Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

que de las usuras semises, que era la mitad de la centésima, es á saber, seis por ciento, del dicho dinero biciesen espectáculos de luchadores todos los años á 10 de junio, en que se gastasen docientos y cincuenta denarios; y el mismo dia se diesen docientos denarios para aceite á los luchadores. La cual manda hace debajo de ciertas condiciones; si no las cumpliesen, sustituye en la dicha manda con las mismas cargas á la república de Tarragona para que haya y lleve el dicho dinero. » Tuvo Marco Aurelio Antonino el inperio diez y nueve años y un mes. Fallecio á 17 de marzo el año de Cristo 181. Grande fué la fama de sus virtudes, y no menor la afrenta de su casa á causa de la mucha soltura de la emperatriz Faustina, su mujer, la cual, como quier que ni la pudiese remediar, ni se resolviese de apartalla de sí, pareció amancillar la majestad del imperio. Por lo demás su memoria y la de Antonino Pio, su suegro, fué en Roma tan agradable, que el emperador Septimio Severo, que tuvo el imperio poco adelante, hizo una ley en que ordenó que todos los emperadores despues dél se llamasen Antoninos, no de otra manera que antes se llamaban Augustos. Verdad es que Elio Aurelio Commodo Autonino, luego que sucedió á su padre, con la torpeza de sus costumbres escureció en alguna manera el lustre de aquel nombre y alcuña. Fué Augusto de título, el ánimo esclavo y sujeto á todos los vicios. Entendióse que una concubina suya, llamada Marcia, le dió bebedizos, con que le trastornó el seso; por lo menos la misma fué causa de su muerte por haber hallado en cierto memorial su nombre entre el de otros muchos que Commodo pretendia matar. Comunicó el caso con un eunuco por nombre Narciso; concertaron los dos de darle la muerte, ejecutáronlo primero con yerbas que le dieron, y despues, porque la fuerza de la ponzoña se tardaba, le ahogaron. Vivió treinta y dos años solamente; dellos imperó los doce y mas ocho meses y quince dias. Dícese que tuvo trecientas concubinas y otros tautos mozuelos escogidos para sus deshonestidades entre todos los que se aventajaban en hermosura. Fué el primero de los emperadores romanos que vendió los oficios y gobiernos, cosa muy perjudicial y dañosa. Julio Capitolino dice que el tercer abuelo de Commodo se llamó Annio Vero, y que fué español, natural del municipio Sucubitano, que estaba en la Bética, hoy Andalucía. No falta quien diga que por este tiempo padecieron los santos mártires Facundo y Primitivo á la ribera de Cea, rio que de los montes de Astúrias discurre por lo interior de Castilla. Atico, presidente de Galicia, convidó á todos los soldados de aquella provincia para que se hallasen á cierto sacrificio; los dos santos no quisieron obedecer á este mandato, por lo cual los borró de las listas de los soldados; y atormentados en diversas maneras, al fin con una segur les cortó las cabezas. Honraron los cristianos sus sagrados cuerpos; edificaron en aquel mismo lugar un templo de su nombre. De allí cuando los moros estuvieron apoderados de España fueron diversas veces llevados para mayor seguridad á las Astúrias. Finalmente, en tiempo de don Alonso el Magno y despues por mandado del rey de Castilla don Fernando el Primero los volvieron al mismo

* lugar, y reedificaron el sagrado templo con un monasterio de monjes Benitos junto á él, que hoy se llama de

Sahagun, y es uno de los principales santuarios de España.

CAPITTLO VII.

De los emperadores Severo y Caracalla:

