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llevasen adelante. No aprovecharon las palabras, por estar los corazones dañados: los unos llenos de ira, y los otros de ambicion. Fué forzoso venir á las armas y encomendarse á las manos. Los de Fenicia acometieron primero á los cartagineses, que descuidados estaban, y no temian lo que bien merecian; á unos mataron sin hallar resistencia, otros se recogieron á una fuerza que para semejantes ocasiones habian levantado y fortificado en lo postrero de la isla, en frente del promontorio llamado Cronio antiguamente. Hecho esto, volvieron la rabia contra las casas y los campos de los cartagineses, que por todas partes les pusieron fuego, y saquearon sus riquezas. Ellos, aunque alterados con trabajo tan improviso, alegrábanse empero entre aquellos males de tener bastante ocasion y buen color para tomar las armas en su defensa y echar los fenicios de la ciudad, como en breve sucedió; que recogidos los soldados que tenian en las guarniciones y juntadas ayudas de sus aliados, se resolvieron de presentar la batalla y acometer á aquellos de los cuales poco antes fueran agraviados, destrozados y puestos en huida. No se atrevia el enemigo á venir á las manos ni dar la batalla, ni se podia esperar que por su voluntad vendrian en algun partido, por estar tan fresco el agravio que hicieron á los de Cartago. Pusiéronse los cartagineses sobre la ciudad, y con sitio, que duró por algunos meses, al fin la entraron por fuerza. En este cerco pretenden algunos que Pefasmeno, un artífice natural de Tiro, inventó de nuevo para batir los muros el ingenio que llamaron ariete. Colgaban una viga de otra viga atravesada, para que puesta como en balanzas se moviese con mayor facilidad y hiciese mayor golpe en la muralla. Esta desgracia y daño que se hizo á los fenicios, dió ocasion á los comarcanos de concebir en sus pechos gran odio contra los cartagineses. Reprehendian su deslealtad y felonía, pues quitaban la libertad y los bienes á los que, demás de otros beneficios que les tenian hechos, los llamaron y dieron parte en el señorío de España; que eran impíos é ingratos, pues sin bastante causa habian quebrantado el derecho del hospedaje, del parentesco, de la amistad y de la humanidad. Los que mas en esto se señalaron fueron los moradores del puerto de Mnesteo, por la grande y antigua amistad que tenian con los fenicios. Echaban maldiciones á los cartagineses, amenazaban que tal maldad no pasaria sin venganza. De las palabras y de los denuestos pasaron á las armas. Juntáronse grandes gentes de una y de otra parte; pero antes de venir á las manos, intentaron algun camino de concierto. Temian los cartagineses de poner el resto del imperio y de sus cosas en el trance de una batalla; y así, fueron los primeros que trataron de paz. El concierto se hizo sin dificultad. Capitularon desta manera que de la una y de la otra parte volviesen á la contratacion; que los cautivos fuesen puestos en libertad, y de ambas partes satisficiesen los daños en la forma que los jueces árbitros que señalaron determinasen. Para que todo esto fuese mas firme, pareció á la manera de los atenienses decretar un perpetuo olvido de las injurias pasadas; por donde se cree que el rio Guadalete, que se mete en el mar por el puerto de Mnesteo, se llamó en griego Lethes, que quiere decir olvido. Mas cosas traslado que creo, por no ser fácil ni refutar lo que otros

