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lambrientos y burlados. Lo mesmo reprehende san Cipriano en la epíst. 2.", conforme á la órden de Pamelio: representan, dice, á Vénus deshonesta, á Marte adúltero; aquel su Júpiter no mas preeminente en el reino que en los vicios, que se abrasa de amores terrenos con sus mismos rayos, algunas veces blanquearse con plumas de cisne, otras correr con lluvia de oro, otras por medio de las aves arrebatar muchachos tiernos. Pregunta ahora si puede ser el que mira casto y honesto. Imitan á sus dioses que adoran, y los delictos á los miserables se les proponen como pertene cientes á la religion y culto divino. Hasta aquí Cipriano, elegantísimamente, como en todo. Al mesmo propósito hace el lugar arriba citado, de Arnobio, al fin del lib. iv, contra los gentiles, de donde será conveniente tornemos á referir algunas palabras, porque habiendo varios denuestos y afrentas que de los otros dioses se inferian en las comedias, añade que ni aun el mesmo Júpiter se escapaba de ser notado en el teatro por estas palabras: antes tambien en las fábulas el mismo reinador Máximo del cielo, sin ningun temor de su nombre y majestad, se introduce hacer oficio de adúlteros; y para poder engañar la castidad de las madres de familias ajenas, mudar el rostro engañoso, y con la mentira del cuerpo fantástico, succeder en las semejanzas de los maridos: esto dice Arnobio. San Agustin, en el lib. n de La ciudad de Dios, cap. 8°, cuánto perjudicasen á las costumbres los malos ejemplos de los dioses referidos en las comedias, declara en estas palabras: ¿Quién pues en el gobierno de su vida no pensaria que habia antes de seguir las cosas que se representan en los juegos ordenados por auctoridad divina que las que se escriben en las leyes promulgadas por humano consejo? Que si los poetas mentirosamente dijeron que Júpiter era adúltero, los dioses ciertamente, como castos, de los cuales tan grave maldad por los juegos humanos se habian levantado, era razon se enojasen y les vengasen. Y no será menester en esta parte gastar mas tiempo, si advirtiéremos que no por otra causa Platon, en el lib. x. De justo, al principio juzgó que los poetas, y en particular Homero, debian ser echados de su república, sino porque atribuian á los dioses tales maldades, que ahora fuesen verdaderas, ahora falsas, consideraba que con su torpeza era necesario fuesen de grande perjuicio para las costumbres del pueblo. Con esto pasemos al segundo órden y cabeza destos testimonios, en el cual Tertuliano, como mas antiguo, se pondrá en primer lugar, el cual en el cap. 38 del Apolog.: Igualmente, dice, renunciamós á vuestros espectáculos, en tanto en cuanto á sus orígenes, las cuales sabemos que vienen de la supersticion. Con las mesmas cosas de las cuales se piden las desechamos; no tenemos que ver en dicho, vista ó oido, con la locura del circo, con la deshonestidad del teatro, con la crueldad del arena, con la vanidad del portal. Lo mismo prosigue mas copiosa y elegantemente en el libro de los Espectáculos, cap. 4, por estas palabras: Pues si constare que de la idolatría nace

todo el aparato de los espectáculos, tambien pertenece el testimonio de nuestra renunciacion, en el baptismo, de las cosas que son dedicadas al diablo y á la pompa y ángeles suyos, conviene á saber: por la idolatría. Referimos la orígen de cada uno, de qué principios han crecido en el siglo, despues de los apellidos de algunos con qué nombres se llaman, despues de los aparatos con qué supersticiones se forjan, demás desto los lugares qué abogados tienen, y últimamente las artes á qué autores se atribuyen. Si alguna cosa destas no perteneciere á los ídolos, la tal, ni pertenecerá á la idolatría, ni será comprehendida en la renunciacion que hacemos: y lo demás que en el mismo propósito prosigue con grande erudicion y igual ímpetu de palabras. Despues de Tertuliano se sigue