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debida hondura en la documentación variada y sagaz que utiliza Denegri, como probanza de lo que enmienda o aclara.

Incluímos como anexos, los documentos hallados entre los manuscritos y que iba a utilizarlo Mendiburu para redactar su proyecto en torno al Mariscal José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete. Son de incuestionable interés, contribuirán al esclarecimiento de personaje tan sugestivo y maltratado. Entre las catorce piezas existentes, se hallan los resúmenes que formuló el mismo autor junto a dictámenes legales, decretos de la época, documentos administrativos desglosados de autos, actas secretas del Congreso, órdenes particulares y cartas privadas. Entre ellas es valiosa, la escrita por el mismo Riva-Agüero a su amigo Mendiburu, relatándole pasajes de su vida juvenil, la discurrida en Europa, antes de llegar al Perú y tornarse en figura básica del dramático y apasionante período de la Independencia.

Antes de realizar un somero análisis en torno a estas biografías republicanas, deseo rememorar, como homenaje a la gran figura del historiador Don Manuel de Mendiburu, un perfil de su vida política, de notable y honrada trayectoria en las primeras décadas del Perú republicano, señalando además, aunque muy de pasada, el servicio en verdad magnífico, que prestó al conocimiento del Virreinato, al través de los dos mil setecientos cincuenta artículos individualizados que constituyen el caudaloso aporte de su obra fundamental: "El Diccionario Histórico Biográfico del Perú, parte Primera que corresponde a la época de la Dominación Española"; obra en ocho volúmenes que se editó entre los años de 1876 a 1890, los cuatro primeros viviendo el autor y los restantes después de su muerte, bajo la dirección de su hijo Manuel y con el concurso de Ricardo Palma y de José Antonio de Lavalle.

ESBOZO BIOGRAFICO

El presente esbozo lo escribimos utilizando la rica información lograda por José de la Riva-Agüero y Osma. La dió, como antecedentes personales a la crítica de la labor histórica del célebre General y que publicó en 1910 en su notable tesis "La Historia en el Perú". A lo que allí descubre con quieto y elegante reposo, agregamos noticias familiares muy someras en él, nuevos datos y rectificaciones a algunos de sus juicios, cargados de tajante rigidez, a tono sin duda con la briosa juventud cuando fueron concebidos. Son extremosos, tanto cuando alaba, como duros e injustos por exageración- al señalar deficiencias en las características intelectuales de su obra. Ciertas en el fondo pero abultadas en demasía, tal vez para equilibrar muchos elogios que

prodiga con arrebatado y sincero entusiasmo frente al hombre y a su

acción.

Nació Don Manuel de Mendiburu en Lima, en la postrimería de la Colonia, durante el gobierno del Virrey Avilés, el 20 de octubre de 1805. Era hijo de Manuel de Mendiburu Orellana, Asesor del Tribunal del Consulado de Lima, Oidor honorario de la Real Audiencia del Cuzco desde 1812 y luego electo para la de Chile en 1817, cargo que no desempeñó, a causa de los levantamientos revolucionarios en esa Capitanía. Fue su madre, Doña Gertrudis Bonet y Pelaez del Junco, hija de Joaquín Bonet y Martinez de Abascal, Contador Mayor del Tribunal de Cuentas, Caballero de la Orden de Carlos III y de familia oriunda de Aragón. Su abuelo Don Miguel de Mendiburu, fue un acomodado comerciante Guipuzcuano que se avecindó en Lima, en la primera mitad del siglo XVIII.

La vocación militar de Mendiburu, parece que la sintió desde la infancia y es de suponerse naciera del ejemplo de dos de sus tios. El hermano de su padre: Juan Manuel de Mendiburu Medrano, siguió la carrera de las armas, pasó a España en 1803, combatió a los franceses en diferentes campañas y defensas de plazas. En 1815, es designado Gobernador de Guayaquil. Hizo el viaje en la fragata "Consecuencia" la que fue apresada al frente del Callao, por la escuadrilla de Buenos Aires que al mando del Comodoro Brown, bloqueaba el litoral. Fue su penúltimo Gobernador español, de 1816 a 1820, sucediendo al Brigadier Juan Vasco y Pascual. La otra influencia procedió, de su tía carnal paterna: Andrea de Mendiburu. Casó con el militar vizcaíno, Francisco Javier de Mendizábal, Intendente de las minas de Huancavelica, Coronel de los ejércitos del Alto Perú a las órdenes de Pezuela, y en esas batallas asistió a los campos de Vilcapugio y de Viluma. En 1819, es nominado Brigadier y luego, hállase en la plaza del Callao y a poco retorna a la Península, ganando el grado de Mariscal de Campo y la Gran Cruz de San Hermenejildo. Culminó su carrera como Capitán General del Reino de Galicia. Sus diarios históricos, celebrados por su exactitud e imparcialidad, sirvieron después, a diversos escrtiores que trataron de los sucesos del Perú. Las vidas de ambos tíos, fueron ejemplo y evidente estímulo, de la vocación militar de nuestro biografiado.

