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se publicaron contra el venerable prelado, porque así convenia á su política. Y qué maravilla es que hayan perecido, millares de víctimas, ya en destierros, ya en sus, obscuros calabozos, ora en las prisiones y tormentos, ora en las hogueras homicidas? El secreto profundo é inviolable, baxo pena de excomunion, es como el alma del Santo Oficio, porque, así encubre mejor sus abusos, y en esto se diferencia principalmente de todos los tribunales del mundo. Inspira, ó mejor diré ordena una obediencia ciega á sus mandatos, como si fuera la misma infalibilidad, y no es responsable á nadie de lo que executa. Manda la pesquisa, encubre la denuncia, protege el espionage, y contra todas las leyes de la naturaleza intíma con imperio la acusacion recíproca de las personas que mas amamos. No importa que con pretexto de conservar la fe el padre acuse al hijo, y el hijo al padre, el marido á su muger, y la auger á su marido, hermanos, parientes, amigos....; todos segun el espíritu del Tribunal estan obligados á observarse, denunciarse y acusarse mutuamente, aunque sea con notable perjuicio del estado. Un comisario del Santo Oacio, acompañado de su alguacil y sus ministros, está autorizado para allanar impunemente las casas, aunque sea á media noche, con un silencio misterioso, y arrancar á un padre del seno de su familia, inspirand la un terror pánico, pues ni aun se le permite decir el último á Dios á su consorte y á sus hijos, condenados á una eterna infamia,, que es el único pairimonio que este desgraciado padre puede transmitir á su posteridad. Ge neraciones enteras, aun antes de existir, estan sentenciadas, no solo á la pobreza y mendiguez, sino á la ignominia y al oprobio. Así es como el Santo Oficio priva de un golpe á la sociedad de útiles y laboriosos ciudadanos, que sepulta en sus infectos calabozos. Aun inventó mas. En el edicto que Пlaman de fe, promulgado todos los años en los pueblos donde reside este exótico tribunal, convida generalmente á que se delaten á sí mismos todos los que teman ser delatados por otros; á los que cumplan dentro de un cierto término promete perdon; pero con los que se resistan no habrá misericordia serán arrestados, confiscados sus bienes, y sufrirán las demas penas de la ley.

Yo no haré aquí las reflexiones oportunas que se ofrecen á qualquiera; empero obligar á que cada uno se delate para que su nombre y el de su familia queden para siempre infamados en los registros de la Inquisicion, es hasta donde pudo llegar la mas refinada tiranía. Desafio á todos los sábios á que me señalen igual exemplo en la mas despótica y bárbara legislacion. Gastaria el tiempo si intentara probar quan contrarias son estas máximas al espíritu del evangelio. El mismo Trajano, que tanto se declaró contra el cristianismo á pesar de ser un gentil, prohibió severamente la pesquisa, como nos lo asegura. Tertuliano en su Apologético. ¿Qué diria de la delacion voluntaria aquel magnánimo emperador? Hizo tal impresion en el ánimo de los españoles esta invencion infernal, sostenida por el rigor y el despotismo, que en menos de quarenta años solo en las Andalucías se delataron voluntariamente casi treinta mil personas, y muchas de ellas de delitos que ni sabian ni podian cometer, como son bruxerías, hechicerías, tactos con el demonio, y otras fábulas y sandeces ridículas con que se ha querido embaucar al sencillo vulgo. ¿Dónde estamos, Señor? Hasta quando hemos de ser el escarnio y ludibrio de las naciones? ¡Desgraciada naturaleza que siempre ha de estar expuesta á los caprichos de la arbitrariedad y del error!

Cotéjense ahora estos injustos procedimientos con los artículos de la constitucion que dexo apuntados atras: hágase el paralelo entre ambas legislacio nes, mientras yo paso á describir, si me es posible, los géneros de tormentos que ha empleado el tribunal en la declaracion de los reos, ya sean verdaderos, ya sean supuestos, y exâminar despues si pueden combinarse con las máximas del evangelio de Jesucristo.