Lactancio, que vivió no mucho despues y fué de ingenio fácil, copioso y suavé, el cual en el lib. vi De las divinas instituciones, cap. 20, al fin, dice: Así hanse pues de huir todos los espectáculos, no solo porque algun vicio no se asiente en nuestros pechos, los cuales deben ser sosegados y pacíficos, sino para que el uso de algun deleite no nos halague y aparte de Dios y de las buenas obras, porque las celebridades de los juegos, fiestas de los dioses son, pues por nacimientos, ó por las dedicaciones de los nuevos templos se ordenaron ; y al principio, sin duda, las casas que se llaman oficios fueron atribuidos á Saturno, los juegos escénicos á Baco, los circenses á Neptuno; pero poco a poco la mesma honra se comenzó á dar tambien á los demás dioses, y cada juego está consagrado á sus divinidades, como enseña Sisinio Capito en los libros de los Espectáculos. Si alguno pues se halla en los espectáculos, á los cuales se concurre por causa de religion, apartado sea del culto de Dios y pasado á los dioses, cuyos nacimientos y fiestas celebró. Lo mismo dice en el capítulo de los espectáculos. Resta, dice, decir de los espectáculos, los cuales, porque son poderosos para corromper los ánimos, deben ser huidos de los sabios y apartados totalmente, porque se dicen ser inventados para las honras de los dioses. El juego de los oficios á Saturno está dedicado; la escena es del padre Baco; pero los juegos circenses son dedicados á Neptuno, de tal manera, que el que mira ó se halla presente, dejado el culto de Dios, parece se ha pasado á los ritos y ceremonias profanas. Todo esto es de Lactancio, con el cual acompañamos en primer lugar á Crisóstomo, al fin de la Homilía 31, sobre el cap. 4.o de san Mateo, donde dice: Do los demonios son, no de los hombres, los espectáculos seglares, por lo cual os amonesto que os abstengais de las fiestas de Satanás; porque si es ilícito entrar en los templos de los ídolos, mucho mas hallarse en las solemnidades de los demonios; despues á Salbiano, lib. vi De providentia, donde afirma que entre otros vicios, con los cuales estaban agravadas las provincias, y por las cuales en aquel tiempo habian caido en grandes miserias, una era la locura del teatro, así que dice: Nosotros tambien, cuando entre las torpezas y afrentas reimos, cometemos pecados ciertamente no pequeños,

mundo no menos desamparasen los teatros y se caye sen que los mesmos templos de los dioses donde se ejercitaba la idolatría: por ventura ¿ será justo que por inconsideracion tornemos nosotros á edificar los que con tanto cuidado nuestros antepasados, varones sanctísimos y prudentísimos, abatieron? Pero pasemos á la tercera clase de los testimonios y auctores, que por la deshonestidad reprehenden los representantes y representaciones, como malas y de gran perjuicio. En este número el primero que se ofrece es Clemente Alejandrino en el lib. in del Pedagogo, donde dice no convenir á los hombres cristianos, y manda que se eviten. Prohibanse pues, dice, los espectáculos y canciones, los cuales están llenos de maldad y de palabras sucias y vanas dichas sin causa; porque ¿qué torpe hecho no se representa en los teatros y qué palabra desvergonzada no pronuncian los que mueven á risa, truhanes y representantes? Aquellos empero los cuales del vicio que en ellos está recibieren algun deleite, imprimen en casa claras imágenes dél; pero al contrario los que no se pueden balagar ni aficionar con ellos, en ninguna manera caerán en deleites torpes. Porque si dicen que los espectáculos se toman por juego y burla para recrear los ánimos, dirémos no hacer prudentemente las ciudades en las cuales el juego se tiene por cosa seria. Porque no son

