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hobo nuevos movimientos en Cataluña, por estar la provincia dividida en parcialidades; unos seguian á Armengaudo, conde de Urgel; otros favorecian á Raimundo Rogerio, conde de Fox; por la cual parcialidad la ciudad de Urgel fué cercada y tomada por fuerza. El moro Abenjuzef, soberbio por la victoria pasada y la prueba que hizo de sus fuerzas y fortuna, con orgullo se prometia en su pensamiento el señorío de toda España. Rehaciéndose pues de fuerzas y juntadas mas gentes, volvió otra vez á Toledo; no tenia esperanza de apoderarse de la ciudad por la fortaleza del sitio; taló los campos, saqueó los lugares comarcanos, hizo grandes robos, llegó con las talas hasta Madrid y Alcalá, y á mano izquierda hasta Ocaña, Uclés, Huete y Cuenca, destrozando todo lo que encontraba. Los nuestros por los daños del año pasado y por el miedo presente estaban sin consejo y sin saber qué partido tomarian para defender la patria. Era extremo el peligro en que las cosas de los cristianos se hallaban, porque el Moro, efectuadas tan grandes cosas, se volvió al Andalucía con su ejército sano y salvo, determinado de tornar á la guerra el año siguiente con mayor furia. Don Alonso, rey de Castilla, rodeado de tantos males, por no tener fuerzas iguales al enemigo, trataba de buscar socorros y ayudas de fuera. Poca esperanza tenia que los leoneses y navarros hiciesen cosa de provecho, pues demás del desacato pasado, en tiempo tan trabajoso acometian por diversas partes las tierras de Castilla, sin tener cuenta con la cristiandad ni considerar lo que la fama diria dellos. Fué así, que el rey de Navarra trabajó las tierras de Soria y Almazan, por do entró á robar con sus soldados; el rey de Leon, puesta confederacion y alianza con los bárbaros que moraban en Extremadura en las tierras que caen entre Tajo y Guadiana, se metió por tierra de Campos, en que taló toda la campaña. En solo don Pedro, rey de Aragon, llamado el Católico, quedaba alguna esperanza. Convidole el rey de Castilla para hacer confederacion y juntar las fuerzas contra los enemigos comunes. Vino el Aragonés en ello. Hecho este concierto, pareció primero vengar las injurias del rey de Leon, despues los agravios que hicieron los navarros ; con esto de primera instancia fueron tomados del rey de Leon los pueblos de Bolaños, Castroverde, Valencia y el Carpio. Contra los navarros no se pudo hacer la guerra como lo tenian acordado, á causa que Abenjuzef se apercebia para hacer nueva guerra, como aquel que estaba acostumbrado demasiadamente á hacer entradas por nuestras tierras; con todo esto, los castellanos y aragoneses con la gente que fuera justo acometer á los bárbaros, sin ningun cuidado de la cristiandad, revolvieron contra el rey de Leon, causa de todos los males, como ellos decian; tornaron á entrar por sus tierras el año de 1198 y llegaron hasta Astorga; destrozaron la tierra de Salamanca, apoderáronse de la una y de la otra Alava, y de Monterey con otros lugares; despues desto tornaron á tratar de vengarse del rey de Navarra, que no menos agravios tenia hechos, y esto con tanta voluntad de los reyes de Castilla y Aragon, que olvidados de su reputacion y sin moverse por el peligro de la cristiandad, se determinaron hacer concierto con Abenjuzef, comun enemigo de cristianos, y no tuvieron por cosa fea ser los primeros á convidalle con la confederacion. El Bárbaro no deja