El emperador Commodo fué muerto año del Señor de 193. Sucedió en el imperio Helvio Pertinaz, nacido de padre libertino, que era tanto como de casta de esclavos. Era muy viejo, de edad de setenta años. Tuvo el imperio solos dos meses y veinte y ocho dias. Los mismos que mataron á Commodo, por ser su bondad tan conocida, dieron órden para que le diesen el sceptro, que los soldados pretorianos le quitaron juntamente con la vida dentro de su mismo palacio. La libertad y soltura del tiempo pasado hacia que llevasen mal la disciplina militar, que Pertinaz pretendia poner en su punto; que la reformacion de las costumbres es á los malos á par de muerte. Fué docto en las len_uas latina y griega; estudió en su menor edad derechos, y tuvo en ellos por maestro á Sulpicio Apollinar, aquel cuyas periocas ó argumentos audan al principio de las comedias de Terencio. Luego que Pertinaz fué muerto, Sulpiciano y Didio Juliano acudieron á los reales de los pretorianos para, afuer de mercaderes, comprar el imperio como si estuviera puesto en almoneda. Salió Juliano con su pretension con promesa que hizo de dar á cada uno de los soldados veinte y cinco sestercios, que montan seiscientas y veinte y cinco coronas, suma que venia á ser exorbitante, y que en fin no la pudo pagar; por donde desamparado de los soldados y aborrecido del pueblo, el sexto mes adelante le dieron la muerte por orden y traza de Septimio Severo, al cual en premio desta hazaña hicieron emperador las legiones de Illirico ó Esclavonia. Nació en Leptis, ciudad de Africa, por otro nombre Trípoli de Berbería, que está asentada de la otra parte de la Sirte menor. Recompensó la ficreza de su natural con la valentía que tuvo muy grande, con que hizo grandes efectos; por donde vulgariento se dijo que, ó no debiera nacer, ó no debiera morir. Mostró su severidad en el castigo que dió á los pretotorianos que tuvieron parte en la inuerte de Pertinaz, ca despojados de las armas y de los vestidos, los desterró de Roma y de cien millas al rededor. En muchas guerras salió vencedor; en el Oriente sujetó á Pescenio Nigro, que se llamaba emperador, y de camino destruyó la ciudad de Bizancio porque le cerró las puertas. En Francia venció á Albino, que estaba levantado, aquel de quien se tuvo por cierto que, á ejemplo de Aristides, compuso las Palrañas milesias, libro lleno de toda deshonestidad y torpeza. Asimismo desbarató por tres veces á los partos. Restituyó el gobierno de Roma en su antiguo lustre y majestad. Revolvió sobre Ingalaterra, y despues que sosegó á los ingleses, para impedir las entradas que hacian los escoceses sobre ellos por la parte que las riberas de aquella isla se estrechan mas, que es por donde Escocia parte término con lo de Ingalaterra, acordó tirar un valladar ó albarrada de mar á mar. Atajóle la muerte los pasos, que le toinó en aquella isla en la ciudad de Eboraco. Tuvo el imperio diez y siete años, ocho meses y tres dias. Las postreras palabras que dijo fueron muy notables, es á saber: «Ei imperio que reccbí alborotado, dejo á mis hijos sosegado;

firme si fueren buenos, si malos poco durable. » Suya fué tambien aquella sentencia. « Todo lo fuí, y no presta nada. » Movió persecucion contra los cristianos el noveno año de su imperio. La carnicería fué muy grande. En España, en la ciudad de Valencia padecieron Félix, presbítero, Fortunato y Arquíloco, diáconos. Dado que algunos en lugar de Arquíloco leen Arquíleo, y aun pretenden que padecieron en Valencia, la del Delfinado de Francia, por estar cerca de Leon de Francia, de donde es averiguado que san Ireneo, obispo de aquella ciudad, los envió á predicar el Evangelio. Dejó Severo dos hijos de dos mujeres diferentes: el mayor, que se llamó Aurelio Antonino Basiano y que tuvo por sobrenombre Caracalla de cierto geuero de vestidura francesa así dicha que dió al pueblo luego al principio de su imperio, mató á su hermano menor, llamado Geta, que su padre señaló en su testamento por emperador y compañero de su hermano. Este hecho tan atroz le fué asaz mal contado y le hizo muy aborrecible al pueblo; y mucho mas otra nueva maldad, que fué casarse con Julia, madre del mismo Geta y su madrastra. Pasó en esta locura tan adelante, que dió la muerte á todos los que eran aficionados á su hermano; destos fué uno Sammonico Sereno, médico muy famoso, y que escribió muy aventajadamente en aquella facultad. Otro fué el gran jurisconsulto Papiniano, no por otra culpa mas de porque no quiso defender en el Senado y abonar la muerte de Geta, ca decia : « Mas fácil cosa es cometer el parricidio que excusarle. » Fué demás desto fementido, en particular con muestra que dió de querer casarse con una hija de Artapano, rey de los partos, los aseguró de manera, que en la ciudad de Carras los cogió descuidados y hizo en ellos gran matanza. No le duró mucho esta alegría, porque, como era aborrecido de todos, & tiempo que se estaba proveyendo, un soldado llamado Marcial arremetió á él y le dió de puñaladas. Era á la sazon de edad de cuarenta y tres años; tuvo el imperio seis años, dos meses y cinco dias. Su cuerpo llevaron á Antioquía, do estaba Julia, su madrastra y mujer, la cual, por el gran sentimiento con un puñal que se metió por los pechos, cayó muerta sobre su triste marido y entenado. Tragedias parecen estas. Entre las otras locuras de Caracalla se refiere que se dió á contrabacer las cosas de Alejandro Magno, bien que mas imitaba las faltas que las virtudes. En particular para remedalle traia la cabeza inclinada hacia el lado izquierdo. Opelio Macrino, prefecto del pretorio, que es lo mismo que capitan de la guardia, á cuya persuasion fué muerto Caracalla, le sucedió en el imperio con voluntad de Audencio, hombre principal á quien los soldados querian por emperador. No hizo cosa alguna señalada ni antes ni despues deste tiempo; por esto y por el poco tiempo que gozó del imperio, apenas se puede contar en el número de los emperadores. Mesa, hermana de Julia, dió órden que los soldados le matasen en Calcedonia juntamente con un hijo suyo llamado Diadumeno. Lo cual sucedió á 7 de junio el año 219. Imperó solos trece meses y veinte y ocho dias.

