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soldados, armas, bastimentos y dineros con que poderte ayudar. Todo lo que se ganare será tuyo; yo me contentaré con la parte que darme quisieres de la presa. El mayor premio que yo espero de la victoria es la yenganza de una tan mala y abominable gente. » El rey Bárbaro respondió á esto que su venida le daba mucho contento, y le era muy agradable le solicitase para que juntasen las armas y hiciesen la guerra de consuno, que siempre les sucedió bien el tener ambas gentes amistad, por el contrario de las discordias se les recrecieran graves daños. Luego que hobiese dado fin á las resultas de las guerras de Africa pasaria con todos sus ejércitos en España; de presente le parecia seria bien enviar delante á su hijo Abomelique con un buen golpe de gente de á caballo; que seria meter tales prendas en la empresa para continuar lo que entre ellos quedaba asentado. Entre tanto que esto pasaba en Africa, los moros de Granada y por sus capitanes Reduan y Abucebet entraron en tierra de Murcia, talaron y robaron los campos, destruyeron en particular y quemaron á Guardamar. Este es un pueblo llamado así porque está sobre el mar edificado á la boca del rio Segura. Con esta cabalgada llevaron cautivas mil y docientas personas. Venido el rey Mahomad á Granada, don Juan Manuel y los demás sediciosos se determinaron á tratar con él de conciertos; hiciéronse las amistades y alianza por medio de Pedro Calvillo, que andaba de una parte á otra en estos tratos. Estaban los pechos de todos tan llenos de una diabólica discordia, que sin tener memoria de la cristiana religion ni misericordia de los suyos, por hacer pesar á su Rey y vengar sus particulares enojos no echaban de ver ni curaban destos grandísimos apercebimientos de guerra que contra la misma cristiandad se hacian ni la tempestad que se armaba.

CAPITULO II.`

Que Abomelique vino á España.

Vivia todavía doña Isabel, reina de Portugal, y aunque en lo postrero de su edad, tenia corazon y buen ánimo para tomar cualquier trabajo por la comun salud y paz pública. Rogó al rey de Castilla fuese á Badajoz. Destas vistas ningun mayor provecho resultó que visitar el Rey y acariciar con todo género de respeto y benevolencia á una santísima mujer, abuela suya. Venia el Rey desta ciudad cuando don Alonso de la Cerda, el que en vano tanto tiempo y tantas veces con grave peligro de la república movió guerra sobre el derecho del reino, con la edad mas cuerdo sin pensarlo nadie se encontró con él en el lugar de Burguillos, y echándose á sus piés le besó la mano, señal entre los castellanos de honra y protestacion de vasallaje. Fué este hecho gratísimo al Rey, y á don Alonso saludable y de importancia, ca fué restituido en su tierra, y se le dieron ciertas villas con cuyas rentas pudiese sustentarse. Habíase casado en Francia con una nobilísima señora, llamada Madelfa, de la sangre de los reyes de Francia, en quien tuvo dos hijos, á don Luis y á don Juan. Don Luis, que era el mayor, vino con su padre á España; á don Juan como á pariente tan cercano el rey de Francia dió el ducado de Angudema, y despues le hizo su condestable, dignidad que hoy en Castilla ha quedado solo en una sombra y vano título casi sin poder ni jurisdiccion alguna; pero en