ba de dar orejas á esta plátion, por tener gran deseo de volver sus fuerzas contra el rey de Portugal, que tenia hecho en los bárbaros grande estrago, fuera de que estaba con cuidado de las cosas de Africa. Asentáronse treguas con los moros por diez años. En este tiempo don Sancho, rey de Portugal, parte de su cuidado y pensamiento ocupaba en reparar ó edificar de nuevo diferentes pueblos, de donde ganó el renombre y fué llamado don Sancho el Poblador; en este número se cuentan Valencia de Miño, Montemayor el Nuevo, Vallelas, Peñamacor, Sortella y Penella con otros, parte de los cuales por donacion del Rey se dieron á los caballeros de Santiago, parte á los de Avis, que por este tiempo comenzaron en Portugal á tener fama. El mayor cuidado que tenia era de echar los moros de toda aquella provincia; y así, se apoderó de la ciudad de Silves, que está al promontorio Sacro ó cabo de San Vicente, ayudado de una gruesa armada que vino de Francia y Ingalaterra. En particular el conde Filipe, cuñado del Rey, envió en su ayuda veinte y siete naves, y en ellas muy escogidos soldados de Flandes. En la razon del tiempo en que esto sucedió no concuerdan los escritores; algunos señalan el año de 1199, otros lo ponen diez años antes, que fué en el tiempo que los reyes Enrique, de Ingalaterra, y Filipe, de Francia, con deseo de promover y sustentar la cristiandad que estaba para perderse, se determinaron de pasar por mar á la TierraSanta, despues que tuvieron primero vistas en los velocases, donde está la villa de Gisors, cabeza que es de los pueblos que llaman vergasins; pero el Inglés, mudada la voluntad, se quedó en su tierra y envió en su lugar á su hijo Ricardo. Hizo compañía á los reyes Enrique, á la sazon conde de Campaña, en Francia; despues por casar con doña Isabel, hija del rey Amalarico, fué: rey de Jerusalem. Hijo deste Enrique, de la primera mujer, fué Teobaldo, conde de Campaña, con quien por estos tiempos casó doña Blanca, hermana de don Sancho, rey de Navarra, madre de otro Teobaldo que el tiempo adelante vino á ser rey de Navarra. Los corazo→ nes de los mortales, trabajados con tantos males y aquejados de miedos, tenian otrosí atemorizados muchos prodigios, que se vian como anuncios de grandes males. En Portugal hobo peste y hambre gravísima, y en el cielo se vieron otras señales; el vulgo, inclinado á pensar lo peor y dado á supersticiones, decia ser venganza del cielo y ira de Dios, porque el matrimonio de don Alonso, rey de Leon, y de doña Teresa, infanta de Portugal, si bien era ilegítimo y por las leyes ninguno, nose apartaba; dado que Inocencio, pontífice tercero deste nombre, sucesor de Celestino, que habia comenzado á gobernar la Iglesia romana, lo procuraba con todo cuidado de tal suerte, que puso entredicho en todo Portugal y pena de excomunion á todos los que no obedeciesen á su mandato. Acrecentóse este miedo por perderse, como se perdió á la sazon, la ciudad de Silves, destruidos y talados los lugares y campos de aquella comarca; lo uno y lo otro por las armas y esfuerzo de Abenjuzef, que pretendia por esta manera satisfacerse de las injurias y daños que el rey de Portugal le tenia hechas el tiempo pasado.

CAPITULO XX.

De la guerra que se hizo contra Navarra.