CAPITULO VIII.

De los emperadores Heliogábalo y Alejandro. Aurelio Antonino Vario, sacerdote del sol en Fenicia, que es lo que significa el nombre de Heliogábalo, fué hijo del emperador Caracalla. Hóbole en Soemis, hija de Mesa y sobrina de Julia. La hermosura de su rostro y gentil parecer, muestra muchas veces engañosa de ánimo compuesto, fuèron grande parte para que los soldados se le aficionasen. Ayudó òtrosí la memoria de su padre, porque para asegurarse en sus maldades tenia granjeada la gente de guerra con darles y permitirles cuanto querian. Sobre todo su abuela Mesa con su buena maña y dádivas, que no debieron faltar, atrajo á su parecer las legiones, y acabó con ellas que saludasen á su nieto por emperador. Su vida y costumbres fueron muy torpes á maravilla: dado á toda suerte de deshonestidad, hacia y padecia lo que no se puede escribir sin vergüenza. Llegó su locura á tanto, que acometió y intentó con artificio á inudar el sexo de varon, grande afrenta y ultraje del imperio romano y de todo el genero, humano. No pudo el mundo sufrir monstruo sidad tan grande; los mismos soldados de su guarda le mataron á 10 de marzo el año de Cristo de 223. Era de edad de diez y ocho años; tuvo el imperio tres años, nueve meses y cuatro dias. Fué el primero de los emperadores romanos que usó de vestidura toda de seda; que antes dél solo aforraban de seda los vestidos, que en aquel tiempo se compraba á peso de oro. Tambien se, dice que desde el tiempo de Heliogábalo y por su órden se introdujo la costumbre que los esclavos en las vendimias echasen pullas á sus amos y se burlasen con ellos de palabra. El sucesor de Heliogábalo fué su primo hermano Severo Alejandro, que ya era César, cuyas virtudes igualaron á los vicios de su antecesor; grande y señalado emperador si la muerte no le atajara. Lo primero, conforme á la costumbre de los cristianos, á ninguno encargó gobierno alguno antes que le publicasen para si le tachaba alguno. No quiso vender los oficios y gobiernos, ca decia: «El que compra, forzosamente ha de vender.» Mostróse favorable á los cristianos en tanto grado, que en su oratorio principal tenia puesta la imágen de Cristo entre las de los dioses de la gentilidad. Jamás quiso recebir en su casa ni à su familiaridad, ni aun para que le saludase y visitase, á persona alguna que no fuese de muy buena fama: aviso para príncipes singular. Para recoger dinero, de que tenia falla, inventó cierto género de imposiciones y tributos, que se cogian de las artes curiosas y vanas: invencion con que se remediaba la necesidad y se enfrenaban los vicios. Hizo la guerra contra los partos prósperamente y contra Artajerjes, su rey, que á cabo de tantos años comenzaba á levantar el poder de los persas, que antes estaban sujetos á los partos. Concluida esla guerra, revolvió con sus gentes contra Alemaña, do fué muerto por traicion de Maximino muy fuera de sazon, porque no pasaba de veinte y nueve años; dellos los trece y nueve dias gobernó el imperio sin par por su grande rectitud, prudencia, mansedumbre y clemencia, dado que el castigo que dió á Turino Vetronio parece algo áspero. Porque vendia humos, es á saber, favores y provisiones fingidas en nombre del emperador, le hizo ahogar con humo. El gran jurisconsulto Ul

