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los nuestros fuesen sabidores dellos, los hallaria apercebidos para la defensa y para rechazar los contrarios. Por el uno y por el otro respeto con embajadores que envió el rey don Jaime de Aragon le pidió dineros prestados, con color que se le habia rebelado un señor Moro, su vasallo, y entrado en Ceuta, cosa que por el sitio de aquella plaza, que está cerca del estrecho de Gibraltar, era de consideracion, y si no se prevenia con tiempo, podria acarrear daño á las marinas de Africa y de España. Cuanto mayor era el cuidado de encubrir estos deseños, tanto la mal enfrenada fama se aumentaba mas, como acontece en las cosas grandes, que fué la causa para que ni el rey de Aragon le enviase dineros ni los de Castilla se descuidasen en apercebirse de lo necesario. Verdad es que todo procedia de espacio por la ausencia del rey don Alonso y porque su hijo don Fernando se detenia en Búrgos, donde aportó despues que visitó el reino. Envió pues el Moro en primer lugar desde Africa alcaides que se apoderasen y tuviesen en su nombre las ciudades de Algecira y Tarifa, segun concertó que se las entregaria el rey de Granada para que sirviesen como de baluartes, asiento y reparo de la guerra que se aparejaba. Despues desto echó en España gran gente africana, en número diez y siete mil caballos, y dado que no se refiere el número de los infantes, bien se entiende fueron muchos, conforme á la hazaña que se emprendia y al deseño que llevaban. Lo primero que procuró fué de reconciliar todos los moros entre sí y hacer olvidasen las discordias pasadas; lo cual con la autoridad del rey de Marruecos y á su persuasion se efectuó, que se avinieron los de Málaga y Guadix con el rey de Granada. Tuvieron junta en Málaga para resolver en qué forma se haria la guerra. Fueron de acuerdo que la gente se dividiese en dos partes, porque no se embarazasen con la multitud y para con mas provecho acometer las tierras de cristianos. Con esta resolucion el rey de Marruecos tomó cargo de correr la campaña de Sevilla. El de Granada se encargó de hacer entrada por las fronteras de Jaen. Era don Nuño de Lara frontero contra los moros. Avisó al infante don Fernando que con toda presteza enviase toda la mas gente que pudiese, porque el peligro no sufria dilacion. El mismo arrebatadamente con la gente que pudo se metió en Ecija, por do era forzoso pasase el rey de Marruecos, ciudad bien fuerte y que no se podia tomar con facilidad. Concurrió otrosí gran nobleza de las ciudades cercanas, movidos por la fama del peligro y convidados por las cartas que don Nuño les enviara. Confiado pues en la mucha gente y porque los bárbaros no cobrasen mayor esfuerzo si los nuestros daban muestras de miedo, salió de la ciudad, do se pudiera entretener, y puestos sus escuadrones en ordenanza, no dudó de encontrarse con el enemigo. Trabóse la pelea, en que si bien los moros al principio iban de caida, en fin vencieron por su muchedumbre y los fieles fueron desbaratados y puestos en huida. El mismo don Nuño murió en la pelea, y con él docientos y cincuenta de á caballo y cuatro mil infantes. Los demás se recogieron á la ciudad, que caia cerca, como á guarida; lo que tambien dió á algunos ocasion para que no hiciesen el postrer esfuerzo. La cabeza de don Nuño, varon tan esforzado y valiente, enviaron al rey de Granada en presente, que le dió poco gusto por acordarse de la anti

gua amistad y que por su medio alcanzó aquel reino que tenia. Así la envió á Córdoba para que junto con el cuerpo fuese sepultada. Esta desgracia tan señalada, que sucedió el año de 1275 por el mes de mayo, causó gran tristeza en todo elreino, no tanto por el daño presente cuanto por el miedo de mayor peligro que amenazaba. Algun consuelo y principio de mejor esperanza fué que el Bárbaro, aunque victorioso y feroz, no se pudo apoderar de la ciudad de Ecija; pero sucedió otra nueva desgracia. Esta fué que don Sancho, arzobispo de Toledo, con el triste aviso desta jornada, juntado que hobo toda la caballería que pudo en Toledo, Madrid, Guadalajara y Talavera, se partió á gran priesa para el Andalucía. Los moros de Granada talaban los campos de Jaen, robaban los ganados, mataban y cautivaban hombres, ponian fuego á los poblados, finalmente, no perdonaban á cosa ninguna que pudiese dañar su furor y saña. A estos pues procuró de acometer el Arzobispo con mayor osadía que consejo; hervíale la sangre con la mocedad, deseaba imitar la valentía del Rey, su padre, pretendia quitar á los moros la presa que llevaban, y dado que los mas cuerdos eran de parecer que debian de esperar á don Lope de Haro, que sabian marchaba á toda furia, y en breve llegaria con buen escuadron de gente; que no era justo ni acertado acometer con tan poca gente todo el ejército enemigo; prevaleció el parecer de aquellos que decian, si le esperaban, á juicio de todos seria suya la gloria de la victoria. So color de honra buscaron su daño; trabada la batalla, que se dió cerca de Mártos, á los 21 de octubre, fácilmente fueron los fieles vencidos, así por ser menos en número como por ser soldados nuevos, los moros muy ejercitados en el arte militar. La huida fué vergonzosa, los muertos pocos para victoria tan señalada. Prendieron al arzobispo don Sancho, y como quier que hobiese diferencia entre los bárbaros sobre de cuál de los reyes seria aquella presa y estuviesen á punto de venir á las manos, Atar, señor de Málaga, con la espada desnuda le pasó de parte á parte, diciendo: «No es justo que sobre la cabeza deste perro haya contienda entro caballeros tan principales.» Muerto que fué, le cortaron la cabeza y la mano izquierda, en que tenia el anillo pontifical. Este estrago fué tanto de mayor compasion y lástima, que pudieran los bárbaros ser destruidos en aquella pelea, si los nuestros tuvieran un poco de paciencia y no fueran tan amigos de su honra; porque don Lope de Haro sobrevino poco despues, y con su propio escuadron volvió á la pelea, y con maravillosa osadía forzó los moros á retirarse, pero no pudo vencellos á causa de la escuridad de la noche, que sobrevino. El cuerpo, mano y cabeza del arzobispo don Sancho, todo rescatado á precio de mucho oro, enterraron en la capilla real de Toledo, título de Santa Cruz, en que estaban sepultados el emperador don Alonso y su hijo don Sancho el Deseado. Sucedióle don Hernando, abad de Covarrubias, en el arzobispado ; y amovido este á cabo de seis años por mandado del Padre Santo, que nunca quiso confirmar ni aprobar esta eleccion, antes él mismo renunció al arzobispado, sucedió en la silla de Toledo por eleccion del papa don Gonzalo, segundo deste nombre, que primero fué obispo de Cuenca y despues de Búrgos. Este dicen que fué cardenal y Onufrio lo afirma; en Santa María la mayor en Roma hay un sé◄

