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bertad á los judíos, que su predecesor, como queda apuntado, habia dado contra razon por esclavos. Juntamente se acudió á las cosas de Africa con gentes y municiones. Los portugueses poseian en aquellas partes á Ceuta, que está en el Estrecho, y la ganó el rey don Juan el Primero, y á Tanger y Arcilla, plazas mas al poniente, y que á las riberas del mar Océano quitó á los moros el rey don Alonso, tio del rey don Manuel. El capitan de Arcilla don Juan de Meneses, porque ciertos casares comarcanos no acudian con el tributo acostumbrado, junto con el capitan de Tanger salió contra ellos. Encontráronse sin pensar con Barraja y Almanderino, dos caudillos moros, con cuyo eseuadron, si bien traian mucho mayor número de gente, pelearon con tanto valor, que los vencieron y destrozaron. Fué esta victoria muy alegre y principio de otras mayores. Todo esto sucedió antes que se acabasen las Cortes de Montemor. No se pudo pasar adelante en los negocios, que restaban muchos y muy graves, á causa que picaba la peste por aquellas partes, tanto, que el Rey fué forzado salirse de allí al principio deste año, y por Carnestolendas se fué á Setubal á verse con sus dos hermanas viudas la reina doña Leonor y doña Isabel, duquesa de Berganza. Allí se trató muy de veras que don Alvaro, hermano del duque de Berganza, y los hijos del dicho Duque, que andaban desterrados en Castilla, sin hallarse culpa alguna contra ellos en lo que culpa

de Calabria. Con su llegada de tal suerte apretó á los contrarios, que ya estaban enseñoreados de lo mas de aquella provincia, que el señor de Aubeni fué forzado á pasar por el concierto que se tomó sobre Aversa, y dejado el reino, volverse á Francia con reputacion de valiente caudillo, pero poco venturoso por el gran contrario que tuvo en el Gran Capitan. Al mismo tiempo que las cosas de Nápoles se mejoraban, en España pasó desta vida, mediado el mes de agosto, la reina doña Isabel, madre de la reina de España. Su cuerpo depositaron en Arévalo, do pasó lo postrero de su edad turbado el entendimiento. De allí los años adelante le trasladaron á la Cartuja de Búrgos, templo en que su marido el rey de Castilla don Juan el Segundo estaba sepultado. Su nieta la infanta doña Juana, á 22 del mismo mes, en una armada que tenian aprestada en Laredo, partió para casarse, como tenian concertado, con Filipe, archiduque de Austria. Acompañóla la Reina, su madre, hasta el puerto; el almirante don Fadrique Enriquez hasta Flándes, donde fué muy festejada. Asimismo en este año dió el Pontífice al rey don Fernando de España sobrenombre de Católico, segun y como Pio II los años antes dió título de Cristianísimo á Luis XI, rey de Francia. Esto es que como antes se acostumbrase á escribir en los breves pontificios: Al rey de Castilla ilustre, se comenzó á decir: Al rey de las Españas Católico. Fué grande el sentimiento que por esta causa mostraron los portugueses; alegábase por su parte euron al Duque, volviesen á Portugal y les fuesen rescontrario que aquellos reyes poseian buena parte de España, y que el rey don Fernando no era señor de toda ella; debate que se continuó hasta nuestra edad todo el tiempo que hobo propios reyes de Portugal. Mayor debió ser el desabrimiento de Francia, si es verdad lo que Filipe de Comines dice, que se trató de dalle el apellido de Cristianísimo. Todo se hace creible por la grandeza de las cosas que este Príncipe llevó al cabo. CAPITULO XIII.

De las cosas de Portugal.

