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reino por el testamento de don Jaime, su abuelo, que fué el primero que le instituyó y dejó á su hijo menor. No faltaban razones por ambas partes. El niño don Jaime se aventajaba en la posesion y en la compasion que le tenian por su tierna edad y por la memoria de su padre; el rey de Aragon era mas poderoso. Interpúsose don Filipe, tio del niño, persona eclesiástica, á quien el rey don Sancho nombró en su testamento por gobernador del reino y tutor del nuevo Rey hasta tanto que llegase á edad bastante, por cuya diligencia se concertaron desta manera: que doña Costanza, nięta del rey de Aragon, casase con don Jaime, rey de Mallorca, y por dóte llevase el derecho que pretendian sus abuelo y padre para que su marido quedase con el reino sin que nadie le fuese á la mano.

CAPITULO XIX.

De la muerte del rey de Aragon.

Aun no sosegaba Castilla; la soltura pasada, los grandes odios y enemistades traian todavía alborotada la gente principal, á la manera que despues de una brava tempestad no luego se sosiegan las olas del mar ni luego se sigue bonanza; que fué ocasion al rey don Alonso para que, sin embargo de su condicion, que era mansa, castigase algunos revoltosos, de donde fué llamado don Alonso el Vengador. El primero entre los castigados fué don Juan, señor de Vizcaya, que procuraba por malas mañas casar con doña Blanca, la cual y su madre se retiraran á Aragon. Encendia en él este deseo el grande estado de aquella señora ; si no salia con su pretension, revolvia en su pensamiento de traer de Francia á don'Alonso de la Cerda y renovar las competencias pasadas; todo se enderezaba á dar pesadumbre al Rey, que sabia cualquiera destas cosas le serian pesadas. Era forzoso atajar estos intentos; usar de fuerza, cosa peligrosa; de engaño y maña, mal sonante. ¿Qué se podia hacer? Venció el provecho á la honestidad; así, con color de la guerra que apercebia el Rey contra los moros, llamó á don Juan para que se viese con él en la ciudad de Toro, con intencion que le dieron de casalle con la infanta doña Leonor, hermana del mismo Rey; partido mas honrado que lo que él pretendia. Para allanar el camino despidieron de la corte á Garci Laso, de quien don Juan se quejaba le era enemigo capital; que fué todo vencer una arte con otra. A la hora pues vino al llamado del Rey; fué bien recebido y convidado para comer en palacio el mismo dia de Todos Santos, año del Señor de 1327. La fiesta y el convite mas daban muestra de regocijo y seguridad que de temor ni sospecha; así, desarmado y desapercebido, como estaba en el banquete, fué muerto por mandado del Rey. Los delitos por él cometidos parecian merecer cualquier castigo; pero quebrantar el derecho del hospedaje y debajo de seguridad matar persona tan principal á todos pareció cosa fea, puesto que no faltaba quien con razones aparentes pretendiese colorear aquel hecho. Una sola hija que quedó de don Juan, y estaba á criar en poder de su ama, fué llevada á Bayona, ciudad á la raya de Francia, y entonces sujeta á los ingleses. La madre del muerto, doña María, que estaba recogida de tiempo atrás en un monasterio de monjas de Perales, con el aviso del caso y con estas

