Imágenes de páginas
PDF
EPUB

consumirla, que llevar adelante esta traza mala y errada, que no buscar nuevos arbitrios, tales como bajar la plata, que no servirán sino de hundirlo todo y acabar con lo que queda, cómo se ha deducido bastantemente. En fin, los quicios sobre que se menea toda esta máquina son los dos valores de la moneda de que se trató en el cap. 4.o de este tratado, que deben siempre andar justados; que es lo mismo que ser la moneda de ley, y todas las veces que los apartaren, como parece se hará si alteran la plata, caerán en graves inconvenientes irreparables, y mas en la plata, por ser el oro poco y el vellon de suyo moneda tan baja. Concluyo con añadir que en tiempo que los ingleses estaban apoderados de gran parte de Francia, el príncipe de Gales, que tenia por su padre el gobierno en aquellas partes, año del Señor de 1368, por hallarse gastado por las guerras que hizo en Castilla en favor del rey don Pedro, quiso poner un nuevo tributo en aquellas ciudades, que en francés llaman fuerge, principio por donde la gente se desabrió y camino por donde los ingleses perdieron aquellos estados. Reclamaron algunas ciudades; otras, como la de Potiers, la de Limojes y la de Rochela otorgaron, mas con tal que por espacio de siete años el príncipe no tocase en la moneda ni la alterase; así lo refiere Juan Florischart, historiador de aquel tiempo, francés, en la primera parte de sus Crónicas, fol. 85. En lo cual se ve que los príncipes acudian de ordinario á este arbitrio, mas que siempre era en daño de los pueblos, y que siempre lo procuraban atajar, y así no seria mala traza cuando su majestad pidiere algun servicio de millones ó otra cosa suplicarle deje correr la moneda usual por el mas largo tiempo que se pudiere sacar.

CAPITULO XII.

De la moneda de oro.

En la moneda de oro hallo grande variedad. Dejo la de los emperadores de Roma, que en las suyas usaron de oro muy fino, como se echa de ver por las que de aquel tiempo han quedado. Por el contrario, los godos acuñaron sus monedas de oro muy bajo, de ordinario de doce quilates á trece no mas, dado que algunas son de oro muy subido, y yo he visto una del rey Witerico de veinte y dos quilates. Tampoco no me quiero meter en lo que hicieron en esta parte los primeros reyes de Leon y de Castilla despues que comenzaron á recobrar á España, porque no he visto monedas de aquellos tiempos ni para nuestro intento seria á propósito detenerme en esto; solo apuntaré las mudanzas que en el oro se han hecho desde el tiempo de los reyes don Fernando y doña Isabel á esta parte, los cuales al principio de su reinado mandaron labrar moneda de oro fino de veinte y tres quilates y tres cuartos, que llamaron castellanos, de cada marco de oro cincuenta, que valia cada pieza cuatrocientos ochenta y cinco maravedís, y por consiguienté, todo el marco valia veinte y cuatro mil doscientos cincuenta maravedis; mas el marco de oro de la misma fineza en pasta y en joyas corria veinte y cuatro mil maravedís, y los doscientos cincuenta maravedís que valia mas en moneda se repartian por partes iguales entre los oficiales

