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su reino de todas maneras, y en particular ensanchó la ciudad real de Toledo, y para su fortificacion levantó una nueva muralla con sus torres, almenas y petriles, continuada por el arrabal de San Isidoro, y que llega de la una puente á la otra. Está Toledo de cuatro partes por mas de las tres ceñida del rio Tajo, que, acanalado por entre barrancas muy altas, corre por peñas y estrechiuras muy grandes. La cuarta parte tiene la subida áspera y empinada, por donde la cercaba un muro de fábrica romana mas angosto que el que hizo Wamba, cuyos rastros se ven á la plaza de Zocodover y á la puerta del Hierro. Wamba, con intento de meter dentro de la ciudad los arrabales y para mayor fortaleza, añadió la ctra muralla mas abajo. Trajéronse para la obra piedras de todas partes, en particular, á lo que se entiende, de una fábrica romana á manera de circo, que antiguamente levantaron allí, y tenia mármoles con figuras entalladas en ellos de rosa ó de rueda. El vulgo se persuade ser aquellas las armas de Wamba; las mismas piedras muestran lo contrario, ca están sin órden ni traza, sino como las traian así las asentaban los oficiales. Graves autores testifican que para memoria desto hizo grabar dos versos en las torres principales desta muralla en latin grosero y como de aquella era, pero que traducidos en un terceto castellano hacen este sentido:

CON AYUDA DE DIOS EL PODEROSO

REY WAMBA EN SU CIUDAD LEVANTÓ EL MURO,
HONRA DE SU NACION, MURO HERMOSO.

Demás desto, en lo mas alto de las torres puso estatuas de mármol blanco á los santos patrones y principales abogados de la ciudad. Grabó otrosí al pié de las estatuas otros dos versos, que hacen este seutido:

SANTOS, RELUCE AQUI CUYA PRESENCIA,
GUARDAD ESTA CIUDAD Y PUEBLO TODO:
TIRAD, COMO PODEIS, TODA DOLENCIA.

Habian con el tiempo caídose las estatuas, borrádose y gastúdose las letras que el rey don Felipe, segundo deste nombre, con su acostumbrada piedad y devocion pocos años ha mandó restituir y hacer de nuevo. Fortificábase pues la ciudad por mandado del rey Wamba, y juntamente por su providencia se tornaba á poner en prática la costumbre de celebrar concilios en aquella ciudad. Así en el año cuarto de su reinado, que se contaba del Señor 675, á 7 de noviembre, se juntaron en la iglesia de Santa María de la ciudad de Toledo á celebrar concilio diez y siete obispos, y casi todos de la provincia cartaginense, demás de siete abades, entre los cuales se cuenta uno llamado Avila, abad del monasterio agaliense de San Julian, si la letra no está mentirosa, como algunos lo sospechan por conjeturas que hay. Hallóse otrosí entre los padres, aunque en el postrer lugar, Gudila, arcediano de Santa María de la Sede ó Silla, por donde se entiende que el templo en que este Concilio se celebró era el mayor y mas principal. Dudan los curiosos si estuvo entonces asentado do hoy está la iglesia catedral. Sospéchase que si por razon de la piedra que en ella se ve, en que la Vírgen gloriosa puso sus sagrados piés para honrar á su devoto san Ilefouso, dado que la fábrica y forma y traza es muy diferente de la de entonces. Este Concilio se cuenta por el onceno entro los de Toledo. En él se dieron al Rey las

