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jurar aquellos reyes. Nombraron por ayo del niño para que le amaestrase á don Guillen Monredon, maestre y superior de los templarios en aquel reino y el principal de los embajadores que se enviaron al Papa. Señalaron otrosí la fortaleza de Monzon para que allí se criase el nuevo Rey, hasta tanto que las parcialidades se compusiesen, y que él tuviese edad para encargarse del gobierno. Entre los ciudadanos de Zaragoza y la gente de Navarra se abrió la contratacion que, segun parece, tenian impedida por causa de las alteraciones de Aragon ó por otras diferencias, que siempre resultan entre los reinos comarcanos, mayormente que el rey don Sancho de Navarra por su edad y poca salud poco podia acudir al gobierno y al amparo de sus vasallos, antes vivia retirado en el castillo de Tudela sin atender ni á las cosas de la guerra ni á las del gobierno. Esto pasaba al fin deste año, en que cerca de la ciudad de Tornay, principai en los estados de Flandes, y puesta á la ribera del rio Escalda, el emperador Oton y Felipe, rey de Francia, tuvieron una sangrienta batalla. Estaba de parte del Emperador don Fernando, infante de Portugal, casado con la condesa proprietaria de Flandes, que vencidos y desbaratados los de su parte y los imperiales, quedó preso por largo tiempo en poder de los franceses. Esta fué la famosa batalla de Bovinas, así dicha de un puente junto al cual se dió. En Aragon todavía continuaban en procurar algun medio de paz; parecióles seria conveniente para contentar á don Sancho, conde de Ruisellon, encargarle el gobierno del reino de Aragon, como se hizo el año siguiente de 1215. Lo que pensaban seria ocasion de sosiego sucedió muy al revés; que como persona deseosa de mandar, con la mano que le dieron, se encendió en mayor deseo de coronarse por rey; de que resultaron mayores revueltas y bullicios, como se verá adelante. Las cosas de Castilla no estaban en mejor estado. Era el nuevo rey don Enrique de once años, cuando por muerte de su padre y por haber faltado sus hermanos mayores sucedió en aquella corona. Encargóse su madre del gobierno, como era razon, que duró poco, por la muerte que muy en breve le sobrevino. En su testamento nombró para el gobierno en su lugar y para la tutela del Rey á doña Berenguela, su hija, reina de Leon, aunque apartada de su marido. Esta señora por ser de ánimo varonil y muy poderosa en vasallos, ca tenia por suyas las villas de Valladolid, Muñon, Curiel

y

Santisteban de Gormaz por merced y donacion que dellas le hizo el Rey, su padre, cuando volvió á Castilla, sustentaba el peso de todo y aun ayudaba con su hacienda á los gastos que forzosamente en el gobierno se hacian. ¿Quién podrá bastantemente encarecer las virtudes desta señora, su prudencia en los negocios, su piedad y devocion para con Dios, el favor que daba á los virtuosos y letrados, el celo de la justicia con que enfrenaba á los malos, el cuidado en sosegar algunos seTores que gustaban de bullicios, y que el Rey, su hermano, se criase en las costumbres que pertenecen á estado tan alto? Solo la aquejaba la muchedumbre de los negocios y el deseo que tenia de su recogimiento y quietud. Olieron esto algunos que tienen por costumbre de calar las aficiones y desvíos de los príncipes para por aquel medio encaminar sus particulares, en especial los de la casa de Lara, como acostumbrados á