piano, natural de Tiro, tuvo tanta cabida con el emperador Alejandro, que le hizo su chanciller, y en público y en particular se gobernaba por sus consejos; demás desto, en cierto alboroto porque no le matasen le cubrió con su púrpura. No se sabe de cosa alguna memorable que haya sucedido en España en tiempo destos emperadores. En Guadix hay una basa de estatua puesta en memoria de Mammea, madre del emperador Alejandro, cuyas palabras vueltas en castellano son las siguientes:

Á JULIA MAMMEA AUGUSTA, MADRE DEL EMPERADOR CÉSAR MARCO AURELIO SEVERO ALEJANDRO, PIO, FELIZ, AUGUSTO, MADRE DE LOS REALES LA COLONIA JULIA GEMINA ACCITANA DEVOTA Á SU DEIDAD Y MAJESTAD.

Fué esta señora, como se entiende, cristiana, por lo menos tuvo particular familiaridad y trato con el famoso Orígenes. Era hermana de Soemis, y entrambas hijas de Mesa y sobrinas de la emperatriz Julia. De Soemis y el emperador Caracalla nació fuera de matrimonio, como queda dicho, el emperador Heliogabalo. Mammea casó con Vario Marcello, y deste matrimonio procedió el emperador Severo Alejandro. Todas estas señoras eran naturales de la Suria, de donde vinieron á Roma. Por este tiempo el papa Antero, que gobernó la Iglesia romana, escribió una carta á los obispos del Andalucía y reino de Toledo, en que entre otras cosas dice que los obispos no pueden lícitamente ser promovidos de una iglesia á otra por su particular interese y comodidad.

CAPITULO IX.

De los emperadores Maximino, Gordiano y Filipo.

Julio Maximino, natural que fué de Tracia, de muy bajo suelo (su padre Meca, godo de nacion, y su madre Ababa, que fué de los alanos, como lo dice Simmaco), en ninguna cosa se señaló fuera de la estatura del cuerpo, que la tuvo muy grande, y las fuerzas y ligereza tan aventajada, que alenia en correr con un caballo. Por esto pasó por todos los grados y cargos de la milicia; y por la muerte del emperador Alejandro Severo se apoderó por fuerza del imperio el año de Cristo de 239. Conservóse en él por espacio de dos años y algunos meses. Sosegó al principio las alteraciones de Alemaña; y de nuevo se apercebia para hacer la guerra contra los sarmatas, que hoy son los polonos, cuando en la ciudad de Sirmio, donde á la sazon se hallaba, le llegó nueva cómo los soldados de Africa habian alzado por emperador á Gordiano, presidente de aquella provincia, y que el Senado aprobara aquella eleccion. Acordó pues de mudar propósito, y encendido en deseo de vengarse, revolvió contra Roma. Detúvose algun tiempo sobre Aquileya, ciudad que á la entrada de Italia le cerró las puertas. Estando allí, vino otra nueva que el sobredicho Gordiano con un hijo suyo del mismo nombre fueron muertos en Africa; pero que el Senado en su lugar nombró por emperadores á Balvino y Pupieno, mas por tener perdida la esperanza que los perdonaria Maximino que por hallarse con fuerzas bastantes para resistille. Hallábase todo en grande peligro, y sucediera sin duda algun grande estrago si no fuera que los soldados, por odio que tenian al tirano, de repente le acometieron y dentro de su alojamiento le degollaron. Con esto la ciudad de Roma quedó puesta en libertad, y los cristianos li

