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lo deben contar y poner á cuenta de ganancia, y atribuillo no á sus méritos, sino á nuestra benignidad.

Capítulo XIII.

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Del castigo de los Conjurados.

ACABADAS estas razones, pasó el Rey adelante su camino: llegó á la ciudad, y en su compañía la fuerza del exército y los soldados puestos en ordenanza y á manera de triumpho, que hacian una vista muy hermosa. Con su llegada se puso fin á la guerra, y rindióse todo lo que quedaba de la ciudad, en cuya parte mas alta, que caia ácia el reyno de Francia, puso guarnicion de soldados, ca se decia que grandes gentes de Alemaña y de Francia venian en socorro de los cercados, y que ya llegaban cerca. Paulo con mas deseo de la vida que cuydado del honor, á la hora rindió el theatro, donde estaban en su compañía el obispo Gumildo, Witimiro y mas de otros veinte principales cabezas de aquella conjuracion. A todos fueron puestas prisiones; en particular dos capitanes á caballo llevaron en medio y á pie á Paulo á vista de todo el exército, asidos de sendas guedejas de sus cabellos por la una y por la otra parte. Con esta representacion y disfrace llegaron á la presencia del Rey. Panlo soltó luego el ceñidor, que era á fuer de soldados y segun la costumbre antigua despojarse de la honra y grado militar: púsole como dogal al cuello para muestra de lo que merecia, y del miserable estado en que se hallaba: estaban él y los demas cautivos postrados por tierra, dió el Rey gracias á Dios por tan grande merced, reprehendió en público la locura de los conjurados; y de tal manera les hizo gracia de las vidas, que mandó ponerlos á buen recaudo y guardar hasta tanto que con mas maduro consejo se determinase su causa. Algunos Franceses y Saxones, parte que estaban por rehenes en aquella ciudad, parte que al principio juntaron con los traydores sus fuerzas, sin embargo libremente fueron enviados á sus tierras con dádivas que les dieron. Por esta forma principios de cosas muy grandes que amenazaban mayores males, y con el levantamiento de Paulo y de toda la Gallia Góthica te

nian el reyno puesto en cuydado, fácilmente se atajaron. Muchos tuvieron á juicio de Dios lo que sucedió á esta gente, por los tesoros sagrados que robaron y por los templos que despojaron, á los quales Wamba, hecha pesquisa, mandó restituir todo lo que se halló. Las murallas de la ciudad que á causa de los combates quedaban maltratadas, hizo reparar. Los cuerpos muertos fueron sepultados para que con el mal olor no inficionasen el ayre. Pasáronse tres dias en estas cosas: luego en presencia del Rey, que estaba sentado en su throno, fueron presentados los rebeldes y se pronunció sentencia contra ellos. Quanto á lo primero el Rey puso sus pies sobre los cuellos de los miserables. Despues preguntaron á Paulo si queria alegar algun agravio porque se hobiese apartado del deber; respondió que no, antes que recibiera muchas mercedes y honras del Rey, y sin propósito se despeñó en aquellos males. Despues desto leyeron el pleyto homenage que hizo á Wamba con los demas grandes, y juntamente fueron referidas las palabras con que Paulo se hizo jurar por Rey. Finalmente leyeron las leyes de los concilios en razon del castigo que merecen los que se levantan, y conforme á ellas se pronunció contra Paulo y sus consocios sentencia de muerte afrentosa y confiscacion de bienes; añadieron empero que si el Rey por su clemencia les perdonase las vidas, que por lo menos fuesen privados de la vista. Era la cabellera señal de nobleza antiguamente: el Rey con deseo de ser tenido por clemente, y por esta forma ganar las voluntades de todos, contentóse con que los motilasen. Vino á la sazon aviso que Chilperico Rey de Francia Segundo deste nombre venia con sus huestes muy á punto. Salió Wamba á la campaña, donde esperó por demas quatro dias á los contrarios. Parecióle con esto daba bastante muestra de su valor y ganaba reputacion: no quiso romper por las tierras de Francia porque no pareciese era el primero á quebrantar las paces que de antes tenian asentadas. Con tanto dado órden en las cosas de Francia, se resolvió de dar la vuelta á España. Sobrevino nueva que un capitan francés llamado Lope corria los campos de Besiers, talaba, quemaba, robaba todo lo que se le ponia delante. Salióle el Rey con su gente al encuentro: el enemigo desconfiado de sus fuerzas se retiró á lo mas alto de las montañas vecinas. Dexó con la priesa parte

del bagage, y por el camino otras muchas cosas los soldados, con que dieron muestra mas de huir que de retirarse. Con estos despojos y las riquezas de Francia quedaron los soldados del Rey muy alegres y contentos. Dieron vuelta á Narbona: gran parte de los soldados y del exército se repartió por las guarniciones de Francia. Hic iéronse nuevos edictos contra los Judíos, con que fueron echados de toda la Gallia Góthica. A otra parte del exército se dió licencia, en un pueblo en tierra de Narbona llamado Canaba, para que volviesen á sus casas, y con el reposo gozas en el fruto de sus trabaxos. No pocos quedaron en compañía del Rey, que dió dende la vuelta ácia España. Llegó por sus jornadas á la ciudad de Toledo: hizo en ella una hermosa entrada, y fué recibido á manera de triumpho: honra debida á su dignidad, y á cosas tan grandes como dexaba acabadas en solos seis meses, que se contaban despues que últimamente salió de aquella ciudad. Concertáronse los esquadrones en esta forma: en primer lugar iban los rebeldes en camellos, rapadas las barbas y el cabello, descalzos y mal vestidos: Paulo por burla llevaba en la cabeza una corona de cuero negro, seguíanse los soldados muy arreados con penachos Ꭹ librea. Cerraba los esqua drones el Rey, cuyas venerables canas y la memoria de sus hazañas acrecentaba la magestad de su rostro y presencia. Salióle al encuentro toda la ciudad que alegre con aquel espectáculo, apellidaba á su Rey salud, victoria y bienaventuranza. Duró grande espacio la en trada: los culpados fueron puestos en cárcel perpetua por fin y remate de cosas tan grandes.

