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Mira, Zaida, que te digo Que andas cerca de olvidarme, Determinada sin causa De aborrecerme, y dejarme. No preguntas en que entiendo, Ni consientes visitarme, Mis recaudos aborreces Mis billetes te desplacen. Confieso que eres hermosa, Bizarra y de lindo talle, Y que con donaire y brio Bailas, danzas, cantas, tañes. Y que has muerto mas cristianos Que tienes gotas de sangre, No con espada ni lanza, Sino con armas mas graves: Que emponzoñas con la vista, Y encantas con el lenguaje, Y con unas y otras cosas Matas hombres á millares : Que pierdo mucho en perderte, Y gano mucho en ganarte; Y si solo me quisieras Fuera posible adorarte; Mas por este inconveniente, Determino de quedarme De la suerte que me dejas, Huyendo tus novedades ; Que eres pródiga en amar Y presta en determinarte, Ligerísima en querer Y mas ligera en mudarte. Habrá menester ponerte, Quien quisiere sustentarte, Firmeza en la voluntad, Y al corazon un alcaide. Mucho valen las mugeres De tantas gracias y partes, Porque hay pocas tan discretas, Que en ganeral poco saben : Mas por eso, Zaida amiga,

Cuando quieren que las amen,

Al arca de sus faveres

No ha de haber mas de una llave.
Costosa es la que me diste!
Venturoso fuera Zaide
Si conservarte supiera
Como supo enamorarte;
Mas no bien hube salido
De los jardines de Tarfe,
Cuando en mi lugar pusiste
Un infame Bencerrage,
No porque enseñé la trenza
Que pusiste en mi turbante,
Ni conté de tus favores
A alguno la menor parte :
De esto no estarás quejosa,
Ni llamarás disparate

No guardar yo tus secretos,
Y querer que otro los guarde;
Que quien como hombre las siente,
Callar como piedra sabe;
Y aunque de quejas reviente
Te prometo que yo calle.
Ninguna puedes tener

De mí sino es por amarte,
Que soy estremo en quererte,
Y tú estremo en despreciarmė;
Mas quien de mugeres fia
Es justo que así le traten,
Y que por mi digan todos:
Quien tal hace, que tal pague.

V1.

Di, Zaida, de qué me avisas ? ¿Quieres que muera y que calle ? No des crédito á mugeres No fundadas en verdades ; Que si pregunto en qué entiendes, O quién viene á visitarte, Son fiestas de mi tormento Ver que visitas te placen. Si dices que estás corrida De que Zaide poco sabe, No sé poco, pues que supe Conocerte y adorarte. Si dices son por mi causa Las que en el rostro te salen, Por la tuya con mis ojos Tengo regada tu calle. Confiesas que soy valiente, Y tengo otras muchas partes : ¡Pocas tengo, pues no puedo De una mentira vengarme! Mas si ha querido mi suerte Que ya el quererme te cause No pongas inconvenientes Mas, de que quieres dejarme :

No entendí que eras muger
A quien novedad aplace;
Mas son tales mis desdichas
Que en mí lo imposible hacen,
Y hanme puesto en tal estremo
Que el bien tengo por ultraje,
Y alábasme para hacerme
La nata de los pesares.

Yo soy quien pierdo en perderte,
Y gano mucho en ganarte;
Y aunque hablas en mi ofensa
No dejaré de adorarte.
Dices, que si fuera mudo,
Fuera posible adorarme;
Si en mi daño yo lo he sido,
Enmudezco en disculparme.
¿Hate ofendido mi vida?
¿Quieres, señora, matarme?
Basta decir que yo hablé
Para que el pesar me acabe.
Es mi pecho calabozo
De tormentos inmortales:
Mi boca la del silencio,
Que no ha menester alcaide.
El hacer plato y banquete
Es de hombres principales;
Mas de favores hacello
Solo pertenece á infames.
Zaida cruel, hasme dicho
Que no supe conservarte:
Mejor te supe obligar
Que tú has sabido pagarme.
Mienten los moros y moras,
Miente el infame de Tarfe,
Que si yo le amenazára,
Bastára para matarle :
A ese perro mal nacido
A quien yo mostré el turbante,
No le fio yo secretos,
Que en bajos pechos no caben.
Yo le he de quitar la vida,
Y he de escribir con su sangre,
Lo que tú, Zaida, replicas:
Quien tal hizo, que tal pague,

VII.