bres asimismo del miedo que les amenazaba por la persecucion que les movió de nuevo este Emperador. Principalmente se empleaba su rabia contra los que presidian en las iglesias, como eran los obispos y sacerdotes. En particular en España, seis leguas de Tarragona, de una cueva del monte Bufragano, donde estaban escondidos san Máximo y sus compañeros, de allí fueron sacados para darles la muerte. Adelante se edificó en su nombre un templo en el mismo lugar para que fuesen mas honrados. Algunos sospechan que este san Máximo es el que en Tarragona vulgar y comunmente llaman san Magí. Dejado esto, los emperadores Balvino y Pupieno en cierto alboroto que levantaron los soldados de la guarda fueron muertos dentro del primer año de su imperio. Estaba nombrado junto con ellos por César y señalado en el Senado por sucesor, Gordiano, nieto del otro Gordiano, mozo de tan pequeña edad, que apenas tenia quince años; y sin embargo, por muerte de los emperadores sobredichos, fué recibido sin contradiccion por emperador. Para el gobierno de la república le ayudó mucho su suegro Misiteo, persona que era muy prudente. Partió de Roma para hacer la guerra contra los persas; concluida como se pudiera desear, al tiempo que daba de sí grandes esperanzas, le dió la muerte á traicion Filipo, capitan de su guarda, el sexto año de su imperio. Escribió Gordiano una carta á su suegro, que se conserva lasta el dia de hoy, en que se duele que los príncipes estén sujetos á los engaños y embustes de sus mismos criados, que ponen asechanzas á sus orejas, y por este medio arman celadas á los que pretenden derribar, y levantan á los que no lo me◄ recen, sin que él mismo pueda por vista de ojos averiguar la verdad de lo que pasa. No hay duda sino que do ninguna cosa los príncipes padecen mayor mengua que de la verdad; la cual ¿qué lugar puede tener entre las continuas adulaciones de palacio, entre los embustes y mañas y redes que tienden los privados por todas partes? Sin su ayuda, ó por mejor decir, con semejante falta, ¿qué maravilla es que los principes á cada paso tropiecen, pues andan en tinieblas y por la ignorancia son ciegos? ¿Quién no sentirá grandemente que falte luz á los que Dios puso en la cumbre para que fuesen ruias de los hombres y los sacasen de sus verros con obras, conse jos y autoridad? Un solo camino se ofrece para reparar este daño, enseñado de hombres muy graves, mas seguido de pocos, esto es, que demás de los otros ministros, como mayordomos, caballerizos, maestresalas, con todo el otro atuendo de palacio, procuren, aunque sea á costa grande, tener cerca de sí alguna persona do conocida prudencia y bondad, que tenga licencia v ór◄ deu de referir al príncipe y avisarle todo lo que dél so dijere y sintiere, sea verdad ó mentira, hasta los mismos rumores vanos y sin fundamento del vulgo. Los cuales avisos á las veces sin duda serán pesados, mas débelos sufrir, porque el provecho grande que de ellos resultará recompensará bastantemente cualquier molestia; y es cosa averiguada que la verdad tiene las raíces amargas, pero sus frutos son muy suaves, muy dulces sus dejos. No podrémos alcanzar esto, bien lo veo: los regalos y delicadezas de los príncipes cuán grandes sean, ¿quién no lo sabe? Los que tienen por el principal fruto de su grandeza la libertad de hacer lo que se les antoja sin que nadie les vaya á la mano. Por

