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HISTORIA DE ESPAÑA.

mas franceses, que tenia asoldadas el infante de Mallorca para hacer guerra en aquel estado. En fin, los pretensos de los ingleses salieron vanos, y por medio de don Luis, duque de Anjou, se comenzó á tratar con mucho calor la paz entre Aragon y Castilla. Vino el Duque á Carcasona con deseo de efectuar estas amistades, por miedo que tenia, si las discordias se continuaban, no se apoderasen de España los ingleses, capitales enemigos de Francia. Enviáronse á Aragon embajadores sobre este hecho ; pedia don Enrique que la infanta doña Leonor, hija del rey de Aragon, que estaba prometida á su hijo el infante don Juan, le fuese entregada. No rehusaba el Aragonés de hacer cosa tan justa, si don Enrique le entregase aquellas ciudades que le tenia prometidas. Excusaba él de darlas; alegaba que no tenia obligacion á cumplirle aquella promesa, pues no solo no le ayudó cuando andaba huido y desterrado, antes hizo liga contra él con su cruel enemigo. Finalmente, se concordaron de dejar sus diferencias en mano del legado el cardenal Guido de Boloña, que fué al presente mas dichoso que antes en hacer las paces entre los españoles. En el tiempo que estas cosas papa Grese trataban en Aragon, en 15 de octubre el gorio XI confirmó la regla de los monjes, que comunmente en España se llaman frailes de San Jerónimo, cuyo instituto es aventajarse á las demás religiones en guardar con gran paciencia una estrecha y loable claulas noches con suavísimo sura y ocuparse los dias canto y dulce melodía en perpetuas alabanzas de Dios. Ha crecido mucho en España esta religion, y poseen muchas y muy ricas casas de magníficos y sumptuosísimos edificios. El hábito destos religiosos es las túnicas y lo interior de lana blanca, la capas de paño buriel. Dieron principio á esta santa religion ciertos ermitaños italianos, que, encendidos con el deseo de servir á nuestro Señor, hicieron su habitacion en un lugar apartado cerca de la ciudad de Toledo, en que al presente está el monasterio de aquella órden llamado de la Sisla, del nombre de una aldea que allí estaba antiguamente. Creció la opinion de su santidad, con que tomaron su modo de vivir y se le juntaron algunos hombres principales, que fueron Fernando Yañez, capellan mayor de los Reyes Viejos y canónigo de la santa iglesia de Toledo, y don Alonso Pecha, obispo de Jaen, que renunció su obispado, y su hermano Pedro Fernandez Pecha, camarero que fuera del rey don Pedro. El primer monasterio que se fundó debajo destas constituciones y regla, fué junto á la ciudad de Guadalajara, encima de un pueblo que se llama Lupiana, en una ermita que les dió este mismo año el arzobispo don Gomez Manrique. Despues por la magnificencia de los reyes y otros señores de Castilla se han edificado otras muchas casas. Los años adelante salió tambien desta religion la de los isidorianos ó Isidros. En el mes de diciembre, como quier que no se concertasen las paces entre los reyes de Castilla y de Aragon, se hicieron treguas hasta el dia de Pentecostes, pascua de Espíritu Santo; asentaron estas treguas los procuradores destos reyes, que fueron por el de Aragon don Juan, conde de Ampúrias, su primo hermano y yerno, ca estaba casado con doña Juana, hija del Rey, y por el de Castilla Juan Ramirez de Arellano, señor de los Cameros. En el año de 1374