gracias por haber renovado la costumbre de celebrar los concilios, interrumpida por espacio de diez y ocho años. Para adelante mandan los padres que los concilios provinciales cada un año se juntasen en la iglesia metropolitana, sin que haya en él otra cosa digna de memoria. Los cánones que promulgaron fueron en número diez y seis. Por el mismo tiempo en Braga se juntó el Concilio tercero de los bracarenses. Quitóse en él la costumbre de llevar los obispos colgadas al cuello las reliquias de los mártires, y á ellos en andas los diáconos; y ordenóse para adelante que las santas reliquias fuesen por los diáconos llevadas en andas. Ponen pena de excomunion al sacerdote que para decir misa no se pusiese la estola, que llaman orario, sobre entrambos los hombros y cruzada sobre el pecho, costumbre que en algunas partes se ha dejado; en las mas se guarda. Hallóse en este Concilio Isidoro, obispo de Astorga. Floreció asimismo por este tiempo Valerio, abad de San Pedro de los Montes, claro por el menosprecio del mundo y por su erudicion, de que dan testimonio sus obras, y en especial un libro que intituló de la Vana sabiduria del siglo. No se hallan otros concilios del tiempo del rey Wamba en los tomos que andan ordinariamente de los concilios; pero no se duda sino que se celebraron otros, como lo da á entender la ley de que se hizo mencion, en que mandaron juntarlos en cada un año. En especial que graves autores afirman que en tiempo de Wamba en un Concilio toledano se señalaron los aledaños y distritos de cada cual de los obispados de España, negocio en que por ser tan grave y tocar á todos no se puede creer se procediese por el voto y parecer de pocos, sino de todos los prelados. Dicen mas, que en aquel Concilio se estableció que todos los sacerdotes viviesen conforme á la regla de san Isidoro. Hiciéronse fuera desto en gracia del rey Wamba y á su contemplacion nuevos obispados en pueblos pequeños y aldeas, y aun en iglesias particulares, como fué en un pequeño lugar en que estaba la sepultura y cuerpo de san Pimenio, y en la iglesia de San Pedro y San Pablo pretoriense, puesta en los arrabales de la ciudad de Toledo, que fuc todo un celo piadoso, pero indiscreto en el Rey, y en los obispos una disimulacion y deseo demasiado de agradalle, sin tener respeto á las leyes eclesiásticas que vedan así bien hacer dos obispos en una misma ciudad, como poner obispados en lugares pequeños. Desórdenes que en breve se reformaron en el concilio próximo de Toledo, que fué el doceno de los de aquella ciudad, hasta motejar al rey Wamba de liviano en esta parte; así van los temporales y se truccan los favores de la gente y el aplauso. Ordenó Wamba algunas leyes á propósito de reformar el gobierno, que andaba de muchas maneras estragado, en particular puso cuidado en lo que tocaba á la disciplina militar. Ordenó que cuando se hiciese gente, todos acudiesen á las banderas, fuera de viejos, enfermos y mozos de poca edad. Item, que todos enviasen á la guerra por lo menos la docena parte de sus esclavos con las armas que allí se señalan, diferentes de las demás. A los mismos obispos y sacerdotes para reprimir las entradas y rebatos de los enemigos manda les saliesen con los suyos al encuentro por espacio de cien millas. Con esta diligencia y por buena maña del rey Wamba ganaron los godos una victoria naval muy señalada. Estaban los sarracenos cu

rio, y desde allí por mandado del rey don Alonso el Sabio le trasladaron á Toledo. Acompañó sus huesos Juan Martinez, obispo de Guadix, fraile francisco. Pusiéronle en la iglesia de Santa Leocadia la dejunto al alcázar, en que estaba sepultado el rey Recesvinto. Juliano, arzobispo de Toledo, fué el que ungió al nuevo rey, por donde se entiende que Quirico, su predecesor, falleció por el mismo tiempo cargado de años, si ya por ventura no renunció la dignidad por ver lo que pasaba, y la sinrazon que se hizo al buen rey Wamba.

CAPITULO XV.

De los nombres de los obispados que habla en tiempo de Wamba. No será fuera de propósito ni del intento que llevamos poner en este lugar la division que el rey Wamba hizo de los obispados de su reino, y por ella declarar