Luego que el rey don Manuel tomó la posesion del reino de Portugal, juntó Cortes de todos los estados en Montemor, no léjos de Ebora, para dar órden en muchas cosas tocantes al buen gobierno. Allí vino don Jorge, hijo del Rey difunto, que andaba á la sazon en catorce años. Hízole compañía su ayo don Diego de Almeida, prior de San Juan. Recibióle muy amorosamente el Rey con lágrimas que derramó muchas por la memoria de cuyo hijo era. Ofrecióle que le tendria en lugar de hijo y le trataria como á tal. Despachó luego embajadores á los reyes de Castilla para avisalles de su coronacion, y al papa Alejandro para dalle, como es de costumbre, la obediencia. Tenian con el nuevo Rey gran cabida su ayo, que se llamaba don Diego de Silva, y un su hermano de leche, por nombre don Juan Manuel, hijo que era de don Juan, obispo de la Guardia, de Justa Rodriguez, ama de leche deste Rey. A don Diego hizo conde de Portalegre en gratificacion de sus servicios; á don Juan recibió por su camarero mayor, cuya privanza fué adelante tan grande, que ninguno se le igualaba. Publicóse un edicto por el cual puso en li

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tituidos sus bienes y estados. Hacia sobre esto instancia el rey don Fernando de España; las hermanas con lágrimas lo suplicaban al nuevo Rey, y en especial la Duquesa, como mas lastimada por las desgracias tan grandes de su casa. Sobre todos la duquesa de Viseo dona Beatriz le importunaba con lágrimas como á Rey, y como madre se lo mandaba. «No pienses, decia, que te ha Dios hecho rey para tí solo, sino para tu madre, para tus hermanas y parientes, finalmente, para todos aquellos que tienen puestas en tí sus esperanzas; á todos es razon quepa parte de tu prosperidad. Todos tenemos derecho á desfrutar el árbol de nuestra casa, que de otra manera, si esto nos falta y nuestra esperanza nos miente, ¿dónde irémos? ¿A cuva ayuda nos acogerémos y amparo? ¿Será bien dés ocasion á los tuyos con tu sequedad para que nos pese de verte puesto en tan alto lugar? Cuando eras particular quejábamonos de nuestro desastre solamente; ahora demás de nuestra desgracia, nos podrémos agraviar de la injuria que á tu madre y á todos tus deudos haces. Por donde, si tienes cuenta con lo que es razon y con lo que debes á la que te engendró y crió y te acuerdas del mucho amor que siempre te he mostrado, vuelve á la madre su hija, sus hijos á la hermana, y los nietos á la abuela; finalmente, haz que yo toda sea vuelta á mí misina, y que todos mis miembros tan destrozados y apartados se junten en uno. Y ten por el mayor fruto de tu reinado poder hacer esta maravilla en tu casa.>> Habia dificultad en esto por no dar muestra que tan presto mudaba lo establecido por su antecesor, y temia de ofender á los que tenian en su poder los bienes de los desterrados; pero en fin venció la piedad y los justos ruegos de sus deudos y madre; á los que fueron

desposeidos recompensó con otras mercedes de manera que ninguno quedase quejoso. Tratábase de casar al Rey, que tenia cuando heredó la corona edad de veinte y seis años. Ningun partido se ofrecia mas aventajado que el de Castilla. Venian aquellos reyes bien en ello; no le querian empero dar por esposa la hija mayor; la segunda era ida á Flándes, y juntamente doña Catalina la tenian concertada en Inglaterra. Ofrecíanle á la infanta doña María; él tenia por agravio que ningun otro príncipe le fuese antepuesto, además que se pagó mucho de la infanta doña Isabel el tiempo que estuvo en Portugal. Andaban las práticas deste casamiento, y con esta ocasion el rey Católico le pedia que entrase en la liga contra el rey de Francia; la Infanta que echase los moros y los judíos de Portugal, que no queria por esposo á quien daba favor y acogida á gente tan mala. A la demanda del Rey se excusó con la amistad que tenia Portugal con Francia de tiempo muy antiguo. Bien venia en ligarse para la defensa de España, mas no queria ofender ni empacharse en querellas extrañas. Lo que la Infanta pedia, puesto que tenia algunas dificultades y muchos lo contradecian, al fin por ser cosa tan justificada se hizo por un edicto que á los postreros deste año se publicó, en que se mandaba á los moros y judíos que dentro de cierto tiempo saliesen de aquel reino, so pena que pasado el plazo que les señalaban, serian dados por esclavos. Los moros sin contraste se pasaron en Africa; en lo de los judíos hobo mayor dificultad, porque el Rey poco despues acordó que les quitasen los hijos de catorce años abajo, y que los bautizasen por fuerza ; resolucion extraordinaria y que no concordaba con las leyes y costumbres cristianas. ¿Quieres tú hacer á los hombres por fuerza cristianos? ¿Pretendes quitalles la libertad que Dios les dió? No es razon, y tampoco que para esto quiten los hijos á sus padres. Sin embargo, los malos tratamientos que hicieron á los demás fueron de tal suerte, que era lo mismo que forzallos. Y aun así se tiene comunmente que la conversion de los judíos de Portugal tuvo mucho de violenta, y los efectos lo han mostrado. Fué grande el número de los judíos que en esta coyuntura se bautizó; algunos se ayudaron de la necesidad para hacer lo que era razon; otros disimularon, y adelante dieron muestra de lo que en sus pechos tenian encubierto. Alcanzóse otrosí del Papa que los comendadores de las tres órdenes de Portugal que de nuevo profesasen en aquellas órdenes no fuesen obligados á guardar castidad, salvo la conyugal, que era dalles licencia para casarse. Grandes ocasiones hobo para hacer esta mudanza tan grande; todavía no faltó quien la murmurase como sucede en todas las cosas nuevas, y no hay duda sino que con esto se abrió puerta para que las rentas de aquellas órdenes se gastasen muy diferentemente de lo que antes desto se acostumbraba, y aquellos caballeros, en lugar de las armas, se diesen á deleites y ociosidad, que fueron daños notables.

