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ella, de comun consentimiento, juraron por reyes á doña Juana como á reina proprietaria de Castilla y heredera legítima de su madre, y al rey Archiduque como á su marido, y al rey Católico como administrador dellos. Pocos dias adelante se declaró por las mismas Cortes el impedimento notorio de la reina doña Juana; por tanto, suplicaron al rey Católico que, conforme á lo dispuesto en el dicho testamento, se encargase del gobierno de aquellos reinos y no los desamparase. En conformidad desto, despacharon sus mensajeros á Flándes con cartas en que avisaban de todo lo hecho, su data á los 11 de febrero. Sin embargo, se levantaron grandes contradicciones sobre la administracion. Los grandes, conforme á la condicion del ingenio humano, deseaban mudanza en el gobierno, y en particular por estar á la sazon desabridos con el rey Católico, quién por lugares que les quitara de que el rey don Enrique les hiciera merced, quién por no haber salido con lo que pretendian, y todos porque los enfrenaba, y con administrar igualmente justicia impedia que no pudiesen agraviar á los pequeños. El que entre todos mas se adelantó y señaló fué don Pedro Manrique, duque de Najara, que con sus deudos y aliados hacia en palabras y en obras toda la contradiccion que podia. Despues dél se mostró mucho don Diego Lopez Pacheco, marqués de Villena, por tenerse por agraviado á causa de los pueblos de aquel marquesado que le quitaron los años pasados, y á rio vuelto se prometia los recobraria. Los demás grandes casi todos eran del mismo parecer, si bien contemporizaban y no se declaraban tanto; solo el duque de Alba don Fadrique de Toledo estuvo siempre de parte del rey Católico. El nuevo Rey otrosí y los del su consejo formaban agravio y quejas contra el gobierno del rey Católico. Decian que á qué habia de venir á Castilla el Rey ó á qué propósito se lo llamaban; pues llamalle rey y no tener reino, ó venir al reino de que se llamaba rey y no mandar en él como rey, ¿qué seria sino burla y juego de niños? A los unos y á los otros incitaba y encendia don Juan Manuel, caballero, aunque pequeño de cuerpo, muy vivo, de grande ingenio y dichos muy agudos. Pretendió el rey Católico apartalle del rey Archiduque por prevenir este daño; mandóle primero volviese á Alemaña para servir su oficio de embajador acerca del César. El rey Archiduque no quiso venir en ello ni lo consintió, antes hizo en adelante mas caso dél y le dió parte de todas sus cosas sin encubrille alguna de sus puridades. Despues, visto que este medio no salia, procuró el rey Católico ganalle con grandes ofrecimientos que hizo á doña Catalina de Castilla, su mujer, señora de muy gran punto. Prometia para él y para sus hijos grandes ventajas. Todo no prestó ni fué de provecho, ca él, como sagaz, mas caso hacia de la privanza de un príncipe mozo y dadivoso que de las promesas de un viejo astuto y limitado. No pararon estas altercaciones en esto, antes llegaron á Italia, tanto, que el rey Católico comenzó á tener grandes recelos del Gran Capitan; temia no se inclinase á la parte de su yerno y del César, por donde el reino de Nápoles se pusiese en balanzas. Atizaba estas sospechas Próspero Colona, sin embargo que para sí y para sus sobrinos M-11.