señoreados de toda la Africa por todo lo que se tienden
las marinas de nuestro mar Mediterráneo, desde las
bocas del rio Nilo hasta el estrecho de Gibraltar. Te-
nian desco de pasar en Europa; con este intento arma-
ron una flota de ciento y setenta velas, con que ponian
á fuego y á sangre las riberas de España. Juntaron los
godos otra gruesa armada; vinieron á las manos con los
contrarios con tanto valor y denuedo, que alcanzaron
victoria de los enemigos, y parte tomaron, parte que-
maron su armada. Velaba el Rey, acudia á todas las
partes con presteza sin descuidarse ni excusar gasto,
trabajo ni diligencia alguna. No falta quien diga que la
armada de Africa vino á persuasion de Ervigio, ca por
ser hijo de Ardebasto, pariente de Recesvinto, preten-
dia hacerse rey. Tenia mucho poder, y su autoridad era
grande, sus mañas y artificios extraordinarios. El co-
razon humano es insaciable, nunca se contenta con lo
que posee, aunque sea muy aventajado, antes con ellos
deseo siempre pasa adelante y pretende cosas mayores.
No tenia Ervigio esperanza de salir con su intento ni en
vida de Wamba ni despues de su muerte, á causa de
Teodofredo, hermano de Recesvinto, del cual en la elec-
cion pasada no se hizo cuenta, como allí se dijo, ca era
de pocos años. Resolvióse de valerse de cautelas y ma-
ñas, pues cualquier otro camino le hallaba cerrado.
Con esta traza hizo, como se cree, venir la armada de
los sarracenos contra España. Y como esto no sucediese
conforme á su deseo, tuvo forma de hacer que diesen al
Rey á beber cierta agua en que habia estado esparto en
remojo, que es bebida ponzoñosa y mala. Adolesció lue-
go el Rey y quedó privado de su sentido súbitamente,
tauto, que á la primera hora de la noche juzgaban que
ria rendir el alma. Cortáronle el cabello, hiciéronle la
barba y la corona á manera de sacerdote, vistieronle
un hábito de monje, ceremonia que se usaba con los
que morian á propósito de alcanzar perdon de sus pe-
cados. Todo esto se entiende tramó Ervigio con intento
que, aunque mejorase, no pudiese mas ser rey conforme
á lo que en el Concilio toledano sexto quedó determina-
do. Demás desto, como estuviese para espirar, sin em-
bargo que por la fuerza del veneno estaba fuera de sí,
trazaron que nombrase por sucesor en el reino al mis-
mo Ervigio. Ordenaron de presto la escritura de nom-
bramiento y renunciacion, y hicieron que Wamba la
firmase de su mano. Pasó todo esto á los 14 del mes de
octubre un dia de domingo, que era la décimaquinta lu-
na. Por todo esto se entiende que Wamba fué despojado
del reino el año de 680, en que concurren estos parti-
culares; ca sin embargo que luego el dia siguiente
mejoró y volvió en sí, no quiso revocar lo hecho. Hallá-
base de rey poderoso súbitamente hecho monje. De-
terminó despreciar lo que otros tanto desean, 6 por
grandeza de ánimo, ó por no tener esperanza de reco-
brar en paz lo que le quitaran; mayormente que Ervigio
estaba apoderado de todo, que el mismo dia se hizo
coronar por rey, dado que el ungirse, ceremonia en-
tonces usada, se dilató hasta el domingo siguiente.
Wamba sin dilacion se fué al monasterio de Pampliega,
asentado, segun algunos sospechan, en el valle de Muйon.
Allí por espacio de siete años y tres meses, ó como otros
sienten por mas largo tiempo, pasó lo que le quedaba
de vida en servicio de Dios. Reinó ocho años, un mes
y catorce dias. Su cuerpo sepultaron en aquel monaste-

nombres antiguos que muchas ciudades y pueblos tuvieron, si bien los mas dellos por varios accidentes y sucesos fueron asolados, y despues de su destruicion reedificados á las veces con nombres que les pusieron diferentes de los que antes tenian. Junto con esto será bien que se entiendan y sepan los sufragáneos que cada cual de los arzobispados antiguos tenia, que señalar á cada diócesis sus aledaños y distrito no pareció conveniente ni aun hacedero por estar todo tan mudado y trastrocado por el tiempo, que apenas se entenderia lo que en este propósito se dijese. Al arzobispo de Toledo estaban sujetos los obispos siguientes. El de Oreto, ciudad que antiguamente estuvo puesta no léjos de donde al presente está la villa de Almagro, ca dos leguas de aquella villa hay una ermita llamada de Nuestra Señora de Oreto, do se han hallado piedras y llevádolas á Almagro, grabado en ellas el nombre de Oreto. El segundo sufragáneo de Toledo era el obispo de Biacia, que hoy es Baeza. El tercero el de Montesa; esta ciudad hoy se llama Montizon, pueblo situado en la comarca de Cazorla, y que en la destruicion de España fué asola lo por un capitan moro, como lo testifica el arzobispo don Rodrigo. Demás destos, el de Acci, ciudad que hoy se llama Guadix. El de Basti, que es Baza. El de Urci, ciudad que unos dicen que es la misma Almería, otros que Murcia. El de Bagasta; desta ciudad no queda rastro ninguno, solo se entiende que estaba'no léjos de Origüela, así por el órden que estos obispados llevan entre sí como por una puerta que hay en aquella ciudad llamada de Magastro. Máximo, cesaraugustano, dice que los godos á Murcia la llamaron Bigastro. Illici es Elche ó Alicante. Setabis, Játiva. Demás desto, Denia y Valencia, ciudades que caen entre si cerca y conservan los nombres antiguos, ca Denia se llamó Dianium. Síguese el obispado de Valeria; hoy se llama Valera Quemada. El de Segobriga, ciudad puesta donde al presente está la Cabeza del Griego, pueblo así llamado, á dos leguas de Uclés. Algunos entendieron que Segobriga era Segorve; pero engañóles la semejanza del nombre. Tambien era sufragáneo de Toledo el obispo de Arcabica, que estuvo antiguamente asentada entre Segobriga y Compluto, y por ventura es la misma que Ptolemeo llamó Percabica. Demás desto, Compluto, que es Alcalá, Sigüenza, Osma, Segovia y Palencia estaban sujetas por la misma forma al dicho arzobispo. Por donde se ve que la provincia de Toledo, aun en