tristes nuevas bien se puede pensar cuán grande congoja recibió. Dícese que á instancia de Garci Laso vendió al Rey todo el señorío de Vizcaya, si de miedo ó de su voluntad, no se sabe. Basta entender que era peligroso contrastar á la voluntad del Rey en aquel trance, pero de mala sonada y contra derecho, por ser viva su nieta ; que adelante, aplacado el enojo del Rey, casó con don Juan de Lara, como se referirá en su lugar, y vino á ser señora de Vizcaya. Los pueblos y castillos que don Juan heredó de su padre, y eran mas de ochenta, parte se ganaron por fuerza, parte se rindieron de su voluntad, y quedaron incorporados en la corona real. Don Juan Manuel era frontero contra los moros; y dado que amedrentado con aquel caso y que echaba de ver lo poco que se podia fiar del Rey, pues á son de bodas quitó la vida á un príncipe y deudo suyo tan cercano, todavía con gran cuidado y diligencia acudia á la guerra contra los moros, que poco antes de sobresalto ganaron el castillo de Rute, y pretendian con su caudillo Ozmin, que ya parece estaba en gracia de aquel Rey, hacer entrada por las fronteras del Andalucía. Vino con ellos á las manos junto al rio Guadalhorza, donde los venció y mató gran número dellos. Don Juan Manuel, habida esta victoria, se fué á las tierras de su estado, dejada la guerra y mal indignado contra el Rey, de quien se publicaba tenia propósito de repudiar á doña Costanza, su hija, y emparentar en Portugal, todo encaminado á su perdicion. No era su miedo vano, ca se trató de aquel nuevo casamiento; y en efecto, doña María, hija del rey de Portugal, entró en lugar de doña Costanza. Autor deste consejo y mudanza fué Alyar Nuñez Osorio. El pesar que desto sintió don Juan Manuel fué cual se puede pensar; lo mismo el rey de Aragon, tio de doña Costanza. Reinaba á la sazon don Alonso el Cuarto en Aragon por muerte de su padre el rey don Jaime el Segundo, que falleció en Barcelona un dia despues de la muerte de don Juan el Tuerto, do se hizo su enterramiento en la iglesia de Santa Cruz con real pompa y aparato. Doña Teresa, su nuera, murió cinco dias antes del suegro en Zaragoza, y se sepultó en el monasterio de San Francisco de aquella ciudad. El luto y llanto de toda la provincia fué doblado á causa que en un mismo tiempo quedó huérfana de dos príncipes que mucho amaba. Sucedió pues al rey don Jaime su hijo don Alonso; tuvo en doйa Teresa, su mujer, estos hijos: don Pedro, don Jaime y doña Costanza; porque otros cuatro hijos que tuvieron murieron en su niñez. Lo que hay mucho que loar en el rey don Jaime fué que los principados de Aragon, Cataluña y Valencia ordenó anduviesen siempre unidos sin dividirse. Fué tan enemigo de pleitos, que en aquella era eran asaz, que desterró perpetuamente de su reino como á prevaricador á Jimeno Rada, un abogado señalado de aquellos tiempos, por cuyas mañas muchos fueron despojados de sus haciendas. Cárlos, rey de Francia y Navarra, por sobrenombre el Hermoso, falleció de enfermedad en el bosque de Vincena primer dia de febrero, año de 1328; al cual el papa Juan XXII otorgó los diezmos de las rentus eclesiásticas en toda la Francia, con tal condicion que hiciese la guerra al einperador Luis, bávaro, tan grande enemigo de la Iglesia, que el año antes deste hizo papa en Roma en competencia del verdadero Pontifice y en su perjuicio á Pedro

Corbara con nombre de Nicolao V. Demás desto, le le mandó acudir á él con parte de aquel interés, segun que lo publicaba la fama. Esta misma concesion se hizo antes á instancia del rey Filipe el Largo, pero con esta modificacion y palabras expresas: «Si los obispos del reino juzgasen ser conveniente»; condicion muy honesta, de que ojalá usasen los demás pontífices contra las importunidades de los príncipes. La mujer del rey Carlos, por quedar preñada, á cabo de tres meses despues de la muerte de su marido parió una hija, que se llamó Blanca. No podia conforme á las leyes y costumbres de Francia suceder en aquella corona. Así un hijo de Carlos de Valoes, que falleció dos años antes del Rey, por nombre Filipe, primo hermano de los tres reyes pasados por una parte, y Eduardo, rey de Ingalaterra, como hijo de madama Isabel, hermana de los mismos tres reyes, comenzaron á pretender aquel reino. Los estados del reino, conforme á la ley Sálica, se conformaron en dar la corona á Filipe de Valoes, de que resultaron enemistades y guerras muy largas y graves entre aquellas dos naciones, y los reyes de Ingalaterra tomaron apellido de reyes de Francia, y pusieron las flores de lis en sus escudos. A los navarros sucedió mejor, que quedaron libres del yugo de Francia, porque Juana, hija del rey. Luis Hutin, casó con el conde de Evreux, que se llamaba Filipo, y en Pamplona fueron declarados por reyes de Navarra de conformidad de todos los estados por el derecho que aqueHla señora tenia de parte de su madre; en que por ser cosa tan justificada fácilmente vino el nuevo rey de Francia, demás que el dicho Conde era su deudo muy cercano por ser, como era, bisnieto de san Luis, rey de Francia. En esta sazon los navarros, por tener los reyes flacos, se alborotaron, y como gente sin dueño, se encarnizaron en los judíos que moraban en aquel reino; en particular en Estella cargó tanto la tempestad, que degollaron diez mil dellos, si ya el número ó las memorias no van errados.

