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su gobierno. La prensa de la época lo atacó implacablemente, veía en su desvelo policial el más férreo obstáculo para que las conspiraciones ardidas prosperasen. En la rivalidad La Fuente-Gamarra, se decidió por éste y anuló al Vice-Presidente en abril de 1831. Producida aquella célebre conjura, La Fuente, huído en mala forma, desde el extranero, no cejó en su defensa tanto en memoriales como en pasquines a los que respondía con análoga virulencia el Prefecto, justificando la alevosa deportación que instigara la célebre Mariscala y su grupo adicto.

Eléspuru, fiel a Gamarra, siguió su suerte adversa, la que se derivó del Abrazo de Maquinhuayo y ambos huyeron a Bolivia. En febrero de 1834, se vió sujeto a juicio por mandato de Orbegoso, mas siendo concuñado de éste, le permitió aliviar su deportación, refugiándose en Tacna, en espera de momentos más favorables, los que a poco llegaron, con los revueltas que agitaba Santa Cruz, atizando los antagónicos intereses de Orbegoso y de Gamarra. A raíz de la desgraciada acción de Yanacocha, de agosto de 1835, tras muchas dificultares y peripecias no tuvo otro remedio que huir al extranjero. Por influencia de sus amigos retorna en 1837, radicándose: primero en Lima, mas como eran días de suma inquietud por la expedición chilena, pasó a Trujillo y allí amistose con Orbegoso quien lo repuso en el escalafón militar.

Producida la victoria de Guía, en agosto de 1838, y Gamarra posesionado del gobierno, volvió Eléspuru a figurar a su lado. Poco le duraría esa nueva situación. En la gloriosa batalla de Yungay, luchó con denuedo para afianzar la Restauración Nacional, mas una bala que recibió en el muslo le ocasionó la muerte. Y en el propio campo de batalla, honrando su heroísmo, fué elevado a Gran Mariscal de la República.

En esta útil biografía, como es usual en estas de Mendiburu, no da casi datos personales. Nació en Tacna en 1787, hijo del viscaíno, Juan Bautista de Eléspuru c.c. Juana de la Cruz Montes de Oca. Contrajo matrimonio en Trujillo en noviembre de 1822 con María Francisca Martínez de Pinillo y Cacho, hermana de la esposa del Mariscal Orbegoso. Sobre su vida, en la "Revista Histórica" Carlos A. Romero, publicó un ensayo biográfico, más bien del tipo panegírico. Y Felipe A. Barreda, en su libro "Los Eléspurus" informa sobre su familia de modo amplísimo.

Agustín Gamarra Messia

Sus años iniciales en las postrimerías del Virreinato los narra Mendiburu en su "Diccionario Colonial". En él recuerda sus servicios en los ejércitos de Goyeneche, Pezuela, Ramirez, La Serna y otros jefes españoles, hasta que, en enero de 1821 pudo refugiarse al lado de San

Martín. No es posible seguir el enorme historial de Gamarra, por ser vida densa, apretada de sucedidos, por ello me limitaré tan solo a algunos aspectos de su acción y facetas de su personalidad tan discutida, que aclara Mendiburu, conocedor íntimo de la época.

En muchas páginas pormenoriza la guerra contra la Gran Colombia y lo defiende de los ataques de sus enemigos, los que llegaron a tildarlo de traidor y cobarde, a tales los considera impostores sin ningún respeto por la verdad. Explica la deportación de La Mar, como acto que no le hace honor, pero que tuvo útiles resultados. Da el cuadro que originó la enemistad encarnizada entre él y Santa Cruz de repercusiones tan hondas y graves para la historia del Perú. Afirma, que como gobernante manejó con pureza la hacienda pública, dictando buenas providencias administrativas y organizaciones provechosas, pero señala que al ejército dañó, permitiendo corruptelas en provecho de jefes amigos, los que fueron desmoralizando a la tropa. El panorama de las muchas conspiraciones contra su régimen es muy complejo y pese a esa trama tan adversa, supo mantenerse hasta el fin de su, mandato, el cual se complicó luego con el problema de su sucesión en donde lucha al lado de Bermudez y en contra del Presidente Orbegoso, a quien desconoció.

Después de la derrota que sufren sus huestes en Yanacocha, su rival Santa Cruz lo desplaza, se apodera del país y establece los cimientos de la Confederación. Con detalles valederos y desconocidos, prosigue el estudio del personaje en su compleja y múltiple acción hasta la batalla de Yungay que califica de victoria espléndida. Es el punto de partida de su segundo gobierno que lo examina en su faz política. Señala, como muy principal y gravemente perturbadora la influencia que sobre él ejerció Juan Crisóstomo Torrico. Dilucida los conflictos que surgieron en el sur de la República, unidos a los manejos que tramó Ballivián en Bolivia los que engendraron la guerra, campaña que describe con habilidad de estratega, hasta el desastre de Ingavi producido el 18 de noviembre de 1841, en donde Gamarra perdió la vida luchando bravamente y víctima de su implacable odio a Santa Cruz.