sino en tanto mas penosos, que como exteriormente parezcan buenos, en hecho de verdad son pestilentísimos, porque como haya dos males grandísimos, conviene á saber, si el hombre ofende á sí mismo ó á Dios, lo uno y lo otro se hace en los juegos públicos; porque por las torpezas malvadas la eterna salud del pueblo cristiano allí se pierde, y por las supersticiones sacrilegas la divina Majestad es ofendida, porque no hay dubda sino que ofenden á Dios, siendo consagrados á los ídolos. Minerva ciertamente es honrada У venerada en los gimnasios, Vénus en los teatros, Neptuno en los circos, Marte en las arenas, Mercurio en las luchas; y por tanto, conforme á la cualidad de los abogados es el culto de las supersticiones. Siguese san Isidro en el lib. 18 de las Etimologias; el cual en tres lugares con el mesmo argumento persuade á los cristianos se aparten de los juegos en el cap. 27. Los juegos circenses, dice, por causa de sacrificar á los dioses y para la celebridad de los gentiles se ordenaron, por donde tambien los que miran parece sirven al culto de los demonios. El correr de los caballos antes se trataba simplemente, y sin duda el comun uso dellos no era pecado; pero cuando el natural uso se redujo á los juegos, se pasó al culto de los demonios. Despues, en el cap. 41, habiendo contado las partes y ornamentos del circo, y así dice: En tanto que mi-juegos ni burlas los apetitos de vanagloria, los cuales rando estos juegos se profanan con el culto de los dioses y con los elementos mundiales, sin duda se conoce que adoran los mesmos dioses y los mesmos elementos; por donde debes considerar, ¡oh cristiano! que los espíritus inmundos pasean el circo, por lo cual ajeno te será el lugar, el cual tienen ocupado muchos espíritus de Satanás, porque todo él le tiene lleno el diablo y sus ángeles. En conclusion, habiendo referido los otros géneros de juegos y de espectáculos, concluye en el cap. 59 con esta sentencia : Por tanto, no ha de tener que ver el cristiano con la locura del circo, con la deshonestidad del teatro, con la crueldad del anfiteatro, con la terribilidad de la arena, con la lujuria del juego. Porque á Dios niega quien presume hacer tales cosas, quien, hecho prevaricador de la fé cristiana, de nuevo apetece aquello que renunció mucho antes en el baptismo, conviene á saber, el diablo y sus obras; de manera que en tiempo de san Isidoro, si alguno iba al circo ó al teatro á mirar los juegos, sin duda por su decreto, era tenido por que brantador de la religion, no menos que yendo á los templos de los dioses, se ensuciara con la impía supersticion; lo cual es tanto mas de maravillar que en tiempo de san Isidoro, estando ya recebida en Roma y por las provincias la religion cristiana, ningunos gentiles quedaban mezclados con los cristianos, como en los tiempos de antes habia acontecido, por donde no era maravilla que los padres antiguos hobiesen hablado con semejante rigor para apartar á los cristianos de la comunicacion de los gentiles. Pero sin duda tal fué el parecer de los padres antiguos, tal su libertad de habiar, con la cual se hizo y efectuó, que en todo el

con tanta crueldad matan; ni menos vanos ejercicios y ambiciones inconsideradas y demás de lo que alcanzan de las propias riquezas; ni los alborotos que por esta causa se levantan son juegos, porque con el vano ejercicio nunca se ha de comprar la ociosidad, ni el varon prudente debe anteponer lo que es deleitable á lo que es mejor. Mas, dirá alguno, ¿no todos filosofamos: por ventura no todos procuramos la vida? ¿qué dices tú? ¿cómo pues, creiste, quiero decir, cómo te hiciste cristiano? Ninguno desta profesion ha de tener por ajenos de sus costumbres los preceptos de la filosofía, conviene á saber, de la vida mas severa ; al cual le está propuesto de menospreciar todas las dulzuras y comodidades desta vida en comparacion del deseo de aquella vida inmortal que nos espera á todos en el cielo si guardamos la profesion hasta el fin desta vida. Mas estrechamente, dice á esto cierto teólogo, procuraban en aquel tiempo promover á los hombres á la perfeccion de la vida, lo cual seria á