de Aragón, á Aguilar en tierra de Campos. Estas cosas
hacia, y no aflojaba con eso el cuidado de la guerra
que pensaba hacer á los navarros, ni cesaba de amo-
nestar al rey de Aragon que juntase con él las fuerzas
y las armas. Así en un tiempo las gentes de Aragon y
Castilla se movieron contra los navarros. El rey don
Sancho, vista la tempestad que cargaba sobre él y que
no tenia fuerzas bastantes, como quier que esperase
poca ayuda de los príncipes cristianos, que sentia estar
enajenados por industria y maña del rey de Castilla,
tanto, que se comenzaba á tratar del casamiento entre
Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, y la infanta doйa
Blanca, hija de don Alonso, rey de Castilla; determinó
por el mar pasarse á Africa para pedir ayuda al mira-
mamolin Abenjuzef; grande afrenta y notable maldad,
mayormente que se entendia no dejaria él, como era
soberbio, pasar la ocasion que la discordia de los nues-
tros le presentaba de acometer de nuevo á España.
Los historiadores navarros no conforman con lo que de
verdad pasó, sino con deseo de excusar aquella jorna-
fingen que don Sancho pasó en Africa con intento
de socorrer al Rey moro de Tremecen contra el de Tú-
nez; la invencion por sí misma se manifiesta, por no
haber entonces reyes en Africa de aquellas ciudades;
así, no me pareció era menester refutalla con mas pa-
labras. La verdad es que pasado el rey don Sancho en
Africa, los reyes de Castilla y de Aragon se metieron
por Navarra como por tierra sin dueño y sin valedor.
Aivar y lo de Valderroncal tomó el rey de Aragon. Los
pueblos de Miranda y Inzula se dieron al rey de Casti-
lla, que puso tambien cerco sobre Victoria, cabeza de
Alava; y porque se defendian los ciudadanos valiente-
mente y el cerco se dilataba, dejando en su lugar á
don Diego de Haro para apretallos, el Rey se partió á
Guipúzcoa, una de las tres provincias de Vizcaya, la
cual, irritada por los agravios de los navarros, estaba
aparejada á entregársele, como lo hicieron luego, ca
rindieron al Rey todas las fuerzas de la provincia; lo
que tambien al fin hizo Victoria, perdida la esperanza
de poderse defender, y por su autoridad todas las de-
más villas de Alava. Solamente sacaron por condicion
que no les pudiese el Rey dar leyes ni poner goberna-
dores, excepto en Victoria solamente y Treviño, luga-
res y plazas en que se permitia que el Rey pusiese quien
los gobernase. Todo era fácil á los reyes de Castilla y de
Aragon, por estar toda la provincia de Navarra desam-
parada de todo socorro y sin fuerzas, fuera de que de
nuevo se divulgó por la fama que el rey don Sancho co-
menzara á estar enfermo de cáncer que le nació en una
pierna, sin esperanza de poder sanar. La melancolis,
que por la poca esperanza que tenia de remedio se le
engendró, fué causa de aquella mala dolencia. Las ma-
rinas de Vizcaya, que importaba mucho para conser-
var el señorío de aquella provincia, fueron fortificadas,
reparados los lugares de San Sebastian, Fuenterrabia,
Guetaria y Motrico; los pueblos de Laredo, Santander
y San Vicente de nuevo se fundaron en las riberas cer-
canas. Entre tanto que el rey don Alonso de Castilla
se ocupaba en hacer estas cosas, don Sancho, rey de
Navarra, sin hacer ningun efecto, volvió afrentado á su
patria y reino, que halló diminuido y falto en muchas
partes, muchos pueblos enajenados. Envió sobre estos
agravios á los dos reyes embajadores con toda humil-

Apartóse aquel matrimonio del rey de Leon por causa del parentesco que tenian él y su mujer con dificultad y tarde; pero en fin, se apartó el año de nuestra salvacion de 1200, y luego se comenzó á poner en plática de pedir á la infanta doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, de la cual se dijo poco antes que estaba concertada de casar con Conrado, duque de Suevia, mas ella se excusaba por las costumbres de los alemanes y por el largo camino, puesto que no menos aborrecia el matrimonio de Leon por el parentesco que con él tenia, causa que el primero se apartase; pero los reyes muchas veces posponen la honestidad y religion á sus particulares. Los halagos de la madre. ablandaron el corazon de la doncella, y á su padre parecia que los casamientos de diversas naciones muchas veces suelen ser desgraciados, y que no se debia dejar la ocasion de ganar al rey de Leon que les hacia tantos daños, demás de apartalle de la amistad del rey de Na-da, varra, de quien principalmente deseaba satisfacerse y vengarse, y entendia que desamparado del rey de Leon, no tendria fuerzas bastantes para resistir. Por una epístola de Inocencio III, enderezada al de ComposteIla, se ve que el de Toledo fué á Roma el año pasado para alcanzar dispensacion del Papa sobre este matrimonio que se trataba, y no la quiso dar. Entre tanto pues que estas cosas se trataban y maduraban, el rey de Castilla don Alouso, con grande deseo de vengarse, se apercebia con todo cuidado para aquella guerra; á don Pedro, rey de Aragon, para no poder venir luego, como en la confederacion quedó asentado, impidió la discordia que tenia con su madre la reina doña Sancha; ca teniéndola por sospechosa y creyendo que trataba de volverse á Castilla, procuró quitalle los lugares de su dote. Pero á instancia del rey de Castilla se asentó la concordia entre la madre y el hijo; juntáronse los dos reyes en Hariza, pueblo asentado á la raya de los dos reinos, donde por medio y diligencia del rey don Alonso y por su voluntad, se determinó que á trueco de Tortosa y de Azcona y de otros pueblos la Reina diese al rey de Aragon los de Hariza, Epila y Embite, que le pertenecian á ella; en que pretendia el Aragonés quitar la entrada por aquella parte al rey de Castilla, si en algun tiempo quisiese acometer las tierras de Aragon; consideraba que las voluntades de los hombres, y mas las de los reyes, son varias y mudables, y por ningun respeto de parentesco se mueven cuando se les muestra esperanza de ensanchar su estado. Don Pero Ruiz de Azagra, señor de Albarracin, se halló en aquellas vistas de los reyes por estar, es á saber, ya reconciliado con ambos. Hizose esta confederacion á 30 de noviembre. En el mismo año doña Berenguela, hermana del rey don Sancho de Navarra, casó con Ricardo, rey de Ingalaterra; así lo dicen las historias de España. Los escritores ingleses refieren que sucedió esto el año pasado, y afirman que en este falleció el mismo Ricardo. El rey don Alonso, con la comodidad de las treguas que tenia con los moros, deseaba reparar los daños que el tiempo pasado se recibieran, y para esto procuraba reparar á Plasencia y á Béjar, y á Mirabel y á Segura en el monte Argentario, á Monfredo y á Moya en la Mancha