escriben, ni tener voluntad de confirmar con argumentos lo que dicen sin mucha probabilidad. Añaden que sabidas estas cosas en Cartago por cartas de Maharbal, dieron inmortales gracias á los dioses, y que fué tanto mayor la alegría de toda la ciudad, que á causa de tener revueltas sus cosas, no podian enviar armada que ayudase á los suyos y los asistiese para conservar el imperio de Cádiz. Fué así, que los de Cartago llevaron lo peor, primero en una guerra que en Sicilia, despues en otra que en Cerdeña hizo Maqueo, capitan de sus gentes. Siguióse un nuevo temor de una nueva guerra con los de Africa, de que se hablará luego, que hizo quitar el pensamiento del todo al Senado cartaginés de las cosas de España. Por esta causa, los cartagineses que residian en Cádiz, perdida la esperanza de poder ser socorridos de su ciudad, con astucia y fingidos beneficios y caricias trataron de ganar las voluntades de los españoles. Los que quedaron de los fenicios, contentos con la contratacion para que se les dió libertad, con la cual se adquieren grandes riquezas, no trataron mas de recobrar el señorío de Cádiz. En este tiempo, que corria de la fundacion de Roma el año 252, España fué afligida de sequedad y de hambre, falta de mantenimientos, y de muchos temblores de tierra, con que grandes tesoros de plata y oro, que con el fuego de los Pirineos estaban en las cenizas y en la tierra sepultados, salicron á luz por causa de las grandes aberturas de la tierra, que fueron ocasion de venir nuevas gentes á España, las cuales no hay para qué relatallas en este lugar. Lo que hace al propósito es que desde Cartago, pasado algun tiempo, se envió nueva armada, y por capitanes Asdrúbal y Amilcar, hijos que eran del Magon de suso nombrado y ya difunto. Estos de camino desembarcaron en Cerdeña, donde fué Asdrúbal muerto de los isleños en una batalla; hijos deste fueron Aníbal, Asdrúbal y Safon. Amilcar dejó la empresa de España á causa que los sicilianos, sabida la muerte de Asdrúbal, y habiendo Leonidas Lacedemonio llegado con armada en Sicilia, se determinaron á mover con mayor fuerza la guerra contra los cartagineses. A esta guerra acudió y en ella murió Amilcar, que dejó tres hijos, es á saber, Himilcon, Hannon y Gisgon. Demás desto Dario, hijo de Histaspe, por el mismo tiempo tenia puestos en gran cuidado los cartagineses con embajadores que les envió para que les declarasen las leyes que debian guardar si querian su amistad, y juntamente les pidiesen ayuda para la guerra que pensaba hacer en Grecia. Los cartagineses no se atrevian, estando sus cosas en aquel peligro y balance, á enojalle con alguna respuesta desabrida, si bien no pensaban envialle socorro alguno ni obedecer á sus mandatos. Deste Dario fué hijo Jerjes, el cual el año tercero de su imperio, y de la fundacion de Roma 271, å ejemplo de su padre, trató de hacer guerra en Grecia; y por esta causa los griegos que con Leonidas vinieron á Sicilia fueron para resistirle llamados á su tierra. Con esto el Senado cartaginés comenzó á cobrar aliento despues de tan larga tormenta; y cuidando de las cosas de España, se resolvió de enviar en ayuda de los suyos á aquella provincia en cuatro naves novecientos soldados, sacados de las guarniciones de Sicilia, con espe→ ranza que daban de enviar en breve mayores socorros. Estos de camino echaron anclas y desembarcaron en

las islas de Mallorca y Menorca, acometieron á los isJeños, pero fueron por ellos maltratados. Ca tomando ellos sus hondas, arma de que entonces usaban solamente, con un granizo de 'piedras maltrataron á los enemigos tanto, que les forzaron á retirarse á la marina y aun á desancorar y sacar las naves á alta mar; de adonde, arrebatados con la fuerza de los vientos, llegaron últimamente á Cádiz. Con la venida deste socorro se diminuyó la fama del daño recebido en Sicilia y de la muerte del capitan Amilcar, y se quitó el poder de alterarse á los discordes contra los cartagineses. En el mismo tiempo dicen que desde Tarteso, que es Tarifa, se envió cierta poblacion ó colonia y por su capitan Capion á aquella isla, que hacia Guadalquivir con sus dos brazos y bocas. Lo cierto es que donde estaba el oráculo de Mnesteo, los de Tarteso edificaron una nueva ciudad, llamada por esta causa Ebora de los Cartesios, á distincion de otras muchas ciudades que hobo en España de aquel nombre, y Tarteso antiguamente se llamó tambien Carteia. Demás desto, en la una boca de Guadalquivir se edificó una torre, dicha Capion; en qué tiempo no consta, pero los moradores de aquella tierra se sabe que se llamaron cartesios ó tartesios, que dió ocasion á ingenios demasiadamente agudos de pensar y aun decir que desde Tarteso se envió aquella poblacion ó colonia hasta señalar tambien el tiempo y capitan que llaman asimismo Capion, como si todo lo tuvieran averiguado muy en particular.