CAPITULO XIV.

De la muerte del rey don Fernando de Nápoles. Las cosas de Italia aun no acababan de sosegar. El Inglés con el parentesco que tenia concertado con Es

paña se resolvió de entrar en la liga contra Francia. El Emperador pasaba adelante, y publicaba de querer pasar en Italia y dar órden en las cosas de Lombardía y de Toscana. Con esto el duque de Milan se inclinó al tanto á dejar el partido de Francia, particularmente que por este tiempo falleció el delfin de Francia, niño de muy pocos años; y por la poca salud de aquel Rey se temia que aquella corona recayese en el duque de Orliens, su mayor contrario; por esto no queria desasirse de los otros príncipes. En el reino de Nápoles los venecianos poseian su parte en la Pulla. El Gran Capitan tenia por el rey Católico á Rijoles y la Amantia y otras fuerzas de la Calabria. Los angevinos, sin embargo del concierto, quedaban apoderados de algunas plazas. Para allanallo todo el rey de Nápoles envió á don César de Aragon, hermano no legítimo de su padre, á Taranto, y al duque de Urbino, que le ayudó en esta guerra, mandó reparar en el Abruzo, desde donde, allanada en breve casi toda aquella parte, se fué á Roma con Próspero Colona. Lo de Gaeta, por ser fuerza tan grande, los tenia en mayor cuidado, porque dado que el conde de Trivento y galeras de venecianos la apretaban por mar, no hacian mucho efecto; tratábase de sitialla por tierra, cuando al rey don Fernando en Soma sobrevino la enfermedad de cámaras, de que falleció en Nápoles, da le llevaron, á 7 de octubre. ¿Qué le aprovechó su edad? Qué los contentos? Qué tantas victorias ganadas? Todo lo desbarató la muerte, que sobrevino muy fuera de sazon. Por su fin don Fadrique, su tio, desde Castellon, do supo lo que pasaba, acudió á Nápoles, y el mismo dia que falleció su sobrino el Rey alzaron por él los estandartes reales, y él se concertó con los príncipes de Salerno y Bisiñano y los condes de Lauria y Melito, que eran los mayores enemigos de la casa de Aragon. A muchos príncipes se levantaron los pensamientos, y en particular por parte del rey Catolico en Roma y en Nápoles se hicieron diligencias para fundar su derecho y llevalle adelante, que por entonces no prestaron nada, ca el Papa y los otros potentados mas querian tener por vecino un rey de pocas fuerzas que el poder de España; y el Gran Capitan que pudiera acudir á esto todavía se hallaba ocupado en el cerco que tenia sobre el castillo de Cosencia, que pensaba rendir en breve y con esto asegurar todo lo de aquella provincia. Verdad es que dentro de pocos dias, allanado lo de Calabria y rendida aquella fortaleza, pasó á Nola, y dejadas allí sus gentes, fué á visitar las reinas y consolallas de la muerte del Rey. Púsose el nuevo Rey sobre Gaeta con toda su gente. Sucedió que el señor de Aubeni, que por tierra iba la via de Roma, llegó allí en sazon que los de dentro se ballaban muy apretados; entró pues, é hizo que se rindiesen á partido. Saliéronse los franceses en un galeon y dos naves cargadas de los despojos y plata de las iglesias. La una nave con tormenta se perdió, lá otra junto á Tarracina dió al través, que se tuvo por castigo de Dios. Por otra parte el César, como tenian acordado, pasados los Alpes, entró en Lombardía con mil de á caballo y con cinco mil infantes. Juntósele con su gente el duque de Milan, llamó desde Aste á los duques de Saboya y marqués de Monferrat como feudatarios del imperio. Sa

