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nio mas bastante. Lo cierto es que con el castigo destos dos pueblos quedaron avisados los demás para no se desmandar; y es así, que todo grande ejemplo y hazaña es casi forzoso tenga mezcla de algunos agravios; pero lo que se peca contra los particulares se recompensa con el provecho y sosiego comun. El año próxi mo siguiente de 1290 se trató de nuevo que los reyes de Francia y de Castilla se viesen y hablasen. Acordad esto, llegaron en un mismo dia á Bayona, pueblo de la Guiena, señalado para esta junta. Lo mas principa que entre los reyes se resolvió fué que el de Franch alzó la mano de ayudar á los hermanos Cerdas, renunci otrosí el derecho, si alguno tenia, al reino de Castlla, como bisnieto de la reina doña Blanca, que no faltaba quien le pusiese en seguir esta demanda. Dem desto, se resolvió de hacer por ambas partes la guerr al reino de Aragon. Al mismo tiempo Tolosa, Seguray Villafranca, que se comenzaran á edificar en la parte de Vizcaya en tiempo del rey don Alonso, se acabaro en este por la diligencia del rey don Sancho, de que

no, que de nuevo andaba en balanzas, se partió para Sabugal, que es una villa á la raya de Portugal. Allí se juntaron él y el rey de Portugal para tratar entre los dos de sus haciendas; hicieron liga contra los aragoneses y los desterrados de Castilla, que se apercebian para la guerra so color de poner en posesion á don Alonso de la Cerda, que ya se intitulaba rey de Castilla, en el reino de su abuelo. Apartados los reyes y vueltos destas vistas, don Sancho, recogidas sus fuerzas por todas partes y la gente de guerra que tenia, se fué á encontrar con los aragoneses á la villa de Almazan. En el mes de abril del año del Señor de 1289 se juntaron los dos campos; mas no sucedió cosa digna de memoria; solo la villa de Moron fué tomada por los aragoneses por fuerza de armas, y Almazan fué cercado. De la otra parte del rey don Sancho con una entrada que hizo por las fronteras de Aragon destruia la campaña, robaba ganados y ponia á fuego villas y lugares. Don Diego Lopez de Haro de la misma manera con sus correrías talaba todos los campos y términos de Cuenca y Huete, demás de un escuadron de enemi-hay hoy dia públicos instrumentos despachados en esgos con quien se encontró y los venció y puso en huida junto á la villa de Pajaron. En esta refriega murió Rodrigo de Sotomayor, capitan de los castellanos. Las banderas que les tomó envió don Diego á la ciudad de Tiruel. La estrechura del lugar fué causa deste revés; los aragoneses peleaban mejorados de lugar, y por todas partes estaban sobre los enemigos. En ninguna parte podian reposar, unos daños sucedian á otros, como si anduvieran en rueda; los que con su daño pagaban las discordias de los príncipes eran los inocentes. Verdad es que las mas ciudades y villas tenian la voz de don Sancho, unas por miedo, otras por voluntad. Solo en Badajoz se encendió una revuelta muy grande; estaban aquellos ciudadanos de tiempo antiguo divididos en dos bandos, es á saber, los bejaranos y los portugaleses. Fueron los bejaranos despojados de sus haciendas por los contrarios y forzados á ausentarse de la ciudad. Hicieron recurso al Rey para que deshiciese el agravio. Mandólo así; los dañadores no quisieron obedecer á este mandato. Acudieron los bejaranos á las armas, y con gente que tenian apercebida mataron gran número del otro bando y echaron los que quedaban de la ciudad. A este atrevimiento de quererse vengar por sus manos añadieron otro mayor, y fué que como se hobiesen fortificado en lo mas alto de la ciudad, apellidaron por rey á don Alonso de la Cerda. Dió esto grande pesadumbre al rey don Sancho; el daño que resultó á aquella ciudad fué notable. Grande es la furia del pueblo puesto en armas; las fuerzas de los reyes son mayores. Vióse por experiencia que luego que el Rey envió su campo sobre ellos la osadía se les trocó en miedo. Rindiéronse á partido, salvas las vidas. No les guardaron el concierto; todos los bejaranos fueron pasados á cuchillo en número de cuatro mil entre hombres y mujeres. El mismo trabajo corrió Talavera, villa principal en el reino de Toledo; por seguir la voz de don Alonso de la Cerda hasta cuatrocientos de los mas nobles fueron justiciados y descuartizados públicamente á la puerta, que desde aquel tiempo comenzó el vulgo államalla la puerta de Cuartos. Así lo testifican los de aquel lugar como cosa recebida de mano en mano de sus antepasados, sin que haya autor ni testimo

