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el Filósofo, con quien no se sabe si tuvo algun deudo, bien que muchos lo sospechan por convenir en el nombre y ser casi del mismo tiempo. Quintiliano hace mencion de una sola tragedia que andaba en nombre de Séneca el Filósofo, que debió perderse con el tiempo. Volvamos á Galba que, llegado á Roma, gobernó el imperio por espacio de siete meses; al cabo dellos los soldados de su guarda, que llamaban pretorianos, en un motin que levantaron le dieron la muerte. Estaban irritados por no darles el donativo de que les dieran intencion, y que ellos esperaban. Principalmente se ofendian de la severidad de Galba, cosa que costumbres tan estragadas no llevaban bien; y en particular los alteró cierta palabra que se dejó decir, es á saber, que él no compraba, sino que escogia los soldados. El que los alborotó últimamente fué Oton, por ver que Galba adoptó poco antes por su sucesor en el imperio á Pison, mancebo de grandes prendas y partes. Dolíase que lo que á él se debia por lo mucho que le ayudara y sirviera se hobiese dado á otro que no lo merecia. Concertóse con algunos de aquellos soldados, y á cierto dia señalado se hizo llevar en una silla á los alojamientos de los pretorianos, donde sin tardanza fué saludado por emperador. Desde allí revolvió contra Galba, y le dió la muerte juntamente con Pison y Tito Junio; pero el poder adquirido por maldad no le duró mucho, ca soJamente tuvo el imperio por espacio de noventa y cinco dias. Fué así que las legiones de Alemaña, á ejemplo de lo que hiciera el ejército de España, pretendieron que tambien podian ellos dar emperador á la república, y en efecto, nombraron por tal á su general Aulo Vitellio. Juntósele la Gallia sin dificultad; España andaba en balauzas. Acudió primero Oton, y por tenella de su parte, le otorgó que tuviese jurisdiccion sobre la Mauritania Tingitana; de que resultó por largos tiempos que los de aquella tierra acudian con pleitos á la audiencia ó convento que los romanos tenian en Cádiz, y aun quedó sujeta á los godos el tiempo que fueron señores de España. Sin embargo, Lucio Albino, gobernador de la Mauritania, para asegurar mas el partido de Oton, pasó en España; pero fué rechazado y forzado á dar la vuelta por Cluvio Rufo, al cual Galba dejó en el gobierno de España, y despues de su muerte estaba declarado por Vitellio. La conclusion y el remate destas diferencias fué que Oton, rodeado de grandes dificultades, salió al encuentro á los enemigos hasta Lombardia, do los suyos fueron vencidos cerca de un pueblo llamado Bebriaco, situado entre Verona y Cremona. Y él, luego que llegó la nueva deste desastre, en Brijelo donde se habia quedado, se dió la muerte con sus mismas manos en edad que era á la sazon de treinta y ocho años. Parecióle que con esto se excusaba que no fuese adelante aquella guerra cruel y perjudicial para ambas las partes y para todo el imperio. Con el aviso desta victoria, Vitellio desde la Gallia, en que se entretenia, pasó los montes y se metió por Italia; llegó por sus jornadas á la ciudad de Roma, en que hizo su entrada armado y rodeado de soldados no de otra manera que si triunfara de su patria. Esto y ser el progreso de su gobierno semejante á estos principios le hizo muy odioso. Habia pasado su edad en torpezas, y con el poder continuaba Ja libertad de los vicios y mayores maldades; por esta causa comenzó á ser tenido en poco, y las legiones del

oriente tomaron ocasion para probar tambien ellas ventura y nombrar emperador, como lo hicieron con mayor acierto y prudencia que las demás.

CAPITULO IV.

De los emperadores Flavio Vespasiano y sus hijos.

