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sus costumbres, prudencia y valor suplir la falta pasada. Lo primero que hizo, fué poner en órden las cosas de la república con buenas leyes y estatutos que ordenó; y para que con mayor acuerdo se tratase de todo lo que era conveniente, el sexto año de su reynado hizo juntar en Toledo los obispos de todo su señorío. Concurrieron treinta obispos de diversas partes. La primera junta se tuvo á veinte y ocho de octubre, dia de los Apóstoles S. Simon y Judas. Es este concilio entre los Toledanos el seteno: en él se publicaron seis decretos, y entre ellos conforme á lo que estaba ordenado en el concilio Valentino, que se tuvo en tiempo del Rey Theodorico y del Papa Symmachô, de nuevo se mandó que á la muerte de qualquier obispo se hallase el que de los obispos comarcanos fuese para ello avisado, para asistir en el enterramiento y honras del difunto, y acudir á lo que ocurriese. Ponen pena de descomunion por espacio de un año y suspension de su oficio y dignidad al que no obedeciese, y avisado no quisiese acudir. No falta quien diga que en este concilio por autoridad de los Padres se compuso la diferencia que entre los arzobispos, de Sevilla y Toledo andaba sobre el primado. La verdad es que en el postrer capítulo se mandó que los obispos comarcanos por su turno cada qual su mes acudiese á la ciudad de Toledo, y con su presencia la honrase: decreto que dicen ordenan teniendo consideracion á la dignidad del Rey, y á honrar al Me, tropolitano. Por lo demas las firmas de los obispos muestran claramente que no pretendieron por este privilegio dar al arzobispo de Toledo la autoridad de primado, pues despues de los arzobispos Oroncio de Mérida, y Antonio de Sevilla en tercero y quarto lugar firmaron Eugenio prelado de Toledo y Protasio de Tarragona. Siguiéronse los otros obispos por el órden de su antigüedad y consagracion: despues dellos los vicarios ó procuradores de los obispos ausentes en cuyas firmas se debe advertir que no dicen consentir solamente, 'sino determinar las acciones del concilio: cosa extraordinaria, y que en nuestra edad no fusaron de semejante autoridad y palabras los vicarios de los obispos ausentes en el concilio de Trento. Era por este tiempo arzobispo de Sevilla Antonio, como queda tocado, que sucedió en lugar de Theodisclo depuesto poco antes, y echado de toda España por mandado del Rey

TOMO II.

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Chîndasuintho á causa que con su natural liviandad sembraba mala doctrina , y aun le convencieron que para dar mayor autoridad á lo que enseñaba, corrompió las obras de S. Isidoro que le vinieron á las manos, como al que le sucedió en su iglesia y dignidad. Depuesto pasó en Africa, y allí se hizo Moro, que tan grande es la fuerza de la obstinacion, y en tanto grado se ciegan los hombres que una vez se apartan del verdadero camino. Desta caida de Theodisclo refieren los que pretenden favorecer el primado de Toledo, y en particular el arzobispo Don Rodrigo, que el Rey Chindasuintho tomó ocasion para pasar á aquella ciudad Real la dignidad de primado, y quitarla á la ciudad de Sevilla en que hasta entonces estuviera, y que lo uno y lo otro se hizo por voluntad. y. privilegio del Pontífice Romano. Lo qual dicen sin argumento bastante, ni testimonio de algun escritor antiguo que tal diga: así lo dexamos como cosa sin fundamento. Gobernaban por estos tiempos la iglesia de Roma Theodoro, y el que le sucedió, que fué Martino el Primero. Tiénese por cierto, y hay memorias antiguas, que Chîndasuintho con deseo que tenia de enriquecer á España con libros y letras, envió á Roma el obispo de Zaragoza llamado Tajo para que con voluntad del Papa Theodoro buscase en particular los libros de S. Gregorio sobre Job, Henos de alegorías y moralidades excelentes, para que los traxese consigo á España; ca los que el dicho Gregorio envió á Leandro, á quien los dedicó, si los envió empero, no parecian por la injuria de los tiempos. Decia tener gran deseo por medio de aquellos libros de renovar en España la memoria del uno y del otro Santo, aumentar la Religion Cathólica y confirmarla, y enriquecer la librería Eclesiástica : que tenia por cierto con ninguna cosa podria dar mas lustre á su reyno, que se hallaba por medio de la paz y por haber alanzado de sí la impiedad Arriana colmado de bienes, que con los estudios de la sabiduría, y con procurar que la Religion se conservase en su puridad: que para todo eran muy á propósito los libros de los Padres antiguos. Llegó Tajo á Roma, propuso su embaxada: deseaba el Papa darle contento y complacer al Rey, pero habia sucedido en Roma lo mismo que en España, que casi no quedaba memoria de aquellos libros. Era cosa larga revolver todos los papeles y archivos: dilatábase el negocio de dia en

