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rupcion y de crímenes hediondos; mas no es efectivamente de sentir que, apoyándose casi en las mismas razones, haya desplegado igual energía contra los espectáculos teatrales? Los espectáculos teatrales, dice, no sirven sino para encender la lujuria, alterar la pureza de las costumbres, afeminar los corazones, convertir en amores livianos el amor à la patria y á la gloria. Píntase en toda su desnudez el adulterio, ridiculízase con torpes sátiras la santidad del matrimonio, enséñase descaradamente el modo de vencer los obstáculos que opone á la satisfaccion de lubricas pasiones el buen celo y decoro del tutor y el padre, muéstranse caminos por donde pueda abrirse brecha al pudoroso recato de la doncella y á la sencilla honradez de la mujer casada. Las afectadas gracias de las actrices, dotadas generalmente de hermosura, el encanto del lenguaje, la dulzura y buena armonía del verso, lo sonoro de la voz, lo bello de la decoracion y el traje, todo contribuye á hacer mas impresionables y de mas pernicioso efecto cabalmente esas escenas que ya por sí bastan á dispertar el oido del espectador y á cautivar el alma del que mas preparado está contra tan bien dispuestas asechanzas. Sigase permitiendo estos espectáculos, y tendrémos pronto convertida en una nacion de mujeres y rufianes la que ha sido cuna y campo de los mas grandes héroes. No en el teatro, sino en la arena de las naumaquias y los circos, han de consumir sus horas de pasatiempo y de recreo los valientes. Formáronse en el teatro los que dejaron caer el imperio bajo las frámeas de los bárbaros; no los que á fuerza de constancia y sacrificios supieron reponerse de las derrotas de Trasimeno y Canas. ¿Por qué, cuando tan malas costumbres adoptamos de los antiguos, no hemos de renovar sus ejercicios de carrera y lucha? Creo tan perjudiciales los teatros, que considero hasta como una mengua en los gobiernos fomentar su desarrollo. Prefiero cien veces á esas mal llamadas fiestas las de toros, donde cuando menos se embravece el ánimo de los que contemplan aquella no interrumpida serie de triunfos y peligros. Estas corridas, sobre ser mas adecuadas al carácter de la nacion, favorecen los belicosos instintos de la muchedumbre sin ser, si se quiere, necesaria en ellas la efusion de sangre.

¿Cabe ya mayor desacierto en su modo de razonar sobre una cuestion de tanta trascendencia? Solo su mania de hacer de la España una nacion conquistadora pudo llevarle á tal extremo. No se concibe de otro modo que un hombre como MARIANA haya podido condenar una institucion por abusos que solo merecian ser denunciados á fin de que viniese á corregirlos cuanto antes la mano del gobierno. ¿No ha de ejercitar, además, el hombre sino sus fuerzas físicas? No conviene que hasta en sus mismas diversiones pueda ejercitar las del espíritu? Los que habian de llevar entonces al campo de batalla los estandartes de la patria eran precisamente los que revolvian con el azadon la tierra y cortaban con la segur los árboles del bosque, los que dominaban el hierro sobre el yunque, los que movian á fuerza de remos las galeras, los que tejian recias estofas con la lana de nuestros célebres merinos, los que mas tenian en continua actividad los miembros de su cuerpo; ¿para qué despues de tan fatigosos trabajos debian entregarse á los ejercicios de la lucha? La ignorancia poco menos que brutal de nuestro pueblo ¿no habia de hallar en ninguna institucion un correctivo?

Mas no es justo ensañarse ni aun por tan lamentables errores contra un escritor como MARIANA. MARIANA Con todos sus defectos es uno de los hombres mas notables de su siglo. No solo trató y resolvió con valor cuestiones erizadas de dificultades; las dilucidó con razones casi siempre sólidas, y sobre todo con una erudicion que no pocas veces nos sorprende. Habia leido, por lo que cabe inferir de sus escritos, las obras mas notables de los antiguos filósofos, conocia á fondo la historia sagrada y la profana, estaba enterado de todos los grandes sucesos político-económicos de su época, los habia estudiado en su desenvolvimiento y en su origen; y pudo así sazonar

