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Roma por el mes de octubre. Por gobernadores de España quedaron, en la ulterior Asinio Pollion, muy conocido por una égloga de Virgilio, en que con versos de la Sibilla, que hablaban de la venida de Cristo hijo de Dios, celebró el insigne poeta el nacimiento de Salonino, hijo deste Pollion. Del gobierno de la España citerior se encargó Marco Lépido, que le tuvo juntamente con el gobierno de la Gallia Narbonense. Por este mismo tiempo, como algunos sospechan mas por conjeturas que por razon que haya concluyente, á Córdoba se dió tí- | tulo de Colonia Patricia, ca es averiguado, como se muestra por las monedas de aquel tiempo, que en el imperio de Augusto ya tenia este apellido. Tambien es cosa cierta que en gracia del vencedor y por adularle muchos pueblos dejaron sus nombres antiguos, en particular Atubis, que se llamó Claritas Julia; Ebora, en Portugal, Liberalitas Julia; Calahorra, por sobrenombre Nasica, tomó tambien el nombre de Julia; Sejí asimismo se llamó Firmium Julium; Iliturgi, que es Andújar, Forum Julium; en conclusion los de Ampúrias, quitada la diferencia que tenian de griegos y de españoles, recibieron las costumbres, lengua y leyes romanas, con título que se les dió de Colonia. Hay en España memoria desta guerra en muchos lugares, y en Talavera, pueblo conocido del reino de Toledo, en la parte del muro que está en frente de la iglesia de San Pedro, se ven cortadas estas palabras:

AGNEIO POMPEYO HIJO DEL GRAN POMPEYO.

Lo demás por la antigüedad no se lee; pero entiéndese que por algun hecho notable se le puso aquel letrero.

CAPITULO XXII.

Cómo despues de la muerte del César se levantaron nuevas
alteraciones en España.

El poder de Julio César estaba en la cumbre y todo lo mandaba y trocaba, cuando en Roma ciertos ciudadanos se conjuraron contra él con color de que era tirano y por fuerza se apoderara de aquella ciudad. Matáronle con veinte y tres heridas que en el Senado le dieron á los 15 de marzo del año siguiente de 710, desde donde algunos toman la cuenta de los años del imperio de Octaviano Augusto, que le sucedió y fué su heredero; dado que los mas le comienzan del año siguiente, cuando á 22 de setiembre, segun lo que refiere Dion, le nombraron por cónsul en lugar de Cayo Vibio Pansa, que murió junto á Módena, si bien no tenia edad bastante para administrar aquel cargo, pero dispensaron con él en la ley que en Roma en este caso se guardaba. En España Pollion atendia á seguir los salteadores, que por la revuelta de los tiempos andaban en gran número por lo de Sierramorena. Este, cuando llegó la nueva de la muerte de César, hizo una junta de los mas principales en Córdoba, en que protestó que seguiria por su parte la autoridad y voluntad del Senado de Roma. Con esto parece se habia mostrado alguna luz y cobrado esperanza de mayor reposo; pero muy al revés, porque Sexto Pompeyo salió de la comarca de Jaca, que eran antiguamente los Lacetanos, con intento de aprovecharse de lo que el tiempo le prometia y fortificar su partido. Levantó estandarte, tocó atambores, acudíale gente de cada dia, con que pudo