CAPITULO XX.

Cómo Safon vino en España.

Corria por este mismo tiempo fama que toda Africa se conjuraba contra Cartago, que hacian levas y juntas de gentes cada cual de las ciudades conforme á sus fuerzas; y que unas á otras, para mayor seguridad, se daban relienes de no faltar en lo concertado. El demasiado poder de aquella ciudad les hacia entrar en sospecha; demás que no querian pagar el tributo que por asiento y voluntad de la reina Dido tenian costumbre de pagar. Dábales otrosí atrevimiento lo que se decia de las adversidades y desventuras que en Sicilia y en Cerdeña padecieran. Los de Mauritania, si bien no se podian quejar de algun agravio recebido por los de aquella ciudad, se concertaron con los demás con tanto furor y rabia, que trataban de tirar á su partido á los españoles, que están divididos de aquella tierra por el angosto estrecho de Gibraltar, y apartallos de la amistad de los cartagineses. Movido por estas cosas el Senado cartagines, determinó aparejarse á la resistencia y juntamente enviar al gobierno de lo que en España tenian á Safon, hijo de Asdrúbal, para que con su presencia fortificase y animase á los suyos y sosegase con buenas obras y con prudencia las voluntades de los españoles para que no se alterasen. Lo cual, llegado que fué á España, hizo él con gran cuidado y maña; que llamados los principales de los españoles, les declaró lo que en Africa se trataba y lo que los mauritanos pretendian. Pidióles, por el derecho de la amistad antigua que tenian, no permitiesen que ellos ó algunos de los suyos fuesen atraidos con aquel engaño á dar socorro á sus enemigos, antes con consejo y con fuerzas ayudasen á Cartago. Movidos los españoles con

razones, consintieron que pudiese levantar tres mil españoles, no para hacer guerra ni acometer á los mauritanos, con quien tenia España grandes alianzas y prendas, sino para resistir á los contrarios de Cartago, si de alguna parte se les moviese guerra. Tuvo Safon puestas al Estrecho las compañías y escuadrones, así de su gente como de los españoles, para ver si por miedo mudarian parecer los mauritanos y dejarian de seguir los intentos de los demás africanos. Pero como no desistiesen, pasado el Estrecho, puso á fuego y á sangre los campos y las poblaciones, robando, saqueando y poniendo en servidumbre todos los que por el trance de la guerra venian en su poder. Movidos de sus males los mauritanos, hicieron junta en Tánger, que está en las riberas de Africa enfrente de Tarteso ó Tarifa, para determinar lo que debian hacer. En primer lugar, pareció enviar embajadores en España á quejarse de los agravios que recebian de los suyos, de aquellos que á Safon seguian, y alegar que los que les debian ayudar, esos les hacian contradiccion y perjuicio; mirasen á los que dejaban y con quiénes tomahan compañía; que los cartagineses ponian asechanzas á la libertad de todos, y por tanto era mas justo que juntando las fuerzas con ellos, vengasen las injurias comunes, y no tomasen aparte consejo, de que les hobiese luego de pesar, quier fuesen los cartagineses vencidos, por el odio en que incurrian de toda Africa, quier fuesen vencedores, pues ponian á riesgo su libertad; que los cartagineses, por su soberbia y arrogancia, pensaban de muy atrás enseñorearse de todo el mundo. A esto los españoles se excusaron de aquel desórden, que sucedió sin que lo supiesen, que á Safon se le dió gente de España, no para hacer guerra, sino para su defensa; que enviarian embajadores á Africa, por cuya autoridad y diligencia, si no se concertasen y hiciesen paces, volverian los suyos de Africa. Como lo prometieron, así lo cumplieron. Con la ida de los embajadores se dejaron las armas, y se tomó asiento con tal condicion que el tal capitan cartaginés sacase sus gentes de la Mauritania; los mauritanos llamasen los suyos de la guerra que se hacia contra Cartago, pues de aquella ciudad no tenian queja alguna particular. Esto se concertó; pero como vuelto Safon en España, todavía los mauritanos perseverasen en los reales de los africanos, tornó á movelles guerra, y les hizo mayores daños, y apenas se pudo alcanzar por los españoles que entraron de por medio que, fortificado de nuevas compañías de España que le ofrecian de su voluntad, dejada la Mauritania, entrase mas adentro en Africa. En fin se tomó este acuerdo, con que los ejércitos enemigos de Cartago fueron vencidos, ca los tomaron en medio por frente y por las espaldas las gentes que salieron de Cartago por una parte, y por otra las que partieron de España. Saruco Barquino, así dicho de Barce, ciudad puesta á la parte oriental de Cartago, dado que Silio Itálico dice que de Barce, compañero de Dido, se señaló en servir en esta guerra á los cartagineses. Así le hicieron ciudadano de aquella ciudad, y dió por este tiempo principio á la familia y parcialidad muy nombrada en Cartago de los Barquinos. Dióse fin á esta guerra año de la fundacion de Roma de 283. Safon, vuelto en España, y ordenadas las cosas de la provincia, siete años despues fué removido del cargo y lla-,