,,Aquí se presenta una nueva escena de horror, á que se resisten los oidos cristianos. Yo no quiero hablar de tantos inocentes que han sido víctimas del encono y la envidia, de la maledicencia y la calumnia, pues que á todas abriga este Santo Tribunal. Quiero suponer el herege mas obstinado, el mas descarado apóstata, el mas rebelde judayzante. O es confeso ó con. victo. En el primer caso se le sentencia despues de mil preguntas misteriosas; mas en el segundo, ademas de la prision en los obscuros calabozos, destituido de todo humano consuelo, se emplean con él horribles tormentos, que estremecen la humanidad, para que confiese. Una garrucha colgada en el techo por donde pasa una gruesa soga es el primer espectáculo que se ofrece á los ojos del infeliz. Los ministros lo cargan de grillos, le atan á las gargantas de los pies cien libras de hierro, le vuelven los brazos á la espalda asegurados con un cordel, y le sujetan con una soga las muñecas, lo levantan, y dexan caer de golpe hasta doce veces, lo que basta para descoyuntar él cuerpo mas robusto. Pero si no confiesa lo que quieren los inquisidores, ya le espera la tortura del potro, atándole ántes los pies y las manos. Ocho garrotes sufria esta triste víctima, y si se mantenia inconfeso le hacian tragar gran porcion de agua para que remedase á los ahogados. Mas no era esto bastante. Completaba últimamente esta escena sangrienta el tormento del brasero, con cuyo fuego lento le freian cruelmente los pies desnudos, untados con grasa y asegurados en un cepo.... Es menester callar por no escandalizar mas á los que me oyen...: la pluma se resiste á estas horribles pinturas, comparables á las fiestas de los antropófagos ó caribes del Canadá. ¿Qué es esto, Señor? ¿Son estos los ministros del impío, del exêcrable Mahoma, cuya religion se sostiene con sangre y fuego, ó los de un Dios piadoso, clemente y rico en misericordia? Hablando expresamente con los fariseos les dice en su evangelio: quiero la misericordia, y no el sacrificio: Misericordiam volo, et non sacrificium. Pero la Inquisicion quiere el sasacrificio, y el sacrificio mas cruento. Dios no quiere la muerte del pccador, sino que se convierta y que viva, como nos lo anuncia por su profeta; pero la Inquisicion quiere que muera, sin dar lugar á que quizá llegue el dia de su conversion. Los sanos, dice el Señor, no necesitan de médico, sino los enfermos. En efecto los hereges necesitan de medicinas para que vuelvan al seno de la iglesia de quien se separaron, como hijos ingratos á una madre tan piadosa. Pero ¿que medicinas les aplica la Inquisicion? ¿Son por ventu ra la predicacion, la persuasion, la paciencia, la caridad, que son las medicinas del evangelio, ó les aplica azotes, cadenas, grillos, garruchas, tortura y fuego? ¿Adónde está aquel hombre que nos describe San Lucas en la divina parábola, que habiendo encontrado la oveja perdida, de las ciento que guardaba, se la puso á los hombros lleno de regocijo, y la agregó á su rebaño: Este pastor se encontraria fácilmente en los obispos y curas, que'} son los pastores de Israel, pero no en los inquisidores. Ellos presencian en calidad de jueces estos horrendos espectáculos, ya sean los delinqüentes Xx

hombres, ya sean mugeres: ellos tienen valor para oir á sangre fria los tristes lamentos y horribles alaridos de los atormentados: sentencian á muerte, invocando primero el santo nombre del Señor, y con ayre de ferocidad condenan los relaxados á las llamas. Figúrese V. M. á un inquisidor entregando con una mano los reos al juez civil para conducirlos á la hoguera, y con la otra elevando un crucifixo, que nos representa vivamente la muerte de un Dios que pidió á su Padre perdonase á sus enemigos. ¿No es este el mas extraño contraste que puede ofrecerse á la imaginacion de un cristiano?

