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cuentros con fuerzas del Ejército Realista: Bermúdez se halló en algunos de ellos.

A principios de 1822 ascendió a capitán. Marchó a Ica con su batallón, a órdenes del general Tristán, y se encontró en la desgraciada acción de la Macacona, el 7 de abril; bastante se dijo entonces que él había llenado su deber. Concurrió con sus esfuerzos a la reorganización del batallón No 1 y, en marzo de 1823, se le dio a mandar la compañía de Cazadores. Bermúdez, como casi todos los oficiales del Ejército del Perú, concurrió al movimiento que se hizo en febrero, para sustituir a la Junta Gubernativa con la presidencia de Riva Agüero.

En abril obtuvo el grado de sargento mayor y el día 25 de mayo se embarcó para el Sud en la corbeta armada Santa Rosa con su compañía, única fuerza que en su buque llevó el general Gamarra, Jefe del Estado Mayor General del Ejército que expedicionó a las órdenes del general Santa Cruz.

Tocó al batallón No 1, que mandaba el coronel Eléspuru, pasar a Tacna y marchar a Oruro en junio de 1823, con la división que condujo al Alto Perú al general Gamarra. Hizo Bermúdez la campaña por esta dirección, avanzando hasta cerca de Potosí en la persecución que se hizo al general español Olañeta con esa parte del ejército peruano. Reunióse este en Caracollo, en setiembre, y no habiéndose resuelto el General en Jefe, Santa Cruz, a combatir cerca de Oruro con el ejército español que tenía delante, al mando del virrey La Serna, emprendió una retirada sobre la Costa, que fue desastrosa para sus tropas. En ella se condujo Bermúdez dignamente y fue uno de los capitanes que más se esmeraron en conservar sus soldados.

Los restos de la infantería del ejército de Santa Cruz se embarcaron en Ilo en la fragata Monteagudo. Este buque debía, según órdenes del general en Jefe, conducirlos a Arica; mas, en la navegación, muchos oficiales entre ellos, Bermúdez-, capitaneados por el teniente coronel Navajas, quisieron cambiar de dirección y encaminarse a Lima, como lo verificaron, haciendo violencia a sus jefes y desobedeciendo a Santa Cruz. Los 800 hombres que llevaba la Monteagudo vinieron a reforzar a Bolívar y Tagle, que se hallaban en Lima tratando de destruir a Riva Agüero, que aún se titulaba Presidente en Trujillo y tenía como tres mil hombres. El ejército de Santa Cruz se consideraba, con razón, perteneciente al partido de Riva Agüero y era de esperarse que sus reliquias, que componían bases muy importantes, pasasen al Norte y no a disposición de Bolívar. Santa Cruz, aún no se sabía si reconocería a Tagle; tampoco había probabilidad de que lo hiciese la fuerza naval, que mandaba el vice-almirante Guisse.

De provecho fue, pues, para Bolivar y Tagle el suceso de la Mon

teagudo, de que resultó el destierro de los jefes principales que había a bordo: Eléspuru, Armaza (Jefes del batalión No 1), Alegre, Garzón, etc. En cuanto a Bermúdez, como de toda aquella infantería se formase un batallón y Bolívar hiciese dar el mando de él al coronel Otero, que le era adicto, éste, que tenía viejas relaciones con Bermúdez, haciendo valer el mérito contraído en lo de la Monteagudo, le alcanzó, en 4 de enero de 1824, el empleo de mayor efectivo, único ascenso que ocurrió por entonces. No poco influyó la colocación de Bermúdez en que se diese al batallón el titulo de Número 1.

El mayor Bermúdez hizo en este cuerpo la gloriosa campaña de 1824, que dirigió Bolívar. No combatió en Junín porque la infantería, como es sabido, no tomó parte en esa batalla.

Ascendió a teniente coronel efectivo, 2o jefe de su batallón, el 24 de octubre del mismo año. Tenemos que hacer con respecto a la acción de Matará (a la cual los que escribieron sobre la carrera del general Bermúdez, dicen que asistió) una observación, que será útil con respecto a muchos señores de los que concurrieron a la campaña de 1824. La división del ejército español que mandaba el general Valdez alcanzó en aquel punto, el 3 de diciembre, la retaguardia del Ejército Libertador, en que se hallaba la división colombiana del mando del general Lara. En el choque que se trabó, y que ofreció alguna ventaja para los realistas, no se encontraron más que cuerpos de Colombia; y, sin embargo, dicha acción de Matará figura en las fojas de servicio de cuantos estaban en el Ejército Unido, como la de Saraguro, que se ha hecho común, indebidamente, a todos los que hicieron con el general La Mar la campaña del Portete de Tarqui, en 1829.