mandar, procuraron aprovecharse de aquella ocasion para apoderarse ellos del gobierno. Eran tres hermanos, Alvaro, Fernando y Gonzalo, hijos de don Nuño, conde de Lara, poderosos en riquezas y en aliados. Estos hacian poco caso del Rey, por ser niño, y de su hermana, por ser mujer. Pretendian salir con su intento, quier fuese con buenos medios, quier con malos. Ofreciéronse dos ocasiones muy á su propósito: la una, que un hombre particular, llamado Garci Lorenzo, natural de Palencia, tenia mucha cabida con doña Berenguela. De la industria deste hombre y de su maña, que era muy grande, se pretendieron valer, y para esto le prometieron, si terciaba bien y les acudia conforme á su deseo, de dalle en premio la villa de Tablada, que él mucho deseaba. Esta fué la primera ocasion. La segunda y de menos importancia fué la ausencia que á la sazon hizo don Rodrigo, arzobispo de Toledo, que solo por su mucha autoridad y prudencia pudiera descubrir y desbaratar estas trazas. Partióse para Roma para hallarse con los demás prelados en el Concilio laterano, que por sus edictos tenia convocado el papa Inocencio. Juntáronse á su llamado cuatrocientos y doce prelados, y entre ellos los setenta y uno eran arzobispos, el patriarca de Jerusalem y el de Constantinopla. El Alejandrino y el Antioqueno no acudieron, pero enviaron sus tenientes que supliesen sus veces. Los demás sacerdotes que acudieron apenas se podian contar. Los negocios que en este Concilio se trataron fueron muchos y muy graves. Sobre todo pretendian renovar la guerra de la Tierra-Santa y apaciguar las alteraciones de Francia, que los herejes traian revuelta. Abrióse el Concilio por el mes de noviembre en la iglesia de San Juan de Letran. Entre los demás padres se señaló mucho el arzobispo don Rodrigo; hizo una oracion á los del Concilio en lengua latina, pero mezcladas sentencias y como flores de las otras lenguas italiana, alemana, inglesa, francesa, como el que bien las sabia, que puso admiracion á los padres hasta decir que desde el tiempo de los apóstoles nunca se vió cosa semejante. En particular se trató de la primacía de Toledo, á causa que los arzobispos de Tarragona, Braga, Santiago y Narbona no le querian reconocer ventaja por razones que cada cual en su defensa alegaba. Presentáronse por la iglesia de Toledo las bulas de los pontifices romanos mas antiguos, sus sentencias y determinaciones, los decretos de los concilios, argumentos y probanzas tomadas de la antigüedad, que en los hombres es venerable y en las ciudades se tiene por cosa sagrada. Salieron á la causa el arzobispo de Braga y el de Santiago, que presentes se hallaron, y el obispo de Vique, como lugarteniente del de Tarragona. Pretendian alegar, y alegaron de su derecho, y responder á los argumentos y razones que por el de Toledo militaban. No se procedió á sentencia á causa que algunos de los interesados se hallaban ausentes y era necesario oirlos. Solo concedió el Papa al arzobispo don Rodrigo que por espacio de diez años tuviese autoridad de legado en toda España, y que si la ciudad de Sevilla viniese á poder de cristianos, como esperaban que seria en breve por la flaqueza de los almohades, que en tal caso quedase sujeta al arzobispo de Toledo como á primado, sin que pudiese contradecir ni apelar deste decreto. Concedióle demás desto facultad de dispensar y

de legitimar trecientos hijos bastardos, y que en todas las iglesias de España, en las ciudades que se ganasen de moros pudiese nombrar y poner los obispos y sacerdotes que en ellas faltasen. Grande fué el crédito que el dicho Arzobispo ganó en aquel Concilio, no solo por las muchas lenguas que sabia, sino por sus muchas letras y erudicion, que para aquel tiempo fué grande. Dejó dos libros escritos, uno de la historia de España, el otro de las cosas de los moros, fuera de otro tratado que anda suyo en defensa de la primacía de su iglesia de Toledo. Tocante á la guerra de la Tierra-Santa se acordó y decretó en el mismo Concilio que todos los eclesiásticos ayudasen para los gastos y para llevalla adelante con cierta parte de sus rentas. Con este subsidio enviaron gente de socorro, y por su general á Pelagio, cardenal y obispo albanense, de nacion español, segun que lo testifica don Lúcas de Tuy; y que con este socorro se ganó la muy famosa ciudad de Damiata, puesta en lo postrero de Egipto. Cuanto á las revueltas de Francia, los dos Raimundos ó Ramones, padre y hijo, condes de Tolosa, acudieron al Concilio para pleitear contra Simon de Monforte, que los tenia despojados de su estado. La resolucion fué que los condenaron como á herejes, y adjudicaron á Simon de Monforte la ciudad de Tolosa con todo aquel condado, y los demás pueblos y ciudades que había ganado á los herejes con su valor y buena maña. En virtud de lo cual fué á verse con el rey de Francia para hacerle sus homenajes, como feudatario suyo, por aquellos estados, como lo hizo, y juntamente asentó con aquel Rey confederacion y perpetua amistad. Pero como quier que no se fiase de los vasallos, que todavía se inclinaban á sus señores antiguos, hizo desmantelar las ciudades de Tolosa, Carcasona y Narbona, por donde y por los tributos muy graves que derramó sobre aquellos estados incurrió en grave odio de los vasallos, de tal manera, que muchos pueblos á la ribera del rio Ródano se le rebelaron y se entregaron á Raimundo el mas Mozo, hijo del despojado, y aun poco adelante se perdió la misma ciudad de Tolosa. Para todo ayudó mucho que diversos señores de Francia y de Cataluña, sin embargo de lo decretado por el Papa y por el Concilio, acudieron con sus fuerzas á aquellos príncipes despojados y pobres. El de Monforte pretendia con sus gentes recobrar aquella ciudad de Tolosa, y se puso con este intento sobre ella, y aun saliera con la empresa si no le mataran con una piedra que dispararon los cercados de un trabuco; hombre dignísimo de mas larga vida y de mejor fin por sus muchas virtudes y valor, y que á la destreza en las armas igualaba su piedad y amor de la religion católica. Dejó dos hijos en edad muy florida: el uno se llamó Aimerico, el otro Simon. El Aimerico, luego que mataron á su padre, alzó el cerco, y perdida grande parte de aquellos estados, desistió de la guerra. No se igualaba á su padre en grandeza de ánimo, en hazañas y valor; así, desconfiado de poder sosegar aquellos vasallos y contrastar con tantos príncipes como le hacian resistencia, se resolvió de renunciar aquellos pueblos y entregallos al rey de Francia, que en recompensa le nombró por su condestable; trueco muy desigual. Esto pasó tres años adelante; volvamos á la órden de los tiempos que poco arriba dejamos.