reputacion era tan poca, que no le quisieron acudir; lo mismo el duque de Ferrara, que le tenia obligado por lo de Módena y Regio, ciudades y feudos del imperio. Lo que pretendia el César era defender lo de Génova, que no se apoderase de aquel estado el Francés, como lo intentó por medio de una armada que envió allá para este efecto; y con inteligencias que tenia con el cardenal de San Pedro y algunos otros naturales esperaba llevar al cabo aquel desiño. Demás desto, cuando el Francés pasó por Pisa, de camino que iba á Nápoles, puso aquella ciudad en libertad, sacándola del señorío de florentines, que la tenian de tiempo atrás en su poder. Para defender la libertad de los pisanos acudieron á valerse de los otros príncipes de Italia, y en especial de venecianos que fueron los que mas se señalaron en su defensa. El duque de Milan deseaba grandemente enseñorearse de aquella ciudad y quitar aquella presa á los venecianos. Para esto persuadió cautelosamente al César que ayudase á los pisanos é hiciese la guerra á florentines. Con este intento el César en persona sitió á Liorna. El cerco no fué de efecto alguno, y al fin se hobo de levantar. Andaba muy vario en sus deliberaciones, y fiábase poco de los príncipes que le llamaron; por esto trataba de veras de dar la vuelta para Alemaña con menos reputacion de lo que se esperaba. Tuvo sobre el caso junta en Pavía, en que se hallaron el duque de Milan y el cardenal Bernardino de Carvajal, que en Lombardía era legado del Papa para adelantar las cosas de la liga. Este Prelado persuadió al César se entretuviese algun tiempo y acudiese á lo de Génova, que corria gran peligro por el esfuerzo que hacia el rey de Francia para apoderarse della, cuando vino nueva que lo desbarató todo, é hizo que el Emperador apresurase su partida, es á saber, que los reyes de España y de Francia tenian entre sí concertadas treguas, que entendian era principio para concordarse del todo. El caso pasó en esta manera. Al mismo tiempo que la guerra de Nápoles se hacia con mas fervor, en España tenian recelos de guerra á causa de diversas entradas y correrías que se continuaban á hacer en Francia por la parte de Ruisellon, y por los grandes apercebimientos que en Francia se hacian, temian no quisiese aquel Rey satisfacerse de tantos agravios. Por esta causa el rey Católico se acercó por aquellas fronteras, y por algun tiempo estuvo en Girona acompañado de muy buena gente que tenia allí juntada de todas partes. Pero como el otoño se pasase, y él estuviese deseoso de volver á Castilla y á Búrgos, donde tenia dado órden fuese la Reina para celebrar las bodas del Príncipe, despedida la inayor parte de la gente, dió la vuelta. El rey de Francia, avisado de lo que pasaba, hizo con gran presteza juntar un ejército de pasados diez y ocho mil combatientes. Carlos de Albonio, señor de Santander, tenia á su cargo aquellas fronteras por el duque de Borbon, gobernador de Lenguadoc. Así, con esta gente rompió por lo de Ruisellon, y un viernes, 7 de octubre, se puso sobre Salsas, llave de aquel condado, bien que mal pertrechada, porque, aunque tenia muchos y buenos soldados, la cerca era vieja y muy delgada; que fué ocasion que el dia siguiente la villa fué entrada por combate, y el castillo rendido á partido con inuerte de muchos M-11.

