Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dia. Hicieron sus juras y homenages de cumplir lo que ponian con que se alzó mano de las armas. Para traer el santo cuerpo despachó el Rey al obispo de Leon Alvito, y al de Astorga por nombre Ordoño, y en su compañía por sus embaxadores al conde Don Nuño, Don Fernando y Don Gonzalo, personas principales de su reyno: dióles otrosí para su seguridad soldados y gente de guarda. Los ciudadanos de Sevilla avisados de lo que se pretendia, sea movidos de sí mismos por entender quanto importan á los pueblos la asistencia y ayuda de los Santos por medio de sus santas reliquias, ó lo que mas creo, á persuasion de los Christianos que en Sevilla moraban, se pusieron en armas resueltos de no permitir les llevasen de su ciudad aquellos huesos sagrados. Los embaxadores se hallaban confusos sin saber qué partido tomasen. Por una parte les parecia peligroso apretar al Rey Moro; por otra tenian que seria mengua suya y de la Christiandad, si volviesen sin la santa reliquia. Acudióles nuestro Señor en este aprieto: San Isidoro arzobispo que fué de aquella ciudad, apareció en sueños al obispo Alvito principal de aquella embaxada, y con rostro ledo y semblante de gran magestad le amonestó llevase su cuerpo á la ciudad de Leon á trueco del de Santa Justa que ellos pretendian. Avisóle el lugar en que le hallaria, con señas ciertas que le dió; y que en confirmacion de aquella vision y para certificallos de la voluntad de Dios el mismo dentro de pocos dias pasaria desta vida mortal. Cumplióse puntualmente lo uno y lo otro con grande admiracion de todos. Hallóse el cuerpo de San Isidoro en Sevilla la vieja, segun que el Santo lo avisara; y el obispo Alvito enfermó luego de una dolencia mortal que sin poderle acorrer médicos ni medicinas le acabó al seleno. Despidiéronse con tanto los demas embaxadores del Rey Moro. Llevaron el cuerpo de San Isidoro y el del obispo Alvito con el acompañamiento y magestad que era razon. El Rey Don Fernando avisado de todo lo que pasaba, como llegaban cerca, acompañado de sus hijos salió hasta el rio Duero con mucha devocion á recebir y festejar la santa reliquia. Salió asi mismo todo el pueblo, y el clero en procesion, grandes y pequeños con mucho gozo, aplauso y alegría. Fué tanta la devocion del Rey que él mismo y sus hijos á pies descalzos tomaron las andas sobre sus hombros, y las llevaron hasta

entrar en la iglesia de San Juan de Leon. En Sevilla antes que saliese el cuerpo y por todo el camino hizo Dios para honralle muchos milagros: los ciegos cobraron la vista, los sordos el oido, y los cojos y contrechos se soltaron para andar: maravilloso Dios y grande en sus Santos. El cuerpo del obispo Alvito sepultaron en la iglesia mayor de aquella ciudad: el de San Isidoro fué colocado en la de San Juan en un sepulcro muy costoso, y de obra muy prima; que para este efecto le tenian aparejado y presto; que fué ocasion de aquella iglesia que de tiempo antiguo tenia advocacion de San Juan Baptista, en adelante se llamase como hoy se llama de San Isidoro. Refieren otrosí que el jumento que traia la caja de San Isidoro, sin que nadie le guiase, tomó el camino de aquella iglesia de señor San Juan, y el en que venia el cuerpo del obispo, se enderezó á la iglesia mayor; que si es verdad, fué otro nuevo y mayor milagro. Bien veo que esto no concuerda del todo con lo que queda dicho, y que cosas semejantes se toman en diversas maneras; pero pues no referimos cosas nuevas, sino lo que otros testifican, quedará á su cuenta el abonallas y hacer fe dellas, en especial de Don Lucas de Tuy, que compuso un libro de todo esto bien grande, y de los milagros que Dios obró por virtud deste Santo, muchos y notables. Nuestro oficio no es poner en disputa lo que los antiguos afirmaron, sino relatallo con entera verdad. Por el mismo tiempo, como lo escribe Don Pelayo obispo de Oviedo, trasladaron de la ciudad de Avila los cuerpos de los Santos Vicente, Sabina y Christeta sus hermanas. El de San Vicente fué llevado á Leon, el de Santa Sabina á Palencia, el de Santa Christeta al monasterio de San Pedro de Arlanza. En Coyanza que al presente se llama Valencia, en tierra de Oviedo', se celebró un concilio en presencia deste Rey Don Fernando y de la Reyna su muger. En él se juntaron los grandes del reyno y nueve obispos, que fué año del Señor de mil y cinqüenta. En los decretos deste conci- 1050. lio se mandó al pueblo que asistiese á las horas canónicas que se cantan en la iglesia de dia y de noche y que todos los viernes del año se ayunase de la manera que en otros tiempos y dias de ayuno que obligan por discurso del año. Por este tiempo asimismo dos hijas de dos Reyes Moros se tornaron Christianas y se baptizaron, la una fué Casilda hija de Almenon Rey

