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tifical á los 4 de marzo, y acabada, prometió públicamente con grande alegría y aplauso de los circunstantes que haria la renunciacion tan deseada de todos. Invencion y engaño por lo que se vió; que dende á pocos dias de noche se hurtó y huyó de aquella ciudad con intento de renovar los debates pasados. Enviaron personas en pos dél que le prendieron; y vuelto á Constancia, mal su grado fué forzado á hacer la renunciacion postrero dia del mes de mayo, y para atajalle los pasos de todo punto dieron cuidado al Conde palatino que le tuviese debajo de buena guarda, mas huyó tres años adelante. Finalmente, para sosegalle, por concierto le fué vuelto el capelo, con que, pasados algunos años, falleció en Florencia, cabeza de la Toscana. Sepultaron su cuerpo en aquella ciudad en el hautisterio de san Juan, en frente de la iglesia mayor. Sus tesoros, que allegó muy grandes en el tiempo de su pontificado, quedaron en poder de Cosme de Médicis, ciudadano principal de aquella señoría; escalon por donde él mismo subió á gran poder, y los de su casa adelante se enseñorearon de aquella república; tal es la comun opinion del vulgo. La alegría que los prelados recibieron por la deposicion del pontífice Juan se dobló con la renunciacion que cinco dias adelante Cárlos Malatesta, procurador del pontífice Gregorio, conforme á los poderes que traia muy amplos hizo en su nombre. Restaba solo Benedicto, cuya obstinacion ponia en cuidado á los padres, si antes que renunciase nombraban otro pontifice, no recayesen en los inconvenientes pasados. Acudieron al medio que les ofrecieron de España, que el césar Sigismundo en algun lugar á propósito se viese con el rey de Aragon y con el dicho papa Benedicto, ca no tenian de todo punto perdida la esperanza; antes cuidaban se dejaria persuadir y seguiria el comun acuerdo de todas las naciones y el ejemplo de sus competidores. Para estas vistas señalaron á Niza, ciudad puesta en las marinas de Génova, y en esta razon despacharon para los dos, el Rey y el Papa, sus embajadores, personas de cuenta y de autoridad.

envió sus embajadores con poder, si menester fuese, de renunciar en su nombre el pontificado. Juan, el otro competidor, acordó hallarse en persona en el Concilio, confiado enla amistad que tenia con el César y no menos en su buena maña. El rey don Fernando no cesaba por su parte de amonestar á Benedicto que se allanase ú ejemplo de sus competidores. Despues de muchas pláticas sobre el caso se convinieron los dos de hacer instancia con el Emperador para que se viesen los tres en algun lugar á propósito. Para abreviar le despacharon por embajador á Juan Ijar, persona en aquel tiempo muy conocida por sus partes aventajadas de letras y de prudencia, en que ninguno se la ganaba; diéronle por acompañados otras personas principales. Pasábase adeJante en la convocacion del Concilio. La reina de Castilla en particular envió á Constancia por sus embajadores á don Diego de Anaya, obispo á la sazon de Cuenca, y á Martin de Córdoba, alcaide de los Donceles. Concurrieron de todas las naciones gran número de prelados, que llegaron á trecientos, todos con deseo de poner paz en la Iglesia y excusar los daños que del scisma procedian. Abrióse el Concilio á los 5 del mes de noviembre en tiempo que en Aragon gran número de judíos renunciaron su ley y se bautizaron á persuasion de san Vicente Ferrer, que tuvo con los principales dellos y en sus aljamas muchas disputas en materia de religion con acuerdo del pontífice Benedicto, que dió mucho calor á esta conversion; creo con intento de servir á Dios y tambien de acreditarse. Pareció expediente para adelantar la conversion apretar á los obstinados con le yes muy pesadas, que contra aquella nacion promulgaron. Hállase hoy dia una bula del pontifice Benedicto en esta razon, su data en Valencia á los 11 de mayo del año veinte y uno de su pontificado. Las principales cabezas son las siguientes: Los libros del Talmud se prohiben; los denuestos que los judíos dijeren contra nuestra religion se castiguen; no puedan ser jueces ni otro cargo alguno tengan en la república; no puedan edificar de nuevo alguna sinagoga ni tener mas de una en cada ciudad; ningun judío sea médico, boticario ó corredor; no puedan servirse de algun cristiano; anden todos señalados de una señal roja ó amarilla, los varones en el pecho, y las hembras en la frente; no puedan ejercer las usuras, aunque sea con capa y color de venta ; los que se bautizaren, sin embargo, puedan heredar los bienes de sus deudos; en cada un año por tres veces se junten á sermon que se les haga de los principales artículos de nuestra santa fe. El tanto deste edicto se envió á todas las partes de España, y uno dellos se guarda entre los papeles de la iglesia mayor de Toledo. En Constancia la noche de Navidad, principio del año que se contaba de 1415, se hallaron presentes á los maitines el pontífice Juan y el Emperador. Pusiéronles dos sillas juntas, la del Pontífice algo mas alta; en otros lugares se asentaron la Emperatriz y los prelados. Pasada la festividad, comenzaron á entrar en materia. Parecia á todos que el mas seguro camino y mas corto para apaciguar la Iglesia seria que los tres pontífices de su voluntad renunciasen. Comunicaron esto con el pontifice Juan, que presente se hallaba, y al fin, aunque con dificultad, le hicieron venir en ello. Dijo misa de pon