alcanzó con su venida á España todo lo que pretendia, en particular que la conducta de Bartolomé de Albiano, que era de cuatrocientas lanzas, se reformase á docientas. Demás desto, mandó el rey Católico que para guarda del reino de Nápoles quedasen mil y docientos hombres de armas y seiscientos jinetes y tres mil infantes españoles; y se enviasen á España otros dos mil y se despidiesen los alemanes, todo á propósito de excusar gastos y enflaquecer las fuerzas de aquel reino, que no le pudiesen con ellas empecer si las cosas viniesen á rompimiento. Formóse otrosí consejo particular en corte de Castilla para la provision de las cosas de gobierno y de justicia de aquel reino. En él intervenian micer Tomás Malferit, que presidía en el consejo de Aragon, el licenciado Luis Zapata, Luis Sanchez, tesorero general, Juan Bautista Espinelo y por secretario Miguel Perez de Almazan. De Navarra enviaron aquellos reyes á Ladron de Mauleon para tratar se renovasen las alianzas que tenian concertadas y se confirmasen con el matrimonio del príncipe de Viana con hija del rey Archiduque. Hacian otrosí instancia por la libertad del duque Valentin, preso en la Mota de Medina, que procuraban asimismo gran número de cardenales, como hechuras que eran del papa Alejandro. El Rey fué contento que las alianzas con Navarra se renovasen, y dió intencion del casamiento que se pedia; cuanto á la persona del Duque, respondió que por entonces no habia lugar, dado que en su pecho v.cilaba mucho, y por la desconfianza que tenia concebida del Gran Capitan pensaba á las veces de servirse, del Duque para las cosas de Italia. Los ánimos sospe chosos se suelen remontar á medios extraños. Solo queria seguridad que le serviria y acudiria. Plática que se llevó tan adelante, que Alonso de Este, duque de Ferrara, su cuñado, ca su padre falleció por este tiempo, se ofrecia á la seguridad. De Portugal el rey don Manuel envió al obispo de Portu don Diego de Sousa y á Diego Pacheco para dar la obediencia al pontífice Julio. Junto con esto, despues que los años pasados envió á la India diversas armadas para el trato de la especería, acordó de enviar uno con nombre y autoridad de gobernador á quien todos obedeciesen, y él con su valor adelantase lo comenzado. Nombró para este cargo á Francisco de Almeida, y mandó aprestar una gruesa armada en que fuese. No carecia este negocio, demás de ser la navegacion tan larga, de grandes dificultades; una era la contradiccion que venecianos liacian, como queda dicho; otra que el soldan de Babilonia, sea á instancia de aquella señoría, sea de su voluntad, tomó aquel negocio por propio. Despachó al guardian de Jerusalem, que se llamaba Mauro, para este efecto con cartas enderezadas al sumo Pontífice, en que daba grandes quejas contra el rey Católico por lo que tocaba á la conquista del reino de Granada y á la conversion de los moros, que decia se hizo por fuerza, y contra el rey de Portugal á causa que con sus navegaciones quitaba á los suyos el trato de la India y le tomaba á él sus naves. Rogábale se interpusiese para que esto no pasase adelante; donde no, amenazaba de destruir el santo sepulcro y dar la muerte á todos los cristianos que moraban en sus reinos. Movieron estas amenazas al

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Papa: el mismo religioso con sus cartas y con las del Soldan envió a España para que los reyes, á quien esto tocaba, le avisasen de su parecer y de lo que seria bien responder al Soldan. Lo que el rey Católico respondió no se sabe; como las quejas contra él eran viejas, debió disimular. El rey de Portugal contra quien esta embajada se enderezaba principalmente, escribió al Papa con el mismo religioso una carta deste tenor: «Recebí >>la de vuestra Santidad con la copia de la del Soldan, » y vi las quejas que forma contra el Rey, mi señor, y » contra mí, que son alabanzas mas verdaderamente » que baldones, porque ¿qué mayor gloria puede ser á >> un príncipe cristiano que ser aborrecido su nombre » de la morisma? Las amenazas que añade se enderezan »á hacernos desistir del intento que tenemos de ensal»zar el nombre de Cristo. Yo no tengo que responder >> por el Rey, mi señor; él mismo responderá por sí como » se puede esperar de su mucha prudencia. De mí sé >> decir con verdad que quisiera haber dado ocasion al >>Soldan de mucho mayores quejas; y aseguro que mi » principal intento cuando hice abrir el viaje de la In» dia fué echar por tierra y asolar la casa de Meca, do » está el sepulcro de Mahoma; lo cual espero con la gra>> cia de Dios que algun dia se pondrá en efecto. Enton>>>ces se podrá el Soldan quejar de veras, y no ahora que »los daños son tan pequeños. Lo que amenaza de dar >> la muerte á los cristianos y destruir el santo sepul>> cro, no le tengo por tan inconsiderado que se quiera >> privar de las rentas tan gruesas que le pagan los cris» tianos, ni por tan temerario que quiera irritar contra >sí todo el cristianismo y forzallos á que se junten para » vengar semejantes injurias. Por esto yo suplico á » vuestra Santidad ponga su pensamiento en unir los » príncipes cristianos para que con sus fuerzas desha» gan aquella malvada secta y su memoria, cosa que algunos príncipes suplicaron al papa Alejandro, y por » ventura Dios, Padre santo, reserva esta gloria para >> vuestro tiempo. Lo que será bien responder al Soldan, » verá vuestra prudencia junto con ese sacro colegio; » que no es razon yo interponga en esto mi juicio. Lo » que deseo y pretendo hacer con el ayuda divina, sin >>tener cuenta con amenazas ni espantos, me pareció » declarar en estos pocos renglones.»