CAPITULO XX.

Nuevos casamientos de reyes.

A la misma sazon en Castilla se hacian apercebimientos muy grandes para la guerra contra los moros, nuevas levas de gente que se alistaba en el reino, socorros que pretendian de los reyes comarcanos. La tierna edad del rey Moro y las discordias que los suyos entre sí tenian presentaban ocasion para hacer algun buen efecto; mayormente que se pasó á los nuestros un hijo de Ozmin, llamado Abraham el Borracho por el mucho vino que bebia. Seguíale un buen escuadron de soldados; acordó el rey don Alonso de ir á Sevilla con toda presteza, dende corria las fronteras de los enemigos y les hacia notables daños. Tomóles á Olvera, Pruna y Ayamontes. En esto se gastó el verano, y pasado el otoño, los soldados, cargados de despojos y alegres, dieron la vuelta para invernar en Sevilla. Don Alonso Jofre, almirante que era del mar, acudió al tanto para dar al Rey aviso de una victoria señalada que alcanzó en una batalla naval que trabó con los moros, en que de veinte y dos galeras que traian les tomó tres, y cuatro echaron á fondo. Eran estas galeras, parte del reino de Granada, y parte africanas; mataron y cautivaron

mas de mil y docientos moros, por las cuales causas todos estaban muy gozoŝos, y aquella nobilísima ciudad resonaba con fiestas y regocijos. Enviáronse embajadores para tratar del casamiento del Rey. Don Juan Manuel, vista la resolucion de dejar á su hija, renunciada por sus reyes de armas la fe y lealtad que tenia jurada, se confederó con los reyes de Aragon y de Granada; junto con esto desde Chinchilla y Almansa, por ser plazas muy fuertes, hacia entradas por las tierras de Castilla; robaba y talabą por do quiera que pasaba con gran daño en especial de los labradores, á la misma sazon que el Rey en Sevilla dió titulo de conde de Trastamara, Lémos y Sarria á Alvar Nuñez Osorio, que era su mayor privado, cosa muy nueva; que hasta entonces en Castilla no se diera de mucho tiempo atrás á ninguno título de conde. La ceremonia que se hizo fué muy tosca, como entre gente en aquella sazon falta de todo género de policía y primor. Echaron tres sopas en una taza de vino y pusiéronselas delante, convidáronse por tres veces el Rey y el Conde sobre cuál de ellos tomaria primero; finalmente, el Rey tomó la una, y el Conde la otra. Concediósele que en los reales tuviese caldera y cocina aparte para su mesnada, y en la guerra propria y particular bandera con sus divisas y armas. Hiciéronse las escrituras y privilegios; y leidos, todos los presentes aclamaron con gran aplauso: viva el Conde. Tal fué la costumbre y ceremonia con que se criaban los condes en aquella era. En la ciudad de Córdoba usó el Rey de una severidad extraordinaria, y fué que hizo cortar la cabeza á Juan Ponce porque no obedeció á su mandato, en que le ordenaba restituyese el castillo de Cabra, que tomara á los caballeros de Calatrava al tiempo que las cosas del reino andaban albo-. rotadas, demás que le achacaban y cargaban de hombre sedicioso y pernicioso para la república. El mismo castigo se dió á otros muchos ciudadanos de Córdoba, sea por ser de la misma parcialidad, ó porque fueron convencidos de otros delitos muy graves. Eu Soria en el monasterio de San Francisco fué muerto á puñaladas Garci Laso sin respeto del lugar sagrado y que estaba oyendo misa. El sentimiento del Rey fué grande; poco antes deste desastre le enviara desde Sevilla para atajar los intentos y pretensiones de don Juan Manuel. El aborrecimiento que los caballeros le tenian muy grande, por entender trataba de destruir con sus malas mañas y descomponer toda la nobleza, fué causa desta desgracia. Escalona, una villa pequeña en el reino y tierra de Toledo, andaba alborotada y pretendia juntarse con los rebeldes y amotinados. De Castilla la Vieja asimismo avisaban que la gente se alborotaba; en particular Toro, Zamora y Valladolid estaban alzados contra el Rey. El principal movedor destos alborotos era don Hernan Rodriguez de Balboa, prior de San Juan, confiado en sus riquezas y en los muchos aliados y deudos que tenia en aquella provincia de los mas nobles y ricos. El color que tomaron era quejarse que el nuevo conde Alvaro Osorio y un judío, llamado Juzef, gobernaban todo el reino y le trastornaban á su voluntad; que tenian rendido al Rey como si les fuera esclavo y como si le hobieran dado bebedizos. Acudió el Rey á Escalona; pero con las nuevas de Castilla alzó el cerco por acudir al mayor peligro y necesidad. Llegó á Valladolid; no le quisieron dar entrada hasta tanto que