Juan, duque de Alencastre, con un grueso ejército
pasó al puerto de Cales, llamado lccio por los antiguos,
que está en los morinos, provincia de la Gallia Bélgi-
ca. Juntóse con él Juan de Monforte, duque de Breta-
ña, que andaba en deservicio del rey de Francia, y fa-
vorecia á los ingleses por estar casado con una hermana
del de Alencastre. Entraron estos príncipes con sus
gentes en el Artoes y Vermandoes; hicieron gran estra-
go en los campos, villas y aldeas que topaban, y hartos
ya de los robos y muertes con que dejaron asoladas
aquellas provincias, enderezaron su camino al ducado
de Guiena, y pasado el rio Ligeris, llamado hoy Loire,
llegaron á Burdeos con pensamiento de entrar en Es-
paña y conquistar el reino de Castilla. Enviaron sus em-
bajadores á los reyes de Aragon y de Navarra para que
les asistiesen y ayudasen; mas el Aragonés y el Navar-
ro eran prudentes y sagaces, no quisieron por una es-
peranza incierta de interés ponerse en un peligro cierto
de ser destruidos, sino como muchos hombres suelen
hacer, les pareció seria mejor estarse á la mira y to-
mar el partido conforme las cosas se encaminasen. El
rey don Enrique, avisado de la tempestad que sobre él
venia, estaba con gran cuidado. Acudió á Búrgos para
resistir y juntar sus gentes de todas las partes del rei-
no, y hacer de nuevo otras muchas compañías. Llamó
particularmente á los soldados viejos, cuyo valor tenia
experimentado en las guerras pasadas. Acudieron al
tanto todos los grandes con gran deseo de servir y acom-
pañar á su Rey. Los mismos que en las revueltas pasa-
das le fueron contrarios, en esta ocasion le querian re-
compensar y con su diligencia y alegría dar ciertas
muestras del amor y lealtad con que le servian; de suer-
te que los que de antes andaban divisos en bandos y
parcialidades, visto el riesgo que corrian de ser seño-
reados por extraños, se juntaron en una conformidad
para defender su patria y su libertad; verdad es que
en 19 de marzo sucedió en aquella ciudad un gran de-
sastre que causó en todos gran pesar y tristeza, esto es,
que el conde de Alburquerque don Sancho, hermano del
Rey, por apaciguar una revuelta que se levantó entre
sus soldados y los de Pero Gonzalez de Mendoza sobre
las posadas, sin ser conocido, por ser la refriega de no-
che, fué herido en el rostro con una lanza por un hom-
bre de armas, de que desde á un rato murió. Alboro-
tóse el Rey, como era razon, por la muerte tan desgra-
ciada de su hermano; pero no hizo demostracion por
suceder acaso y por ignorancia. La condesa doña Bea-
triz, mujer del muerto, quedó preñada y parió á doña
Leonor, que casó con el infante don Fernando, adelan-
terey de Aragon. Despues que el rey don Enrique tuvo
junto su ejército, partió de Búrgos, y cerca de la villa
de Bañares hizo alarde; halló que tenia mil y docientos
caballos y cinco mil infantes, todos gente escogida, y
que con su valor suplian el pequeño número, y estaban
prestos para acudir á la parte que fuese menester. Ame-
nazaba esta hueste principalmente, así á los de Aragon,
porque ya espiraban las treguas, como á los ingleses
Francia, de quienes se tenian nuevas sordas
pasaban ya en España, porque su ejército s
muy menoscabado y menguado, á causa que

que de Borgoña, y un famoso capitan llamo Juan de
Viena, que era almirante de Francia, vinieron en pos

