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los muros otro monasterio con nombre de San Juan: hoy se llama San Juan de Burgos. Dió asimismo licencia á Fortun abad de otro nuevo monasterio (que por aquel tiempo se llamaba de San Sebastian, y era muy principal en Castilla la Vie ja despues se llamó de Santo Domingo de Silos por haber este Santo en él vivido y muerto santísimamente) de edificar un pueblo cerca del dicho monasterio, que en nuestro tiempo es de ciento y setenta vecinos, aunque los muros tienen anchura y capacidad para mas, y es del Duque de Frias, hoy condestable de Castilla. El año siguiente de mil y noventa y 1099. nueve fué señalado por la muerte del Pontífice Urbano, y por la toma de la ciudad de Jerusalem que la ganaron los soldados Christianos. Sucedió por la muerte de Urbano el cardenal Raynerio, persona de grande bondad y esperiencia, que por su predecesor fué enviado por legado en España. Tomó nombre de Pasqual Segundo. Este en el tiempo de su Pontificado concedió á la iglesia de Santiago que á imitacion de la magestad romana tuviese siete canónigos cardenales, y los obispos de aquella iglesia usasen del palio, insignia de mayor autoridad que la ordinaria de los otros obispos. El año que luego se siguió, es á saber el de mil y ciento, fué no menos alegre 1100. para los Christianos por la muerte de Juzeph, que por espacio de doce años tuvo el imperio de los Moros en España, y el de Africa como treinta y dos, que aciago y desgraciado por la muerte que en él sucedió del infante Don Sancho. Era su ayo por mandado del Rey Don Alonso su padre, Don García Conde de Cabra: criábale como á sucesor que habia de ser de reyno tan principal. La desgracia sucedió desta manera. Hali sucesor de Juzeph, deseando comenzar el nuevo imperio y ganar autoridad con alguna excelente hazaña y empresa, pasado el mar con un grueso exército de Moros que juntó en Africa, demas de otros que en España se le allegaran, entró por el reyno de Toledo y llegó haciendo mal y daño hasta la misma ciudad: metió á fuego y á sangre sembrados, arbo. les, lugares, cautivó hombres y ganados. El Rey Don Alonso por su gran vejez y por estar indispuesto, demas desto cansado de tantas cosas como habia hecho, no pudo salir al encuentro al enemigo bravo y feroz. Envió en su lugar sus gentes y por general al Conde Don García: y para que tuviese mas au

toridad, quiso fuese en su compañía el infante Don Sancho su hijo, dado que era de pequeña edad. El se quedó en Toledo, donde en lo postrero de su edad residia muy de ordinario. Cerca de Uclés se dieron vista y juntaron los dos campos: ordenaron sin dilacion las haces: dióse la batalla de poder á poder, que fué grandemente desgraciada. Derribaron los Moros al Infante. Amparábale el Conde Don García con su escudo, y con la espada arredraba, y aun detuvo por buen espacio los Moros que los rodeaban y acometian por todas partes. Su esfuerzo era tal que los contrarios desde lexos le combatian, mas ninguno se atrevia á llegársele. El amor singular que tenia al Infante, y el despecho ( grande arma en la necesidad ) le ani+ maban. Finalmente enflaquecido con las muchas heridas que le dieron los enemigos por ser tantos, cayó muerto sobre el que defendia. Este miserable desastre y muerte desgraciada dió luego á los bárbaros la victoria: Quanto haya sido el dolor del Rey por tan gran pérdida, no hay para que relatarlo, no le afligia mas la desgracia y pérdida del hijo, que el daño de la república Christiana por faltar el heredero de imperio tan grande, que era un retrato de las virtudes de su padre, y parecia haber nacido para hacer cosas honradas. Preguntó el Rey qual fuese la causa de tantos daños como de los Moros tenian recebidos; fuéle respondido por cierta persona sabia que el es, fuerzo de los corazones estaba en los soldados apagado con la abundancia de los regalos, holguras y ociosidad; los cuerpos enflaquecidos con el ocio y los ánimos con la deshonestidad, fruto ordinario de la prosperidad. Mandó pues quitar los ins、 trumentos de los deleytes, en particular derribar los baños, que eran muy usados á la sazon en España, á imitacion y conforme à la costumbre de los Moros. Alguna esperanza quedaba en Don Alonso nieto del Rey, que en Doña Urraca hija del mismo Rey dexó Don Ramon su marido; mas era pequeño alivio del dolor, por la flaqueza de la madre y la edad deleznable del niño, en ninguna manera bastantes para acudir á cosas tan grandes. Con estos cuydados se hallaba suspenso el ánimo del Rey : de dia y de noche le aquexaba el dolor y el dep seo de poner remedio en tantos daños.

