Imágenes de páginas
PDF
EPUB

se

mo quier que unos los favoreciesen y otros al contrario, levantaran en el reyno recios temporales y torbellinos, cuyo, remate fué la mas miserable desventura de quantas se pudiesen pensar.

Capítulo xx.

De la genealogia destos Reyes.

La misma cosa pide que pues por la disension de los Godos y por estar divididas las voluntades entre dos linages, el uno de Chindasuintho, y el otro de Wamba, que pretendian ambos tener derecho á la corona, las cosas de España se despeña ron por este tiempo en su total perdicion; declarémos en breve la genealogía de la una familia y de la otra. Dexó Chindasuintho de su muger Riciberga estos hijos: Recesuintho el mayorazgo, que le sucedió en el reyno, Theodefredo y Favila, y una hija cuyo nombre no se sabe. Recesuintho falleció sin dexar sucesion. Así los grandes del reyno pusieron en su lugar á Wamba. La hija de Chindasuintho casó con un conde llamado Ardebasto griego de nacion, el qual aunque desterrado de Constantinopla, por su valor y nobleza emparentó con el Rey y tuvo por hijo á Ervigio, el que dió principio y fué causa de grandes males por apoderarse del reyno, y quitarle como le quitó á Wamba, con malas mañas y engaño. El Rey Ervigio de su muger Liubigotona tuvo una hija por nombre Cixilona, que casó con el Rey Egica, deudo que era del Rey Wamba, casamiento que se enderezaba á quitar enemistades y soldar la quiebra de disensiones entre aquellas dos casas. Deste matrimonio nació Witiza el mayorazgo, y Oppas prelado de Sevilla, y una hija que (como dicen autores graves) casó con el conde Don Julian. Hijos de Witiza fueron, como poco antes se dixo, Eba y Sisebuto. Theodefredo el segundo hijo de Chindasuintho hobo en su muger Ricilona, señora nobilísima á Don Rodrigo, peste, tizon y fuego de España. De Favila hijo tambien de Chîndasuintho, nació Don Pelayo, bien diferente en costumbres de su primo, pues por su esfuerzo y valor comenzaron adelante á alzar cabeza las cosas de los Christia

nos en España, abatidas de todo punto, y destruidas por la Jocura de Don Rodrigo. De Don Pelayo traen su descendencia los Reyes de España, sin jamás cortarse la línea de su alcuña Real hasta nuestro tiempo, antes siempre los hijos han heredado la corona de sus padres, ó los hermanos de sus hermanos, que es cosa muy de notar.

Capítulo XXI.

De los principios del Rey Don Rodrigo.

TAL era el estado de las cosas de España á la sazon que Don Rodrigo, excluidos los hijos de Witiza, se encargó del reyno de los Godos por voto, como muchos sienten, de los grandes ; que ni las voluntades de la gente se podian soldar por estar entre si diferentes con las parcialidades y bandos, ni tenian fuerzas bastantes para contrastar á los enemigos de fuera. Hallábanse faltos de amigos que los socorriesen, y ellos por sí mismos tenian los cuerpos flacos y los ánimos afemi nados á causa de la soltura de su vida y costumbres. Todo era convites, manjares delicados y vino, con que tenian estragadas las fuerzas, y con las deshonestidades de todo punto perdidas, y á exemplo de los principales los mas del pueblo hacian una vida torpe y infame. Eran muy á propósito para levantar bullicios, para hacer fieros y desgarros; pero muy inhábiles para acudir á las armas y venir á las puñadas con los enemigos. Finalmente el imperio y señorío ganado por valor y esfuerzo se perdió por la abundancia y deleytes que de ordinario le acompañan. Todo aquel vigor y esfuerzo con que tan grandes cosas en guerra y en paz acabaron, los vicios le apagaron, y juntamente desbarataron toda la diciplina militar, de suerte que no se pudiera hallar cosa en aquel tiempo mas estragada que las costumbres de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género de regalo. Paréceme á mí que por estos tiempos el reyno y nacion de los Godos era grandemente miserable, pues como quier que por su esfuerzo bobiesen paseado gran parte de la redondez del mundo, y ganado grandes victorias y con ellas gran renombre y riquezas; con todo esto no