ta razon en Victoria y en Valladolid, donde se vino des de Bayona. El rey de Aragon, sabida la confederacin de los dos reyes y visto que no tenia fuerzas para contrastar con Castilla, Francia y Italia, mucho se inclinaba á la paz, sin embargo que Cárlos, rey de Nápoles, no cumplía lo que se asentó en el concierto pasado; de que el rey de Ingalaterra, por cuya instancia fué puesto en libertad, se sentia muy agraviado que hicie se burla de su fe y palabra. Acudieron por todas partes al Papa á poner en sus manos estas diferencias. Respondió enviaria sus legados, que oidas las partes, con condiciones honestas acordasen todos estos debates. Nombró para esto dos cardenales, es á saber, Ben's Colona y Gerardo de Parma para que fuesen á Francia y lo compusiesen todo. En este comedio Cárlos, revie Nápoles, y el rey de Aragon, con seguro que se dieron el uno al otro, se vinieron á hablar en Junquera, pueblo de Cataluña. Allí platicaron sobre muchas cosas y asentaron treguas por algunos meses mientras que los legados tomasen algun buen medio para asentar con firmeza la paz, cosa que á todos venia bien y á que todos se inclinaban, Cárlos con esperanza de recobrar el reino de Sicilia, el Aragonés porque se alzase el entredicho que tanto duraba en su reino y por excusar la guerra que de Francia le amenazaba, demás del deseo que le punzaba, apaciguadas estas diferencias, de volver sus armas contra Castilla.

CAPITULO XIV.

Que don Juan de Lara se pasó á Aragon. Don Juan Nuñez de Lara, personaje de gran reputacion, poder y riquezas, comenzaba de nuevo á aficionarse al partido de Aragon, así por su poca constancia como por la intencion que le daban de restituille la ciudad de Albarracin; cosa muy ordinaria, que los hombres hacen mas caso de su interés que de lo que es justo y loable. El rey don Sancho, por tener entendido seria de grande importancia para todo su ida su quedada, hizo todo lo posible para sosegalle hasta nombralle por general de las fronteras de Aragon y hacelle otros regalos. No aprovechó nada todo esto, mayormente que en Búrgos, donde la corte estaba, un

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paje le dió ciertas cartas en que le avisaban mirase por sí, que le tenian armada celada. Corrió la fama que fué así verdad; yo mas creo fué mentira, como lo afirman autores de crédito; que aquellas cartas fueron echadizas por personas que les pesaba que un caballero tan valeroso hobiese vuelto á la gracia del Rey, como hombres que tenian mas cuenta con sus intentos particulares que con el bien comun. Don Juan, que de su naturaleza era sospechoso, dió crédito á lo que las cartas decian, y á gran furia salió de la corte, y por el reino de Navarra se pasó á Aragon, sin que fuese parte para estorballo la diligencia que el Rey puso por medio de la Reina y con ir él mismo en pos dél hasta Valladolid. Sentia mucho su partida por ver que le amenazaba una grave tempestad si caballero tan poderoso y de tantos amigos se juntase con los demás forajidos. No era este recelo fuera de propósito; que luego con mucha gente entró por las fronteras de Castilla hasta Cuenca y Alarcon, taló y robó toda la campaña, hizo todo el mal y daño que pudo. Acudieron las gentes del rey don Sancho; pero en un encuentro las desbarató y les tomó muchas banderas, rindió y sujetó la villa de Moya, y con gran número de cautivos y ganados dió la vuelta para Valencia. Desde donde el rey de Aragon, don Diego de Haro y don Juan de Lara con gente que tenian aprestada todos juntos volvieron á entrar por la parte de Molina, Sigüenza, Berlanga y Almazan, sin hallar quien les fuese á la mano, destruyeron toda la tierra. Aquejaba este daño mucho al rey don Sancho, deseaba acudir con sus gentes desde Cuenca, do era venido para remediar los daños. Poco efecto hizo ; unas cuartanas que muy fuera de sazon le tenian trabajado, le embarazaban y debilitaban de suerte, que no podia hacer cosa alguna ni dar órden en lo que convenia, de que recebia mas pesadumbre que de la misma enfermedad. Llegó á términos de estar desahuciado de los médicos. La Reina, que en Valladolid aquellos dias parió un hijo, que se llamó don Pedro, aun no bien convalecida del parto, con el aviso se puso en camino para visitar al Rey. Su venida dió al doliente mucho contento, y fue muy provechosa para el bien comun su llegada. Con su buena maña redujo á don Juan de Lara, que ya estaba arrepentido de su liviandad por salille vana la esperanza de recobrar á Albarracin. Concertaron que dona Isabel, hija de doňa Blanca y del hermano de la Reina, doncella de muy excelentes partes, casase con el hijo de don Juan de Lara, que tenia el mismo nombre que su padre. Era la dote el señorío de Molina, porque el padre de la novia no tenia hijo varon. Asentado esto, se celebraron las bodas en Cuenca con grande majestad y aparato. Concluidas las fiestas, el Rey y la Reina se fueron para Toledo y en su compañía don Juan Nuñez de Lara. Aposentáronle en el monasterio de San Pablo, que era de la órden de Santo Domingo, fuera de los muros de la ciudad, á la ribera de Tajo. Un dia muy noche se entretenia en jugar á los dados con un judío muy rico. Vino al improviso un su criado, llamado Nuño Churuchao; avisóle se pusiese en cobro, porque tenian ordenado de matalle; que la noche pasada metieron muchas armas dentro de palacio. Dió él Juego crédito á este aviso ; quisiera huir, pero no le fué posible por estar cerradas las puertas de la ciudad y dentro las cabalgaduras y criados. Pasó la noche con

