamente en la costa de Cataluña inquietaba á los naturales con sus armas don Jaime, rey de Mallorca, bien que no hizo cosa alguna digna de memoria. El nombre del rey don Alonso de Aragon era célebre. Tenia en su mano puesta la paz y la guerra á causa de los grandes príncipes que tenia en su poder detenidos; los hermanos Cerdas en el castillo de Morela, el príncipe de Salerno en el de Siurana, ambos muy fuertes y con buena guarda. Cansados pues estos príncipes de tan larga prision y movidos por miedo de mayor mal, se inclinaban á la paz con las condiciones que él quisiese; tenian grandes reyes por intercesores; muchas embajadas de Francia y de Castilla venian al rey de Aragon sobre el caso; la autoridad de Eduardo, rey de Ingalaterra, que se interpuso con los demás por medianero, era de mas peso y eficacia á causa que el Aragonés pretendia tomalle por suegro y casarse con su hija Leonor. Acordaron pues estos reyes de verse y hablarse en la ciudad de Oloron, que se llamó antiguamente Lugduno, y está en los confines de Francia en los pueblos llamados coquenos (hoy está en el principado de Bearne á las haldas de los montes Pirineos; el emperador Antonino la llamó Illuro). En aquella junta y habla por grande instancia del rey de Ingalaterra se alcanzó que dentro de un año Cárlos, príncipe de Salerno, fuese puesto en libertad con estas condiciones: que el reino de Sicilia quedase por don Jaime; que el preso alcanzase del Papa consentimiento para esto, junto con alzar las censuras puestas contra los aragoneses; item, que pagase treinta mil marcos de plata; últimamente, que Cárlos de Valoes se apartase de la pretension que tenia al reino de Aragon que le adjudicara el pontífice Martino; que dentro de tres años, si todo esto no se cumplia, fuese aquel Príncipe obligado á tornarse á la prision, y sin embargo, diese en rehenes á sus tres hijos Roberto, Cárlos y Luis, ultra desto, sesenta caballeros de los mas nobles de la Proenza. Graves condiciones eran estas; pero como al vencedor eran estos conciertos provechosos, así á los vencidos era forzoso aceptallos de cualquiera manera que fuesen, que una vez puestos en libertad, confiaban no les faltaria ocasion de mejorar su partido. Cárlos, príncipe de Salerno, puesto que fué, segun lo asentado, en libertad el año del Señor de 1288, desde Aragon pasó á Francia, desde allí á Toscana; apaciguados ende los alborotos de los gibelinos, en Roma finalmente le declaró por rey de Pulla y de Sicilia el papa Nicolao IV, el que al principio deste año sucedió en lugar de Honorio. Púsole la corona real en su cabeza con todas las demás insignias y vestiduras reales. Pretendia el Pontífice no ser válido el concierto pasado, como hecho sin su licencia, de un reino que de tiempo antiguo era feudatario de la Iglesia romana. Esto alteró grandemente el ánimo del rey de Aragon, tanto mas que entendia y le avisaban que el rey don Sancho queria dejar su amistad y avenirse con el rey de Francia á persuasion del sumo Pontífice, parecer que aprobaban la Reina y don Gonzalo, arzobispo

la muerte de don Lope de Haro', que le dieron dentro de palacio y en presencia del mismo Rey; si con razon ó sin ella, no se averigua bastantemente. Para que todo esto mejor se entienda será bien relatar los principios por do se encaminó esta desgracia. Por muerte de don Alvar Nuñez de Lara, que falleció poco despues que tornó en gracia del rey don Sancho, don Lope de Haro, su competidor, volvió á Castilla y á la corte con esperanza de recobrar la cabida y autoridad que antes tenia, pues era muerto su contrario; pero la naturaleza, que no permite viva alguno sin competidor y sin contraste, en el mismo punto que murió, hizo que don Juan, hermano del difunto, subiese al mismo grado de dignidad y al favor y gracia del Príncipe que su hermano tuvo, con mucho gusto del pueblo y no menor

