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colmado de bienes, que con los estudios de la sabiduría y con procurar que la religion se conservase en su puridad; que para todo eran muy á propósito los libros de los padres antiguos. Llegó Tajo á Roma, propuso su embajada. Deseaba el Papa darle contento y complacer al Rey; pero habia sucedido en Roma lo mismo que en España, que casi no quedaba memoria de aquellos libros. Era cosa larga revolver todos los papeles y archivos; dilatábase el negocio de dia en dia, ora alegaban una ocasion de la tardanza, ora otra. Visto el Obispo que todo era palabras y que no se descubria camino para alcanzar lo que pretendia, acudió á Dios con muy ferviente oracion; suplicóle no permitiese que tan grandes trabajos fuesen en vano, que ayudase benignamente los piadosos intentos de su Rey; pasó toda la noche en estas plegarias. Acudió nuestro Señor á su demanda, señalóle el lugar en que tenian guardados los escritos de san Gregorio, con que se efectuó todo lo que deseaba. Hobo fama, y el mismo Tajo ló testifica en una carta que escribió en esta razon, que el mismo san Gregorio le apareció y reveló lo que tanto deseaba saber. Por el mismo tiempo comenzó á correr en España la fama de Fructuoso. Trocó la vida de señor, que las historias de aquel tiempo llaman senior, por ser de la real sangre de los godos y su padre duque, en la flor de su edad, con la vida de particular y de monje. Tuvo por maestro al principio á Tonancio, obispo de Palencia. Llegado á mayor edad, con deseo de mas perfeccion se fué á vivir al desierto en aquella parte que hoy llaman el Vierzo, donde de su mismo patrimonio adelante edificó un monasterio de monjes con la advocacion de los mártires Justo y Pastor. Cerca de Complútica, á las baldas del monte Irago, se ven los rastros deste monasterio, y en la iglesia catedral de Astorga, de do cae no lėjos aquel sitio, entre las demás dignidades se cuenta el abad complutense, ca despues que aquel monasterio fué en el tiempo adelante destruido, se ordenó que aquella abadía fuese dignidad de Astorga. De un privilegio que dió el rey Ramiro el Tercero à la dicha iglesia de Astorga se entiende que el rey Chindasvinto ayudó con muchas posesiones y preseas que dió á Fructuoso para la fundacion y dotacion de aquel monasterio. Demás desto, porque en el primer monasterio no cabia tanta muchedumbre de religiosos como cada dia acudian á la fama de Fructuoso y de su santidad, fundó él mismo allí cerca otro monasterio con advocacion de San Pedro, en un sitio rodeado por todas partes de montes y arboledas muy frescas. Deste convento, en tiempo del rey Wamba, fué prelado el abad Valerio, cuyo libro se conserva hasta hoy con título de la Vana sabiduría del siglo, sin otras algunas obras suyas en prosa y en verso, que dan muestra de su ingenio, piedad y doctrina. Este monasterio reedificó adelante y le ensanchó Genadio, obispo de Astorga, año del Señor de 906, como se entiende por la letra de una piedra que está en la misma puerta del claustro, por donde de la iglesia se pasa at monasterio. Otro tercero monasterio edificó Fructuoso en la isla de Cádiz, y el cuarto en tierra firme, nueve leguas de aquellas riberas, sin otros que en diversos lugares fundó, así de varones como de mujeres. Entre las vírgenes Benedicta tuvo el primer lugar, y fué muy señalada, porque dejado el esposo á quien estaba prometida, persona rica M-1.

y muy noble, con deseo de conservar la virginidad acudió al amparo de Fructuoso. Esto pasaba en España en lo postrero de la edad del rey Chindasvinto, cuando él, con intento de asegurar y continuar el reino en su familia, de que se apoderara por fuerza, nombró por su compañero en él á su hijo Flavio Recesvinto, el año de Cristo de 648, despues de haber reinado solo y sin compañero por espacio de seis años, ocho meses y veinte dias. Despues desto, aunque vivió tres años, cuatro meses y once dias, pero este tiempo se cuenta en el reinado de su hijo, á causa que por su mucha edad le dejaba todo el gobierno. Falleció Chindasvinto en Toledo de enfermedad, ó como otros dicen, con yerbas que le dieron. Su cuerpo y el de la reina Riciberga, su mujer, sepultaron en el monasterio de San Roman, que hoy se llama de Hormisga, y está á la ribera del rio Duero, entre Toro y Tordesillas. Fundóle este mismo Rey para su entierro y sepultarse en él, cose hizo.