tiempo de los godos, se extendia mas que la provin-
cia cartaginense, cuya cabeza á la sazon era Tole-
do, pues todas las ciudades que hemos contado hasta
aquí le estaban sujetas y se encerraban en su distri-
to. Las ciudades sufragáneas del arzobispado de Sevi-
lla eran, la primera Itálica, que hoy es Sevilla la Vieja,
legua y media de aquella nobilísima ciudad, cabeza de
Andalucía; la segunda Asidonia, que fué ó Medina Si-
donia, como lo da á entender la semejanza del nombre,
6 como otros piensan, Jerez de la Frontera, por un
templo que tiene de Nuestra Señora de Sidueña, y el
Moro Rasis llama aquella ciudad Jerez de Sidueña. Sí-
guese Elepla, orå sea Niebla, ora Lepe. Malaca, hoy
Málaga. Illiberris, ciudad puesta antiguamente dos le-
guas sobre Granada en un recuesto que hoy se llama
monte de Elvira. Astigi, hoy Ecija. Córdoba conserva
su nombre antiguo. Egabro, hoy es Cabra cerca de Vae-
na. La última ciudad era Tucci, que hoy se llama Mar-
tos. Este era el distrito del arzobispado de Sevilla y las
ciudades que dél dependian. El metropolitano ó arzo-
bispo de Mérida comprehendia debajo de su jurisdicion
las ciudades siguientes: Beja, que se llamaba Pax Julia,
ciudad de la Lusitania. Lisbona, ciudad en que se fc-
rian las riquezas de la India Oriental en nuestro tiempo,
y que á ninguna de Europa reconoce ventaja en trafo,
riquezas y grandeza. Ebora, á la cual los godos lla-
maron Elbora. Don Lucas de Tuy sintió que esta ciu-
dad era la misma que en el reino de Toledo llamamos
Talavera. Osonoba, que se entiende se llama al presen-
te Estombar, pueblo de Portugal cerca de Silves, do
al presente está aquella cátedra y silla, que se trasladó
á ella cuando se ganó de moros aquella ciudad, en que
tambien hay un pueblo llamado Idania la Vieja, anti-
guamente Igeditania, ciudad asimismo contada entre
las sufragáneas de Mérida. Conimbrica, hoy Coimbra;
dos leguas della está Coimbra la Vieja. Demás destas,
Visco y Lameco, ciudades que conservan sus nombres
antiguos. Caliabria, que pereció del todo, dado que Tu-
dense y Marineo sospechan fué la que hoy se llama
Montanges, por conjeturas, á nuestro parecer, no con-
cluyentes. Salmántica, que por los godos fué llamada
Salamantica, hoy Salamanca. La famosa Numancia,
al presente Garay. Ultimamente Avila y Coria, que eran
los postreros linderos de la provincia de Mérida. Las ciu-
dades sufragáneas de Braga eran estas: Dumio fué an-
tiguamente un monasterio, que todavía hoy se conser-
va cerca de Braga. Portucale es la ciudad de Portu, por
la parte que el rio Duero descarga en el mar, y deja
formado un buen puerto. Del puerto y de un pueblo
que está allí cerca, llamado antiguamente Cale, y hoy
Caya, se compuso y derivó el nombre de Portugal. En
el mismo distrito estaban la ciudad de Tuy y Oren-
se y el Padron, y que antiguamente se llamó Iria Fla-
via. Lucus, hoy Lugo. Británica ó Bretonia, puesta
entre Lugo y Astorga; hoy dos leguas de Mondoñedo
hay un pueblo llamado Bretania, que por ventura es la
misma Bretonia ó Británica. Fuera destas ciudades
Astorga y Leon eran sujetas al arzobispo de Braga.
Con el arzobispo de Tarragona iban las ciudades siguien-
tes: Barcino, hoy Barcelona, y en tiempo de los godos
Barcinona. Egara, puesta antiguamente entre Barcelo-
Da y Girona, ciudad tambien sufragánea al mismo ar-
zobispo. Allende desto, Empurias y Ausona, que hoy se