Francia en las cosas de la guerra es la suprema potestad y autoridad despues de la real. Llegó el Rey á Talavera, villa que está en la Carpetania, hoy reino de Toledo; en esta sazon Santolalla, que es un pueblo puesto en la mitad del camino entre Talavera y Toledo, era de don Juan Manuel. Deste pueblo salian bandas de gente perdida á saltear los caminos, mataban los hombres y robaban los campos; estos fueron presos por mandado del Rey, y convencidos de sus delitos, los castigaron con pena de muerte. Un semejante ejemplo de justicia mandó hacer en Toledo, de donde se fué á Madrid y á Segovia y á Valladolid. En esta villa doña Leonor le parió un hijo, que llamaron don Pedro, á quien dió el señorío de Aguilar del Campo. Para remediar la falta del dinero que padecia, con malo é imprudente acuerdo acuñó un género de moneda baja de ley, que llamaron cornados, de que se siguió gran carestía y falta en los mantenimientos, en grave daño y enojo del pueblo, porque falseada y adulterada la moneda, luego cesaron los tratos y comercio. Estando et Rey en Búrgos le vinieron embajadores de aquella parte de Cantabria ó Vizcaya que llaman Alava, que le ofrecian el señorío de aquella tierra, que hasta entonces era libre, acostumbrada á vivir por sí misma con propios fueros y leyes, excepto Victoria y Treviño que mucho tiempo antes eran de la corona de Castilla. En los llanos de Arriaga, en que por costumbre antigua hacian sus concejos y juntas, dieron la obediencia al Rey en persona; allí la libertad, en que por tantos siglos se mantuvieron inviolablemente, de su propia y espontánea voluntad la pusieron debajo de la confianza У señorío del Rey. Concedióseles á su instancia que viviesen conforme al fuero de Calahorra; confirmóles sus privilegios antiguos, con que se conservan hasta hoy en un estado semejante al de libertad, ca no se les pueden imponer ni echar nuevos pechos ni alcabalas. De todos estos conciertos hay letras del rey don Alonso, su data en Victoria, á 2 dias de abril del año de nuestra salvacion de 1332. En esta ciudad instituyó el Rey un nuevo género de caballería, que se llamó de la Banda, de una banda ó faja de cuatro dedos en ancho que traian estos nuevos caballeros, de color rojo ó carmesí, que por encima del hombro derecho y debajo el brazo izquierdo rodeaba todo el cuerpo, y era el blason de aquella caballería y señal de honra. No se admitian en esta milicia ó caballería sino los nobles ó hijosdalgo y que por lo menos diez años hobiesen servido en la guerra y en el palacio real. No se recibia otrosí en ella los mayorazgos de los caballeros y señores. El mismo Rey fué elegido por maestre de toda esta junta y caballería, honra y traza con que los mancebos nobles y generosos se inflamaban y alentaban á acometer grandes hechos y acabar cosas arduas. Esta caballería mucho tiempo fué tenida en grande estima; despues por descuido de los reyes que adelante reinaron y por la inconstancia de las cosas se desusó de manera, que al presente no ha quedado della rastro ni señal alguna. Visitó el Rey la iglesia del apóstol Santiago en Compostella, y en ella se armó caballero; y en Búrgos él y la Reina fueron coronados por reyes. Hizo en ambas ciudades el oficio y ceremonia don Juan de Lima, arzobispo de Santiago. La Reina por su honestidad no fué ungida, demás que estaba preñada. Halláronse

presentes gran número de prelados; armó el Rey caballeros á muchos señores y nobles que le presentaron delante armados de todas piezas de punta en blanco; y aun se ordenó para adelante, y se guardó, que desta misma suerte se diese siempre y tomase la órden de la caballería. El público regocijo y contento que desto resultó destemplaron y menoscabaron dos cosas de desgusto que sucedieron : la primera fué que se comenzó á tratar divorcio entre doña Blanca y don Pedro, infante de Portugal; la segunda que pretendia en lugar de doña Blanca recebir por mujer y casarse con doña Costanza, hija de don Juan Manuel; ambas á dos cosas eran pesadas y desabridas para el rey de Castilla. Doña Blanca era enfermiza y mañera, que no podia tener hijos. El principal autor y movedor deste divorcio Fernan Rodriguez de Balboa, prior de San Juan, aconsejaba á la Reina, cuyo chanciller era, lo procurase para vengarse en esta forma del amancebamiento tan continuado y feo de su marido. En esta sazon el Rey tuvo en la reina á don Fernando, que si viviera, fuera sucesor en el reino, y en doña Leonor, su combleza, á don Sancho, á quien dió la villa de Ledesma. Los dos nacieron en un mismo tiempo en Valladolid. Demás desto, Abomelique, hijo del rey de Marruecos, como quedó concertado con el rey de Granada, pasó el estrecho de Cádiz, y en Algecira se intituló rey della y de Ronda. Vinieron con él de Africa siete mil jinetes con codicia, intento y esperanza de enseñorearse de toda España. En el principio del año de 1333, á los 13 de enero, el arzobispo de Toledo don Jimeno de Luna celebró concilio en Alcalá de Henares, indictione prima, y del pontificado de Juan XXII el año diez y siete. Abomelique asimismo se puso sobre Gibraltar luego por el mes de febrero; combatiéronla sus gentes con mantas, torres y con todo género de máquinas militares. El Rey se detuvo algunos dias en Castilla la Vieja para apaciguar algunos alborotos de gente sediciosa; pero envió delante á Jofre Tenorio, almirante de la mar, y á los maestres de las órdenes militares para que por tierra socorriesen á los cercados; desigual ejército contra tan grandes fuerzas como eran las de los moros. Padecian grande falta de mantenimientos en la villa por culpa y negligencia de su alcaide Vasco Perez, que por hacer de la guerra granjería no la tenia apercebida de almacen y municiones ni de soldados. Por otra parte, el rey de Granada hizo entrada en tierra de Córdoba, grandes robos y quemas en los campos; tomó á Cabra, derribóle el castillo, y llevó cautivos todos sus moradores por traicion del alcaide, que llamó á los moros, y los metió dentro de la villa y les entregó el castillo. Gibraltar, despues de padecidos grandes trabajos y perdida la esperanza de poderse defender, en el mes de junio se dió á partido, salvas la libertad y vidas de los soldados y de los vecinos. El alcaide Vasco Perez, por acusarle su conciencia de la maldad cometida y temer la indignacion del Rey y el odio del reino, se pasó en Africa. Esta pérdida causó de presente grande dolor y puso para lo de adelante grandísimo miedo, por acordarŝe que la general pérdida y destruicion que los moros hicieron en España comenzó y tuvo principio por aquella parte. El rey de Castilla, pareciéndole que dejaba sosegados los sediciosos, hechos por todo el