CAPITULO IX.

De tres concilios de Toledo.

Era por estos tiempos arzobispo de Toledo Eugonio III, sucesor del otro Eugenio. Fué discípulo de Helladio, come lo fueron los otros tres arzobispos que le precedieron. Siendo mas mozo, con deseo de darse á las letras dejó en la iglesia de Toledo un lugar principal que tenia entre los demás ministros de aquel templo, y tomó el hábito de monje en Santa Engracia do Zaragoza. Por muerte de Eugenio II le sacaron del monasterio casi por fuerza para que tomase el gobierno de la iglesia de Toledo. Corrigió el canto eclesiático y le redujo á mejor forma, ca estaba estragado con el tiempo y mudado de lo que solia ser antiguamente. Compuso un libro De Trinitate, y á la obra de Draconcio, que en verso heróico, á manera de paráfrasi, declara el principio del Génesis y la creacion del mundo, añadió Eugenio la declaracion del dia seteno que faltaba. Destos versos y de otras epígramas suyas, que hasta nuestra era se han conservado, se entiende que tuvo letras y ingenio y erudicion no pequeña para aquellos tiempos. Entre aquellas epigramas están los epitafios de los rey y reina Chindasvinto y Riciberga, si bien son algo groseros, mas á causa de lo poco que en aquella edad se sabia que por falta del mismo Eugenio. Algunos dicen que fué tio de san Ilefonso, hermano de su madre. Otros lo tienen por falso; paréceles que si esto fuera así, ó el mismo san Ilefonso ó san Julian, en lo que añadierou á los Claros varones de san Isidoro, hicieran mencion de cosa tan señalada. Algunos martirologios ponen á este prelado en el número de los demás santos, señalan su dia á 13 de noviembre, por el cual camino van tambien algunas personas eruditas. Hace contra esto que en el Martirologio de Toledo, en que parece so debia principalmente poner, no está; en fin, este punto ni por la una parte ni por la otra está averiguado bastantemente. Demás desto, sospecho yo que Eugenio III fué el que se halló y firmó en el Concilio próximo pasado de Toledo. Muéveme á pensar esto ver que Antonio, arzobispo de Sevilla, que poco antes fué elegido, en las firmas le precedia para muestra de que era mas antiguo prelado. En tiempo deste prelado, sin du

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da á instancia del rey Recesvinto, se juntó en Toledo otro nuevo Concilio, que entre los de aquella ciudad se cuenta por el octavo. Era grande el celo que este Rey tenia y la aficion á las cosas eclesiásticas; ocupábase en revolver los libros sagrados, hallábase en las disputas que en materia de religion se haciau; para adornar los templos y aumentar el culto divino no cesaba de darles oro, piedras preciosas, brocados y sedas, en que parece pretendia imitar el ejemplo de su padre. Acudieron cincuenta y dos obispos; juntáronse en la Basílica de San Pedro y San Pablo á 16 de diciembre, año de 653. Hallóse el Rey aquel dia presente en la junta, y despues de haber delante los padres dicho algunas palabras, presentó un memorial. En él estaba en primer lugar la profesion de la fe católica; despues desto amonestaba y rogaba á los prelados que no solo determinasen lo que concernia á las cosas sagradas, sino tambien diesen órden en el estado del reino, quier fuese con reformar las leyes antiguas, quier con añadir ó quitar las que les pareciese; lo mismo pide tambien á los grandes del reino, aquellos que por la costumbre recebida se debian hallar en los concilios. En particular pide determinen qué se debe hacer de los judíos, que, recebida la religion cristiana por la fuerza que los reyes pasados les hicieron, todavía perseveraban en sus antiguos ritos y ceremonias. Fue así, que los judíos presentaron una peticion, que hasta hoy dia está en el Fuero Juzgo entre las demás leyes de los godos; contenia en sustancia que, dado que el rey Chintila los forzó á hacerse cristianos, querian renunciar el sábado y las demás ceremonias de la ley vieja; solamente se les hacia mal el comer carne de puerco, y esto mas porque su estómago no lo llevaba, por no estar acostumbrados á tal vianda, que por escrúpulo de conciencia; y toda vía, para muestra de su intencion, sc ofrecian de comer otros manjares guisados con ella. Este memorial del Rey, que tenia inserta la dicha peticion, se leyó en el Concilio. Fué grande la alegría de los obispos por ver el buen celo del Rey. Trataron entre sí lo que debian hacer, y por comun acuerdo ordenaron doce cánones, en que satisficieron bastantemente á todo lo que el Rey pretendia. Demás desto, declararon que los votos y juramentos ilícitos no obligan. En el tiempo de la Cuaresma, cuando por antigua costumbre todos ayunan, mandaron que nadie comiesc carne sin evidente necesidad. Por la revuelta de los tiempos, cuando se apoderaba del reino, no el que tenia mejor derecho, sino el que era mas poderoso, los reyes pasados habian impuesto sobre el pueblo grandes y pesados tributos. Interpusieron los padres su autoridad conforme á lo que el Rey les concediera, y reformaron todas estas imposiciones, y redujeronlas á menor cuantía y mas tolerable. Consideraban que nunca es seguro el poder cuando es demasiado, que las cosas moderadas duran y son perpetuas, y que los príncipes no son bastantes para contrastar con el aborrecimiento del pueblo si se enciende mucho contra ellos. Por conclusion, como quier