formar una legion, y con ella en la comarca de Cartagena tomó por fuerza un pueblo entonces llamado Vergi, y hoy Vera, ó como otros sienten Verja. Con este tan pequeño principio hobo gran mudanza en las cosas; y el bando de Pompeyo, que parecia estar olvidado, comenzó á levantarse y tomar mayores fuerzas, principalmente que con la misma felicidad se apoderó de toda la Bética ó Andalucía despues que en una gran batalla rompió á Pollion, que pretendia desbaratar sus intentos. Ayudó mucho para ganar la victoria la sobreveste de Pollion, que acaso se le cayó en la pelea, ó él mismo la arrojó á propósito de no ser conocido (muy pequeñas cosas hacen camino para mayores, principalmente en la guerra); como los soldados la viesen, que todavía sufrian la carga de los pompeyanos, y corriese la voz por los escuadrones que su general era muerto, al punto desmayaron y se dieron por vencidos. Verdad es que todas estas alteraciones, y las voluntades de la provincia que se inclinaban á Pompeyo, sosegó Marco Lépido con su venida y con persuadir á Sexto que con el dinero que tenia recogido en España se fuese á Roma, donde por la ocasion de quedar libre Roma podia pretender y alcanzar la herencia, autoridad y grandeza de su padre. Para esto ayudaba que las cosas de Italia andaban no menos revueltas que las de acá, porque Marco Antonio, que el año pasado fuera cónsu!, pretendia quitar á los romanos la libertad; contra sus deseños el Senado opuso á Octaviano, sobrino de César, nieto de su hermana Julia, resolucion perjudicial y dañosa. Habia Octaviano en la guerra postrera que se hizo contra los hijos de Pompeyo venido á España en compañía de su tio; y en ella dió las primeras muestras de su valor, sin embargo de su tierna edad, que apenas tenia diez y ocho años. Acabada aquella guerra, se fué á Aténas á los estudios de las letras; de allí, sabida la muerte de César, volvió á Roma, y ayudado de muchos que por la memoria de César le siguieron, venció en una batalla á Marco Antonio, que tenia dentro de Módena cercado á Decio Bruto, que estaba señalado por cónsul para el año siguiente. Huyó Marco Antonio despues de vencido á la Gallia, donde se concertó con Lépido, y los dos poco adelante con Octaviano. Resultó con este concierto el triunvirado, que fué repartirse entre los tres las provincias del imperio romano. A Lépido cupo la Gallia Narbonense con toda España; á Antonio lo demás de la Gallia; la Italia, Africa, Sicilia y Cerdeña dieron á Octaviano. No entraron en este repartimiento las provincias de oriente porque las tenian en su poder Casio y Bruto, las cabezas que fueron y principales en la conjuracion y muerte de César. Siguióse tras esto una grande carnicería de gente principal; y fué que los tres proscribieron, que era condenar á muerte en ausencia, muchos ciudadanos y senadores romanos; entre los demás murió Marco Tulio Ciceron, gran gloria de Roma, en edad de sesenta y tres años, á manos de Popilio, tribuno de soldados, al cual él mismo habia antes librado de la muerte en un juicio en que le achacaban cierto parricidio.

CAPITULO XXIII.

De la cuenta llamada era.

Por esta manera perdió de nuevo su libertad la ciudad de Roma. Siguiéronse alteraciones y guerras, una

contra los matadores de César, que fueron vencidos y muertos cerca de Filipos, ciudad de Macedonia; otra contra Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, en Perusa, ciudad de Toscana. La cual acabada por la buena maña y valor de Octaviano, se hizo otro nuevo repartimiento de las provincias entre los triunviros el año de la fundacion de Roma de 714, en que fueron cónsules en Roma Gneio Domicio Calvino y Cayo Asinio Pollion, el que fué gobernador de España. Y porque en este nuevo repartimiento Octaviano quedó por señor de toda España, tomaron desto ocasion los españoles para comenzar desde este principio el cuento de sus años, que acostumbran y acostumbramos llamar era del Señor ó era de César, así en las historias, escrituras públicas y en los actos antiguos de los concilios eclesiásticos como en particular en las pláticas y conversaciones ordinarias. Otros siguen la razon de los años, y la comienzan del nacimiento de Cristo, cuenta en que se quitan de la primera manera de contar treinta y ocho años justamente; de suerte que el año primero de Cristo fué y se contó 39 de la era de César. Porque lo que dice don Juan Margarite, obispo de Girona, que la era de César comienza solamente veinte y seis años antes del nacimiento de Cristo, mas fácilmente podriamos adivinar por conjeturas que afirmar con certidumbre qué fué lo que le movió á sentir esto, pues todos los demás lo contradicen. Por ventura confundió la cuenta de los egipcios, de que se hablará luego, con la nuestra, engañado por la semejanza del contar, ca tambien aquella gente comenzó á contar sus años desde que Augusto Octaviano se enseñoreó de aquella tierra. Todo esto es así; y todavía no es cosa fácil declarar en particular la causa desta nuestra cuenta de España, y juntamente dar razon del nombre que tiene de era, por ser varios los juicios y pareceres. Los mas autores y de mayor autoridad concuerdan por testimonio de Dion que en este mismo año, concluida la guerra de Perusa, se hizo el nuevo repartimiento de las provincias; y oprimida de todo punto y derribada la libertad de la república romana, como poco antes se dijo, el señorío de España quedó por Octaviano; y en trueque á Marco Lépido, cuya antes era, se dió la provincia de Africa. De aquí vino que á imitacion de los antioquenos, que habian ya comenzado esta manera de cuenta (y lo mismo hicieron los egipcios once años adelante, que quitado el reino á Cleopatra, desde que Augusto se apoderó de aquella provincia dieron principio al cuento de sus años), lo mismo se determinaron á hacer los españoles con intento de ganar por esta forma la voluntad y adular al nuevo Príncipe, vicio muy ordinario entre los hombres. Esto cuanto al principio de nuestra cuenta española. De la palabra era será razon decir algo mas. En Lucillio y en Ciceron se halla que las partidas del libro de cuentas por donde se da y toma razon de la hacienda, del gasto y del recibo se llaman eras; de allí se tomó ocasion para significar con esta misma palabra los capítulos de los libros y el número de párrafos de las leyes, como se puede ver en muchos lugares, así de las obras de san Isidoro como de las leyes góticas. Deste principio se extendió mas la palabra era hasta significar por ella cualquiera razon ó cuenta de tiempo y universalmente todo tiempo y número, cualquiera que fuese. En especial lo usaron los españoles, así en la lengua latina como en la vulgar,