Flavio Vespasiano, cabeza que fué y fundador del linaje nobilísimo de los Flavios, en tiempo del emperador Claudio y por su mandado hizo la guerra en Ingalaterra y en una isla llamada Vecta, puesta entre Francia y la misma Ingalaterra, que dejó del todo sujeta. Con esto y con las muchas victorias que ganó en esta empresa se hizo muy conocido; pero por correr adelante los temporales muy turbios, se retiró y se fué á vivir á cierto lugar apartado, de do el año penúltimo de Neron le llamaron para encargarle la guerra contra los judíos, gente porfiada y que con grande obstinacion andaban alborolados. Grandes dificultades tuvo en esta empresa, mas al fin salió con lo que pretendia. Tenia sujetada casi toda aquella provincia cuando sus mismos soldados le nombraron y hicieron emperador. Muciano, gobernador que era de la Suria, por una parte, y por otra Tiberio Alejandro, á cuyo cargo estaba lo de Egipto, le convidaron y exhortaron á tomar el imperio; y tomada resolucion, hicieron cada cual á sus legiones que le jurasen por tal, que fué abrir camino á las otras provincias para que con grande voluntad se declarasen. Era necesario lo primero acudir á Italia, donde Vitellio estaba apoderado. Tomó este cuidado Muciano; mas anticipóse Antonio Primo, que estaba en Pannonia 6 Hungría, y fué el primero que por parte de Vespasiano rompió por Italia, y cerca de Verona desbarató un ejército de Vitellio. Sucedieron otros muchos trances, que se dejan; en conclusion, el mismo Vitellio el nono mes de su imperio fué en Roma muerto en edad de cincuenta y siete años. Con esto Vespasiano, dejando á su hijo Tito para dar fin á la guerra judaica, pasó á Egipto, y desde Alejandría se hizo á la vela con buenos temporales; aportó á Italia, y llegó el año 72 de Cristo. En Roma, con gran voluntad del Senado y del pueblo, entró en posesion del imperio, que estaba para para perderse por la revuelta de los tiempos y por la mala traza de los emperadores pasados. Gobernó la república por espacio de diez años enteros con tanta prudencia y virtud, que fuera del conocimiento de Cristo, casi ninguna cosa le faltaba. Algunos le tachan de codicioso; pero excúsale en gran parte la grande falta de los tesoros públicos y los temporales tan revueltos, demás de grandes edificios que levantó en Roma, entre los demás el templo de la Paz y el Anfiteatro, dos obras zy de las mas soberbias del mundo. Fué el primero de los emperadores romanos que señaló salarios cada un año á retóricos latinos y griegos para que enseñasen aquel arte en Roma. Acabó su hijo de sujetar la provincia de Judea, entró por fuerza y asoló la santa ciudad de Jerusalem, triunfó en Roma juntamente con su padre. La pompa y aparato fué muy grande; llevaban delante, entre otras cosas, el candelero de oro y los demás vasos y ornamentos muy ricos y muy preciosos del templo de Jerusalem. Grande fué el número de los judíos cautivos; parte dellos, enviados á España, hicieron su asiento en

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la ciudad de Mérida. Así lo testifican sus libros; si fué así ó de otra manera, no lo determinamos en este lugar. Lo que consta es que les vedó morar de allí adelante ni reedificar la ciudad de Jerusalem; demás desto, que al principio de su imperio, con intento de granjear á España y sosegarla, que estaba inclinada y aun declarada por Vitellio, otorgó á todos los españoles que gozasen de los privilegios de Latio ó Italia para que fuesen tratados como si hobieran nacido en aquellas partes. Por este tiempo Licinio Larcio era pretor de la España citerior. Deste se refiere que fué tan aficionado á las letras, y en particular por esta misma razon hacia tanto caso de Plinio, que al tanto vino á la sazon con cargo de cuestor á España, que deseaba comprar algunos de sus libros, como su Historia natural y otros algunos por gran suma de dinero. Deste Licinio se entiende que edificó la puente de Segovia, obra de maravillosa traza y altura, tanto, que el vulgo piensa que fué edificio del demonio; otros atribuyen esta puente al emperador Trajano, pero ni los unos ni los otros alegan razon concluyente. Lo mas cierto es que un pueblo de Galicia, que hoy se llama Betanzos y antiguamente Flavio Brigancio, y otro que se llama el Padron, y antes se llamó Iria Flavia, demás desto el municipio llamado Flavio Axatinano, hoy Lora, con otros pueblos de semejantes apellidos, fueron fundados por personas del linaje de Vespasiano, que todos se llamaban Flavios, por lo menos en gracia deste emperador ó de alguno de sus hijos tomaron los apellidos sobredichos que antiguamente tuvieron. Pocos años ha que en los montes de Vizcaya se halló una piedra con esta letra :