propósito si no afirmasen los mismos que los teatros son contrarios á la profesion de cualquier cristiano y ofecinas de deshonestidad. ¿Por ventura dirás que la castidad, por ventura que la profesion cristiana convenia á los hombres de aquel siglo y no tambien á los de nuestra edad? Comunes son estas cosas á todos los cristianos, y no digas que se dice por encarecimiento lo que tantas veces y con tanta aseveracion de palabras dicen todos en tanta manera, que en el baptismo, donde agora el que se baptiza abernuncia á Satanás y á todas sus obras y á todas sus pompas, antiguamente se decia, abrenuncio al diablo y á sus pompas, espectáculos y obras, conviene á saber, declarando lo que por nombre de pompas entendian. Así lo dice Salbiano claramente en

el lib. vi De providentia y lo tocan Tertuliano y san Isidoro, citados arriba, por donde como quitados los teatros, tambien quitaron de la dicha abrenuncion que se decia en el baptismo, aquella palabra espectáculos; así, reedificados los teatros, será menester que se torne á poner en ella, que es por cierto cosa digna de gran consideracion; porque cuán ajena tenian esta vanidad de la profesion y ley de Cristo está ya visto, y no es maravilla que diga lo contrario el que afirmó ser lícito edificar á los judíos sinagogas y se atrevió aproballo del cap. Consuluit, que es tanto como hacer el dia noche y decir que la nieve es negra. Pero dejado este nuevo teólogo, Tertuliano, tan antiguo como san Clemente, si no mas, dice mucho en esto, probando, como los demás padres, que los espectáculos y teatros por su deshonestidad son ajenos de nuestra profesion y costumbres; el cual en el libro de los Espectáculos, cap. 20, dice. El teatro propriamente es un sagrario de Vénus. Desta manera, en conclusion, aquel género de obra nació en el siglo, porque muchas veces los censores, cuando tenían mas fuerza los teatros y tornaban á nacer, los destruian mirando por las costumbres, cuyo peligro, conviene á saber, muy grande, proveian por causa de lascivia, de manera que de aquí se puede tomar testimonio contra los gentiles y en nuestro favor; y á nosotros para conservacion de la disciplina puede tambien servir el voto y parecer de los hombres. Y en el cap. 17, desta manera: Pues nos apartamos tambien del teatro, el cual es un particular consistorio de deshonestidad donde ninguna cosa se aprueba, sino lo que se reprueba fuera dél; de manera que su mayor gracia por la mayor parte está forjada de suciedad, la cual, el gisticulador Attelano, la cual el representante tambien representa por medio de mujeres desquiciando el sexo de la vergüenza para que mas fácilmente se avergüencen en casa que en el teatro; y lo demás que se sigue copiosamente en este mismo propósito, diciendo que los mismos burdeles se sacan al teatro, y que no es lícito hablar. La misma vanidad persigue san Cipriano en la epíst. 2., ó conforme al órden antiguo, lib. 1, epíst. 2.: Vuelve, dice, desde aquí el rostro á diversas inficiones del espectáculo no menos aborrecibles, verás tambien en los teatros lo que te sea causa juntamente de dolor y de vergüenza. Cothurno trágico es referir en verso las antiguas hazañas de los parricidas y incestos. Exprimidas á semejanza de la verdad, se replican y repiten con la representacion, para que en los siglos venideros no se olvide lo que en algun tiempo se cometió. Advierte toda edad, con lo que oye, poderse hacer lo que en algun tiempo se hizo. Nunca por la vejez del tiempo mueren los delictos, nunca el pecado con los tiempos se entierra, nunca la maldad se sepulta con olvido. Sirven de ejemplos los que ya dejaron de ser delictos. Entonces deleita por medio de los mismos maestros de torpezas, reconocer lo que en casa han hecho ó oir lo que pueden hacer. Apréndese el adulterio cuando se ve, incitando á los vicios el desórden de la autoridad pública. La matrona que