la cual sin duda se deriva de la romana, como se entiende por el nombre de romance con que la llamamos y por las palabras y dicciones castellanas, que son en gran parte las mismas que las latinas. Tambien hallamos que Hilderico, de nacion francés, y del mismo tiempo de san Isidoro, por decir número de dias dice eras de dias; y aun entre los astrólogos algunos llaman eras á los tiempos ó á los fundamentos y aspectos de las estrellas, de que depende la cuenta de los tiempos, y á los cuales se reducen y enderezan los movimientos de los cuerpos celestes. Segun todo esto, año de la era de César será lo mismo que año de la cuenta de César ó del tiempo de César, cuyo principio, como se dijo, se toma desde que en España comenzó el imperio de César Augusto. De aquí se saca que se engañan todos aquellos que por autoridad de san Isidoro, que engañó á los demás, pensaron que esta palabra era viene de otra latina que significa el metal, conviene á saber aes, por entender que aquel año, de donde toma principio esta cuenta, fué cuando la primera vez Augusto César impuso un nuevo tributo sobre todo el imperio romano y hizo que todos fueran erarios y pecheros; lo que es claramente falso, pues ni la ortografía desta palabra, que se escribe sin diptongo, concuerda con la tal derivacion, ni hallamos que en el año que da principio á esta cuenta se impusiese algun nuevo tributo sobre las provincias. Lo cierto es lo que está dicho, y asimismo que esta manera de contar los años se mandó dejar y trocar con la que usamos de los años de Cristo, en tiempo del rey de Castilla don Juan el Primero, en las Cortes que se tuvieron en la ciudad de Segovia año de 1383; lo cual se hizo á ejemplo de las demás provincias de la cristian-` dad y conforme á lo que en tiempo del emperador Justiniano inventó Dionisio, abad romano, que, quitadas las demás maneras de contar que por aquel tiempo se usaban, introdujo esta cuenta de los años de Cristo. Lo que se hizo en las Cortes de Segovia, que fué dejar la cuenta de la era y tomar la de los años de Cristo, imitaron poco despues los portugueses, y poco antes los de Valencia habian hecho los mismos, como se irá notando en sus lugares y tiempos. Dejado esto, volvamos al consulado de Domicio Calvino y de Asinio Pollion. En el cual año nombraron en Roma por cónsul sufecto, que quiere decir puesto en lugar de otro, y por faltar el que lo era, á Cornelio Balbo, gaditano, que es tanto como de Cádiz, cosa que hasta entonces á ningun extranjero se concedió que fuese cónsul en Roma. Este era Cornelio Balbo, deudo de otro del mismo nombre, que, acabada la guerra de Sertorio, llevó á Roma en su compañía Gneio Pompeyo. Tambien Domicio Calvino cinco años adelante, que fué el año treinta y tres antes de la venida de Cristo nuestro Señor, con cargo de procónsul gobernó á España, y porque venció á las haldas de los Pirineos á los Ceretanos, donde hoy está Cerdania, triunfó dellos en Roma. Resultaron despues desto nuevas diferencias y alteraciones entre los triunviros, con que asimismo se enredó España y entró á la parte del daño con esta ocasion. Por la muerte de Julio César parecia que tornaba á nacer la libertad de la república, esperanza con que Sexto Pompeyo, vuelto á cabo de tanto tiempo á Roma, fué nombrado por general de la armada y naves romanas. Por esta ocasion luego que los triunviros de nuevo quitaron la libertad á la república y se apoderaron de todo, él