despidiese de palacio y de su corte al dicho Osorio. Hizose así, que es forzoso sujetarse á la necesidad. Sin embargo, fué tan grande el sentimiento deste caballero, como persona acostumbrada á todo favor y privanza, que, quitada la máscara, se rebeló contra el Rey, y trató de juntar sus fuerzas con don Juan Manuel, causa de su total perdicion. Ramiro Flores de Guzman con muestra que buia del Rey se hizo su amigo; y como un dia estuviese desapercebido y descuidado, le dió de puñaladas. Por su muerte el Rey á la hora se entregó en sus castillos y tesoros, que tenia allegados muy grandes en el tiempo que tuvo el reino á su mandar y lo robaba todo sin reparo. Pusiéronle acusacion, hiciéronle cargos muchos y muy graves; no salió persona ninguna á la causa y defensa, y así, fué convencido en juicio y dado por rebelde y traidor; pronunció la sentencia el mismo Rey en la villa de Tordehumòs. Tal fué la fin destos dos caballeros, que en aquel tiempo tuvieron tanta grandeza y pujanza. A Juzef defendió su bajeza y el menosprecio en que es comunmente tenida aqueIla nacion; lo que pudiera acarrear á otro su perdicion, eso le valió. Celebráronse las bodas del Rey en CiudadRodrigo. Tratóse entre los dos reyes de Castilla y Portugal de aplacar al rey don Alonso de Aragon y apartalle de la amistad de don Juan Manuel. Pareció buen medio ofrecelle la infanta doña Leonor, hermana del rey de Castilla, para que casase con ella, ca se hallaba viudo y libre del primer matrimonio por muerte de su primera mujer doña Teresa. Aceptado este partido y hechas las escrituras y conciertos, llevaron la doncella á Aragon. Salió don Juan, el patriarca, arzobispo de Tarragona, hasta Alfaro á recebilla y acompañalla. Efectuaronse las bodas en la ciudad de Tarazona, hallóse presente con el de Aragon el rey de Castilla ; las alegrías y regocijos fueron grandes. Sucedió esto al principio del año de 1329. Para que la amistad entre los reyes fuese mas firine y meter prendas de todas partes trataron de casar á doña Blanca, hija del infante don Pedro, el que, como queda dicho, murió en la guerra de Granada, con el hijo mayor del rey de Portugal, llamado don Pedro. Hechas las capitulaciones, la doncella fué entregada en poder de la reina de Castilla para que la enviase á Portugal. Junto con esto los dichos tres reyes asentaron liga entre sí contra los moros para, juntadas sus fuerzas, desarraigar de todo punto las reliquias de aquella gente malvada. Asentóse demás desto para mayor sosiego y paz de todos que los rebeldes del un reino no tuviesen acogida en el otro. Quedó por este camino don Juan Manuel despojado del amparo del rey de Aragon; trató de valerse como pudiese, y para este efecto casó segunda vez con doña Blanca, hija de don Fernando de la Cerda. Asimismo don Juan de Lara casó con doña María, hija de don Juan, llamado el Tuerto, con esperanza que le dieron de juntar todos tres sus fuerzas para recobrar el señorío de Vizcaya, que de derecho pertenecia á aquella doncella, y el Rey por fuerza y contra razon se le tenia usurpado. Don Juan Manuel y don Juan de Lara llanamente estaban declarados contra el Rey, otros de secreto y con sagacidad le eran contrarios, como eran don Pedro de Castro y don Juan Alonso de Alburquerque, hijo de Hernan Sanchez y nieto del rey Dionisio de Portugal. El principal y cabeza de los demás era don