llama Vique de Osona, Urgei y Lérida, ciudades bien
conocidas. Hictosa, cuyo asiento de todo punto se ig-
nora, Tortosa, que llamaban Dertusa, Zaragoza y tam-
bien Pamplona, que en latin se llama Pompelo, y por los
godos fué llamada Pampilona; como tambien Calahorra
era una de las dichas ciudades, en latin Calagurris, y que
en tiempo de los godos la llamaron Calaforra. Tarazo-
na eso mismo, que fué uno destos obispados, en latin se
dijo Turiaso, y por los godos Tirasona. Demás destas,
Auca era sujeta á Tarragona, cuyos rastros se ven mas
allá de Burgos, y de su nombre tomaron los montes de
Oca este apellido. Esto cuanto á la provincia tarraconen-
se. Resta el arzobispo de Narbona en la Gallia Gótica, cu-
yas sufragáneas fueron las ciudades siguientes: Beter-
ri, que hoy se llama Besiers, y Plinio la llamó Bliter-
rae Septumanorum. Agata, al presente ó es Agile 6
Mompeller; Magalona, una casa de recreacion del obis-
po de Mompeller, ó sea una isleta del mar allí cerca,
tiene, segun dicen, hoy este nombre. Nemauso es Ni-
mes. Lateba, hoy Lodeve. Carcasona. Elena, hoy
Euna en el condado de Ruisellon. Algunos autores di-
cen que los obispos de Tuy, de Lugo y de Leon, ó por
privilegio de Wamba, ó por costumbre antigua, eran
exemptos, y no reconocian á ninguno de los metropoli-
tanos ó arzobispos susodichos por superior; opinion que
para seguilla no tiene bastantes fundamentos, en espe-
cial que arriba quedaron puestos entre los sufragáneos
de Braga. En los concilios antiguos de España se hallan
otrosí muchos nombres de obispados que no están en
esta division de Wamba, si por haberse mudado las co-
sas con el tiempo, ó por estar las memorias y libros an-
tiguos estragados, no lo sabria decir, mas de que los
obispados son estos: el cartaginense, el epagrense, el
castulonense, el fiblariense, el eliocrocense, el eminien-
se, elinmonticiense, el lamibrense, el elotano, el mag-
netense, el laberricense; los cuales nombres casi todos
no se conocen, ni aun de todas las ciudades arriba pues-
tas se atinan los asientos en que estaban, ni faltaria por
diligencia, si en cosas tan escuras hobiese algun camino
para las averiguar de todo punto,

CAPITULO XVI.

De otra division de obispados que hizo Constantino Magno.

dado

Lo que antes de ahora prometimos, y hasta aquí no lo hemos cumplido, quiero poner aquí despues de la division de Wamba la que antes dél hizo de los obispados en España el emperador Constantino, tomada puntualmente del moro Rasis, que dice desta manera: «Constantino puso obispos en muchas ciudades que no los tenian, y informado que en España no los habia, que era de campiña muy fértil, hermosa y arreada en todas maneras y muy llena de moradores, hobo su acuerdo sobre lo que debia hacer. Resolvióse seria expediente criar en España obispos, que sin temor alguno libremente predicasen la fe cristiana. Para esto hizo venir á su presencia personas á propósito, repartió entre ellas las ciudades en esta guisa. Al primero señaló por obispo de Narbona y otras siete ciudades, con poder de gobernar los pueblos en lo espiritual y reformar las costumbres. Los nombres de aquellas ciudades son estos: Besiers, Tolosa, Magalona, Nimes, Carcasona. En esta ciudad hay una iglesia con advocacion de Santa Maria Glorio