de los de dentro. Acudió el conde don Enrique Enriquez con la gente que pudo llevar; reparó en Ribasaltas, á una legua de Salsas, á tiempo que el daño estaba hecho. Siguió al enemigo, que desamparó el lugar por no poder dejalle en defensa, y se retiró á la sierra que está sobre Salsas con intencion de no venir á las manos. Estuvieron los campos algunos dias á una legua el uno del otro. Moviéronse tratos de concierto, y al fin se asentaron treguas por aquella parte que durasen hasta 17 dias de enero del año luego siguiente de 1497. Resultó gran sospecha deste concierto en los príncipes confederados, que se recelaban que el rey Católico los queria desamparar y tomar consejo aparte; y fué oca- * sion que el Emperador alzase mano de lo de Italia, y diese en breve vuelta á Alemaña, sin dejar hecho efecto que fuese de consideracion.

CAPITULO XV.

De la muerte del duque de Gandía.

Despues que por orden del Papa prendieron en Nápoles sobre concierto á Virginio Ursino y á su hijo, hecho de muy mala sonada, el Papa movió guerra á las tierras y estados de aquel linaje de los Ursinos, que` eran muy grandes. Nombró por capitanes de sus gentes á los duques de Gandía y de Urbino y á Fabricio Colona, que al principio se apoderaron de algunos lugares, y últimamente se pusieron sobre la fortaleza de Brachano. Carlo Ursino y Vitelocio, con dinero que trujeron de Francia, levantaron buen número de gente de á pié y de á caballo; acudieron al socorro de aquella fuerza con trecientos hombres de armas, cuatrocientos caballos ligeros y dos mil y quinientos infantes; para divertir á los contrarios pusiéronse sobre Vasano, villa de la Iglesia. Los enemigos, dado que no eran tantos en número, alzado su campo, fueron en busca de los Ursinos. Trabóse la batalla, que fué á 24 de enero, en que al principio la gente de la Iglesia forzaron á los contrarios á retirarse y subir un montecillo para mejorarse de lugar. Fabricio Colona con parte de la gente acordó subir por el otro lado para dar en los enemigos por las espaldas. Los Ursinos, antes que llegase á do pretendia, revolvieron sobre la demás gente del Papa con tal denuedo, que ligeramente los desbarataron y pusieron en huida. El duque de Gandía salió herido en el rostro, y el de Urbino fué preso. Con esta victoria los Ursinos recobraron los lugares que les habian tomado, y el Papa fué forzado recebillos en su gracia y concertarse con ellos. Tuvo en este concierto gran parte el Gran Capitan, en que se gobernó de tal suerte, que los Ursinos quedaron muy obligados al rey Católico. Vino en esta sazonel Gran Capitan á Roma con su gente para ayudar al Papa en esta guerra, si bien la de Nápoles no quedaba de todo punto acabada. Hecho el concierto con los Ursinos, á ruegos del Pontífice fué á cercar á Ostia, fuerza que todavía se tenia por Francia debajo del gobierno de Menaut de Guerri, por donde Roma padecia grande falta de bastimentos, no de otra manera que si estuviera cercada y tuviera los enemigos á las puertas. La empresa era dificultosa, pero los españoles se dieron tan buena maña, que dentro de ocho días la

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tomaron á escala vista; sin embargo, el capitan Francés | ¿quién la podrá averiguar? Quién enfrenar el vulgo