dellos, y por todo el camino les hicieron grandes daños; que de treinta mil combatientes que eran, casi no llegaban á seis mil cuando entraron en Burdeos. Ofrecíase buena ocasion de hacer alguna cosa notable, y echar á los ingleses de toda Francia; parecia que ya la fortuna y buena dicha de la guerra los desamparaba y favorecia á los franceses. Luis, duque de Anjou, escribió al rey don Enrique que juntasen sus fuerzas y cercasen á Bayona, ciudad de los antiguos tarbellos. Decia que esto importaba mucho para ganar reputacion, si diesen á entender que eran poderosos, no solamente para defenderse de sus enemigos, sino tambien para irles á hacer guerra dentro de su casa. Con esto animado el rey don Enrique, pasó á Bayona, y la cercó en los postreros del mes de junio; mas como sobreviniesen muchas aguas, que impedian las labores que se hacian para combatir la ciudad, y faltasen bastimentos, que por ser muy estéril la provincia de Vizcaya de que se proveian, bastecia mal el ejército, cansados todos con estas descomodidades, levantaron el cerco y se volvieron á Castilla. Asimismo el duque de Anjou no pudo venir, como tenia prometido, por estar ocupado en el cerco de Montalvan. Sirvió muy bien en esta jornada al rey don Enrique Beltran de Guevara, señor de la villa de Oñate y de la casa de Guevara; y á la venida de Bayona en remuneracion de sus servicios le hizo merced del valle de Leñiz con su acostumbrada largueza en hacer dádivas, cosa que puso en necesidad á los reyes sus decendientes de reformallas. En el mes de agosto el infante de Mallorca entró por el condado de Ruisellon con un grande y poderoso ejército, con el cual las fuerzas de los aragoneses no se pudieran igualar, si se hubiera de hacer jornada y dar la batalla. Prevaleció en este aprieto la buena dicha de Aragon, que en esta entrada no hizo el Infante cosa notable mas de desbaratar algunas banderas de enemigos con muy poco provecho suyo y llevar alguna presa de hombres y de ganados. Los que en esta entrada del Infante padecieron mayores daños fueron los del condado de Urgel. Por otra parte, el señor de Bearne y Jofre Recco, breton, que tenian muchos pueblos y vasallos en Castilla, sea por órden del rey don Enrique, ó de su propio motivo, hicieron entrada en los campos de Borgia y molestaron con guerra toda su tierra, combatiendo algunas villas, destruyendo y abrasando las aldeas, labranzas, rozas y heredades de aquella comarca. En estos dias el rey de Aragon envió á Inglaterra á Francés de Perellos, vizconde de Roda, á pedir ayuda al duque de Alencastre y á convidalle se confederase con él; y como este embajador con recio temporal corriese fortuna y aportase á la costa de Granada, fué preso por mandado del rey Moro, y encarcelados los mercaderes catalanes en venganza de que Pedro Bernal, capitan de unas galeras de Aragou, pocos dias tomara una nave del rey de Granada, que enviaba á Túnez con ciertos recados suyos. Pretendia el Moro otrosí en prender estos aragoneses hacer placer al rey de Castilla, cuyos enemigos eran. Con tantos desastres y malos sucesos, ¿qué podian hacer los de Aragon? ¿De quién valerse? ¿Qué ayudas podian buscar? El rey don Enrique pretendia sanar al rey de Aragon, y no destruir al que con su ayuda fué parte para que él llegase á la cumbre de

alteza en que al presente se veía; con este fin envió otra vez á Barcelona por embajadores á Juan Ramirez de Arellano al obispo de Salamanca para que hiciesen paz con él. En 3 de noviembre deste año en el castillo de Evreux en Normandía murió doña Juana, reina de Navarra, por cuyas lágrimas muchas veces su hermano el rey de Francia perdonó grandes ofensas que su marido le tenia hechas. Al presente en esta ida que hizo á Francia, como quier que hallase cerradas las orejas del hermano, recibió tan grande pena, que della le sobrevino una dolencia que la acabó. Su cuerpo sepultaron en el monasterio de San Dionisio entre los reyes sus antepasados; hiciéroule las obsequias con real pompa y aparato Su marido dió nuevas ocasiones para que con mucha razon el pueblo le aborreciese, porque persiguió con muertes, destierros y confiscaciones de bienes á los parientes y allegados de aquellos que en las revueltas y calamidades de aquel tiempo siguieran el partido de sus enemigos. Si estos castigos él los hiciera en las personas de los que le ofendieron, pudiérale excusar el dolor de la ofensa y el deseo de la venganza, mas pagaban los inocentes por los culpados. Sobre los trabajos que hemos referido que padecia el reino de Aragon con las guerras le vino otro muy mayor de una gran hambre que en este año padeció toda aquella provincia, mas algun tanto se remedió con trigo que se trujo de Africa. Fuéles por otra parte provechosa esta hambre, por◄ que compelidos della se fueron del reino sus enemigos. En Castilla asimismo, do pasaron los franceses á buscar mantenimientos, luego en principio del año de 1375 murió de enfermedad su capitan el infante de Mallorca don Jaime, rey de Nápoles; enterraron su cuerpo en la ciudad de Soria en el monasterio de San Francisco. Acompañó en esta guerra al Infante su hermana doña Isabel, que estaba casada con el marqués de Mouferrat, animada de la esperanza que tenia de vengar las injurias que el Rey, su padre, recibió del rey de Aragon. Esta señora, muerto su hermano, se hizo cabeza, y debajo de su conducta se volvió el ejército de los franceses á sus casas. En aquella tierra renunció ella y cedió los derechos paternos que tenia contra la casa de Aragon, en Luis, duque de Anjou, hermano del rey de Francia, de que se recrecieron nuevos pleitos y debates, en sazon que las paces entre los reyes de Castilla y de Aragon se concluyeron por intervencion y diligencia de la reina de Castilla doña Juana, que para este efecto fué á la villa de Almazan. Por parte del rey de Aragon se hallaron allí el arzobispo de Zaragoza y Ramon Alaman de Cervellon. En 12 dias del mes de abril se concluyeron y firmaron las paces con estas condiciones que la infanta doña Leonor, que antes estaba otorgada al infante don Juan, le fuese entregada para que se celebrase el matrimonio; en dote le señalaron docientos mil florines, que al rey don Enrique dió prestados el rey de Aragon en los principios de las guerras civiles; que Molina se restituyese al de Castilla, que á ciertos plazos contaria al de Aragon ciento y ochenta mil florines por los gastos de la guerra. La nueva desta concordia, que se entendia seria por muchos tiempos, se festejó en ambos reinos con parabienes por la paz y grandes banquetes que se hicieron, juegos, fiestas y alegrías por la esperanza que tenian que despues de