que muchos estuviesen quejosos del padre deste Rey y pretendiesen les habia hecho agravio y quitado injustamente sus haciendas, ordenóse que el rey Recesvinto tomase posesion de la herencia y bienes paternos con tal condicion, que estuviese á justicia con los que pretendian estar agraviados y despojados injustamente, y

oidas las partes, se les diese la satisfaccion conveniente. En este Concilio se asentaron y firmaron en primer lugar cuatro arzobispos por este órden: Oroncio, de Mérida; Antonio, de Sevilla; Eugenio, de Toledo; Potamio, de Braga. Despues destos los demás obispos por su órden; entre los demás fué uno Bacauda, obispo de Egabro, es á saber, de Cabra, lugar en que en el cementerio de San Juan se lee hasta hoy su nombre grabado en un mármol blanco; que debió hallarse este prelado á la consagracion de aquel templo ó de otro alguno en que se halló aquella piedra, cuya consagracion fué el año de 650 por el mes de mayo. Es tambien de considerar que en el Concilio firmaron los abades, cosa extraordinaria y no muy conforme á derecho; y en este número fué uno san Ilefonso, á la sazon abad agaliense. Firmaron asimismo los grandes, así duques como condes, y personas que tenian algun cargo en el reino, cosa aun menos usada y contra el derecho comun; pero no hay que maravillarse, porque estos concilios de Toledo fueron como Cortes generales del reino, en que se trataba, no solo de las cosas eclesiásticas, sino tambien del gobierno seglar. Pasados otros dos años, el de nuestra salvacion de 655, por órden del mismo Rey se juntaron en la misına ciudad de Toledo diez y seis obispos para celebrar el noveno concilio de Toledo. Fué la junta á 1.o de noviembre en la Basilica de Santa Maria Virgen; publicaron en ella diez y siete decretos sobre materias diferentes. No se hallaron los demás arzobispos y metropolitanos; por su ausencia tuvo el primer lugar Eugenio, arzobispo de Toledo. No paró en esto el cuidado del Rey, porque luego el año siguiente, á 1.o de diciembre, se juntaron en la dicha ciudad veinte obispos para celebrar otro Concilio, que fué el deceno entre los de Toledo. La cosa de mayor consideracion que decretaron fué que la fiesta de la Anunciacion, cuando el Hijo de Dios se vistió de nuestra carne para nuestro remedio, y se celebraba á 25 de marzo, por ser ordinariamente tiempo de Cuaresma, en que se hace memoria de la muerte y pasion de Cristo, se trasladase á 18 de diciembre; lo cual desde entonces se guarda en toda España, sin embargo que tambien se celebra la otra fiesta de marzo al use romano. La fiesta de diciembre llama comunmente el vulgo nuestra Señora de la O, y los libros eclesiásticos le ponen nombre de la Expectacion. Lo que se ha contado es la verdad puntualmente. Mandaron otrosí que las vírgenes consagradas á Dios, que llaman beatas en el mismo Concilio, trajesen un velo negro ó rojo, como señal para ser conocidas. Tratóse asimismo la causa de Potamio, obispo de Braga, que por haber caido en flaqueza de la carne fué depuesto, dejándole solamente el nombre de obispo, que fué despojarle del lugar y no de la dignidad. Templaron desta manera el castigo por confesar él mismo de su voluntad su delito y por la pe nitencia que hiciera por espacio de nueve meses en el vestido y en la comida con deseo de alcanzar misericordia de Dios. En su lugar fué puesto Fructuoso, de abad de Cómpluto el tiempo pasado electo en obispo dumiense, y al presente como arzobispo de Braga firma despues de los arzobispos Eugenio, de Toledo, y Fugitivo, de Sevilla, en tercer lugar y el postrero. Tratóse del testamento de san Martin, obispo en otro tiempo dumiense, en que nombró por albaceas á los reyes