de Toledo; la otra Zayda hija del Rey Benabet de Sevilla. La ocasion de hacerse Christianas fué deste manera: Casilda era muy piadosa, y compasiva de los cautivos Christianos que tenian aherrojados en casa de su padre, de su gran necesidad y miseria: acudíales secretamente con el regalo y sustento que podia. Su padre avisado de lo que pasaba, y mal enojado por el caso, acechó á su hija. Encontróla una vez que llevaba la comida para aquellos pobres : alterado preguntóla lo que llevaba, respondió ella que rosas; y abierta la falda las mostró á su padre, por haberse en ellas convertido la vianda. Este milagro tan claro fué ocasion que la doncella se quisiese tornar Christiana; que desta manera suele Dios pagar las obras de piedad que con los pobres se hacen, y fruto de la misericordia suele ser el conocimiento de la verdad. Padecia esta doncella fluxo de sangre: avisáronla (fuese por revelacion ó de otra manera) que si queria sanar de aquella dolencia tan grande, se bañase en el lago de San Vicente que está en tierra de Briviesca. Su padre que era amigo de los Christianos, por el deseo que tenia de ver sana á su hija, la envió al Rey Don Fernando para que la hiciese curar. Cobró ella en breve la salud con bañarse en aquel lago: despues recibió el bautismo segun que lo tenia pensado; y en reconocimiento de tales mercedes olvidada de su patria en una ermita que hizo edificar junto al lago, pasó muchos años santamente. En vida y en muerte fué esclarecida con milagros que Dios obró por su intercesion: la iglesia la pone en el número de los Santos que reynan con Christo en el cielo, y en muchas iglesias de España se le hace fiesta á quince de abril. La Zayda quier fuese por el exemplo de Santa Casilda, ó por otra ocasion, se movió á hacerse Christiana, en especial que en sueños le apareció San Isidoro, y con dulces y amorosas palabras la persuadió pusiese en execucion con brevedad aquel santo propósito. Dió ella parte deste negocio al Rey su padre: él estaba perplexo sin saber que partido deberia tomar. Por una parte no podia resistir á los ruegos de su hija, por otra temia la indignacion de los suyos, si le daba licencia para que se bautizase. Acordó finalmente comunicar el negocio con Don Alonso hijo del Rey Don Fernando : concertaron que con muestra de dar guerra á los Moros hiciese con golpe de gente entrada en tierra de Sevilla, y con esto cau

tivase á la Zayda, que estaria de propósito puesta en cierto pueblo que para este efecto señalaron. Sucedió todo como lo tenian trazado: que los Moros no entendieron la traza, y la Zayda llevada á Leon fué instruida en las cosas que pertenece saber á un buen Christiano. Bautizada se llamó Doña Isabel, si bien el arzobispo Don Rodrigo dice que se llamó Doña María. Los mas testifican que esta señora adelante casó con el mismo Don Alonso en sazon que era ya Rey de Castilla, como se apuntará en otro lugar. Don Pelayo el de Oviedo dice que no fué su muger, sino su amiga. ¿La verdad quién la podrá averiguar? ¿ni quién resolver las muchas dificultades que en esta historia se ofrecen á cada paso? Lo que consta es que esta conversion de Zayda sucedió algunos años adelante.

