Que me mandan ir de aquí.
Váyades con Dios, el conde, Y con gracia de sant Gil: Dios os eche en vuestra suerte A ese soldan Paladin.
ROMANCE DEL CONDE D. MARTIN Y DE DOÑA BEATRIZ.
Bodas hacian en Francia Allá dentro de Paris;
¡Cuán bien que guia la danza Esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba El buen conde don Martin ! ¿Que mirais aquí, buen conde? Conde, ¿qué mirais aquí? Decid si mirais la danza, O si me mirais á mí?
- Que no miro yo la danza, Porque muchas danzas ví, Miro yo vuestra lindeza Que me hace penar á mí.
-Si bien os parezco, conde, Conde, saqueisme de aquí, Que un marido me dan viejo Y no puede ir tras mí.
ROMANCE DEL PALMERO. (Anónimo.)
De Mérida sale el palmero (2) De Mérida, esa ciudade: Los piés llevaba descalzos, Las uñas corriendo sangre. Una esclavina trae rota, Que no valia un reale, Y debajo traia otra (Bien valia una ciudade ) Que ni rey ni emperador No alcanzaba otra que tale. Camino lleva derecho De Paris, esa ciudade; Ni pregunta por meson, Ni menos por hospitale: Pregunta por los palacios Del rey Cárlos á dó estaen. Un portero está á la puerta, Empezóle de hablare:
Dígadesme tú, el portero, El rey Cárlos ¿dónde estae? El portero que lo vido, Mucho maravillado se hae, Como un romero tan pobre Por el rey va á preguntare. Dígadesmelo, señor, Deso no tengais pesare.
-En misa está, buen palmero,
Allá en Sant Juan de Letrane: Dice misa un arzobispo, Y la oficia un cardenale. El palmero que lo oyera Ibase para Sant Juane : En entrando por la puerta Bien vereis lo que harae. Humillóse á Dios del cielo Y á santa María su madre, Humillóse al arzobispo, Humillóse al cardenale Porque decia la misa, No porque merecia mase : Humillóse al emperador Y á su corona reale, Humillóse á los doce Que á una mesa comen pane. No se humilla á Oliveros, Ni menos á don Roldane, Porque un sobrino que tienen En poder de moros estae, Y pudiéndolo hacer
No lo van á rescatare. De que aquesto vió Oliveros, De que aquesto vió Roldane, Sacan ambos las espadas, Para el palmero se vane. Con su bordon el palmero Su cuerpo va á mamparare. Allí hablára el buen rey, Bien oireis lo que dirae : -Tate, tate, Oliveros, Tate, tate, don Roldane, O este palmero es loco, O viene de sangre reale. Tomárale por la mano, Y empiézale de hablare:
Dígasme tú, el palmero, No me niegues la verdade : ¿En qué año y en qué mes Pasaste aguas de la mare?
De mayo en el mes, señor, Yo las fuera á pasare, Porque yo me estaba un dia A orillas de la mare
En el huerto de mi padro Por haberme de holgare : Captiváronme los moros Pasáronme allende el mare. A la infanta de Sansueña Me fueron á presentare; La infanta cuando me vido De mí se fué á enamorare; La vida que yo tenia, Rey, quiéroosla yo contare. En la su mesa comia,
Y en su cama me iba á echare. — Allí hablára el buen rey,
Bien oireis lo que dirae: -Tal captividad como esa Quien quiera la tomarae : Dígasme tú, el palmerico, ¿Si la iria yo á ganare ?
No vades allá, el buen rey, Buen rey, no vades allae, Porque Mérida es muy fuerte, Bien se vos defenderac. Trecientos castillos tiene, Que es cosa de los mirare, Que el menor de todos ellos Bien se os defenderae. Allí hablara Oliveros, Allí habló don Roldane:
Miente, señor, el palmero, Miente, y no dice verdade, Que en Mérida no hay cien castillos, Ni noventa á mi pensare, Y estos que Mérida tiene No tien quien los defensare, Que ni tenian señor,
Ni menos quien los guardare. Desque aquesto oyó el palmero, Movido con gran pesare, Alzó su mano derecha : Dió un bofeton á Roldane. Allí hablára el rey
Con furia y con gran pesare : -Tomadle, la mi justicia, Y llévedeslo á ahorcare. Tomádolo ha la justicia Para habello de justiciare; Y aun allá al pié de la horca El palmero fuera hablare : -¡Oh mal hubieses, rey Carlos! Dios te quiera hacer male, Que un hijo solo que tienes Tú le mandas ahorcare.. Oídolo había la reina Que se lo paró á mirare : -Dejédeslo, la justicia No le querais hacer male, Que si él era mi hijo Encubrir no se podrae, Que en un lado ha de tener Un estremado lunare. Ya le llevan á la reina, Ya se lo van á llevare : Desnudanle una esclavina, Que no valia un reale ; Ya le desnudaban otra, Que valia una ciudade: Halládole han al infante, Halládole han la señale. Alegrías que se hicieron
No hay quien las pueda contare.