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suevos; y porque los reyes godos se apoderaron de aquel reino, esta y las demás cargas y derechos de aquellos príncipes les incumbian. Hallábase el Rey perplejo sobre este caso; consultó con los prelados del Concilio lo que se debia hacer; ellos remitieron la determinacion de todo esto á Fructuoso, el nuevo obispo de Braga, cuya santidad y virtudes fueron tan señaladas en aquel tiempo, que en España le tienen por santo; y en particular las diócesis de Braga, de Ebora y de Santiago celebran şu fiesta á 16 dias del mes de abril. Su cuerpo fué sepultado en un monasterio que él mismo edificó entre Dumio y Braga, ciudades cuyo prelado fué. Dende, como quinientos años adelante por órden de don Diego Gelmirez, primer arzobispo de Santiago, le trasladaron á aquella iglesia. Muchos fueron los milagros que nuestro Señor hizo por su medio despues de su muerte; dellos, en gran parte, hizo memoria y historia particular Paulo, diácono emeritense, que en este lugar no seria á propósito relatarlos. Por este mismo tiempo floreció santa Irene, virgen de Portugal; dióle la muerte un hombre, llamado Britaldo, porque nunca quiso casarse con él ni consentir con sus locos amores; y porque el caso no se descubriese la echó en el rio Nabanis, que pasa por Nabancia, patria desta Santa Virgen. Buscaron su cuerpo con diligencia; halláronle junto á la ciudad que entonces se llamaba Scalabis. Dicese que por milagro se apartaron las aguas del rio Tajo en aquella parte por donde el rio Nabanis se junta con él, y que los que buscaban á la vírgen á pié enjutó la hallaron en medio de aquel rio en un sepulcro fabricado por mano de los ángeles; que fué causa que la devocion desta vírgen se extendió muy en breve por toda aquella comarca de tal suerte, que por este respeto aquel pueblo mudó el nombre que antes tenia de Scalabis, y del nombre de aquella vírgen se llamó Santaren. Nabancia quieren los doctos que sea la villa de Tomar, muy conocida en Portugal por ser asiento de la caballería de Cristus, la mas principal de aquel reino.

CAPITULO X.

De la vida de san Ilefonso.

El año noveno del reinado de Recesvinto, en que del nacimiento de Cristo se contaban 657, Eugenio III, arzobispo de Toledo, pasó desta vida. Por su muerte pusieron en su lugar á Ilefonso, á la sazon abad agaliense, persona de muy santa vida, lo cual y sus muchas letras y doctrina y la grande prudencia de que era dotado fueron parte para que fuese estimado del clero, de los principales y del pueblo y le tuviesen por digno para encomendalle el gobierno espiritual de su ciudad. Fué natural de Toledo, nacido de noble linaje; su padre se llamó Estéban, su madre Lucía. Tiénese ordinariamente por tradicion que vivian en lo mas alto de la ciudad en unas casas principales, que de lance en lance vinieron con el tiempo á poder de los condes de Orgaz, y dellos los años pasados las compraron los religiosos de la compañía de Jesus, y por devocion de san Hlefonso dieron á ellas, y en particular á la iglesia, la advocacion deste Santo; en que los antepasados parece faltaron, pues era razon hobiese en aquella ciudad algun templo con nombre de san Ilefonso, su ciuda