hasta sus mas áridos tratados con abundancia de citas y ejemplos oportunos. La erudicion no era sino comun en los escritores de su tiempo; mas, generalmente hablando, poco metodizada y menos digerida, se hacia de ordinario pesada y fastidiosa. Interrumpia á cada paso la marcha de A una narracion ó de un razonamiento solo para tender á los ojos del lector sus mal guardadas galas; era mas que un medio de prueba un vano adorno literario. En las obras de MARIANA no aparece casi nunca sino para confirmar una proposicion ó una serie de argumentos; y se presenta casi siempre tan modesta como sóbria. Léjos de desviar la cuestion, la endereza y lleva por mejor camino; lėjos de romper, sirve de clave. No, no merece sino respeto nuestro publicista; los errores que cometió, parte son debidos à su estado, parte al siglo, parte, como todos los de los que pretenden sondar los arcanos de la ciencia, á la naturaleza y condicion humanas. Hemos sido algunas veces severos; mas no tanto con el ánimo de rebajar su valor como con el de llamar mas la atencion sobre asuntos de cuya resolucion dependen grandes intereses. No consideramos legitima la crítica sino cuando lleva por objeto presentar con mas claridad y sobre todo con mas exactitud las cuestiones tocadas por el autor á quien se juzga; llevados de esta idea, no solo hemos pretendido fijar las miradas del lector sobre ellas, hemos puesto, frente á frente de la opinion que hemos debido combatir, la nuestra proceder que se nos achacará tal vez á orgullo, pero que creemos necesario.

III.

Mas ¿para qué tiempo, se nos preguntará quizás, os reservais emitir vuestro parecer sobre la Historia general de España? Ha dado lugar á juicios á cuál mas contradictorios; ¿cuál es al fin el vuestro?

Cuando MARIANA empezó á escribir su Historia, á su vuelta del extranjero, era ya hombre maduro y tenia formuladas, si no en libros, en su entendimiento, casi todas las ideas que acabamos de examinar á la luz de la filosofía. Quiso ensayarlas como los metales, y las ensayó en la historia de su patria. Algunos, prescindiendo de este objeto, visible simplemente al leerla, la han censurado por hallarla sobrecargada de reflexiones; mas sin advertir que este cúmulo de reflexiones era tan necesario para el autor como útil para el interés de la obra. El conjunto de estas reflexiones constituye en la Historia general de España todo el sistema filosófico-politico de MARIANA; de tal modo, que si se llegase á perder un diâ la memoria de los demás libros, bastaria recogerlas para que pudiésemos juzgarle con la misma latitud y conocimiento de causa con que lo llevamos hecho. Léase con detencion esta tan vituperada historia, y se verá si exageramos. No ignoramos que entre tantas reflexiones muchas son vulgarisimas, y por lo mismo inoportunas; mas son estas las menos, y aun cuando no lo fueran, se harian perdonables atendiendo al buen deseo que manifestó el autor de moralizar sobre la historia. Hace ya cerca de tres siglos que está escrita, y en este largo periodo ha tenido á lo menos por cada panegirista un enemigo; su lenguaje ha ido cayendo en desuso, su método ha sido oscurecido por el de los brillantes autores modernos que se han propuesto explicar la historia del mundo con solo seguir en su desarrollo dos ó tres principios, sus anacronismos puestos en relieve por plumas españolas y extran

á

jeras, sus mas leves faltas denunciadas, su insuficiencia demostrada por obras posteriores, destinadas, al parecer, á reemplazarla: el libro sigue gozando, sin embargo, de una popularidad inmensa que permite repetir una tras otra las ediciones y agota hasta los ejemplares de excesivo coste. Figura en los estantes de los literatos y es aun obra de consulta. Recibe todavía homenajes hasta de los que mas reconocen sus defectos. ¿De qué puede depender esto sino de que el lector halla sin saberlo explicado en aquellas páginas, no solo la historia de su patria, sino las mas de sus creencias y una gran parte de las convicciones que han constituido hasta ahora su manera de juzgar acerca de la política que han seguido sus gobiernos? Ve, la vuelta de una narracion tal vez desaliñada, censurados con severidad los actos de los reyes, reprobados con el sello de la maldicion de Dios los cortesanos que vendan los ojos de los príncipes para que no vean la miseria de sus pueblos, condenado todo robo hecho en nombre de la ley y la justicia, aplaudida la muerte á mano armada de un monarca cuya tiranía acaba de hacer estremecer sus carnes, vituperada la imposicion de un tributo innecesario, ensalzados los hechos de cuantos han dado al país dias de gloria, presentadas en toda su fealdad la hipocresía y la infamia, revelados con ira los manejos traidores de súbditos y reyes, señalada á cada momento la accion de una providencia que rige los destinos de las naciones y las conduce al bien por entre los mismos precipicios en que caen impulsadas por la fuerza de los sucesos, consignada con dignidad y nobleza la libertad que nos hace hombres y el derecho que tenemos de defenderla contra toda clase de invasiones, atribuidas à una desigualdad injusta las grandes calamidades sociales, demostrada la futilidad de las grandezas humanas, elevadas siempre las miradas á un Dios remunerador que cuenta una por una las lágrimas que vertemos y los suspiros que exhalamos; y no bien llega á una de estas observaciones, cuando se siente dispuesto, no ya simplemente á perdonar las incorrecciones del lenguaje y la afectacion del estilo y los vicios de la narracion y la monotonía é inverosimilitud de las arengas y las faltas históricas y las patrañas referidas con aire de verdades y los largos paréntesis y las sentencias pueriles de fin de cláusula, sino hasta á proseguir con brio y fe la lectura del hecho mas indiferente, la del capítulo que empezó tal vez con mas disgusto y repugnancia.