y

faltaron quien por satisfacer á sus antojos y pasiones con corazones endurecidos pretendiesen destruirlo todo: tan grande era la dolencia y peste que estaba apoderada de los Godos. Tenia el nuevo Rey partes aventajadas, y prendas de cuerpo y alma que daban claras muestras de señaladas virtudes. El cuerpo endurecido con los trabaxos, acostumbrado á la hambre, frio y calor y falta de sueño. Era de corazon osado para acometer qualquiera hazaña : grande su liberalidad, y estraordinaria la destreza para grangear las voluntades, tratar y llevar al cabo negocios dificultosos. Tal era antes que le entregasen el gobernalle ; mas luego que le hicieron Rey, se trocó afeó todas las sobre dichas virtudes con no menores vicios. En lo que mas se señaló, fué en la memoria de las injurias, la soltura en las deshonestidades, y la imprudeucia en todo lo que emprendia. Finalmente fué mas semejable á Witiza, que á su padre ni á sus abuelos. Hállanse monedas de oro acuñadas con el nombre de Don Rodrigo: su rostro como de hombre armado y feroz, y por reverso estas palabras: IGEDITANIA PIUS: mote puesto como se entiende mas por adulacion, que por él merecerlo: esto en general. Las cosas particulares que hizo fueron estas: lo primero con nuevos pertrechos y fábricas ensanchó y hermoseó el palacio que su padre edificara cerca de Córdoba, segun que ya se dixo: por donde los Moros adelante le llamaron comunmente el palacio de Don Rodrigo : así lo testifica Isidoro Pacense, historiador de mucha autoridad en lo que toca á las cosas deste tiempo. Demas desto llamó del destierro y tuvo cerca de sí á su primo Don Pelayo con cargo de capitan de su guarda, que era el mas principal en la corte y casa Real. Amábale mucho así por el deudo, como por haber los años pasados corrido la misma fortuna que él. Por el contrario el odio que tenia contra Witiza comenzó á mostrar en el mal tratamiento que hacia á sus hijos en tanto grado que así por esto, como por el miedo que tenian de mayor daño, se resolvieron de ausentarse de la corte y aun de toda España, y pasar en aquella parte de Berbería que estaba sugeta á los Godos, y se llamaba Mauritania Tingitana. Tenia el gobierno á la sazon de aquella tierra un conde por nombre Requila Lugarteniente, como yo entiendo, del conde Don Julian, persona tan pode