dano y natural. En las letras tuvo por maestro á Eugenio III, por ser, como era, persona docta, y aun algunos sospechan y arriba se tocó, deudo suyo. La fama de san Isidoro, arzobispo de Sevilla, volaba por todas partes, y el cuidado que tenia en enseñar la juventud era muy señalado. Por esta causa san Ilefonso fué á Sevilla para estar en el colegio fundado para este efecto por aquel Santo. Alli se entretuvo en el estudio de las letras hasta tanto que fué bastantemente instruido en las artes liberales, de cuya erudicion y doctrina dan muestra los muchos libros que adelante escribió. Juliano, su sucesor, dice que el mismo san Ilefonso los juntó y puso en tres cuerpos. Son ellos de mucha doctrina y llenos de sentencias muy graves; inas el estilo, conforme á la costumbre de aquellos tiempos, es mas redundante que preciso y elegante. Acabados sus estudios y vuelto á Toledo, sin embargo que eran grandes las esperanzas que todos tenian dél, y lo mucho que se prometian de su nobleza, de su doctrina y virtudes, pospuesto todo lo al, con deseo de mas perfeccion y de seguir vida mas segura, se determinó dejar el regalo de su casa y tomar el hábito de monje en el monasterio agaliense. No se pudo esto negociar tan secretamente que su padre no lo entendiese. Procuró apartarle de aquel propósito, y aun el misino dia que iba á tomar el hábito fué en pos dél y entró en el monasterio en busca de su hijo; andúvole todo, mas no pudo encontrar con él, porque el Santo, como viese á su padre de léjos y sospechase lo que era y su saña, torció el camino y se metió y estuvo detrás de un vallado hasta tanto que su padre dió la vuelta á su casa sin efectuar lo que pretendia. El monasterio agaliense estuvo asentado no léjos de la ciudad de Toledo á la parte de septentrion. Tenia nombre de San Julian, como todo se entiende de Máximo, obispo de Zaragoza que fué por este tiempo. En el Concilio toledano undécimo firma Gratino, abad de San Cosme y San Damian, y poco despues Avila, abad agaliense de San Julian. Dúdase en qué sitio estuvo este monasterio agaliense. Los pareceres son varios. La resolucion es en este punto y lo cierto que hubo dos monasterios en Toledo, ambos de benitos y ambos á la ribera de Tajo y á la parte de septentrion, por donde el dichorio corre, como se ve en la caida que hace desde el aserradero por la puente de Alcántara de septentrion á mediodía. Demás que la puente por do se iba á la huerta del Rey estaba mas abajo de la que hoy se ve, y por consiguiente la dicha huerta con el rio le caia á la parte del septentrion. El uno destos dos monasterios se llamaba de San Julian, que era su advocacion, y por otro nombre se llamó agaliense, de un arrabal donde estaba, llamado Agalia. Caia muy cerca de Toledo, solos docientos y cincuenta pasos, que hacen mil y docientos y cincuenta piés, distante de la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. El otro monasterio se intitulaba de San Cosme y San Damian, distante de Toledo dos millas, que hacen media legua. Todo esto dice Máximo, obispo de Zaragoza, en las adiciones á Dextro. San. Ilefonso fué abad primero en San Cosme y San Damian, siendo diácono; y desta eleccion habla Cijila, y aun dice pasó mucho tiempo hasta que adelante fué arzobispo. En este medio fué asimismo abad agaliense. Y desta eleccion y cargo habla Juliano en la vida deste Santo, con que quedan

ligencia se reprimió la mala semilla de aquel error y se desbarataron los intentos de aquellos dos hombres malvados. El premio deste trabajo fué una vestidura traida del cielo. La misma noche antes de la fiesta de la Anunciacion, que poco antes ordenaron los obispos se celebrase en el mes de diciembre, como fuese á maitines y en su compañía muchos clérigos, al entrar de la iglesia vieron todos un resplandor muy grande y maravilloso. Los que acompañaban al Santo, vencidos del grande espanto, buyeron todos; solo él pasó adelante, y púsose de rodillas delante el altar mayor. Allí vió con sus ojos en la cátedra en que solia él enseñar al