HIC IACET CORPUS BILELAE SERVAE IESU CHRISTI.

que quiere decir: «Aquí yace el cuerpo de Bilela, sierva de Jesucristo.» Y porque tiene notada la era 105, algunos entienden que falleció por este tiempo, y aun quieren ponerla en el número de los santos sin bastante fundamento, antes en perjuicio de la autoridad de la Iglesia, que no permite se forjen libremente nuevos nombres de santos, ni es razon que así se haga. Yo tengo por mas probable que aquella piedra no es tan antigua, antes que le falta el número milenario, como se acostumbra á callarle, y que solo señalaron los demás años; y es cierto que en tiempo de Vespasiano no estaba introducida la costumbre de contar los años por eras; fuera de que la llaneza de aquel letrero no da muestra de tanta antigüedad ni tiene la elegancia y primor que entonces se usaba, como se pudiera mostrar por una epístola de Vespasiano, que pocos años lia se halló en Cañete, pueblo que antiguamente se llamó Sabora, cuyas palabras cortadas en una plancha de cobre no me pareció poner aquí, ni en latin, porque no las entenderian todos, ni en romance, porque perderian mucho de su gracia. En nuestra Historia latina la hallará quien gustase destas antiguallas. Llegó el emperador Vespasiano á edad de setenta años; falleció en Roma de su enfermedad á 24 dias del mes de junio, año de nuestra salvacion de 80. Fué dichoso, así bien en la muerte que en la vida, por dejar en su lugar un tal emperador como fué Tito, su hijo, ca en todas las virtudes se igualó á su padre, y se le aventajó mucho en la afabilidad y blandura de condicion y en la liberalidad de que siempre usaba, tanto, que decia no era razon que ninguno

acordos cierta noche que ninguna merced había hecho de la presencia del príncipe se partiese descontento.

aquel dia; dijo á los suyos: Amigos, perdido hemos este dia; y es así, que los príncipes han de ser como Dios, que ni se cansa de que le pidan, ni sin pedille de hacer á todos bien. Con estas virtudes granjeó tanto las voluntades, que comunmente le llamaban regalo y deleite del género humano. Cortóle la muerte los pasos muy fuera de sazon, ca no pasaba de 42 años. Tuvo el imperio solos dos años, dos Ineses y veinte dias. Falleció á 13 del mes de setiembre, año de Cristo de 82. No se averigua que haya por este tiempo sucedido en España cosa alguna notable; parece estaba sosegada, y con la paz reparaba y recompensaba los daños del tiempo pasado. Tenia tres gobernadores, como se dijo arriba; el de la Bética, el de la Lusitania y el de la España Tarraconense; todos se llamaban pretores, que ya se habia tornado á usar este nombre. En la Bética se contaban ocho colonias romanas y otros tantos municipios, que eran menos privilegiados que las colonias, á la manera que entre nosotros las villas respecto de las ciudades. Las audiencias para los pleitos eran cuatro : la de Cádiz, la de Sevilla, la de Ecija y la de Córdoba. La Lusitania tenia cinco colonias y un municipio, que era Lisboa, llamada por otro nombre Felicitas Julia; tres audiencias: la de Mérida, la de Badajoz, la de Santaren, que entonces se llamaba Scalabis. La España citerior ó Tarraconense tenia catorce colonias, y aun algunos señalan mas, trece municipios, siete audiencias, es á saber la de Cartagena, la de Tarragona, la de Zaragoza, la de Clunia, que es Coruña, la de Astorga, la de Lugo, la de Braga. Acostumbraban asimismo los pretores, acabado el tiempo de su gobierno entre tanto que aguardaban el sucesor, á llamarse legados ó tenientes, y no propretores como se usaba antiguamente. Echóse de ver y campeó mas la bondad del emperador Tito con el sucesor que tuvo y sus desórdenes, que fué su hermano Domiciano, persona desordenada y que degeneró mucho de sus antepasados, y fué mas semejable á los Nerones que á los Flavios. Sus vicios y torpezas fueron de todas suertes; su locura tan grande, que, lo que ninguno de sus predecesores hiciera, mandó que á su mujer diesen nombre de Augusta, y á él mismo de señor y de dios. Publicó un edicto, por el cual desterró de Roma y de toda Italia á todos los filósofos, como lo dice Suetonio. Yo por filósofos entiendo los que abrazaban la filosofía cristiana, por señalarse en costumbres y bondad, á la manera que los filósofos se aventajaban en esto á los demás del pueblo; por lo menos es cosa averiguada que Domiciano persiguió á los cristianos de muchas maneras. A san Juan Evangelista envió desterrado á la isla de Patmos; dió la muerte á Marco Acilio Glabrion cuatro años despues que fuera cónsul; asimismo quitó la vida por la misma causa á Flavio Clemente, persona otrosi consular, y á su mujer Flavia Domicila envió desterrada á la isla de Ponza, sin respeto del deudo que tenia con entrambos. Deste destierro fué adelante esta señora traida á Terracina, y por mandado del emperador Trajano dentro de su aposento la quemaron con todas las criadas que le hacian compañía. Esta carnicería que hacia Domiciano de cristianos, se entiende le aceleró la muerte, que pronosticaron muchos rayos que cayeron por espacio de ocho