Capítulo xiv.

De las demas cosas del Rey Wamba.

Con esto comenzó España con el esfuerzo de Wamba y su mucha prudencia á florecer dentro con los bienes de una larga paz, de fuera recobraba su lustre antiguo y su dignidad. Puso el Rey cuydado en hermosear su reyno de todas maneras, y en particular ensanchó la ciudad Real de Toledo, y para su fortificacion levantó una nueva muralla con sus torres, al

menas y petriles continuada por el arrabal de San Isidoro, y que llega de la una puente á la otra. Está Toledo de quatro partes por mas de las tres ceñida del rio Tajo, que acanalado por entre barrancas muy altas, corre por peñas y estrechuras muy grandes. La quarta parte tiene la subida áspera y empinada, por donde la cercaba un muro de fábrica romana mas angosto que el que hizo Wamba, cuyos rastros se veen á la plaza de Zocodover y á la puerta del Hierro. Wamba con intento de meter dentro de la ciudad los arrabales, y para mayor fortaleza añadió la otra muralla mas abaxo. Traxéronse para la obra piedras de todas partes, en particular á lo que se entiende, de una fábrica romana á manera de circo, que antiguamente levantaron allí, y tenia mármoles con figuras entalladas en ellos de rosa ó de rueda. El vulgo se persuade ser aquellas las armas de Wamba: las mismas piedras muestran lo contrario, ca estan sin órden ni traza, sino como las traian así las asentaban los oficiales. Graves autores testifican que para memoria desto hizo grabar dos versos en las torres principales desta muralla en latin grosero y como de aquella era, pero que traducidos en un terceto castellano hacen este sentido:

CON AYUDA DE DIOS EL PODEROSO

REY WAMBA EN SU CIUDAD LEVANTÓ EL MURO:

HONRA DE SU NACION, MURÓ HERMOSO.

Demas desto en lo mas alto de las torres puso estátuas de mármol blanco á los santos patrones y principales abogados de la ciudad. Grabó otrosí al pie de las estátuas otros dos versos, que hacen este sentido:

SANTOS, RELUCE AQUI CUYA PRESENCIA,
GUARDAD ESTA CIUDAD Y PUEBLO TODO:
TIRAD, COMO PODEIS, TODA DOLENCIA.

Habian con el tiempo caídose las estátuas, borrádose y gastádose las letras, que el Rey Don Phelipe Segundo deste nombre con su acostumbrada piedad y devocion pocos años ha mandó restituir y hacer de nuevo. Fortificábase pues la ciudad por mandado del Rey Wamba, y juntamente por su providencia se

tornaba á poner en práctica la costumbre de celebrar concilios en aquella ciudad. Así en el año quarto de su reynado, que se contaba del Señor seiscientos y setenta y cinco, á siete de noviembre se juntaron en la iglesia de Santa María de la ciudad de Toledo á celebrar concilio diez y siete obispos, y casi todos de la provincia Carthaginense, demas de siete abades, entre los quales se cuenta uno llamado Avila abad del monasterio Agaliense de San Julian, si la letra no está mentirosa, como algunos lo sospechan por congeturas que hay. Hallóse otrosí entre los Padres, aunque en el postrer lugar, Gudila arcediano de Santa María de la Sede ó Silla, por donde se entiende que el templo en que este concilio se celebró, era el mayor y mas principal. Dudan los curiosos si estuvo entonces asentado do hoy está la iglesia Cathedral. Sospéchase que si, por razon de la piedra que en ella se vee, en que la Vírgen gloriosa puso sus sagrados pies para honrar á su devoto San Illefonso, dado que la fábrica y forma y traza es muy diferente de la de entonces. Este concilio se cuenta por el onceno entre los de Toledo. En él se dieron al Rey las gracias por haber renovado la costumbre de celebrar los concilios interrumpida por espacio de diez y ocho años. Para adelante mandan los Padres que los concilios provinciales cada un año se juntasen en la iglesia metropolitana, sin que haya en él otra cosa digna de memoria. Los Cánones que promulgaron fueron en número diez y seis. Por el mismo tiempo en Braga se juntó el concilio tercero de los Bracarenses. Quitóse en él la costumbre de llevar los obispos colgadas al cuello las reliquias de los Mártyres, y á ellos en andas los diáconos; y ordenóse para adelante que las santas reliquias fuesen por los diáconos llevadas en andas. Ponen pena de excomunion al sacerdote que para decir misa no se pusiese la estola, que llaman Orario, sobre entrambos los hombros y cruzada sobre el pecho: costumbre que en algunas partes se ha dexado, en las mas se guarda. Hallóse en este concilio Isidoro obispo de Astorga. Floreció así mismo por este tiempo Valerio abad de San Pedro de los Montes, claro por el menosprecio del mundo, y por su erudicion, de que dan testimonio sus obras, y en especial un libro que intituló de la Vana sabiduría del siglo. No se hallan otros concilios del tiempo del Rey Wamba en los tomos que andan ordinariamen

TOMO II.

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