Juan de Haro, señor de los Cameros. Estos todos llevaban tras sí gran parte del reino. Los nuevos reyes de Navarra este mismo año vinieron á Pamplona. Allí les fué dada la posesion de aquel reino, pero debajo destas condiciones que por espacio de doce años no se batiese nuevo género de moneda, á causa que en aquel tiempo era muy ordinario falsear la moneda y bajalla de ley, costumbre perjudicial y mala, contra la cual hay un decreto del pontífice Juan, que se promulgó en aquel tiempo y anda en las Extravagantes. La segunda condicion que en los oficios de la casa real no se admitiesen forasteros, lo mismo cuanto á las tenencias de los castillos. Qué no pudiesen vender ni trocar el reino ni enajenar el patrimonio real. Que el primer hijo varon que tuviesen, luego que llegase á edad de veinte y un años cumplidos, fuese rey de Navarra y tuviese el mando y gobierno; y que á Filipo, su padre, acudiesen con cien mil coronas para los gastos. Si falleciesen sin hijos, que los tres estados del reino nombrasen rey á su voluntad. Desta suerte los navarros para recebir leyes las dieron al que los habia de gobernar. Juraron los reyes estas condiciones, y con tanto fueron coronados y ungidos en la iglesia mayor de aquella ciudad á los 5 dias del mes de marzo. Todos los presentes de cualquier suerte, estado y edad, en señal de alegría y regocijo, á voces pedian para sus reyes larga vida y toda buenandanza. Las calles tenian cubiertas de flores y verdura, las paredes vestidas de ricos paños. No quedó género de contento que allí no se mostrase. Parecíales salir de unas escuras tinieblas á una luz muy resplandeciente y clara, y que toda aquella provincia con la venida de sus propios reyes, como despues de un largo destierro y á cabo de cincuenta y cinco años que faltaban, era restituida en su antigua grandeza, sosiego y prosperidad. Fueron estos reyes muy dichosos en sucesion. Los hijos Cárlos, Filipe y Luis alcanzaron adelante grandes estados; las hijas Juana, María, Blanca y Inés casaron asimismo muy principalmente. Los flamencos á esta misma sazon andaban alterados, ca puesto primeramente en prision Luis, su conde y señor, despues que se libró, le cercaron en Gante. Huyó tambien del cerco, y acudió al amparo del rey de Francia. Envió él sus embajadores á Flándes sobre el caso, pero no hicieron efecto alguno; llegó el negocio á las armas y á las manos. Acudieron á esta guerra muchos príncipes, y entre los demás Filipe, rey de Navarra. Juntáronse los dos campos no léjos de la villa de Casel. Hobo algunas escaramuzas, y por el mes de agosto, un dia en lo mas recio del calor, á tiempo que las guardas y centinelas estaban descuidadas, los flamencos dieron de rebato sobre los reales de Francia, ganaron los baluartes y trincheas sin que les pudiesen ir á la mano, acometieron la tienda del Rey, y antes que se pudiesen armar ni subir á caballo, muchos de los franceses fueron pasados á cuchillo. El Rey mismo se vió en grande aprieto hasta tanto que acudió gente de la otra parte de los reales. Con esto los flamencos y por el peso de las armas y calor, que hacia muy grande, desmayaron; y muertos muchos dellos, los lanzaron de los reales y huyeron. Despues desta victoria todo quedó llano, y el Conde fué restituido en su estado. El de Navarra, concluida la guerra, dió vuelta á su reino, que halló lleno de latrocinios y maldades, á causa de la libertad que