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cia del rey de España don Filipe el Segundo, dió su cuñado Carlos IX, rey de Francia, para que asimismo se trajese á la dicha ciudad, donde entró con grande aparato y majestad el año de 1565; y en la iglesia Metropolitana fué puesto en propia capilla debajo del altar mayor. No falta quien sospeche que un cierto Filipo, enviado por san Clemente por obispo en España, ó un Marcelo, que san Dionisio en Francia le dió por compañero, como se ve en la Vida de San Clemente, escrita por Micael Sincello, fué el que nosotros llamamos Eugenio, y que este nombre de Eugenio, que es lo mismo que bien nacido, le dieron por la nobleza de su linaje, y el otro, cualquiera que fuese de los dos, era su nombre propio que recibió de sus padres. Muévense á sospechar esto por no hallarse mencion de san Eugenio en algun autor grave y antiguo, y asimismo porque no hay alguna otra memoria de los sobredichos Filipo y Marcelo. Pero estas conjeturas ni son bastantes del todo, ni del todo se deben menospreciar; podrá cada cual sentir como le agradare. Cosa mas cierta es que en tiempo deste Emperador florecieron en Roma tres poetas españoles muy conocidos por sus versos agudos y elegantes; el primero fué Marco Valerio Marcial, vecino de Bilbili, pueblo situado cerca de donde hoy está Calatayud; el segundo Cayo Canio, natural de Cádiz; el postrero Deciano, nacido en Mérida la Grande.

meses continuos. Su codicia al tanto le hizo muy odioso, porque luego se apoderó de las riquezas de los mártires. Algunos para ganalle la voluntad acusaron al mayordomo de Domicila, por nombre Estefano, de tener encubierta y usurpada la hacienda de su señora. Fué avisado del peligro, acudió al remedio con ponerse á otro mayor, y fué que se conjuró con ciertas personas de dar la muerte al que se la tramaba, como lo puso por obra dentro de su mismo palacio á 18 de setiembre, año de nuestra salvacion de 97. Era á la sazon Domiciano de cuarenta y cinco años; tuvo el imperio quince años y cinco meses. Su muerte dió mucha pena á los soldados, porque, para asegurarse, les daba y permitia cuanto querian; á todos los demás fué tan agradable, que entre los denuestos que le decia el pueblo, los sepultureros le llevaron á sepultar en unas andas comunes sin pompa ni honras algunas. En el Senado que se juntó luego, sabida su muerte, muchos fueron los baldones que se dijeron contra él; y porque no quedase memoria de cosa tan mala y otros escarmentasen de seguir sus pisadas, mandaron que en toda la ciudad borrasen y derribasen las armas y insignias de Domiciano, ejemplo que imitaron las demás provincias, como se da á entender por una letra que está en la puente del rio Tamaga, cerca de Chaves, pueblo de Galicia, que antiguamente se llamó Aquae Flaviae, donde los nombres de Vespasiano y de Tito están enteros, y el de Domiciano picado. Parece por aquella letra que aquella puente se hizo en tiempo destos tres emperadores. Por lo que toca á España, Domiciano publicó un edicto muy extraordinario; mandó que en ella no se plantasen algunas viñas de nuevo. Debia pretender que no se dejase por esta causa la labor de los campos y la sementera; decreto por ventura digno que en nuestro tiempo se renovase. Por estos mismos tiempos Eugenio, primer arzobispo de Toledo, derramó su sangre por la fe de Jesucristo; su martirio pasó desta manera. San Dionisio Areopagita desde la Gallia, donde predicaba el Evangelio, envió á san Eugenio, como se tiene por cierto, para que hiciese lo mismo en España. Obedeció el santo discípulo á su maestro, echó la primera semilla del Evangelio por aquella provincia muy ancha, y particularmente en la ciudad de Toledo hizo mayor diligencia y fruto. Despues, ya que quedaba la obra bien encaminada, con intento de visitar á su maestro, que estaba muy adentro de Francia, partió para ella. Prendiéronle ya que llegaba al fin de su viaje; y conocido por los soldados del prefecto Sisinio, gran perseguidor de cristianos en aquellas partes, le quitaron la vida. Su sagrado cuerpo echaron en un lago llamado Marcasio, de donde con el tiempo, ya que la Francia era cristiana, Hercoldo, hombre principal, por divina revelacion le hizo sacar y llevar á Diolo, que era una aldea por allí cerca, y en ella edificaron un templo de su nombre para mas hourarle. Desde allí, con ocasion de cierto milagro, fué trasladado y puesto en el famoso templo de San Dionisio, que está á dos leguas pequeñas de Paris. Pasaron adelante muchos años, hasta que en tiempo del rey de Castilla don Alonso el Emperador, y por su intercesion y la mucha instancia que sobre ello hizo, Ludovico VII, rey de Francia, su yerno, le dió un brazo de san Eugenio para que se trajese á Toledo. Fué gran parte para todo don Ramon, arzobispo de Toledo, ca