por ventura habia venido al espectáculo casta, vuelve deshonesta. Demás desto, ¡cuánta corrupcion de costumbres, qué ocasion de desórdenes y qué yesca de vicios es ensuciarse con los meneos de los farsantes, ver contra las leyes de naturaleza y del nacimiento la paciencia procurada de la torpeza incestuosa! Afemínanse los varones,` toda la honra y fuerza del sexo afeminado se ablanda con la afrenta del cuerpo, y aquel alli mas agrada que mas se quiebra en la semejanza de mujer, por donde la alabanza crece del delito, y tanto mas diestro se juzga cuanto mas torpe se muestra. Esto dice Cipriano, y dél tomó Lactancio, lib. vi De las divinas instituciones, cap. 20, donde no con menor elocuencia reprehendiendo los teatros, dijo: En las representaciones tambien no sé si la corrupcion es mas viciosa, porque tambien las comedias hablan de las caidas de las doncellas ó de los amores de las rameras; y cuanto mas elocuentes son las que tales delictos fingieron, tanto mas persuaden con la elegancia de las sentencias, y mas fácilmente se pegan á la memoria los versos numerosos y elegantes. Demás desto, las historias trágicas ponen delante los ojos los parricidios y incestos do los reyes y muestran las maldades de mayor momento; fuera desto, los meneos deshonestísimos de los histriones ¿qué otra cosa enseñan y á que mueven sino á torpezas, cuyos cuerpos afeminados y á manera de mujeres en el andar y en el hábito representan con los mencos deshonestos las mujeres perdidas y malas? Qué diré de los meneos, que traen consigo la doctrina de maldades, los cuales fingiendo los adulterios los enseñan y con los representados enseñan los verdaderos? Qué harán los mozos ó doncellas cuando ven que sin vergüenza se hace y con deleite se mira de todos? Son ciertamente avisados de lo que pueden hacer, y enciéndense en torpeza, la cual principalmente con la vista se despierta, y cada uno conforme á su sexo se imagina en aquellas imágenes, y riéndose las aprueban, y pegados los vicios, vuelven á sus aposentos mas corrompidos. No solo los muchachos, los cuales no convieno pervertir con vicios antes de tiempo, sino tambien los viejos, á los cuales ya el pecar es cosa fea, se resbalan en la misma vereda de los vicios. Por el mesmo camino va el gran Basilio en la oracion donde trata de la leccion de los libros de gentiles: Conviene, dice, no dar los ojos á los espectáculos ni á las vanas apariencias de burladores, ni por las orejas oir la melodía que corrompe las almas, porque este género de música suele parir fructos de servidumbre y bajeza y aguzar los aguijones de las torpezas. Esto Basilio que siguió Augustino, lib. 1 De la concordia de los evangelistas, cap. 33, llamando los teatros jaulas de torpezas y públicas profesiones de maldades. Demás desto, Salbiano en el libro vi De providentia, con la corriente y fuerza de palabras que suele: De solas, dice, las torpezas de los circos y teatros hablo, porque son tales las cosas que allí se hacen, que, no solo no se pueden decir, pero ni reducillas á la memoria sin ensuciarse, porque los demás delictos casi no ocupan sino una parte de nosotros,

como los pensamientos sucios el alma, la mirada deshonesta los ojos, el oido de cosas malas las orejas ; de manera, que cuando uno destos en algo yerra, las demás partes pueden carecer de pecados; pero en los teatros ninguna destas partes carece de mal; porque el ánimo con las concupicencias, las orejas con el oido, con la mirada los ojos se ensucian, las cuales todas cosas son tan malas ciertamente, que aun declarallas y decillas sin vergüenza, ninguno puede. Porque ¿quién podrá, salva la vergüenza, decir aquellas imitaciones de cosas torpes, aquellas suciedades de palabras y voces, aquellas torpezas de movimientos, aquellas fealdades de meneos? Las cuales de cuánta maldad sean, por aquí se puede entender que no se dejan referir, nombrar y reprehender, como el homicidio, el adulterio, el sacrilegio y los demás