1

rosa que demas desto tenia á su cargo el gobierno de la parte de España cercana al estrecho de Gibraltar, paso muy corto para Africa. Asimismo en la comarca de Consuegra poseia un gran estado suyo y muchos pueblos, riquezas y poder tan grande cómo de qualquiera otro del reyno, y de que el mist mo Rey se pudiera recelar. Estos fueron los primeros princi, pios, y como semillá de lo que avino adelante, ca los hijos de Witiza antes de pasar en Africa trataron com otras personas principales de tomar las armas. Pretendian estar mala, mente agraviados. Asistíales y estaba de su parte el arzobispo Don Oppas, persona de sangre real y de muchos aliados. Otros asimismo les acudian quien con deseo de vengarse, quien con esperanza de mejorar su partido, si la feria se revolvía; que tal es la costumbre de la guerra, unos baxan y otros suben. Fuera justo acudir estos á principios y desbaratar la semilla de tanto mal, pero antes en lugar desto de nuevo se enconaron las voluntades con un nuevo desórden y caso que sucedió y dió ocasion á los bulliciosos de cubrir y colo rear la maldad (que hasta entonces temerian de comenzar) con muestra de justa venganza. Era costumbre en España que los hijos de los nobles se criasen en la casa Real. Los varones acompañaban y guardaban la persona del Rey, servian en casa y á la mesa; los que tenian edad, iban en su compañía quando salia á caza, y seguíanle á la guerra con sus armas escuela de que salian gobernadores prudentes, esforzados y valerosos capitanes. Las hijas servian á la Reyna en su aposento: allí las amaestraban en toda crianza, hacer labor, cantar y danzar quanto á mugeres pertenecia. Llegadas á edad, las casaban conforme á la calidad de cada qual. Entre estas una hija del conde Julián Hamada Cava, moza de estremada hermosura, se criaba en servicio de la Reyna Egilona. Avino que jugando con sus iguales, descubrió gran parte de su cuerpo. Acechábalas el Rey de cierta ventana, que con aquella vista fué de tal manera herido y prendado, que ninguna otra cosa podia de ordinario pensar. Avivábase en sus entrañas aquella deshonesta llama, y cebábase con la vista ordinaria de aquella doncella, que era la parte por do le entró el mal. Buscó tiempo y lugar á propósito, mas como ella no se dexase vencer con halagos, ni con amenazas y miedos, llegó su desatino á tanto que

le hizo fuerza, con que se despeñò á sí y á su reyno en sti perdicion como persona estragada con los vicios, y desamparada de Dios. Hallábase á la sazon el conde Don Julian ausente en Africa, ca el Rey le enviara en embaxada sobre negocios muy importantes. Apretaba á su hija el dolor; y la afrenta recebida la tenia como fuera de sí: no sabia qué partido se tomase, si disimular, si dar cuenta de su daño. Determinóse de escribir una carta á su padre deste tenor: « Oxalá, padre y señor, oxalá la tierra se me abriera antes que me viera puesta en condición de escribiros estos renglónes, y con tan triste nueva poneros en ocasion de un dolor y quebranto perpetuo. Con quantas lágrimas escriba esto, estas manchas y borrones lo declaran; pero si no lo hago luego, daré sospecha que no solo el cuerpo ha sido ensuciado, sino tambien amancillada el alma con mancha y infamia perpetua. ¿Qué salida tendrán nuestros males? ¿quién sin vos pondrá reparo á nuestra cuita? ¿Esperarémos hasta tanto que el tiempo saqué á luz lo que ahora está secreto, y de nuestra afrenta haga infamia mas pesada que la misma muerte? Avergüenzome de escribir lo que no me es lícito callar, ¡ó triste y miserable suerte! En una palabra: vuestra hija, vuestra sangre, y de la alcuña Real de los Godos, por el Rey Don Rodrigo, al que estaba (mal pecado) encomendada, como la oveja al lobo, con una maldad increible ha sido afrentada. Vos si sois varones, haréis que el gusto que to mó de nuestro daño, se le vuelva en ponzoña, y no pase sin castigo la burla y befa que hizo á nuestro linage y á nuestra casa.»> Grande fué la cuita que con esta carta cayó en el Conde y con estas nuevas: no hay para que encarecello, pues cada qual lo podrá juzgar por sí mismo: revolvió en su pensamien. to diversas trazas, resolvióse de apresurar la traycion que poco antes tenia tramada, dió órden en las cosas de Africa, y con tanto sin dilacion pasó á España; que el dolor de la afrenta le aguijaba y espoleaba. Era hombre mañoso, atrevido, sabia muy bien fingir y disimular. Asi llegado á la Corte, con relatar lo que habia hecho y con acomodarse con el tiempo, crecia en gracia y privanza de suerte que le comunicaban todos los secretos, y se hallaba á los consejos de los negocios mas graves del reyno ; lo qual todo no se hacia solo por sus servicios y partes, sino mas aina por amor de su hija. Para enca

« AnteriorContinuar »