CAPITULO V.

De los emperadores Nerva, Trajano y Adriano. Por muerte de Domiciano el Senado nombró por emperador á Cayo Nerva, viejo de grande autoridad, pero ocasionado á que por el mismo caso le menospreciasen. Conoció este peligro, y en parte le experimentó. Acordó para asegurarse de adoptar por hijo y nombrar por compañero suyo y sucesor á M. Ulpio Trajano, hombre principal y muy esclarecido en guerra y en paz; era español, natural de Itálica, ciudad puesta muy cerca de Sevilla. Dió asimismo por ningunos los decretos y edic tos de Domiciano, con que muchos volvieron del destierro, y en particular san Juan Evangelista, de la isla de Patmos á su iglesia de Efeso. Algunas otras cosas se ordenaron á propósito de concertar la república y reparar los daños pasados. Imperó Nerva solos diez y seis meses, y por su muerte Marco Ulpio Trajano, su hijo adoptivo, se encargó del imperio por el mes de febrero del año de nuestra salvacion de 99. Igualaron sus muchas virtudes á la esperanza que dél se tenia. Ayudó á su buen natural la excelencia del maestro, que fué el gran filósofo Plutarco, cuya anda una epístola escrita al mismo Trajano al principio de su imperio, no menos elegante que grave en sentencias. La suma es avisarle cómo se debia gobernar; que si enderezase sus acciones conforme á la regla de virtud y enfrenase sus antojos, fácilmente gobernaria á sus súbditos sin reprehension; que el desórden de los príncipes no solo acarrea daño