tantas tempestades y guerras se seguiria en toda España la quietud y sosiego por tanto tiempo deseado, y la luz clara se les mostraria despues de una escuridad tan larga y tan espesas tinieblas.

CAPITULO XIX.

Algunos casamientos de príncipes.

Fué este año dichoso, no solamente para España, sino tambien para todo el mundo y toda la cristiandad, á causa que Gregorio XI, pontífice máximo, honra de los papas, dejado Aviñon, donde estuvo la Silla Apostólica por espacio de setenta años, la restituyó al sagrado asiento y casa de sus antecesores, y se fué á residir lo que le restaba de vida á la santa ciudad de Roma; varon verdaderamente grande y digno de loa inmortal. Las grandes revoluciones de Italia no sufrian la ausencia de los papas. La vírgen santísima Catarina de Sena, de quien hay doce cartas escritas á Gregorio, fué la que principalmente le movió á tomar este saludable consejo contra lo que sentian algunos cardenales. Decíale con un celo santo y elocuencia del cielo que en cosa tan claramente conveniente, y que á él solo tocaba, no tomase acuerdo con nadie, sino que usase de su propio arbitrio y parecer. Beltran Claquin, por haber ganado grandes honras en Francia y acrecentado su estado con el condado de Longavilla, vendió en esta sazon al rey don Enrique la ciudad de Soria y las villas de Atienza y Almazan y los demás pueblos que le diera en Castilla por precio de docientas y sesenta mil doblas, que para aquel tiempo fué una suma asaz grande. La mayor parte le pagó en veinte y seis prisioneros nobilísimos de los que prendió la armada de Castilla en la batalla de la Rochela; por el dinero restante le dió en rehenes á un hijo de don Juan Ramirez de Arellano, llamado como su padre, por estar el tesoro del Rey tan gastado, que no se pudo contar de presente. Para celebrar las bodas de los infantes de Castilla y de Navarra se escogió la ciudad de Soria por estar en los confines de ambos reinos; y por hallarse en lugar tan acomodado para ello quiso el rey don Enrique hacer juntamente las bodas de ambos hijos, como lo tenia concertado. A la infanta doña Leonor trujeron de Aragon á Soria Lope de Luna, arzobispo de Zaragoza, y el embajador Cervellon con gran acompañamiento de señores y caballeros de aquel reino. Vino otrosi á esta ciudad á celebrar su matrimonio el infante don Carlos, hijo del rey de Navarra. Hizose el casamiento de doùa Leonor, hija de don Enrique, en 27 dias del mes de mayo. Túvose respeto en dar el primer lugar al infante de Navarra por ser huésped. En 19 dias del mes de junio se veló el de Castilla don Juan con su esposa doña Leonor. Todo estaba lleno de juegos, fiestas y regocijos, no solo en Soria, sino en todo lo demás de España, por la esperanza que los hombres tenian concebida de una larga paz y estable felicidad. En estos dias vinieron nuevas que don Fernando de Castro, hermano de doña Juana de Castro, el que dijimos que el año pasado se fué á Portugal, murió en Inglaterra. Tenia esperanzas de volver á Castilla y ser restituido por las armas en su patria. Súpose otrosí que Fernando de Tovar, capitan entre los de aquel tiempo de la fama, con la armada de M-1.