reino grandes llamamientos y juntas de gente de guerra y puesto en órden un buen ejército, en lo recio del estio vino á Sevilla, tarde y sin ningun provecho para el socorro de Gibraltar, que ya halló en poder de moros. Diéronle esta nueva de la pérdida de Gibraltar en Jerez; todavía con esperanza de cobrarla antes que los moros la fortificasen y municionasen con grande presteza fué sobre ella. Hallóse en esta jornada don Jaime de Ejerica con algunas compañías de aragoneses. Cerca del pueblo con varios sucesos se escaramuzó muchas veces; la batalla campal ambas partes la esquiva ban. Abomelique no se descuidaba ni se ensoberbecia con la victoria; el Rey tenia esperanza de volver á ganar á Gibraltar. Desbarató sus intentos la falta de bastimentos que se comenzó á sentir en los reales, porque, aunque se traia continuamente gran copia dellos por el mar, la gran muchedumbre de gente brevemente los consumia. Por esta mengua muchos soldados desamparaban el real y caian en manos de Abomelique, que tenia puestas celadas en los lugares que para esto eran mas cercanos y á propósito. Puso en esto tanta vigilancia y cuidado, que cautivó muchos soldados, y en tan gran número, que con gran deshonra y mengua del nombre cristiano se dice que se vendia un cautivo por una dobla de oro. Acudió el rey de Granada, con cuya venida Abomelique, y por ver nuestro ejército disminuido y sus fuerzas quebrantadas, cobrado nuevo esfuerzo y ánimo, se determinó de presentar al Rey la batalla; con esta resolucion sacó todo el ejército tres veces en campaña. Al rey de Castilla le pareció que era el mejor consejo el mas seguro, ca fuera temeridad con vana esperanza de un buen suceso arriscar el todo y ponerlo á la temeridad de la fortuna y trance de una batalla. Los mas cuerdos y prudentes juzgaban asimismo que si tomaban á Gibraltar, que era á lo que allí eran venidos, todo lo demás se haria bien; á esta causa se resolvió de excusar la batalla. Cerraron pues todos los reales con un foso y albarrada para estorbar los rebatos de los enemigos; tiróse este foso dende el mar haciendo un cierto seno y vuelta, y yéndose encorvando conforme á la disposicion de los lugares, de manera que con la otra punta del arco tocaba en la otra ribera. Estas dos cosas interpretaban y creian los encmigos que se hacian de miedo, con que les creció el ánimo, y concibieron grande esperanza de la victoria. Mientras esto aquí pasaba, don Juan Manuel y don Juan Nuñez de Lara y sus amigos, puesta confederacion con el rey de Aragon, hacian gravísimos daños en la raya de Castilla. Habíaseles juntado don Juan de Haro, señor de los Cameros, caballero rico, poderoso y de muchos vasallos; así, de la parte que debian venir socorros y gente de allí resultó daño gravísimo. Por esto á pedimento de los moros les concedió el Rey treguas por término de cuatro años, á tal empero que todavía el rey de Granada pechase y acudiese con las parias que solia; con tanto se quedó Gibraltar por los moros, no sin grande nota y menoscabo de la majestad real. El Rey, que consideraba prudentemente el peligro, juzgó aquellos partidos por hourados, que eran mas conformes al tiempo y aprieto en que se hallaban las cosas, sin hacer caso de las murmuraciones del vulgo ni de la que llama honra la gente menos considerada.