para ellos mismos, sino tambien infamia para sus maestros; á los cuales fué á las veces perjudicial la soltura de sus inobedientes discípulos; que con aquella amonestacion pretendia acudir á todo, porque, si siguiese su consejo alcanzaria lo que deseaba, donde no, protestaba delante de todo el mundo que no tenia parte en sus desórdenes, si algunos hiciese. Dos puentes levantó Trajano de obra maravillosa, la una en Alemaña sobre el Danubio, rio el mas caudaloso de toda Europa, la otra en aquella parte de España que llamamos Extremadura, y se llama la puente de Alcántara, puesta sobre el rio Tajo; y parece por un letrero antiguo que allí está que se hizo repartimiento para el gasto entre muchos pueblos de aquella comarca. Es esta obra una de las principales antiguallas de España. En el Andalucía, en un pueblo llamado Azagua, de la órden de Santiago, hay dos piedras en aquel alcázar, basas que fueron de dos estatuas puestas en memoria de Matidia y de Marcia, hermanas de Trajano, como se entiende por sus letras. Por este mismo tiempo los soldados de la séptima legion, que se llamaba Gemina, desamparada la ciudad de Sublancia por estar puesta en un ribazo en las Astúrias, dos leguas mas abajo fundaron un pueblo, que de los fundadores se llamó Legio, y hoy es la ciudad de Leon, de poca vecindad, pero muy antigua, y que en un tiempo fué asiento de los reyes de Leon, cuando despues de la destruicion de España las cosas de los cristianos comenzaron á levantar cabeza. Gobernó Trajano la república por espacio de diez y nueve años y medio. Levantó contra los cristianos el año tercero de su imperio una persecucion la mas brava que se pudiera pensar, tanto mas, que todos le tenian por príncipe templado y prudente en lo que hacia. Aplacóse algun tanto cinco años adelante á causa que Plinio el mas mozo, procónsul á la sazon de Bitinia, le avisó por una carta suya que la supersticion cristiana, así la llamaba, se debia reprimir mas con maña que con fuerza, por estar derramada, no solo por las ciudades, sino tambien por las aldeas, y no probarse á los cristianos delito alguno, fuera de ciertas juntas que hacian antes del dia para cantar himnos en alabanza de Cristo. Respondió Trajano que no se hiciese pesquisa contra los cristianos, pero que si fuesen denunciados, los castigasen. Murieron en esta persecucion cristianos sin número y sin cuento. Ni aun España quedó libre y limpia desta sangre; entre los demás fué martirizado Mancio, primero obispo de Ebora, italiano de nacion y nacido en la via Emilia, como algunos sienten, hasta decir que fué uno de los setenta discípulos de Cristo. Su cuerpo, al tiempo que los moros. se apoderaron de España, de Ebora, donde padeció, fué llevado á diversas partes, y últimamente reparó en las Astúrias. Tiene un rico monasterio con su advocacion á una legua de Medina de Rioseco en un lugar llamado por esta causa Villanueva de San Mancio. Padecieron asimismo Macario, Justo y Rufino, no en Roma, como algunos dicen, sino en Sevilla, como Dextro lo testifica, ciudad que antiguamente se llamó tambien Rómula, como se halla en algunas piedras que allí se conservan, y debió ser la ocasion deste tropiezo. Falleció Trajano en Cilicia, en una ciudad llamada entonces Selinunte, y adelante Trajanopolis, que es lo mismo que ciudad de Trajano, en sazon que volvia de la guerra de los Partos á Roma,

en que, sin embargo de su muerte, metieron sus cenizas en un solemne triunfo que le concedieron por dejar vencidos y allanados á los enemigos; cosa que no se otorgó á otro ninguno antes ni adelante que despues de muerto triunfase. Tuvo con este Emperador gran cabida Celio Taciano, procurador del fisco. Este se dió tan buena maña, que fué buena parte para que Trajano señalase por su sucesor á Elio Adriano, cuyo ayo era tambien Taciano; pero mas hizo al caso para esto el amor que la Emperatriz le tenia, y sobre todo que estaba casado con Sabina, hija de hermana del mismo Trajano, y aun tambien era deudo suyo y natural de Itálica, patria del mismo Trajano. Elio Sparciano le hace natural de Roma, y dice que su padre tuvo el mismo nombre que él, y su madre fué Domicia Paulina, matrona principal nacida en Cádiz. Sus virtudes y prendas muy aventajadas, y el conocimiento que tenia de muchas cosas le ayudaron mas que otra cosa ninguna. Luego que se encargó del imperio, con intento de visitar todas las provincias, partió de Roma, y por Alemaña pasó á Ingalaterra, de allí revolvió hácia España, despues á Africa y al Oriente, siempre con la cabeza descubierta, y las mas veces á pié. En este largo viaje se dice que en Tarragona corrió gran peligro de la vida, á causa que cierto esclavo, estando descuidado, arremetió á él con la espada desnuda; entendióse que estaba fuera de sí, y sin otro castigo le entregó á los médicos para que cuidasen dél. Dividió á España, como lo testifica Sexto Aurelio Victor, en seis provincias, la Bética, la Lusitania, la Cartaginense, la Tarraconense, la Galicia y la Mauritania Tingintana. Y segun se entiende por algunos letreros deste tiempo y algunas leyes del Código de Justiniano, los gobernadores de la Bética y de la Lusitania á esta sazon tenian nombre de legados consulares, y de presidentes los que tenian cargo de las otras cuatro provincias. No tuvo este Emperador sucesion; por esta causa adoptó por hijo y nombró por emperador despues de su muerte á Ceyonio Commodo Vero, padre del otro Vero que imperó adelante junto con Marco Antonio el Filósofo. Dióle luego nombre de César con retencion para sí del de Augusto. Deste principio se tomó la costumbre que se guardó adelante que los hijos ó sucesores de los emperadores antes de heredar se llamasen Césares. A instancia de los judíos revocó la ley de Vespasiano, en que les vedaba el poblar la ciudad de Jerusalem; dióles licencia para que la reedificasen en un sitio algo apartado de donde estaba primero; y mudado el nombre antiguo de Jerusalem, mandó que se llamase Elia. Con esta ocasion y alas que les dió, y principalmente por quitarles la circuncision, y por un templo de Júpiter que hizo edificar junto á la nueva ciudad, tomaron de nuevo las armas y se rebelaron; pero en breve fueron sujetados, y pereció gran número dellos en Betera ó Betoron, en que se hicieron fuertes con su caudillo, que llamaron adelante, avisados por su daño, Barcosban, que es tanto como hijo de mentira, ca los sacó de juicio con decir que él era el Mesías prometido, como lo testifican los libros de los hebreos. Ordenó otrosí el onceno año de su imperio que ninguno fuese castigado por ser cristiano si no le averiguaban algun otro delito. Tomó este acuerdo movido por las apologías que en favor de los cristianos le presentaron en Aténas Arístides y Cuadrato, personas de gran nom