Emana de esta biografía, un favorable juicio moral sobre Gamarra. En observaciones aisladas, se vislumbre respeto por su compleja personalidad. Es significativa una frase, cuando al compararlo con otros militares que se midieron con él en contrastada rivalidad, expresa este rotundo concepto: "Gamarra fue más habil, diestro y astuto que todos". La opinión de Mendiburu, coetaneo suyo viene a sumarse a la tendencia que se perfila en la historiografia moderna de reivindicar su nombre, hostigado y hasta envilecido por las pasiones de la época en que le tocó vivir y la natural enemistad que procede de aquellos a quienes superó por su mayor capacidad humana y destreza política.

Antonio Gutiérrez de la Fuente

Una de las biografías más extensa es la que corresponde a Gutiérrez de La Fuente. Como en reiterados casos no da referencias personales. Apenas dice nació en Tarapacá. Sabemos que era oriundo del asiento minero de Huantajaya, en el departamento de Iquique y que vino al mundo en setiembre de 1796 a comienzos de virreinato del Marqués de Osorno. Tampoco menciona a sus padres: el español Luis Gutiérrez de Otero casado con Manuela La Fuente Loayza y omite a la que fuera su esposa, Mercedes Soubirut. Así mismo, como sus borradores los terminó de redactar en 1855, no menciona los años últimos de esta vida la que sobrepasa en mucho a la citada fecha, pues fallece octogenario, el 14 de marzo de 1878.

Es en verdad valioso el presente boceto por el sin número de hechos que descubre y su explicación histórica. Muestra esa motivación pequeña, la inductora que gravita sin ser vista, pero que enseña sutiles razones que forjaron en el Perú, la etapa más agria y escabrosa, la de nuestro caudillaje militar. El acaecer que narra se le ve rodeado muchas veces, en su propia causalidad en el fontanar de sus circunstancias, que las distingue con nitidez por haber sido reiteradas veces su propio testigo. Desde otro ángulo, trae a cuento los factores individuales, es decir el agente humano, motor principalísimo del drama, en todo aquello que no fue azar, sino intención premeditada, voluntad gestadora, diríamos ingénita en la psicología pasional de sus actores.

Toma la vida de Gutiérrez de La Fuente, desde cuando pasa de Chile al Perú en 1818, ya con el grado de capitán, pero al servicio del rey de España, contando a la sazón veinticuatro años de edad. Dos más tarde hallándose en Lambayeque, cuando se proclamó en esa provincia la Independencia y sorteando los peligros que podría acarrearle, en viaje hacia Lima en lo localidad de Huaura, San Martín le conoce, influencia sobre él y entusiasmado abraza la causa libertadora. Sigue a la capital del Virreinato con encargos que se le confieren y los que cumple satisfactoriamente. En 1822 ya es Sargento Mayor de Caballería y a las órdenes del General Tristán va a la campaña de Ica. A poco es ascendido a Comandante e investido de ese grado viaja a la Argentina en importante comisión que le encomendase San Martín.

De retorno al Perú, se une a Riva-Agüero, quien lo eleva a Coronel y le dió la organización y luego e mando del regimiento de Coraceros. Cuando Bolivar asume el poder se subievó contra éste, plegándose al Libertador. Airado el Mariscal, en su Manifiesto de Londres de 1824, se venga, imputándole graves acusaciones. En 1825, por designación de Bolívar, está de Prefecto de Arequipa y en los años del 825 y 826 lo sirve ahí con lealtad y recompensándolo lo gradúa Ge

neral de División. Mas en 1827, cuando la Constitución Vitalicia se anula y son barridos sus seguidores, no solo aparentemente, olvidó a Bolívar, sino que escribió en su contra. Esto, que puede suponerse como felonia, no es tal, pues en realidad, Gutiérrez de La Fuente no hizo otra cosa que obedecer las recomendaciones que dictó el Libertador a sus tenientes.

Durante el régimen del Mariscal La Mar y producida la contienda con Colombia, ofreció sus servicios en esa campaña. Al frente de importante tropa rumbo hacia el norte, sus embarcaciones, hallándose frente al Callao y bajo pretextos fútiles, las hizo recalar en el puerto y pidió permiso para el desembarco de sus hombres. Ya en Lima y aduciendo torcidas razones, depuso al Vice-Presidente Salazar y Baquijano y se proclamó el 5 de junio de 1829 Jefe Supremo en Lima. En los meses que gobernó en la capital lo hizo con firmeza y supo inspirar temor. El bandolerismo como plaga, cundia aterrorizando a los moradores de Lima. La propiedad y el sociego estaban a la merced de los facinerosos; los robos y los asaltos eran continuos. La Fuente, con denuedo, mandó fusilar a muchos y tras e' duro escarmiento la tranquilidad regresa y se afirma.