delictos desta suerte. Solas las suciedades de los teatros son de tal calidad, que aun no es posible con honestidad reprehendellos; así en reprehender la infamia destas torpezas acontece al reprehensor una cosa muy nueva, que siendo él sin dubda honesto, salvo la honestidad, no las puede decir ni reprehender. Hasta aquí son palabras de Salbiano, pero ninguno mas fuertemente ni con mayor porfia reprehende los espectáculos que san Juan Crisóstomo, porque apenas se hallará alguna homelía suya, donde no los reprehenda. Tres homelías suyas hay de David y de Saul: al fin de la primera veda el hablar de los espectáculos ó carrera de los caballos, como de cosa vana; gran parte de la tercera gasta en perseguir los espectáculos, negando al que en el dia antes habia ido á los espectáculos poder ser partícipe de la sagrada mesa antes de haber hecho penitencia, y afirmando que los que van á los espectáculos siempre se encienden en cobdicia de mujeres. Pero mejor será referir alguna parte de sus palabras: Quien viere, dice, la mujer para descalla, ya ha adulterado con ella su corazon, que si la mujer, sin procurarlo y acaso encontrada en la plaza y no arreada curiosamente, muchas veces con sola la mirada del rostro cautiva al que la miró curiosa mente; estos, que no con simplicidad lo hacen ni acaso, sino de propósito y tan de veras, que, menospreciada la Iglesia, por esta causa van allá, y estando allí ociosos todo el dia tienen fijados los ojos en los rostros de aquellas mujeres infames, ¿con qué cara podrán decir que no las hayan visto para deseallas? Donde se allegan tambien las palabras blandas y lacivas, donde los cantares meretricios, donde las voces que mucho despiertan á deleite, donde los ojos pintados con alcohol y las mejillas teñidas de color, donde toda la forma del cuerpo está llena de engaño de los afeites; allende desto, otros muchos artificios ordenados para engañar y pescar á los que miran, de donde el abobamiento de los oyentes, grande confusion y mezcla, de do nace la exhortacion á lujuria, tanto de aquellos que se hallaron en los espectácu los como de los que refieren á otra despues lo que en ellos vieron. Alléganse los sainetes de flautas y cornetas By y toda la demás armonía deste género, engañosa y que debilita las fuerzas de los ánimos de los que allí están,

y es causa de que mas fácilmente se cautiven; porque si aquí donde los psalmos, donde la declaracion de las palabras divinas, donde el temor de Dios y grande reverencia se hallan no están siguros; ¿cómo los que están ociosos en el teatro, que ninguna cosa buena oyen ni ven, que de todas partes tienen puesto cerco por orejas y ojos, podrán vencer aquellas concupiscencias? Las cuales cosas todas, si cuadran ó no á los espectáculos de nuestro tiempo donde principalmente representan mujeres, el lector con sosegado pecho lo considere. Demás desto, en la Homilia 1.a sobre el psalmo 50, despues de la mitad, que se oyen afirma pláticas sucias, y con el andar y manera de las rameras se ablandan los oyentes, las orejas se ofenden y se hiere el ánima. En la Homilia 2.a sobre el psalino 118, al fin della : No debeis, dice, hijos de la Iglesia, pervertiros en las vanidades de los espectáculos; en la Homilia sobre aquelas palabras de Isaías vi al Señor, etc., hácia la mitad, dice que se introducen perniciosos ejemplos en los espectáculos, y que muchas veces habia amonestado no mezclasen los divinos misterios con los del demonio; en la Homilia 6. sobre el cap. 2.o de san Mateo, que el diablo edificó en las ciudades los teatros para estragar á los hombres; en la Homilía 29, sobre el cap. 21 del mismo Evangelista, la junta del teatro, fuente de todos los males, origen y cebo de todos los vicios; demás desto, en la Homilia 15 al pueblo antioqueno, antes del fin, de los teatros, dice, haber parido la fornicacion, la lujuria y toda la incontinencia; en la Homilía 26, al mesmo pueblo, y en la Homilia 8. de penitencia, llama á los teatros cátedra de pestilencia, escuela de incontinencia, oficina de lujuria, tablado de deshonestidad, horno de Babilonia; y en conclusion, sobre el cap. 4.