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Cómo el rey de Aragon fué á Roma.

Estas cosas sucedian en España en el tiempo que Ricardo, rey de Ingalaterra, en prosecucion de la guerra que emprendió en Francia, con que mucho tiempo trabajó aquella provincia, en el cerco que tenia sobre Limoges, ciudad muy fuerte, fué muerto con una saeta que le tiraron desde los adarves. Sucedió en el reino su hermano de padre y madre, llamado Juan. Filipe, por sobrenombre Augusto, rey de Francia, con intento de derribar al nuevo Rey y desbaratar sus intentos antes que cobrase fuerzas, hizo grandes juntas de gentes. Acometió á la Normandía, á la Bretaña y á los de Anjou, estados que eran de los ingleses en Francia; apoderóse de las ciudades, de unas por fuerza, de otras de grado. Contra su poder no tenia el nuevo Rey ni le quedaba alguna esperanza, por ser desigual en fuerzas y no hallar camino para defenderse de contrario tan bravo y ejecutivo. Enviáronse el uno al otro embajadas, y por este medio, para que los reyes se viesen, señalaron á Butavento, pueblo de Normandía. Hízose allí confederacion y alianza, mas necesaria que honrosa para los ingleses, en que dejaban al Francés las ciudades de que se apoderara, solo con una condicion y gravámen, que una hija del rey de Castilla casase con Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, sin llevar otra dote alguna. Este color se tomó y esta capa por ser sobrina del Inglés, bija de su hermana. Solo lo de Anjou se restituyó á los ingleses. Enviáronse embajadores al rey de Castilla de todo lo que pasaba. El, alegre con la nueva y con el concierto que demás del bien comun le traia á él tanto provecho, vino en lo que le pedian. Tenia el rey don Alonso cuatro hijas, las tres en edad de casarse; estas eran doña Berenguela, doña Urraca, doña Blanca. Doña Berenguela por este mismo tiempo casó con el rey de Leon. A los embajadores que de Francia vinieron sobre el caso dieron á escoger entre las dos que restaban. Doña Urraca era mas apuesta y de mas edad. Sin embargo, ellos ofendidos del nombre doña Urraca, escogieron á doña Blanca. En Búrgos se hicieron los desposorios, dende acompañada del padre fué la doncella llevada á la Guiena, por estar en poder de los ingleses; de alli con acompañamiento de grandes de Francia pasó adonde estaba su esposo. Los ingleses quedaron muy sentidos de que con aquella confederacion se hobiese escurecido la majestad de aquel reino, en tanto grado, que pasado el Rey á Ingalaterra, le miraban de mala gana y con malos ojos, y al entrar en las ciudades no le hacian las aclamaciones que suelen y acostumbran. Sucedieron estas cosas el año de 1201. En el mismo año falleció Teobaldo, conde de Campaña; dejó por heredero el preñado de su mujer doña Blanca ; parió despues de la muerte de su marido un hijo del mismo nombre. Doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, últimamente casó con dou Alonso, rey de Leon. Era cosa muy honrosa para