mado á Cartago, con color de dalle el gobierno de la ciudad y el cargo y magistrado mas principal, el cual, como dice Festo Pompeyo, se llamaba suffetes. La verdad era que les daba pena que un ciudadano, con las riquezas de aquella riquísima provincia, creciese mas de lo que podia sufrir una ciudad libre, dado que por hacerle mas honra enviaron en su lugar tres primos suyos, Himilcon, Hannon y Gisgon, y á él, vuelto á su tierra, le hicieron grandes honras; con que se ensoberbeció tanto, que teniendo en poco la tiranía y señorío de su ciudad, trató de hacerse dios en esta forma. Juntó muchas avecillas de las que suelen hablar, y enseñóles á pronunciar y decir muchas veces tres palabras: Gran dios Safon. Dejólas ir libremente, y como repitiesen aquellas palabras por los campos, fué tan grande la fama de Safon por toda aquella tierra, que espantados con aquel milagro los naturales, en vida le consagraron por dios, y le edificaron templos; lo que antes de aquel tiempo no aconteciera á persona alguna. Plinio atribuye este hecho á Hannon, la fama á Safon, confirmada y consagrada por el antiguo proverbio latino y griego, es á saber: Gran dios Safon.

CAPITULO XXI.

Como Himilcon y Hannon descubrieron nuevas navegaciones. Himilcon y Hannon, tomado el cargo de España, luego que pudieron, se hicieron á la vela con su armada para ir á su gobierno. Acometieron de camino á los de Mallorca, si por ventura con maña y dádivas de poco precio pudiesen alcanzar de aquellos hombres groseros, y que no sabian semejantes artificios, que les diesen Jugar y permitiesen levantar en aquella isla un fuerte, que fuese como escalon para quitalles la libertad. Dióseles esta licencia, y aun dicesc que en Menorca, entre septentrion y poniente, edificaron un pueblo, que se llamó Jama, y otro al levante, por nombre Magon. Algunos añaden el tercero lugar de aquella isla llamado Labon, y piensan que la causa destos nombres fueron tres gobernadores de aquella isla enviados de Cartago sucesivamente. Lo cierto es que Hannon, llegado á Cádiz, con deseo de gloria y de saber nuevas cosas, discurrió por las riberas del mar Océano hasta el promontorio Sacro, que hoy es cabo de San Vicente en Portugal; y todo lo que vió y notó en particular, lo escribió al Senado. Decia que tenia grande esperanza se podian descubrir con grande aprovechamiento de la ciudad las riberas de los mares Atlántico y Gállico, inaccesibles hasta entonces, y que corrian por grande distancia. Que le diesen licencia para aderezar dos armadas y apercebillas de todo lo necesario para tan largas navegaciones y de tanto tiempo. Lo cual el año siguiente por permision del Senado se hizo; mandaron á Himilcon que descubriese las riberas de Europa y los mares lo mas adelante que pudiese. Hannon tonió cuidado de descubrir lo de Africa. Gisgon, por acuerdo de los hermanos y con órden del Senado, quedó en el gobierno de España. Acordado esto, y apercebido todo lo necesario, al principio del año que se contaba de la fundacion de Roma 307, Hannon y Himilcon con sus armadas se partieron para diversas partes. Himilcon partió de Gibraltar, que antiguamente se dijo Heraclea, pasó por los Mesenios y por los Selbisios que estaban en los Bastulos, dobló el cabo postrero del Estrecho, que se dijo Herma