CAPITULO III.

De las muertes de algunos príncipes.

Hechas las treguas, los reyes de Castilla y de Granada se hablaron, y en señal de amistad comieron á una mesa; hiciéronse asimismo á porfía ricos presentes, y diéronse el uno al otro joyas y paños de gran valor, cortés contienda y liberalidad en que el Moro quedó vencido, camino por do se le ocasionó su perdicion y ruina. El rey de Castilla se volvió á Sevilla, salva y entera la fama de su valor, no obstante los malos sucesos que tuvo. Abomelique se partió para Algecira, y el rey de Granada caminó á Malaga con deseo de ver aquella ciudad. Allí los hijos de Ozmin, que á todas estas cosas se hallaron presentes, se conjuraron de matarle. Abominaban y blasfemaban dél; cargábanle que con la familiaridad y trato que tenia con los cristianos, á sí mismo y á su nacion y secta deshonraba. Acaso traia puesta una ropa que le dió el rey de Castilla; esto les encendió mas el enojo y saña que contra él tenian, y les dió mayor ocasion de calumniarle. Andaba con el Rey un cierto moro, llamado Allamar, de la sangre y alcuña de los primeros reyes de Granada, mas noble que señalado ni de grande cuenta. A este tentaron primero los hijos de Ozmin, y le persuadieron que se vengase de la notoria injuria y agravio que se le hacia en tenerle usurpado el reino que de derecho le venia, y que castigase el grande desacato que contra su secta se cometia. Concertada la traicion, estando el Rey muy seguro y descuidado della, le mataron á puñaladas en 25 dias del mes de agosto. Reduan, que á este tiempo era el caballero de mas autoridad y que habia sido alcaide y justicia mayor de Granada, á la sazon ausente, no supo cosa alguna ni fué en esta cruel traicion. Este procuró que un hermano del muerto, que se llamaba Juzef Bulhagix, fuese alzado por rey de Granada, como lo hizo; cosa soberbia y muy odiosa, dar el reino de su mano, mayormente dejando sin él á Ferraguen, hermano mayor del Rey muerto. Desta manera andaban las cosas revueltas entre los moros. Pasáronse al nuevo Rey los de Aguilar, don Gonzalo y don Fernando, hermanos, señores de Montilla y de Aguilar, caballeros poderosos en el Andalucía. Estaban estos caballeros, aunque no se sabe la causa, desavenidos y mal enojados con su Rey. Empezáronse á hacer robos y entradas en las rayas de los reinos, con que se rompieron las treguas que poco antes se concertaron. El rey de Castilla se detuvo en Sevilla mas tiempo del que se pensó y aun del que él quisiera; esperaba en qué pararian estos movimientos. Pasaran mas adelante los daños, y aun revolvieran guerra formada contra los cristianos, si Abomelique no fuera llamado de su padre y le mandara volver á Africa para que le sirviese en la guerra deTremecen. Con su partida se volvieron á tratar treguas con el nuevo rey de Granada. Y en el principio del año de 1334 se concluyeron y asentaron por otros cuatro años, sin que el rey de Granada quedase obligado á pechar las parias y tributo que cada año solia; tanto era el deseo que tenia el Rey de quedar libre para castigar los sediciosos y alborotados. En este tiempo de un parto de doña Leonor de Guzman le nacieron al Rey dos hijos, don Enrique y don Fadrique, bien nombrados adelante. Primero pasó el invierno que el Rey pu