El coronel Otero fue separado eventualmente del batallón No 1. El teniente coronel Bermúdez quedó al frente de él y, mandándolo, asistió a la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Creemos poco justo que el general Sucre, que recomendó en el parte de dicha jornada a los jefes de los cuerpos peruanos Plaza, Gonzáles y Benavides, silenciase el nombre de Bermúdez, que para nada trajo a consideración. Aún con respecto al batallón No 1, dicho parte se expresa así" "Los Cazadores del No 1 se singularizaron en la pelea, mientras el cuerpo estaba en reserva". Por el mes de marzo de 1825 publicó la Gaceta Oficial de Lima una relación de jefes y oficiales del ejército del Perú que se distinguieron en Ayacucho. Está firmada por La Mar, en el Cuzco, a 20 de enero de 1825, y remitida por Gamarra al ministro de Guerra en 22 del mismo. En esta relación no está el comandante Bermúdez; y, si en

D Nacido en la Peninsula Ibérica don Francisco de Paula Otero, patriota antiguo, tenía su residencia en Tarma, ciudad de la que era originario Bermúdez.

tramos aquí en estas explicaciones, acaso innecesarias, no es por disminuir el merecimiento de este jefe, sino porque él, apoyado en un círculo de militares que supo formarse, se atribuía mucha gloria en Ayacucho. Hubo tiempo en que se le consideró una misma cosa con la batalla y el representante de los vencedores en el plan de formar un coro predestinado, excluyendo y mirando en menos a los que no asistieron al campo de Ayacucho, dividiendo los ánimos y promoviendo en el Ejército partidos que llegaron a conmover la moral. No nos extenderemos más sobre esto, por no pasar a detalles de hechos personales.

En la ciudad de La Paz, a 9 de setiembre de 1825, decretó Bolívar que los batallones Legión Peruana y Número 1 se reuniesen y formasen un regimiento bajo la denominación de Ayacucho. El reglamento que dió en 22 de febrero de dicho año había mandado crear regimientos en lugar de batallones sueltos. Como el coronel Plaza, de la Legión Peruana, ascendiese a general, tocó a Bermúdez el mando de ese cuerpo y, consiguientemente, ascendió a coronel efectivo. El Regimiento N° 1 tuvo, también, el dictado de glorioso, que le dió el decreto de 27 de diciembre de 1824, en que Bolívar declaró beneméritos en grado eminente a los vencedores y les concedió una medalla con la inscripción "Ayacucho", así como otras gracias y recompensas.

Al coronel Bermúdez se abonó la parte señalada por Bolivar a los tenientes coroneles del millón de pesos destinado por el Congreso para gratificar a los vencedores, en decreto de 12 de febrero de 1825. Pasó con su cuerpo en este año al Alto Perú, de donde contramarchó y vino al departamento de Ayacucho, a ocuparse de las operaciones contra los indios sublevados de Iquicha. Allí trabajó Bermúdez por algunos meses, obteniendo frecuentes ventajas contra los rebeldes, bien que en esa época no pudo completarse la pacificación .

En 3 de julio de 1826 resolvió Bolívar hubiese una Guardia Peruana, que encomendó al general Cerdeña. El regimiento Ayacucho, mandado por el coronel Bermúdez, fue destinado a aquella. En 10 de febrero de 1827 se resolvió por el gobierno que la Guardia se denominase 1. División y la mandase el general Aparicio. Señalósele, también, uniforme especial.

Cuando, en 13 de agosto de 1826, dijo Bolívar que iba a regresar a Colombia y las corporaciones de Lima le dirigieron los más sentidos y enérgicos ruegos para que permaneciera en el Perú, los jefes militares le pasaron una petición al intento, que firmó Bermúdez expresando hacerlo "a nombre del Regimiento Ayacucho". Notáronse mucho las frases siguientes en aquel documento: "El Perú se convertirá en un caos si falta la presencia de V. E., que vale más que numerosos ejércitos...

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¿Qué importan las jornadas de Junín y Ayacucho, si V. E. nos abandona y quedamos en un abismo de males?".

La biografia del general Bermúdez publicada en 1852 dice que “en 1o de junio de 1826, se le llamó a servir la Mayoría de Plaza de Lima, que renunció por no querer separarse del cuerpo que mandaba, creado por él a costa de mil desvelos y constantes trabajos".

A fines de 1826, el Gobierno exoneró al coronel Bermúdez del mando del regimiento Ayacucho, pasándole al Estado Mayor General Nacional, en clase de Ayudante General. En el bosquejo biográfico de 1832 se afirma que ello fue "por haber excitado celos y desconfianza a Bolívar, por el ascendiente que había adquirido en el ejército por sus servicios, moderación y principios"; y se agrega que "en ese destino cooperó en Lima a la regeneración social de 26 de enero de 1827". en que las mismas tropas colombianas se rebelaron contra Bolívar y el Consejo de Estado declaró la insubsistencia de la Constitución, que entonces se dijo haber sido impuesta a Perú, por coacción y violencia.

