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CID CAMPEADOR

Rodrigo Diaz de Vivar apellidado el ) Tamose guerrero español, torror de los

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Capítulo IV.

Como el Cid ganó á Valencia.

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EN este medio no estaban en ocio las armas de Rodrigo de Vivar por sobrenombre el Cid: varon grande en o bras, consejo, esfuerzo, y en el deseo increible que siempre tuvo de adelantar las cosas de los Christianos, y á qualquiera parte que se yolviese, por aquellos tiempos el mas afortunado de todos. No podia tener sosiego, antes con licencia del Rey Don Alonso en el tiempo que él andaba ocupado en la guerra del Andalucía (como de suso queda dicho) con particular compañía de los suyos revolvió sobre los Celtiberos, que eran don de ahora los confines de Aragon y Castilla, con esperanza de hacer allí algun buen efecto por estar aquella gente con la fama de su valor amedrentada. Todos los señores Moros de aquella tierra, sabida su venida, deseaban á porfía su amistad. El señor de Albarracin, ciudad que los antiguos llamaron quien dice Lobeto, quien Turia, fué el primero á quien el Cid admitió á vis tas y luego á conciertos despues el de Zaragoza, al qual por la grandeza de la ciudad fué el Cid en persona á visitar. Recibióle el Moro muy bien, como quier que tenia grande esperanza de hacerse señor de Valen cia con ayuda suya y de los Christianos que llevaba. La ciudad de Valencia está situada en los pueblos llamados antiguamente Edetanos á la ribera del mar en lugares de regadío, y muy frescos y fértiles, y por el mismo caso de sitio muy alegre. Demas desto así en nuestraera como en aqu el tiempo era muy conocida por el trato de na ciones forasteras que allí acudian á feriar sus mercadurías, y por la muchedumbre, arreo y apostura, de sus ciudadanos. Hiaya, que diximos fué Rey de Toledo, tenia el señorío de aquella ciudad por herencia y derecho de su padre, ca fué sugeta á Almenon, El Rey Don Alonso otrosí como se concertó en el tiempo que Toledo se entregó, le ayudó con sus armas para mantenerse en aquel estado. El señor de Denia, que lo era tambien de Xátiva y de Tortosa, quier por particulares disgustos, quier con deseo de mandar era enemigo de Hiaya: y

trabaxaba con cerco aquella ciudad. El Rey de Zaragoza pretendia del trabaxo ageno y discordia sacar ganancia. Los de Valencia le llamaron en så ayuda, y él deseaba luego ir, por entender se le presentaria por aquel camino ocasion de apoderarse de los unos y de los otros. Concertose con el Cid, y juntadas sus fuerzas con él, fué allá. El señor de Denia por no ser igual á tanto poder luego que le vino el aviso de aquel apercibimiento alzó el cerco concertándose con los de Valencia. Quisiera el de Zaragoza apoderarse de Valencia; que al que quiere hacer mal, nunca le falta ocasión. El Cid nunca quiso dar guerra al Rey de Valencia: escusóse con que estaba debaxo del amparo del Rey Don Alonso su señor, y le seria mal contado si combatiese aquella ciudad sin licencia, ó le hiciese qualquier desaguisado. Con esto el de Zaragoza se volvió á su tierra. El Cid con voz de defender el partido del Rey de Valencia sacó para sí hacer como hizo sus tributarios á todos los señores Moros de aquella comarca, y forzar á los lugares y castillos que le pagasen parias cada un año. Con esta ayuda y con las presas que por ser los campos fértiles eran grandes, sustentó por algun tiempo los gastos de la guerra. El Rey Hiaya como fuese antes aborrecido, de nuevo por la amistad de los Christianos lo fué mas; y el odio se aumentó en tanto grado, que los ciudadanos llamaron á los Almoravides que á lá sazon habian estendido mucho su imperio ; y con su venida fué el Rey muerto, la ciudad tomada. El movedor deste consejo y trato llamado Abenvafa como por premio se quedó por señor de Va'lencia. El Cid deseosó de vengar la traycion, y alegre por tener ocasion y justa causa de apoderarse de aquella ciudad nobilísimá, con todo su poder se determinó de combatir á los contrarios. Tenia aquella ciudad grande abundancia de todo lo que era á propósito para la guerra, guarnicion de soldados, gran muchedumbre de ciudadanos, mantenimientos para muchos meses, almacen de armas y otras municiones, caballos -asaz: la constancia del Cid y la grandeza de su ánimo lo venció todo. Acometió con gran determinacion aquella empresa : duTó el sitio muchos dias. Los de dentro cansados con el largo cerco, y reducidos á estrema necesidad de mantenimientos, demas que no tenian alguna espéranza de socorro, finalmente se le entregaron. El Cid con el mismo esfuerzo que comenzó

aquella demanda, pretendió pasar adelante : lo que parecia locura, se resolvió de conservar aquella ciudad; hazaña atrevida, y que pusiera espanto aun á los grandes Reyes por estar rodeada de tanta morisma. Determinado pues en esto, lo primero llamó á Gerónimo, uno de los compañeros del arzobispo Don Bernardo, desde Toledo para que fuese obispo de aquella ciudad. Demas desto hizo venir á su muger y dos hijas, que como arriba se dixo las dexó en poder del abad de San Pedro de Cardeña. Al Rey por haber consentido benignamente con sus deseos, y en especial dado licencia que su muger y hijas se fuesen para él, envió del botin y presa de los Moros docientos caballos escogidos y otros tantos alfanges moriscos colgados de Jos arzones, que fué un presente Real. En este estado estaban las cosas del Cid. Los infantes de Carrion Diego y Fernando, personas en aquella sazon en España por sangre y riquezas nobilísimos, bien que de corazones cobardes, por parecerles que con las riquezas y haberes del Cid podrian hartar su codicia por no tener hijo varon que le heredase, acudieron al Rey y le suplicaron les hiciese merced de procurar y mandar les diesen por mugeres las hijas del Cid Doña Elvira y Doña Sól. Vino el Rey en ello, y á su instancia y por su mandado se juntaron á vistas el Cid y los infantes en Requena, pueblo no lexos de Valencia: hicieron las capitulaciones: con que los infantes de Carrion en compañía del Cid pasaron á Valencia para efectuar lo que deseaban. Las bodas se hicieron con grandes regocijos y aparato Real. Los principios alegres tuvieron diferentes remates. Los mozos como quier que eran mas apuestos y galanes que fuertes y guerreros, no contentaban en sus costumbres á su suegro y cortesanos, criados y curtidos en las armas. Una vez avinó que un leon, si acaso si de propósito no se sabe, pero en fin como se soltase de la leonera, ellos de miedo se escondieron en un lugar poco decente. Otro dia en una escaramuza que se trabó con los Moros que eran venidos de Africa, dieron muestra de rehusar la pelea y volver las espaldas como medrosos y cobardes. Estas afrentas y menguas que debieran remediar con esfuerzo, trataron de vengallas torpemente; y es así que ordinariamente la cobardía es hermana de la crueldad. Suero tio de los mozos, en quien por la edad era justo hobiera algo mas de consejo y de prudencia, atizaba el fuego

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