Las ideas filosóficas y políticas abundaban en MARIANA cuando acometió la vasta empresa de componer su obra; su audacia luego en traducirlas y aplicarlas, sus instintos de independencia, su afan por formar con ellas el ánimo del príncipe à quien dedicó su libro, todo le hizo dar mayor interés á muchas de sus páginas, escritas manifiestamente con una valentía de que no son comunes los ejemplos.

Para nosotros pues la Historia general de España no es un libro despreciable, es un libro que tiene, como el que mas, su mérito. No merece el nombre de historia filosófica en el sentido que damos hoy á estas palabras; pero es indudablemente, si no el desarrollo, la aplicacion de un sistema bastante general, que el autor se ha encargado de explicar despues mas detenidamente en obras especiales. Confunde MARIANA bastante frecuentemente, por desgracia, con la verdad la fábula, y con la tradicion la historia; mas es preciso antes de censurarle tener tambien en cuenta su época. Hay tradiciones que venian tan acompañadas del favor de los cronistas, que era casi peligroso tocarlas en un tiempo en que los pueblos conservaban íntegra la fe de sus mayores; hay hechos que, á pesar de hacerse repugnantes á la razon, venian confirmados por documentos tan auténticos, que no solo hubiera sido peligroso negarlos, sino históricamente hasta imposible. La falta de MARIANA no está tanto en que haya prohijado fábulas como en que haya rechazado otras sin mas razon que por exigirlo así su simple buen sentido. Debia haberse trazado

de antemano reglas de criterio histórico, y juzgar por ellas de todos los sucesos; no lo hizo, procedió á capricho y ha dejado campo abierto á censuras agrias, pero justas.

Repréndese, además, á MARIANA porque apenas se ocupó sino en referir los hechos de los reyes. Nosotros le reprendemos tambien; pero haciéndonos cargo de que si es cierto que pudo hacer algo mas, no podia tanto como algunos creen. Una Historia general de España no es aun posible ni hoy en que tenemos algunos períodos tocados con singular detenimiento por escritores concienzudos, y disponemos de un sin número de datos, cuya existencia no pudo siquiera sospechar MARIANA. Una historia general como la exige la instruccion de un pueblo no se hace posible sino despues que han sido investigados y publicados los instrumentos históricos de todos los archivos; recogidos los hechos relativos à la vida particular de cada raza, de cada arte, de cada ciencia, de cada institucion social, de cada institucion política; examinado el origen y significacion de cada costumbre; buscada la mas recta interpretacion de cada tradicion y cada fábula; razonados y examinados bajo todos los puntos de vista posibles todos los sucesos. Una historia general no es la obra de uno ó mas hombres; es, como las grandes epopeyas y los grandes monumentos arquitectónicos, la obra de los siglos. ¿Qué materiales habia ni para empezar á construir el edificio en tiempo de MARIANA? ¿De qué podia este echar mano sino de viejas crónicas cuyos hechos no eran mas que los de los reyes y cuyas fechas no podian sino hundirle á cada paso en un abismo de contradicciones? El mismo MARIANA ha dicho que no fué su ánimo escribir historia, sino poner en órden y estilo lo que otros habian recogido; con hacer esto solo ¿no prestó acaso un servicio eminente á los que habian de ser sus sucesores? ¿Quién nos ha dicho, por otra parte, que al resolverse á esta confesion MARIANA no tocase esa misma imposibilidad que ahora tocamos? Creemos que al escribir no se propuso este objeto, que él mismo revela en unos puntos y contradice en otros; pero tenemos una seguridad casi completa de que faltó muy poco para que hiciera cuanto las circunstancias permitian.

Otro cargo se ha dirigido aun á MARIANA, que nos vemos en la precision de atenuar, á pesar de nuestra inclinacion à agravarlos cuando los consideramos justos. MARIANA, se ha dicho, es mas historiógrafo que historiador, es decir, hace mas de su historia una obra literaria que una obra verdaderamente histórica. Se detiene en la pintura de los caractéres, que exagera algunas veces segun costumbre de los poetas, pone en boca de sus principales personajes discursos en que trabaja por dejar ver sus dotes oratorias, sus rasgos de elocuencia. ¿Para qué sirve todo. esto? Es, á no dudarlo, bastante fundado el cargo; mas ¿cómo no se advierte que en su tiempo no habia mas modelos históricos que las obras de los griegos y latinos, y estas participaron siempre mas del carácter de obras literarias que de obras rigorosamente históricas? ¿Algunas no tienen acaso un aspecto marcadamente poético? ¿No son las mas decididamente dramáticas, dejándose descubrir en muchas narraciones y descripciones el deseo que tuvo el autor de producir efecto?