ROMANCE DE LA MUERTE DEL ENAMORADO
D. BERNALDINO.
(Anónimo.)
Ya piensa don Bernaldino
Ir su amiga visitar, Da voces á los sus pages Que vestir le quieran dar. Dábanle calzas de grana, Borceguís de cordoban, Un jubon rico broslado, Que en la corte no hay su par. Dábanle una rica gorra, Que no se podria apreciar, Con una letra que dice: «Mi gloria por bien amar. » La riqueza de su manto No os la sabria yo contar, Sayo de oro de martillo, Que nunca se vió su igual. Una blanca hacanea Mandó luego ataviar, Con quince mozos de espuelas Que le van acompañar. Ocho pages van con él, Los otros mandó tornar; De morado y amarillo Es su vestir y calzar. Allegado han á las puertas Do su amiga solia estar; Hallan las puertas cerradas, Empiezan de preguntar:
-¿Dónde está doña Leonor, La que aquí solia morar? Respondió un maldito viejo, Que él luego mandó matar:
Su padre se la llevó Lejas tierras á habitar. El rasga sus vestiduras Con enojo y gran pesar Y volvióse á los palacios Dónde solia reposar : Puso una espada á sus pechos Por sus dias acabar.
Un su amigo que lo supo Veníalo á consolar,
Y en entrando por la puerta Vídolo tendido estar. Empieza á dar tales voces, Que al cielo quieren llegar ; Vienen todos sus vasallos, Procuran de lo enterrar En un rico monumento Todo hecho de cristal, En torno del cual se puso Un letrero singular :
« Aquí está don Bernaldino, Que murió por bieu amar. »
ROMANCE DEL INFANTE VENGADOR.
Helo, helo por do viene El infante vengador, Caballero á la gineta En caballo corredor.
Su manto revuelto al brazo, Demudada la color,
Y en la su mano derecha Un venablo cortador. Con la punta del venablo Sacaria un arador. Siete veces fué templado En la sangre de un dragon, Y otras tantas fué afilado, Porque cortase mejor:
El hierro fué hecho en Francia, Y el asta en Aragon : Perfilándoselo iba
En las alas de su halcon. Iba á buscar á don Cuadros, A don Cuadros el traidor, Y allá le fuera á hallar Junto del emperador : La vara tiene en la mano, Que era justicia mayor. Siete veces lo pensaba Si le tiraria ó no, Y al cabo de las ocho El venablo le arrojó.
Por dar al dicho don Cuadros Dado ha al emperador, Pasado le ha manto y sayo, Que era de un tornasol : Por el suelo ladrillado Mas de un palmo le metió. Allí le habló el rey, Bien oireis lo que habló: ¿Porque me tiraste, infante? ¿Porque me tiras, traidor?
Perdóneme tu alteza, Que no tiraba á tí, no; Tiraba al traidor de Cuadros, Ese falso engañador, Que siete hermanos tenia, No ha dejado, si á mí no : Por eso delante tí, Buen rey, lo desafio yo. Todos fian á don Cuadros, Y al infante no fian, no, Si no fuera una doncella, Hija es del emperador, Que los tomó por la mano, Y en el campo los metió. A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó :
Apeárase el infante, La cabeza le cortó, Y tomárala en su lanza, Y al buen rey la presentó. De que aquesto vido el rey Con su hija lo casó.
ROMANCE DE MORIANA Y EL MORO GALVAN.
Moriana en un castillo Juega con el moro Galvane ; Juegan los dos á las tablas Por mayor placer tomare. Cada vez qu'el moro pierde, Bien perdia una ciudade; Cuando Moriana pierde, La mano le ha de besare : Del placer que el moro toma Adormecido se cae.
Por aquellos altos montes Caballero vió asomare, Llorando viene y gimiendo, Las uñas corriendo sangre, De amores de Moriana, Ilija del rey Moriane. Captiváronla los moros La mañana de San Juane, Cogiendo rosas y flores En la huerta de su padre. Alzó los ojos Moriana, Conociérale en mirarle ; Lágrimas de los sus ojos En la faz del moro dane. Con pavor recuerda el moro Y empezara de hablare : -¿Que es esto, la mi señora? ¿Quien os ha hecho pesare? Si os enojaron mis moros, Luego los haré matare, O si las vuestras doncellas, Harélas bien castigare; Y si pesar los cristianos, Yo los iré conquistare. Mis arreos son las armas, Mi descanso el peleare, Mi cama las duras peñas, Mi dormir siempre velare. (3) - No me enojaron los moros, Ni los mandeis vos matare; Ni menos las mis doncellas Por mi reciben pesare; Ni tampoco los cristianos Cumple de los conquistare ; Pero deste sentimiento Quiero decir la verdade: Que por los montes aquellos Caballero ví asomare,
ROMANCE DE LA INFANTINA. (Anónimo.)