CAPITULO XIII.

Los desgustos entre el rey Católico y su yerno fueron adelante.

En estas cortes de Toro se publicaron las leyes de Toro que quedaron ordenadas desde antes que la reina doña Isabel falleciese. Despidiéronse las Cortes, y sin embargo se detuvo el rey Católico en aquella ciudad hasta fin del mes de abril con intento de enterarse, COmo de tan cerca, si acudiria bien á sus cosas el rey don Manuel, y si recibiria bien lo de su gobierno. Los grandes por la mala voluntad que le tenian divulgaron que traia tratos de casarse con doña Juana, hija del rey don Enrique, para seguir su derecho, que tanto antes contradijo, y por este camino en despecho de los nuevos reyes, sus hijos, no solo mantenerse en el gobierno de Castilla, sino en el título de rey que antes tenia. No se puede pensar cuánto se enconaron los áni

mos de muchos con estas hablillas. Las revueltas dan siempre ocasion que se digan, y aun se crean falsamente muchas patrañas, cual parece fué esta. Averíguase que su vicechanciller Alonso, de la caballería, pretendia fundar y aun persuadille que dejase el nombre de gobernador y tomase el nombre de administrador y usufructuario, como de derecho lo son los padres de los bienes de sus hijos que heredan de sus madres antes de ser emancipados, y aun despues han parte en el usufructo. Que la reina doña Juana no era emancipada, y cuando lo fuera, se podia tener en la misma cuenta de menor edad, fuese por su indisposicion ó por tenella su marido oprimida y sin libertad. Junto con esto que se debia llamar rey de Castilla, así por el título de usufructuario como porque fué marido de la ínclita reina doña Isabel. Alegaba á este propósito el ejemplo del rey don Juan, su padre, que despues de muerta su primera mujer se continuó á llamar y fué verdadero rey de Navarra, si bien quedaron hijos del primer matrimonio y el reino era de la madre. Decia que título de gobernador era flaco y movible; que para bien gobernar era necesario llamarse rey; que don Enrique, conde de Trastamara, hasta que se llamó rey tuvo muy poca parte en el reino y muy pocos le siguieron. Los grandes de Castilla y los del concejo del rey Archiduque iban por camino muy diferente; pretendian que la administracion del reino le pertenecia como á marido de la reina propietaria, y que esto no se lo podian quitar. Decian que no era razon viniesen los nuevos reyes para no gobernar, sino ser gobernados; y que no era conveniente ni podrian sufrir que dos gobernasen, ni seria posible concertallos. Que el rey Católico acertaria mucho en comedirse con tiempo y hacer de grado lo que seria forzoso, es á saber, retirarse á su reino de Aragon y desde allí ayudar á sus hijos en lo que él pudiese y ellos quisiesen. En lo que tocaba á los reinos de Nápoles y Granada tampoco se concordaban los pareceres; el rey Católico pretendia tener parte en el de Granada como bienes adquiridos durante el matrimonio y ser suyo el de Nápoles por el derecho que la casa de Aragon tenia á aquella corona; y sentia mucho que su yerno en los asientos que tomaba con Francia dispusiese dél como si fuera cosa suya, sin dar parte al que pretendia ser el todo. Por el mismo caso se recelaba del Gran Capitan, que era castellano, especial que fué requerido por un secretario del César, que fué á Nápoles para saber su intencion en caso de rompimiento; y el Papa le hizo preguntar caso que se ligase con el César y rey de Francia contra el rey Católico á quién pensaba acudir. Respondiò al César y á sus ofertas con palabras generales, al Papa muy resolutamente que no debia su Santidad saber quién eran los suyos, y la obligacion que tenian al Rey, su señor, y á no hacer vileza ni cosa que no debiesen. Partió el rey Católico de Toro, y por Arévalo pasó á Segovia. Desde allí envió á Flándes á don Juan de Fonseca, que ya era obispo de Palencia, para que hiciese compañía á la Reina, su hija; y á Lope de Conchillos, deudo del secretario Miguel Perez de Almazan, para que le sirviese de secretario. Asimismo de parte del César y de su hijo vinieron por embajadores al rey Ca