Estudió de joven primero, en el Colegio Seminario Conciliar de Santo Toribio, de 1815 a 1818 y de ahí pasó al de San Fernando, y en éste bajo la dirección de Francisco Javier de Luna Pizarro. Finalizados sus estudios, trabajó de auxiliar en la Contaduría del Tribunal del Consulado, empleo que abandonó, sin duda entusiasmado por el partido de la Patria y de San Martín y en sus filas lo tenemos desde 1821, como Alferez de Caballería en el Ministerio de Guerra. Ya en calidad de Teniente y agregado al Estado Mayor, hizo la primera campaña de In

termedios, luchando en las acciones de Torata y de Moquegua. Con el grado de Capitán figura en la segunda expedición a Intermedios en 1823, adjunto al Estado Mayor del General Andrés de Santa Cruz y se distinguió en la batalla de Zepita, (agosto de 1823).

De vuelta a Lima, el Presidente Torre-Tagle, le dio el mando de una compañía, en el escuadrón de su escolta. Perdidos el Real Felipe en febrero de 1824 y ocupada la capital por las tropas realistas y sometidas a ellas Torre-Tagle, su escolta, que se alejaba hacia Chancay para reunirse con el ejército patriota del norte, cambió de opinión y de regreso a Lima se entregó a los españoles. Mendiburu, oficial subalterno, no aprobó la conducta de sus jefes, los que marcharon rumbo a Jauja a unirse a Canterac. El, permaneció en la capital enfermo y luego salió de viaje a Arequipa, en donde estuvo al lado del Intendente Lavalle. A poco, en vez de haber seguido en la lucha junto a Bolívar, cometió el error, de organizar un viaje de paseo por el Brasil y España. En la Península, no traspasó de Gibraltar y de Cadiz y no quiso ir a visitar a su tío el Brigadier Mendizábal, quien lo incitó a incorporarse en el ejército español.

De retorno de Europa por la vía de Buenos Aires, se detuvo en Santiago de Chile y en esa capital, en 1826, contando tan solo veintiún años de edad contrajo su primer matrimonio con Margarita Rey y Riesco, hija de José Marcos Rey Silveira, casado con María del Carmen Riesco Puente. Su primera mujer perteneció a la misma familia que décadas más tarde daría un Presidente a Chile: Don Germán Riesco. En 1827, Mendiburu, con un hijo ya nacido: Eduardo, retornó al Perú, en momentos en que había desaparecido el poder de Bolívar y la constitución Vitalicia y regía Santa Cruz, encargado del mando por el Cabildo y los vecinos de Lima. Fué acogido con simpatía por éste y lo empleó en su secretaría privada.

Nuevamente se incorpora a la carrera militar, haciendo olvido de los servicios que prestó antes de su viaje, como en descargo de los sucesos de 1824, que podían señalarlo sospechoso por su inoportuna ida a Europa. Su laboriosidad e instrucción excepcionales, dieron pie a que ascendiese con rapidez, en época además fácil a progresos bruscos, y así en 1829 lo hallamos de Capitán ayudante del General en Jefe, Agustin Gamarra en la batalla del Portete de Tarqui. Continúa en filas en cargos de responsabilidad y en 1835, Salaverry lo elevó a Coronel, como premio a su adhesión comprobada. Y mandando el regimiento de Coraceros, dirigió la marcha de la caballería salaverrina por los arenales de la costa desde Ica y luego figura de jefe de la vanguardia, al comienzo de las operaciones sobre Arequipa, prefecto de esa ciudad por una semana y comandante de la quinta división en los célebres comba

tes del puente de Uchumayo y de Socabaya del 3 al 7 de febrero de 1836.

Estas infortunadas campañas, en las que le cupo notable participación, indujeron a émulos y a enemigos en años posteriores el achacarle culpabilidad que no tuvo y hasta traidoras e infamantes convivencias con Santa Cruz. Procedieron en su origen, de articulistas anónimos que a raíz de los desgraciados sucesos, buscaban víctima a quien atribuír torpezas y desaciertos y estos despropósitos inculpadores, fueron recogidos años después, por plumas nacionales y extranjeras, con malévola intención de dañarle en su fama. Mendiburu refutó los asertos en breve folleto editado en 1860 y con amplios pormenores los dilucida en sus "Memorias", cuyos originales leyó Riva-Agüero, de donde extrae y resume aquella defensa, que en opinión del crítico es inobjetable. Igualmente considera malévolas y falsas las imputaciones de Manuel Bilbao en su: "Historia de Salaverry" en donde el escritor chileno no desperdicia ocasión para difamarlo y hasta cita cartas apócrifas, con desvergonzadas alteraciones, las que ocasionando ruidoso escándalo, fueron rebatidas y puestas en claro, tanto, que el mismo Bilbao no se atrevió a conservarlas en la segunda edición del libro, la realizada en Buenos Aires en 1867.