diese desembarazarse de la Andalucía. A la primavera vino á Castilla, y fué á Segovia, y de allí á Valladolid. Los grandes que estaban rebeldes, como no eran tan poderosos que pudiesen hacer guerra, sino correrías y robos, comenzaron á ser molestados haciéndoseles daños y entradas en sus tierras, con que en el señorío de Lara fueron muchas villas tomadas por el Rey, como Ventosa, Bustos, Herrera; y lo demás que en tierra de Vizcaya tenian aquellos señores y no estaba acabado de allanar se recibió á merced debajo del amparo real. En una junta que se hizo en Guernica debajo de un an. tiquísimo árbol, á la usanza de vizcaínos, fué el Rey en persona jurado y le prometieron fidelidad. Algunas fuerzas y castillos quedaron todavía en aquella tierra por los de Lara, que no se quisieron dar al Rey, confiados mas en ser inexpugnables por el sitio y naturaleza de los lugares que en otra cosa alguna. Don Juan de Haro en su villa de Agoncillo por mandado del Rey fué degollado, y toda su tierra como de rebelde confiscada. La villa de los Cameros dejó á sus hermanos don Alvaro y don Alonso, porque del todo no pereciese el señorío y el nombre desta ilustrísima casa. El alcaide del castillo de Iscar, confiado en su fortaleza y porque la tenia bien bastecida, cerró las puertas al Rey, por lo cual, siendo preso, le fué cortada la cabeza; aviso con que se entendió que ningun juramento ni homenaje hecho á los señores particulares excusa los desacatos que contra los reyes se cometen. Por estos misinos dias en los postreros del mes de agosto parió la Reina en Burgos un hijo, que se llamó don Pedro, que por muerte de don Fernando, su hermano, por triste y desdichada suerte suya y de Castilla sucedió en fin en el reino. De doña Leonor nació al Rey otro hijo, llamado eso mismo don Fernando. En Aragon murieron dos hermanos de aquel Rey, uno en pos de otro. Don Jaime, maestre de Montesa, murió en Tarragona, donde antes renunció el derecho del reino; don Juan, arzobispo de Tarragona, en un lugar de tierra de Zaragoza que llaman Povo, á los 18 de agosto; enterraron su cuerpo en la iglesia de Tarragona dentro de la reja del altar mayor. Iba á verse con el Rey, su hermano. Sucedióle en el arzobispado Arnaldo Cascomes, obispo que era de Lérida. El rey de Aragon, aunque se hallaba en lo bueno de su edad, por sus continuas indisposiciones que le sobrevinieron, luego que se volvió á casar alzó la mano, no solamente de las cosas de la guerra, sino tambien del gobierno del reino; lo cual todo encargó á don Pedro, su hijo mayor. La reina doña Leonor, como aquella que mandaba al Rey, con sus continuos é importunos rucgos alcanzó déi que diese á sus hijos don Fernando y don Juan algunas villas y ciudades, entre las, demás fueron Orihuela, Albarracin y Monviedro; recibia ea esto notable agravio y perjuicio el infante don Pedro, ca le disminuian y acortaban un reino que de suyo no era muy grande. Acusábanle al Rey un juramento que los años pasados hizo en Daroca, en que se obligó y estableció por ley perpetua que no enajenaria cosa de la corona real. Murmurábase en el reino este hecho. Rugíase que el Rey no tenia valor y se dejaba engañar de las caricias y mañas de la Reina, que le tenia como enhechizado. Desta ocasion entre la madrastra y cl alnado resultó un mortal odio, de que se siguieron grandes alborotos en el reino. La Reina, para ballarse

apercebida, súplicó al rey de Castilla tuviese por bien que se viesen; otorgó él con los ruegos de su hermana; viéronse en Ateca, aldea en tierra de Calatayud; el Rey prometió á la Reina de asistilla con sus fuerzas y no faltarle cuando le hubiese menester. Don Juan de Ejerica y su hermano don Pedro, que seguian la parcialidad de la Reina, quedaron animados á la servir y amparar cuando se ofreciese y por cuanto sus fuerzas alcan

zasen.

CAPITULO IV.

De algunos movimientos de navarros y portugueses.