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La iglesia de Santiago anduvo trabaxada por este tiempo: grandes tempestades la combatian no de otra manera que la nave sin piloto, ni gobernalle; llegó últimamente al puerto y á salvamento con la eleccion que se hizo de un nuevo prelado por nombre Don Diego Gelmirez, hombre en aquella era prudente en gran manera, de grande ánimo y de singular destreza. Don Diego Pelayo en tiempo del Rey Don Sancho de Castilla fué elegido por prelado de la iglesia de Campostella, como queda dicho en otro lugar: era persona muy noble, mas bullicioso, inquieto y amigo de parcialidades. Hízole prender el Rey Don Alonso: que fué grande resolucion y notable, poner las manos en hombre consagrado. Deseaba demas desto privarle del obispado: era menester quien para esto tuviese autoridad: el cardenal Ricardo, que diximos haberle el Pontífice enviado á España por su legado, llamó los obispos para tener concilio en Santiago, con intento que en presencia de todos se determinase aquel negocio. Presentado que fué Pelayo en el concilio, por miedo ó de grado renunció aquella dignidad; y para muestra que aquella era su determinada volun tad, hizo entrega en presencia del cardenal del anillo y báculo pontifical. Con esto fué puesto en su lugar Pedro abad Cardinense. El Pontífice Urbano, avisado de lo que pasaba, tuvo á mal la demasiada temeridad y priesa con que en aquel hechro procedieron. Al legado cardenal escribió y reprehendió con gravísimas palabras. Para el Rey despachó un breve y carta deste tenor: « Urbano obispo siervo de los siervos de Dios al Rey Alonso de Galicia. Dos cosas hay, Rey Don Alonso, con que principalmente este mundo se gobierna, la dignidad sacerdotal y la potestad Real. Pero la dignidad sacerdotal, hijo carísimo, en tanto grado precede á la potestad Real que de los mismos Reyes hemos de dar razon al Rey de todos. Por ende el cuydado pastoral nos compele no solo á tener cuenta con la salud de los menores sino tambien de los mayores en