que por la larga ausencia de los reyes la gente habia tomado. Tratóse del remedio; por consejo y parecer de personas principales y de letras se ordenaron y establecieron nuevas leyes con 'que el pueblo fuese regido y mantenido en justicia y en paz. Estas leyes son las que vulgarmente se llaman del Fuero Nuevo. Dado que hobieron asiento en las cosas de aquel reino, los nuevos reyes se volvieron á Francia con voz de favorecer al rey Francés, su deudo y amigo, contra los ingleses, que tornaban con las armas á la demanda del reino. La verdad era que el amor de la patria los aquejaba; las riquezas otrosí de Francia, trajes, vestidos y abundancia les hacia menospreciar la pobreza de Navarra. Dejaron para gobierno del reino á Enrique Soliberto, de nacion francés, gran dolor de los naturales por duralles tan poco su alegría y considerar cuán tar, de caian en la cuenta y cómo les engañaba su esperanza. ¡Cuán breves son y engañosos los contentos deste mundo! ¡La buenandanza cuán presto se pasa!

CAPITULO XXI.

Que la guerra contra los moros se renovó.

Aquejaban á Castilla por una parte las discordias civiles, por otra el cuidado de la guerra contra los moros. Lo que sobre todo apretaba era la falta de dineros para hacer las provisiones y pagar á los soldados. Juntáronse Cortes del reino en Madrid. En estas Cortes se establecieron algunas notables leyes: una, que en la casa real ninguno tuviese mas que un oficio; otra, que sin llamar Cortes no se impusiesen nuevos pechos; tercera, que no se diesen beneficios á los extranjeros. Los pueblos otrosí ofrecieron el dinero necesario para la guerra tanto con mayor voluntad, que los moros por el mismo tiempo se apoderaran de la villa de Priego, que está á la raya de los dos reinos, y era de la órden de Calatrava. No fué necesario derramar sangre, porque el mismo alcaide que la tenia en guarda la entregó. Buscaban algun medio para sosegar á don Juan Manuel y sus consortes, y demás desto para granjear al rey de Aragon y hacer que acudiese con sus fuerzas en ayuda desta guerra. Lo uno y lo otro se efectuó, y en particular para reducir á don Juan le restituyeron á doйa Costanza, su hija, que hasta entonces la detuvieron en la ciudad de Toro, con que la cuita y la afrenta se doblaba; repudialla y tenella como presa. Por otra parte apretaron á Juzef, el judío de Ecija, de quien se ha hablado, para que diese cuenta de las rentas reales que tenia á su cargo, todo á propósito de hallar ocasion para derriballe, que no podia faltar. Fué así, que no hizo su descargo bastantemente; con esta color le privaron del cargo de tesorero general. Demás desto, para adelante ordenaron que á ninguno que no fuese cristiano se encargase aquel oficio. Asimismo que el tesorero no se llamase almojaribe, apellido que por ser arábigo era odioso, sino que adelante se nombrase tesorero general; ordenanza que dió satisfaccion á todo el reino. El rey de Portugal envió quinientos caballos de socorro; el de Aragon y don