En el principio del año siguiente, que se contaba de 1335, don Juan Manuel, atemorizado con el mal suceso de don Juan de Haro y tomando escarmiento en el de Lara se reconcilió con el Rey. El contento del reino fué extraordinario por ver acabadas en tan breve tiempo cosas tan grandes, y por la esperanza de la paz y sosiego por todos tanto tiempo deseada. En las ciudades y villas se hicieron grandes regocijos, juegos y espectáculos públicos. En Valladolid se hizo un torneo, en que los caballeros de la Banda desafiaron á los demás caballeros y fueron los mantenedores del torneo; el Rey se halló en él, pero en hábito disfrazado porque se tornease con mayor libertad. Diéronse grandes encuentros y golpes sin hacerse mal ni herirse, salvo que algunos fueron de los caballos derribados. Despartióse el torneo, sin que se pudiese averiguar á cuál de las partes se debiesen dar los premios y prez y las joyas que tenian aparejadas para el que mas se señalase. Las cosas humanas, como son vanas é inconstantes, fácilmente se truecan y mudan y revuelven en contrario; y ansí, este universal contento se añubló con nuevas que vinieron de que se volvian á alterar los humores. El rey de Portugal persistia en su intento de repudiar á doña Blanca y de casarse con doña Constanza, determinado si no pudiese cumplir su deseo por bien de alcanzarlo por la espada, por lo menos meterlo todo á barato. El hijo mayor del rey de Aragon se concertó de casar con doña María, hija del rey de Navarra, anteponiéndola en la sucesion del reino, aunque era menor de edad, á su hermana doña Juana, si el Rey muriese sin dejar hijos varones. El autor destos conciertos fué el virey de Navarra don Enrique. Ambas á dos cosas fueron pesadas y desabridas para el rey de Castilla, porque se entendia que estas alianzas se hacian para ser mas poderosos contra él. A la verdad el infante de Aragon don Pedro, por el odio que tenia con su madrastra, se confederó con los navarros, que tomaron de sobresalto el monasterio de Fitero, que era del señorío de Castilla; exceso que por un rey de armas les fué demandado, y enviaron embajadores al rey de Aragou para quejarse destos desaguisados. Excusóse aquel Rey con su poca salud y alegar que no era poderoso para ir á la mano á su hijo en lo que hacer quisiese. Con esta respuesta de necesidad se hubo de romper la guerra. Envióse contra los navarros un grueso ejército y por capitan general Martin Portocarrero, porque don Juan Nuñez de Lara, en quien el Rey tenia puestos los ojos para que hiciese este oficio se excusó de aceptarle. Juntáronse las gentes de la una parte y de la otra, dióse la batalla junto à Tudela, fué muy cruel y reñida, quedaron vencidos y des M-1.

trozados los navarros y muchos dellos anegados en el rio Ebro. Entendióse haberles sucedido este desastre por falta de capitan, porque el virey don Enrique se quedó en Tudela por miedo del peligro ó por respeto de la salud y bien público, que dependia de la conservacion de su persona. Don Miguel Zapata, aragonés, no se halló en la batalla á causa que se entretuvo en fortalecer á Fitero, creyendo que el primer ímpetu de la guerra seria contra aquel pueblo. Mas ya que se queria fenecer la batalla se descubrió encima de unos cercanos montes de aquella campaña, con cuya llegada se rehizo el campo de los navarros. Los aragoneses, como quier que entraron descansados, entre tuvieron por un rato la pelea, pero al fin fueron desbaratados y vencidos por los de Castilla y preso su capitan; no fué tan grande el número de los muertos como se pensó. Los castellanos se hallaron cansados con el continuo trabajo de todo el dia, demás que con la obscuridad de la noche que cerró no se conocian, mayormente que todos por saber la lengua castellana apellidaban Castilla, ardid que les valió para que la matanza fuese menor. Por otra parte, los vizcaínos con su capitan Lope de Lezcano, destruida la comarca de Pamplona, tomaron en aquellos confines el castillo de Unsa. Con estos malos sucesos se reprimió la osadía y atrevimiento de los navarros y se castigó su temeridad. En un mismo tiempo se derramó la fama destas cosas en Francia y en España. Estaba entonces el rey de Castilla en Palencia enfermo de cuartanas, donde, por lástima que tuvo de los navarros, mandó á Portocarrero que no les hiciese mas guerra ni daños; parecíale quedaban bastantemente castigados, ora hobiesen tomado las armas de su voluntad, ora hobiesen sido á tomarlas forzados; sacóse el ejército de aquella provincia junto con el pendon del infante don Pedro, que le llevaron á la batalla, porque los grandes señores no rehusasen de ir á esta guerra, como si fuera á ella la misma persona real del Infante. La fama destos sucesos movió á Gaston, conde de Fox, á que viniese á restaurar las cosas malparadas de los navarros, obligado á ello por la antigua amistad que entre sí ambas naciones tenian y facilitado con la vecindad destos dos estados. Venido el de Fox, acometieron á Logroño, ciudad principal de aquella frontera. Salió contra ellos mucha gente de los pueblos comarcanos, y juntos con los ciudadanos de Logroño, pasaron el rio Ebro. Dieron en los enemigos, peleóse bravamente, y fueron vencedores los navarros. Recogiéronse en la ciudad los vencidos con propósito de se defender con el amparo y fortaleza de los muros. Ruy Diaz de Gaona, capitan y ciudadano de Logroño, hizo en esta retirada un hecho memorable, que con una extraña osadía, ayudado de solos tres soldados, defendió á todo el ejército de sus enemigos que no pasasen el puente, porque mezclados con su gente no entrasen el pueblo; murió él en esta defensa, y sus compañeros, que quedaron con la vida, defendieron el puebloque no se perdiese, ca los navarros, viendo que no le podian tomar, se volvieron. En el tiempo que las cosas se hallaban en este estado sucedió que Juan, arzobispo de Rems, yendo en romería á Santiago, pasó acaso por esta tierra. Este Prelado era un varon muy santo y de grande autoridad entre estas dos naciones, por cuya solicitud y diligencia se concertaron y hicieron