,,Roma, aquella famosa Roma, acostumbrada en los tiempos de su mayor relaxacion á los mas crueles espectáculos en las sanguinarias fiestas de los gladiadores, se atemorizaba con el suplicio de la hoguera como el mas horrible de todos; pero el Santo Oficio de nada se horroriza quando se trata de hereges. ¿Y si son judayzantes? Estos iban seguros á la hoguera. Dámelo judío, dártelo he quemado. Este bárbaro estribillo tenia siempre en la boca el inhumano Lucero, inquisidor de Córdoba. No puedo comprehender, Señor, la razon por qué nos inspiran desde la niñez una aversion mortal á los hebreos. Yo no ignoro que qualquiera nacion por principios de conveniencia ó de política puede excluir de su sociedad esta ó aquella secta; pero querer extinguir la nacion hebrea, no solo es una de las mayores necedades, sino contrario enteramente á los decretos divinos. Los hijos de Israel, dice un profeta, permanecerán muchos años sin rey, sin templo, sin altar, sin sacerdocio, sin sacrificio. Ellos son un testimonio auténtico y eterno de la verdad de las sagradas escrituras. Se glorían aun justamente de traer su orígen de la sangre de Abraham, y el mismo Jesucristo se anuncia en el evangelio hijo de Abraham segun la carne. Y lo mas admirable es, que quando se cumpla la plenitud de los tiempos, quando Dios se digne congregar algun dia las dispersiones de Israel, entonces este pueblo desgraciado, por el monstruoso crímen de un deicidio, tendrá parte en las misericordias del Señor, y todo Israel entrará felizmente en la iglesia católica, como se explica San Pablo. ¿Y no valdria mas instruir nuestra juventud en estas verdades eternas, que no en la hedionda cantinela dámelo judío, dártelo he quemado? ¿Y no es todavía mas extraño que los ministros del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob condenen á las llamas las tristes reliquias de un pueblo de quien dixo el Señor:,, Israel es mi hijo, y mi hijo primogénito?" Pero me dirán : este pueblo es delinqüente, rebelde, deicida..... Lo es sin duda; mas por lo mismo es mas digno de nuestra compasión que de nuestro furor. ¿Y quien ha dado facultad á los inquisidores para exterminar con el hierro y el fuego las dispersiones de un pueblo que quiere el Señor conservar hasta la consumacion de los siglos? Si algun hebreo oculto se descubre entre nosotros y delinquiere, castíguesele segun las leyes del estado; pero no se le cuelgue de las garruchas, no se le aplique al potro, no se le arroje á las hogueras solo por ser hebreo.

,,No debo disimular el piadoso escrúpulo que manifiestan los inquisidores al entregar los relaxados al brazo secular para que los ahorque ó los arroje vivos á las llamas, pues como tribunal eclesiástico, á quien solo conviene la mansedumbre y caridad, no puede segun los cánones mezclarse en castigos de que resulte la muerte ó derramamiento de sangre. El Tribunal encarga, exhorta y suplica al juez que trate á los reos con toda dulzura y piedad. En esta súplica no tenemos duda; ; pero será sincera? ; pero será conforme al

espíritu del evangelio, que es el espíritu de verdad y misericordia? No debo meterme en escudriñar los corazones; mas podemos calcular por los efectos. Ya hemos visto que los jueces del tribunal asisten personalmente á los tormentos. Conviene ahora que sepan todos, que á pesar de la súplica que se hace al juez secular, no puede menos este que executar la sentencia, so pena de incurrir en excomunion, y de quedar sujeto en un todo al tribunal. Ádemas un secretario asiste siempre al acto de azotar, de ahorcar y de quemar vivos los hombres, para dar fe de estos monstruosos espestáculos: del Vaticano se han expedido bulas para dispensar la irregularidad de los inquisidores. Pues qué significa entonces aquella súplica, sino un nuevo insulto á la afligida humanidad, sino una apariencia de virtud, sino un rasgo de la mas refinada hipocresía, sino una conducta farisayca? ¿Así se eluden los preceptos divinos del Dios de la verdad? Es posible que hasta en esto ha de ser el proceder de la Inquisicion contrario al espíritu del evangelio? ,,No debo omitir, Señor, que su autoridad se extiende tambien hasta la region de los muertos. ¡ Quantas veces no ha mandado excavar los sepulcros para exhumar las osamentas de los que ha creido que han muerto en la heregía para arrojarlas á las llamas! ¡Infelices reliquias del linage humano, tristes despojos de la muerte, sombras respetables, qué quizá habreis pasado á la otra vida en la inocencia, como víctimas de alguna calumnia, de algun encono ó venganza, perdonad las preocupaciones y la barbarie de los pasados siglos! Los mismos gentiles respetaron las cenizas de sus muertos, y solo estaba reservado á la Inquisicion ir á turbar vuestro reposo en las cavernas de la tierra: ¡Tanta ne animis cœlestibus ire! Yo no hablaré de las riquezas que se ha apropiado, dexando á innumerables familias enteras en los brazos de la indigencia con perjuicio notorio de las artes y del comercio. No hablaré de esas rotulatas vergonzosas con que se han tiznado las puertas de nuestros templos: monumentos eternos de infamia para millares de familias con que la Inquisicion quiso sin duda amedrentarlas; pero que solo han servido para dar á las futuras generaciones un testimonio auténtico de su encono, de su ira y de su crueldad. Ya D. Felipe Beltran, inquisidor general, mandó arrancarlas, como trofeos indignos de una ilustre nacion, , y yo tengo mucha complacencia en hacer esta justicia á su filosofia y magnanimidad; mas el cuerpo de inquisidores se desentendió de esta acertada providencia. Siguen las rotulatas; pero llegó el tiempo en que la justicia y sabiduría de V. M. las mandará arrojar al fuego para que no denigren á los ciudadanos españoles. Tampoco hablaré de la astucia Y política que ha empleado en todos tiempos para sostener su dignidad. ¿Quién ignora que en estos últimos años, olvidándose del fin para que fue establecido, sirvió de vil instrumento al poder absoluto del Gobierno? ¿Quién ignora que se prestó á los caprichos y venganza del mas infame y voluptuoso favorito de que habla nuestra historia? Este tribunal tan prepotente y tan terrible con los desvalidos no tuvo valor para hacer la causa á un malvado sin religion, á un monstruo compuesto de todos los vicios sin virtud ninguna, y permitió á la faz de la corte de un Rey católico, no solo hacer panegíricos de Godoy, sino colocar su imágen asquerosa sobre los altares al lado de la cruz de Jesucristo. ¿Es este su zelo por la religion y por la fe? ¡O santo Dios! Y se ha podido llamar á este tribunal el Santo Oficio? Y hay todavía quien lo desee para honra y gloria de Dios y felicidad del estado?

