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obispo de Barcelona, se entiende como se trabó amistad entre los dos por venir el dicho obispo á la corte á celebrar la Pascua, como dexaron ordenado. Firman en este concilio los arzobispos Juliano de Toledo, Liuva de Braga, Stephano de Mérida y Floresindo arzobispo de Sevilla. Parece que este Rey se pretendió señalar en juntar muchos concilios, porque el año luego siguiente por su diligencia y por mandado del Papa Leon, segundo deste nombre en Toledo á catorce de noviembre, se dió principio al concilio décimo quarto Toledano, que se junto con intento que los obispos de España aprobasen y recibiesen un concilio que poco antes se celebrara en Constantinopla con asistencia de docientos y noventa prelados, y entre los concilios generales se cuenta por sexto. No pudieron acudir todos los obispos de España á causa de los frios del invierno, y por quedar muy gastados de los concilios pasados. Concurrieron diez y siete obispos casi todos de la provincia Carthaginense, y fuera dellos los procuradores de los arzobispos de Tarragona, Narbona, Mérida, Braga y Sevilla, y de otros obispos ausentes hasta número de diez. Estos de comun acuerdo recibieron y aprobaron el susodicho concilio Constantinopolitano, que ellos contaban por quinto, y le pusieron luego despues del concilio Châlcedonense, ca fué comun engaño de aquel siglo en España, Africa y en Ilyrico no recebir el quinto concilio general que se tuvo en tiempo del Emperador Justiniano: yerro en que tropezó tambien San Isidoro, como se entiende por diversos lugares de sus libros (1). Alegaban para esto que en aquel concilio quinto se reprobaron los escritos de Iba Edesseno y de Theodoro Mopsuesteno y de Theodorito obispo de Cyro, que son los tres capítulos tan nombrados en aquella era. Decian que el concilio Châlcedonense aprobó y recibió los dichos autores, y que no era lícito condenarlos. Todo esto procedia de no entender que puedan las personas ser aprobadas dado que sus opiniones se reprueben, como en efecto fué así que el concilio Châlcedonense aprobó las personas, el quinto concilio condenó sus escritos. Finalmente los prelados de

(1) Victor. Tun. en su Chron. Liber. en su Brev. Isidor en sus Var. illustr. en Justiniano y Victor; y en las Etymol. lib. 5. lo da á entender.

España condenaron los Monothelitas y Apollinaristas, que ponian en Christo sola una voluntad, conforme á lo decretado en el dicho concilio general. Demas desto una apología compuesta por Juliano arzobispo de Toledo, muy erudita, en nombre del concilio enviaron á Roma por medio de Pedro, regionario de la Iglesia Romana, en que se contenian los principales capítulos y cabezas de nuestra Fe. Quando llegó á Roma, por muerte del Papa Leon presidia en su silla Benedicto, el qual juzgó que en aquella apología se decian algunas cosas no bien. Entre ellas una era que en la Santísima Trinidad la sapiencia procede de la sapiencia, y la voluntad de la voluntad: manera de hablar conforme á lo que en el Symbolo confesamos: Dios de Dios y lumbre de lumbre. El Pontífice juzgaba que semejantes maneras de hablar no se debian usar, ni estender mas de aquello que la iglesia usaba. Ofendíale asimismo lo que Juliano decia de Christo, es á saber, que constaba de tres sustancias. Andaban estas demandas y respuestas entre Roma y España al mismo tiempo que Ervigio, sin embargo de las diligencias hechas para asegurarse en el reyno, se hallaba en gran cuydado por parecerle que el aborrecimiento del pueblo todavía se continuaba; y que muerto él, sus hijos no serian bastantes para reparar este daño. Resolvióse de emparentar con el linage de Wamba, y para esto casar á su hija Cixilona con un hombre principal de aquel linage llamado Egica. Hízose así, y juntamente le hizo jurar miraria con todo cuydado por el bien de la Reyna su suegra y de sus cuñados. Hecho esto, y quitadas algunas leyes de Wamba algo rigurosas para tiempos y costumbres tan estragadas, y en particular templada la ley que trataba en razon de las levas de los soldados, falleció de su enfermedad en Toledo, á quince dias del mes de noviembre dia viernes, año de seiscientos y ochenta y siete. Reynó siete años y veinte y cinco dias. Su memoria y fama fué grande, aunque ni agradable ni honrosa. Hobo en tiempo deste Rey en España grande hambre : la puente y muros de Mérida fueron reparados con grande representacion de magestad. El sobrestante desta obra y trazador se llamó Sala; como se ertiende por unos versos antiguos que andan entre las epígramas de Eugenio Tercero, arzobispo de Toledo.

Capítulo XVIII.

Del Rey Egica.

El dia antes que muriese Ervigio, nombró por su sucesor en el reyno á su yerno Egica. Y para que los grandes sin escrúpulo de conciencia le pudiesen jurar por Rey, alzóles el pleyto homenage que á él le tenian hecho. La uncion conforme á la costumbre de aquellos tiempos se hizo nueve dias adelante en Toledo, un dia de domingo á veinte y quatro de noviembre, luna décimaquinta, en la iglesia Pretoriense de San Pedro y San Pablo. Vióse en este Rey como la memoria del agravio dura mas y es mas poderosa que la del beneficio, ca luego á los principios de su reynado dió muestra el Rey Egica del odio que tenia concebido en su pecho contra su suegro, repudiando á su muger Cixilona en venganza de su padre, dado que tenia della un hijo llamado Witiza. No falta quien diga que lo hizo á persuasion de Wamba, el qual asimismo debaxo de muestra de piedad tenia encubierto el deseo de venganza, y el aborrecimiento contra Ervigio hasta lo postrero de su edad. Demas desto castigó á algunos grandes del reyno, que tuvieron parte en el engaño y privacion del Rey Wamba. Estas cosas se reprehenden especialmente en este Rey, que por lo demas en virtudes, justicia y piedad se puede comparar con qualquiera de los reyes pasados. Señalóse igualmente en las artes de la paz y de la guerra : fué colmado y alabado de prudencia y de mansedumbre. Allende desto movido de su devocion, por no dar ventaja á los Reyes sus predecesores en el deseo de aumentar la Religion dió órden que se juntase el décimo quinto concilio Toledano. Concurrieron de todas partes sesenta y seis obispos, año del Señor de seiscientos y ochenta y ocho. Juntáronse á quince de mayo en la iglesia Pretoriense de San Pedro y San Pablo, Lo que principalmente se trató, fué averiguar la fuerza que tenia el juramento que por respeto del Rey Ervigio y por su mandado algunos años antes hicieron Egica y los grandes, dé amparar á la Reyna viuda y á sus hijos. La causa de dudar era que con la revuelta de los