comunicacion y trato los naturales mudaron sus costumbres antiguas y su lengua y la trocaron con las de los romanos, segun que Estrabon lo testifica.

se apoderó asimismo por su parte de Sicilia. Acudieron Octaviano y Lépido, y por fuerza le despojaron y echaron de aquella isla, con que se quedó Octaviano, y aun se enseñoreó de Africa por cierta diferencia que tuvo con Lépido, al cual, desamparado de los suyos, le despojó de todo el poder que tenia. Sintió esto, como era razon, Marco Antonio, el otro compañero que tenia las provincias de oriente, que Octaviano sin darle parte se apoderase de todo lo demás. Destos principios y con esta ocasion se encendió finalmente la guerra entre los dos, en que despues de muchos trances, vencido en una batalla naval junto á la Prevesa y muerto Antonio, se quedó Octaviano solo con todo el imperio el año veinte y ocho antes del nacimiento de Cristo. Llamóse Octavio del nombre de su padre y del nombre de su tio César. El Senado le dió renombre de Augusto como á hombre venido del cielo y mayor que los demás hombres por haber restituido la paz al mundo despues de tantas revueltas. Sexto Pacuvio, tribuno del pueblo, consagró su nombre, que es lo mismo que hacelle en vida honrar como á dios, costumbre y vanidad tomada de España, como lo dice Dion. En el progreso desta última guerra entre Octavio y Antonio Bogud, rey de la Mauritania, pasó en España en favor de Antonio y para ayudar á su partido; pero fué por los contrarios rechazado con daño. No mucho despues en el octavo consulado de Augusto, veinte y cinco años antes de Cristo, abrieron y empedraron en el Andalucía el camino real que desde Córdoba iba hasta Écija, y desde allí al mar Océano, como se entiende por la letra de una columna de mármol cárdeno que está en el claustro del monasterio de San Francisco de Córdoba, do se dice que aquella columna, que debia ser una de las con que señalaban las millas, se levantó en el octavo consulado de Augusto; y que desde Guadalquivir y el templo augusto de Jano hasta el mar Océano se contaban ciento veinte y una millas. Este templo de Jano se entiende estaba en Córdoba ó cerca de ella, y aun se sospecha que le edificaron para eterna memoria de la paz que fundara Augusto; pero estas son conjeturas. Siguiéronse alteraciones de los Cántabros, Asturianos y de los Vaceos, pueblos de Castilla la Vieja. Apaciguólas con su buena maña Statilio Tauro, por ventura por comision y como lugarteniente de Cayo Norbano, de quien se sabe que por estos tiempos triunfó de España, desde donde toman el principio de la guerra de Cantabria los que por autoridad de Paulo Orosio sienten que duró por espacio de cinco años enteros. Asimismo es cosa cierta que en esta sazon se mudó la manera y forma del gobierno de España, porque en lugar de pretores y procónsules enviaron para gobernalla legados consulares, á la manera que en las demás provincias se comenzó tambien á usar. Muestra son desto las piedras antiguas donde se ve por estos tiempos puesta esta palabra Consularis. Repartiéronse otrosí las provincias del imperio y gobierno dellas entre Augusto y el Senado, por el cual repartimiento en España sola la Bética, que es Andalucía, quedó á cargo y gobierno del Senado; de que resultó otrosi que la España ulterior tuvo dos gobernadores, el uno de la Bética, á provision del Senado, y el otro de la Lusitania, que nombraba Augusto. En conclusion, sosegada por la mayor parte España, con la paz que se siguió, por toda ella se fundaron muchas colonias de romanos, con cuya

CAPITULO XXIV.