concertados Máximo, Cijila y Juliano. En la huerta de los Chapiteles, parte de la huerta del Rey, hay claros rastros de que fué monasterio, que debió ser la parte mas principal del agaliense, y pasado los tejares hay una dehesa, y en ella una casa grande y antigua, que sospecho yo por la distancia fué el otro monasterio, y aun dello hay buenas señales. La pretoriense de San Pedro y San Pablo creo yo fué San Pablo á la caida de la allóndiga, donde estuvieron los padres dominicos por casi docientos años. La palabra pretoriense quiere decir iglesia del campo, San Pablo está fuera de los dos muros de Toledo.Ayuda el nombre de San Pablo, que el de San Pedro se debió con el tiempo dejar por abreviar. Desta igle-pueblo á la Madre de Dios con representacion de masia, que en un tiempo fué muy principai y las ruinas lo muestran, y en ella se celebró el concilio décimotercio de Toledo, hasta la huerta del Rey, que debió ser toda del monasterioagaliense por donacion del reyAtanagildo,su fundador, hay los docientos y cincuenta pasos que dice Máximo, si bien los monjes tenian otra huerta particular, cercada de piedra con sus estribos contra las crecientes del rio, la cual se ve hoy pegada con la casa que llaman de los Chapiteles. Del nombre del monasterio ó del arrabal donde estuvo quedó el que hoy tienen los palacios de Galiana, á lo que parece; que lo que el vulgo dice de la mora Galiana son consejas y patrañas. Tomó pues san Ilefonso como deseaba el hábito de monje, cuyo intento últimamente, aunque con dificultad, aprobó su padre, en especial por las amonestaciones de su mujer, que afirmaba haber por oraciones alcanzado de Dios despues de larga esterilidad aquel hijo, y que para alcanzarle hizo voto de dedicarle á nuestro Señor; que volviesen á Dios lo que de su Majestad recibieran; que era mas sano consejo carccer del hijo por un poco de tiempo que, con hacerle volver atrás de su intento, incurrir en ofensa de Dios y ser atormentados con perpetuos escrúpulos de la conciencia. Fué tanto lo que en aquel monasterio se adelantó san llefonso en todo género de virtud, que dentro de pocos años le encomendaron el gobierno de aquellos monjes por muerte de Adeodato, despues de Heladio, Justo y Richila, abad de aquel monasterio. En el tiempo que fué abad, ya muertos sus padres, fundó de su patrimonio en una heredad suya, llamada Debiense, un monasterio de monjas. Este monasterio dice Juliano, el archipreste, estaba veinte y cuatro millas de Toledo, cerca de Illescas. Poco adelante, por muerte de Eugenio III, como queda dicho, fué elegido en arzobispo de Toledo, dignidad y oficio en que se señaló grandemente, y parecia aventajarse á sí mismo y ser mas que hombre mortal. ¿Quién será tan elocuente y de ingenio tan grande que pueda dignamente poner por escrito las cosas deste Santo y de tal manera contar sus obras y grandezas, que parezcan, no cosas fingidas, sino, como lo fueron, verdaderas? Quién de ánimo tan sencillo que se persuada á dar crédito á cosas tan extraordinarias y maravillosas? Fué así, que dos hombres llamados Pelagio y Helvidio, por la parte de la Gallia Gótica venidos en España, decian y enseñaban que la Madre de Dios no fué perpetuamente vírgen. San Ilefonso, porque esta locura y atrevimiento no fuese en aumento, acudió á hacerles resistencia y disputar con ellos, parte con un libro que compuso, en que defiende lo contrario, parte con diversas disputas que con ellos tuvo. Con esta di