CAPITULO VII.

Que los tres príncipes se vieron en Perpiñan.

Al mismo tiempo que estas cosas pasaban en Constancia, el rey de Aragon en Valencia festejaba con todo género de demostracion el casamiento del príncipe don Alonso, su hijo, con la infanta doña María, hermana del rey don Juan de Castilla. Para mas autorizar la fiesta se halló presente el pontífice Benedicto. Concurrió toda la nobleza y señores de aquel reino, grandes invenciones, trajes y libreas. Acompañó á la Infanta desde Castilla, con otras personas de cuenta, don Sancho de Rojas, que á la misma sazon de obispo que era de Palencia, trasladaron al arzobispado de Toledo por muerte de don Pedro de Luna, que finó en Toledo á los 18 de setiembre y le enterraron en la capilla de San Andrés de aquella su iglesia, junto á don Jimeno de Luna, su pariente; al presente yace en propio lucillo que le pusieron en la capilla de Santiago. La promocion de don Sancho se hizo por intercesion y á instancia del rey de Aragon, y él mismo por su persona y

aventajadas prendas era digno de aquel lugar y por los muchos servicios que á los reyes hizo en tiempo de paz y de guerra. Su padre Juan Martinez de Rojas, señor de Monzon y Cabra, que falleció en el cerco de Lisboa en tiempo del rey don Juan el Primero; su madre doña Maria de Leiva. Hermanos Martin Sanchez de Rojas, y Dia Sanchez de Rojas y doña Inés de Rojas, la cual casó con Fernan Gutierrez de Sandoval. Nació deste casamiento Diego Gomez de Sandoval, conde de Castro Jeriz, adelantado mayor de Castilla y chanciller mayor del sello de la puridad. Fué gran privado de don Juan, rey de Navarra, cuyo partido y de los infantes, sus hermanos, siguió en las alteraciones que anduvieron los años adelante, que fué ocasion de perder lo que tenia en Castilla, grandes estados y de adquirir la villa de Denia por merced que le hizo della el mismo rey don Juan de Navarra. El arzobispo don Sancho le hizo donacion de la villa de Cea que compró de su dinero, pero con tal condicion que tomase el apellido de Rojas, homenaje que despues le alzó. Casó segunda vez la dicha doña Inés con el mariscal Fernan García de llerrera, que tuvo en ella muchos hijos, cepa y tronco de los condes de Salvatierra, que adquirieron asimismo la villa de Empudia por donacion del mismo don Sancho de Rojas. Las bodas del príncipe don Alonso se celebraron á los 12 del mes de junio. Dejó á la Infanta su padre en dote el marquesado de Villena; mas dėl la despojaron y la dieron á trueque docientos mil ducados, por llevar mal los de Castilla que los reyes de Aragon quedasen con aquel estado, puesto á la raya de ambos reinos en parte que se podian fácilmente hacer entradas en Castilla. El rey de Portugal desde el año pasado aprestaba una muy gruesa armada. Los príncipes comarcanos, con los celos que suelen tener de ordinario, sospechaban no se enderezase á su daño; al de Aragon en especial le aquejaba este cuidado por rugirse queria tomar debajo de su amparo al conde de Urgel y por este camino alteralle el nuevo reino de Aragon. Engañóles su pensamiento, porque el intento del Portugués era asaz diferente, esto es, de pasar en Africa á conquistar nuevas tierras. Animábale su buena dicha, con que ganó y con poco derecho se afirmó en aquel su reino, y poníanle en necesidad de buscar nuevos estados los muchos hijos que tenia para dejallos bien heredados, por ser Portugal muy estrecho. En la Reina, su mujer, tenia los infantes don Duarte, don Pedro, don Enrique, don Juan, don Fernando y doña Isabel; fuera destos, á don Alonso, hijo bastardo, que fué conde de Barcelos. Armó treinta naves gruesas, veinte y siete galeras, treinta galeotas, sin otros bajeles, que todos llegaban basta en número de ciento y veinte velas. Partió el Rey con esta armada la vuelta de Africa, sin embargo que á la misma sazon pasó desta vida la reina doña Filipa, que hizo sepultar en el nuevo monasterio de la Batalla de Aljubarrota. De primera llegada se apoderó por fuerza á los 22 de agosto de Ceuta, ciudad puesta sobre el estrecho de Gibraltar. El primero á escalar la muralla fué un soldado por nombre Cortereal; otro que se decia Albergueria se adelantó al entrar por la puerta; al uno y al otro remuneró el Rey y honró como era debido y razon; lo mis