De la guerra de Cantabria.

Tal era el curso y estado de las cosas, tales los vaivenes que el imperio romano daba. En particular España reposaba, cansada de tantas y tan continuadas guerras, y juntamente florecia en gente, riquezas y fama cuando se despertó una guerra mas cruel y brava de lo que nadie pensara. Tuvo esta guerra principio de los cántabros, gente feroz y hasta esta sazon no del todo sujeta á los romanos ni á su imperio por el vigor de sus ánimos, mas propio á aquellos hombres, y mas natural que á las demás naciones de España; y por morar en lugares fragosos y enriscados, y carecer del regalo y comodidades que tienen los demás pueblos de España, son grandemente sufridores de trabajos. Ptolemeo señala por aledaños de los Cántabros á los Autrigones por la parte de levante, y por la de poniente á los Lungones, hacia el mediodía las fuentes del rio Ebro, y hacia el septentrion el Océano Cantábrico; pequeña region y que no se extendia hasta las cumbres y vertiente de los montes Pirineos. Los pueblos principales que tenia eran Juliobriga y Vellica, sin que se averigue qué nombres en este tiempo les respondan. Otros, extendiendo mas, como suele acontecer, el nombre de Cantabria, comprehenden en su distrito todos los pueblos comarcanos á la Cantabria de Ptolemeo hasta dar en los montes Pirineos y en la Guiena, de que hay grandes argumentos que todo aquello algun tiempo se llamó Cantabria, como queda mostrado en otra parte; y es bastante indicio para que así se entienda ver que todos los nombres de los pueblos, donde esta guerra de Cantabria se hizo, no se hallan en tan estrecho distrito como arriba queda señalado, como se irá notando en sus lugares. Eran en aquel tiempo los cántabros de ingenio feroz, de costumbres poco cultivadas. Ningun uso de dinero tenian; el oro y la plata, si fué merced de Dios, ó castigo y disfavor negárselo, no se sabe. Así bien las mujeres como los hombres eran de cuerpos robustos, los tocados de las cabezas á manera de turbantes, formados diversamente, y no diferentes de los que hoy usan las mujeres vizcaínas. Ellas labraban los campos ; despues de haber parido se levantaban para servir á sus maridos, que en lugar dellas hacian cama; costumbre que hasta el dia de hoy se conserva en el Brasil, segun se entiende por la fama y por lo que testifican los que en aquellas partes han estado; en los bailes se ayudaban del son de los dedos y de las castañetas; dotaban á las doncellas los que con ellas se desposaban; tenian apercebida ponzoña para darse la muerte antes que sufrir se les hiciese fuerza, como hombres de ingenio constante y obstinados contra los males, de que dieron bastantes muestras en el tiempo desta guerra. Lo primero que los cántabros hicieron para dar principio á su levantamiento fué persuadir á los asturianos y gallegos á tomar las armas. Luego despues hicieron entrada en los pueblos comarcanos de los Vaceos, que estaban á devocion del pueblo romano. Pusieron con esto grande espanto, no solo á los naturales, sino tam