sa, excelente por siete altares de plata que tiene y por
la mucha gente que á ella acude. En especial una vez
en el año es mas señalado el concurso; tambien en los
demás tiempos es de gran fama y devocion; dista de
Barcelona diez jornadas. Demás destas ciudades dieron
al obispo narbonense á Luteba y á Euna ó Elena, que
es lo mismo. Al segundo obispo fué encomendada la
ciudad de Braga, y con ella Dumio, Portu, Orense,
Oviedo, Astorga, Britonia, Iria ó Compostella, Aliu-
bra, Iffa, Tuy. Despues destos dos fué nombrado el
obispo de Tarragona, al cual otrosí quedaron sujetas las
ciudades siguientes: Barcelona, Oca, Morada, por
ventura Girona, Beria, por ventura Empurias, Oriola,
llerda, que es Lérida, Tortosa, Zaragoza, Huesca, Pam-
plona, Calahorra. El cuarto obispo fué de Cartagena;
añadiéronle otrosí á Toledo, Oreto, Játiva, Segobriga,
Compluto, Caraca, que es Guadalajara, Valencia, Mur-
cia, Baeza, Castulo, Montogia, Baza, Begena, por ven-
tura se ha de leer Bigastra. Al quinto dió á Mérida, ciu-
dad principal, y con ella le consignó Pax Julia, que es
Beja, Lisbona, Egitania, Coimbra, Lamego, Ebora,
Coria, Lampa, que ó es Salamanca ó un pueblo llama-
do Lamaso en tierra de Ciudad-Rodrigo. El postrer obis-
po tuvo á Sevilla, y con ella Itálica, Sericio de Sidueña,
que es Jerez, Niebla, en latin Elepla, Málaga, Iliberris,
Astigi, que es Ecija, Egabro, que es Cabra. Desta mane-
ra toda España fué por el emperador Constantino divi-
dida en seis obispados. Y para mayor autoridad y que
la religion tuviese su cabeza para gobernar y mandar,
él se pasó á Constantinopla, y se llamó rey de aquella
ciudad, como quier que los de antes de Roma. Ordenó
y mandó demás desto que todo el resto de los cristianos
obedeciese al señor de Roma, que acostumbraban llamar
señor de aquellos que eran del órden sagrado. Llamá-
banle otrosí santo por el poder que recibiera de Pedro,
apóstol, que Cristo le habia dado. » Esto dice de la ma-
nera susodicha aquel Moro. Concuerda la general de
don Alonso el Sabio, rey de Castilla, en que la division
de los obispados en España fué hecha por Constantino
Magno, y sigue el órden puesto de suso, mudados sola-
mente algunos nombres de ciudades. De donde, y de
la division de Wamba, y por conjeturas emendamos
algunos nombres, que sin duda en el Moro andan es-
tragados; y sin embargo, no nos atrevimos á llamar ar-
zobispos á los que el Moro da el nombre de obispos, co-
mo ignorante que era de las cosas de nuestra religion,
de los grados y policía que en ella hay. Quedará el lec-
tor con lo dicho avisado.

CAPITULO XVII.

Del rey Ervigio.

Flavio Ervigio adquirió el reino malamente, como queda dicho; gobernóle empero bien y prudentemente. Cuanto á lo primero, como considerase la inconstancia de las cosas humanas, que no perseveran largo tiempo en un mismo ser, y en particular que el poder adquirido por malas mañas muchas veces por el aborrecimiento que resulta en el pueblo es abatido, que su predecesor era rey muy esclarecido y amado, y fuera por engaño despojado de su grandeza, y que esto la gente de los godos no lo ignoraba, por todas estas razones se recelaba de algun revés y trabajo. Parecióle para ase