fué recebido á merced y tratado con mucha humanidad. Ayudó mucho en este cerco la buena industria de Garcilaso, embajador que era por el rey Católico en corte romana. Tenia el Gran Capitan deseo de dar presto la vuelta para acabar de ganar ciertas fuerzas que se tenian en el reino por el cardenal de San Pedro, muy parcial de Francia. Al despedirse, como quier que en el discurso de la plática el Papa dijese que sus reyes le tenian muchos cargos, y que no respondian á lo que era razon, que nadie los conocia como él, le respondió con grande libertad que creia bien los conocia, pues ⚫ era su natural; pero en lo que decia que no les tenia cargo parecia notoria ingratitud, pues sabia muy bien que con su favor se sustentaba en aquel grado, sin embargo de la libertad de su persona y de toda su casa; que le suplicaba atendiese á reformar todo esto antes que el Rey, su señor, por escrúpulo de que con su sombra se escandalizase la Iglesia, fuese forzado á desamparalle. Trájole á la memoria otras cosas particulares y cargos, á que el Papa no supo responder. A la verdad la disolucion era tan grande, que dió libertad á un hombre de capa y espada para perdelle el respeto, y forzó á los príncipes, en particular á los reyes de Castilla y de Portugal, á hacelle instancia sobre lo mismo con diversos embajadores que sobre esto le enviaron. Ninguna diligencia bastó, tanto, que poco despues en un consistorio en que se trató de dar la investidura del reino de Nápoles á don Fadrique, juntamente propuso de dar en cierta forma al duque de Gandía la ciudad de Benevento, patrimonio de la Iglesia en aquel reino; además que tenia concertado de hacer suelta del tributo con que aquellos reyes acudian á la Iglesia cada un año por cien mil ducados que aquel Rey ofrecia de dar en cierto estado al dicho Duque. Contradijo lo de Benevento el embajador Garcilaso, con protesto que hizo que no se lo permitiria el Rey, su señor. Ninguna cosa bastara para enfrenalle si no desbaratara todas sus tramasla muerte que en breve sobrevino al duque de Gandía muy desgraciada. Una noche, 14 de junio, venian de un jardin, en que cenaron el Duque y los cardenales de Valencia y de Borgia. Apartóse el Duque solo con un lacayo que envió despues por unas armas. A la vuelta el lacayo no halló á su señor, ni en todo otro dia se pudo saber algun rastro dél mas de que en la via de Pópulo hallaron la mula en que iba. Hiciéronse mas diligencias, y un barquero dijo que á media noche vió que en una mula dos hombres á los lados y otro á las ancas llevaban cierta persona, y que llegados á la postrera puente do él estaba, le echaron en el rio; y el que iba á las ancas preguntó si se iba á fondo; respondieron los otros que sí, y con tanto se fucron. Buscaron el lugar que señaló el barquero; hallaron el cuerpo con nueve heridas, con sus vestidos y joyas, sin que le faltase nada. Nunca se pudo averiguar quién fuese el matador; unos decian que los Ursinos le hicieron matar por estar muy agraviados del Papa; otros que el cardenal Ascanio. La voz comun del pueblo fué que su hermano el cardenal de Valencia don César cometió aquel caso tan atroz por estar muy sentido que siendo menor que él se le hobiese antepuesto en el ducado de Gandía. La verdad

que no hable? El odio que al Papa tenian entiendo yo fué la causa que en lo que le tocaba siempre se dijese y creyese lo peor. Dejó el Duque un hijo, que sellamó don Juan' como su padre, y le sucedió en aquel estado de Gandía.

CAPITULO XVI.

Del casamiento del príncipe don Juan.