ó promontorio de Junon; y vueltas las proas á manderecha, llegó á la boca de Cilbo, rio que entra en el mar entre los lugares Bejel y Barbate, como tambien el rio que luego se sigue, llamado Besilio, descarga junto al cabo de San Pedro en frente de Cádiz, y entra en el mar; quedaba entre estos dos rios en una punta de tierra que allí se hace el famoso sepulcro de Gerion. Siguese luego la isla Eritrea, que era la misma de Cádiz, segun algunos lo entienden; otros la ponen por diferente cinco estadios apartada de tierra firme, al presente comida del mar en tanto grado, que ningun rastro della se ve. Mas adelante vieron un monte lleno de bosques y espesura; informáronse, y hallaron que se llamaba Tartesio del nombre comun de aquellas marinas, y que de la cumbre de aquel monte salia y bajaba un rio, el cual arriba se dijo que se llamaba Lethes, y ahora es Guadalete. Seguíanse ciertos pueblos de los Turdetanos, llamados los Cibicenos, que se extendian hasta la primera boca de Guadalquivir. Eu medio de aquellas sus riberas estaba edificada la torre Gerunda, obra de Gerion. Mas adentro en la tierra los lleates el rio Guadalquivir arriba, los Cempsios, los Manios, todos gentes de la Turdetania. Entendióse tambien que aquel rio, que de otros era llamado Tartesio, nacia de la fuente llamada Ligostica, que manaba y se hacia de una laguna puesta á las haldas del monte Argentario; hoy se llama monte de Segura. Decian asimismo que, dividido en cuatro brazos, regaba los campos de la Bética; mentira que tenia aparencia, y por eso fué creida; ca por ventura tenian entendido que tres rios, los cuales se juntan con Guadalquivir, cran los tres brazos del mismo, ó sea que por ventura le sangraban y hacian acequias en diversas partes para riego de los campos; lo que apenas se puede creer de ingenios tan groseros como eran los de aquel tiempo. Rufo Festo, que escribió estas navegaciones, dice que Guadalquivir entraba en la mar por cuatro bocas; los antiguos geógrafos hallaban dos tan solamente; nosotros mudadas con el tiempo las cosas y alteradas las marinas, no hallamos mas de una. Partido de allí, y pasadas las bocas de Guadalquivir, vieron las cumbres del monte Casio, rico de venas de estaño, como lo da á entender el nombre; y aun quieren decir que del nombre de aquel monte el estaño por los griegos fué llamado casiteron. La llanura bajo de aquel monte poscian los Albicenos, contados entre los Tartèsios. Seguíase el rio Ibero, que antiguamente fué término postrero de los Tartesios, y al presente entra en el mar entre Palos y Huelma. De este rio quieren algunos que España haya tomado el nombre de Iberia, y no del otro del mismo apellido que en la España citerior hoy se llama Ebro, y con su nobleza ha escurecido la fama deste otro; llámase hoy rio del Acige por la muchedumbre desta tierra que en aquellos lugares se saca, á propósito de teñir lañas y paños de negro. En la misma ribera hacia el poniente vieron la ciudad de Iberia, de la cual hizo mencion Tito Livio, y era del mismo nombre de otra que estuvo asentada en la ribera del rio Ebro, no léjos de Tortosa. Seguíanse luego los esteros del mar por aquella parte que el promontorio dicho de Proserpina, por un templo desta diosa que allí se via, se metia el mar adentro. Doblada esta punta, vieron lo postrero de los montes Marianos, por donde en el mar se terminan, y encima la cumbre del monte Zefirio,