° de san Juan, al fin de la Homilia 42 sobre los actos de los apóstoles, habiendo comparado el teatro con la cárcel y dicho algunas cosas de la tristeza y horror de la cárcel, añade estas palabras: Mas en el teatro todo lo contrario; se halla risa, torpeza, pompa del diablo, gasto del dinero y del tiempo y de los dias sin provecho, aparejo de la mala concupiscencia, meditacion de adulterio, ejercicio de fornicacion, escuela de intemperancia, exhortacion á torpeza, ocasion de risa, ejemplos de deshonestidad; y mas abajo: Grandes males, dice, causan los teatros á las ciudades grandes, y aun no sabemos esto cuán grandes. Lo que podemos decir en nuestro tiempo ser estos juegos de grandísimo perjuicio, tanto mas, que no echamos de ver cómo las costumbres se van poco á poco mudando y baciéndose peores: tener las doncellas menos verguenza, los mozos hacerse atrevidos y deshonestos, y aun los viejos tornar á la deshonestidad, de donde nacen los casamientos desdichados, los hurtos y los robos y muchas otras maldades que apenas oyeron nuestros antepasados. Por ventura ¿no echamos de ver, no consideramos cuán grande corrupcion de costumbres estos años se ha visto? A tantos males ¿quién pondrá remedio sino Dios, mirando desde el cielo y teniendo compasion de nuestros yerros y de locura tan insana

ble? Los prudentes príncipes y los gobernadores, hechos mas avisados por la memoria del tiempo pasado y ejemplos, los cuales deseamos alcanzar, consideren con diligencia antes que se resuelvan en lo que deben hacer y no introduzgan en la república cristiana esta vanidad que con tanto trabajo desarraigaron los antiguos, ni condesciendan en tan grave perjuicio de las costumbres con los antojos y deleites livianísimos del pueblo ó dellos mismos.

CAPITULO XIV.

Què está establecido destos juegos por entrambos derechos civil y pontifecio.

El parecer y juicio comun de nuestros antepasados, varones de excelente sabiduría y sanctidad, ansí griegos como latinos, deberia bastar por ley para que no se alterase con nuevas opiniones lo que ellos con tanto cuidado establecieron; y era justo que nuestras costumbres se conformasen con las antiguas y no degenerasen dellas. Pero porque hay muchos hombres vanos, los cuales porfian que, mudados los tiempos se deben tambien mudar las costumbres, probemos á intentar nuevos remedios, y demás de lo que los padres dijeron, declaremos lo que por las leyes está establecido, así sagradas como profanas: por ventura no cantarémos á los sordos ni pretenderán oponerse á tan gran autoridad. Entre los romanos ciertamente, no solo notaban á los histriones con afrenta y los tenian por infames, como arriba se ha dicho, ni solamente los excluian de los magistrados y de las honras que se daban á los demás ciudadanos; sino tambien los borraban del tribu de los censores, la cual cada cinco años se hacia de la vida y costumbres de cada uno, como lo refiere san Augustin con las palabras de Ciceron en el lib. 1 de La ciudad de Dios, cap. 13. Pues mira ahora cuán indigna cosa sea, lo que no era lícito á ningun ciudadano romano, hacerse representante (y por miedo del castigo haberse guardado por todos hasta su edad lo dice Cornelio Tácito en el lib. xiv), querer primitillo al hombre cristiano que pueda sin castigo ejercitar esta arte. Ansí consideranios haberse conservado por largo tiempo esta costumbre, que para deleitar al pueblo ejercitasen aquel arte los que no habian recebido la religion cristiana, los cuales eran en gran número, mezclados por las provincias con los demás que habian recibido nuestra profesion; por donde si alguna mujer ó varon escénico, ó estando por la enfermedad desafuciado de los médicos ó por otros respectos