CAPITULO V.

Cómo los de la casa de Lara se apoderaron del gobierno de Castilla.

Los de la casa de Lara todavía continuaban en su pretension y solicitaban á Garci Lorenzo para que les ayudase. El, engolosinado con las promesas que le hacian, y porque no se le pasase aquella ocasion de ade"lantarse, se ofreció de hacer todo lo que le pedian. Solo esperaba alguna buena coyuntura, y hallada, dijo un dia á la Reina gobernadora, que muy descuidada estaba de aquellas tramas, que la carga de aquel gobierno era muy pesada y sobre las fuerzas mayormente de mujer; encareció mucho las dificultades, los peligros, la diversidad de 'aficiones y párcialidades que entre los señores y entre los del pueblo andaban. La Reina, que mucho deseaba su quietud, fácilmente se dejó persua→ dir y llevar de aquellas engañosas palabras. «¿Quién, dijo, me podrá descargar deste cuidado? Quién os parece á propósito para encargalle el gobierno y la crianza del Rey?» Respondió: « Ninguno en el reino en poder y en riquezas se iguala á los de la casa de Lara, que podrán acudir á todo y reprimir los intentos de los mal intencionados.» Parecióle bien este consejo á la Reina y esta traza. Acordó juntar los obispos, los ricos hombres y los señores para consultar el negocio. Los mas, preguntado su parecer, se allegaron al de Garci Lorenzo y se conformaron con la voluntad de la Reina, unos por no entender el engaño, otros por estar negociados, otros por aborrecer el gobierno presente como de mujer y ser cosa natural de nuestra naturaleza perversa creer de ordinario que lo venidero será mejor que lo presente. Salió por resolucion que la Reina dejase el gobierno del reino y le renunciase en los tres hermanos señores de Lara. Volvió en esta sazon de Roma el arzobispo don Rodrigo con poder y autoridad de legado del Papa, no le plugo nada que la Reina renunciase; pero el negocio le tenian tan adelante, que no se atrevió á contradecir. Solo hizo que aquellos señores de Lara en sus manos hiciesen juramento que mirarian por el bien comun y por el pro de todo el reino, en particular que no darian ni quitarian tenencias y gobiernos de pueblos y castillos sin consulta de la Reina y sin su voluntad; que no harian guerra á los comarcanos ni derramarian nuevos pechos sobre los vasallos; finalmente, que á la reina doña Berenguela tendrian el respeto que se debia y era razon tenerle á la que era hermana, bija y mujer de reyes. Con este homenaje les parecia se cautelaban y aseguraban que todo procederia bien y á contento, como si pudiese cosa alguna enfrenar á los ambiciosos, y si el poder adquirido por los malos medios tuviese de ordinario mejores los remates. Fué así, que luego que don Alvaro, el mayor de los hermanos, so apoderó del gobierno, partió de Búrgos, do se hizo la renunciacion y todos estos conciertos. Lo primero desterró del reino á ciertos señores por causas ya verdaderas, ya falsas. Apoderóse de los bienes públicos y particulares, sin perdonar á las mismas rentas de las iglesias. A los patrones legos, que tenian derecho y costumbre de presentar para los beneficios de las iglesias, quitó aquella libertad con color que no eran de órden sacro y de reparar el culto divino, que en muchas ma→ neras andaba menoscabado. En todo procedia por via