Juan Manuel prometieron de hacer entrada en tierra de moros por otra parte. Era don Juan Manuel frontero por la parte de Murcia, y por su teniente Pero Lopez de Ayala. El rey de Castilla, juntado que tuvo su ejército, rompió por la parte del Andalucía en tierra de Granada; puso cerco sobre Teba de Hardales, villa muy fuerte, que fué el año de 1330. Ozmin con seis mil jinetes que su Rey le dió estaba alojado en Turron, tres leguas de Teba, desde donde hacia gran daño á nuestra gente, mayormente cuando salian á hacer forraje ó dar agua á los caballos, que por lo demás no se atrevia venir á batalla. En este medio los cristianos ganaron la villa de Pruna; Ozmin cautelosamente envió tres mil caballos al rio que allí cerca pasa para dar vista á los enemigos, y por otra parte, cuando la batalla estuviese mas trabada apoderarse él de nuestros reales. Fué el Rey avisado deste intento. Envió adelante un grueso escuadron de gente contra los moros, y él con los demás á punto se quedó en el real, que fué engañar una astucia con otra; además que los moros fueron puestos en huida, y los nuestros en su seguimiento con el mismo ímpetu que llevaban entraron por los reales contrarios, que no tenian defensa, saquearon y robaron todas las tiendas y bagaje. Con esto los de Teba, perdida la esperanza de defenderse, por el mes de agosto rindieron la villa, salvas solamente las vidas. Cañete otrosí y Priego sin dilacion hicieron lo mismo sin otros muchos castillos y fortalezas. Fué tanto mayor la honra que ganó el rey don Alonso, que ni el rey de Aragon ni don Juan Manuel ayudaron, como prometieron, por su parte. El uno aun no andaba bien llano, el otro se excusaba con los ginoveses, que le alborotaban la isla de Cerdeña, á que le era forzoso acudir; demás desto el socorro de Portugal se era tornado á su tierra. Todo esto fué ocasion de nuevo desabrimiento, en especial contra don Juan Manuel y sus aliados, y de tomar asiento con los moros, como se hizo á la primavera, debajo que cada un año pagasen de tributo doce mil ducados. Esto asentado, se dió lugar al comercio y trato de una parte á otra y saca á los moros de trigo y otras provisiones de Castilla. Todo lo cual se efectuó con tanto mayor voluntad, que el Rey en Sevilla, do se concertaron las paces, se comenzaba á entregar á doña Leonor de Guzman de tal suerte, que la tenia y trataba como si fuera su legitima mujer. Esta señora en linaje, apostura y riquezas se pudiera tener por dichosa; su padre fué Pero Nuñez de Guzman, su marido Juan de Velasco, que poco antes falleciera; con la conversacion del Rey mas fama ganó que loa. Deste trato tuvo mucha generacion, y en particular un hijo, que despues de su muerte y despues de grandes trances últimamente vino á ser rey. El capitan Ozmin falleció en la ciudad de Granada; dejó dos hijos, Abraham y Abucebet. El rey Moro, privado de tal amparo y consejo y con deseo de intentar nuevas esperanzas, pasó en Berbería para traer dende nuevas gentes y dar principio á una nueva guerra, brava y sangrienta, cual fué la que adelante se encendió en España, segun que en el libro siguiente se declara.

LIBRO DÉCIMOSEXTO.

CAPITULO PRIMERO.

Que el rey de Granada pasó en Africa.

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señalado. El rey de Granada habló al rey Bárbaro en esta manera: «En España, poderoso Rey, apenas podemos sufrir la guerra; las fuerzas de mi reino están ya Afri-gastadas y la gloria de nuestra gente escurecida; no sabré fácilmente decir si los tiempos ó nosotros tenemos la culpa dello. En el postrer rincon de la Andalucía estamos ya retirados, cercados de todo género de miseria, de manera que con dificultad conservamos la libertad y la vida. Tengo vergüenza de decirlo, pero en fin lo diré; ojalá se nos concediera ser sujetos con algunas honestas y tolerables condiciones, y que pudiéramos estar seguros de que nuestros enemigos nos las guardaran; pero habémoslas con quien piensa que gana el cielo haciéndonos daño y engañándonos, y que para con nosotros no.bay religion ni juramentos que les obliguen á guardarnos las treguas y capitulaciones que nos prometieren. Hácennos entradas cada año, quémannos las mieses, echan fuego á las campos, arruinan los pueblos, y nos roban las mujeres, los niños y viejos y los ganados: no podemos ya respirar; vémonos en estado que nos seria mejor morir de una vez que sustentar vida tan llena de peligros y miseria. ¿Dónde está aquella valentía de nuestros antepasados, con la cual con increible presteza, llenos de gloria y de victorias, corrieron la Asia, Africa y España, y con solo el miedo fama de su valor juntaron naciones tan divisas y apartadas? Torpe cosa es no imitar los hechos valerosos de nuestros mayores; empero no sustentar la autoridad, gloria y reinos que nos dejaron es gran maldad y mengua. En estos trabajos y miserias hasta aquí nos ha sustentado la esperanza, puesta en tu felicidad, virtud y grandeza sin par; ahora me ha forzado á que, dejado mi reino, pasase en Africa á echarme á tus piés. Séame de provecho confesar la necesidad que tengo de tu amista y amparo. Real cosa es corresponder á la voluntad de aquellos de quien eres suplicado; mas tomar la defensa de tu gente, amparar los miserables, ser tenido, como lo eres, por escudo y defensor de la santa ley de nuestros abuelos te igualará con los inmortales. Sujetados ya todos los pueblos de Africa y rendidos á tu poder, se ha de acabar la guerra y dejar las armas, ó las has de volver contra otras gentes. Muchos grandes príncipes fueron mas famosos durante el tiempo de la guerra que despues de alcanzada la victoria. Lo que se pierde con la descuidada y ociosa paz, se repara con las armas en la mano y con ganar nuevos reinos, fama y riquezas. Por vecinos tienes los españoles, que solo un angosto estrecho de tí los aparta, y ellos están divididos en muchos señoríos y se abrasan con guerras civiles; tan enemigos son entre sí, que no se juntaran puesto que vean armas extrañas en su tierra. Tú tienes fortísimos ejércitos, práticos y experimentados con las continuas guerras; en la entrada de España fortisimos castillos muy a propósito para la guerra; á nos no faltan