¿Dime, Bencerrage amigo, Qué te parece de Zaida? ¡Por mi vida que es muy fácil! Para mi muerte es muy falsa, Este billete la escribo, Escucha, y silencio guarda, Que su beldad estimé, Y quiero estimar su fama. «¡Ö mora, imágen del tiempo En condicion y mudanza, lipócrita en los amores,

Logrera en las esperanzas!
Ya tu voluntad y gustos
Van por leyes de las galas,
Que á cada tocado nuevo
Nuevos pensamientos sacas.
Confieso que eres mas bella
Que las flores con el alba;
Mas al fin, hay varias flores,
Y tú tambien eres varia.
Espejo eres de hermosura,
Pero tienes una falta,
Que á todos haces buen rostro,
¡Notable vicio en las damas!
Nuevas parecen mis quejas,
Pues no te llamo inhumana;
¡Mas ojalá cruel fueras,
Y no tan afable y mansa!
Que aunque dieras tarde el fruto,
Fuera firme como palma,
Que á costa de mis tormentos
De ella te hiciera guirnaldas:
Mas ayer se vino un huésped,
Y ya le ofreces el alma :
No sé, Zaida. cómo es esto,
Pues otra me tienes dada.
Si tantas almas tenias,
Dijéraslo, y no te amára,
Que yo no tengo mas de una,
Y no sé cumplir con tantas.
¡Ay, Zaida, como te temo!
Deja que el huésped se vaya,
Y verás tras su partida
Su fe partida y quebrada:
Pero dirás que no sientes
Ausencia, porque no amas,
Y que yo quedo en la corte
Esclavo antiguo de casa;
¡Muy mal conoces mi gusto!
¡Mucho te estimas y engañas!
¿Que tengo yo faltas,
Para entretenerte á faltas?
Quien media vez me ofendió,
Entera no ha de contarla.
Que en muger, un solo yerro
A quien sufre mucho agravia :
Mas esto al fin te aconsejo,
Y es dar al viento palabras,
Que al primero que admitieres
Le des las prendas del alma.
Ten ya en tus amores fe,
No condenes tu honra y fama
Con amor falso y fingido,
Que sin fe nadie se salva;
Y no firmo este papel,
Pues no soy á quien llamabas
Antes con razones dulces,
Y sin razones estrañas;
Pero bien entenderás

mora

Los efectos y la causa,
Que aunque tú mas disimules,
Bien sabes á quien agravias. » —
Esto mostró al Bencerrage
El bravo alcaide de Baza,
Y cerrándolo, lo envia
A la misma mora Zaida.

VIII.

Reduan, anoche supe
Que un vil Atarfe me ofende,
Y en un infierno insufrible
Trocada mi gloria tiene:
Que un pecho que fué diamante
En cera blanda le vuelve,
Mis contentos en pesares,
Y en favores sus desdenes.
Tanto pudo su porfía,

Y mi ausencia tanto puede,
Que es ya lo que nunca ha sido,
Y yo no lo que fuí siempre.
¡Qué de abrazos que la debo!
¡Qué de suspiros me debe!
Que ardiendo van de mi pecho
Y se hielan en su nieve.
Gloria la daban mis prendas
Y consuelo mis papeles ;
Lo que mi lengua decia
Eran inviolables leyes.
Pasó este tiempo dichoso,
Por ser dichoso tan breve,
Y en mil pesares y enojos
Se trocaron mis placeres.
¡Quién tal creyera! olvidóme,
Yolvidado me aborrece
Por un moro advenedizo,
Que no sé de quien desciende,
El sí le dió á sus porfías,
Y unas fiestas hacer quieren,
Y tienen de salir ambos
Vestidos de tela verde.
¡ Huélgate, mora enemiga,
Aunque á mi pesar te huelgues!
¡Entra ufana en Vivarrambla,
Donde mis penas te alégren!
A aqueste infame morillo
Que aborrezco, y favoreces,
Atale al brazo tu toca
Para que las cañas juegue,
Que por Alá que has de verla
Teñida en su sangre aleve,
Y en la tuya la tiñera,
Mas soy hombre, y muger eres.
¡Por Mahoma que estoy loco!
Mi sangre en las venas hierve!
¡La paciencia se me acaba
Y mi juicio se pierde!