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de fuerza, sin cuidar de las leyes ni de la revuelta que los tiempos aménazaban. Pasó tan adelante en esta rotura, que puso en necesidad á don Rodrigo, dean de Toledo y vicario del Arzobispo, de pronunciar sentencia de descomunion contra el dicho don Alvaro, gobernador. Enfrenóse algun tanto por este castigo y hizo alguna restitucion y satisfaccion de los daños pasados; pero no se mudó del todo su condicion y mal ánimo. Juntó Cortes en Valladolid. Acudieron á su llamado y á su persuasion por la mayor parte los de su parcialidad y de su valía, que socolor del bien público y con voz de todo el reino, ayudaron sus intentos de arraigarse en el gobierno y pertrecharse con todo cuidado para todo lo que pudiese resultar. Este fué el principal efecto de aquellas Cortes. A gran parte de la nobleza pesaba mucho que don Alvaro con aquellas trazas se apoderase de todo sin que nadie le pudiese ir á la mano, y que uno solo tuviese mas fuerza y autoridad que todos los demás. En especial don Lope de Haro, hijo de don Diego de Haro, y don Gonzalo Ruiz Giron, mayordomo de la casa real, y sus hermanos, que todos eran de los mas principales, sentian muclio el desórden. Comunicaron entre sí el negocio; acordaron hacer recurso á doña Berenguela y querellarse de la renunciacion que hizo del gobierno. Pusiéronle delante el peligro que todo corria si prestamente no se acudia con remedio. Que bien estaban satisfechos del buen ánimno é intencion que tuvo en renunciar el gobierno; mas pues las cosas sucedian al revés de lo que se pensó, era forzoso mudar propósito y volver al oficio y cuidado que dejó para que aquellos hombres locos y sin término no acabasen de hundillo todo. «¿Por ventura será razon que antepongais vuestro descanso y quietud al bien comun y pro de todo el reino, permitir que todos nos despeñemos y nos perdamos? ¿Por qué no quitaréis el oficio y cargo que sin darnos parte renunciastes á un hombre sin juicio y desatinado? Librad pues á nos y al reino de las tempestades que á todos amenazan; que sí en este trance no nos acudís, será forzoso remediar los daños con las armas. Mirad, Señora, no se diga que por el deseo de vuestro particular descanso fuistes causa que el reino se revolviese y alterase, como será necesario. » Movian estas razones á la Reina. Conocia el yerro que hizo ; todavía como era mujer y flaca no se atrevia á contrastar con los que tenian en su poder las fuerzas y las armas del reino. Temia que si intentaba de despojallos del gobierno resultarian mayores males; tomó por expediente avisar á los de Lara de la jura que hicieron de gobernar el reino con todo cuidado sin hacer agravios ni demasías, en que parecia haberse desmandado. Sirvió este aviso muy poco; antes irritado don Alvaro, se apoderó del estado y pueblos de la misma Reina, y no contento con esto, la mandó salir de todo el reino; grande atrevimiento y afrenta notable, bien fuera de lo que sus obras merecian y de lo que la nobleza y agradecimiento pedia. La Reina, por excusar mayores inconvenientes, en compañía de su hermana la infanta doña Leonor se retiró al castillo de Otella, cerca de Palencia, por ser una plaza muy fuerte; muchos de los grandes tomaron su voz, en que perseveraron hasta la muerte del Rey, su hermano. Todo era principio de algun gran rompimiento, mayormente que á don Gonzalo Giron removieron del oficio de mayordomo mayor, y se dió á don Fer