de Toledo, aunque muchos grandes juzgaban debia ser preferida la amistad del rey de Aragon, así por la vecindad de los reinos como por tener en su poder los hermanos Cerdas. Destos principios se alteraron algunos, y por la muerte de don Lope de Haro, como luego se contará, sus parientes y amigos se pasaron á Aragon, y fueron causa de nuevas y largas guerras; pretendian y procuraban satisfacerse de sus particulares disgustos con las discordias y males comunes. El rey don Sancho por el mismo caso se vió puesto en necesidad de darse priesa á hacer la confederacion con el rey de Francia. Enviaron los dos reyes sus embajadores á Leon de Francia, do los esperaba el cardenal Juan Cauleto, enviado por legado del sumo Pontifice para este efecto. Por el rey de Francia vinieron Mornay y Lamberto, caballeros principales de su corte; el rey don San-pesar y dolor de don Lope de Haro. Quejábase que con cho envió á don Merino, obispo de Astorga. El concierto se hizo desta manera: el rey don Sancho prometia de dar á don Alonso de la Cerda el reino de Murcia, á tal que no se intitulase en ninguna manera rey de Castilla, y el reino de Murcia le tuviese como moviente y feudatario de Castilla; que si don Alonso muriese sin hijos, sucediese don Hernando, su hermano menor; el de Castilla enviase mil caballos en ayuda al rey de Francia, que queria mover guerra á Aragon, y si fuese necesario, diese paso y entrada segura por sus tierras al ejército francés; item, que los hermanos Cerdas, luego que alcanzasen libertad con el poder y industria de los dos reyes, se entregasen en poder del rey de Francia. Este concierto dió mucho disgusto á doña Blanca, madre de los infantes, en tanto grado, que dejado su hermano, se fué á Portugal. Como mujer varonil pretendia buscar nuevos socorros contra las fuerzas de Castilla, puesto que mas fué el trabajo que en esto tomó que el fruto que sacó. El rey Dionisio de Portugal, echados los moros de toda su tierra, gozaba de una tranquila paz, ni Je podian convencer á que la alterase en pro de otros y dano suyo. ¿Qué prudencia fuera ponerse en peligro cierto con esperanza incierta, y escurecer la gloria ganada y alterar la quietud y reposo de su reino con mover las armas fuera de tiempo? Tuvo este Rey muy buenas partes, y en especial muy noble generacion de hijos y hijas. De doña Isabel, su mujer, tuvo antes desto una hija, llamada doña Isabel, y este año le nació otra, que se llamó doña Costanza; de allí á dos años otro hijo, que se llamó don Alonso, que fué heredero del reino. De mujeres solteras tuvo estos hijos: á don Alonso de Alburquerque, de quien trae su descendencia una familia deste sobrenombre, nobilísima en Portugal, y á don Pedro, que fué dado á los estudios de las letras, como da testimonio un libro que compuso de los linajes y de la nobleza de España; y á don Juan y á don Fernando, y ultra destos dos hijas, que la una casó con don Juan de la Cerda, y la otra se metió monja.

CAPITULO XII.

De nuevas alteraciones que se levantaron en Castilla. Castilla, por lo que tocaba á los moros, sosegaba á causa de la amistad que tenian con el rey de Granada; con Africa poco antes se asentaron treguas con Juzef, rey de Marruecos. La guerra civil y doméstica tenia á todos puestos en mayor cuidado. Sucedió este daño por