En la misma armada que llevó á Flandes á la infanta doña Juana vino á España, aunque despues de algunas dilaciones, la princesa Margarita, hermana del Archiduque, para casar á trueque, como tenian acordado, con el príncipe don Juan. Aportó al puerto de Santander por el mes de marzo. Saliéronla á recebir el Rey y el Príncipe con grande acompañamiento. Viéronse en Reinosa, do los desposados se tomaron las manos. Veláronse en Búrgos, principio del mes de abril, con las mayores fiestas y regocijos que jamás se vieron en España. Velólos el arzobispo de Toledo. Los padrinos fueron el almirante don Fadrique y su madre doña María de Velasco. No quiso la Reina que se hiciese alguna mudanza en la casa de la Princesa, sino que tuviese sus mismos criados que traia y se sirviese á su voluntad. Tratábase de concierto entre los reyes de España y de Francia, para este efecto fué á Francia Hernan, duque de Estrada, y para que allí hiciese oficio de embajador. La paz no se podia concluir tan en breve; acordaron principio deste año en Leon de Francia que se asentasen treguas generales, que comenzasen en España á 5 dias del mes de marzo, y para los otros príncipes de la liga á 25 de abril; y que para todos durasen hasta 1.o de noviembre. Esta fué la causa que el Gran Capitan se apresurase para dar la vuelta de Roma á Nápoles por apoderarse de aquellas fuerzas del cardenal de San Pedro antes que comenzase á correr la tregua, y por ella fuesen forzados á sobreseer en las armas. No lo pudo efectuar como lo deseaba é hiciera si no fuera por cierto motin de sus soldados. Proseguíase el tratado de la paz. Habíase propuesto diversas veces por parte de Francia que pues era cosa averiguada que el rey don Fadrique por la bastardía de su padre no tenia algun derecho al reino de Nápoles, era forzoso que aquel reino perteneciese á uno de los dos reyes, es á saber, de Francia ó de España, que seria bien se concertasen entre sí. Daba á esto oidos el rey Católico, y venia de buena gana en que se comprometiese la diferencia en el César, con seguridad que pasarian por lo que él determinase. Al Francés no contentaba este partido por tener, como él decia, su derecho por muy claro; pero ofrecia al rey Católico que si le dejase aquel reino libre, le daria recompensa en dinero ó de otra manera, hasta ofrecer de dalle el reino de Navarra, del cual el rey Católico y de sus príncipes tenia poca satisfaccion por estar muy avenidos con Francia el señor de Labrit y los otros señores de la casa de Fox. Altercábase sobre este negocio en Medina del Campo, do vinieron á verse con el Rey y resolver esta los embajadores de Francia. Pasaron tan adelante en este tratado, que ofrecian de parte de su Rey la provincia de Calabria, á tal que si conquistado lo demás, su Rey la quisiese para

CAPITULO XVII.

Que los portugueses pasaron á la India Oriental.

sí, cumpliese con dar al rey Católico lo de Navarra y mas treinta mil ducados cada un año por lo que mas valia y rentaba Calabria que Navarra. Todavía el rey Católico se inclinaba mas á que se excusase la guerra, y que el rey don Fadrique se quedase con el reino con dar al Francés dinero por los gastos hechos y cierto tributo cada un año. Ofrecia otrosí que el duque de Calabria casaria con la hija del duque de Borbon, sobrina del Francés, que era camino para dejar aquella demanda muy honrosamente. Con esto se despidieron los embajadores, y sin embargo, porque pasadas las treguas se entendia que volverian á las armas, el rey Católico trataba de asegurarse por la parte de Navarra por do se mostraban asonadas de guerra; pretendia que aquellos reyes le diesen seguridades de homenaje y castillos, y nombró por general de aquella frontera á su condestable don Bernardino de Velasco. El mismo recelo tenian por la parte de Ruisellon. Avino que en cierta revuelta que se levantó en Perpiñan entre los vecinos de aquella villa y los soldados, el general don Enrique por salir á despartillos fué herido con una piedra que tiraron de un terrado, de que murió. Por esta causa fué puesto por general de aquella frontera el duque de Alba, y aun se dió órden á la armada de España que acudiese aquellas marinas, á cuyo capitan era don Iñigo Manrique. Estos apercibimientos se hacian por la parte de España. En Italia el rey don Fadrique no se descuidaba, ca en primer lugar procuraba ganar al duque de Milan; y porque estaba viudo de Hipólita, su mujer, que falleció el año pasado, para mas aseguralle ofreció de casalle con Carlota, su hija, habida en su primera mujer, hija del duque de Saboya; y para el hijo mayor del Duque ofrecia á doña Isabel de Aragon, su hija, y de la reina doña Isabel, su segunda mujer, hija del príncipe de Altamura; partidos honestos, que al fin no se efectuaron por la grande caida que en breve dieron aquellas dos casas. Por otra parte, hacia instancia con el Papa para que le diese la investidura del reino, con lo que parecia aseguraba del todo su derecho; y para esto hacia muchas comodidades á los Borgias, que era el camino para salir con lo que deseaba; pretension que en fin alcanzó, y el cardenal de Valencia poco despues fué enviado para coronar á don Fadrique, como se hizo con solemnidad y fiestas muy extraordinarias, en fin, como en tiempo de paz y en ciudad tan populosa, noble y rica como es Nápoles, y que en esto echó el resto. Coronóse por mano del Legado; asistió el arzobispo de Cosencia; mostróse el Rey muy liberal con los que le habian servido. Acabada la misa, mandó publicar por duque de Trageto y conde de Fundi á Próspero Colona, y á Fabricio Colona por duque de Tallacozo; al gran Gonzalo de Córdoba hizo duque de Monte de Santangel; y á don Iñigo, hermano del marqués de Pescara, que matarou, marqués del Vasto, sin otros títulos que dió á barones y caballeros del reino. El príncipe de Salerno Antonelo de Sanseverino no se halló en esta festividad, sin embargo del perdon pasado y que se hizo llamamiento general de los barones del reino; todo se enderezaba á nuevo rompimiento, porque demás deste exceso, se entendia que fortalecia sus castillos y se pertrechaba de municiones y de armas.