bien en cuidado al mismo emperador Augusto, que temia destos principios no se emprendiese mayor guerra y de mayor dificultad de lo que nadie cuidaba. Por esta causa, sin hacer caso de la Esclavonia ni de la Hungría, donde las gentes tambien estaban alteradas, se resolvió de venir en persona á España. Abrió primeramente las puertas de Jano, que poco antes mandara cerrar, y fué la tercera vez que se cerraron; ca la primera vez se hizo en tiempo del rey Numa, la segunda concluida la primera guerra Púnica ó Cartaginesa, la última despues que el mismo Augusto venció á Marco Antonio en la batalla naval; y esto porque otras tantas veces se hallaron los romanos en paz sin tener guerra en parte alguna. Venido Augusto en España, de todas partes le acudieron gentes, con que se formó un grueso campo. Marcharon los soldados la vuelta de Vizcaya; asentaron sus reales cerca de Segisama, pueblo que se sospecha hoy sea Beisama, puesto en Guipúzcoa entre Azpeitia y Tolosa. Dividióse el campo en tres partes, con que toda aquella comarca en breve quedó sujetada por ser pequeña. Los cántabros, desconfiados de sus fuerzas para contra aquella tempestad que sobre ellos venia, alzadas sus haciendas y ropilla, con sus mujeres y hijos se recogieron á lugares ásperos y fragosos, sin querer con los contrarios venir á las manos. Con esto la guerra se prolongaba, y parecia que duraria mucho tiempo. Augusto, con la pesadumbre que recebia por aquella tardanza, y por ser los lugares ásperos y aquel aire destemplado, enfermo de la melancolía se volvió á Tarragona. Dejó el cargo de la guerra á sus capitanes. Cayo Antistio y Publio Firmio tomaron cuidado de sujetar los gallegos; á Publio Carisio se dió el cargo de hacer la guerra contra los asturianos, gente no menos brava que los cántabros. Por general de todo quedó Marco Agripa, que entonces tenia grande cabida con el Emperador, y despues le dió por mujer á Julia, su hija. Para proveerse de mantenimientos, de que padecian grande falta por la esterilidad de la tierra, juntó el dicho Agripa naves de Ingalaterra y de Bretaña, con que se proveyó la necesidad; juntamente puso cerco con aquella armada por la parte de la mar á los cántabros, gente miserable, pues ni podian huir ni proveerse de bastimentos de fuera. Forzados con estos males los cántabros y afligidos con la hambre, se determinaron de presentar la batalla, que se dió cerca de Vellica; algunos creen sea Victoria, ciudad de Alava; contradice el sitio y distancia. de los lugares marcados en Ptolemeo. Vinieron pues á las manos; pero á los primeros encuentros fueron desbaratados y muertos, como gente juntada sin órden, que ni conocia banderas ni capitan, y que ni por vencer esperaba loa ni temia vituperio si era vencida; cada cual era para sí capitan y caudillo, y mas por desesperacion y despecho que con esperanza de la victoria se movian á entrar en la batalla. Desde la ribera del mar Océano se levanta un monte llamado Hirmio, los latinos le llaman Vinnio, de subida áspera, cercano á Segisama, de tan grande altura, que desde su cumbre se descubren las riberas de Cantabria y de Francia. En este monte por estar cercano y por su aspereza muchos de los vencidos se salvaron. Los romanos, desconfiados de poder subir, y por tener que era cosa peligrosa contrastar juntamente con la aspereza del lugar

y con gente desesperada, acordaron de cercarle con guarniciones, con fosos y con vallado. Con esto aquella miserable gente se redujo á tal estado, que, como ni ellos por estar mas embravecidos con los males quisiesen sujetarse á ningun partido, y los romanos se avergonzasen de que aquella gente desarmada se burlase do la majestad del imperio romano, los mas perecieron de hambre, algunos tambien se mataron con sus mismas manos; que quisieron mas la muerte que la vida deshonrada. Un pueblo cerca de Baisama, entonces llamado Aracil y ahora Arraxil, despues de largo cerco fué tomado y asolado por los romanos. Entre tanto que esto pasaba en Cantabria, Antistio y Firmio apretaban la guerra en Galicia; en particular cercaron de un grando foso de quince millas la cumbre del monte Medulia, donde gran número de gallegos estaba recogido. Estos, perdida del todo la esperanza de la victoria y de la vida, con no menor obstinacion que los de Cantabria, unos se mataron á hierro, otros perecieron con una bebida, hecha del árbol llamado tejo. No falta quien piense que este monte Medulia es el que hoy en Vizcaya se llama Menduria, muy conocido por su aspereza y altura, si se puede creer que los gallegos, dejada su propria tierra, hicieron la guerra contra los romanos en la ajena; además que Orosio dice que el monte Medulio, donde los gallegos se hicieron fuertes, se levantaba sobre el rio Miño. Los asturianos hacian la guerra contra Carisio no con mas ventaja que los otros, ca puestos sus reales á la ribera del rio Astura, del cual tomaron nombre los asturianos, como dividido su ejército en tres partes pensasen tomar de sobresalto á los romanos, siendo descubiertos por los tregecinos, sus compañeros y confederados, trocada la suerte, fueron cuando menos lo pensaban oprimidos por Carisio, que los cogió descuidados. Los que pudieron escapar de la matanza se recogieron á la ciudad de Lancia, que estaba donde ahora la de Oviedo, con intento de defenderse dentro de las murallas, pues las armas les habian sido contrarias. Duró el cerco muchos dias; á los nuestros hacia fuertes y atrevidos la desesperacion, arma poderosa en los peligros; los romanos se avergonzaban de alzar la mano de la guerra antes de dejar sujeta aquella gente bárbara; en conclusion, vencida la constancia de aquella gente, rendida la ciudad, recibieron las leyes y gobierno que les fué dado. Con esto quedaron reducidos en forma de provincia del pueblo romano, así los Asturianos como los Cántabros y los Gallegos. Augusto, acabada la guerra, volvió á Cantabria, donde dió perdon á la muchedumbre; pero porque de allí adelante no se alterasen, confiados en la aspereza de los lugares fragosos donde moraban, les mandó pasasen á lo llano sus moradas y diesen cierto número de rehenes. Muchos, por ser mas culpados y tener los ánimos mas endurecidos, fueron vendidos por esclavos. Sabidas estas cosas en Roma, se hicieron procesiones, y se ordenó que Augusto triunfase por dejar á España de todo punto sujeta el año 198, despues que las armas de los romanos debajo de la conducta de Gneio Cepion Calvo vinieron la primera vez á estas partes, que fué el mas largo tiempo que se gastó en sujetar á ninguna otra provincia. No quiso Augusto aceptar el triunfo que el Senado le ofrecia de su voluntad; solo en los reales se hicieron juegos, cuyos mantenedores fueron Marco Marcello y