«Mas quiero salvar un ciudadano que matar cien enemigos. » No se sabe cosa alguna que hiciese en España; su nombre empero se halla en algunos letreros romanos de aquel tiempo, que no se ponen aquí. Murió Antonino Pio cerca de Roma de su enfermedad el año 162. Dejó por sucesores suyos á su yerno Marco Aurelio Antonino, por sobrenombre el Filósofo, y á Antonino Vero, hijo del otro Commodo Vero que adoptó Adriano. Fué esta la primera vez que se vieron en Roma dos emperadores con igual poder y mando. Falleció Vero nueve años adelante de su enfermedad. Señalóse en que renovó la persecucion contra los cristianos. Sosegó en el Oriente los movimientos que los persas habian levantado. Fué el primero, segun se entiende, que dió á los gobernadores de las provincias titulo de condes. Por su muerte quedó Marco Aurelio Antonino con todo el cuidado del imperio. Príncipe aventajado en bondad y virtudes; de sus estudios y doctrina el nombre de Filósofo da bastante testimonio. Hizo en persona guerra á los marcomanos, gente septentrional, que hoy son los moravos. Padecia grande falta de agua al tiempo de encontrarse con los enemigos, y la gente toda para perecer de sed. Iban en su compañía muchos cristianos alistados en la duodécima legion, por cuyas oraciones cayó tanta agua, que se remedió la necesidad. La tempestad y torbellino fué tal, que con los rayos y relámpagos, que daban de cara á los enemigos, quedó la victoria por los romanos. Muchos hacen mencion deste suceso tan notable. Julio Capitolino dice que por las oraciones del Emperador se aplacaron los dioses y cayó la lluvia. A nuestros escritores, muchos y muy antiguos que refieren la cosa como está dicho, favorece Dion y una carta del Emperador que anda en griego y en latin sobre el caso, además del nombre de Fulminatrix que se dió á aquella legion, y quiere decir echadora de rayos, cuyo rastro del sobredicho nombre queda en Tarragona en un huerto de Juan de Melgosa, donde hay un epitafio con estas palabras vueltas de latin en