tólico Andrea del Burgo Cremones y Filiberto, señor de Vere, que tenia mucha cabida con el rev Archiduque y mucha noticia de las cosas de Castilla. Con este comunicó sus quejas el rey Católico, y pretendió de nuevo apartar á don Juan Manuel del Archiduque; pero él no obedeció, antes se envió á despedir del servicio del rey Católico; que eran nuevos desabrimientos, además que el Archiduque mandó echar en prision á Lope de Conchillos, en que le tuvo mucho tiempo muy apretado. La causa fué que la Reina le mandó escribiese al Rey, su padre, que era su voluntad tuviese el gobierno de sus reinos conforme á lo que su madre dejó ordenado. Esta carta vino á poder del Archiduque, de que recibió mucho enojo. Mandó prender al secretario, y ordenó que ninguno de sus criados españoles la pudiesen hablar. La Reina, su mujer, tomó tanta pena destas cosas, que se alteró en gran manera, por do su indisposicion se le aumentó tanto, que fué necesario recogella. No se descuidaba el Gran Capitan en lo que tocaba á Italia, antes con mil soldados españoles, de los que por orden del rey Católico se mandaban despedir, envió á Nuño de Ocampo para la defensa de Pomblin y de Pisa. Cercaron los florentines á Pisa; Nuño de Ocampo con los suyos se fué desde Pomblin á meter dentro della; con que los florentines se enfrenaron de manera, que les convino alzar el cerco que tenian muy apretado sobre aquella ciudad, y no pudieron tomalla, como sin duda, á faltalle este socorro, lo hicieran. Instaban los coloneses se reformase la conducta de Bartolomé de Albiano. El Gran Capitan lo entretenia por conocer el valor y condicion de aquel caballero. Despues por entender que tenia sus inteligencias con el Papa en deservicio de España y que pretendia hacer guerra á los florentines en favor de los Médicis, se hizo la reformacion, lo cual luego que vino á su noticia, trató de apoderarse de Pomblin; mas por estar dentro Nuño de Ocampo, pretendió entrarse en Pisa con color de defendella. Tuvieron aviso desto por una parte el Gran Capitan, por otra los florentines. El Gran Capitan le envió á maudar no pasase mas adelante, so pena de perder la conducta y estado que tenia del rey Católico. Los florentines debajo la conducta de Hércules Bentivolla se pusieron en cierto paso junto á la torre de San Vicente, cinco millas distante de Campilla, pueblo del estado de Pomblin. Allí le desbarataron é hirieron; y en Nápoles, porque no obedeció, se mandó ejecutar la pena incurrida; que todo fué ocasion de declararse y seguir diferente partido. No se podia presumir otra cosa de su natural, en demasía bullicioso é inquieto. La gente de guerra española, que se debia despedir conforme á lo mandado por el Rey, puesto que se dió voz que la enviaban á la conquista de los gelves, se amotinó de manera, que puso al Gran Capitan en mucho cuidado; mas él usó de tal maña, que los apaciguó y envió á España conforme al órden que tenia.

CAPITULO XIV.

De diversas confederaciones que se hicieron con el rey de Francia.