mo se hizo con los demás conforme á cada uno era. Los moros, unos pasaron á cuchillo, otros se salvaron por los piés y algunos quedaron por esclavos. Deste buen principio entraron los portugueses en esperanza de sujetar las muy anchas tierras de Africa. Mudaron otrosi este mismo año la manera de contar los tiempos por la era de César, como se acostumbraba, en la del nacimiento de Cristo, por acomodarse á lo que las otras naciones usaban y en conformidad de lo que poco antes deste tiempo, como queda dicho, se estableció en los reinos de Aragon y Castilla. El cuidado de sosegar la Iglesia todavía se llevaba adelante, y los Padres del Concilio continuaban en sus juntas. No pudo el rey don Fernando ir á Niza por cierta dolencia continua que mucho le fatigaba; acordaron que el César llegase hasta Perpiñan; villa puesta en lo postrero de España y en el condado de Ruisellon; príncipe de renombre inmortal por el celo que siempre mostró de ayudar á la Iglesia sin perdonar á diligencia ni afan. El pontífice Benedicto y el rey don Fernando, como los que se hallaban mas cerca, acudieron los primeros. El Emperador llegó á los 19 de setiembre, acompañado de cuatrocientos hombres de armas á caballo y armados, asaz grande representacion de majestad. El vestido de su persona ordinario y la vajilla de su mesa de estaño, señal de luto y tristeza por la afliccion de la Iglesia. Concurrieron al mismo lugar embajadores de los reyes de Francia, Castilla y Navarra. Todo el mundo estaba á la mira de lo que resultaria de aquella habla. El miedo y la esperanza corrian á las parejas. No podia el Rey por su indisposicion asistir á pláticas tan graves. Todavía desde su lecho rogaba y amonestaba á Benedicto restituyese la paz á la Iglesia, y se acordase del homenaje que en esta razon hizo los tiempos pasados; el Concilio de los obispos se celebraba; no era razon engañase las esperanzas de toda la cristiandad, acudiese al Concilio y hiciese la renunciacion que todos deseaban, conforme al ejemplo de sus competidores; ¿cuánto podia quedar de vida al que por sus muchos años se hallaba en lo postrero de su edad? Pudiera Benedicto con mucha honra doblegarse y ponerse en las manos de tan grandes príncipes y de toda la Iglesia si el apetito de mandar se gobernara por razon, afecto desapoderado, y mas en los viejos; mas él estaba resuelto de no venir en ningun partido de su voluntad, solo pretendia entretener y alargar con diferentes cautelas y mañas. Apretábanle los dos príncipes para que se resolviese y acabase. Un dia hizo un razonamiento muy largo en que declaró los fundamentos de su derecho; que si en algun tiempo se dudó cuál era el verdadero papa, la renunciacion de sus dos competidores ponia fin en aquel pleito, pues quitados ellos de por medio, él solo quedaba por rector universal de la Iglesia; que no era justo desamparase el gobernalle que tenia en su mano de la nave de san Pedro; cuanto tenia la edad mas adelante, tanto mas se debía recelar de no ofender á Dios y á los santos por falta de valor y de amancillar su nombre con una mengua perpetua. Siete horas enteras continuó en esta plática sin dar alguna señal de cansancio, si bien tenia setenta y siete años de edad, y los presentes de cansados unos en pos de otros se le salian de la sala. Alegaba so