de la casa de la moneda y el dueño del oro que se acuñaba. En este mismo tiempo el marco de oro de veinte y dos quilates en pasta valia veinte y dos mil maravedís, de suerte que salia el castellano por cuatrocientos cuarenta maravedís, que esta moneda en tal oro no se acuñaba en aquel tiempo. Los reinos comarcanos traian el oro en los mismos quilates y precio, y así pasabau sin hallar inconveniente. Sucedió que algunos años adelante se abrió la carrera de las Indias y comenzó á venir oro en abundancia de aquellas partes. Los reyes comarcanos con la codicia de tener parte en nuestro oro bajaron el suyo, los unos de quilates, los otros de precio le subieron. Advirtieron acá esta traza, y para acudir al remedio no bajaron el oro de quilates, sino subieron el précio; así, los mismos reyes el año de 1497 en las Cortes de Medina acordaron que no se labrasen mas castellanos, sino que se acuñasen dineros, que llamaron excelentes. De cada marco de oro de los mismos quilates que antes sesenta y cinco piezas y un tercio; el valor de cada pieza trescientos setenta y cinco maravedís; y por consiguiente, el marco de oro en moneda subió veinte y cuatro mil quinientos maravedís, en pasta y joyas valia veinte y cuatro mil doscientos cincuenta. En el mismo tiempo subió el oro de veinte y dos quilates en pasta á veinte y dos mil y quinientos, y el castellano salia á cuatrocientos cincuenta. Guardóse esta órden algunos años, hasta tanto que se advirtió que los reyes comarcanos continuaban en bajar mas su oro por esta razon. El emperador don Cárlos dió órden en las Cortes de Valladolid, año de 1537, que el oro se bajase á veinte y dos quilates, y de cada marco se acuñasen sesenta y ocho piezas, que se llamasen coronas, en valor cada una de trescientos cincuenta maravedis, de suerte que el marco valia en esta moneda veinte y tres mil ochocientos maravedís. Del oro en pasta no se estableció nada cuanto al precio, sino que desde aquel tiempo anda como mercadería, segun se conciertan las partes; mas los orfevres siempre se guardan de no labrar oro de menores quilates que, ó muy fino, ó de veinte y dos, ó por lo menos de veinte quilates, conforme á la ley 4.", tít. 24, lib. v, parte 1. de la Nueva Recopilacion; de suerte que el oro en pasta ni en joyas no andaba ni anda siempre al paso del de la moneda, como se hace en la plata, bien que de ordinario se labra para venderlo de los veinte y dos quilates en que anda la moneda. Continuaban los extraños en sacar el oro, por ser el precio en que andaba bajo; acudió á esto el rey don Felipe II, y en las Cortes de Madrid, año de 1566, aunque dejó la moneda de las coronas de oro en la misma ley de los veinte y dos quilates y en el mismo peso, pero subió el precio de cada corona á cuatrocientos maravedís, con que el marco de oro en moneda llegó á valer veinte y siete mil doscientos maravedís, que es lo que hoy guarda, y el castellano vale diez y seis reales. P'uédese dudar si como la moneda de vellon se ha bajado, y si como, segun se dice, tratan de bajar la plata, seria buen órdeu que tambien la de oro se alterase con bajarla uno ó dos quilates, y subirla de precio, que todo se sale á lo mismo. Yo entiendo que cualquie ra alteracion en la moneda es peligrosa, y bajarla de ley nunca puede ser bueno ni dar mas precio por la ley á

granjería en la moneda y que para este efecto no la bajen de ley, si no quieren por el mismo caso que los de fuera y los de dentro, para entrar á la parte de la ganancia, la contrahagan y la fálseen, siu que se pueda reparar este peligro é inconveniente.

CAPITULO XII.

Cómo se podrá acudir á las necesidades del reino.

Comunmente decimos que la necesidad carece de ley, otros que el estómago no tiene orejas, que es forzoso comer. A la verdad las necesidades son tales y tan apretadas, que no es maravilla se desvelen aquellos á cuyo cargo están en buscar para remediarlas, y que como desvelados dén arbitrios extravagantes cual parece este, por las causas y razones alegadas. Dicen que si no contenta, será menester buscar otro ó otros para suplir la falta y necesidad; á esto respondo que mi asunto no fué este ni tengo capacidad para cosa tan grande, sino solo desacreditar esta traza como mala y sujeta á daños é inconvenientes irreparables; todavía quiero tocar aquí algunos medios que podrian ser mas á propósito que