nando de Lara, hermano de don Alvaro. Al Rey, aunque de poca edad, no contentaban estas tramas; deseaba hallar ocasion para librarse de los que en su poder le tenian y irse para su hermana. Era por demás tratar desto, porque don Alvaro le tenia puestas guardas y tomadoslos pasos. Demás desto, por asegurarse mas y ganalle la voluntad con deleites fuera de tiempo, trató de casarle. Despachó embajadores para pedir por mujer del Rey á doña Malfada, hermana del rey de Portugal don Alonso. Concertóse el casamiento y trajeron la novia á Palencia, do se celebraron las bodas. Recibió desto mucha pesadumbre doña Berenguela por los daños que podian resultar á causa de la edad del Rey, que era muy poca. Escribió sobre el caso al papa Inocencio, avisólo del deudo que tenian entre sí los desposados. El Papa, informado de todo, por un breve suyo remitió el negocio á los obispos don Tello, de Palencia y don Mauricio, de Búrgos, para que examinasen lo que la Reina decia, y si se averiguase el impedimento, apartasen aquel casamiento, so graves penas y censuras si no obedeciesen á sus mandatos. Los obispos, luego que recibieron el breve, procedieron en el caso como les era mandado, y averiguado el parentesco que se alegaba, dieron sentencia de divorcio; con que la desposada, á lo que se cree, doncella y sin perjuicio de su virginidad, dió la vuelta á Portugal. Allí fundó el monasterio de Rucha, y en él pasó lo que le restó de la vida santa y religiosamente, aunque muy sentida no solo de aquella mengua, sino en especial contra don Alvaro, que no contento de haberle sido causa de aquel daño, trató de casarse con ella; que fuera un trueco muy desigualy de reina sujetarse á su mismo vasallo. Todo esto pasaba en Castilla el año que se contó de Cristo 1216, en que á 16 de julio falleció en Roma el papa Inocencio III, persona de aventajadas prendas y virtudes, y que pocos en el número de los pontifices se le igualaron, en particular fué muy elocuente y muy sabio en letras divinas y humanas. Sucedió en su lugar Honorio III, natural de Roma, en cuyo tiempo y pontificado falleció en aquella ciudad la reina de Aragon doña María, madre del rey don Jaime; sepultaron su cuerpo en el Vaticano, cerca del sepulcro de santa Petronilla. Allí reposaron sus huesos de los muchos trabajos que padeció por toda su vida, desterrada de su reino y de su patria, pobre y apartada de su marido. En su testamento dejó encomendado su hijo y el reino de Aragon al Pontifice, para que como padre universal los recibiese debajo de su proteccion y amparo. La edad del Rey tenia necesidad de semejante favor, y por estar los del reino divididosen parcialidades, de que se temian revueltas y guerras, era menester que la prudencia del Pontífice los enfrenase, lo que él hizo con todo cuidado por cuanto le duró la vida. En esta sazon don Ramon, conde de la Proenza, por cartas que sus vasallos le enviaban, se determinó de huirse secretamente de Monzon, do le tenian como preso en compañía del rey de Aragon, su primo. Embarcóse en una galera que en el puerto de Salu, cerca de Tarragona, le tenian aprestada. Con su llegada á su estado se apaciguaron graves diferencias que andaban entre los principales de aquella tierra, como los que estaban sin cabeza, y cada cual pretendia poner mano en el gobierno. Tomás, conde de Mauriena, cepa de los duques de Saboya, tenia una hija, por nombre