el contrario, las palabras de los que les hablan á su gusto les dan gran contento. La verdad es de un aspecto áspero y grave, de suerte que es maravilla cuando les queda un pequeño resquicio por donde les entre algun rayo de luz; tan cercados están por todas partes de dificultades, de lisonjeros, finalmente, de hombres que no buscan otra cosa sino su comodidad. No se debe empero desistir desta empresa ni perder de todo punto la esperanza. Por ventura no cantamos á los sordos; habrá algunos á quien contente este aviso, que vean y sigan el camino que se les muestra muy saludable, así para ellos como para sus vasallos, y entiendan que no los que tachan las costumbres y vida de los que rigen son perjudiciales, sino los que hablan al sabor del paladar, muchos y sin número, mayormente en los palacios reales; peste tanto mas peligrosa cuanto mas halagüeña y blanda. Pero hagamos aquí punto, y volvamos á los emperadores. El premio que se dió por la muerte de Gordiano fué que Marco Julio Filipo, su matador, se quedó con el imperio; hombre árabe de nacion, de bajo suelo y linaje, pero muy señalado en las cosas de la guerra. Por donde despues de diversos cargos que tuvo, se apoderó últimamente de la república y del imperio el año de Cristo de 241, y le tuvo por espacio de mas de cinco años. Al principio tomó asiento con los persas, por el cual les dejó la Mesopotamia, en que pareció escurecer la majestad del imperio romano. Vuelto á Roma, celebró el año Secular, que era el año centésimo de la fundacion de Roma, con mayores regocijos y juegos mas sumptuosos que jamás se habia celebrado, por ser el año milésimo de su fundacion. Andaban los golos alborotados y corrian la provincia de Tracia. Euvió contra ellos á Marino; las legiones, en premio de su trabajo, le saludaron por emperador, pero sucedióle mal, ca Decio fué contra él por mandado de Filipo, y le dió la batalla y venció y mató en la provincia de Mesia. El premio desta victoria fué que el ejército le nombró asimismo por emperador. Aceptó él aquel título contra su voluutad; pero aceptado, le mantuvo con grande valor. El emperador Filipo, á la sazon que se encaminaba contra él, fué muerto en Verona en cierto alboroto que levantaron sus soldados. Dejó en Roma un hijo de su mismo nombre, en edad de siete años que tenía y no mas, declarado por su compañero en el imperio, y era de un natural tan extraño, que nadie jamás le vió reir. A este, luego que la nueva llegó, mataron tambien porque no quedase rastro de raza tan mala. En tiempo de san Jerónimo se leia una carta de Orígenes para el emperador Filipo; autores antiguos y graves sienten que fué cristiano, y añaden que el pontifice Fabiano no le quiso recebir á los misterios sin que primero hiciese penitencia y satisfaccion de cierto pecado. Algunos asimismo sospechan que la iglesia romana se enriqueció con los tesoros de Filipo; pero sus malas costumbres dan muestra que mas fingió que cumplió el oficio de hombre cristiano. Otros reservan del todo esta loa á Constantino Magno, que fuese el primer emperador romano que conoció la majestad de Cristo, hijo de Dios. Decio, luego que se apoderó del imperio, que fué el año de nuestra salvacion de 250, persiguió cruelísimamente la religion cristiana por el odio que tenia, á lo que se entendió, contra Filipo. La verdad fué que Dios por aquel camino pretendia reformar las costum

bres У vida de los cristianos, y en particular de los eclesiásticos de muchas maueras estragada. En aquella persecucion padeció el mártir san Cristóbal, segun que lo refiere Niceforo. Destruian los getas ó godos, que algunos entienden ser lo mismo, las provincias de Mesia y de Tracia. Peleó Decio con ellos; venciólos en la primera batalla, mas en la segunda, por traicion de Treboniano Gallo, fué vencido y muerto junto con un hijo que tenia de su mismo nombre despues que gobernó el imperio por espacio de dos años. El traidor, conforme a lo que entonces se acostumbraba, se quedó con el imperio, y le tuvo por espacio de diez y ocho meses. Hizo asiento con los godos, en que se obligó de pagarles parias cada un año, cosa muy fea y que dió ocasion á los soldados para que le despreciasen, y á Emiliano, su capitan, hombre de nacion africano, nacido en la Mauritania Tingitana, para que despues de vencidos los godos en una grande batalla que les dió en la Mesia, se apoderase del imperio y revol viese contra Gallo, su señor; por cuya muerte, que fué en cierto encuentro, se quedó Emiliano por señor de to do. Duróle poco el mando y la vida, solo por espacio de cuatro meses, sin hacer cosa que de coutur sea, lanto que muchos no le ponen en el número y cuento de los emperadores romanos. Matáronle sus soldados luego que se supo la eleccion de Valeriano.

CAPITULO X.