este miedo y cuidado, que se le hizo muy larga. Al alba del dia, llamados sus criados y caballeros, les dijo el peligro en que se hallaba; ellos, sin embargo, le aconsejaron que no hiciese movimiento, que pues la noche se pasó sin muestra ninguna de tales asechanzas, que entendiese era mentira; porque ¿á qué propósito dilatallo, si tal pensaran? ¿Para qué esperar á que viniese el dia? ¿Por ventura para que fuese testigo de la traicion? ¿Qué mas querian sus contrarios que velle ido de la corte, en que tenia tanto poder y mando, que á todos causaba envidia, y sus riquezas les hacian temblar? Que en la ciudad todo lo vian sosegado, que se acordase del engaño pasado y finalmente, que aquel su consejo, ó seria para él saludable, ó si todavía fuese necesario huir el peligro, que era lo peor que se podia esperar, que esto seria la noche siguiente; que de dia al seguro no se atreverian á acometer tal hazaña. Con estas razones se mitigó su miedo. Avisado el Rey de aquel recelo y sobresalto, sintió mucho que se pusiese duda en su fe y palabra. Cuidaba cómo le quitaria aquella sospecha; cuanto mas el Rey procuraba dalle satisfaccion, él sospechaba que no debian engañalle los que le avisaron; y que aunque la verdad no se podia averiguar, que se la querian encubrir con artificio y maña. En este tiempo se asentó de nuevo la confederacion con el rey de Granada á tal que pechase el tributo que debia conforme á los conciertos pasados. Fué necesario acudir á esto porque andaba en balanzas, como es la costumbre de aquella gente ser poco constantes. Hernan Ponce de Leon, que era frontero de los moros, fué el principal medio para que estos reyes se conservasen en paz y amistad. De Toledo fueron los reyes primero á Búrgos, y de allí á Palencia, donde se hacia capítulo general de la órden de Santo Domingo. Don Juan de Lara no se podia sosegar con ningunos beneficios y buenas obras; y no se contentaba con maquinar él solo revueltas, sino que atizaba y persuadia á los grandes de la corte que procurasen de intentar cosas nuevas; con esto andaban muchas voluntades torcidas y enajenadas del Rey. Para remedio desto sacaron de la prisión en que estaba á don Juan, hermano del Rey, que era muy bienquisto de grandes y pequeños. Hizo él su juramento y pleito homenaje de ser fiel al Rey y al príncipe don Fernando, su hijo, y besó la mano del niño, como heredero del reino, conforme á la costumbre que se guarda en Castilla. Demás desto, por su medio muchos mudaron parecer y abrazaron los consejos mas saludables. Por industria del Rey, que fué á Santiago de Galicia so color de devocion y visitar aquella santa casa, se redujo asimismo á mejor partido y á que dejase las armas don Juan Alonso de Alburquerque, caballero principal, que en Galicia andaba alborotado á persuasion de don Juan de Lara. Estas cosas pasaban en Castilla el año de 1291, cuando al principio del mes de febrero los cardenales que el sumo Pontifice enviara á Francia por legados, como arriba dijimos, en Tarascon, pueblo de la Gallia Narbonense, compusieron las diferencias que resultaban entre los reyes de Aragon y Francia. Estuvo presente Cárlos, rey de Ná- · poles, y los dos reyes enviaron sus embajadores con amplos poderes para venir en el concierto. Las condiciones de la paz fueron estas: El rey de Aragon envie á Roma sus embajadores é humildemente pida per