bre todo que si él no era el verdadero pontífice, por lo menos la eleccion del que se habia de nombrar pertenecia á solo él, como al que restaba de todos los cardenales que fueron elegidos antes del scisma por pontifice cierto sin alguna duda y tacha. Gastábase mucho tiempo en estas alteraciones sin que se mostrase esperanza de hacer algun efecto. El Emperador, cansado con la dilacion, se partió de Perpiñan. Amenazaba á Benedicto usarian contra él de fuerza, pues no queria doblegar su voluntad. Todavía se entretuvo en Narbona por si con la diligencia del rey don Fernando, que se ofrecia á hacella, se ablandase aquel obstinado corazon. Todo prestó poco, antes con toda priesa Benedicto se robó y se partió para Peñíscola, con cuya fortaleza, que está sobre un peñon casi por todas partes rodeada del mar, cuidaba afirmarse y defender su partido. Llegóse al último plazo y remedio, que fué quitalle en Aragon la obediencia, como se hizo por un edicto que se publicó á los 6 de enero del año que se contó 1416, en que se vedaba acudir á él en negocios y lo mismo tenelle por verdadero papa. El principal en este acuerdo y resolucion fué fray Vicente Ferrer, que el tiempo pasado se le mostró muy aficionado y parcial. La larga costumbre puede mucho; así en los ánimos de algunos todavía quedaba algun escrúpulo, y se les hacia de mal apartarse de lo en que por tantos años continuaron. El pueblo fácilmente se acomodó á la voluntad del Rey, como el que poca diferencia hace entre lo verdadero y lo falso. Desabrióse Benedicto por esta causa; decia que el que le debia mas, ese era el primero á hacelle contraste, que esperaba en Dios que el reino que él mismo le dió se le quitaria como á ingrato; amenazas vanas y sin fuerzas para ejecutallas. Al mismo tiempo que con mayor calor se trataban estos pleitos falleció doña Leonor, reina de Navarra, en Pamplona á los 5 de marzo. Yace en la iglesia mayor de aquella ciudad en un sepulcro de alabastro con su letra que esto declara.

CAPITULO VIII.

De la muerte del rey don Fernando.

La indisposicion del rey don Fernando continuaba; tenia gran deseo de volver á Castilla por probar si con los aires naturales, remedio á las veces muy eficaz, mejoraba. A los dolientes, en especial con las bascas de la muerte, se les suelen antojar sus esperanzas. Demás que pretendia mirar por el bien de Castilla como cosa que por el deudo y el cargo que tenia de gobernador mucho le tocaba. En particular deseaba que aquel reino alzase la obediencia á Benedicto á ejemplo de Aragon y que de todo punto le desamparase. Con este propósito de Perpiñan dió la vuelta á Barcelona; desde aquella ciudad, pasados los frios del invierno, al principio del verano se puso en camino para Castilla. Con el movimiento se le agravó la dolencia; que en cuerpos enfermos y flacos cualquiera ocasion los altera. Reparó en Igualada, seis leguas de Barcelona. Allí le desafiuciaron los médicos, y recebidos los sacramentos como buen cristiano, pasó desta vida, juéves, á los 2 de abril. Principe dotado de excelentes partes de cuerpo y alma, presencia muy agradable, y que no tenia menos autoridad