Castilla hizo grandes daños en la costa de Inglaterra, destruyendo, robando, quemando y asolando muchos pueblos y campos, rozas y labranzas de aquella isla. De Soria, concluidas las fiestas, se pasó el rey don Enrique á Búrgos; príncipe esclarecido en las demás naciones, y en su reino bienquisto. Tenia intento por el favor que halló en Francia de acudirla con todas sus fuerzas contra los ingleses y pagalles el bien que della recibió, á la sazon que don Alonso, su hijo, conde de Jijon, con ligereza juvenil, mudado de voluntad acerca del casamiento con doña Isabel, hija del rey de Portugal, por no efectuarle se fué á Francia y á la Rochela por mar, mas el Rey, su padre, le hizo venir desde á pocos dias. En los postreros dias deste año falleció don Gomez Manrique, arzobispo de Toledo. Juntáronse en su cabildo los canónigos de aquella iglesia para elegir sucesor; no se concordaron, antes, divididos los votos, los unos eligieron á don Pedro Fernandez Cabeza de Vaca, dean de la misma iglesia; los otros nombraron á don Juan García Manrique, sobrino del difunto, que era hijo de su hermano el adelantado Garci Fernandez Manrique, y de arcediano de Talavera le pasaran primero á ser obispo de Orense, y despues de Sigüenza; favorecia á este el Rey con grandes veras, porque era afin y allegado de don Juan Ramirez de Arellano. El Arzobispo difunto avisó á su muerte que no eligiesen en su lugar al dicho su sobrino, porque era inquieto, sino al dean. Acudieron al papa Gregorio para que determinase estas diferencias; él, no teniendo por canó.ica ninguna de las dos elecciones, dió el arzobispado á don Pedro Tenorio, y de la iglesia de Coimbra, cuyo obispo era, le pasó á la de Toledo, varon de muchas prendas, letras y erudicion. En Italia y Francia anduvo peregrinando y desterrado; estudió en Tolosa y Aviñon y Perosa; en el estudio de Bolona tuvo por maestro á Ballo, famoso jurista, y él mismo leyó derechos en Roma. Fué hombre de grande prudencia por el uso y experiencia que tenia de muchos negocios, de grande pecho y valor, aventajado entre los hombres mas señalados de aquel tiempo. Fué arcediano de Toro en la iglesia de Zamora; su padre, Juan Tenorio, comendador de Estepa y trece de la órden de Santiago; su madre, doña Juana, está enterrada en la colegial de Talavera; sus hermanos Juan Tenorio y Melendo Rodriguez anduvieron con él desterrados en tiempo del rey don Pedro. Su hermana doña María Tenorio casó con Fernan Gomez de Silva, cuyo hijo Alonso Tenorio fué adelantado por su tio de Cazorla. Murieron por estos dias algunos varones principales de Navarra, en particular don Rodrigo Urriz, señor rico y de grande autoridad, fué por mandado de su Rey preso y degollado en la ciudad de Pamplona en los últimos dias de marzo del año de 1376. Causaronle la muerte unos tratos mal encubiertos que traia con el rey de Castilla. Era fama se queria pasar á él, y entregalle los castillos de Tudela y Caparroso; yo sospecho que sin razon y falsamente se creyó esto, porque no es verisímil quisiese turbar aquel caballero tan presto la paz que se acababa de asentar. Don Bernardo Folcaut, obispo de Pamplona, murió en 7 de julio en Italia en la ciudad de Anagnia, donde vivia desterrado de su iglesia; la libertad, grave lad y autoridad deste Prelado le hicieron odioso á su Rey, ó por haberse mal gobernado, como arriba

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queda apuntado. Fué elegido en su lugar don Martin Calva, doctísimo en ambos derechos pontificio y cesáreo, y tenido por tan eminente, que muchos le igualaban á Baldo, tan famoso letrado y excelente en aquella facultad. Don Fadrique, rey de Sicilia, falleció en Mecina á 27 dias del mes de julio; dejó por heredera del reino y de los ducados de Atenas y de Neopatria á su

hija doña María, de que resultaron nuevas esperanzas, y á muchos príncipes se les dió materia de diferencias y debates sobre la pretension del casamiento desta Infanta y codicia del reino de Sicilia. Amenazaban otrosí nuevas pretensiones y revoluciones, en particular á los aragoneses se les presentó buena ocasion de dilatar y ensanchar sus estados.

FIN DEL TOMO PRIMERO DE LAS OBRAS DEL PADRE JUAN DE MARIAÑA,

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