don de la contumacia é inobediencia pasada. Peche en cada un año á la Iglesia romana treinta onzas de oro en razon de tributo y feudo, como su bisabuelo lo prometió. Con una buena armada pase en favor de la TierraSanta. A la vuelta aconseje á su madre y hermano y procure partan mano de las cosas de Sicilia. Por conclusion, publique un edicto riguroso en que mande á todos los aragoneses, soldados y caballeros, salgan de aquella isla. Cárlos de Valoes renuncié el derecho que el Papa le dió sobre el reino de Aragon. Demás desto, se añadió que el Padre Santo recibiria en su gracia al Aragonés y enviaria un prelado á quitar el entredicho que tenia puesto en todo aquel reino; al cual el rey de Aragon entregaria los rehenes que de parte del rey Cárlos de Nápoles tenia en su poder. Al concluir estos conciertos no se hallaron los embajadores de Sicilia, y esto por industria del rey de Aragon con intento que no les desbaratasen todo, ca sabia cierto no vendrian en aquellas condiciones; maña de que el rey don Jaime y toda Sicilia se agraviaron en gran manera. Quejábanse los hobiese engañado y desamparado quien mas que todos los debiera favorecer. Sin embargo, querian llevar adelante lo comenzado y poner las vidas y la sangre en la demanda antes que volver al señorío de franceses. La resolucion fué tal y tan grande, que al fin salieron con su intento. Por esta causa la esperanza que tenian de recobrar á Sicilia salió vana á los franceses; y aun la ida del rey de Aragon á la Tierra-Santa no se efectuó á causa que á la misma sazon vino nueva que Elpis, emperador de Egipto, y su hijo Melesaite con un cerco muy apretado que pusieron sobre Ptolemaide, ciudad que solo quedaba allí en poder de cristianos, la combatieron de suerte, que la entraron por fuerza, y todos los moradores y soldados pasaron á cuchillo, los edificios al tanto los abatieron por tierra hasta no dejar rastro ni señal alguna de ciudad. Este fué el remate de la guerra sagrada y de aquella empresa de la TierraSanta. Tal fué la voluntad de Dios. La pereza y poquedad de los fieles vergonzosa acarreó esta mengua y daño. Viéronse segunda vez los reyes el de Aragon y el de Nápoles en Junquera; tornaron á tratar de la paz, que el uno y el otro mucho se inclinaban por estar cansados de los trabajos pasados y temerosos de lo por venir. Por esta causa luego que se despidió esta junta, el rey Cárlos casó su hija mayor, llamada Clemencia, con Carlos de Valoes, y por dote el condado de Anjou y el estado de Maine; con tal condicion empero que partiese mano de la pretension de Aragon. Estaba al tanto muy resuelto el rey de Aragon en cumplir todo lo puesto y concertado, cuando la muerte, muy fuera de lo que pensaba, le atajó los pasos, que le sobrevino en Barcelona en sazon que se aprestaba para hacer traer á doña Leonor, su esposa, y todo andaba lleno de fiestas y contento. Falleció en la flor de su juventud en edad de veinte y siete años á 18 dias del mes de junio. Si tuviera mas larga vida fuera muy señalado príncipe, conforme á las grandes muestras que daba de valor y de virtud. Ante todas cosas merece ser alabado por mostrar, como mostró, la paz al mundo, bien que no se la pudo dar. Su cuerpo enterraron en el monasterio de San Francisco de aquella ciudad y en el hábito de la misma órden. Las exequias y honras, como era razon, con grande aparato y muy solemnes.

á

CAPITULO XV.