,,¿Y qué diré, Señor, de aquellas famosas escenas conocidas en toda España con el nombre de autillos ó autos de fe? Los autillos son tales y tan ridículos, que quando eran públicos, solo servian para excitar la risa de los pueblos. Tenian mas de cómico que de trágico. El mismo tribunal, considerándolos impropios de su dignidad, gravedad y circunspeccion, se avergonzaba de ellos. Es menester hacerle esta justicia. Pero no sucede así con los grandes autos de fe. Estos son unos espectáculos, que por su grandeza y esplendor, por el luxo de los atavíos, por la pompa y magnificencia del aparato, por lo horrible y espantoso de los castigos, han llenado toda la Europa, y merecido transmitirse á la posteridad. Ha habido varios de gran fama y nombradía. El de Logroño del año de 1610 se ha reimpreso en estos dias para recordarnos lo que hemos sido, y advertirnos lo que debemos ser en adelante. Pero el auto de los autos, el auto de fe por excelencia, y que ha merecido la aprobacion de todos los fanáticos, es el que se celebró en Madrid el año de 1680, para confortar la debilidad del señor rey D. Cárlos 11, y divertir su hipocondría. Me falta el ingenio y habilidad para hacer una precisa y elegante descripcion de este triunfo. Se tocó un mes antes la trompeta inquisitorial para dar prisa á los tribunales subalternos, á fin de evacuar las causas pendientes para que la multitud de reos contribuyese á la mayor solemnidad; y se señaló un domingo para santificar con la muerte de las víctimas el dia del Señor. La plaza mayor fue escogida con preferencia para teatro de esta grandiosa escena trágica. Un tablado espacioso, largas y magníficas graderías, un elevado solio para asiento del inquisidor general eran sus principales adornos. Es verdad que á su lado se veian jaulas con verjas para encerrar á los infelices reos como si fueran tigres, y esto afeó un poco la hermosura y brillantez del teatro. El concurso de los pueblos limítrofes fue inmenso, pues tal es el delirio de los hombres, que se complacen en la ruina de sus semejantes. La procesion fue dilatada, magnífica y estupenda, porque en todo reynó un profundo y espantoso silencio, á pesar de la brillante cabalgata que la acompañaba. La real familia con sus guardias, la cámara, los consejos con sus presidentes, los demas tribunales, la villa de Madrid, los grandes y títulos..... todas las clases del estado, sin faltar su compañía de soldados de la fe, asistieron puntualmente á un auto tan religioso. Pero la Suprema, presidida por su gefe, y rodeada de la turba multa de inquisidores de provincia, de consultores, ministros calificadores, comisarios y alguaciles, llamaban mas que todo la atencion de los concurrentes, como que eran los principales agentes de la carnicería que se preparaba. El rey vió con profunda atencion este sacrificio cruento de sus vasallos. Ciento y veinte eran las víctimas destinadas al suplicio entre relaxados y penitenciados hombres y mugeres, unos en persona y otros en estatua, porque la Inquisicion persigue tambien los estafermos. No debe omitirse que en medio de esta brillante procesion iban tambien arcas con huesos de difuntos, para que acompañasen á los sambenitos y corozas, y que nada faltase al lucimiento de funcion tan augusta.

,,José Olmo, historiador exâcto y testigo ocular, nos ha transmitido puntualmente la relacion de este auto solemnísimo, á quien llama Pasto triunfante. En efecto, puede muy bien compararse á aquellos triunfos de los guerreros de la antigua Roma, quando los conquistadores del mundo subian al capitolio llenos de pompa y magestad á depositar los despojos de

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