Deseaba el rey Archiduque que la concordia que el año pasado se asentó en Bles con el rey de Francia la

confirmase el César, su padre; para esto concertó de verse con él en Hagenau, ciudad del imperio. Acudieron allí el César y el rey Archiduque, que llevó con sigo al cardenal de Ruan Jorge de Amboesa, que era por quien en todas las cosas se gobernaba el de Francia con poderes bastantes que llevaba de su señor. Acordóse que se diese la investidura de Milan, como pusieron, al rey de Francia para sí y sus hijos varones; yá falta dellos para Claudia y Cárlos de Austria, su esposo. Púsose por condicion que si por culpa del rey de Francia no se efectuase aquel matrimonio, cayese del derecho que pretendia á aquel ducado, y recayese en los de Austria. Declaróse otrosí que la investidura que se le daba era sin perjuicio del derecho de tercero. En esto segundo hicieron fundamento los hijos de Ludovico Esforcia para ser restituidos en aquel estado. Por la primera condicion pretendió el dicho príncipe don Cárlos, ya que era emperador, que despues de la muerte de los Esforcias se podia quedar con aquel ducado; verdad es que en tal caso se mandaban volver al rey de Francia los docientos mil francos que dió por la investidura. Hizo el juramento y homenaje de fidelidad en nombre de su Rey el cardenal de Ruan por ser aquel estado feudo del imperio. Del reino de Nápoles no se trató cosa nueva en estas vistas; mas en confirmar, como lo acordaron, que el matrimonio del príncipe don Carlos y Claudia se efectuase, se entendia le debian llevar por dote, segun que entre los tres lo tenian acordado. Sintió mucho el rey Católico todas estas tramas, que claramente se enderezaban contra él. Quejóse gravemente de los malos consejeros que su yerno tenia, y que sin dalle parte se concluyesen cosas tan grandes. Lo que mas era que saneaban los derechos de Francia en lo de Milan sin que se saneasen los suyos, así en lo de Borgoña como en lo que tocaba al reino de Nápoles. Revolvia en su pensamiento la forma que podria tener para ganar de su parte al rey de Francia, y por este medio prevenirse para todo lo que le podria suceder. Parecióle que el mejor camino de todos seria casar en Francia con Germana de Fox, que era sobrina de aquel Rey, hija de su hermana. Envió para tratar esto á fray Juan de Enguerra, de la órden de San Bernardo, é inquisidor en Cataluña. Gustó mucho el Francés deste casamiento, tanto, que por contemplacion dél renunciaba el derecho que tenia al reino de Nápoles en su sobrina y en sus hijos varones y hembras, junto con el título de rey de Nápoles y Jerusalem. Por el contrario, el rey Católico vino en que, caso que no tuviesen hijos, aquel reino volviese al rey de Francia y á sus herederos. Demás que se obligó de pagalle por los gastos de la guerra quinientos mil ducados en término de diez años por pagas iguales. Item, que á los barones angevinos se volverian sus estados, cosa muy dificultosa. Y los prisioneros que tenia en su poder el Gran Capitan se pondrian en libertad, nombradamente el príncipe de Rosano y marqués de Bitonto; solo se exceptuaron el duque Valentin y el conde de Pallas. Con esto el rey de Francia se obligaba de asistir al rey Católico contra el César y su hijo, caso que intentasen á removelle de la gobernacion de Castilla. El Guiciardino dice que se concertó asimismo ayudaria el rey Católico á Gaston de Fox, su cuñado,

Faenza y Arimino, y le restituyeron lo que tenian de los condados de Imola y de Cesena. Con esto tomaban en su proteccion al duque de Urbino y al prefecto de Roma, sobrino del Papa, á quien el Duque tenia adoptado, y para que le sucediese en aquel estado, le casó con hija del marqués de Mantua, su cuñado. Al Gran Capitan se envió aviso de las paces que el rey Católico hizo con el rey de Francia, con órden se viniese luego á España para dar asiento en cosas que pedian la presencia de su persona; y de secreto tuvo al arzobispo de Zaragoza nombrado para el gobierno de Nápoles. El Gran Capitan mostró holgar de las paces, y las hizo pregonar y regocijar en Nápoles. Cuanto á su venida, respondió que estaba presto y que muy en breve se partiria; mas ya el tiempo, ya las cosas no dieron á ello por entonces lugar. Por esto las sospechas que se tenian dél se aumentaban, menudeaban los chismes, y cada cual tomaba ocasion de pensar y decir lo que le parecia, dado que él envió á su secretario Juan Lopez de Vergara á dar razon de sí y de todo lo que pasaba.