Cómo los tres reyes de España emparentaron entre sí. Con el aviso de la muerte del rey de Aragon, porque no dejaba hijos su hermano don Jaime, luego desde Sicilia acudió y vino á Aragon á tomar posesion de aquel reino que le pertenecia, así por el derecho de parentesco como por el testamento de su hermano, ca le nombró por su sucesor. Así, sin contradiccion en Zaragoza, á 24 dias del mes de setiembre, fué ungido y coronado en la iglesia de San Salvador con las ceremonias acostumbradas. Tocante al testamento de su hermano, en que dejaba por heredero del reino de Sicilia á don Fadrique, su hermano menor, no quiso pasar por esta cláusula ni consentir que saliese de su poder el reino que los sicilianos le dieron con mucha voluntad y á instancia de su mismo padre. Pretendían á la misma sazon su amistad don Alouso de la Cerda, que presente se halló, y el rey don Sancho por sus embajadores, ambos con muchas veras. En esta competencia pareció inclinarse mas el Aragonés á la parte de don Sancho, y aficionarse mas á la fortuna que á la justicia de las partes, sin memoria de la voluntad que su padre y hermano mostraron en aquel caso. A la verdad las fuerzas de los Cerdas, que con presteza y calor por ventura prevalecieran, con la tardanza estaban flacas; las del bando contrario de cada dia se acrecentaban mas y prevalecian, mayormente despues que don Juan Nuñez de Lara, por industria de la Reina, como ya se dijo, trocó parecer y partido; tanto mas, que en aquel mismo tiempo el rey don Sancho, puesta su alianza y amistad con Portugal, concertó á don Fernando, su hijo mayor y heredero de sus estados, con dona Costanza, hija del Portugués. Para seguridad de que se efectuaria el casamiento entregó algunos castillos y villas de Castilla para que hasta tanto que se celebrase estuviesen como en tercería. Asentaron pues los reyes de Aragon y Castilla su amistad por medio de sus embajadores; y para que fuese mas firme acordaron de verse en Montagudo, villa á propósito para esta habla por estar á la raya de los dos reinos. Allí á 29 de noviembre se concertaron los reyes de tai guisa, que los mismos tuviesen por amigos y por enemigos, y que en ninguno de los dos reinos se diese acogida, favor ni ayuda á los forajidos del otro, antes los entregasen á su señor. Demás desto, porque á la sazon el rey de Marruecos, sin embargo de las treguas, tenia cercada á Beja, pueblo que algunos tienen que Ptolemeo y Tito Livio İlaman Bigerra en la comarca de los bastetanos, en particular se acordó que para ayuda de aquella guerra, si fuese necesario, acudiese el Aragonés con veinte galePara que todo fuese mas firme concertaron que doйa Isabel, hija del de Castilla, si bien no pasaba de nueve años, casase con el de Aragon. Los desposorios se celebraron en Soria á 1.o de diciembre, y la niña fué entregada en poder de su esposo con esperanza de alcanzar dispensacion sobre el parentesco de los novios; la priesa que los reyes tenian no sufria mas dilacion. Celebrados los desposorios, los reyes pasaron á Calatayud; allí se hicieron grandes regocijos, fiestas y convites. Hobo justas y torneos, en que Rugier Lauria, que en compañía del rey de Aragon era venido desde Sicilia, se señaló entre todos y se aventajó por la gran destreza

ras.

dejó su padre de Sanlúcar de Barrameda. Hacia otrosí grandes limosnas, por donde le dieron sobrenombre de Bueno, título que mantienen los de su casa, mas ilustre que los que otros príncipes toman con soberbia y arro

que tenia en las armas. Los grandes de Aragon desde los años pasados andaban alborotados, así entre sí como contra los reyes, en tanto grado, que pretendieron reformar los gastos de la casa real en tiempo del rey don Alonso, y porfiaban en hacer mudar las leyes y magis-gancia. Deste caballero descienden los duques de Me