que gracia, de grande ingenio y destreza en granjear las voluntades y aficionarse la gente, no solo despues que fué Rey, sino en el reino de otro, cosą mas dificultosa. No faltó quien le tachase de algunas cosas, en especial que en su habla y acciones era tardo, que desamparó á Benedicto y se aprovechó de las rentas reales de Castilla, que era pródigo de lo suyo, y codicioso de lo ajeno para suplir lo que derramaba. A los grandes personajes sigue la envidia, y nadie vive sin tacha. Reinó por espacio de tres años, nueve meses y veinte y ocho dias. Su cuerpo yace en Poblete en un sepulcro humilde y muy ordinario. En su testamento, que otorgó los meses pasados en Perpiñan, heredó á sus hijos en esta forma: á don Juan en el estado de Lara junto con Medina del Campo y la villa de Momblanc, con título de duque, que le mandó, en Cataluña; item, otros muchos pueblos. A don Enrique dejó á Alburquerque, á don Sancho á Montalvan. Por heredero del reino nombró al príncipe don Alonso, su hijo mayor. Caso que todos los hermanos faltasen sin dejar sucesion, llamó á la corona los hijos y nietos de las infantas doña María y dona Leonor, sus hijas, si bien á ellas mismas dejó excluidas de la sucesion; cláusula digna de memoria, mas que ya otra vez se estableció en aquel reino lo mismo, segun que en otro lugar queda declarado. La muerte del rey don Fernando fué ocasion que Castilla por algun tiempo se mantuviese en la devocion de Benedicto. Teuia en ella muchos obligados con beneficios y gracias; en especial los arzobispos, el de Toledo y el de Sevilla, don Sancho de Rojas y don Alonso de Ejea, se mostravan muy declarados en su favor.

CAPITULO IX.

De la eleccion del papa Martino V.

En Castilla resultaron nuevas alteraciones y bullicios, principios de mayores males y muestra de cuanto importaba para el sosiego de la España la prudencia y el valor del rey don Fernando. La reina doña Catalina, luego que, como es de costumbre, hizo las honras del Rey, su cuñado, en Valladolid, ella sola se apoderó de todo el gobierno del reino. La crianza del Rey encomendó al arzobispo de Toledo junto con Juan de Velasco y Diego Lopez de Zúñiga, justicia mayor. Quejábanse muchos que en el repartimiento de oficios y cargos no les cupo parte, sobre todos se señalaban en esto el almirante don Alonso Enriquez y el condestable don Ruy Lopez Davalos, desgustos que amenazaban mayores revueltas y daños. Con mejor acuerdo por principio del año que se contaba 1417, asentaron treguas con el rey de Granada por término de dos años, en que le sacaron por condicion diese en cada un año libertad á cien cautivos cristianos. Los prelados que continuaban en el concilio de Constancia acudian á todas las partes, y cuidaban de lo que concernia al buen estado de la Iglesia y á su pacificacion. Para sosegar las revueltas de Bohemia y reducir á los herejes procuraron muy de veras que sus cabezas y caudillos, Jerónimo de Praga y Juan Hus, viniesen ú aquella ciudad con salvoconduto que el Emperador les dió para su seguridad. El mal de la herejía es casi incurable, mayormente cuando está