que parecia llegar al cielo, cubierto de nubes y de niebla, aunque el mar sosegado á causa de los pocos vientos que en aquella parte soplan. Mas adelante, unas riberas llenas de pedregales y matorrales se tendian hasta el monte de Saturno. Luego despues los Cenitas, por medio de los cuales corria Guadiana, con dos islas opuestas, que la mayor llamaban Agonida. Despues doblado el promontorio Sacro, hoy cabo de San Vicente, por riberas que hacen muchas vueltas, llegaron al puerto Ce is, no léjos de la isla dicha entonces Petanio, y hoy Perseguero. Caian cerca los Draganos, pueblos de la Lusitania, incluidos entre dos montes Sefis y Cemfis, y que al norte tenian por término un seno de mar puesto en frente de las islas dichas Strinias, puestas en alta mar. Tenian los Draganos otra isla cerca, llamada Acale, cuyas aguas eran azules extraordinariamente y de mal olor. Esta forma tenian entonces aquellas marinas; al presente, habiéndose el mar retirado, todo está diferente de lo antiguo. Sobre la isla Acale en tierra firme se empinaba el monte Cepriliano, y muy adelante por aquellas riberas hallaron entre levante y septentrion á la isla Pelagia, de mucha verdura y arboledas; pero no osaron saltar en ella, por entender de muchos que era consagrada al dios Saturno, y que á los que á ella abordaban se les alteraba el mar: tal era la vanidad y supersticion de aquella gente. Seguíanse en tierra firme los Sarios, gente inhumana y enemiga de extranjeros; por donde el cabo que en aquella parte hoy se dice Espichel, antiguamente por la fiereza desta gente se llamó Barbario. Desde allí en dos dias de navegacion llegaron á la isla Strinia, deshabitada y llena de malezas, á causa que los moradores, forzados de las serpientes y otras sabandijas, la desampararon y buscaron otro asiento; por esto los griegos la llamaron Ofiusa, que es tanto como de culebras. Ofrecióse luego la boca de Tajo, donde los Sarios se terminaban con una poblacion de griegos, que se entiende, no sin probabilidad, que fuese Lisboa, ciudad en el tiempo adelante nobilísima. Hiciéronse desde allí á la vela, y tocaron en las islas Albiano y Lacia; hoy se cree que son las islas puestas enfrente de Bayona en Galicia. Llegaron á las riberas de los Nerios ó Jernos, que se tendian hasta el promontorio Nerio, que llamamos el cabo de Finisterre; junto á él están muchas islas, llamadas antiguamente Strenides, porque los moradores de la isla Strinia, huidos de allí á causa de las serpientes, como se ha dicho, hicieron su asiento en aquellas islas. Decíanse tambien Casiterides, por el mucho plomo y estaño que en ellas se sacaba. Pasado el promontorio Nerio, Himilcon y sus compañeros, vueltas las proas al oriente, por falta de los vientos en aquellas riberas y por los muchos bajíos y con las muchas ovas embarazados, padecieron grandes trabajos; mas prosiguieron en correr los puertos, ciudades y promontorios de los Ligores, Asturianos y Siloros, que por órden se seguian en aquellas marinas. De las cuales cosas no se escribe nada, ni se halla memoria alguna de lo que pasaron en el mar de Bretaña y en el Báltico, donde es verisímil que llegaron guiados del deseo de descubrir, calar y considerar las riberas de la Francia y de Alemaña. Ni aun, que se sepa, hay memoria del camino que para volver á España hicieron, despues que gastaron dos años enteros en ida y vuelta de navegacion tan larga y dificultosa.

CAPITULO XXII.

De la navegacion de Hannon.