quanto pudiéremos, para que podamos restituir al Señor sin daño, quanto en nosotros fuere, su rebaño que él mismo nos ha encomendado; principalmente debemos mirar por tu bien, pues Christo te ha hecho defensor de la fe Christiana y propagador de su Iglesia. Acuérdate pues, acuérdate, hijo mio muy amado, quanta gloria te ha dado la gracia de la divina Magestad; y como Dios ha ennoblecido tu reyno sobre los otros; asi tu has de procurar servirle entre todos mas devota y familiarmente, pues el mismo Señor dice por el Profeta: A los que me honran honraré, los que me desprecian serán abatidos. Gracias pues damos á Dios que por tus trabaxos la iglesia Toledena ha sido librada del poder de los Sarracenos; y á nuestro hermano el venerable Bernardo, prelado de la misma ciudad, convidado por tus amonestaciones recebimos digna y honradamente, y dándole el palio, le concedimos tambien el privilegio de la antigua magestad de la iglesia Toledana, porque ordenamos que fuese primado en todos los reynos de las Españas; y todo lo que la iglesia de Toledo se sabe haber tenido antiguamente, ahora tambien por liberalidad de la Sede Apostólica hemos determinado que para adelante lo tenga. Tú le oirás como á padre carísimo, y procura obedecer á todo lo que te dixere de parte de Dios; y no dexarás de exâltar su iglesia con ayuda y beneficios temporales. Pero entre los demás pregones de tus alabanzas ha venido á nuestras orejas lo que sin grave dolor no hemos podido oir, esto es, que el obispo de Santiago ha sido por tí preso, y en la prision depuesto de la dignidad episcopal : desórden que por ser de todo punto contrario á los Cánones, y que las orejas cathólicas no lo sufren, tanto mas nos ha contristado quanto es mayor la aficion que te tenemos. Pues Rey gloriosísimo Don Alonso, en lugar de Dios y de los Apóstoles rogándotelo mandamos que restituyas enteramente por el arzobispo de Toledo al mismo obispo en su dignidad, y no te escuses con que por Ricardo cardenal de la Sede Apostólica se hizo la deposicion, porque es contrario de todo punto á los Cánones, y Ricardo por entonces no tenia autoridad de legado de la Sede Apostólica : lo que él pues hizo entonces que Victor Papa de santa memoria Tercero, le tenia privado de la legacía, nos la damos por de ningun valor. En remision pues de los pecados, y obediencia de

la Sede Apostólica restituye el obispo á su dignidad: venga él con tus embaxadores á nuestra presencia para ser juzgado canónicamente, que de otra manera nos forzarás á hacer con tu caridad lo que no querríamos. Acuérdate del religioso Príncipe Constantino, que ni aun oir quiso el juicio de los sacerdotes, teniendo por cosa indigna que los dioses fuesen juzgados, de los hombres. Oye pues en nosotros á Dios y á sus Apóstoles, si quieres ser oido dellos y de nos en lo que pidieres. El Rey de los Reyes Señor, alumbre tu corazon con el resplandor de su gracia, te dé victorias, ensalce tu reyno, y de tal manera conceda que siempre vivas, y de tal suerte del reyno, temporal goces felizmente, que en el eterno para siempre te alegres, amen. » Sucedió todo esto el año primero del pontificado de Urbano II, que cayó en el año del Señor de mil y: 1088. ochenta y ocho, En lugar de Ricardo vino el cardenal Raynerio por legado en España: este juntó un concilio en Leon, en que depuso á Pedro de la dignidad en que fué puesto contra las leyes y por el mal órden, pero no se pudo alcanzar que Pelayo fuese restituido en su libertad y en su iglesia : solamente por medio de Don Ramon yerno del Rey, que á la sazon vivia, se dió traza que á Dalmachio monge de Cluñi, y por el mismo caso grato al Pontífice que era de la misma órden se diese el obispado de la iglesia de Compostella. Este prelado fué al concilio general que se celebró en Claramonte, en razon de emprender la guerra de la Tierra Santa. Allí alcanzó que la iglesia de Compostella fuese exempta de la de Braga, y quedase sugeta solamente á la Romana : en señal del privilegio se ordenó que los obispos de Santiago no por otro que por el Romano Pontífice fuesen consagrados. No se pudo alcanzar por entonces del Papa que le diese el palio, aunque para salir con esto el dicho Dalmachio usó de todas las diligencias posibles.> La luz y alegría que con esto comenzó á resplandecer en aquella iglesia, en breve se escureció, porque con la muerte de Dalmachio hobo nuevos debates. Pelayo suelto de la prision se fué á Roma para pedir en juicio la dignidad de que injustamente como él decia, fuera despoxado. Duró este pleyto quatro años hasta tanto que Pasqual Romano Pontífice pronunció sentencia contra Pelayo. Con esto los canónigos de Santiago trataron de hacer nueva eleccion. Vínose á votos. Diego Gel-,

TOMO II.

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