nuy arraigado. Huyeron los dos de Constancia, prenliéronlos en el camino personas que para ello enviaron, traidos á la ciudad, los quemaron públicamente; castgo por ellos bien merecido, pero en que muchos dudaron si fuera mas expediente que se les guardara la seguridad que les dieron, si bien constaba cometieron en la ciudad y por el camino delitos por que no se les debia guardar. Castigados los herejes y condenadas sus herejías, volvieron su pensamiento á componer las revueltas de la Iglesia. A Benedicto, que de los tres pontifices todavía continuaba en su contumacia, le descomulgaron á los 26 de julio, y le despojaron del pontificado y derecho que podia tener á las llaves de san Pedro. Publicada esta sentencia, dieron órden en nombrar de conformidad un nuevo papa. Hallábanse presentes veinte y dos cardenales de las tres obediencias de los papas depuestos. Juntaron con ellos otros treinta electores, parte obispos, parte personas principales. Encerráronse los unos y los otros en conclave. Vinieron todos sin faltar uno de conformidad en nombrar por pontífice al cardenal Oton Columna, natural de Roma. Hizose la eleccion á los 11 de noviembre. Llamóse en el pontificado Martino V. El contento que resultó desta eleccion, así en la ciudad de Roma como en las demás naciones por cuanto se extendia la cristiandad, fué cual se puede pensar. Parecíales que despues de muy espesas tinieblas les amanecia una mañana muy clara, y una luz muy alegre se mostraba á las tierras ; ca todos, olvidadas las aficiones pasadas, se conformaron y prestaron obediencia al nuevo Pontífice. Solamente el rey de Escocia y el conde de Armeñaque tuvieron recio por algun tiempo con Benedicto y algunos pocos cardenales que le acompañaron cuando se salió de Perpiñan; pero tambien le dejaron poco adelante. Disolvióse con tanto el Concilio; bien que para adelante dejaron aquellos padres decretado que dende á cinco años se juntase concilio general la primera vez, la segunda desde á otros siete años, el tercero se celebrase diez años despues del segundo, y así se guardase perpetuamente que cada diez años se juntase concilio general. Despachó el nuevo Pontífice dos monjes del Cistel para avisar á Benedicto se conformase con la voluntad de todos los prelados, y á sus cardenales procurasen le desamparasen. En Benedicto no pudieron hacer mella por su condicion. Los cuatro cardenales que tenia, con promesa que les hicieron de conservallos en aquel grado de cardenales y bacelles nuevas gracias, todos españoles, le dejaron luego y se fueron al nuevo y verdadero Papa, que hallaron en Florencia. El mas principal era don Alonso Carrillo,cardenal de San Eustaquio y obispo de Sigüenza, deudo del otro cardenal don Gil de Albornoz, y tio de don Alonso Carrillo, que adelante fué arzobispo de Toledo. Este mismo año fué muy desgraciado para Francia; para Castilla alegre por la navegacion que por voluntad de la reina de Castilla y licencia que dió el rey don Enrique antes de su muerte se tornó de nuevo á hacer á las islas Canarias; camino para sujetallas, como á la verdad se apoderó de las cinco Juan Bentacurt, de nacion francés, caudillo desta empresa. Sucedióle Menaute, su deudo. El papa Martino proveyó por obispo de aquellas islas á un fraile, por nombre Mendo. Resulta

ron entre los dos diferencias; acudió Pedro Barba con tres naves por orden del Rey. Este compró á dinero las islas de Menaute, y las vendió á Pedro de Peraza, ciudadano principal de Sevilla, cuyos descendientes las poseyeron hasta los tiempos del rey don Fernando el Católico, que las acabó de sujetar finalmente, como queda de suso declarado, y las incorporó en la corona de Castilla. Esto es lo que toca á España. Las desgracias de Francia se encaminaron desta manera: Enrique, quinto deste nombre, rey de Inglaterra, pidió á Cárlos VI, rey de Francia, le diese por mujer á su hija madama Catarina. No vino en ello el Francés, de que el Inglés se tuvo por agraviado. Para vengar esta afrenta pasó en una armada muy gruesa á Normandía. Ganó una grande victoria de los franceses, en que prendió á los duques de Orliens y de Borbon. Púsose otrosí sobre Ruan, cabeza de Normandía, que al fin ganó, aunque con trabajo y tiempo. No pararon en esto las desgracias, antes la reina Isabel de Francia se partió de su marido, y con su hija Catarina se retiró á Turon. Desde allí llamó al duque de Borgoña en su favor, que acudió luego con gente por no perder la ocasion que se le presentaba de satisfacerse de los disgustos pasados. Apoderóse, no solo de la Reina y de su hija, sino del mismo Rey y de la ciudad de Paris. Restaba Cárlos, el Delfin, heredero de aquella corona, el cual con gentes que pudo juntar, reparaba aquellos daños y hacia rostro á los ingleses y borgoñones. Para divertir al duque de Borgoña procuró verse con él. Señalaron de acuerdo para la habla una puente del rio Secuana, en aquella parte en que el rio Icauna desagua en él. Para mayor seguridad atajaron la puente con una verjas de madera; solo dejaron un postigo por do se podia pasar, pero bien cerrado y asegurado. Concertaron otrosí que acompañasen á los príncipes cada diez hombres armados. Acudieron al tiempo aplazado. El Delfin saludó al Duque con rostro ledo y alegre semblante, y convidóle á pasar do él estaba. Aseguróse el Duque del buen talante con que le habló; abierto el postigo, pasó como se le rogaba. Trabóse cierta pasion y riña entre los soldados, si acaso, si de propósito, no se averigua. Resultó que el Borgoñon quedó muerto, cuya vida si fué perjudicial para Francia, no menos lo fué su muerte, á causa que el duque Filipe por satisfacerse de la muerte de su padre entregó al Inglés los rey y reina de Francia con su hija Catarina y la ciudad de Paris, de que procedieron males sin cuento y sin término, enemigas, quemas, muertes y robos. Pero estas cosas avinieron algun tiempo adelante, y por ser extrañas no nos incumben ni queremos particularizallas mas.