Beatriz, que casó con este don Ramon, conde de la Proenza. Deste matrimonio nacieron cuatro hijas, que casaron las tres con otros tantos reyes, y la cuarta con el Emperador; rara felicidad y notable. La huida de don Ramon fué ocasion de poner en libertad al rey de Aragon. Don Guillen Monredon, maestre del Temple, comenzó á recelarse por este ejemplo no le sacasen con semejante maña de su poder al Rey, que seria ganar otros las gracias de ponelle en libertad y quedar él cargado de habelle tenido tanto tiempo como preso. Con este cuidado y para dar corte en lo que se debia hacer, se comunicó con don Pedro de Azagra, señor de Albarracin, y con don Pedro Ahones, ambos personajes de mucho poder y nobleza. Acordaron de llamar á Monzon á don Aspargo, que de obispo de Pamplona lo era á la sazon de Tarragona, y á don Guillen, obispo de Tarazona. Juntos que fueron, de comun acuerdo se resolvieron de poner al Rey en libertad y entregalle el gobierno del reino, si bien no pasaba de nueve años. Tomaron este acuerdo por el mes de setiembre, y se juramentaron entre sí de llevar adelante esta resolucion. No hay cosa secreta en las casas reales, mayormente en tiempo que reinan pasiones y parcialidades. Don Sancho, tio del Rey, que tenia el gobierno del reino, sabido lo que pasaba, con intento de conservarse en el mando, llevaba muy mal aquel acuerdo. Desmandábase en palabras y fieros en tanto grado, que llegó á amenazar cubriria de grana el camino por do el Rey pasase, que era tanto como decir le regaria con sangre de los que le acompañasen. Su soberbia era tan grande, que nunca pensó se atrevieran á lo que hicieron, y todavía se fue con buen golpe de gente á Selga, que es un pueblo puesto en el mismo camino por do habian de pasar. El Rey, cuando esto supo, tuvo miedo, tanto, que sin embargo de su poca edad, se puso una cota de malla con intento de pelear, si fuese necesario. Valió que don Sancho, aunque tenia en las manos la victoria por ser muy pocos los que acompañaban al Rey, bien que de los mas ilustres y principales, no se determinó á acometellos; la causa no se sabe, parece que le cegó Dios para que no viese la caida que deste principio muy en breve le esperaba. El Rey, libre deste peligro, pasó á Huesca, de allí á Zaragoza. Allí y por todo el camino se hicieron grandes fiestas y alegrías y recibimientos por velle puesto en libertad, ca todos esperaban y tenian por cierto que para adelante el gobierno procederia mejor que hasta allí y los daños del reino se remediarian. Convenia dar asien to en negocios muy graves que tenian represados, sosegar las voluntades y parcialidades, alentar á los buenos y cortar los pasos á los no tales. Para todo tenian necesidad de recoger dineros, de que se padecia gran falta, á causa de los gastos que los años pasados se hicieran y de los bandos y pasiones que continuaban y todo lo tenian consumido. Los catalanes acudieron á esta necesidad con mucha voluntad; otorgaron que se cobrase el tributo que vulgarmente llaman bovático, por repartirse por las yuntas de bueyes, y las demás cabezas de ganados. Este tributo se concede pocas veces y solo en tiempo de graves necesidades; y sin embargo de que le otorgaron al rey don Pedro los años pasados por tres veces, al presente se le concedieron al rey don Jaime, su hijo, que fué el año 1217. Fué esta concesion de grande momento; de que se recogió

tanto dinero cuanto era menester para el sustento de la casa real y para apercebirse de gente que enfrenase las demasías de cualquiera que se desmandase.

CAPITULO VI,

De lo restante hasta la muerte del rey don Enrique de Castilla.

La division y enemiga entre don Alvaro de Lara y la reina doña Berenguela traia alborotado el reino, pequeños y grandes; unos acudian á una parte, otros á la contraria, de que resultaban muertes y robos y otros géneros de maldades. Sucedió un nuevo embuste de don Alvaro con que echó el sello á los demás desórdenes y trazas. Pasó el Rey al reino de Toledo, y entreteníase en Maqueda, villa poco distante de aquella ciudad. Doña Berenguela, su hermana, cuidadosa de su salud le despachó un hombre para que de secreto le visitase de su parte y le llevase nuevas de todo lo que pasaba. Tuvo don Alvaro desto aviso; prendió al hombre con achaque que traia cartas que él mismo contralizo con el sello de la Reina, en que persuadia á los de palacio diesen yerbas al Rey, su señor. Para dar mayor color á esta invencion y para hacer sospechosa á la Reina y que el Rey se recatase de la que era su amparo, hizo dar garrote al mensajero, que sin culpa alguna estaba. Con este hecho tan atroz se enconaron mas las voluntades; los mismos vecinos de Maqueda, sabido el embuste, con mano armada pretendieron dar la muerte á hombre tan malo; y salieran con ello, si con tiempo no se retirara y en compañía del Rey se partiera camino de Huete. A aquella ciudad envió de nuevo la reina doña Berenguela, á instancia del mismo Rey, otro hombre, que se llamaba Rodrigo Gonzalez de Valverde, para comunicar con él la manera que tendria para retirarse donde la Reina estaba. A este tambien prendieron y enviaron á Alarcon para que allí le guardasen; no se atrevieron á darle la muerte por no indignar mas la gente. La tempestad empero que con estas nubes se armaba revolvió sobre los señores que seguian el partido de la Reina. Tuvo el Rey la Cuaresma en Valladolid; desde allí envió don Alvaro buen golpe de gente para cercar á Montalegre, en que se tenia don Suero Tellez Giron, caballero de muy antigno y noble linaje, y bien apercebido de soldados para defender aquella plaza; demás que tenia dos hermanos, el uno don Fernando Ruiz, y el otro don Alonso Tellez, que le pudieran acudir, y no lo hicieron por respeto del Rey; antes don Suero, luego que en nombre del Rey le requirieron entregase aquella fuerza, lo hizo, si bien se pudiera entretener largamente. Mas los nobles antiguamente en España sobre todo se esmeraban en guardar á sus príncipes el respeto y la debida lealtad. Despues desto corrieron los campos comarcanos, y el Rey mismo con su gente se puso sobre Carrion. Desde á poco pasó sobre Villalva, dentro de la cual fuerza se hallaba Alonso de Meneses, no menos ilustre que los Girones, pero no tan comedido como ellos. La venida del Rey fué de sobresalto, y don Alonso á la sazon se hallaba fuera del pueblo; para entrar dentro le fué forzoso hacerse camino con la espada, en que estuvo á punto de perderse y quedó herido, y muertos muchos de sus criados y algunos caballos que le tomaron en la refriega. Sin embargo, defendió aquella plaza obstinadamente hasta tanto que el Rey,