Después de este suceso el coronel Bermúdez fue nombrado Jefe del Estado Mayor de la división de la Guardia; y, convocado el Congreso General Constituyente, fue electo diputado por la provincia de su nacimiento, en el departamento de Junín. Bermúdez se adhirió a los votos del partido liberal encabezado por Luna Pizarro en ese Congreso y dió su sufragio en favor del general La Mar, para la Presidencia de la República, que se le confirió desatendiendo a Santa Cruz, que la pretendió y, por algún tiempo, pudo contar con el apoyo de Bermúdez.

Encendida la guerra por aquel indiscreto partido, profuso en cometer faltas de politica, Bermúdez fomentó en el Congreso las animosidades contra el partido de Bolívar; y, apenas se trató de colocar fuerzas en la frontera de Piura, se le envió de Jefe del Estado Mayor General. Abrióse la campaña de Colombia a fines de 1828, en la cual prestó importantes servicios; pero, a pesar de esto, en muchas ocasiones se advirtió que el Estado Maycı no hacía el servicio que correspondía. Mal organizado, sin el número competente de jefes y careciendo de suficiencia algunos de los pocos que componían ese cuerpo, muchas veces objetos muy preferentes y delicados fueron desatendidos por descuido.

La pérdida del parque, de un convoy de vestuarios y aún el desastre ocurrido a la 3o división en Saraguro, somos de opinión que pudieron evitarse, en todo o en gran parte, si un Estado Mayor previsor, inteligente y vigoroso para la ejecución de las medidas 1o, hubiera dirigi

10 El teniente coronel Juan Agustín Lira, segundo del coronel Bermúdez en el Estado Mayor General, expresaba: "El primer dia de oficina el ex-jeneral D. Pedro

do con más acierto el movimiento de planes que emprendió el ejército, el 7 de Febrero de 1829 11, operación que requería gran habilidad y precauciones para que no resultase embarazada y confundida. El jefe del Estado Mayor General no debió marchar con el Presidente a la cabeza del movimiento, sino quedar en Saraguro para entender en su mecanismo y allanar las vicisitudes que lo interrumpieron.

En las disposiciones desacertadas que precedieron a la batalla del Portete, no hubo culpabilidad alguna en el coronel Bermúdez y fuera injusto atribuírsela, cuando nos consta que sólo le tocó obedecer los acuerdos. El día de la batalla, 27 de febrero, se vio a Bermúdez recorrer las tropas de la división del general Plaza que sostuvo el combate; y en el peligro ostentó serenidad y valor, salvando por fortuna cuando fue muerto de un balazo el caballo que montaba.

Tampoco hay que decir contra Bermúdez en lo tocante al Tratado de Girón, en que no intervino. En esos momentos él estuvo consagrado a reorganizar los cuerpos y a tomar muchas medidas conducentes a la salvación del ejército.

Restituído este a Piura, continuó en el desempeño del Estado Mayor General el General en Jefe Gamarra, cuyas relaciones con Bermúdez habían perdido mucho; le creía enemigo suyo y atribuía su reserva y mesura a connivencia secreta con el presidente La Mar. Gamarra habría deseado que Bermúdez le adulara y le prestase ayuda para derrocar al Gobierno; y lo que era, en Bermúdez, circunspección y honradez o llámese precaución, para no envolverse en las disensiones de entonces, lo observaba Gamarra con ojos de malicia y con desagrado. Reservóse de él y, como su círculo le fomentase las sospechas atribuyendo a Bermúdez diversas ocurrencias en que no tenía parte o que de suyo eran inocentes, llegó a cobrar contra él un encono que apenas podía ya disimular.

Hay, entre tanto, un incidente curioso que no está al alcance común, como se prueba en el hecho mismo de no haberse escrito nunca.

Bermúdez, jefe de E.M.J. acordó conmigo el despacho y al tercero, no supo más de él hasta el momento de la firma, y a las veces ni el contenido de las notas, contentándose con que le indicase la substancia. Se encontró mi nuevo zángano con quien

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cuando él pasaba las horas y días en la cama, en la hamaca, con el diccionario francés principiando a aprender el idioma o recordándolo si alguna vez lo supo... y así sigue una relación de cargos por la falta de actividad de Bermúdez como jefe del Estado Mayor General. (Exposición que hace el ciudadano Juan Agustín Lira de su conducta pública desde el año 1815 hasta fin de setiembre de 1834, Lima, 1834 (?), pág. 108 y ss.).

11

"Las operaciones activas se abrieron a partir del 7 de febrero, en que Raulet emprendió la marcha sobre Cuenca" (Carlos Dellepiane, Historia Militar del Perú, Tomo I, Lima, 1942, pág. 313).

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