CAPITULO X.

Otros casamientos de príncipes.

La reina doña Leonor de Aragon despues de la muerte del Rey, su marido, se retiró á Castilla, y en Medina del Campo con la compañía de sus hijos, que le quedaron muchos, y otros honestos entretenimientos pasaba su viudez y soledad. Comenzóse á mover plática que su hija la infanta doña María casase con el rey de Castilla. Extrañaba la reina doña Catalina, su madre, este casa

tener sucesion el rey don Alonso, su hermano. El dote de presente fueron cuatrocientos y veinte mil florines. Púsose por condicion que, caso que doña Blanca muriese, puesto que no dejase hijos, su marido despues de sus suegros por todo el tiempo de su vida se intitulase y fuese rey de Navarra. Hiciéronse los desposorios en Olite por poderes. El procurador de parte del Infante, que hizo sus veces, Diego Gomez de Sandoval, sobrino del arzobispo de Toledo, adelantado de Castilla y mayordomo mayor del Infante, su muy privado, y que por esta causa adelante alcanzó gran poder y estado, y aun finalmente los vientos favorables se le trocaron en contrarios y corrió fortuna, como se notará en otro lugar. Cuando se celebraron los desposorios de Navarra corría el año de nuestra salvacion de 1419. En el mismo el gran predicador y varon apostólico fray Vicente Ferrer, gran gloria de Valencia, su patria, y de la órden de los Predicadores, pasó desta vida mortal á la eterna en Vanes, ciudad de la Bretaña, á los 5 de abril. Sus grandes virtudes y los milagros, muchos y maravillosos, que obró en vida y despues de muerto, le pusieron poco adelante en el número de los santos. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor de aquella misma ciudad. Volvamos á lo que del rey don Juan de Castilla se queda atrás.

CAPITULO XI.

De las alteraciones de Castilla.