don Alonso, rey de Castilla, casar dos hijas casi en un mismo tiempo con dos reyes sin dote ninguna, porque á doña Berenguela dió solamente los lugares que por las armas quitó poco antes á su marido, restituyéndoselos por las condiciones del casamiento. Celebráronse las bodas en Valladolid, do los reyes se juntaron, con grandes fiestas y muestras de alegría. Entre don Alonso, conde de la Proenza, en Francia, y don Guillen, conde de Focalquer, aunque era tio de doña Garsenda, mujer del mismo don Alonso, se levantó guerra, que forzó á don Pedro, rey de Aragon, para ponellos en paz de pasar en Francia. En Aguasmuertas, pueblo en las marinas de la Gallia Narbonense, que los antiguos llamaron Fosas Marianas, por la diligencia del Rey se trató de la concordia, y hechas sus avenencias, se apartaron de las armas. Deseaba el rey de Aragon con cuidado de hacer la guerra á los mallorquines, por estar aquellas islas en poder de moros. Para este efecto era menester ganar la voluntad de los ginoveses y pisanos, que en aquella sazon eran poderosos por el mar. La autoridad de Inocencio III, pontífice máximo, era muy grande, y no menor el deseo de ayudar á los aragoneses, como lo mostraba en muchas ocasiones. Partido pues el Rey de la Proenza, en una flota se fué á Roma á verse con el Pontífice; recibióle él con grande aparato, y para honralle mas en la iglesia de San Pancracio, que está de la otra parte del Tibre, el año de nuestra salvacion de 1204, á 21 de noviembre fué ungido por Pedro, obispo portuense, y por la misma mano del Pontífice con solemne ceremonia recibió la corona y las demás insignias reales. Concedió otrosí para adelante que los reyes de Aragon pudiesen ser coronados en sus tierras y que hiciese el oficio y toda la ceremonia el arzobispo de Tarragona, como vicario del pontífice romano. Hay bula de todo esto, mas no pareció ponella en este lugar. Aun no se acostumbraba en aquel tiempo que los reyes de Aragon luego despues de la muerte de sus padres tomasen las insignias reales, sino cuando á la manera usada entre los españoles los armaban caballeros ó se casaban; entonces, finalmente, usaban del nombre y insignias reales. Por esta merced que hizo á Aragon el Papa, el rey de Aragon hizo su reino feudatario á los pontífices romanos, concertó y prometió de pagar cada año cierta cantidad de oro; cosa que llevaron mal los naturales que se menoscabase con aquel color y capa el derecho de la libertad y se diese á los pontífices poder y ocasion y entrada con esto para intentar mayores cosas en Aragon, Este sentimiento se aumentó por un tributo que el año siguiente el Rey impuso sobre el reino muy pesado, que vulgarmente se llamaba monetal. En Huesca al fin del mes de noviembre se promulgaron los tales edictos, en que no solamente el vulgo, sino tambien todos los nobles y hidalgos se comprehendian sin sacar á nadie. Reprehendian al Rey y extrañaban que en particular fuese pródigo y en público codicioso para suplir con tales imposiciones públicas y comunes lo que derramaba sin propósito. No se habia el Rey casado por este tiempo, y estaban con cuidado que dejase sucesion pera heredar el reino. Procuró el pontífice romano Inocencio que madama María, hija de Isabel, reina de Jerusalem, que venia á suceder en aquel reino, casase con el rey de Aragon. Tenian este negocio para