trados y dar una nueva traza en el gobierno. Todas estas porfías eran demasiadas, como sea verdad que así la libertad como el señorío y mando tienen su tasa y medida no menos que las demás cosas del mundo. Estos caballeros por medio del rey don Sancho se reconciliaron y alcanzaron perdon de lo pasado. Los reyes se despidieron á la salida del año, cuando el rey Bárbaro, alzado el cerco que tenia puesto, dió la vuelta para Africa por recelo de una grande armada que Benito Zacarías aprestaba en la costa de Galicia, demás que la villa por su fortaleza y por el valor de los nuestros hacia grande resistencia. Con tantas cosas como en un tiempo se acabaron tornó la paz á España despues de tan largo tiempo y quedaron apaciguados los enemigos domésticos y extraños. Solo don Juan de Lara no sabia sosegar, y parece que maquinaba novedades; ni se fiaba del Rey ni del todo dejaba las armas; por lo cual la guerra se volvió contra él, y por fuerza le quitaron á Moya y Cañete, pueblos de que el Rey le hizo merced cuando se tornó de Aragon y se concertó el casamiento de su hijo. Don Juan, desconfiado de sus fuerzas y por no quedar en España á quien acudir á causa de los conciertos pasados, se fué desterrado á Francia. En su seguimiento partió luego don Gonzalo, arzobispo de Toledo, enviado por embajador del rey don Sancho para aplacar aquel Rey y prevenille que por medio de don Juan y por sus siniestras informaciones no diese lugar á que se enturbiase la amistad antigua. En particular llevaba órden de dar razon de la concordia que se asentara con los aragoneses; que dijese fué pura necesidad para sosegar á los suyos y excusar las guerras civiles que de nuevo amenazaban. Respondió á esto el Francés que no recibia desgusto, antes que su hermano Carlos renunciaria de voluntad el derecho que tenia al reino de Aragon, á tal que por su medio el Aragonés restituyese la isla de Sicilia á la Iglesia romana. Entre tanto que esto pasaba, al principio del año de 1292 el almirante de Castilla, Benito Zacarías, peleó en la costa de Africa con veinte galeras de moros, desbaratólas y tomó las trece. Esta pérdida desbarató el propósito que el de Marruecos tenia de pasar de nuevo en España con grandes gentes que para este efecto tenia juntas en Tánger. Convidó asimismo al rey don Sancho esta victoria para que se pusiese con su gente sobre Tarifa, que despues de un largo cerco ganó á 21 de setiembre. El rey de - Portugal, dado que sobre ello le hicieron instancia, no envió algun socorro para aquella empresa por razones que debió tener bastantes. La reina de Castilla, á la sazon en Sevilla, parió un hijo, que se llamó don Filipe. Tomada que fué Tarifa, primero quedó en ella por gobernador don Rodrigo, maestre de Calatrava; despues Alonso Perez de Guzman se ofreció de defender aquella plaza con solo que le diesen la tercera parte de lo que á otros se solia dar. Era rico de dinero, que tenia allegado, no solo en España, sino en Africa, en el tiempo que sirvió al rey de Marruecos en muchas guerras contra otros moros. Con el dinero compró muchos lugares en el Andalucía, y los encorporó en el estado que le

dina Sidonia, señores de los principales de España, así en renta como en vasallos y nobleza. Tuvo don Alonso un hijo, llamado don Juan, y un nieto del mismo nombre, que casó con doña Beatriz, hija bastarda del rey don Enrique el Segundo. Dióle en dote la villa de Niebla con título de conde, por lo cual á su hijo y heredero en aquel estado llamó don Enrique. A este sucedió don Juan, su hijo, el que por merced del rey don Enrique el Cuarto se intituló duque de Medina Sidonia. Don Juan tuvo un hijo, llamado don Enrique, y un nieto, que se llamó don Juan, al cual el rey don Fernando el Católico dió el marquesado de Casasa en recompensa del trabajo y diligencia que puso en la conquista de la ciudad de Melilla y castillo de Casasa en la costa de Africa. A este don Juan sucedieron dos hijos que dejó, uno en pos de otro, es á saber, don Alonso, que no tuvo muy entero juicio, y despues dél don Juan, cuyo hijo mayor, que tenia el mismo nombre, murió en vida de su padre; por esta razon al dicho don Juan en nuestros dias sucedió un nieto suyo, por nombre don Alonso, que hoy dia vive y tiene aquel estado. Esto cuanto á los señores y duques de Medina Sidonia. Volvamos con nuestro cuento á los reyes.

CAPITULO XVI.

De la muerte del rey don Sancho.