lo que de suyo y en estimacion comun vale menos; y que cuanto mas acá bajaren el oro, tanto mas le bajarán en los reinos comarcanos, que bastantemente se echa de ver, porque cuatro veces que se ha hecho mudanza en el oro desde los tiempos de los reyes don Fernando y doña Isabel, toda esta diligencia no ha prestado para que no se saque el oro de España; demás que tanto podian bajar el oro, que la moneda de Castilla no corriese en otros reinos, ó si la dejasen correr, seria á precio muy bajo, lo cual no sé yo si vendria bien con la grandeza de España. Todavía entiendo que serian los daños muy grandes, si se alterase ó subiéndola de precio ó bajándola de quilates; muéveme á pensar esto ver que en pocos años diversas veces se ha alterado, como queda deducido, sin que se hayan sentido daños muy graves. El oro siempre es poco en comparación de la plata, ni es tan usual ni tan ordinario; así, no creo que serian los daños tan graves, si en este género de moneda se hiciese alguna mudanza. Yo entiendo que sería mejor que las cosas se estuviesen como se estaban, y que no tocasen en las monedas; y no veo que de lo contrario pueda resultar otro provecho sino el interés que se sacará para el príncipe, que no siempre se debe pre-esta, y aun por ventura de mas substancia. El primero tender, y mas por este camino. Pero como la moneda de plata y de vellon fuese moneda buena, en el oro no repararia tanto con dos condiciones : la primera, que se haga por el término que conviene, es á saber, por el consentimiento de los vasallos, de cuyo interés se trata; la segunda, que la moneda sea siempre de ley y no de otra suerte. Para que se haga esto y las monedas todas se ajusten en sus valores naturales, se debe poner la mira en el vellon, que el cobre, ora le echen plata, ora no, junto con el trabajo del acuñar, tenga en sí el valor de la plata que por él se da. Pongo ejemplo : que si un marco de cobre acuñado tiene de todas costas ochenta maravedís y no mas, que no pase por doscientos ochenta como al presente se hace, porque todo lo que le suben en el valor, le sacan de ley. En la plata y oro se debe mirar que estos metales, como sean de la misma fineza, de ordinario tienen entre sí proporcion (duodécuplo), quiero decir, que un marco de oro vale por doce de plata; así lo dice Budeo, lib. m De Ase. Di-go de la misma fineza, porque como el oro tiene veinte y cuatro quilates, la plata doce dineros, responde bien, así la plata de once dineros, el oro de veinte y dos quilates; digo de ordinario, porque esta proporcion y analogía baria conforme á la abundancia ó falta del uno de estos dos metales, como sucede en todas las mercadurías, que la abundancia las baja de precio y la falta las sube, que es la causa de no conformarse los antiguos en la proporcion dicha del oro y de la plata. Lo que se ha de procurar es que si las monedas de oro y plata son iguales en el peso y la liga es la misma, que la de oro valga doce de la de plata, poco mas o menos, como al presente se hace; pero si quisieren que la de oro, como una corona, corriese por diez y ocho reales de plata, todo aquel exceso seria sacar la de oro de ley, si no fuese que subiesen el oro de quilates y la plata la bajasen tanto, que se viniesen á proporcionar y á ser justo lo que de otra suerte seria desproporcionado y desordenado. Finalmente, importa mucho que los príncipes no hagan

será que el gasto de la casa real se podria estrechar algun tanto, que lo moderado, gastado con órden, luce mas y representa mayor majestad que lo superfluo sin él. Visto he una carta, cuenta de las entradas y salidas, recibo y gasto de las rentas reales en tiempo del rey don Juan el Segundo, año de 1429, en que la dispensa de gasto del Rey, el gasto del matrimonio, que son las raciones, y quitaciones, que son los salarios, todo no llega á ocho cuentos de maravedís; dirá alguno que esta cuenta es muy antigua, que las cosas están muy trocadas, los reyes muy poderosos, y por el mismo caso obligados á inayor representacion, el sustento muy mas caro, verdad es; pero todo esto no llega á la desproporción que hay de ocho cuentos á los que se deben de gastar hoy en la casa real. Vengamos á lo mas moderno; digo que he visto otra carta, cuenta del año de 1564 de las dichas rentas reales en el tiempo del rey don Felipe II, nuestro señor, por la cual consta que en la casa de su majestad, en la del principe don Cárlos y en la del señor don Juan de Austria se gastaban cada un año ciento diez y ocho cuentos. Dirás: ¿en qué se podria estrechar el gasto? Eso no lo entiendo yo; les que en ello andan lo sabrán; lo que se dice es que se gasta sin órden y que no hay libro ni razon de cómo se gasta lo que entra en la dispensa y en la casa. La segunda traza seria que el Rey, nuestro señor, se acortase en las mercedes; yo no soy de parecer que el rey se muestre miserable ni que deje de remunerar á sus vasallos y sus servicios, pero débense mirar dos cosas: que no hay en el mundo reino que tenga tantos premios públicos, encomiendas, pensiones, beneficios y oficios; con distribuirlos bien y con órden, se podria ahorrar de tocar tanto en la hacienda real ó en otros arbitrios de que se podrian sacar ayudas de dineros. Lo segundo advierto que no son las mercedes demasiadas á propósito para ganar las voluntades y ser bien servido. La causa es que` los hombres mas se mueven por esperanza que por el agradecimiento; antes cuando han engrosado mucho,