De los emperadores Valeriano, Gallieno, Claudio y Aureliano. Licinio Valeriano era de edad de setenta años cuando en la Gallia las legiones y soldados le apellidaron por emperador contra Emiliano, el año de Cristo de 25 4. Subió á la cumbre y majestad no por otra causa, á lo que parece, sino para que la caida, como de lugar mas alto, fuese mas peligrosa y pesada. La vida larga es á las veces sujeta á desastres, y trueca la prosperidad del tiempo pasado en adversidad y desgracias. Tal fué el emperador Valeriano, ca el año seteno de su imperio en la guerra que emprendió contra los persas vino en poder de sus enemigos. Vivió en aquella miserable servidumbre por espacio de mas de un año. Su hijo Gallieno y compañero, ya nombrado en el imperio, de ningu na cosa menos cuidaba que de librar á su padre y volver por la majestad del imperio. Y á la verdad él se hallaba por una parte apretado de los persas, de los godos y de los alemanes, que andaban alterados y con las armas, y mucho mas por otra parte de treinta capitanes roma❤ nos, que con la revuelta de los tiempos en diversas partes se llamaban emperadores, miserable avenida de males. Relatar los nombres y hechos de todos estos seria cuento muy largo; pero entre los demás, Póstumo se apoderó de la Gallia, y para asegurarse, llamó en su socorro á los francos, gente alemana, que es la primera mencion que dellos se halla en la historia romana. Acudió Lolliano por mandado de Gallieno al remedio, venció y mató al tirano; pero en premio de la victoria entró en su lugar, y se llamó emperador junto con su hijo del mismo nombre, por cuyas se tienen las declamaciones que andan impresas al fin de las Instituciones de Quintiliano. Otro, por nombe Tetrico, se apoderó de España, que asimismo acudió al favor de los alemanes. Entraron ellos en España por la Gallia, y como gente

feroz, por espacio de doce años como con fuego lo asolaron todo ; en los campos y en los poblados hicieron estragos extraordinarios. En las provincias de Oriente se alzó Odenato Palmerino, capitan muy esforzado; y muerto él en la demanda, Zenobia, su mujer, con mas valor que de hembra y no menor prudencia llevó adeJante lo comenzado por su marido, y se mantuvo hasta el tiempo del emperador Aureliano. Grande era el aprieto en que todo se hallaba. Por diversas piedras que en España se han hallado se entiende que la mujer del emperador Gallieno se llamó Cornelia Salonina, y la del emperador Decio Herennia. Gobernó por estos tiempos la Iglesia el pontífice Lucio, cuya epístola, dirigida á los obispos de España y de la Gallia, los exhorta que junten los concilios muchas veces. Declara la jurisdiccion que tienen los metropolitanos sobre las iglesias sufragáneas. Veda la conversacion y trato con los herejes, y anima á sufrir las calamidades de los tiempos, graves y largas. A Lucio sucedió Stefano, en cuyo tiempo los obispos de España, en un concilio que juntaron, privaron de sus iglesias á Marcial, obispo de Mérida, y á Basilides, obispo de Astorga, como á libelláticos que fueron, y en lugar de los dos eligieron á Félix y Sabino. Llamaban libelláticos á los que daban firmado de sus nombres que desamparaban la religion cristiana; ca á los que pasando adelante se ensuciaban con adorar y sacrificar á los ídolos llamaban sacrificatos, segun que se saca de las Epistolas de san Cipriano. Hizo Basilides recurso á Roma como á cabeza de la Iglesia, de donde proceden las leyes sagradas, y con cuya autoridad se revocan las sentencias dadas por los otros obispos contra razon. Absolvióle el papa Stefano, y mandó fuese restituido á su iglesia y dignidad. Ofendiéronse desto los obispos de España. Avisaron á san Cipriano, obispo de Cartago, de todo lo que pasaba con dos obispos, Félix y Sabino, que para esto le enviaron. Comunicó él este negocio con otros obispos de Africa, y tomada resolucion, respondió que los que desamparaban la fe no podian ser restituidos al grado que antes en la Iglesia tenian; que, impuéstales la penitencia y hecha la satisfaccion conforme á sus deméritos, podrian empero ser recebidos, mas sin volverles la honra y el oficio sacerdotal, segun que lo dejó establecido por decreto el papa Cornelio; que si el pontífice Stefano determinó otra cosa, seria por haberle engañado como estaba lan léjos. Por esta causa Sixto II, sucesor de Stefano, parece que en una epístola enderezada á los obispos de España les amonesta que los decretos de los padres no se deben alterar, ni antes del entero conocimiento de la causa deponer á los obispos, principalmente sin dar parte al romano Pontífice, que con razon reponia lo atentado contra ella. Esta fué la diferencia que sucedió sobre este caso; el remate no se sabe mas de que todos estos tres pontifices fueron martirizados en la persecucion que comenzó Valeriano antes de su prision, dado que al principio se mostró bien afecto á la religion cristiana. Padeció otrosí en Roma el valeroso diácono san Laurencio, gloria de España. Fué natural de Huesca; sus padres, Orencio y Paciencia, que son al tanto tenidos por santos en aquella ciudad. Sixto II antes de ser papa vino en España á predicar el Evangelio, y á la vuelta llevó en su compañía á los dos diáconos Laurencio y Vincencio. Era Lauren