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con fosos y trincheas. Talaron y destruyeron sus campos y heredades; enviaron otrosí algunas bandas de gente para que tomasen los pueblos de la comarca. Alargábase el cerco, y los cercados, por no estar bien proveidos, empezaron á sentir necesidad de bastimentos. Tenian poco socorro en don Juan Manuel, puesto que para mostrar su valor y ver si podria socorrerlos, salido de allí secretamente, se entró en Peñafiel, villa de su estado y cercana de Lerma. Poco faltó para que el Rey no le prendiese, ca sobrevino de repente. Tuvo noticia del peligro, huyó y escapóse. El de Alburquerque, mudado propósito, se redujo al servicio del Rey. El rey de Portugal por sus embajadores envió á rogar al Rey que alzase el cerco de Lerma. Extrañaba que hiciese agravio y maltratase á un caballero de tanta lealtad y en particular amigo suyo. Volviéronse los embajadores sin alcanzar cosa alguna. El rey de Portugal para satisfacerse juntó su ejército, rompió por las tierras de Castilla. A la raya cercó á Badajoz y la combatió con grande furia y cuidado. Envió asimismo con mucha gente á Alonso de Sosa para que robasen la tierra. Apellidáronse los de la comarca, encontraron los contrarios cerca de Villanueva, desbaratáronlos, mataron y prendieron muchos dellos, con que avisaron y escarmentaron los demás portugueses para que no se atreviesen otra vez á hacer entrada semejante. El Rey mismo, por temer otro mayor daño si viniesen á las manos, con todo su ejército se tornó á Portugal. La villa de Lerma, asimismo destituida del socorro que de fuera esperaba y cansada con los trabajos de un cerco tan largo, se entregó en los postreros de noviembre. A don Juan Nuñez de Lara, sin embargo, recibió el Rey en su amistad, y por el camino que cuidaba perderse alcanzó grandes mercedes nuevas, y se le volvió su patrimonial estado que tenia en Vizcaya. Solo desmantelaron á Lerma en castigo de su rebelion y para que otra vez no se atreviese á hacer lo mismo. En este año el rey de Marruecos aumentó sus reinos con el de Tremecen, cuyo Rey, su enemigo, venció y mató. Los moros de España cobraron con esto nuevas esperanzas, y á los nuestros creció el recelo de algunos nuevos y grandes daños que de aquella pujanza podrian resultar. Todos temian y con razon la guerra que de Africa amenazaba.