CAPITULO XV.

Que Mazalquivir se ganó en Africa de moros.

conquistar el reino de Navarra, á que pretendia tener derecho. Item, que el de Francia enviaria á España la viuda reina de Nápoles con sus hijos, y si no quisiese venir, la despediria de su reino. Los unos conciertos y los otros se hicieron este verano y estío; y desde Segovia, á los 25 de agosto, se enviaron á Francia para concluir don Juan de Silva, conde de Cifuentes, micer Tomás Malferit y el mismo fray Juan de Enguerra, que llevaron las provisiones para libertar á los prisioneros de Nápoles, y seguridad para que los desterrados pudiesen ir á sus casas. En particular se trató de casar á Roberto de Sanseverino, príncipe de Salerno, cabeza de los forajidos de Nápoles, con doña Marina de Aragon, hija de don Alonso de Aragon, duque de Villahermosa y conde❘ de Ribagorza, y hermana de don Alonso, duque de Villahermosa, y de don Juan, conde de Ribagorza; trazas que dieron mucho contento al rey de Francia, tanto, que procuró impedir que el rey Archiduque no viniese á España, y se lo envió á requerir con un su secretario que hasta que las diferencias que tenia con su suegro se determinasen no se pusiese en camino. Para necesitalle á ello trató con el duque de Gueldres que con mas gente hiciese la guerra en Flándes. Este asiento por una parte causó gran turbacion en el reino de Nápoles, y los barones que poseian las tierras de los forajidos se apellidaron para defenderse unos á otros, en particular Próspero Colona, que se salió del reino, y llegó á ofrecer al Papa que si el rey de Francia le renunciase el derecho que pretendia á aquel reino, él y los suyos se le conquistarian; por otra alteró de nuevo á los grandes de Castilla, tanto mas, que se publicaba que la reina Católica para dejar al rey Católico por gobernador de sus reinos, le tomó primero juramento que no se casaria; y procuraron estorbar al conde de Cifuentes que no fuese con aquella embajada, so pena que le tendrian por mal castellano. Algunos cargaban al Gran Capitan de que no se declarase por el rey Archiduque, pues por aquel matrimonio del rey Católico con doùa Germana se quitaba la sucesion del reino de Nápoles al príncipe don Carlos, ora tuviesen hijos, ora no. El rey Archiduque asinismo sintió mucho que le quitasen del todo lo de Nápoles, y le pusiesen en condicion la corona de Aragon, si el Rey, su suegro, tuviese hijo varon. El rey Católico por prevenir desgustos despachó á Flándes al protonotario don Pedro de Ayala, que fué antes embajador en Inglaterra, para que juntamente con Gutierre Gomez de Fuensalida, su embajador ordinario, avisasen al Rey, su yerno, de aquellas paces y conciertos é hiciesen de su parte instancia que Lope de Conchillos fuese puesto en libertad, ca le tenian en Villaborda muy apretado Hicieron ellos lo que les fuera mandado; y el rey Archduque en lo que tocaba al matrimonio, dijo con palabras generales que se holgaba dél; que el Rey, su señor, era libre, y se podia casar donde mas gusto le diese; en lo de Lope de Conchillos dió por respuesta que era su criado y tenia acostamiento de su casa; que por sus deméritos le tenia preso y no le pensaba dar libertad. Venecianos en todas estas tramas se estaban á la mira sin ecliar de ver la borrasca que se les armaba; verdad es que se concertaron con el Papa de manera que se quedaron en la Romaña con lo de