cos y franceses, tomada la señal de la cruz por lo que se trató en el Concilio lateranense, pretendian, rodeado el mar Océano y Mediterráneo, pasar á las partes de levante y á la Suria en defensa de la Tierra-Santa, y para dar calor á aquella guerra sagrada, aportó á Lisboa y echó anclas en aquel puerto. Estos, á persuasion de aquel Prelado, se juntaron con los demás para combatir aquel pueblo. Acudió á la defensa y á dar socorro á los cercados gran morisma de Sevilla, Córdoba y otras partes. Vinieron á batalla, en que murieron mas desesenta mil moros; gran matanza. Dióse la batalla á los 25 de setiembre, y á los 18 de octubre se ganó la plaza.

CAPITULO VII.

Cómo alzaron por rey de Castilla á don Fernando, llamado el Santo.

perdida la esperanza de salir con la empresa, dió la vuelta para la ciudad de Palencia, en sazon que por otra parte se hacia la guerra contra don Rodrigo y don Alvaro de los Cameros, en cuyo poder estaba la ciudad de Calahorra. Acudió el Rey á esta empresa, con que fácilmente se apoderó de aquella ciudad por entrega que Garci Zapata le hizo del castillo, cuyo alcaide era, sea por acomodarse al tiempo, ó por juzgar le seria mal contado si hacia resistencia á su Rey, que se hallaba presente. Tomada aquella ciudad, marcharon contra don Lope de Haro, señor de Vizcaya. La tierra es áspera y la gente muy aficionada á sus señores, que fué causa que la guerra se alargase y el Rey diese la vuelta. Esto dió ánimo á don Lope para con la gente que tenia junta para su defensa hacer entrada por las tierras del Rey y correr los campos sin reparar hasta la villa de Miranda de Ebro. Salióle al encuentro don Gonzalo, hermano El rey don Enrique tenia dos hermanas mayores que del gobernador don Alvaro. Asentaron sus reales los él; doña Blanca y doña Berenguela. Doña Blanca casó unos á la vista de los otros con intento de pelear. Excu- con Luis, hijo mayor de Filipe Augusto, rey de Fransóse la batalla por la diligencia de varones graves y re- cia. Doña Berenguela á su marido don Alonso, rey de ligiosos que se pusieron de por medio y les persuadieron Leon, durante el matrimonio le parió cuatro hijos, que desistiesen de aquel intento, de que resultarian graves fueron don Fernando, don Alonso, doña Constanza y daños por cualquiera de las partes que quedase la vic- doña Berenguela. Doña Blanca se aventajaba en la edad, toria. Con esto don Gonzalo se partió para do el Rey ca era mayor que su hermana, y parecia justo suceestaba, y don Lope se fué á Otella para verse con la diese en el reino de su hermano difunto, si el derereina doйa Berenguela y asistilla, ca se temia no la cho de reinar se gobernara por las leyes y por los libros cercasen dentro de aquel castillo, y aun refieren que de juristas, y no mas aína por la voluntad del pueblo, el Rey con su gente, mas por engaño de don Alvaro por las fuerzas, diligencia y felicidad de los pretensoque por su voluntad, lo intentó; sin hacer empero efec- res, como sucedió en este caso. Juntáronse muchos to dió la vuelta á Palencia. Añaden que se trató de ca- donde la Reina estaba con toda brevedad para consulsar de nuevo el Rey con doña Sancha, hija del rey don tar este punto. Salió por resolucion de comun acuerdo, Alonso de Leon y de su primera mujer, y que estuvie- sin hacer mencion de doña Blanca, que el reino y la ron muy adelante los conciertos