paces; tanto á las veces puede la diligencia de un solo hombre, y tan grandes bienes dependen de su autoridad. En este mismo tiempo de tres reyes Albohacen, Filipe, de Francia, y Eduardo, de Inglaterra, vinieron tres honradas embajadas al rey de Castilla. Movíanse á esto por la gran fama que tenia acerca de las naciones comarcanas. De Africa le enviaron muy ricos presentes; pedian se confirmasen las treguas que tenian asentadas los nuestros con los moros. El Inglés ofrecia una hija suya para que casase con el infante don Pedro. El Rey no aceptó este partido por la tierna y pequeña edad del Infante, de quien sin nota de temneridad ninguna cosa cierta se podian prometer ni asegurar. Todo esto pasaba en Castilla el año de 1335 de nuestra salvacion. Poco despues, entrante el año próximo, el rey de Aragon don Alonso murió en Barcelona á 24 de enero; varon justo, pio y moderado; por esto tuvo por renombre y fué llamado el Piadoso. Fué mas dichoso en el reinado de su padre que en el suyo á causa de la poca salud que siempre tuvo, que por lo demás no le faltó virtud ni traza, como se pudo bien ver por las cosas que hizo en su mocedad. A don Jaime, el hijo menor del primer matrimonio, dejó el condado de Urgel, y don Pedro quedó por heredero del reino. Los hijos del segundo matrimonio dejó heredados en otros estados, segun que arriba queda apuntado. La reina doña Leonor, por recelo que el nuevo Rey por los enojos pasados no le hiciese algun agravio á ella y á sus hijos, á grandes jornadas se fué luego á Albarracin, donde por ser aqueIla ciudad fuerte y caerle cerca Castilla, si se le moviese guerra, pensaba podria muy bien en ella defenderse. Los de Ejerica, por tener en mas el acudir al amparo y servicio de la Reina que cuidar de lo que á ellos tocaba, se fueron tras ella. Por estos mismos dias de Portugal nuevas tempestades de guerra se emprendieron. La avenencia que don Juan de Lara y don Juan Manuel hicieron con el Rey, no era tan verdadera y sincera que se entendiese duraria tanto como era menester. Todos entendian que mas les faltaban fuerzas y buena ocasion para rebelarse que gana y voluntad de ponello por obra. Traia en mucho cuidado á don Juan Manuel la dilacion de los casamientos de Portugal, y no osaba hacerlos sin la voluntad y licencia del Rey, ca temia no le tomase su estado patrimonial, que tenia grandísimo en Castilla. Don Pedro Fernandez de Castro y don Juan Alonso de Alburquerque, que se apartaron de la obediencia del Rey de Castilla, persuadian y solicitaban al rey de Portugal para que moviese guerra á Castilla; no pudieron estar secretos tantos builicios de guerra y tantas tramas. Así, el Rey hizo nueva entrada en las tierras de don Juan de Lara y le tomó algunas villas y castillos, y á él le cercó en la villa de Lerma en 14 de junio. Combatiéronla de dia y de noche con mantas, torres, trabucos y con todo género de máquinas de guerra. Procuróse otrosí con los vecinos de la villa que entregasen á don Juan, ya con grandes amenazas, ya con promesas; ofrecíaules la gracia del Rey y libertad á ellos y á sus hijos, con apercebimiento que si se tardaban en hacerlo los destruirian. Ninguna cosa bastó para que no guardasen una singular y gran lealtad á don Juan confiados en la fortaleza de la villa; ni los ruegos prestaron ni las amenazas para hacer que le entregasen. Vista su determinacion cercaron toda la villa alrededor

CAPITULO V.

Concédense treguas á los portugueses.

Blandeaba el rey de Castilla con los grandes que andaban alterados, y les hacia buenos partidos por atraerlos á su servicio. Sus caricias prestaban muy poco, por ser ellos hombres revoltosos, de seso mal asentado y astutos. Tuvo las pascuas de la Navidad de nuestro señor Jesucristo del año 1337 en Valladolid. Alli en el principio deste año hizo merced á don Juan de Lara del cargo de su alférez mayor, ca estaba determinado de recompensar con mercedes los deservicios y vengar con blanduras las injurias que le hacian. Con este artificio y con la intercesion de doña Juana, que era madre de don Juan de Lara, recibió en su servicio y perdonó á don Juan Manuel, hombre doblado, inconstante y que á dos reyes, al de Castilla y al de Aragon, los entretenia y traia suspensos. Fingia quererse confederar con

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