concluirse, cuando el Rey, á persuasion de sus grandes, casó con madama María, hija y heredera de Guillen, señor de Mompeller, por la comodidad de aquel estado. Con esto los deseos piadosos del Pontifice quedaron burlados, que con aquel casamiento pretendia hacer que las fuerzas de Aragon se empleasen en la guerra de la Tierra-Santa. Doña Urraca, tercera hija de don Alonso, rey de Castilla, que pretendia antes casar con el Aragonés, perdida esta esperanza, casó el año 1206 con don Alonso, hijo primogénito de don Sancho, rey de Portugal. Este año, postrero de febrero, hobo grande eclipse del sol, tanto, que por espacio de seis horas el dia se mudó en escura noche. A 1.o de julio dió el Rey al arzobispo de Toledo don Martin el oficio de chanciller mayor de Castilla. Los rios con las continuas lluvias crecieron tanto, que Tajo en Toledo, á 27 de diciembre, principio del año siguiente, sobrepujó la puerta del Almofala un estado de hombre. Esto dicen los Anales de Toledo. La puerta del Almofala puede ser que fuese la que hoy se llama de San Isidoro. El rey de de Navarra, perdida la esperanza de rehacerse, vino á verse con el rey de Castilla á Guadalajara, donde hicieron treguas por cinco años. Para mayor seguridad se dieron como en rehenes algunos pueblos de la una parte y de la otra ; y en particular se concertó que el reydon Alonso procurase que el de Aragon entrase en la misma confederacion. El año adelante de 1208 fué señalado por la muerte de muchos príncipes y señores. A 28 de agosto murió don Martin, arzobispo de Toledo; sucedióle algo adelante don Rodrigo Jimenez, navarro de nacion, natural de Puente de Rada, su padre Jimeno Perez de Rada, su madre doña Eva. Tuvo por hermana á doña Guiomar de Rada, por sobrino á don Gil de Rada, á quien él mismo dió la tenencia de algunos castillos. Todo consta de papeles de la su iglesia de Toledo, y fué primero obispo de Osma; de allí le trasladaron á Toledo. Las raras virtudes y buena vida, y la erudicion, singular para en aquellos tiempos, hicieron que, sin embargo que era extranjero, subiese á aquel grado de honra y á aquella dignidad tan grande; y porque las treguas entre los reyes se concluyeron en gran parte por su diligencia, tenia ganada la gracia de los príncipes y las voluntades de la una y de la otra nacion. Por el mes de noviembre falleció doña Sancha, madre del rey de Aragon, en el monasterio de Jijena, que era de monjas, y ella le fundó á su costa debajo de la obediencia y gobierno de los comendadores de San Juan, y en el mismo, cansada de las cosas del mundo y con deseo de vida mas perfecta, habia tomado aquel hábito. En Toledo el mismo dia de San Martin falleció don Estéban Illan; fué enterrado en la iglesia de San Roman; persona señalada en todo género de virtud y que tenia el gobierno de la ciudad y la tenencia de los alcázares en premio del servicio que hizo los años pasados al Rey cuando le apoderó de Toledo. Fué piadoso para con Dios, de ánimo liberal con los pobres ; las riquezas que alcanzó igualaron á su ánimo. Demás desto, falleció el conde de Urgel; de su mujer doña Elvira dejó una sola hija, llamada Aurenbiasis. Esta doncella, Gerardo de Cabrera, hijo de Ponce, despertadas-diferencias y pleitos pasados, como quier que por ser mujer la trabajase y tratase de despojarla, por voluntad de doña Elvira, su madre, dió el estado de Urgel y le

entregó al Rey, y ellas se pusieron debajo de su amparo. Con esto la sucesion del gran Borello, antiguamente conde de Barcelona y de Urgel, cayó del señorío de aquella ciudad, si bien su padre mandó y dejó en su testamento la mitad de su villa de Valladolid al pontifice Inocencio con intento que amparase á su hija en lo demás; pero no entiendo que el Papa entró en posesion de aquella manda y legado.

CAPITULO XXII.

De las paces que se hicieron entre los reyes.