Tiberio Neron, el que adelante tuvo el imperio, y en esta guerra de los cántabros tuvo cargo de tribuno de soldados. En Roma se cerró la cuarta vez el templo de Jano, con esperanza que tenia Augusto y se prometia de un largo reposo, pues de todo punto quedaba sujeta España. A los soldados que habian cumplido con la milicia y traido las armas los años que eran obligados conforme á sus leyes, mandó se les diesen campos donde morasen en lo que hoy llamamos Extremadura, parte de la antigua Lusitania, en que fundaron á la ribera de Guadiana, rio muy caudaloso, una colonia, que por esta causa se llamó Emerita Augusta, y hoy es Mérida, ciudad que en riquezas, vecindad y autoridad, así civil como eclesiástica, competia antiguamente con las mas principales de España, y era cabeza de la Lusitania, por donde la llamaban Mérida la Grande. Rasis, árabe, encarece mucho la grandeza y hermosura de aquella ciudad hasta decir cosas della casi increibles; afirma empero que fué destruida por los moros cuando se apoderaron de España. El cuidado de guiar aquellos soldados y de fundar aquella ciudad se encomendó á Carisio, de que dan muestra las monedas de aquel tiempo que se hallan con el nombre de Augusto de una parte, y por la otra los de Carisio y de Mérida. Dion siempre le llama Tito Carisio, que debió ser descuido de pluma, porque en las monedas no se llama sino Publio Carisio, que en España se hallan muy de ordinario. Estas fueron las memorias mas notables que quedaron de la venida de Augusto y de la guerra que en España hizo. Añádense otras. A la ribera de Ebro donde antiguamente estuvo situado un pueblo llamado Salduba, se fundó una colonia, quellamaron César Augusta del nombre de César Augusto, y hoy se llama Zaragoza, ciudad muy conocida y cabeza de Aragon. Demás desto, á los linderos de la Lusitania fundaron otra ciudad, que se llamó Pax Augusta, y hoy corrompido el nombre se llama Badajoz, puesta en la frontera de Portugal de la parte de Extremadura, bien conocida por su antigüedad y por ser cabeza de obispado. A Braga, que antiguamente se dijo Bracara, le arrimaron el sobrenombre de Augusta. Otra ciudad se fundó á esta misma sazon en los Celtiberos por nombre Augustobriga, donde ahora está una aldea llamada Muro, á una legua de la villa de Agreda. Demás desto, otra del mismo nombre se edificó no léjos de Guadalupe; hoy se ve allí el Villar del Pedroso con claros rastros de la antigüedad. Por conclusion, Aras Sextianas, de las cuales Mela, Plinio y Ptolemeo hicieron notable mencion, á manera de pirámides, cada una con su caracol de abajo arriba, puestas en las Astúrias en una península ó peñon; algunos sienten que fueron edificadas por memoria desta guerra, por decir Mela que estaban dedicadas á Augusto César, y aun entienden estuvieron cerca de Gijon y á cinco leguas de Oviedo; conjeturas que ni del todo son vanas ni tampoco de mucha fuerza, pues otros son de opinion que las Aras Sextianas levantó Sexto Apuleyo, de quien se refiere en las Tablas Capitolinas que por este tiempo entró en Roma con triunfo de España. Volvió Augusto á Tarragona, y allí le dieron los consulados octavo y nono. Demás desto, le vinieron embajadores de las Indias y de los escitas á pedir paz al que por la fama de sus hazañas habian comenzado á amar