[ocr errors]

luego tratan de retirarse á sus casas. No ha tenido Castilla rey mas dadivoso que don Enrique IV; sin embargo, el reino auduvo tan alterado, que llegaron á tomar por rey al infante don Alonso, su hermano, y muerto él, á ofrecer el reino á la infanta doña Isabel, hermana de los dos. Cornelio Tácito, en el lib. xix, al fin, dice que el emperador Vitelio, porque quiso mas ganar amigos con hacer grandes mercedes que con las costumbres graves y buen trato, mas los mereció que los alcanzó. De san Luis, rey de Francia, se escribe en la vida de Roberto de Sorbona, que fué su confesor y arcediano de Tornai, que como tratase de fundar en Paris el colegio de Sorbona, que en este género de letras es la obra mas insigne que hay en el mundo, suplicó al Rey le ayudase para el gasto; respondió el buen Rey á esta demanda que era contento con que primero los teólogos, vistas las cargas del reino, acordasen hasta qué tanta cantidad se podia extender para ayudarle. ¡Oh gran Rey y verdaderamente santo! Si para obra tan santa fué tan considerado, ¿qué hiciera para engordar gente sin provecho, para jardines y fábricas no necesarias? Es así, que el rey tiene el acostamiento del reino para acudir á las cosas propias; cumpliendo con ellas se podrá extender á otros gastos, y no antes ni de otra suerte. Veamos: si enviase yo á Roma á uno y le diese dinero para el gasto, ¿ seria bien que lo gastase y diese á quien se le antojase ó que se mostrase liberal de la hacienda ajena? No puede el rey gastar la hacienda que le da el reino con la libertad que el particular los frutos de su viña ó de su heredad. Item, que el rey evite, excuse empresas y guerras no necesarias, que corte los miembros eneancerados y que no se pueden curar. Buen consejo fué el que tomó el rey don Felipe II, nuestro señor, en dividir lo de Flandes, si lo apartara mas y lo hiciera antes que yo vi aquellas tierras; las dí por desesperadas. Los chinos, como cuenta Mateo al principio del lib. vi de su historia, sangraron su imperio y apartaron de él lo que no podian bien goberuar; lo mismo se cuenta del emperador Adriano que abatió la puente que su predecesor levantó sobre el Danubio, el cual rio y el Eufrates quiso por las partes del septentrion y levante fuesen los mojones y linderos del imperio romano. El cuarto aviso sea que el rey haga visitar sus criados en primer lugar, luego todos los jueces y que tienen oficios públicos ó administraciones. Punto detestable es este y que se debe en él caminar con tiento; pero es cosa miserable lo que se dice y lo que se ve; dícese que de pocos años acá no hay oficio ni dignidad que no se venda por los ministros con presentes y besamanos, etc., hasta las audiencias y obispados; no debe ser verdad, pero harta miseria es que se diga. Vemos á los ministros salidos del polvo de la tierra en un momento cargados de millaradas de ducados de renta; ¿de dónde ha salido esto sino de la sangre de los pobres, de las entrañas de negociantes y pretendientes? Muchas veces, visto este desórden, he pensado que como los obispos entran en aquellas dignidades con inventario de sus bienes á propósito de testar de ellas y no mas, así los que entran á servir á los reyes en oficios de su casa ó en consejos y audiencias lo hiciesen, para que al tiempo de la visita diesen por me

