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so hijo de su primo hermano el Rey Don Fruela, al que despojó Mauregato y le forzó recogerse á Vizcaya. Esto fué el año de setecientos y noventa y uno á veinte y uno de Julio, como lo dice Isidoro Pacense escritor deste mismo tiempo. Reynó desde aqui adelante por espacio de cinqüenta y dos años, cinco meses y trece dias. Fué príncipe muy señalado en la prosperidad continua que tuvo en sus cosas, diestro en las armas, clemente, liberal, amable á los suyos, y espantoso á los estraños: en la piedad y religion ninguno se la ganara. Con su esfuerzo principalmente se mantuvieron las cosas de España que estaban para caerse. Ganó grande reputacion y autoridad, y no menos grangeó las voluntades de sus vasallos con una victoria muy señalada que tuvo el tercero año de su reynado de un capitan moro llamado Mugayo. Tenia por cosa afrentosa al nombre christiano entregar á aquellos bárbaros las doncellas que torpemente concertó Mauregato. No quiso acudilles con aquel tributo por esta causa un grueso exército de enemigos rompió y corrió por todas partes sin parar hasta llegar á las Asturias. Recogió Don Alonso sus gentes: salió en busca del enemigo, dióse la batalla cerca de un pueblo llamado Ledos quedó la victoria por los nuestros, que fué de las mas señaladas que jamás hobo en España, ca murieron setenta mil Moros: con que los Christianos comenzaron á respirar y alzar cabeza por verse libres de una servidumbre tan grave, y los Moros enflaquecidas sus fuerzas, y embarazados en otras guerras, no pudieron satisfacerse de aquella mengua y daño; y es cosa averiguada que en aquel tiempo en lo postrero de España por la parte que los montes Pyrineos se estienden de mar á mar, muchas ciudades y pueblos se ganaron de los Moros por las armas de los Reyes de Navarra, y por el esfuerzo de Carlo Magno Rey de Francia, príncipe de autoridad aventajada entre los Reyes Christianos, y por sus grandes proezas muy conocido por la fama. Esto puso en necesidad á Issem Rey de Córdoba de enviar un capitan de gran nombre llamado Abdelmelich con exército bastante para reprimir las entradas por aquella parte y intentos de los Christianos. Lo que resultó, fué que los Moros tornaron á apoderarse de Girona lo postrero de España, y de Narbona en la entrada de Francia. (1) (1) En la Hist. de los Arab. cap. 20.

De allí dice el arzobispo Don Rodrigo que para acabar el edificio de la mezquita de Córdoba hicieron traer la tierra en hom, bros de Christianos, que fué insolencia de bárbaros, olvidados de la modestia y templanza con la prosperidad. Esta tierra entiendo yo debió ser alguna suerte de arena con que hace mayor presa la cal. Edificó así mismo este Rey otra puente en Córdaba cerca del alcázar, y fué el primero entre los Reyes Moros que para su guarda tomó soldados estraños, es á saber tres mil Christianos, renegados. Fuera destos para los oficios y servicio de la casa Real tenia dos mil eunuchôs. Falleció el año de setecientos y noventa y cinco: reynó por espacio de veinte y seis años, diez meses y quince dias. Dexó fama de príncipe prudente, justo y liberal como entre aquella gente, y por sucesor á su hijo Alhaca.

Capítulo viu.

De Elipando Arzobispo de Toledo.

A los trabaxos de la cautividad, que quando fueran solos eran muy graves, se allegó una grande discordia en materia de Religion. Los principales movedores y cabezas deste mal fueron Feliz obispo de Urgel en lo postrero de España, y su dicípulo Elipando arzobispo de Toledo, hombres de ingenios no groseros, ni faltos de erudicion para las tinieblas y grandes revueltas y males de aquel tiempo, entre los quales no tropezar ni ensuciarse fuera cosa semejable á milagro. Porque, ¿qué lugar podian tener las letras en medio de servidumbre tan grave, quando cargados de tributos, y trabaxados de todas maneras eran forzados á buscar con el sudor de su rostro el sustento cotidiano? ¿como se podian juntar los concilios eclesiásticos, medicina con que de muy antiguo se solian sanar las heridas en la doctrina y reformar las costumbres de eclesiásticos y seglares? Los nobles y el pueblo como á cada uno se le antojaba así ordenaban sus vidas, y de las cosas divinas sin que nadie les fuese á la mano, cada qual sentia y hablaba lo que le parecia: cosa muy perjudicial. Demas desto del trato y conversacion con los Moros era forzoso se pegasen á los Christia