La navegacion de Hannon fué mas larga y la mas famosa que sucedió y se hizo en los tiempos antiguos, y que se puede igualar con las navegaciones modernas de nuestro tiempo, cuando la nacion española con esfuerzo invencible ha penetrado las partes de levante y de poniente, y aun aventajarse á ellas, por no tener noticia entonces de la piedra iman y aguja ni saber el uso, así della como del cuadrante, por donde no se atrevian á meter y alargarse muy adentro en el mar. Juntada pues y apercebida una armada de sesenta galeras grandes, en que llevaban treinta mil personas, hombres y mujeres, para hacer poblaciones de su gente por aquellas riberas donde pareciese á propósito, se hicieron á la vela desde Cádiz. Pasadas las columnas de Hércules en dos dias de navegacion, llegados que fueron á una grande llanura, edificaron una gran ciudad, que dijeron Timiaterion. Vueltas luego las proas al poniente, seguíase el promontorio Ampelusio, que nosotros comunmente llamamos cabo de Espartel; y aun sospecho es el que Arriano llamó Soloen, de mucha espesura de árboles y de muy grande frescura. Síguese el rio Zilia, que sospechoso Polibio llamó Anatis; y en este tiempo junto á él está asentado un lugar, por nombre Arcilla. Los Lixos, gente que moraba y tomaba el nombre del rio Lixio, el cual corre de la Libia y descarga por aquella parte en el Océano, estaban tendidos setecientas y treinta y cinco millas, conforme á la medida romana, mas adelante del promontorio Ampelusio. Allí fingieron antiguamente que Hércules luchó con el gigante Anteo, y que en el mismo lugar eran los jardines de las Hespérides y el espantoso dragon que las guardaba. Seguíanse á igual distancia en espacio de cien millas, ó veinte y cinco leguas, otros dos rios: el uno se llamó Subur, donde se via una poblacion, por nombre Bonosa; el otro Sala, con otra poblacion del mismo nombre, que hoy se llama Salen, en un buen asiento y fresco, pero molestado de las fieras por caelle cerca los desiertos de Africa. Partidos de aquellos lugares, llegaron al monte Atlante, que se termina en el mar en el cabo que los antiguos llamaron la postrera Chaunaria, despues por los marineros fué comunmente llamado el cabo Non, por estar persuadidos que el que con loco atrevimiento le pasaba para siempre no volvia; hoy le llamamos cabo del Boyador, si bien algunos ponen por diferentes el cabo Non y el cabo del Boyador; lo mas cierto es que tiene enfrente la isla de Palma, puesta hácia el poniente, una de las Canarias, de la equinoccial distante veinte y ocho grados que tiene de altura. Pasado este promontorio, ofrecióseles una ribera muy tendida hasta una pequeña isla de cinco estadios en circuito, la cual ellos, dejando allí una poblacion, llamaron Cerne. Yo entiendo que en nuestro tiempo se llama Argin, y estú pasado el cabo Blanco, asentado veinte y un grados mas acá de la equinoccial; y della todo aquel golfo se llama el golfo de Argin, que va tendido hasta el Cabo Verde y las diez islas que tiene enfrente, antiguamente dichas Hespérides; entre las demás la principal hoy se llama de Santiago, y todas ellas se dicen las islas de Cabo Verde. Este cabo ó promontorio sospecho que Arriano le llama Cuerno Hesperio, y que el rio muy ancho que antes dél

memoria de cosa tan señalada, de dos hembras que prendieron, porque á los machos no pudieron alcanzar por su gran ligereza, como no se amansasen, las mataron, y enviaron á Cartago las pieles llenas de paja, donde estuvieron mucho tiempo colgadas en el templo de Vénus, para memoria de tan grande maravilla. Los doctos ordinariamente no sin razon creen que esta isla es una que está debajo la equinoccial frontero de un cabo de Africa, llamada de Lope Gonzalez, sujeta en este tiempo á los portugueses, y que se llama la isla de Santo Tomé, tan rica de azúcares, que se dan muy bien en ella, como mal sana, principalmente á los nuestros, como quier que los etíopes se hallen allí muy bien de salud. Los hombres cubiertos de vello entendemos que fueron cierto género de monas grandes, cuales en Africa hay muchas y de diversas raleas, del todo en la figura semejantes á los hombres, y de ingenios y astucias maravillosas. Arriano escribe que Hannon y sus compañeros desde aquellos lugares y desde aquella isla dieron la vuelta á España, forzados de la falta de mantenimientos. Plinio dice que Hannon llegó hasta el mar Rojo, pasado, es á saber, el cabo de Buena Esperanza, en el cual, adelgazadas de entrambas partes las riberas, la Africa interior á manera de pirámide se termina. Dice mas, que desde allí envió embajadores á Cartago, por tierra sin duda, con informacion de todo lo sucedido. En esto concuerdan, que volvió al quinto año de la partida de España, y de la fundacion de Roma se contaba 312. Los que con él fueron, vueltos, á porfia contaban milagros que les acontecieran en navegacion tan larga, tormentas, figuras de aves nunca oidas, cuerpos monstruosos de fieras y peces, varias forinas de hombres y de animales, vistas ó creidas por el miedo, ó tingidas de propósito para deleitar al pueblo, que abobado oia cosas tan extrañas y nuevas.