nudo cuenta de cómo han ganado lo demás. Yo aseguro que si abriesen esos vientres comedores, que sacasen enjundia para remediar gran parte de las necesidades; dícese que los que tratan la hacienda real entran á la parte de los prometidos, que son grandes intereses; lo mismo los corregidores por su ejemplo ó los ministros, demás que venden las pragmáticas reales todos los años para no ejecutarlas, rematan las rentas y admiten las pujas y las fianzas de quien de secreto les unta las manos. No se acabarian de contar los colechos y socaliñas; en particular se sabe que un privado del Rey pasado supo que querian subir las coronas de trescientos cincuenta maravedís en que andaban á cuatrocientos, recogió el oro que venia de las Indias y sacó grande ganancia. Acuérdome de haber leido en la Crónica de uno de los postreros reyes de Castilla, creo que don Juan el Segundo ó su padre don Enrique III, que un dia su almojarife mayor, que era un judío, le dijo: ¿Por qué no os entreteneis y jugais? Respondió el Rey: ¿Cómo quereis que lo haga que no alcanzo cien ducados? Disimuló el judío,y otro dia en buena ocasion dijo al Rey: Señor, la palabra que me dijísteis el otro dia me ha punzado, porque entiendo la dijísteis contra mi; pero si me dais la mano, yo os allegaré grandes haberes. Otorgó el Rey con lo que decia; pidióle tres castillos para allegar el dinero y que sirviesen de prisiones. Con esto visitó los tesoreros de las rentas reales, halló que pagaban libranzas reales á costa, cuándo de la tercera parte, cuándo de la cuarta, como se concertaban con las partes; averiguado esto, llamaba los interesados, decíales si se contentaban con la mitad de aquel cohecho y dejar para el Rey la otra mitad; venian ellos fácilmente en ello por pensar se hallaban lo que el judío les ofrecia que lo tenian por perdido; con esto prendia al tesorero y á sus fiadores, y no los soltaba hasta tanto que enteramente pagaban, con que juntó para el Rey gran tesoro. ¡Oh si se usase hoy de esta maña! Yo aseguro que se sacase gran dinero, porque como los tesoreros compran los oficios, que es grande daño, quieren pagar á costa de las libranzas y juros particulares; el dinero que cobran póneulo en una granjería, y acaece no pagar en dos ni en tres años, y los que mejor lo hacen, llevan uno o dos tercios atrasados, y aun de lo que pagan dos ó tres por ciento por la paga, como se concier tan con la parte; desór·lenes que se podrian atajar con visitarlos y peuarlos como está dicho. Verdad es que no hay ninguno de estos que no tenga quien le haga espaldas en la casa real y en las audiencias que deben entrar á la parte, que es otra miseria y daño; sobre todo convendria que las rentas reales y hacienda se administrasen bien y fielmente; como al presente va, se tiene por cierto que de un escudo no llega á poder del rey medio; como pasa por muchas manos, parte deja algo. El rey don Enrique III de pobrisimo que era, tanto, que aconteció no tener dineros ni crédito para comprarle un poco de carnero, como se cuenta en mi Historia, lib. xix, cap. 14, con mirar él y su hermano el infante don Fernando por sus rentas, llegó y dejó á su hijo gran tesoro. La sexta traza seria cargar las mercadurías curiosas, como brocados, sedas, espe cias, azúcares y lo demás, y de que por la mayor parte usan