Espiraba el tiempo de las treguas asentadas con los moros, y el deseo de volver á hacerles guerra tenia á todos puestos en cuidado, mas que á todos al rey de Castilla, como el que caia mas cercano al peligro. Era menester sosegar las diferencias entre los cristianos y los movimientos, y concertar los reyes entre sí para que de buena gana hiciesen liga contra el comun enemigo, poderoso con la junta de tantos reinos, ferozcon tantas victorias y que amenazaba á nuestras tierras. Los reinos comarcanos, mayormente si los reyes son bulliciosos, no pueden largamente estar sosegados, por nacer cada dia entre ellos nuevas causas de guerras y pleitos trabadas unas de otras. Don Alonso, rey de Leon, fué el primero que por acometer los lugares que tenia en dote su madrastra turbó el reposo comun. Reprehendia á su padre y quejábase que por ser liberal con sus mujeres diminuyó la majestad del reino y enflaqueció las fuerzas. Don Diego de Haro, por ser hermano de la Reina viuda, como hiciese rostro á los intentos del Rey, despertó contra sí las armas de Leon y de Castilla de tal guisa, que ni pudo defender el estado y derecho de su hermana, y él, ofendidas las voluntades de los dos reyes, fué forzado á retirarse á Navarra. Hacia desde allí ordinariamente correrías en los campos de Castilla; sobrevinieron los reyes, que le vencieron cerca de la ciudad de Estella y le forzaron á meterse dentro de aquel pueblo, que era muy fuerte, por las murallas y baluartes; así, no trataron de combatille. Todavía los cuatro reyes de Castilla, Leon, Navarra y Aragon, con seguridad que entre sí se dieron, se juntaron á vistas en Alfaro, en que hicieron entre sí las paces; don Diego de Haro, desamparado de todos y desconfiado de sus fuerzas, se fué á Valencia á valerse de los moros. Avino que el rey de Aragon, con el cuidado que tenia de la guerra contra los moros y porque así quedó en la habla concertado, entró por las tierras de Valencia. Matáronle el caballo en cierto encuentro, y sin duda viniera en poder de los moros si don Diego de Haro, que se halló con ellos, movido de su humanidad y olvidado de las injurias, no le diera un caballo, con que se libró del peligro; cosa que á él fué causa de grande odio, y le fué mal contado entre los bárbaros, tanto, que para purgarse y aplacallos le fué necesario pasar á Africa y dar razon de sí al Mirama→ molin y defender por derecho y por las leyes su ino→ cencia. Concluido el pleito por una parte, y por otra aplacados los reyes cristianos, volvió dende á Castilla el año, como yo pienso, de 1209. Sea lícito en la razon de los tiempos á veces andar á tiento, porque otros dicen que la confederacion de los reyes en Alfaro se hizo dos años antes deste, á instancia y por grande diligen

cia de doña Sancha, madre del rey de Aragon, que aun no era difunta á la sazon, segun dicen. La verdad es que los dos reyes don Sancho, de Navarra, y don Pedro, de Aragon, que tenian entre sí mayores diferencias, se juntaron á vistas y habla este mismo año en una llanura cerca del lugar llamado Mallen. En aquel lugar, á 4 del mes de junio, se hicieron las paces, y por muestra de amistad don Sancho prestó al rey de Aragon veinte mil ducados, con prendas de cuatro lugares que consignó el Aragonés para que los tuviese en tercería don Jimeno de Rada, que sospecho era pariente de don Rodrigo, arzobispo de Toledo, que tenia el mismo sobrenombre, ca se llamó don Rodrigo Jimenez de Rada. Pusieron por condicion que si al tiempo señalado no se pagase la deuda, él entregase aquellos lugares en poder del rey de Navarra. Don Alonso, rey de Castilla, fué el principal movedor y causa destas paces, que se asentaron entre los reyes por el miedo que de fuera amenazaba, que suele entre ciudadanos y parientes muchas veces quitar grandes diferencias. Procuraba tambien hacer venir socorros de Francia; pero impidió estos intentos y práticas la guerra que entre ingleses y franceses, mas brava que antes, andaba de nuevo encendida, dado que con deseo de pacificar aquellos reyes entró armado en la Guiena con intento de emplear sus fuerzas contra la parte y nacion que no quisiese venir en las paces. Su trabajo fué en balde, porque toda la Francia ardia en guerras y discordias, sin mostrarse alguna esperanza de paz. Además que los apercebi mientos que hacian los moros para la guerra le pusieron en necesidad de dar la vuelta para España. En el tiempo que las treguas duraron con los moros, á persuasion del arzobispo don Rodrigo, se fundó una universidad en Palencia por mandado del Rey y á sus expensas para la enseñanza de la juventud en letras y humanidad; ayuda y ornamento de que solo hasta entonces España carecia, á causa de las muchas guerras que los tenian ocupados. De Italia y de Francia, con grandes premios y salarios que les prometieron, trajeron catedráticos para enseñar las facultades y ciencias. En las Huelgas otrosí, cerca de la ciudad de Búrgos, se edificó á costa del Rey un monasterio muy grande de monjas con nombre de Santa María, para que fuese enterramiento de los reyes, y junto con él un hospital. Doña Constanza, hermana del rey de Aragon, que quedara viuda de Eimerico, rey de Hungría, del cual parió un hijo, llamado Ladislao, á persuasion del pontifice Inocencio III, casó con don Fadrique, rey de Sicilia, y este mismo año en una flota la llevaron á su marido. Festejaron los sicilianos asaz estas bodas, si bien fueron desgraciadas por la muerte del conde de la Proenza y de otros grandes que acompañaron la casada hasta Sicilia, que fallecieron en Palermo. El cielo y aire de España y Francia son muy sanos; aquellos lugares de Sicilia no tan saludables, á lo meuos para extraños; esta mudanza les acarreó este daño.