aquellas artes y mañas se le hacia notable agravio, y que todo se encaminabą á disminuir su autoridad y menoscaballa. Era el sentimiento en tanto grado, que no temia de dar muestras dél al mismo Rey y formar quejas en su presencia. Como el infante don Juan, su yerno, con un escuadron de gente corriese la campaña de Salamanca, y con sus ordinarias correrías llegase basta Ciudad-Rodrigo y el Rey se quejase desto con don Lope de Haro, tuvo atrevimiento de confesar que todo aquello se hacia por su consejo y voluntad, hasta añadir que si el Rey iba á Valladolid, su yerno vendria á Cigales, que es un pueblo allí cerca, y era tanto como amenazalle. Soltar la rienda á la mala condicion y irritar con esto la ira de los reyes, cosa es muy perjudicial. Verdad es que por entonces el Rey tuvo sufrimiento y disimuló lo mejor que pudo hasta que se ofreciese ocasion para castigar tan gran locura y desacato. Fué el Rey á Valladolid, habló con don Juan, su hermano, dióse órden como aquellos alborotos algun tanto sosegasen. Partido de Valladolid, fué primero á Roa, y de allí á Berlanga y á Soria. Despues tomó el camino para Tarazona para verse con el rey de Aragon y alcanzar dél que le entregase los hermanos Cerdas. Estorbóse esta vista de los reyes por las malas mañas de don Lope de Haro, que como tercero iba de una parte á otra, y á cada cual de las partes referia en nombre del otro condiciones para asentar la paz muy pesadas y muy contrarias de lo que los mismos príncipes pretendian. Todo iba enderezado á der ribar por medio de los hermanos Cerdas al rey don Sancho, de quien tenia de todo punto el ánimo enajenado, que fué la causa de no efectuarse cosa alguna y de volverse el Rey á Alfaro, que es una villa de Castilla puesta á los confines de Aragon y de Navarra. Acudieron el infante don Juan y don Lope de Haro, su suegro, á hacer reverencia y compañía al Rey sin guarda bastante con que se asegurasen. Halláronse presentes don Gonzalo, arzobispo de Toledo, y don Juan Alonso, obispo de Plasencia, el obispo de Calahorra, el de Osma y el de Tuy; allende destos el dean de Sevilla, que era chanciller mayor, y el abad de Valladolid, todos llamados á consejo para tratar de cosas importantes. Llegados don Juan y don Lope á besar al Rey la mano, mandóles le volviesen á la hora todos los castillos y plazas que tenian en su poder, y para esto alzasen el juramento á los soldados que tenian de guarnicion y diesen las contraseñas por do entendiesen por cierto que era tal su voluntad. Fuéles este mandato muy pesado, excusábanse de obedecer,

mandólos prender; don Lope de Haro, puesta mano á la espada y revuelto el manto al brazo, con palabras muy injuriosas y llamar al Rey tirano, fementido, cruel, con todo lo demás que se le vino á la boca y que el furor y rabia le daban, se fué para él con intento de matalle. Locura grande y demasiado atrevimiento, que le acarreó su perdicion; los que estaban presentes pusieron asimismo mano á sus espadas, y del primer golpe le cortaron la mano derecha y consiguientemente le acabaron. Caballero que fué arriscado y fuerte, mas su arrogancia y poder demasiado, junto con la envidia que muchos le tenian, redujeron á estos términos. Don Juan, su yerno, despues que hirió á algunos de los criados del Rey, como vió muerto á su suegro, se huyó y acogió al aposento de la Reina, que se puso delante para amparalle del Rey, que venia en su seguimiento con la espada desnuda, y por sus ruegos y lágrimas hizo tanto, que le libró de la muerte. Pusiéronle en prisiones para estar á juicio, y dar razon deste y de los demás desacatos. Forzosa cosa es pasar muchas cosas en silencio por seguir la brevedad que llevamos. Mas ¿quién podria contar por menudo y á la larga todas las tramas que en esto hobo de traicion y deslealtad? Quién decir todo lo que pasó en tan grande ruido y alboroto y encarecer la turbacion y desasosiego de toda la casa real? La suma es que, quitadas delante las cabezas, los alborotos se apaciguaron por entonces, y con el ejemplo fresco de aquella culpa y de aquel castigo los demás se tuvieron á raya para que luego no se alterasen. Pero como se hobieron un poco sosegado, en secreto y públicamente en corrillos comenzaron á murmurar deste hecho del Rey. Decian que con muestra de amor engañó á tan grandes príncipes; los parientes y aliados de los dos unos se salian de la corte, otros, de que hobo gran número, se fueron del reino. Por todo esto bien se dejaba entender que se armaba alguna gran tempestad, que fué la causa principal de abreviar la confederacion y liga con el rey de Francia en Leon, como arriba queda dicho. Doña Juana, mujer del difunto don Lope de Haro y hija de don Alonso, señor de Molina, toda cubierta de luto, se fué á ver con la Reina, su hermana, en Santo Domingo de la Calzada, donde estaba la corte. Pretendia con esto recoger las reliquias del naufragio de su casa. Hizo tanto, que con sus lágrimas y á ruego de la Reina se amansó el Rey para que no despojase á su hijo del señorío de Vizcaya, como lo pretendia hacer, y ya por fuerza se habia apoderado de la villa de Haro y del castillo de Treviño. Demás desto, con deseo de sosiego y de apaciguallo todo la Reina prometió á su hermana que si su hijo don Diego de Haro, como era forzoso, llevase en paciencia la muerte de su padre y se pusiese en manos del Rey, le haria dar el lugar y autoridad que su padre tenia. Doña Juana, como mujer inconstante, pensó que estas promesas procedian de miedo; así, mudó luego de parecer y trocó la bumildad pasada en cólera, tanto, que con deseo de vengarse atizaba á su hijo, y le aconsejaba que, renunciada la fe y lealtad que al Rey tenia prometida, se desnaturalizase y se pasase á Aragon. Doña María, mujer del infante don Juan, que tenian preso, se pasó á Navarra, cerca de la cual estaba. En su compañía se salieron otrosí de Castilla muchos de sus aliados, dado que la mayor parte, como suele acontecer en estas re