gurar sus cosas tomar el camino que á otros reyes sus predecesores no salió mal, que fué cubrirse de la capa de religion. Con este intento convocó los prelados de todo el reino. Acudieron á Toledo treinta y cinco obispos; túvose la primera junta á 9 dias de enero, año del Señor de 681. Cuéntase este Concilio por doceno entre los toledanos; en él se establecieron muchas cosas, pero dos fueron las principales. La primera aprobar la eleccion de Ervigio; mas ¿cómo se atrevieran á negar lo que pedia al que tenia las armas en la mano? Temeridad fuera y no prudencia contrastar á su voluntad. Para este propósito absolvieron á los grandes del pleito homenaje que hicieran á Wamba. Alegaban que por la renunciacion que él mismo hizo y por la nueva eleccion tenia perdida su fuerza el juramento y no obligaba. La segunda cosa fué dar al arzobispo de Toledo autoridad para criar y elegir obispos en todo el reino cuando el Rey, á cuyo cargo por antigua costumbre esto pertenecia, se hallase muy lejos; y que cuando estuviese presente, sin embargo, confirmnase los que por el Rey fuesen nombrados, que fué una prerogativa y privile gio de grande importancia y como abrir las zanjas y echar los cimientos de la primacía que esta iglesia tiene sobre las demás iglesias de España. Las palabras del decreto, que, aunque obscuras, son muy notables, se pueden ver en el Concilio. Firmaron las acciones deste Concilio cuatro arzobispos, Juliano, de Sevilla ; Juliano, de Toledo; Liuva, de Braga; Stéfano, de Mérida; ca parece que no obstante el privilegio concedido á la igle sia de Toledo, el de Sevilla no quiso dar al de Toledo el primer lugar, sino guardar su antigüedad, como quier que en los concilios adelante siempre el de Toledo preceda en el asiento y firma á los demás metropolitanos. Despues desto, pasados dos años enteros, de nuevo por mandado del mismo rey Ervigio se juntaron en la misma ciudad treinta y ocho obispos y veinte y seis vicarios de obispos ausentes y nueve abades, que con muchos señores y grandes que presentes se hallaron, celebraron en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo el concilio treceno de Toledo á los 4 del mes do noviembre, año de nuestra salvacion de 683, y del rei nado de Ervigio el cuarto. Esta iglesia se entiende estuvo donde al presente la de San Pablo, do los padres dominicos estuvieron largo tiempo. Llámase pretoriense porque está fuera de los muros, de praetorium, que es casa de campo. En este Concilio por voluntad del Rey y decreto que hicieron los prelados, se dió perdon ge neral á los que siguieron á Paulo. Las imposiciones y tributos se moderaron; y por excusar alborotos y por la gran falta de dinero soltaron á los particulares todo lo que por esta causa debian á las rentas reales. Todo esto se enderezaba á ganar las voluntades con muestra de clemencia y liberalidad, virtudes que en los príncipes cubren otros muchos males. Pretendia otrosi borrar la mancha de haberse apoderado del reino por ma las mañas. Demás desto, por cuanto muchos que no eran nobles con diversos colores y trazas se apoderaban de las honras y oficios públicos, y por emparentar los godos nobles con los del pueblo su antigua nobleza en gran parte se estragaba y escurecia, se proveyó de remedio para este daño. Ultimamente, en gra cia del Rey los obispos hicieron una ley de amparo para la reina Liubigotona y sus hijos, dado que el Rey les

faltase, en que se muestra lo mucho que temian al pueblo, que por el aborrecimiento del padre no se vengasen en los hijos y en su madre. Tambien se mandó á los obispos que, avisados, acudiesen á la corte para tener y celebrar la Pascua juntamente con el Rey. Por una carta de Juliano, arzobispo de Toledo, á Idalio, obispo de Barcelona, se entiende cómo se trabó amistad entre los dos por venir el dicho Obispo á la corte á celebrar la Pascua, como dejaron ordenado. Firman, en este Concilio los arzobispos Juliano, de Toledo; Liuva, de Braga; Stéfano, de Mérida, y Floresindo, arzobispo de Sevilla. Parece que este Rey se pretendió señalar en juntar muchos concilios, porque el año luego siguiente por su diligencia y por mandado del papa Leon, segundo deste nombre, en Toledo á 14 de noviembre se dió principio al Concilio décimocuarto toledano, que se juntó con intento que los obispos de España aprobasen y recibiesen un concilio que poco antes se celebrara en Constantinopla con asistencia de docientos y noventa prelados, y entre los concilios generales se cuenta por sexto. No pudieron acudir todos los obispos de España á causa de los frios del invierno y por quedar muy gastados de los concilios pasados. Concurrieron diez y siete obispos, casi todos de la provincia cartaginense, y fuera dellos los procuradores de los arzobispos de Tarragona, Narbona, Mérida, Braga y Sevilla y de otros obispos ausentes hasta número de diez. Estos de comun acuerdo recibieron y aprobaron el susodicho Concilio constantinopolitano, que ellos contaban por quinto, y le pusieron luego despues del Concilio calcedonense, ca fué comun engaño de aquel siglo en España, Africa y en Ilirico no recebir el quinto Concilio general que se tuvo en tiempo del emperador Justiniano; yerro en que tropezó tambien san Isidoro, como se entiende por diversos lugares de sus libros. Alegaban para esto que en aquel Concilio quinto se reprobaron los escritos de Iba, edeseno, y de Teodoro, monpsuesteno, y de Teodorito, obispo de Ciro, que son los tres capítulos tan nombrados en aquella era. Decian que el Concilio calcedonense aprobó y recibió los dichos autores, y que no era lícito condenarlos. Todo esto procedia de no entender que puedan las personas ser aprobadas dado que sus opiniones se reprueben, como en efecto fué así, que el Concilio calcedonense aprobó las personas, el quinto Concilio condenó sus escritos. Finalmente, los prelados de España condenaron los monotelitas y apollinaristas, que ponian en Cristo sola una voluntad, conforme á lo decretado en el dicho Concilio general. Demás desto, una Apologia, compuesta por Juliano, arzobispo de Toledo, muy erudita, en nombre del Concilio enviaron á Roma por medio de Pedro, regionario de la Iglesia romana, en que se contenian los principales capítulos y cabezas de nuestra fe. Cuando llegó á Roma, por muerte del papa Leon presidia en su silla Benedicto, el cual juzgó que en aquella Apologia se decian algunas cosas no bien. Entre ellas una era que en la santísima Trinidad la sapiencia procede de la sapiencia, y la voluntad de la voluntad, manera de hablar conforme á lo que en el Símbolo confesamos, Dios de Dios y lumbre de lumbre. El Pontífice juzgaba que semejantes maneras de hablar no se debian usar, ni extender mas de aquello que la Iglesia usaba. Ofendíale asimismo lo que Juliano decia de Cristo, es á saber, que constaba de tres sustan