A cazar ya el caballero,
A cazar como solia ; Los perros lleva cansados, El falcon perdido habia; Arrimárase á un roble, Alto es á maravilla. En una rama mas alta, Viera estar una infantina; Cabellos de su cabeza Todo aquel roble cubrian. -No te espantes, caballero, Ni tengas tamaña grima, Hija soy yo del buen rey Y la reina de Castilla: Siete fadas me fadaron En brazos de un ama mia, Que andase los siete años Sola en esta montiña. Hoy se cumplian los siete años O mañana en aquel dia : Por Dios te ruego, caballero, Llévesme en tu compañía, Si quisieres por muger, Si no, sea por amiga.
Esperaisme vos, señora, Hasta mañana aquel dia, Iré yo á tomar consejo De una madre que tenia. · La niña le respondiera Y estas palabras decia : —¡ Oh mal haya el caballero Que sola deja la niña! El se va á tomar consejo Y ella queda en la montiña. Aconsejóle su madre Que la tome por amiga. Cuando volvió el caballero No hallára la infantina, Vídola que la llevaban
Con muy gran caballería. El caballero que la vido En el suelo se caia : Desque en sí hubo tornado Estas palabras decia :
Caballero que tal pierde, Muy gran pena meroscia: Yo mesmo seré el alcalde, Yo me seré la justicia: Que me corten pies y manos Y me arrastren por la villa.
ROMANCE DE RICO FRANCO. (Anónimo.),
A caza iban, á caza Los cazadores del rey, No hallaban en ellos caza Ni hallaban que traer. Perdido habian los falcones, Mal los amenaza el rey ; Arrimáranse á un castillo Que se llamaba Maynés. Dentro estaba una doncella Muy hermosa y muy cortés. Siete condes las demandan Y así hacen reyes tres. Robárala Rico Franco, Rico Franco aragonés: Llorando iba la doncella De sus ojos tan cortés. Halágala Rico Franco, Rico Franco aragonés.
Si lloras tu padre o madre, Nunca mas vos los vereis, Si lloras los tus hermanos, Yo los maté todos tres.
Ni lloro padre ni madre, Ni hermanos todos tres ; Mas Horo la mi ventura Que no sé cuál ha de ser. Prestédesme, Rico Franco, Vuestro cuchillo lugues, Cortaré fitas al manto, Que no son para traer. Rico Franco de cortese Por las tachas lo fué tender. La doncella, que era artera,
Por los pechos se los fué á meter : Así vengó padre y madre,
Y aun hermanos todos tres.
Blanca sois, señora mia, Mas que no el rayo del sol : ¿Si la dormiré esta noche Desarmado y sin pavor. Que siete años habia, siete
Que no me desarmo, no? Mas negras tengo mis carnes Que no un tiznado carbon. -Dormidla, señor, dormidla, Desarmado sin temor, Que el conde es ido á la caza A los montes de Leon.
Rabia le mate los perros Y águilas el su halcon, Y del monte hasta casa A él arrastre el moron. — Ellos en aquesto estando Su marido que llegó:
¿Qué haceis, la blanca niña, Hija de padre traidor? -Señor, peino mis cabellos, Péinolos con gran dolor, Que me dejais á mí sola Y á los montes os vais vos. Esas palabras, la niña, No eran sino traicion; ¿Cuyo es aquel caballo Que allá bajo relinchó ? -Señor, cra de mi padre, Y enviólo para vos.
¿Cuyas son aquellas armas Que están en el corredor? -Señor, eran de mi hermano, Y hoy vos las envió. -¿Cuya es aquella lanza Que desde aquí la vco yo? -Tomadla, conde, tomadla, Matadme con ella vos.
Que aquesta muerte, buen conde, Bien os la merezco yo.
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Malas mañas, habeis, tio, No las podeis olvidare, Mas preciais matar un puerco Que ganar una ciudade. Vuestros hijos y muger En poder de moros vane. Los hijos en una cebra, Y la madre en un cordale. La muger dice: «¡Ay marido ! » Los hijos dicen: «¡Ay padre!» De lástima que les hube Yo me los fuera á quitare: Heridas traigo de muerte, Dellas no puedo escapare. Apretádmelas, mi tio, Con tocas de caminare. Ya le aprieta las heridas, Comienzan de caminare. A vuelta de su cabeza Caido lo vido estare, Allá se le fué á caer Dentro del rio Jordane; Como fué dentro caido, Sano le vió levantare.
Triste estaba el caballero, Triste está sin alegría, Con lágrimas y sospiros A grandes voces decia :
-¿Que fuerza pudo apartarme De veros, señora mia? ¿Cómo vivo siendo ausente De la gloria que tenia? Con los ojos de mi alma Os contemplo noche y dia, Y con estos que os miraba Lloro el mal que padecia. Maldigo la triste ausencia, Alabo mi fantasía, Porque en ella resplandece Lo que tanto ver queria. Aquí se aviva mi pena, Y esfuerzala mi porfía Del fuego de mi deseo, Que en mis entrañas ardía.
Atan alta va la luna Como el sol á medio dia. Cuando el buen conde Aleman Con esa dama yacia.
No lo sabe hombre nacido De cuantos en corte habia,
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