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numentos históricos; y que difundiendo su espíritu por las clases ínfimas del pueblo hicieron que este, enlazando las nuevas fábulas á las tradicio→ nes de los héroes indígenos, adornase á Bernardo del Carpio y otros caudillos semihistóricos, semifabulosos, con cuantas virtudes y hazañas cons→ tituian el heroismo de aquellos tiempos.

Fácil le será á cada uno deducir de los hechos hasta aquí sentados, de las reflecciones á que dan estos márgen, y de las consecuencias que de los mismos se desprenden, á saber; que el romance debió ser la forma primitiva de la naciente poesía castellana: que los caballerescos y parte de los históricos, aunque en el fondo pertenecen á una escuela imitadora, son en cuanto á su forma y tono verdaderas epopeyas españolas ; y en fin que tanto estos como los de amor y moriscos nos marcan los diversos grados de cultura por los cuales ha pasado la sociedad española antes de llegar al estado de civilizacion en que la vemos; fácil, repetimos, le será á cada uno deducir la utilidad que pueden reportar todas las clases del estudio de esas composiciones, ya se consideren como un minero que contiene lo mas precioso, lo mas antiguo y sagrado de la poesía nacional; ya se miren, tal como están ordenados en la presente coleccion, como una crónica en verso de los hechos mas brillantes y que mas nobles sentimientos pueden dispertar en nosotros, á la cual cada generacion ha legado sus ideas, su carácter, sus adelantos y cada siglo ha añadido un canto, y que, como los griegos los poemas de Homero, deberíamos saber todos de memoria.

No se nos oculta que á muchos, intolerantes y esclusivistas por sistema, para quienes solo merece desprecio todo lo que no es de su escuela, les parecerá ridículo y ecsagerado cuanto hemos dicho acerca el romance, ó cuando menos atribuirán con desdeñosa sonrisa á un entusiasmo mal dirigido los elogios que hemos dado á estas sencillas composiciones, dignas unicamente para ellos de ocupar la atencion del vulgo; mas nosotros que por lo mismo que no aspiramos á enseñar ni que á los demas nos crean bajo nuestra palabra, reclamamos la libertad de pensar que concedemos á los demas, les diremos que juzgamos por nuestro corazon en lo que no está sugeto á reglas ecsactas; que, naturalmente desconfiados, rectificamos nuestras opiniones por lo que han dicho los hombres de saber que se han ocupado del punto acerca del cual deseamos formar nuestro sistema; y que ellos se tienen la culpa si, esclavos de sus preocupaciones, y privándose de la libertad de creer y escoger en lo que está sugeto á duda, fuerzan en cierta manera á su corazon á que sienta conforme al sistema bajo cuya bandera militan.

Sabemos que los romances mas antiguos están muy distantes de poder ser propuestos por modelos; que su versificacion no es en algunos trozos ni fácil, ni sonora ; que están escritos muchos de ellos en un estilo áspero é inconecso; pero tambien sabemos que, á pesar

cos decendientes del Amadis de Gaula, fundados unicamente en que casi todos trasladan la escena fuera de España y celebran hazañas de héroes estrangeros; esto empero solo sirve á nuestro entender para apoyar lo que dijimos de que pertenecen todos ellos á una escuela imitadora, y para probar que salvas, algunas escepciones, algunos ligeros toques, resultado de la diferencia de carácter que ecsistia entre la época en que fueron escritos estos y el siglo en que lo fueron los otros, la copia es enteramente igual al original o modelo.

de estos defectos, respiran á veces cierta naturalidad y sencillez, cierla interesante ternura, y hasta cierta especie de candor homérico, que los hacen interesantes y apreciables hasta como monumentos del arte. Šin embargo estamos muy distantes de creer que su lectura pudiese por sí sola hacer cambiar de opinion á los pocos que desprecian el romance por lo que es, y le niegan la importancia que se le ha atribuido. A estos y á los que no quieran someterse al fastidio consiguiente á la lectura de aquellos romances donde solo como relámpagos fugaces se vislumbra de vez en cuando algun rayo de inspiracion, les aconsejamos que estudien los del Cid y los moriscos, compuestos la mayor parte de ellos en el siglo XVII donde vertieron nuestros buenos poetas raudales de imaginacion y fantasía, y en los cuales se encuentra todo el brillo y la riqueza, armonía y originalidad de nuestra literarura, á la par de una inventiva rica y seductora, de unas formas libres y fáciles, de un lujo de colorido que pasma, y de un estilo ameno y que convida á su lectura. En ellos se vé á cuanto puede elevarse este género de poesía en que tan felizmente supieron espresar tan variados y brillantes conceptos, Lope, Góngora y los demás poetas de su siglo. En ellos se ve con cuanta sin razon se des precia su sencilla forma, capaz de todas las bellezas, de toda clase de pensamientos y de todo género de tonos. Felizmente nuestros mejores ingenios han hecho al romance la justicia que se merece, y en nuestros dias, en que tantas ideas y sistemas se han removido y en que se han desarraigado tantas preocupaciones, ha adquirido de nuevo el prestigio, y la popularidad de que gozó en otros tiempos, gracias á nuestros jóvenes poetas quienes no se han desdeñado de recurrir á él para celebrar nuestros gloriosos recuerdos históricos; inmortalizar nuestras poéticas tradiciones, y cantar las fiestas de Vivarrambla, los bandos de Granada, y los amores, celos y divisas de nuestros antiguos dominadores.