cias. Andaban estas demandas y respuestas entre Roma y España al mismo tiempo que Ervigio, sin embargo de las diligencias hechas para asegurarse en el reino, se hallaba en gran cuidado por parecerle que el aborrecimiento del pueblo todavía se continuaba, y que muerto él, sus hijos no serian bastantes para reparar este daño. Resolvióse de emparentar con el linaje de Wamba, y para esto casar á su hija Cijilona con un hombre principal de aquel linaje llamado Egica. Hízose así, y juntamente le hizo jurar miraria con todo cuidado por el bien de la Reina, su suegra, y de sus cuñados. Hecho esto y quita las algunas leyes de Wamba, algo rigurosas para tiempos y costumbres tan estragadas, y en particular templada la ley que trataba en razon de las levas de soldados, falleció de su enfermedad en Toledo á 15 dias del mes de noviembre, dia viernes, año de 687. Reinó siete años y veinte y cinco dias. Su memoria y fama fué grande, aunque ni agradable ni hourosa. Hobo en tiempo deste Rey en España grande hambre; la puente y muros de Mérida fueron reparados con grande representacion de majestad. El sobrestanto desta obra y trazador se llamó Sala, como se entiendo por unos versos antiguos que andan entre las epígramas de Eugenio III, arzobispo de Toledo.

CAPITULO XVIII. Del rey Egica.

El dia antes que muriese Ervigio nombró por su sucesor en el reino á su yerno Egica; y para que los grandes sin escrúpulo de conciencia le pudiesen jurar por rey, alzóles el pleito homenaje que á él le tenian hecho. La uncion conforme á la costumbre de aquellos tiempos se hizo nueve dias adelante en Toledo, un dia de domingo, á 24 de noviembre, luna décimaquinta, en la la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Vióse en este Rey como la memoria del agravio dura mas y es mas poderosa que la del beneficio, ca luego á los principios de su reinado dió muestra el rey Egica del edio que tenia concebido en su pecho contra su suegro, repudiando á su mujer Cijilona en venganza de su padre, dado que tenia della un hijo llamado Witiza. No falta quien diga que lo hizo á persuasion de Wamba, el cual asimismo debajo de muestra de piedad tenia encubierto el deseo de venganza y el aborrecimiento contra Ervigio hasta lo postrero de su edad. Demás desto, castigó á algunos grandes del reino que tuvieron parte en el engaño y privacion del rey Wamba. Estas cosas se reprehenden especialmente en este Rey, que por lo demás en virtudes, justicia y piedad se puede comparar con cualquiera de los reyes pasados. Señalóse igualmente en las artes de la paz y de la guerra; fué colmado y alabado de prudencia y de mausedumbre. Allende desto, movido de su devocion por no dar ventaja á los reyes sus predecesores en el deseo de aumentar la religion, dió órden que se juntase el décimoquinto Concilio toledano. Concurrieron de todas partes sesenta y seis obispos, año del Señor de 688. Juntáronse á 15 de mayo en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Lo que principalmente se trató fué averiguar la fuerza que tenia el juramento que por respeto del rey Ervigio y por su mandado algunos años antes hicieron Egica y los grandes de amparar á la Reina viuda y á sus hijos. La

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