entra en el mar, es el que Festo llama Asama, porque tambien en este tiempo, con nombre no muy diferente de lo antiguo, se llama Sanaga. Cria crocodilos y caballos marinos; crece otrosí, y mengua en el estío á la manera del Nilo; por donde se entiende que tienen una misma origen estos dos rios y nacen de unas mismas fuentes. Los antiguos, y en particular Plinio, le llamaron Nigir. Entra en el mar por dos bocas: la que hemos dicho, y otra que está pasado Cabo Verde, y por su gran anchura vulgarmente se llama el rio Grande. Seguíanse las islas Gorgonides; así las llamó Hannon, de unas mujeres monstruosas que allí vieron, las cuales los antiguos llamaron gorgonas. Cerca de aquellas islas vieron un monte muy empinado, que llamaron Carro de los Dioses, por resplandecer con fuegos y porque tenia grande ruido de truenos; los nuestros le llaman Sierra Leona, puesta ocho grados antes de la equinoccial. En Ptolemeo está demarcado el Carro de los Dioses en cinco grados de altura, y no mas, sea que los números, por descuido de los escribientes, estén estragados, ó que él mismo se engañó. Este monte, por su altura, ordinariamente resplandece con relámpagos, demás que los moradores por causa del calor, que por allí es muy exceside dia están encerrados en cuevas debajo de tierra, y las noches salen á trabajar y procurar su sustento con hachos encendidos; por donde los campos cercanos á aquel monte resplandecen de noche, y parece que arden en vivas llamas y en fuego; cosa que dió ocasion á Hannon y á sus compañeros á que pensasen de veras, ó que de propósito fingiesen, como suele acontecer cuando se habla de cosas y lugares tan apartados, que de aquellas partes y campiñas corrian en el mar rios de fuego, y que todas aquellas tierras comarcanas estaban yermas, á causa de aquellas perpetuas llamas. Pasado aquel monte, descubrieron una isla, habitada de hombres cubiertos de vello (así lo entendieron ellos), y para

vo,

LIBRO SEGUNDO.

CAPITULO PRIMERO.

Que Hannon y sus hermanos volvieron á su tierra. IIANNON Y Himilcon, despues de tan dificultosos viajes y tan largas navegaciones, vueltos en España, con deseos de descansar y de verá su patria, sin dilacion se partieron á Cartago, donde fueron con grande acompañamiento de los que salieron á recebillos, con aplauso de todo el pueblo y solemnidad semejante á triunfo metidos en la ciudad. Todos alababan y engrandecian el vigor de sus ánimos, sus famosos acometimientos y el alegre remate de sus empresas. Quedó Gisgon en el gobierno de España, al cual se le dió tambien licencia que dejado el cargo se volviese á Cartago. Lo que mucho importaba para continuar en su poder y autoridad, hicicron que Aníbal, su primo, que era hermano de Safon, junto con Magon, pariente y amigo de los mismos, fuesen

nombrados para suceder en el gobierno de España. Deste Magon se dice que en las islas Baleares, donde se letuvo algunos años, edificó en Menorca una ciudad de su nombre. No hay duda sino que en aquella isla hobo antiguamente una ciudad que se llamó Magon, pero la semejanza del nombre no es conjetura bastante para asegurar que haya en particular sido fundada por este Magon, como quier que no haya para comprobarlo otro testimonio de escritores antiguos. Lo que se tiene por averiguado es que, llegado que fué Aníbal á Cádiz, Gisgon, cargada la flota de riquezas que él y sus hermanos juntaran muy grandes, se hizo á la vela, pero no llegó á Cartago, porque corrió fortuna, y se perdió con todas las naves por la violencia de ciertas tormentas, muchas y muy bravas, que por aquellos dias trajeron muy alterado el mar, que fué año de la fundacion de Roma de 315. Dicese tambien que Aníbal, en las riberas del mar

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