No se apartaba del lado del rey Católico el arzobispo de Toledo, antes en todas estas diferencias le acudió siempre con grande lealtad, y fué gran parte para que muchos reprimiesen sus malas voluntades. Era este Prelado de gran corazon y pensamientos mas altos que segun el bajo estado en que se crió. Persuadia al Rey y hacia grande instancia aun en vida de la Reina que, acababa la guerra de Nápoles, la hiciese en Berbería contra los moros. Llegó el negocio tan adelante, que el Rey dió órden como buena parte de los soldados españoles que tenian en Nápoles para acometer esta empresa volviesen á España, y así se hizo. Por otra parte, el conde de Tendilla se ofrecia con cuarenta cuentos de maravedis que el Rey le consignase, de dar conquistada á Oran y su puerto de Mazalquivir y otras villas comarcanas; que si de aquel dinero sobrase algo, se volviese al Rey, y si faltase, lo supliria él de su casa. Este asiento, que estuvo muy adelante, se desbarató con la muerte de la Reina; mas porque del todo no cesase este intento, y los soldados de Nápoles no estuviesen ociosos, el Arzobispo prestó al Rey once cuentos para ayuda al gasto. Con esto en las costas del Andalucía se aprestó una armada, primero con intencion de ganar por trato que se traia un pueblo de Berbería, que se llama Tedeliz, y está sobre el mar entre Bugia y Argel; despues por entender que no era lugar importante ni plaza que se debiese sustentar, acordaron acometer á Mazalquivir, que quiere decir en arábigo puerto grande, nombre que tenia antiguamente, y así le llama Ptolemeo Portus magnus. Está muy cerca de Oran contrapuesto á la ciudad de Almería, bien que algo mas á levante. Luego que la armada estuvo á punto, en que iban seis galeras y gran número de carabelas y otros bajeles que llevaban hasta cinco mil hombres, don Diego Fernandez de Córdoba, alcaide de los Donceles, caballero de mucho valor, que estaba nombrado por general de aquella empresa, de la playa de Málaga se hizo

á la vela un viérnes, á 29 de agosto. Llevaba cargo de las cosas del mar don Ramon de Cardona. Tuvieron tiempo contrario, y fuéles forzoso entretenerse en el puerto de Almería. Desde allí, alzadas las velas, se partieron, y á 11 de setiembre con toda la armada surgieron en aquel puerto de Mazalquivir. Tenia en la punta el puerto un baluarte con mucha artillería y sus traveses y torreones, debajo de la cual entraron los nuestros. Acudieron ciento y cincuenta caballos y tres mil peones para estorbar que no saltasen en tierra. El desembarcadero era malo, y el dia muy tempestuoso. Todas estas dificultades venció el grande esfuerzo de los cristianos. El primero que saltó en tierra fué Pero Lopez Zagal, un muy valiente soldado. Pelearon con los moros, hiciéronlos retirar á Orán, y quedaron solos cuatrocientos soldados en la fuerza de Mazalquivir. Combatiéronlos, y en el primer combate fué muerto de un tiro de artillería el alcaide de aquel castillo con otros muchos, y les descabalgaron los mejores tiros que tenian asestados. Desanimados con esto los moros, se rindieron al tercero dia á partido, y se alzaron en aquella fuerza las banderas de España. Túvose á gran ventura lo uno el detenerse la armada, ca con la nueva que era salida de Málaga, cargó gran morisma por aquellas partes; pero á cabo de ocho dias por faltalles provision y entender que nuestra armada iba á otra parte, se derramó aquella gente; lo otro que el mismo dia que el castillo se rindió, por la sierra acudió gran muchedumbre de moros para dar socorro á los cercados, que hicieran mucho daño si no llegaran tan tarde. Estos se juntaron con los de Orán, y salieron al campo con intencion, á lo que parecia, de venir á las manos. No se atrevieron empero, dado que el alcaide de los Donceles sacó su hueste en órden para dalles la batalla. Solo hobo algunas escaramuzas con los nuestros, que salian con escolta á hacer agua ó leña, de que padecian falta. Dióse la tenencia de aquella fortaleza con cargo de capitan general de la conquista de Berbería al alcaide de los Donceles. Con tanto, don Ramon de Cardona con su armada dió la vuelta á Málaga á 24 del dicho mes. Los que queda ron en guarda de aquel puerto trataron con los de Orán y tomaron con ellos su asiento, en que concertaron treguas para poder contratar unos con otros, cosa que á los morós les venia muy bien para no perder la contratacion de levante, que se les comunicaba por medio de las galeazas venecianas que traian á aquel puerto y por todas las costas de Africa, España, Francia, Flándes y Dinamarca la especería de que en Alejandría cargaban. Grande fué la reputacion que con esta empresa ganó el rey Católico, pues, no contento con lo que en Italia hizo, volvia su pensamiento á la conquista de Africa y al ensalzamiento del nombre cristiano. Verdad es que los maliciosos se persuadian que debajo aquel color juntaba sus fuerzas, no contra los infieles, sino para resistir al Rey, su yerno, si pretendiese venir á Castilla y quitalle el gobierno. El arzobispo de Toledo con tan buen principio se animó mucho para ayudar á llevar adelante aquella santa empresa y gastar en ella buena parte de sus rentas, hasta revolver en su pensamiento de pasar en persona á Africa para dar mayor calor á aquella conquista, como lo hizo poco adelante. Mediado este