CAPITULO XXIII.

Cómo se comenzó la guerra contra los moros. Este era el estado de las cosas en España. Las paces hechas entre los príncipes cristianos despues de tantas discordias henchian los ánimos de los naturales de esperanza muy grande y alegría. Que todos consideraban

cuánta ayuda y fuerzas hay en la agradable compañía y alianza entre los príncipes comarcanos. Dado que don Alonso, rey de Leon, en sazon por cierto muy mala, repudió á doña Berenguela, su mujer, por causa del parentesco y por mandado del pontífice Inocencio, y la enviara á su padre. Hay una carta del mismo Inocencio sobre esto á don Alonso, rey de Castilla, que hacia contradicion al divorcio, grave y llena de amenazas. Por otra del mismo se entiende puso entredicho en el reino de Leon, porque no se apartaba aquel matrimonio, y tuvo descomulgado aquel Rey sobre el caso. Los moros con su rey Mahomad, el cual los años pasados sucediera en lugar de Abenjuzef, su hermano, entraron en grande esperanza de apoderarse de toda España, que determinaban de seguir hasta el cabo y deshacer el nombre cristiano y desaraigalle de toda ella. A los fieles no les faltaba ánimo ni brio para defender lo que tenian ganado, ni vʊluntad de echar los moros de la tierra. Los unos y los otros con gran resolucion y igual esperanza se movieron á las armas y entraron en este debate. Los cristianos se aventajaban en esfuerzo y en la prudencia del capitan ; los moros sobrepujaban en muchedumbre, y con grande diligencia juntaban en uno para aquella guerra las fuerzas de Africa y de España. En el mismo tiempo las armas de Castilla y de Aragon se movieron contra los moros. En el reino de Valencia se apoderó el rey don Pedro de Aragon de Adamuz y de otros lugares. Hizo donacion de Tortosa á los templarios en premio de lo que trabajaron y sirvieron en las guerras pasadas. Entrególa al maestre de aquella órden, que se llamaba don Pedro de Montagudo. Don Fernando, hijo de don Alonso, rey de Castilla, por mandado de su padre acometió las tierras de Andalucía, taló las campañas de Baeza, de Andújar y de Jaen por todas partes, cautivó hombres, hizo robos de ganados. En el mismo tiempo que Mahomad, rey de los moros, que llamaron el Verde, del turbante ó bonete que acostumbraba á traer desta color, se apoderó por fuerza del lugar de Salvatierra; los moradores, parte fueron pasados á cuchillo, parte tomados por esclavos. Por el mes de junio del año de Cristo de 1210 sitiaron el lugar y el mes de setiembre le toma→ ron; iba don Alonso, rey de Castilla, con gente escogida de los suyos á socorrer los cercados; mas llegado que hobo á Talavera, don Fernando, su hijo, que volvia de la empresa del Andalucía, le hizo tornar del camino dándole á entender el peligro en que se ponia y que era menester mayor ejército para hacer rostro á los enemigos. Los intentos del Rey que tenia concebidos en favor de la religion cristiana no poco alteró y entretuvo la muerte del mismo infante don Fernando, que se siguió el año luego adelante, dia viérnes, á 14 del mes de octubre. Fué tanto mayor el sentimiento de su padre y el lloro de toda la provincia, que daba ya asaz claras muestras de un grande y valeroso príncipe. Su cuerpo llevaron desde Madrid, donde falleció, á las Huelgas; acompañóle el arzobispo don Rodrigo y su hermana la reina doña Berenguela para horralle mas. Esta fué la causa por qué la empresa contra los moros se dilató hasta el año siguiente. Solamente se hicieron por entonces Cortes del reino en la ciudad de Toledo para aprestar las cosas que eran necesarias para la guerra. En estas Cortes se hicieron premáticas contra los demasiados gastos, porque las costumbres se iban estragando con los deleites.

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