Con gran cuidado y diligencia procuraban á un mismo tiempo componer las diferencias entre Francia y Aragon y concertar aquellos príncipes, por una parte el papa Nicolao IV, y por otra el rey de Castilla don Sancho. Envió el Pontífice á Aragon sobre el caso á Bonifacio Calamandra, caballero de San Juan; la muerte atajó sus intentos, que fué á 4 de abril. Grave daño y el mayor, que por diferencias que resultaron entre los cardenales estuvo aquella silla vaca mas de dos años. Suplió la falta que el Pontífice hizo, cuanto á las cosas de Aragon, la buena diligencia del rey don Sancho, que movido por la buena respuesta que le dió el rey de Francia, envió á convidar al rey de Aragon que se llegase á Guadalajara, ca esperaba otorgaria con lo que le pidiese. Tratóse allí de las condiciones de la paz; no se concluyó por entonces cosa alguna, solo acordaron que de nuevo se viesen. Señalaron para la habla la ciudad de Logroño. Convidaron otrosí á Cárlos, rey de Nápoles, para que se hallase en la junta y terciase. Al cual en esta sazon el Aragonés, conforme á lo que su hermano asentó, restituyó sus hijos, que tenia en rehenes. No vino Cárlos la causa no se sabe; pero el año próximo siguiente 1293, los reyes de Castilla y Aragon se juntaron en Logroño. En aquella junta nacieron entre ellos nuevas sospechas; este fué el fruto de la habla. El suegro trataba á su yerno muy ásperamente y encaminaba como artero las cosas á su provecho y comodidad. Dende aquel tiempo el rey de Aragon comenzó á tener poca aficion á doña Isabel, su esposa, y poner los ojos en otro nuevo casamiento. Era menester algun color; achacaba el deudo en que el Papa aun no habia

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pectáculo, antes decia que cien hijos que tuviera era justo aventurallos todos por no mancillar su honra con hecho tan feo como rendir la plaza que tenia encomendada. A las palabras añade obras. Echales desde el

EL PADRE JUAN DE MARIANA. 426 dispensado. Pasó el negocio á que por medio y á instancia de Calamandra se vino á ver con Cárlos, rey de Nápoles, en Junquera. En esta junta trataron de sus haciendas y de emparentar, todo con mucho secreto porque no se divulgase. El tiempo, que descubre las puri-adarve una espada con que ejecutasen su saña, si tanto dades, dió á entender que sus vistas se enderezaron sobre la restitucion de Sicilia y sobre casarse de nuevo el rey de Aragon con Blanca, hija del rey Cárlos. Esto fué en sazon que en Castilla el rey don Sancho por su privilegio dado en Valladolid, que hoy está entre los papeles de la iglesia de Toledo, otorga haya escuelas en Alcalá de Henares con las mismas prerogativas que la Universidad de Valladolid. Asimismo por muerte de dona Isabel, mujer de don Juan de Lara, el mozo, el señorío de Molina recayó en poder de los reyes como deudos mas cercanos. Don Juan de Lara, el mozo, ó por el sentimiento de la pérdida de aquel estado, ó por imitar la inconstancia y ejemplo de su padre, y juntamente con él el infante don Juan, hermano del Rey, habido su acuerdo de consuno, comenzaron á alborotarse. El Rey, como sagaz, con intento de atajar la guerra que amenazaba, si aquellos desgustos pasaban adelante, procuró de ablandallos y sosegallos con tanto cuidado, que en breve tiempo se amansó aquella tempestad. Don Juan de Lara y su padre, que por este tiempo volvió de Francia, se reconciliaron con su Rey y mostraron mudar propósito. El infante don Juan, hermano del Rey, en Portugal, do se retiró, junto con Juan Alonso de Alburquerque hacian correrías por la campaña de Leon. Envió el Rey á don Juan de Lara, el viejo, con gente para que los reprimiese; que con estos halagos y hacer dél confianza pretendia finalmente le fuese fiel, y que con la destreza de su ingenio y maña apaciguase aquellos movimientos. Sucedió al revés la traza, porque fué vencido en una refriega y vino en poder de los enemigos. se vino para el Desde allí, puesto que fué en libertad, Rey, que estaba en Toro muy regocijado, porque le nació á la sazon una hija en aquella ciudad, que se llamó dona Beatriz. Corria nueva que el rey de Granada trataba de hacer guerra y que el rey de Marruecos queria tornar á pasar en España; envió el Rey á don Juan de Lara con sus dos hijos, don Juan y don Nuño, á las fronteras del Andalucía. Todo este aparato se deshizo á causa que los reyes moros se estuvieron sosegados y don Juan de Lara, capitan de nuestra gente, murió en Córdoba en aquel mismo tiempo. Sosegada esta tormenhermata, levantó de nuevo otra el infante don Juan, no del Rey, al cual como quier que el rey de Portugal, por no dar muestra con tenelle en su tierra queria perturbar la paz, mandase salir de su reino, en una nave se pasó á Tánger. El rey de Marruecos, por pensar era á propósito su venida para por su medio hacer guerra á España, despues de recebille muy cortesmente y tratalle con grande honra y regalo, le envió con cinco mil jinetes á combatir á Tarifa. Pasó pues en España y combatió aquella plaza con grande porfía y con todos los ingenios que se puede pensar. Los de dentro, confiados en las buenas murallas y animados por su caudillo y cabeza Alonso Perez de Guzman, resistian con valor y ánimo. Aconteció que un solo hijo que este caballero tenia vino á poder del Infante y de los moros; sácanle á vista de los cercados, amenazan si no se rinden de degollalle. No se mudó el padre por aquel lastimoso es