Evidente prueba de la lealtad, puesta en duda por sus enemigos, que sintió Mendiburu a su amigo Salaverry, es el hecho de la conducta que observara durante la Confederación. Conspiró sin descanso en los dos años de ese gobierno. Rechazó indignado la propuesta de servir al Protector que le hizo el Ministro Galdeano. Sufrió prisiones en los calabozos del Callao y fué desterrado a Guayaquil, de donde pasó a Chile a unirse con los otros emigrados y volver con la expedición Restauradora de Gamarra y de Bulnes. Estos hechos muestran su patente honradez política y el absurdo de atribuirle cargos de traición. Riva-Agüero dedica párrafos extensísimos a anular esa difamación y expresa que lo hace: "por la maldita vitalidad de ciertas mentiras, de continuo refutadas y de continuo renacientes". Y agrega: "que al estudiar la noble personalidad del General Mendiburu, cree deber inexcusable lavar la mancha con que la detracción, que ha salpicado su fango sobre todos nuestros politicos, procuró infamar ia memoria de este hombre honrado, caballeresco y por tantos conceptos benemérito".

Durante la Restauración, el General Gamarra lo nombró Oficial Mayor en el Ministerio de Guerra y por ausencia del titular que lo :ra Ramón Castilla- se encargó varias veces de la cartera. Fue pleniJotenciario del Perú, para ajustar las paces con Bolivia y firmó un ventajoso tratado preliminar en el Cuzco, con Gutiérrez, el representante le esa República. Adquirimos toda la orilla izquierda del Desaguadero, el pago de los gastos de guerra y el establecimiento de una adua

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na común en Arica. Luego, pasó como Prefecto a Tacna, departamento recién creado al que se unían las provincias de Moquegua y de TaraDacá. Lució en ese cargo sus habilidades de administrador y funcionario progresista mas la revolución de Vivanco de 1841 lo envolvió, per'urbándose las útiles tareas en que andaba empeñado. Lo desposeyeron de la prefectura a los pocos días, pero un movimiento popular lo renuso y renació la tranquilidad al llegar las noticias del combate de Cuevillas del 6 de abril, a consecuencia del cual, Vivanco huyó con dirección a Moquegua y amenazado por Gamarra desde Arica, tuvo que refugiarse en Bolivia con los restos de hombres y cabecillas de la llamada revolución "Regeneradora".

A poco se presentaría la infausta intervención en Bolivia, en contra de los planes de Santa Cruz enemigo jurado de Gamarra. Este, nombró a Mendiburu su secretario general y en esta condición lo acompañó en toda la campaña, la que finalizó en el desgraciado encuentro de Ingavi, del 17 de noviembre de 1841. La muerte de Gamarra, la prematura retirada de San Román, quien en su fuga cortó el puente sobre el Desaguadero, lo que impidió el camino de Puno, cerrando para el grueso del ejército peruano la salida por esa provincia, dieron como resultado, la derrota más completa de nuestras tropas. Mendiburu, con otros muchos militares, pudo salvarse por el camino de Oruro con grandes riesgos, por la indisciplina de la tropa entregada al saqueo.

Vuelto a Lima, pidió refuerzos para atacar a los bolivianos mas no los pudo conseguir. Retornó a Moquegua y desde allí levantó montoneras, recuperando el valle de Sama e inquietó sin descanso al enemigo. El valor y el empeño de salvar al Perú, en esos momentos de anarquía militar y de ignominioso desconcierto, son en Mendiburu notables. Se reencargó de nuevo de la Prefectura de Tacna, y unido con Nieto, pudo formar un ejército de mil hombres que defendió el territorio de Moquegua, hasta la paz firmada por mediación de Chile, el 7 de julio de 1842. Siguió a ésta, el vergonzoso periodo de la Anarquía militar y desgraciadamente tuvo el error, de aceptar los ministerios de Guerra y de Hacienda que le ofreció Torrico, los que duraron poco, pues la batalla de Agua Santa, anuló a este efímero régimen.

En los seis meses de gobierno del General Vidal, vivió apartado de la política y se dedicó a la agricultura. De tal retiro vino a sacarlo una orden de destierro para Chile, que dictó Vivanco en su contra. El Supremo Director comenzó a expatriar a cuantos imaginaba contrarios a su nuevo sistema. Los de Chile organizaron la revolución para derrocarlo y en ella intervino Mendiburu. Desembarcaron en Arica, pasaron a Tacna, Castilla se sublevó en Tarapacá y nuestro biografiado se dirigió a Chile como agente de la junta subversiva; mientras tanto, el alzamiento progresaba. Vencedores en Pachia y en San Antonio y

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