con tal que la Infanta corona se diesen á su hermana doña Berenguela. Aborheredase el reino de su padre, sin embargo que tenia recian, como es ordinario, el gobierno de extranjeros, en doña Berenguela á su hijo don Fernando; la verdad y recelábanse que si Castilla se juntaba con Francia, ¿quién la podrá averiguar? Que la historia deste tiem- podrian dello resultar alteraciones y daños. Antes que po no menos revueltas y perplejidades tiene que las esta resolucion se tomase, la reina doña Berenguela, mismas cosas del reino. Concuerdan en que como el para evitar inconvenientes, despachó á don Lope de Rey estuviese aposentado en las casas del Obispo y ju- Haro y á Gonzalo Ruiz Giron para que alcanzasen del gase con otros sus iguales en el patio, fué muerto por rey de Leon le enviase á su hijo don Fernando, para un caso repentino y desgracia extraordinaria; una teja que la asistiese contra las fuerzas y embustes de don que cayó le descalabró la cabeza, de que desde á once Álvaro Nuñez de Lara, el gobernador, que á la sazon la dias murió, mártes á 6 de junio, año de 1217. Gran tenia cercada dentro de Otella, como queda dicho. Deburla de las cosas del mundo, grande la miseria; pues sistió por entonces de pretender contra los de Lara, pormuere un rey jóven en la flor de su edad en la entrada que alzaron el cerco; al presente, sabida la desgracia del del reino, que apenas habia probado qué cosa es vivir Rey, su hermano, volvió á su primera demanda. Era y reinar. Hay fama, aunque sin autores bastantes, que menester usar de presteza antes que la muerte del Rey un mancebo del linaje de los Mendozas tiró una piedra llegase á noticia del rey de Leon, del cual se recelaban desde una torre que estaba cerca, y con ella quebró la no intentase de apoderarse del reino de Castilla como teja que cayó sobre la cabeza del Rey y le mató. El cuer- dote de su mujer, si bien el matrimonio estaba apartado. po el tiempo adelante enterraron junto á la sepultura El recelo, por lo que se vió adelante, no era sin propóde su hermano don Fernando en las Huelgas de Búrgos, sito. Los embajadores se dieron tal priesa y usaron de en que cada año el dia de su muerte le hacen aniversa- tal diligencia, que antes que el rey de Leon supiese rio en aquel mismo tiempo. Vivió menos de catorce nada de lo que pasaba, alcanzaron dél lo que pretenaños; dellos reinó los dos y mas nueve meses. Este mis- dian. Fué cosa fácil encubrir la muerte del Rey, por mo año en Portugal se ganó de los moros un pueblo causa que el conde don Alvaro ponia en esto gran cuiprincipal, que se llama Alcázar de Sal, y antiguamen- dado; el cual, aunque de repente se vió apeado del gran te se llamó Salacia, y era colonia de romanos. El au- poder que tenia, no se olvidó de sus mañas, antes llevá tor y movedor principal desta empresa fué Mateo, obis- el cuerpo del difunto á Tariego. Dende echaba fama po de Lisboa. El juntó para ello mucha gente de Por- que vivia, y despachaba en su nombre muchos recados tugal y persuadió á los caballeros templarios que ayu- y negocios, dando diversas causas por qué no salia en dasen; y lo que mas hizo al caso, una armada de mas de público ni comunicaba con nadie. Bien via él que secien velas, en que gran número de ingleses, flameu-mejante invencion no podia ir á la larga; mas procu

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