les importaba. Esto hecho, se fué á yantar. Desde á
poco dió la vuelta por el grande alarido que levantaron
los soldados por ver degollar delante sus ojos aquel ni-
ño inocente, que fué extraño caso y crueldad mas que
de bárbaros. Hizo mas atroz el caso ejecutarse por man-
dado del infante don Juan. Acudió pues el padre á ver
lo que era, y sabida la causa, dijo con mesurado sem-
blante: «Cuidaba que los enemigos habian entrado la
ciudad »; y con tanto se volvió á comer con su mujer sin
dar muestra alguna de ánimo alterado. En tanto grado
pudo aquel caballero enfrenar el afecto paterno y las lá-
grimas; digno de ser comparado con los varones entre
los antiguos mas señalados. Considerado esto, los bár-
baros, que por ningunas artes ni fuerza podria ser ven-
cido el que por amor de su único hijo no quiso torcer
un punto ni apartarse del deber, desconfiados de la
victoria se volvieron á Africa; demás que de su volun-
tad restituyeron al rey de Granada la ciudad de Algeci-
ra con gran contento de los nuestros, que se recelaban
de aquella entrada y paso que los de Africa tenian,
podría resultar algun grave daño de España. Por este
tiempo, puesto en libertad, aportó á España el infan-
te don Enrique, tio del rey don Sanchio, que muchos
años estuvo preso en Nápoles. Holgó el Rey mucho con
él, y juntos se fueron desde Búrgos á Vizcaya contra
Diego Lopez de Haro, que con ayuda de Aragon pre-
tendia recobrar aquella provincia. Apaciguados aque-
los movimientos y echado don Diego de aquella tierra,
se tornaron á Valladolid, y desde allí á Alcalá de Hená-
res. Allí llegó la nueva al Rey de lo sucedido en Tarifa,
por lo cual el mes de enero del año de 1295 escribió á
Alonso Perez de Guzman una carta en que alaba mu-
cho su constancia y su lealtad, pues por ella pospuso la
salud y vida de su hijo; compárale al santo Abraham,
y el sobrenombre de Bueno que por sus virtudes y favor
de la gente ganara, manda se le ponga entre sus titu-
los y se lo llamen; promete de gratificar tantos servicios
y tantos trabajos; convídale á que le venga á ver, que
su vista le dará gran contento; que él, por estar impe-
dido de enfermedad, no lo podia hacer, puesto que-mu-
cho lo deseaba. Esta carta original conservan los du-
ques de Medina Sidonia para memoria y en testimonio
de la fe y lealtad de sus antepasados; tesoro de mas
estima que el oro y las perlas de Levante. Tres meses
despues desto, á 25 dias del mes de abril, el Rey, rece-
bidos los sacramentos, falleció en la ciudad de Toledo.
Sobrevínole en Alcalá la dolencia de que finó; por ver
si mejoraria se hizo llevar en hombros á Toledo con
gente que de trecho en trecho se mudaba; poco prestó
la mudanza del cielo y del aire. Reinó once años y cua-
tro dias. Fué igual á los príncipes mas señalados en for-
taleza, justicia y prudencia; grandemente astuto y sa-
gaz; en muchas cosas y en muchas partes dejó rastros
y muestras de crueldad, falta que le hizo odioso á los
presentes, y su memoria poco agradable á los de adelan-
te. Declaró por su sucesor á su hijo don Fernando, el
cuarto deste nombre, y señaló á la Reina por su tuto-
ra y para el gobierno del reino, sin embargo que no

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