jestad mas que humana. La cual le habló desta ma-
neral: «El premio de la virginidad que has conservado
en tu cuerpo, junto con la puridad de la mente y el ardor
de la fe y de haber defendido nuestra virginidad, será
este don traido del tesoro del cielo. » Esto dijo, y junta-
mente con sus sagradas manos le vistió una vestidura
con que le mandó celebrase las fiestas de su Hijo y suyas.
Los que le acompañaban, sosegado algun tanto el mie-
do, vueltos en sí y animados, llegaron do su prelado
estaba á tiempo que ya toda aquella vision era pasada y
desaparecida; halláronle casi sin sentido, que el miedo
y la admiracion le quitaron con la habla; solos sus ojos
eran como fuentes, y se derretian en lágrimas por
no poder hablar á la Virgen y dalle las gracias de tan
señalado beneficio. Cijila, sucesor de Ilefonso, refiere
todo esto como oido de Urbano, que fué tambien ar-
zobispo de Toledo, y de Evancio, que fué arcediano de
la misma iglesia, personas que, conforme á la razon de
los tiempos y de su edad, se pudieron hallar presentes
al milagro. Las palabras de la Virgen que refiere Cijila
son estas: «Apresúrate y acércate, carísimo siervo de
Dios, recibe este pequeño don de mi mano, que te traigo
del tesoro de mi Hijo.» La piedra en que la gloriosa Vir-
gen puso los piés está hoy dia en la misma entrada de
aquel templo, con una reja de hierro para memoria de
cosa tan grande. Demás desto, el mismo año, como pa-
rece lo siente Cijila, ó como otros sospechan el luego
siguiente, á 9 dias de diciembre, dia de santa Leoca-
dia, sucedió otro milagro no menos señalado que el pa-
sado. Acudió el pueblo á la iglesia de Santa Leocadia,
do estaba el sepulcro de aquella vírgen; halláronse pre-
sentes el Rey y el Arzobispo. Alzóse de repente la piedra
del sepulcro, tan grande, que apenas treinta hombres
muy valientes la pudieran mover; salió fuera la Santa
Vírgen, tocó la mano de san Ilefonso, díjole estas pala-
bras: «llefonso, por tí vive mi Señora.» El pueblo con este
espectáculo estaba atónito y como fuera de sí. Ilefonso
no cesaba de decir alabanzas de la vírgen Leocadia. En-
comendóle eso mismo la guarda de la ciudad y del Rey;
y porque la Virgen se retiraba hácia el sepulcro, con de-
seo que quedase para adelante memoria de hecho tan
grande, con un cuchillo que para este efecto le dió el
mismo Rey, le cortó una parte del velo que llevaba so-
bre la cabeza; el velo juntamente con el cuchillo hasta
el dia de hoy se conserva en el sagrario de la iglesia
Mayor entre las demás reliquias. Desde este tiempo y
por ocasion destos milagros dicen que el Padre Santo
quiso ser canónigo de Toledo. En señal desto hasta hoy
dia la noche de Navidad le penan como á los otros pre-
bendados ausentes. Grande fué la autoridad y crédito

que por medio destos milagros ganó este Santo; que aumentaba él perpetuamente con aventajarse cada dia mas en el ejercicio de todas las virtudes. Principalmente se señalaba en la caridad con los pobres y en remediar sus necesidades, tanto, que se tiene por cierto dió principio á la costumbre que hasta el dia de hoy se guarda en aquella iglesia, es á saber, que á costa del arzobispo en cierta parte de las casas arzobispales cada dia se da de comer á treinta pobres. Destos treinta, los diez son mujeres, y los demás varones; el canónigo semanero, despues de dicha la misa en el altar mayor, acude á echar la bendicion á la mesa de los pobres y mirar que no les falte cosa alguna. Esto es lo que en Toledo se acostumbra, y á lo que dicen dió principio san Ilefonso. Lo que yo sospecho es que esta costumbre tuvo origen de otra mas antigua, y era que los patriarcas, que son los mismos que primados, en memoria de Cristo y de sus apóstoles, cada dia convidaban á su mesa doce pobres, como lo refiere Focio, patriarca de Constantinopla, en su Biblioteca en la vida de San Gregorio el Magno, y se puede comprobar con algunos ejemplos antiguos. El número de treinta pobres señaló adelante el arzobispo don Juan, infaute que fué de Aragon. Mucho se pudiera decir de las virtudes y alabanzas de san Ilefonso, y en particular como la suavidad de su condicion era grande, la gravedad y mesura no menor; virtudes que, aunque entre sí parecen contrarias, de tal guisa las templaba, que ni la severidad impedia á la suavidad, ni la facilidad era ocasion que alguna persona le despreciase. Gobernó aquella iglesia por espacio de nueve años y casi dos meses; trocó esta vida mortal con la eterna al principio del año décimonono del reinado de Recesvinto; su cuerpo sepultaron en la iglesia de Santa Leocadia á los piés de Eugenio, su predecesor. En la destruicion de España fué dende llevado á la ciudad de Zamora, y alli en propio sepulcro y capilla es acatado en la iglesia de San Pedro de aquella ciudad. La vestidura sagrada que le dió la Virgen, por el mismo tiempo llevaron á las Astúrias, y está en la ciudad de Oviedo en un arca cerrada, que nunca se ha abierto, ni persona alguna ha visto la dicha vestidura que dentro está.

CAPITULO XI.

De la muerte del rey Recesvinto.