La relación de Mendiburu, se hace en extremo útil, al pormenorizar los entretelones que mediaron en el célebre binomio La Fuente-Gamarra. Aparecen las intrigas de Santa Cruz, su unión con los liberales y enemigos de Gamarra, su protección al francés Chapuis y al poeta español José Joaquín de Mora, los que atizaban celos y pasiones en las banderías contrapuestas; los manejos maquiavélicos del boliviano Olañeta, sembrador de discordias y desuniones entre los peruanos; la desleal intervención de los extranjeros, en momentos en que la ciudadanía no era clara y definida; la aparición de Vidal portador de cartas secretas y su arresto y otros apuntes que hacen ver, cómo crecía la desconfianza entre La Fuente y Gamarra y en ese ambiente, la esposa del Presidente la célebre Mariscala, determinó deponerlo, de consumo y muy de acuerdo con el inquieto círculo que la rodeaba, conjura que llevó a término el Prefecto Eléspuru, el 16 de abril de 1831. La Fuente pudo fugar pero con gran peligro de su vida y seguro ya en Valparaiso, escribió airado folleto vindicatorio de su conducta.

Su posterior participación en la agitada vida del Perú en las décadas IV y V, nos las señala Mendiburu con dettalles reveladores. Su retorno en 1834; su concurso en la campaña de Huaylachuco. Es acusado de conspirador, lo encierran en la fortaleza del Callao y de nuevo lo deportan. Orbegoso en su afán de dañarlo escribió insólitas calumnias en su contra, que Mendiburu apunta y califica de "tejido ordinario de malicias y de chismes". En diciembre de 1834 de nuevo aparece en el Callao, en desgraciado viaje por coyunturas adversas, es en

carcelado, breve tiempo sufrió gayola, pues lo deportan. Viviendo en Chile en 1836 se establece la Confederación; se une a los emigrados para luchar en su contra y figura con Blanco Escalada en la expedición que encabezan. Después en la segunda expedición producida la victoria de Yungay, colabora de nuevo con Gamarra, es su Ministro de Guerra. Por ambiciones se enemista con el Presidente, tuvo el error de rivalizar y enfrentársele en los comicios próximos.

Es imposible en esta somera presentación, señalar la riqueza de datos que la biografía aporta. Entre muchos subrayo la ecusación que formuló el Cónsul británico Wilson en su contra, verdadero amasijo de mentiras y de embustes, fabricados a favor y en servicio de la causa de Santa Cruz. Explica esa fábula Mendiburu, al anotar razgos del carácter de La Fuente. Manifiesta que era el suyo, ligero e indiscreto, fácil en arrogancias verbales, sin el menor sentido de prudencia.

Por último apuntamos, que producida la tragedia de Ingavi y el desgobierno de la Anarquía que le sucedió, tuvo Gutiérrez de La Fuente gravísima participación y los relatos de esta biografía son de calidad tal, que será improbable no tenerla muy en cuenta, en las rectificaciones que toda historia padece con el acarreo de nuevos materiales.

La fisonomía moral de este travieso personaje de nuestro caudillismo, no ha sido estudiada con la proligidad que merece. Es interesante como representativo de la ambición sin templanza, desembozada, carente de disfraz. Por su espíritu aventurero, sinuosa conducta, fugaz, indiscreta, de verbo imaginativo y arrogante, bien puede ser tomado como protagonista vistoso y fácil de vestirlo con agrado, para una historia novelada de la época, tan circuíto de azar, arrojo, intrigas, conjuras, ajetreos políticos, conspiraciones y asonadas militares.

José La Mar y Cortazar

Bien ordenado es el relato de la vida del Mariscal La Mar. Nació en Cuenca el 12 de mayo de 1776, bajo el virreinato de Manuel de Guirior. Fueron sus padres ambos de esclarecidas familias: Marcos La Mar c.c. Josefa Cortazar. Su tío Isidro Cortazar. Oidor de la Audiencia de Bogotá y luego Regente de la de Quito hizo que pasase joven a España; ingresó al ejército y tocole actuar en las guerras napoleónicas, herido y prisionero fue conducido a Francia, huyó por extraviados caminos, cruzando Suiza hasta Nápoles y en Cadiz lo tenemos en 1814. Recomendado a Fernando VII, éste lo designa al Perú con el cargo de sub-inspector del Virreinato. Pezuela lo elevó al rango de Mariscal de Campo y con ese título figura desde entonces como Gobernador de la Fortaleza del Real Felipe. En setiembre de 1821, se hizo partidario de la Independencia y entregó el Castillo; luego se dirigió a Guayaquil.

Ofrece Mendiburu datos e informaciones en extremo útiles. Entre muchos, la relación de La Mar con Manuel Lorenzo Vidaurre, el dis

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