cio muy noble, pero mas señalado por la grande constancia de su ánimo, de que dió bastante muestra en los tormentos gravísimos que sufrió por no obedecer al tirano y hacer en todo lo que debía. En fin, dió la vida en la demanda el año de Cristo de 259 así él como el papa Sixto. Los que dicen que esto sucedió en el imperio de Decio van fuera de camino; y no menos los que por autoridad de Trebellio Pollion para concordar las opiniones sueñan no sé qué Decio César, nieto del emperador Valeriano, por cuya autoridad se hicieron estos martirios, van errados como gente menuda, y que sin examinar bien lo que dicen, escriben lo que les parece. En el mismo año padecieron en Tarragona por la verdad, Fructuoso, primer obispo de aquella ciudad, Augurio y Eulogio, diáconos. Eran cónsules en Roma Fusco y Baso; presidente en España, Emiliano, cuya hija, advertida y avisada por un soldado, vió juntamente con él las ánimas destos santos que volaban al cielo, segun que lo testifica Prudencio. Las reliquias destos mártires no se sabe por qué causa y en qué tiempo, pero es cierto que fueron llevadas á Italia, y cerca de la ciudad de Génova son veneradas con gran devocion en un monasterio de Benitos. En lugar del papa Sixto fué puesto el pontifice Dionisio el año luego siguiente. Algunos años adelante el emperador Gallieno tenia cercado dentro de Milan á Aureolo, que se habia alzado con la Esclavonia, y rompiendo por Italia estaba apoderado de aquella ciudad. Duró el cerco algun tiempo; los soldados, cansados de tantas guerras y con deseo de cosas nuevas, se conjuraron y dieron la muerte á su emperador Gallieno el año que se contaba de nuestra salvacion 269. Imperó por espacio de quince años. Mataron otrosí un su hermano menor, por nombre Valeriano, compañero suyo en el imperio. Estaba la república en esta vacante sin cabeza cuando Flavio Claudio, hombre principal y valeroso caudillo, se llamó emperador, que fué el año luego siguiente, en que, siendo cónsules el dicho emperador y Paterno, el pontífice Dionisio escribió una epístola á Severo, obispo de Córdoba; en ella le manda que á ejemplo de Roma reparta el pueblo por parroquias. Los principios del emperador Claudio fueron muy aventajados, ca deshizo y mató al tirano Aureolo, sujetó con las armas á los godos y á los alemanes. Pero atajóle la muerte en suzon que trataba de ir en persona contra Tetrico, que poseia lo de España y lo de la Gallia, ó contra Zenobia la valerosa mujer dø Odenato. Falleció, sin determinarse ni resolverse en esto, en Sirmio, ciudad de Hungría, de enfermedad que le sobrevino; tuvo el imperio un año, diez meses y quince dias. Fué tio mayor de Constancio, padre del gran Constantino, que es lo misino que hermano de abuelo, porque el emperador Constancio fué hijo de Eutropio, de la noble alcuña de los Dardanos, y de una sobrina de Claudio, hija de Crispo, su hermano. Sabida la muerte de Claudio, el Senado nombró en su lugar á Quintiliano, su hermano, hombre de tan pequeño corazon, que lomó la muerte por sus manos diez y siete dias despues de su eleccion, parte por no seutirse con fuerzas para llevar tan gran carga, parte principalmente por la nueva que vino que las legiones de Claudio nombraron por emperador á Lucio Domicio Aureliano, persona de señaladas prendas y autoridad. Pudiera ser contado entre los mejores príncipes si no afeara sus proezas que hizo

« AnteriorContinuar »