dia, hora alegaban una ocasion de la tardanza, hora otra. Visto el obispo que todo era pálabras, y que no se descubria camino para alcanzar lo que pretendia, acudió á Dios con muy ferviente oracion: suplicóle no permitiese qué tan grandes. trabaxos fuesen en vano, que ayudase benignamente los piadosos intentos de su Rey: pasó toda la noche en estas plegarias. Acudió Nuestro Señor á su demanda, señalóle el lugar en que tenian guardados los escritos de S. Gregorio, con qué se efectuó todo lo que deseaba. Hobo fama, y el mismo Tajo lo testifica en una carta que escribió en esta razon, que el mismo S. Gregorio le apareció y reveló lo que tanto deseaba saber. Por el mismo tiempo comenzó á correr en España la fama de Fructuoso. Trocó la vida de señor, que las historias de aquel tiempo llaman senior, por ser de la real sangre de los Godos, y su padre Duque, en la flor de su edad con la vida de particular y de monge. Tuvo por maestro al principio á Tonanció obispo de Palencia. Llegado á mayor edad, con deseo de mas perfeccion, se fué á vivir al desierto en aquella parte que hoy llaman el Vierzo, donde de su mismo patrimonio adelante edificó un monasterio de monges con advocación de los mártyres Justo y Pastor. Cerca de Complutica á las haldas del monte Irago se veen los rastros deste monasterio, y en la iglesia Cathedral de Astorga, de do cae no lexos aquel sitio, entre las demas dignidades se cuenta el Abad Complutense, ca despues que aquel monasterio fué en el tiempo adelante destruido se ordenó que aquella Abadía fuese dignidad de Astorga. De un privilegio que dió el Rey Ramiro el Tercero á la dicha iglesia de Astorga, se entiende que el Rey Chindasuintho ayudó con muchas posesiones y preseas que dió á Fructuoso, para la fundacion y dotacion de aquel monasterio. Demas desto porque en el primer monasterio no cabia tanta muchedumbre de religiosos como cada dia acudian á la fama de Fructuoso y de su santidad, fundó el mismo allí cerca otro monasterio con advocacion de S. Pedro en un sitio rodeado por todas partes de montes y arboledas muy frescas. Deste convento en tiempo del Rey Wamba fué prelado el abad Valerio, cuyo libro se conserva hasta hoy con título de la Vana sabiduría del siglo, sin otras algunas obras suyas en prosa y en verso que dan muestra de su ingenio, piedad y doctrina. Este monasterio