las

y acatar, que fué para él muy grande gloria. Desde aquella ciudad partió para Roma; llegó á ella el quinto año despues que aquella guerra se comenzara. Para su guarda llevó soldados españoles de la cohorte calagurritana, de cuya lealtad se mostraba muy satisfecho y pagado. Con su partida los cántabros y los asturianos, como gentes bulliciosas y que aun no quedaban escarmentados por los males pasados, concertados entre sí, de nuevo tornaron á las armas con no menor porfia que antes. Vano es el atrevimiento sin fuerzas; así fué que primeramente L. Emilio y Publio Carisio, despues Cayo Furnio mataron á muchos de los alborotados, con que sosegaron á los demás. Muchos, por no sujetarse y por miedo de la crueldad de los romanos, se dieron á sí mismos la muerte con tan grande rabia, que hasta las madres mataron á sus hijos, y un mozo por mandado de su padre dió la muerte á él y á su madre y á sus bermanos, que presos y atados en poder de los enemigos estaban. Otros, alegres y cantando como si escaparan de un grande mal, iban á la horca, ca tenian por cosa honrosa dar la vida por la libertad. Parte asimismo de los que hicieron esclavos se concertaron entre sí, y muertos sus amos, se acogieron á los montes, de donde á manera de salteadores corrian la tierra, y no cesaban de mover á los pueblos comarcanos á tomar las armas. Para sosegar estas alteraciones fué necesario que Marco Agripa, ya yerno de Augusto, desde Francia, donde tenia el gobierno de aquella tierra, pasase en España. Peleó algunas veces con aquella gente obstinada llevando los suyos lo peor. Por esto afrentó una legion entera, que tenia la mayor culpa del daño, con quitalle el sobrenombre de Augusta que antes le daban. Con este castigo despertaron los demás soldados y se hicieron mas recatados y valientes. Por conclusion, todas aquellas alteraciones se sosegaron de todo punto, y Agripa quedó por vencedor. Todos los que podian traer armas fueron muertos; á la demás muchedumbre, quitadas asimismo las armas, hicieron que pasasen á morar á lo llano, remedio con que cesó la ocasion de alborotarse; y finalmente, aunque con dificultad, se apaciguaron. La honra del triunfo que por estas cosas ofreció á Agripa el Senado, á ejemplo de su suegro, no quiso aceptar. Solo vuelto á Roma, en un portal ó lonja del campo Marcio mandó pintar una descripcion de España, bien que las medidas de la Bética ó Andalucía no estaban de todo punto ajustadas, como lo testifica Plinio. Esto en España. En Roma Cornelio Balbo, natural de Cádiz, de quien se dijo fué cónsul, triunfó de los garamantas el año diez y seis antes de la venida de Cristo, y fué el primero de los extranjeros á quien se hizo aquella honra, y juntamente el postrero de los particulares; ca despues que Roma vino en poder de un señor, solo los emperadores y sus parientes triunfaron en lo de adelante de las gentes que vencian; y á la verdad el aparato de los triunfos de buenos y honestos principios era ya llegado á tanta locura y gasto, que apenas lo podian llevar los grandes imperios. A los demás, en lugar de aquella honra; daban los ornamentos triunfales, que eran una vestidura rozagante, una guirnalda de laurel, una silla que llamaban curul, un báculo de marfil. Hay quien diga que despues de todo esto hubo nuevos movimientos entre los cántabros, y que los embajadores que en

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