Pero no me tenga el mundo
Por el alcaide de Velez,
Ni me favorezca el cielo,
Ni la tierra me conserve,
Muera á manos de un cobarde
Sin que tenga quien me vengue,
Si á esta ciudad, si á este infierno,
Adonde mi honra muere,
No la escandalizo, y vengo
Mis agravios con la muerte
De ese morillo cobarde,

Que es infame, y se me atreve,
A quien quitaré la vida,
Y mil vidas, si mil tiene.
Resuelto estoy, Reduan,
De vengarme, ó de perderme;
Que un noble, si está ofendido,
Facilmente se resuelve.

IX.

Cuando el noble está ofendido,
Es resolucion discreta
Por satisfacer su agravio
Arriesgar vida y hacienda.
Pero esto se ha de entender,
Cuando aquel que hizo la ofensa
Tiene sugeto capaz
Para hacer la recompensa.
Y respondiendo á tu carta,
La cual ví letra por letra,
Y lo que tu dama escribe
Claro su discurso enseña :
Diréte en razones breves
Lo que el deseo me ofrezca ;
Que errar ó acertar la cura
Consiste en la vez primera.
Primero he sido en saberlo,
Por ser en mi amistad deuda,
Y lo seré en aplicarte

El remedio que convenga.
Si dices que un moro infame
De sangre baja y pechera,
Ea tu ausencia él y tu dama
Muestran efectos de ausencia,
¿Qué mejor venganza quieres?
¿Que mas tu alma desea,
Pues obligaciones tuyas
Las pagas con bolsa agena?
A ella en pago del delito
Le será castigo y pena
El trueco de su mudanza,
Que muchos siglos posea.
Y si á los gozos presentes
Tus memorias tienen muestra,
Será flor de maravilla.
Que con el alba recuerda.
Pasan estas novedades

Y la Fortuna que vuela,
Poniéndoos en su balanza
Hará ver la diferencia.
Contemple en el galan nuevo
La bella rueda y cabeza,
Llegue á los piés de su sangre,
Y olvidársele ha la rueda.
A entrambos conocerá
Cuando sea menos la hoguera,
Que quien ve quemar su casa,
No es mucho memorias pierda.
Si en las fiestas que ordenaren
Sacaren verde librea,

Darán pregon, que es un tonto,
Y ella, que es lo que se precia;
Que aquel que á una alma mudable
La voluntad y fe entrega,
Por castigo bien le basta
La esperanza de esta feria.
Si tus prendas le alegraban,
En las mugeres las prendas
Es precio en que se remata
Falsedad en almoneda.
Si en tí se cerró el remate,
Ha habido una puja nueva,
Y son bienes de menores,
Que se abre el remate y cierra.
Aire, suspiros y abrazos
De tu memoria destierra,
Que el bronce y el aire vano
Mal podrán esculpir letras.
Deja muertes y alborotos,
Ven, y con verlos te alegra,
Que la venganza mayor
Será no hacer cuenta de ella.

X.

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Si tienes el corazon
Zaide, como la arrogancia,
Y á medida de las manos
Dejas volar las palabras ;
Si en la vega escaramuzas
Como entre las damas hablas,
Y en el caballo revuelves

El cuerpo, como en las zambras;
Si el aire de los bohordos
Tienes en jugar la lanza,
Y como danzas la toca
Con la cimitarra danzas,

Si eres tan diestro en la guerra
Como en pasear la plaza,
Y como á fiestas te aplicas,
Te aplicas á la batalla;
Si como el galan ornato
Usas la lucida malla,
Yoyes el son de la trompa
Como el son de la dulzaina;

Si como en el regocijo
Tiras gallardo las cañas,
En el campo al enemigo
Le atropellas y maltratas ;
Si respondes en presencia,
Como en ausencia te alabas,
Sal á ver si te defiendes
Como en el Alhambra agravias.
Y si no osas salir solo,
Como lo está el que te aguarda,
Algunos de tus amigos
Para que te ayuden saca.
Que los buenos caballeros
No en palacio ni entre damas
Se aprovechan de la lengua,
Que es donde las manos callan.
Pero aquí que hablan las manos,
Ven, y verás como habla
El que delante del rey
Por su respeto callaba.
Esto el moro Tarfo escribe,
Con tanta cólera y rabia,
Que donde pone la pluma
El delgado papel rasga.
Y llamando á un page suyo,
Le dijo: — Vete á la Alhambra,
Y en secreto al moro Zaide
Da de mi parte esta carta :
Y dirásle que le espero
Donde las corrientes aguas
Del cristalino Genil
Al Generalife bañan.