La tercera parte de la redondez de la tierra es ca. Tiene por linderos á la parte del occidente el mar Océano Atlántico; á la del oriente á Egipto y al mar Bermejo, mar bajo y sin puertos; al setentrion la baña el mar Mediterráneo. Combatida por el un costado y por el otro de las furiosas olas del mar Océano, de anchisima que es, se estrecha y adelgaza en forma piramidal hasta rematarse por la banda del sur en una punta que llamaron primero cabo de las Tormentas, y hoy se llama el cabo de Buena Esperanza. Los moradores desta tierra son de muchas raleas, diferentes en leyes, ritos, costumbres, trajes, color y en todo lo al. Lo mas interior habitan los etíopes largamente derramados, todos de color bazo ó negro. Sigueuse luego los de Libia, y despues los númidas, generaciones de gentes que se dividen entre sí, y parten términos por las altas cumbres y cordilleras del monte Atlante. Por la costa y ribera de nuestro mar se extienden los que por su propio nombre llamamos africanos, berberiscos ó moros. En esta parte los campos son buenos de pan llevar y para ganados; arboledas hay pocas, llueve en ellos raras veces; tienen asimismo pocas fuentes y rios. Los hombres gozan de buena salud corporal, son acostumbrados al trabajo y muy ligeros. Vencen las batallas mas con la muchedumbre de la gente que con el verdadero valor y valentía; sus principales fuerzas consisten en la gente de á caballo. En esta provincia Albohacen, noveno rey de Marruecos, de la familia y linaje de los Merinos, poseia por este tiempo un anchísimo imperio; habia con perpetua y dichosa guerra domado todos los príncipes comarcanos, y era el que parecia podia aspirar al señorío de toda España por ser muy temido de los criastianos, y por su persona hombre singular, de loables costumbres, dotado de muchas partes, así del alma como del cuerpo. Traia guerra con Botejefin, rey de Tremecen, llevando adelante en esto las enemistades que su padre con él tuvo. Esto era lo que le faltaba para acabar de sujetar toda aquella provincia y lo que le hacia estorbo para acometer á España, á que le incitaban las antiguas victorias de sus antepasados, y encendíale el deseo de restituir en España y adelantar el imperio de los moros. Mahomad, rey de Granada, como el que tenia pocas fuerzas, pasó el mar para verse con Albohacen, deseoso de que fuesen compañeros en la guerra y de revolver á Africa con España. Llegado á Fez, ciudad nobilísima de la Mauritania Tingitana, fué espléndida y magníficamente recebido y tratado del rey Bárbaro, puestas en olvido las contiendas viejas que antes tuvo, ca era enemigo de Ozmin y de su casa. Cada uno dellos procuró mostrarse al otro mas cortés, dadivoso y mas amigo. Llegaron á tratar de sus haciendas un dia para ello

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