Capítulo iv.

IV.

Como Don García Rey de Navarra fué muerto.

El mismo año que el Rey Don Fernando hizo trasladar á Leon el cuerpo de San Isidoro, que fué el de mil y cinqüenta y 1053. tres, Don García Rey de Navarra murió en la guerra. Fué hombre de ánimo feroz, diestro en las armas, y no solo era capitan prudente, sino soldado valeroso. Los principios de discordias entre los hermanos, que los años pasados se comenzaron, en este tiempo vinieron de todo punto á madurarse (como suele acontecer) en grave daño de Don García. Don Fernando decia que era suya la comarca de Briviesca y parte de la Rioja por antiguas escrituras que así lo declaraban. Al contrario se quexaba Don García haber recebido notable agravio y injuria en la division del reyno; y en aquel particular defendia su derecho con el uso y nueva costumbre y testamento de su padre. La demasiada codicia de mandar despeñaba estos hermanos, por pensar cada uno que era poca cosa lo que tenia para la grandeza del reyno que deseaba en su imaginacion. Esta es una gran miseria que mucho agua la felicidad humana. Enfermó Don García en Nájara, visitóle Don Fernando su hermano como la razon lo pedia: quísole prender hasta tanto que le satisfaciese en aquella su demanda. Entendió la zalagar

da Don Fernando, huyó y púsose en cobro. Mostró Don García mucha pesadumbre de aquella mala sospecha que dél se tuvo: procuraba remediar el odio y malquerencia que por aquella causa resultó contra él. Supo que su hermano estaba doliente en Burgos, fuese para allá en son de visitalle y pagalle la visita pasada. No se aplacó el Rey Don Fernando con aquella cortesía y máscara de amistad. Echó mano de su hermano, y preso, le envió con buena guarda al castillo de Ceya. Sobornó él las guardas que le tenian puestas, y huyóse á Navarra resuelto de vengar por las armas aquella injuria y agravio. Juntó la gente de su reyno, llamó ayudas de los Moros sus aliados, y formado un buen exército, rompió por las tierras de Castilla, y pasados los montes Doca, hizo mucho estrago por todas aquellas comarcas. El Rey Don Fernando que no era lerdo ni descuydado, por el contrario juntó su exército que era muy bueno de soldados viejos, exercitados en todas las guerras pasadas. Marchó con estas gentes la vuelta de su hermano resuelto de hacelle todo aquel mal y daño á que el dolor y el odio le estimulaban. Diéronse vista los unos á los otros como quatro leguas de la ciudad de Burgos cerca de un pueblo que se llama Atapuerca. Asentaron sus reales y barreáronse segun el tiempo les daba: ordenaron tras esto sus haces en guisa de pelear. Las condiciones destos dos hermanos eran muy diferentes la de Don Fernando blanda, afable, cortés, ademas que en las armas y destreza del pelear ninguno se le igualaba. Don García era hombre feroz, arrebatado, hablador, por la qual causa los soldados estaban con él desabridos; y porque á muchos de sus reynos con achaques ya verdaderos, ya falsos, tenia despojados de sus haciendas, suplicáronle al tiempo que se queria dar la batalla, mandase satisfacer á los agraviados. No quiso dar oidos á tan justa demanda: parecíale fuera de sazon, y que tomaban aquel torcedor y ocasion para salir con lo que deseaban. Muchos temian no le empeciese aquella aspe reza y el desabrimiento de los suyos; y se recelaban no quisiese Dios castigar aquellas sus arrogancias y injusticias. En especial un hombre noble y principal (cuyo nombre no se sabe, mas en el hecho todos concuerdan) viejo, anciano prudente, y que tenia cabida con aquel príncipe porque fué su ayo en su niñez, visto el grande riesgo que corria, movió tratos de paz

« AnteriorContinuar »