vueltas, dudosos y suspensos se estuvieron en sus casas para tomar consejo conforme al tiempo y como las cosas se rodeasen. Gaston, vizconde de Bearne, sabido lo que pasaba, vino á gran priesa á Aragon en favor de sus deudos, resuelto de poner á cualquier riesgo su persona y estados por los amparar. A instancia de todos estos señores el rey de Aragon puso en libertad á los hermanos Cerdas. Y para hacer mayor pesar al rey don Sancho, por el mes de setiembre en Jaca, donde hizo traer á los infantes, nombró á don Alonso, el mayor dellos, por rey de Castilla y de Leon, de que resultaron nuevas guerras y grande ocasion para discordias; y es cosa forzosa que los grandes reinos sean muchas veces combatidos de nuevas y grandes tempestades. Por medio de los Cerdas y con el favor de los aragoneses se movió guerra á Castilla. El pueblo estaba no mas deseoso que medroso de cosas nuevas. Los caballeros principales de Castilla no eran de un mismo parecer; los mas prudentes con deseo de sosiego seguian el partido del rey don Sancho, y querian agradalle á él, pues tenia el mando y señorío. El en aquellos dias fué á Victoria, que es en Alava; allí la Reina parió un hijo que se llamó don Enrique. La ida se enderezaba, así para verse en Bayona con el rey de Francia, segun que lo tenian determinado por sus embajadores, como para acabar de conquistar los lugares y tierras de Vizcaya y ponellos debajo de su señorío. Esta guerra fué mas dificultosa de lo que se pensó por la aspereza de los lugares, la falta de bastimento y la condicion de la gente, constante en guardar la fe y lealtad á sus señores. Teníase esperanza por medio del maestre de Calatrava, don Ruy Perez Ponce, de poder ganar á don Diego de Haro, hermano de don Lope, al cual antes deste tiempo el Rey hizo capitan de la frontera, y al presente le ofrecia mucho mayores honras y premios, hasta dalle intencion que le daria el señorío de Vizcaya. Pero él, sin hacer caso de todo esto, quiso mas irse desterrado á Aragon. Decia no se debia confiar de quien so color de amistad maltrató de tal manera á tales príncipes, sus parientes y amigos. Así, se partió determinado de favorecer y amparar con su consejo y hacienda y diligencia á su sobrino. Todo parecia estar á punto de romper; los pueblos resonaban con aparatos y pertrechos de guerra, cuando, al mismo punto que querian acometer las fronteras de Castilla, falleció de enfermedad don Diego de Haro, hijo de don Lope, en gran pro y beneficio del rey don Sancho y de sus cosas. Con su muerte se resfriaron las voluntades de los que seguian su bando; y Vizcaya, que hasta entonces hacia resistencia, toda ella vino en poder del Rey por el esfuerzo y valor de Diego Lopez de Salcedo, á quien se cometiera todo el peso de aquella conquista, y de quien, así en guerra como en paz, se hacia mucho caso.

CAPITULO XIII.

De algunas hablas que tuvieron los reyes.

El rey don Sancho, dado que hobo fin á las cosas de Vizcaya, y que las vistas con el rey de Francia se remitieron para otro tiempo, dejó á su hermano el infante don Juan con buena guarda preso en el alcázar de Búrgos, y despues le pasaron á Curiel; y él con el cuidado que tenia de la guerra de Aragon y de su rei

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