En el mismo tiempo que las otras provincias de Europa, y particularmente Italia, estaban trabajadas con los males que de presente padecian, y mas por las sospechas que de mayores daños amenazaban, Portugal, que es la postrera de las tierras hacia donde el sol se pone, con la grande y larga paz de que gozaba y con ella de toda prosperidad y abundancia, trataba de ensanchar por otras partes muy apartadas su imperio y llevar la luz del Evangelio á lo postrero del mundo y á la misma India Oriental, empresa que al principio pareció temeraria, y adelante fué de gran gloria, y no menos interés para todo Portugal. Don Enrique, hermano del rey don Duarte, fué el primero que entró en esta imaginación, y con armadas que enviaba por la parte de mediodía acometió á descubrir nuevas tierras é islas por las costas de Africa. Atajóle la muerte los pasos, que le sobrevino el año que se contaba de nuestra salvacion de 1460, en edad de sesenta y siete años. Ilustre príncipe y de renombre inmortal, así por las demás virtudes y la castidad que guardó sin ensucialla por toda la vida, como principalmente por el principio que dió á cosas tan grandes. Desistió desta empresa el rey don Alonso, su sobrino, no tanto de su voluntad, cuanto por las muchas guerras y desgraciadas con que estuvo embarazado. Su hijo el rey don Juan el Segundo, como era príncipe de pensamientos muy altos, vuelto á esta demanda con armadas que envió diversas veces, descubrió gran parte de las costas de Africa y de Etiopia, sin parar hasta llegar de la otra parte de la equinoccial y averiguar que todas aquellas marinas se remataban en un cabo ó promontorio, que los marineros llamaron de las Tormentas por las muchas que en aquellas costas y mares muy altos se levantan, y él le Hamó de Buena Esperanza, como hoy dia se llama, por la que cobró de pasar con sus armadas por aquella parte á las costas de Asia y de la India y por aquel camino participar de sus grandes riquezas. Para mejor informarse envió por tierra á Pedro Covillan y Alonso Paiva, como en su lugar queda dicho, para que calasen los secretos de aquellas tierras y trajesen relacion verdadera de aquellas costas de Asia y Africa por la parte de levante. Murió en la demanda el Paiva; Covillan, andado que hubo todas aquellas marinas, dió vuelta hácia el Cairo, y sabida la muerte de su compañero, de-* terminó de pasar á las tierras del Preste Juan. Desde allí envió á su Rey entera relacion de todo lo que dejaba averiguado. De Etiopia ni pudo volver á Portugal, que no le dejaron, ni tuvo comodidad de enviar mas aviso. Así, le tuvieron por muerto hasta que adelante se supo la verdad. En este medio falleció el rey don Juan; su sucesor el rey don Manuel se inclinaba á llevar adelante esta empresa. Tratóse el negocio en su consejo; los pareceres fueron varios. Quién de todo punto condenaba aquellas navegaciones tan peligrosas y tan largas, encarecia los peligros que eran ciertos, los intereses pequeños y la esperanza muy incierta; que harto mar tenian descubierto, y que seria mejor abrir y labrar los baldíos de Portugal, y no permitir que con

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