habian sido baptizados, no les permitian tornar á las representaciones de aquella torpe ganancia. Se manda en la ley 1. de los escénicos y las escénicas que los que en lo último de la vida, forzados por necesidad de la muerte que venia sobre ellos, se apresuraren á los sacramentos del summo Dios, y si por ventura escaparen, por ningun respecto tornen despues á los espectáculos del teatro. Lo mesmo se manda en la ley 2.", que las mujeres nacidas de representantes, si vivieren honestamente, no las fuercen á salir al teatro; en la ley 4.", ley 8. y ley 12, que deben ser retraidos de aquel arte

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todos los que fueren de religion cristianos. Mirábase sin duda en aquel tiempo mas y con mayor cuidado por la honestidad de nuestra religion. Tambien se dijo arriba que no permitian que todos los dias hubiese espectáculos, por lo menos los domingos y otras fiestas principales, lo cual se probó de la ley Dominico y de la ley Nullus de los espectáculos en el mismo Código de Teodosio. Demás desto, entre las otras causas por las cuales el maridojustamente podia repudiar á su mujer, una era si contra voluntad del dicho su marido se hallase en los juegos circenses ó teatrales, ó en el caso donde peleaban, ó en aquellos lugares en los cuales acostumbraban celebrarse estas cosas, que son palabras de la L. consensu, párrafo vir quoque c. de repud. quaest., lib. v, tit. 17, ley 8. Así Publio Sempronio Sofo dió á su mujer carta de repudio, no por otra cosa sino porque sin saberlo él se habia atrevido á mirar los juegos, como lo refiere Valerio Máximo, lib. vi, cap. 5.° El padre tambien podia deslieredar al hijo que se juntaba con los luchadores ó representantes, y perseveraban en aquel arte contra la voluntad de sus padres, si no eran de aquella profesion, lo cual está establecido, no solo por ley de los emperadores, Authent ut. cum de appell. cognos. causas collact., párrafo 8, tít. 12, sino tambien en nuestras leyes, partida 6.", tít. 7.0, ley 5. Finalmente, Tiberio César echó de Roma los histriones y vedó aquel arte, conviene á saber, por ley, porque se hacia afrenta á las mujeres y se levantaban alborotos, los cuales empero despues de su muerte admitió Cayo Caligula, conviene á saber, el que era peste de la república á la peste muy averiguada de las costumbres; así lo refiere Dion Casio en los lib. LVII y LIX de su historia. Tales por cierto de todo tiempo fueron los que favorecieron los teatros, hombres perdidísimos, príncipes ó gobernadores de poco valor y virtud. Hasta aquí se ha declarado en breve lo que las leyes civiles establecieron; pasemos á las eclesiásticas, en las cuales ya se dijo arriba cómo está establecido que los representantes sean excluidos de las sagradas órdenes, apartados de la mesa sagrada y de los sacramentos. Agustino, en el trat. 100 sobre el cap. 26 de San Juan, que se refiere en el decreto c. donare. d. 86, dice que es grandísima maldad dar algo á los representantes: pues si no es lícito hacellos donacion, por ventura ¿será lícito favorecellos y ocupar todos los dias en mirar sus juegos? No creo dijera tal Agustino. Fuera desto, en el Concilio agatense, en el cánon 39, referido en el capítulo Presbyteri, d. 34, se mandó que ni los presbíteros, diáconos y subdiáconos, ni los demás que no tienen licencia para casarse, se pueden hallar en los convites que se hacen, aun en las bodas ajenas, ni se mezclen en las juntas donde se cantan cosas de amores ó cosas torpes ó se hacen meneos deshonestos en danzas y bailes; porque las orejas y los ojos diputados á los sacros ministerios no se ensuciasen con la contagion de los espectáculos y palabras torpes. Semejantemente en el Concilio laodiceno, cánon 54 referido, de penitencia, d. 5, c. non oportet, se veda que los ministros del altar ó cualesquier clérigos no se hallen en algu

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