Si sigue cultivándose como hasta ahora este género de poesía tan sagrado para nosotros, y que tan en armonía está con nuestro carácter y con nuestras costumbres; si en vez de llenar nuestros votos sus colecciones de poesía de églogas insulsas y de idilios amorosos atestados de divinidades que la mayor parte de los lectores no conocen y llenos de cuadros de costumbres que no son las nuestras, se ocupan (á mas de imitar los puros modelos de la oda griega que nos dejaron Herrera, Rioja, Leon, los Argensolas, y recientemente Moratin el hijo, y de cultivar la oda moderna llena de sentimiento, de imágenes grandiosas, caprichosa en sus formas como un altar gótico y pura en sus ideas como una nube de incienso en cantar las hazañas, creencias y costumbres de nuestros ascendientes pronto tendremos una Odisea nacional completa cuya accion empezará en los primeros siglos de nuestra historia y terminará en nuestros dias, donde se verán mover como en un inmenso panorama la numerosa familia de nuestros héroes y monarcas, y en la cual podrán ver lo que fuimos un dia, aquellos á quienes el trabajo mecánico ó las ocupaciones no les permiten dedicarse á estudios profundos y dilatados. Si así sucede nos cabrá la dulce satisfaccion de haber contribui lo en alguna manera á la perfeccion de esta grande obra con la publicacion del presente ya que nuestros escasos conocimientos no nos permiten escribir una página original en ella, como deseariamos: satisfaccion con la cual quedaremos mas que premiados del molesto y poco glorioso trabajo que vamos á emprender y á llevar á cabo.-J. R.

CABALLERESCOS É HISTÓRICOS.

ROMANCES

CABALLERESCOS Y DE AMOR.

ROMANCE DE VERGILIOS. (Anónimo.)

Mandó el rey prender Vergilios
Y á recaudo le poner
Por una traicion que hizo
En los palacios del rey.
Porque forzó una doncella
Llamada doña Isabel,
Siete años lo tuvo preso,
Sin que se acordase dél;
Y un domingo estando en misa
Vínole memoria dél;
-Mis caballeros, Vergilios
¿Qué se habia hecho dél? -
Allí habló un caballero
Que á Vergilios quiere bien:
-Preso lo tiene tu alteza,
Y en tus cárceles lo tien.

-Via comer, mis caballeros,
Caballeros, via comer,
Despues que hayamos comido
A Vergilios vamos ver.-
Allí hablára la reina:

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Si te place, caballero, Llévesme en tu compañía. - Pláceme, dijo, señora, Pláceme, dijo, mi vida. Apeóse del caballo Por hacelle cortesía; Puso la niña en las ancas Y subiérase en la silla : En el medio del camino De amores la requeria. La niña desque lo oyera Díjole con osadía:

-Tate, tate, caballero, No hagais tal villanía : Hija soy yo de un malato Y de una malatía,

El hombre que á mi llegase
Malato se tornaria.-
Con lemor el caballero
Palabra no respondia,
Y á la entrada de Paris
La niña se sonreia.

¿De que os reis, mi señora,
De que os reis, vida mia ?
Ríome del caballero,
Y de su gran cobardía,
Tener la niña en el campo,
Y catarle cortesía!-
Con vergüenza el caballero
Estas palabras decia:
-Vuelta, vuelta, mi señora,
Que una cosa se me olvida.-
La niña como discreta
Dijo-Yo no volvería,
Ni persona aunque volviese,
En mi cuerpo tocaria :
Hija soy del rey de Francia
Y la reyna Constantina,
El hombre que á mí llegase
Muy caro le costaria.

ROMANCE DE LAS FORTUNAS DEL CONDE ARNALDOS.

(Anónimo.)