bre. Asimismo Sereno Granio, procónsul de Asia, le escribió una carta en el mismo propósito. Por todo lo cual se aficionó tanto á los cristianos, que trató de poner á Cristo en el número de los dioses, y en las ciudades hizo edificar templos sin imágenes, es á saber, de las que los gentiles usaban. Demás desto, por entender que el imperio romano era tan grande que con su mismo peso se iba á tierra, determinó ponerle aledaños. Hizo para esto derribar la puente que Trajano levantó sobre el Danubio, y á la parte del oriente quiso que el rio Eufrates fuese el postrer lindero del imperio hasta desamparar lo que de la otra parte de aquel rio tenian conquistado. Grande fué la gloria que ganó por todas estas cosas. Tuvo falta de salud, tanto, que en Bayas, por huir de las manos de los médicos, con no comer se inató. Gobernó el imperio veinte y un años. Hizo dos cosas muy feas: la primera, que quitó los cargos y redujo á vida particular á su ayo Taciano, sin embargo de lo mucho que le habia servido, y no contento con esto, despues le hizo morir; para aviso de cuán presto el favor de los príncipes se muda y se trueca, y á las veces grandes servicios se pagan con extrema ingratitud. Fué Taciano español y natural de Itálica, patria destos dos emperadores. La otra fué peor, es á saber, que por el contrario le cayó tan en gracia Antinoo, mozo con quien usaba torpemente, que de la suciedad del retrete le sacó y puso en el número de los dioses; ca le edificó templo y una ciudad en Egipto de su nombre para eterna memoria de su deshonestidad y soltura, mancha muy fea de las virtudes que tuvo. En este tiempo Basilides en Egipto y Saturnino en la Suria despertaron la secta de los gnósticos, que confundia las personas divinas y sujetaba el libre albedrío y sus acciones á la fuerza del hado y de las estrellas, además que decian que la justicia cristiana depende solamente de la fe. Un discípulo de Basilides, llamado Marco, vino á España, y en ella sembró esta mala semilla. Allegáronsele entre otros una cierta mujer, llamada Agape, y un retórico, por nombre Helpidio. Destas cenizas y rescoldo, Prisciliano los años adelante encendió un grande fuego, como se tornará á decir en su tiempo y lugar.

CAPITULO VI.

De los tres emperadores Antoninos.

Falleció Commodo Vero poco despues que fué adoptado y nombrado por César. Tenia poca salud, y no parece hizo cosa alguna memorable. Entró en su lugar y cargo Tito Elio Antonino, y así despues de la muerte Adriano sin contradiccion sucedió en el imperio el año de Cristo de 139. En veinte y dos años y siete meses que imperó mantuvo todas las provincias en tanta paz, que fué tenido por muy semejante á Numa, entre los reyes de Roma amicísimo de la paz. Todos holgaban de obedecer á príncipe tan bueno, y él no se descuidaba en granjear á todos con buenas obras. En lo que mas se señaló fué en la clemencia y mansedumbre, virtudes que le dieron renombre de Pio y de Padre de la patria. No persiguió á los cristianos como lo hicieron los emperadores pasados. Quitó y reformó los salarios públicos á los que no servian sus oficios, como á gente que era carga pesada de la república y de ningun provecho. Suya fué aquella sentencia dicha antes por Scipion :

romance:

Á LOS DIOSES DE Los defuntos. Á JULIO II, QUE VIVIÓ TREINTA Y NUEVE AÑOS, DOS MESES Y DIEZ DIAS, JULIO JOSCO, DE LA DUODECIMA LEGION LANZADORA DE RAYOS, Á SU LIBERTO BUENO Y LEAL LO HIZO.

Fuera desta inscripcion, que es harto notable, hay en Barcelona en las casas de los Requesens delante la iglesia de los santos Justo y Pastor un testamento deste tiempo cortado en muchas piedras, la mas señalada antigualla que deste genero se conserva en España. Por él se entiende que la usura centésima de tiempo de los romanos era cuando se acudia cada un'año al acreedor con la octava parte del principal, que es lo mismo que á razon de doce por ciento; de manera que en espacio de cien meses se doblaba el caudal, de do se llamó usura centésima, ó sea porque al principio de cada mes, cuando acostumbraban á hacer las pagas, daban al logrero la centésima parte de dinero que prestó. Las palabras del testamento no pongo aquí por ser largo; la suma de lo que contiene es: «Que Lucio Cecilio, centurion de la legion séptima Gemina y dichosa, y de la legion décimaquinta Apollinar, que sirvió á los emperadores Marco Aurelio Antonino y Aurelio Vero y tuvo otros diferentes cargos, manda á la república de Barcelona siete mil y quinientos denarios con cargo

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