En tiempo de san Ilefonso se juntó en Mérida un Concilio á 6 de noviembre, año de 666. Halláronse en él doce obispos de la Lusitania, que hoy es Portugal; ordenaron y publicaron veinte y tres decretos, que no pareció referir aquí, casi todos enderezados á reformar y dar órden en el oficio canónico, en que tenian gran debate y grande variedad en la manera del rezado. Por el mismo tiempo en Africa iba en grande aumento el poder de los mahometanos, á causa que Abdalla, duque de Moabia, que fué el cuarto sucesor del falso profeta Mahoma, venció en una grau batalla á Gregorio, capitan y gobernador de Africa por los romanos, con que se hizo señor de aquella muy ancha provincia. El estrago del ejército romano fué muy grande, y casi ninguno mayor en aquella era. Poseian los godos de tiempo muy antiguo en Africa parte de la Mauritania Tingitana, y en particular á Ceuta, con el territorio comarcano. De

todo lo demás, fuera desto, quedaron apoderados los mahometanos despues de aquella victoria; y desde aquel tiempo, muy ufanos y orgullosos, fundaron en Africa un nuevo imperio, cuyos reyes, que conforme á la costumbre de aquella gente tenian poder, no solo sobre el gobierno seglar, sino tambien sobre las cosas pertenecientes á la religion, se llamaron miramaməlines, que es lo mismo que príncipes de los creyentes, á la manera que en Asia los príncipes supremos y emperadores de aquella nacion se llamaban califas. Está Africa dividida de lo de España, y parte con ella términos por el angosto estrecho de Gibraltar. A muchos parecia que destos principios amenazaba algun grande mal á España por aquella parte, y en particular se aumentó el miedo por un eclipse extraordinario del sol, que trocó el dia en escurísima noche en tiempo del rey Recesvinto, como lo refiere el arzobispo don Rodrigo, pronóstico, á lo que entendian, de sobrados males. Verdad es que por el esfuerzo deste Rey los navarros, que andaban alborotados y no cesaban de hacer cabalgadas en las tierras comarcanas, se reportaron y sosegaron. Demás desto, hizo reformar las leyes de los godos, que estaban muy estragadas ; quitó muchas de las antiguas, y añadió otras de nuevo, cuyo número, como se ve en en el Fucro Juzgo, no es menor que todas juntas las de los otros reyes. Hallábase con esto este Rey nobilísimo, y de los mas señalados en guerra y en paz que tuvo España, muy próspero y bienquisto de los suyos, cuando le sobrevino la muerte, que fué á 1.o de setiembre por la mañana, año del Señor de 672. Reinó, despues que su padre le declaró por su compañero, veinte y tres años, seis meses y once dias ; y despues de la muerte de su padre veinte y un años y once meses. Dos leguas de Valladolid, que algunos piensan se llamó antiguamente Pincia, hay un pueblo llamado Wamba, que antes se llamó Gerticos; en él se hallaba este Rey cuando le sobrevino la muerte, porque desde Toledo habia allí ido por ver si con la mudanza del cielo y con los aires naturales, que se entiende, y así parece que lo dice el arzobispo don Rodrigo, era aquel pueblo del patrimonio de sus antepasados, pudiese mejorar y recobrar la salud; pero la enfermedad tuvo mas fuerza que todas estas prevenciones. Su cuerpo sepultaron en la iglesia de aquel lugar, y allí se muestra su sepulcro; de allí, por órden del rey don Alonso el Sabio, le trasladaron á Toledo y pusieron en la iglesia de Santa Leocadia, que está á las espaldas del alcázar, junto al altar mayor al lado del Evangelio, segun ordinariamente se tiene entendido en aquella ciudad, como cosa que ha venido de mano en mano. En tiempo que don Felipe II, rey de España, el año de 1575, hizo abrir en su presencia el dicho sepulcro, y otro que está á la parte de la Epístola, ningunas letras se hallaron, soio los huesos envueltos en telas de algodon y metidos en cajas de madera; mas las personas eruditas que presentes se hallaron sospechaban que el sepulcro de Recesvinto, como de rey mas antiguo, era el que está á manderecha, y el otro es el del rey Wamba, que se sabe tambien le hizo trasladar á Toledo el mismo rey don Alonso. Cerca de Dueñas, que está mas adelante de Valladolid á la ribera de Pisuerga, hay un templo de San Juan Baptista, de obra antigua y al parecer de godos; está adornado de jaspes y de mármoles, y en él una letra de seis renglones, por la

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