XI.

No faltó, Zaide, quien trujo
A mis manos tus dos cartas,
Por las cuales ví que en una
En ausencia me maltratas.
Trátasme injustamente
De severa, cruel, tirana,
No echando de ver que tú
Eres el principio y causa
De la que, Zaide, he tenido
Para mostrarme enojada,
Por ser tú, blando de boca,
Y no tener rienda en nada.
Y para no renovar

Nuestras historias pasadas,
Me ha parecido escribirte
Solas aquestas palabras,
Movida de que tambien
En la segunda me tratas
De afable, mansa y benigna,
Conociendo tu desgracia :
Y lo mejor que hay en ellas
Es que pusiste las plantas
Por testigos de tu pena,

ROMANCES MORISCOS.

Porque te oyesen sus ramas,
Las cuales, segun sospecho,
Han de quedar enseñadas
A ser oráculo y templo
De la sibila cumana.
¡Gran trabajo tienes, moro,
Por tener tan mala fama,
De quien, como de la lumbre,
Huyen hoy de tí las damas!
Pero porque te arrepientas,
Quiero mostrarme ya mansa.
Pues no hay piedra donde no
Haga el curso alguna entrada.
Bien hiciste de apelar
De tu sentencia ya dada,
Pues no hay juez tan riguroso
En quien piedades no haya.
De mí te sabré decir

Que aunque tus obras son malas,
Tengo, como nací noble,
Noble corazon y entrañas.
Notando que una leona,
Aunque esté furiosa y brava,
Si el leon se le humilla,
Ella se humilla, y le halaga ;
Pero si acaso el leon
El amistad celebrada
No la sabe conservar,
Le aborrece y le desama.
Harto, Zaide, creo he dicho
Para que entiendas de Zaida
Estar agena de culpa.
Y libre de tus palabras.

XII.

Cese, Zaida, aquesa faria, Que á fe que te entiendo, Zaida, Que deseas verme muerto, Pero muerto por tu causa. Si tu lengua me despide, Porqué tus ojos me llaman? si en público te hielas, ¿Porqué en secreto te abrasas? La razon de estos efectos No te la pregunto, Zaida; Pero díganio tus ojos, Que yo sé que no lo callan. Avísasme que te deje: Ten aviso en tus palabras, Que á do se trata de amor Hiere quien de aviso trata. Pintasme lindo en estremo; Pero el publicar mis gracias Solo es darme lo que es mio, Como quien me echa de casa. Dices que soy blanco y rubio: i Blanco me tienen desgracias,

Pero negra es mi ventura,
Por ser rubia tu mudanza !
¡Paréceme que te loas,
Viniendo á dejarme, ingrata !
Son las honras que me haces
Como el que ha muerto en el alma.
Pero si naciera mudo,
Publicas que me adoráras :
Mil lenguas tener quisiera,
Porque todas te alábáran.
Aquese alcázar que dices,
En mi pecho no hace falta,
Porque todo es fortaleza
Por el primor de mis ansias.
Solo el alcaide en mis labios
Falta, porque ya en mi alma
Tenia guarda de alcaide,
Hija de alcaide de guarda.
Interpreta estas razones,
Que yo sé que son bien claras,
Si no es que las escurezcan
Los nublados de tu saña.
Los galanes de mis partes
Mucho pueden con las damas;
Mas poco puedo contigo,
Porque partes no te espantan.
Los platos de sus favores
Los sabios comen y callan;
Mas si el manjar es sabroso,
¿Qué sabrá el que no lo alaba ?
En esto muestras ser niña,
Pues eres tan poco sabia.
En los sucesos de amor,
En que esperiencia se alcanza.
La trenza de los cabellos
No enrede la verdad, Zaida,
Basta que enrede las vidas
De falsarios que me agravian :
Jamas publiqué ser tuyo,
Solo ella lo publicaba,
Llevando escrito tu nombre
En el valor que mostraba.
Mejor sé guardar secretos,
Riete de buena gana,

Que no aquellos que te han dicho
Soy hablador de ventaja;
Y admite agora disculpa,
Si te place bella Zaida.

XIII.

Gallardo pasea Zaide Puerta y calle de su dama, Que desea en gran manera Ver su imágen y adorarla; Porque se vido sin ella En una ausencia muy larga, Que desdichas le sacaron

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