nos malas opiniones y dañadas; en particular estos dos prelados despertaron y publicaron los errores de Nestorio, que en el tiempo pasado por diligencia del concilio Ephesino fueron sepultados, como quien aviva las centellas del fuego y quema pasada. Decian de Christo que en quanto hombre era hijo adoptivo de Dios: doctrina falsa y contra razon, contra todas las divinas y humanas letras y religiones. ¿Porque como puede uno mismo ser hijo natural y adoptivo? pues consta que el hijo adoptivo graciosamente por sola benignidad de su padre, sin que haya cosa alguna que obligue y fuerze, es admitido á la herencia y derechos agenos, lo que quien dixese de Christo, seria forzado á reconocer en él y confesar dos hypostasis ó supuestos, que seria otro desatino mas grave. Féliz por estar su obispado cerca de Francia, y porque los años pasados los Fran ceses hicieron diversas entradas por aquellas comarcas, SOSpechan algunos que fué de aquella nacion, Elipando como el nombre lo muestra venia de la antigua sangre de los Godos. Hacia por ellos su dignidad y autoridad obispal, la fama de sus nombres y letras: alegaban otrosí en favor de su error á los santos Eugenio, Illefonso, Juliano. Ayudábanse, aunque mal, de algunos lugares de las divinas letras, en que Christo por la parte que es hombre, se dice ser menor que su padre. Eran de ingenios bulliciosos y ardientes: asi con cartas y libros que enviaban á todas partes, pretendian con palabras afeytadas persuadir á los demas lo que ellos sentian. En particular Elipando por la autoridad que tenia muy grande sobre las demas iglesias, escribió á los obispos de Asturias y Galicia, en especial pretendió enlazar en aquel error á la reyna Adosinda muger que fuera del Rey Silon. Ella como prudentisima y muy santa respondió que no le tocaba juzgar de aquella diferencia, y que se remitia en todo á lo que los obispos y sacerdotes determinasen. En el número de los quales se señalaron principalmente Beato presbytero y Heterio Obispo de Osma, cuya disputa contra Elipando erudita y grave se conserva hasta el dia de hoy: obra larga y de mucho trabaxo, pero que el lector tendrá por bien empleado el tiempo que gastare en leerla, por convencer la mentira con fuertes argumentos. Pasaba la revuelta adelante, y porque las cosas no sucedian como los noveleros pensaban, Elipando se partió de Toledo para

las Asturias y Galicia, provincias en que inficionó á muchos con aquella mala ponzoña, malo y pestilencial olor de su boca. Féliz acometió primero á los de Castilla la vieja, despues en la entrada de Francia á la Septimania que es la Gascuña, desde allí corrió lo demas de Francia y Alemaña sin hacer algun efecto á causa que toda suerte de gentes, los grandes, los medianos y los pequeños se espantaban con la nueva manera de hablar, y en público y en secreto condenaban aquella opinion y los que la enseñaban. (1) En aquellas partes se podian juntar concilios de obispos; y así hallo que en Regino ciudad de Baviera, que hoy dicen es Ratisbona, en presencia de Carlo Magno Rey de Francia por un concilio de obispos que allí se juntó sobre el caso, fué condenado Feliz el año de Christo de setecientos y noventa y dos. De donde enviado á Roma se retrató delante del papa Adriano fingidamente por lo que adelante se vió, pues fué necesario que se juntase de nuevo concilio en Francfordia ciudad de Alemaña el año de setecientos y noventa y quatro, en que se halló presente Carlo Magno y dos obispos Theophilacto y Stephano enviados de Roma por legados, y de España por los Cathólicos Beato presbytero y el obispo Heterio. No perdieron por ende el ánimo los Noveleros, antes presentaron un memorial á Carlo Magno en que le suplicaban se hallase presente en aquel juicio, y quisiese seguir antes el parecer de muchos que dexarse engañar de pocos. Tratóse el negocio, y ventilóse aquella mala opinion. Condenáronla, y juntamente á los que la seguian, si no desistiesen della; en particular á Feliz y Elipando pusieron pena de descomunion. Feliz, como lo dice Adon Vienense, fué por los obispos condenado y enviado en destierro, y en Leon de Francia falleció sin desistir jamás de su error: en tanto grado es dificultoso mudar de opinion, y mas en materia de Religion, y reportar un entendimiento pervertido para que vuelva al camino de la verdad. Qué se haya hecho de Elipando no se sabe; y creo mas aina, antes es cierto, que se reconoció, y que obedeció á la sentencia de los obispos; y se apartó de su primer parecer. Tengo así mismo por cierto que no salió de España, ni compareció en Regino, ni en Roma, ni en Francfor

(1) Theat. urbium Adriani Romani.

dia. A los antiguos santos que alegaban por sí los errados, y de cuyos dichos se valian, Eugenio, Illefonso y Juliano, carga Carlo Magno en la carta que escribió á Elipando y á los demas sacerdotes de España: dice que no es maravilla los hijos se parezcan á los padres. Heterio niega que cosa semejante se hallase en los escritos de aquellos santos. Consta otrosí que de la escuela de Feliz pasados algunos años salió Claudio de nacion español, obispo de Turin, persona que con opinion de erudito anduvo algun tiempo y conversó en la casa y corte del emperador Ludovico Pio. Este á las mentiras de los pasados demas de otras cosas añadió un nuevo dislate, que las imáge nes sagradas se debian quitar de los templos; escribió empero contra él aguda y doctamente Jonas Aurelianense su contemporáneo.

Capítulo IX.

De los principios de Don Alonso el Casto.

FALLECIÓ por este tiempo el Rey Don Bermudo: sepultóse en Oviedo, do antiguamente se veian los lucillos suyo y de su muger; con tanto quedó solo Don Alonso en el gobierno. Tiénese por cierto que con deseo de vida mas pura y santa por todo el tiempo de su vida no tocó á la Reyna Berta su muger, que fué la causa de ponelle el sobrenombre de Casto. Para aumento del culto divino levantó desde los cimientos la iglesia mayor de Oviedo, que se llama de San Salvador. Quien dice que el Rey Don Bermudo fué el que dió principio á esta noble fábrica; y aun el letrero que está á la entrada de aquel templo, como queda arriba apuntado, atribuye aquella obra al Rey Silon. Pudo ser que todos tres entendieron en ella, y que el que la acabó, se llevó como acontece toda la fama. Lo que consta es que el Rey Don Alonso fué el que le adornó de muchas preseas, y en particular refieren que dos Angeles en figura de pla> teros le hicieron una Cruz de oro sembrada de pedrería de obra muy prima, vaciada y cincelada. Persuadióse el pueblo que eran Angeles, porque acabada la Cruz, no se vieron mas. El arzobispo Don Rodrigo dice que el Rey alcanzó del Papa,

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