tiempos muchos fueron despojados de sus bienes, de que quedaban apoderados y los poseian la muger y hijos de Ervigio. Preguntóse si por esta razon del juramento era prohibido así á los agraviados de ponelles demanda, como al Rey de dar sen. tencia en su favor. Fué respondido de comun consentimiento de los prelados y del concilio, que la santidad del juramento no debe favorecer á la maldad, y que antes se cumple con él en deshacer los agravios, y volver por la justicia. Tratóse otro sí de responder á las tachas que el Pontífice Benedicto puso en el Apología que le envió el concilio pasado; y para este efecto Juliano con aprobacion de los demas prelados compuso un nuevo Apologético, en que pretende probar que en Dios procede voluntad de voluntad y sabiduría de sabiduría; y que Christo N. S. consta de tres sustancias, que era en lo que reparaba Benedicto, ca la palabra sustancia se puede tomar en significacion de naturaleza y de esencia; y no hay duda sino que en Christo hay trés naturalezas, es á saber divinidad, cuerpo y alma. Demas desto las dicciones abstractas con que se significan las formas, á veces se toman por las concretas que significan los supuestos: de suerte que tanto es decir que sabiduría procede de sabiduría, como si dixera el hijo sabio procede del padre sabio. Quando llegó esta disputa á Roma era difunto el Papa Benedicto y puesto Sergio en su lugar, el qual segun que lo testifica el arzobispo Don Rodrigo, la alabó en grande manera. A nos parece algo mas libre de lo que sufria la modestia de Juliano; y la magestad del Pontífice Romano supremo pastor de la iglesia; pero pocos en el ingenio y erudicion reconocen á nadie ventaja, y es dificultoso templar el fervor de la disputa, principalmente los que se sienten irritados. Era Juliano en aquel tiempo muy aventajado en erudición, de que dan bastante muestra sus obras; en especial la que intituló Pronóstico del Siglo venidero, y otra de las Seis Edades; libros que duran hasta hoy, las demas con el tiempo perecieron. Nació de padres judíos, fué discípulo de Eugenio III su predecesor, muy amigo de Gudila arcediano de Toledo; sucedió á Quírico arzobispo de aquella ciudad, tuvo ingenio fácil, copioso y suave; en bondad y virtud fué muy señalado. Pasó desta vida en tiempo del Rey Egica, á ocho de marzo año de seiscientos y noventa : su cuerpo fué sepultado

en Santa Leocadia. Es contado en el número de los Santos, como se vee por los martyrologios y kalendarios. Las faltas de su sucesor le hicieron mas señalado, ca le sucedió Sisberto, hombre arrojado y malo, pues se atrevió á vestirse la casulla que del cielo se traxo á San Illefonso, la qual hasta entonces sus predecesores por reverencia nunca habian tocado. Deste principio se despeñó en mayores males; y es así de ordinario que se ciegan los hombres quando la divina venganza los sigue y no quiere se emboten los filos de su espada. Olvidado pues de la dignidad que tenia, con corazon altivo y revoltoso se reveló contra el Rey. Era hombre astuto, y no le faltaba maña ni palabras para grangear las voluntades, y como el reyno estuviese dividido en bandos, muchos así de los nobles como del pueblo se le arrimaron: de donde resultaron alborotos civiles y guerras con los de fuera, todo como se puede sospechar á persuasion de Sisberto. Tres veces se vino á las manos con los Franceses, y otras tantas fueron desbaratados los Godos, dado que ni el número de los que pelearon, ni de los muertos, ni los lugares donde las batallas se dieron se puede averiguar, que fué un notable descuydo de aquellos tiempos; solo consta que el Rey con su prudencia atajó los principios de la guerra civil que amenazaba mayores males. El arzobispo Sisberto, causa principal de todos ellos fué condenado á destierro, primero por sentencia del Rey, y despues de los prelados; que junto con esto le descomulgaron y despojaron del arzobispado. Para efectuar esto y otras cosas se juntaron en Toledo por mandado del Rey en la iglesia Pretoriense de San Pedro y San Pablo, á dos de mayo año de seiscientos y noventa y tres en número sesenta y seis obispos que se hallaron en este concilio, décimo sexto entre los Toledanos. Pónese en él una confesion de la Fé, y en ella en confirmacion de lo que antes determinaron, dicen por expresas palabras que en Dios procede voluntad de voluntad, sapiencia de sapiencia, esencia de esencia; y que Christo Nuestro Señor abaxó á los infiernos. Dan por nobles y horros de tributos á todos los Judíos que de corazon abrazasen la Religion Christiana. Reformáronse las leyes de los Godos. Mandóse que por la salud del Rey, de sus hijos y nietos se hiciese oracion cada dia en todas las iglesias, con rogativa que para esto ordenaron : deste principio enten

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