mes, parió en Bruselas la reina doña Juana una hija, que llamó doña María. Para visitalla envió el rey Católico un caballero de su casa, que se decia Cárlos de Alagon, con órden de avisar algunas cosas al rey don Filipe, enderezadas á que entendiese cuánto mejor le estaba la concordia que venir á rompimiento. El rey don Manuel se retiró á Almerin por huir la peste que por este mismo tiempo comenzó á picar en Lisboa, do con su corte residia. En Castilla otrosí la chancillería de Ciudad-Real se pasó este año á Granada, y por su presidente fué nombrado el obispo de Astorga.

CAPITULO XVI.

De la concordia que se asentó entre los reyes suegro y yerno.

Entretúvose el rey Católico en Segovia y en el bosque de Balsain algunos meses hasta tanto que á los 20 de octubre partió de allí para Salamanca. Allí mandó pregonar las paces que tenia asentadas con Francia, que en Castilla comunmente no fueron tan bien recebidas como en Aragon. Lo mismo que á los unos daba pesadumbre, es á saber, que los reinos se dividiesen, á los otros era causa de grande contento, que deseaban tener rey propio y natural. Así van las cosas. Todo se enderezaba á enfrenar las demasías del rey Archiduque y hacelle resistencia, si llegasen á rompimiento, por cuanto en esta sazon desde Bruselas mandaba apercebir los grandes de Castilla para que le acudiesen, en especial el marqués de Villena, duque de Najara, Garci Laso de la Vega, duque de Medina Sidonia, conde de Ureña; y aun el almirante y condes table de Castilla, sin embargo del deudo que tenian con el rey Católico, andaban en balanzas. Don Juan Manuel con sus cartas atizaba este fuego, puesto que siempre daba á entender que deseaba y procuraba la concordia, y que seria fácil concertar las diferencias; si el rey Católico se pusiese en lo que era razon y se contentase con lo suyo y dejar á sus hijos desembarazado el reino y el gobierno, todas las cosas se encaminarian bien; donde no, perderia lo que tenia en Castilla, y aun pondria en condicion lo de Aragon. Que la venida del rey Archiduque seria muy cierta y muy en breve, quier fuese con voluntad de su suegro, quier sin ella. En conformidad desto aprestaban una armada en Gelanda, en que tenian ya juntas sesenta naves; y si bien el rey de Francia por dos veces envió á requerir al rey Archiduque no emprendiese aquel viaje antes de concertarse con su suegro, á 8 de noviembre partió de Bruselas junto con la Reina para ir á Gelanda. Dilatóse la embarcacion, y todo iba despacio ; así se tuvo entendido que se pretendia se declarasen primero los que habian de dar favor á su venida y entrada en Castilla; cuya cabeza, que era el marqués de Villena, como en esta sazon entrase en Toledo, se tuvo por cierto llevaba poderes del rey don Filipe para apoderarse de aquella ciudad; de que el pueblo se alteró, y los Silvas, que eran muy aficionados al servicio del rey Católico, se juntaron con el corregidor don Pedro de Castilla para hacelle resistencia; mas el Marqués acordó de partirse sin intentar novedad alguna. Fuera de los Silvas y el duque de Alba y el arzobispo de Toledo, los que mas se señalaban por

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