reedificó adelante y le ensanchó Genadio obispo de Astorga año del Señor de novecientos y seis, como se entiende por la letra de una piedra que está en la misma puerta del claustro, por donde de la iglesia se pasa al monasterio. Otro tercero monasterio edificó Fructuoso en la isla de Cadiz, y el quarto en tierra firme nueve leguas de aquellas riberas, sin otros que en diversos lugares fundó así de varones como de mugeres. Entre las vírgenes Benedicta tuvo el primer lugar, y fué muy señalada porque dexado el esposo á quien estaba prometida, persona rica y muy noble, con deseo de conservar la virginidad acudió al amparo de Fructuoso. Esto pasaba en España en lo postrero de la edad del Rey Chindasuintho, quando él con intento de asegurar y continuar el reyno en su familia, de que se apoderara por fuerza, nombró por su compañero en él á su hijo Flavio Recesuintho el año de Christo de seiscientos y quarenta y ocho despues de haber reynado solo y sin compañero por espacio de seis años, ocho meses y veinte dias. Despues desto, aunque vivió tres años, quatro meses y once dias , pero este tiempo se cuenta en el reynado de su hijo á causa que por su mucha edad le dexaba todo el gobierno. Falleció Chindasuintho en Toledo de enfermedad, ó como otros dicen con yerbas que le dieron. Su cuerpo y el de la Reyna Riciberga su muger sepultaron en el monasterio de S. Roman que hoy se llama de Hormisga, y está á la ribera del rio Duero entre Toro y Tordesillas: fundóle este mismo Rey para su entierro, y sepultarse en él como se hizo.

Capítulo IX.

De tres Concilios de Toledo.

ERA por estos tiempos arzobispo de Toledo Eugenio Tercero sucesor del otro Eugenio. Fué dicípulo de Helladio, como lo fueron los otros tres arzobispos que le precedieron. Siendo mas mozo, con deseo de darse á las letras dexó en la iglesia de Toledo un lugar principal que tenia entre los demas ministros de aquel templo, y tomó el hábito de monge en Santa Engracia de Zaragoza. Por muerte de Eugenio Segundo le sa

caron de aquel monasterio casi por fuerza para que tomase el gobierno de la iglesia de Toledo. Corrigió el canto Eclesiástico y le reduxo á mejor forma, ca estaba estragado con el tiempo y mudado de lo que solia ser antiguamente. Compuso un libro de Trinitate, y á la obra de Draconcio, que en verso heroyco á manera de paráphrasi declara el principio del Génesis y la creacion del mundo, añadió Eugenio la declaracion del dia seteno que faltaba. Destos versos y de otras epigramas suyas que hasta nuestra era se han conservado, se entiende que tuvo letras y ingenio y erudicion no pequeña para aquellos tiempos. Entre aquellas epigramas están los epitaphios de los Rey y Reyna Chindasuintho y Riciberga, si bien son algo groseros mas á causa de lo poco que en aquella edad se sabia, que por falta del mismo Eugenio. Algunos dicen que fué tio de S. Illefonso, hermano de su madre: otros lo tienen por falso, paréceles que si esto fuera así, ó el mismo S. Illefonso, ó S. Julian en lo que añadieron á los Claros Varones de S. Isidoro, hicieran mencion de cosa tan señalada. Algunos martyrologios ponen á este prelado en el número de los demas Santos, y señalan su dia á trece de noviembre, por el qual camino van tambien algunas personas eruditas. Hace contra esto que en el martyrologio de Toledo, en que parece se debia principalmente poner, no está : en fin este punto ni por la una parte ni por la otra está averiguado bastantemente. Demas desto sospecho yo que Eugenio Tercero fué el que se halló y firmó en el concilio próximo pasado de Toledo. Muéveme á pensar esto ver que Antonio arzobispo de Sevilla, que poco antes fué elegido, en las firmas le precedia para muestra de que era mas antiguo prelado. En tiempo de este prelado sin duda á instancia del Rey Recesuintho se juntó en Toledo otro nuevo concilio, que entre los de aquella ciudad se cuenta por el octavo. Era grande el zelo que este Rey tenia, y la aficion á las cosas eclesiásticas: ocupábase en revolver los libros sagrados, hallábase en las disputas que en materia de Religion se hacian, para adornar los templos y aumentar el culto divino no cesaba de darles oro, piedras preciosas, brocados y sedas; en que parece pretendia imitar el exemplo de su padre. Acudieron cinquenta y dos obispos juntáronse en la Basílica de S. Pedro y S. Pablo á diez y seis de diciembre año de seiscientos y

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