Literariamente considerada la Historia general de España, deja ya menos lugar á la diversidad de pareceres. Su principal defecto de estilo es la falta de unidad; lo bien sostenida que está la gravedad propia de la historia, su principal belleza. No mienta el autor una ciudad antigua sin que, ya en la misma, ya en otra cláusula, indique su situacion y su etimología y hasta se detenga en examinar las opiniones emitidas sobre aquel asunto; no narra un hecho que no lo recargue bien de incidentes, que solo sirven para oscurecerlo, bien de sentencias muchas veces frívolas, que, léjos de encarecer su importancia, la atenúan. Encabalga á menudo de una manera lastimosa hasta los mas discordes pensamientos, introduce en sus mas cortos períodos larguísi

mos paréntesis que no siempre están unidos lógica ni gramaticalmente á la idea dominante. Recorre por medio de conjunciones y relativos todo lo que va despertando en él la asociacion de ideas, llega con frecuencia á hacer perder la memoria de lo que se ha propuesto referir á fuerza de acumular mas o menos interesantes accesorios. Cambia cien veces de sugeto en una cláusula, aun cuando no lo exijan lo rápido de la narracion ni la naturaleza especial del argumento, sucediendo no pocas que deba dudar el mas avisado lector de á quién puede referirse lo que va leyendo.

Produce, como es natural, esta falta de unidad, en ninguna parte menos perdonable que en una obra histórica, cierta confusion, aumentada desgraciadamente por la demasiada libertad sintáxica que se ha tomado el autor, gracias á no haberse hecho debidamente cargo de lo diversa que es la índole de la lengua castellana con respecto á la latina, por mas que de esta y sobre esta se haya aquella derivado y constituido. Emplea los relativos á larga distancia de sus antecedentes, sin tomarse siquiera el trabajo de determinar por medio de artículos la vaguedad que ha de resultar forzosamente de una práctica para nosotros tan inusitada como inaceptable; intercala entre casos regidos y regentes palabras cuya identidad de género con las mas próximas acaba de oscurecer el sentido de todo un pensamiento; violenta de un modo extraño la construccion, ya para imitar un giro de Tácito, ó poner como todo escritor latino el verbo al fin del período, ó cuando menos al fin de alguno de sus miembros. Las lenguas, como todos los instrumentos de que se sirve el hombre para traducir sus conceptos, tienen una flexibilidad determinada; quererlas doblar mas de lo que esta permite es destrozarlas, como hubiera hecho indudablemente MARIANA, si conociéndola á fondo no hubiera procurado con bellezas aun mayores que sus defectos subsanar la falta. Agrégase aun á esto para que llegue la confusion al colmo el uso de voces anticuadas ya en su tiempo, uso que en MARIANA degeneró en abuso, como ha sucedido entre nosotros en escritores como Martinez de la Rosa y el conde de Toreno. ¿De qué puede servir tanto arcaismo? ¿Se ha de condenar acaso al lector á que no empiece la lectura de una obra sin armarse antes de su diccionario? Las voces anticuadas, no solo hacen el estilo oscuro, producen el mismo mal efecto que los anacronismos que observamos, ya en los trajes de los actores, ya en las decoraciones de los

teatros.

Es, por otra parte, el padre JUAN DE MARIANA bastante áspero y duro; en los similes y en las alegorías feliz, pero monótono; en el lenguaje algo incorrecto; demasiado vulgar en algunos pasajes, si bien en otros, y son los mas, majestuoso y noble; brusco en las transiciones; unas veces sobradamente conciso, y otras por demás prolijo. ¿Quién empero mas culto en cambio que él ni mas castizo? Quién mas vigoroso en diseñar el carácter de los que han influido directamente en la marcha de los negocios públicos? Quién mas elocuente al poner en boca de los vencidos palabras, por una parte llenas de sumision, llenas por otra de dignidad y de grandeza? Quién mas afortunado en sostener la gravedad histórica privándose de los recursos de la imaginacion que tanto contribuyen á dar belleza y variedad al estilo? Quién mas diestro en traducir con las menos palabras posibles los mas profundos pensamientos? Quién mas oportuno en la aplicacion de los epitetos cuando los usa solos y con el exclusivo objeto de caracterizar un individuo? Sus arengas son poco variadas y parecen no pocas veces forjadas en un mismo molde; pero son, á no dudarlo, los mas bellos modelos de lenguaje y de estilo que se pueden entresacar de la Historia general de España. Hay en ellas nervio, espíritu, precision, soltura. Los paralelos suelen ser tambien enérgicos y están llenos de concision y brio; la degeneracion de ciertas familias, la condicion de ciertos reyes, pintados con valentía y con destreza.

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