¡Quien hubiese tal ventura
Sobre las aguas del mar
Como tuvo el conde Arnaldos
La mañana de San Juan !
Con un falcon en la mano
La caza iba á cazar,
Y venir vió una galera
Que á tierra quiere llegar.
Las velas traia de seda,
La jarcia de un cendal,
Marinero que la manda
Diciendo viene un cantar
Que la mar ponia en calma,
Los vientos hace amainar,

Los peces que andan al hondo
Arriba los hace andar,
Las aves que andan volando
Las hace á el mástil posar:
-Galera la mi galera,
Dios te me guarde de mal,
De los peligros del mundo
Sobre aguas de la mar,
De los llanos de Almería,
Del estrecho de Gibraltar,
Y del golfo de Venecia,

Y de los bancos de Flandes (1)
Y del golfo de Leon,
Donde suelen peligrar.—
Allí habló el conde Arnaldos,

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Arriba, canes, arriba,
Que rabia mala vos mate,
En jueves matais el puerco,
Y en viernes comeis la carne.
Ya hace hoy los siete años
Que ando por aqueste valle,
Pues traigo los piés descalzos,
Las uñas corriendo sangre,
Y como las carnes crudas,
Y bebo la roja sangre,
Busco triste á Julianesa,
La hija del emperante,
Pues me l'han tomado moros
Mañanica de Sant Juane,
Cogiendo rosas y flores
En un vergel de su padre.
Oídolo ha Julianesa,

Que en brazos del moro estae :

Las lágrimas de sus ojos Al moro dan en la face.

BOMANCE DB D. DUARDOS Y FLÊRIDA.
(Anónimo.)

En el mes era de abril,
De mayo antes un dia,
Cuando los lirios y rosas
Muestran mas su alegría,
En la noche mas serena
Qu' el cielo hacer podria,
Cuando la hermosa infanta
Flérida ya se partia,
En la huerta de su padre
A los árboles decia:
-Jamas en cuanto viviere
Os veré tan solo un dia,
Ni cantar los ruiseñores
En los ramos melodía.
Quédate á Dios, agua clara,
Quédate á Dios, agua fria,
Y quedad con Dios, mis flores,
Mi gloria, que ser solia.
Voime á las tierras estrañas,
Pues ventura allá me guia.
Si mi padre me buscare,
Que grande bien me queria,
Digan que el amor me lleva,
Que no fué la culpa mia.
Tal tema tomó conmigo,
Que me forzó su porfía.
Triste no sé dónde voy,
Ni nadie me lo decia. -
Allí habló don Duardos:
-No llorcis mas, mi alegría,
Que en los reinos de Inglaterra
Mas claras aguas habia,
Y mas hermosos jardines,
Y vuestros, señora mia :
Terneis trecientas doncellas
De alta genealogía ;
De plata son los palacios
Para vuestra señoría;
D'esmeraldas y jacintos
Toda la tapicería;
Las cámaras ladrilladas
D'oro fino de Turquía,
Con letreros esmaltados
Que cuentan la vida mia,
Contando vivos dolores
Que me distedes un dia.
Cuando con Primaleon
Fuertemente combatia,
Señora, vos me matastes,
Que yo á él no lo temia.
Sus lágrimas consolaba
Flérida, que esto oja,

Y fuéronse à las galeras
Que don Duardos habia:
Cincuenta eran por todas,
Todas van en compañía.
Al son de sus dulces remos
La infanta se adormecia
En brazos de don Duardos,
Que bien le pertenecia.
Sepan cuantos son nacidos
Aquesta sentencia mia :
«Que contra muerte y amor
Nadie no tiene valía. »

ROMANCE DEL CONDE DE NARBONA Y EL SOLDAN DK BABILONIA.

(Anónimo.)

Del soldan de Babilonia,
De ese os quiero decir,
Que le dé Dios mala vida
Y á la postre peor fin.
Armó naves y galeras,
Pasan de sesenta mil,
Para ir á dar combate
A Narbona la gentil.

Allá van á echar ancóras,
Allá al puerto de Sant Gil,
Donde han captivado al conde,
Al conde Benalmeniqui,
Deciéndenlo de una torre,
Cabálganlo en un rocin,
La cola le dan por riendas
Por mas deshonrado ir.
Cient azotes dan al conde
Y otros tantos al rocin;
Al rocin porque anduviese,
Y al conde por lo rendir,
La condesa que lo supo
Saléselo á recibir :
Pésame de vos,

señor

Conde, de veros así.
Daré yo por vos, el conde,
Las doblas sesenta mil,
Y si no bastaren, conde,
A Narbona la gentil.

Si esto no bastare, el conde,
Tres hijas que yo parí :
Yo las pariera, buen conde,
Vos las hubisteis en mí;
Y si no bastare, conde,
Señor, védeşme aquí á mí.,

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