en cada

tre otras cosas el César para sí que le ayudasen estos reinos en cien mil ducados de contado. Respondió el rey Católico que no se podia otorgar con esta demanda, por cuanto el patrimonio real se hallaba empeñado en ciento ochenta cuentos. Cosa maravillosa, las rentas no eran la mitad que al presente, las empresas las mayores que tuvo jamás España y las guerras; vencieron á los portugueses, ganóse el reino de Granada, abrióse la carrera de las Indias, las costas de Africa, reinos de Navarra y Nápoles conquistados, fuera de sosegar el reino y de las otras guerras de Italia, en que siempre se tuvo parte. Con todo eso se queja el buen Rey de estar empeñado en quinientos mil ducados; como tan discreto media el gasto con el recibo, y no queria pasar un pié adelante. Ni basta responder que los tiempos están mudados, sino los hombres, las trazas y las costumbres y el regalo, que todo esto nos lleva á tierra si Dios no pone la mano; esto es lo que yo entiendo, así en este punto como en todos los demás que en este papel se tratan, en especial acerca del principal, que es este arbitrio nuevo de la moneda de vellon, «que si se hace sin acuerdo del reino, es ilícito y malo », si con él, lo tengo por errado y en muchas maneras perjudicial. Si acierto en lo que digo, sean á Dios las gracias; si me engañó mi buen celo, merece perdon, que por alguna noticia que tengo de cosas pasadas me hace temer no incurramos en graves daños, que con dificultad se pueden atajar. Si alguno se desabriere de lo que aquí se dice, advierta que no son peores las medicinas que tienen del picante y del amargo, y que en negocio que á todos toca, todos tienen licencia de hablar y avisar de su parecer, quier que sea errado, quier acertado. Yo suplico á nuestro Señor abra los ojos á los que ponen las manos en el gobierno de estos reinos y los dé su santa gracia, para que sin pasion se dejen convencer de la razon, y visto lo que conviene, se atrevan á ejecutarlo y aconsejarlo.

los ricos; así lo hizo Alejandro Severo en Roma, de que ha sido siempre muy alabado. Hágase así sobre tapicerías, imaginerías y telas de toda suerte que viene de fuera; porque ó no vendrian, 6 dejarian al rey parte de las grandes ganancias que sacan de España. No me quiero extender mas en este punto que tengo tratado mas largo De reg. et reg. institut, lib. m, cap. 7.o; solo añado que sin duda de cualquiera de estos arbitrios por sí se sacarán mas intereses que los doscientos mil ducados que promete cada un año el papel impreso que yo he visto en favor de la moneda de vellon, y aun no solo la ayuda seria mejor sin ofension del pueblo, antes gran agrado de la gente y ayuda de los pobres y miserables. Si alguno dijere no es maravilla si de presente se acude al arbitrio de que tantos reyes de Castilla, como de suso dijimos, se ayudaron; podriamos responder que Jas rentas reales eran diferentes, no tenian alcabalas ni Indias ni millones ni estanques ni cruzadas ni subsidio ni maestrazgos; los aprietos eran mas graves; los moros á las puertas, debates y guerras con los reinos comarcanos, los ricos hombres alborotados; al presente todo sosegado dentro, en lo de fuera no me quiero, embarazar. En Francia el rey Francisco, el primero de este nombre, el año de 1540 bajó los sueldos, moneda muy usada en aquel reino, como nuestros cuartiIlos ó tarjas; pasó en esto adelante el rey Enrique, su hijo, que la añadió mas liga, y aun su nieto Cárlos IX la bajó de ley y de peso; las apreturas eran grandes á la verdad; sin embargo, los daños tan graves por esta causa, que no tienen ni tendrán que llorar duelos ajenos, alterada en gran parte la religion, la gente pobre y consumida y forzada en gran número á desterrarse de su tierra y entrarse por puertas ajenas. No dejaré de acordar aquí lo que en mi Historia refiero, lib. xxix, tít. 21. Trataba el emperador Maximiliano y el rey Católico de concertarse sobre el gobierno de Castilla, que ambos pretendian por la muerte del rey archiduque don Felipe y la dolencia de su mujer la reina doña Juana; pedia en

M-11.

FIN DEL TRATADO Y DISCURSO SOBRE LA MONEDA DE VELLON.

38

« AnteriorContinuar »