miento. Excusábase con la poca edad del Rey, como quier que á la verdad de secreto se inclinase mas á casalle en Portugal con la infanta doña Leonor, que demás de ser su sobrina, parecia así á ella como á los mas de los cortesanos seria á propósito para atar aquellos dos reinos con un vínculo muy fuerte de perpetua concordia. Creemos fácilmente lo que deseamos. Desbarató la muerte estos intentos, que sobrevino de repente á la reina doña Catalina en Valladolid, juéves, á los 2 de junio del año 1418. Su edad de cincuenta años, el cuerpo grande y grueso, en la bebida algo larga conforme á la costumbre de su nacion, la condicion sencilla y liberal; virtudes de que se aprovechaban para sus particulares y para malsinar á otros y desdorallos los que le andaban al lado, que los mas eran gente baja. Estos eran sus consejeros y sus ministros, grave daño, y mas en príncipes tan grandes. Sepultáronla en la capilla real de Toledo en propio lucillo, en que fundó quince capellanías, y las añadió á las de antes para que se hiciesen sufragios ordinarios por las ánimas suya y del Rey, su marido. Con la muerte de la Reina se trocaron y alteraron las cosas en gran manera. El Rey, sin embargo de su poca edad, salió de la tinieblas en que su madre le tuvo muy retirado, y comenzó en parte por sí mismo á gobernar el reino, ayudado del consejo de algunos personajes que le asistian. Entre los demás se señalaba el arzobispo de Toledo, que por ser de gran corazon, muy codicioso de honra y entremetido, se a poderó del gobierno, de suerte que en nombre del Rey lo pretendia todo trastornar á su albedrío. Acudieron de Francia dos embajadores para solicitar les socorriesen en aquel aprieto en que aquel reino se hallaba. La respuesta fué excusarse con la poca edad del Rey y Jas alteraciones, que unas comenzaban, y otras se temian. Volvióse á la plática de casar al Rey. El de Toledo reconocia todo lo que era y valia de los reyes de Aragon; así hizo instancia, y finalmente concluyó que el casamiento de Aragon se antepusiese al de Portugal. Celebráronse los desposorios entre el rey don Juan y la infanta doña María con grandes fiestas en Medina del Campo á los 21 de octubre. Entre las capitulaciones matrimoniales que asentaron, una fué que la infanta doña Catalina, hermana menor del rey don Juan, casase con uno de los infantes de Aragon. No señalaron por entonces alguno dellos á causa que don Juan, el mayor de los hermanos por casar, andaba en balanzas sin resolverse en qué parte casaria. Primero estuvo concertado con doña Isabel, hija del rey de Navarra. Desistió deste casamiento, cebado de la esperanza que se le mostró de casar con Juana, reina de Nápoles, engañosa y vana como de suso se tocó, y la infanta casó con el conde de Armeñaque. Entretúvose por algun tiempo el infante don Juan en el gobierno de Sicilia en lugar de la reina doña Blanca, que su padre el rey de Navarra procuró diese la vuelta, por ser la mayor de sus hermanas y heredera de la corona. Muchos príncipes pretendieron casar con ella, movidos de sus prendas y mas del gran dote que esperaba. El Rey, su padre, finalmente antepuso á los demás competidores al ya dicho infante don Juan por sus buenas partes y por la esperanza que se tenia en juntar lo de Navarra y lo de Aragon, por no

Los reinos de Castilla se comenzaban á alterar no de otra guisa que una nave sin gobernalle y sin piloto azotada con la tormenta de las hinchadas y furiosas olas del mar. Los grandes traian entre sí diferencias y pasiones. El Rey por su poca edad y no mucha capacidad no tenia autoridad para enfrenallos. Al arzobispo de Toledo, que ponia la mano en todo, muchos le envidiaban, y llevaban mal pudiese mas un clérigo que toda la nobleza. Acudieron al Rey, diéronle por consejo tomase la entera y libre administracion del reino; que la edad de catorce años que tenia era bastante para ello y legal. Con este acuerdo se juntaron Cortes en Madrid, en que se hallaron grandes y muchos personajes de gran calidad. A los 7 de marzo, ya que los tenian juntos en el alcázar de aquella villa, el arzobispo de Toledo con un razonamiento muy pensado declaró la voluntad que el Rey tenia de salir de tutorías y encargarse del gobierno. Respondió y otorgó en nombre de los congregados y del reino el almirante don Alonso Enriquez. Siguióse el aplauso de los demás que presentes se hallaron á este auto y solemnidad. La poca edad del Rey tenia necesidad de reparo. Recibió en su consejo y mantuvo á todos los que en tiempo de su padre y sus tutorías tuvieron aquel lugar. Para despachar las cosas de gracia señaló al arzobispo de Toledo, al Almirante, al Condestable, y con ellos á Pero Manrique, adelantado de Leon, y Juan Hurtado de Mendoza, su mayordomo mayor, y que Gutierre Gomez de Toledo, arcediano de Guadalajara, ordenase y refrendase las cédulas reales. Agravióse desto el arzobispo de Toledo, que pretendia le pertenecia aquel oficio como á chanciller mayor que era de Castilla. Andaban en aquella corte entre otras personas de cuenta los infantes de

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