pulcro de mármol, suyo segun se dice, con esta letra :

HIC DEPOSITUS FUIT QUONDAM DOMINUS GONSALVUS EPISCOPUS ALBANENSIS. OBIIT ANNO DOMINI M. CC. LXXXXVIIII.

Quiere decir: Aquí yace don Gonzalo, obispo que ya fué albanense. Finó año del Señor 1299. Fué natural de Toledo, del linaje de los Gudieles, á lo que se entiende. El año en que vamos, por estos desastres aciago, le hizo mas notable la muerte del infante don Fernando; murió de enfermedad en Villareal por el mes de agosto. Iba á la guerra de los moros, y esperaba en aquella villa las compañías de gente que se habian levantado, cuando la muerte le sobrevino. No es menos sino que todo el reino sintió mucho este desman y falta, endechas y lutos asaz; su cuerpo enterraron en las Huelgas. Su muerte causó al presente gran tristeza, y adelante fué ocasion de graves discordias, como quiera que el infante don Sancho, su hermano, porfiase que le venia á él la sucesion del reino por ser hijo segundo del rey don Alonso, que todavía vivia; si bien don Fernando dejó dos hijos de su mujer la infanta doña Blanca, llamados don Alonso y don Fernando, encarecidamente encomendados al tiempo de su muerte á don Juan de Lara, que fué hijo mayor de don Nuño de Lara. El infante don Sancho, como mozo que era de ingenio agudo y de grande industria para cualquier cosa que se aplicase, en aquel peligro de la república se hizo capitan contra los moros, y con su valor y diligencia refrenó la osadía de los enemigos. Puso guarniciones en muchos lugares, y excusó la pelea con intento que el ímpetu con que los bárbaros venian se fuese resfriando con la tardanza, que fué un consejo saludable. Tambien se alteraron los moros de Valencia, que nunca fueron fieles; y entonces, perdido el miedo por la vejez del rey don Jaime y llenos de confianza por lo que pasaba en el Andalucía, al principio de aquella guerra se estuvieron quedos y á la mira de lo que sucedia. Como supieron que los suyos vencian, se resolvieron juntar con ellos sus fuerzas, y á cada paso en tierra de Valencia se hacian conjuraciones de inoros, si bien don Pedro, infante de Aragon, por mandado de su padre era ido con un escuadron de soldados á las fronteras de Murcia, y destruia los campos de Almería con quemas y robos. Las cosas de los navarros no andaban mas sosegadas en aquel tiempo. Como Filipe, rey de Francia, hobiese concertado á doña Juana, heredera de aquel reino, con su hijo Filipe, que le sucedió despues y tuvo sobrenombre de Hermoso, envió por virey de Navarra á Estéban de Belmarca, de nacion francés, quitado aquel cargo á Pedro de Montagudo. No tenia bastante autoridad un hombre forastero para apaciguar los alborotos que andaban y aquellas parcialidades tan enconadas, mayormente que Pedro de Montagudo, movido de la afrenta que se le hizo en removelle del gobierno, y García Almoravides, que siempre se mostró aficionado á los reyes de Castilla, se declararon por caudillos de los alborotados. Dentro de la misma ciudad de Pamplona se trabaron pasiones y vinieron á las manos el un bando con el otro. La porfía y crueldad fué tal, que se quemaban las mieses y batian á las paredes los hijos pequeños con mayor daño del bando que seguia á los franceses. Al mismo Pedro de Montagudo que, pasado el primer desgusto, inclinaba al bando francés, y que

ora fuese por deseo de quietud, ora á persuasion de otros, ya tenia pensado de pasarse á su parte; como lo entendiesen los del bando contrario le mataron. Indigno de tal desastre por sus muchas virtudes, de que ningun ciudadano de su tiempo era mas adornado, varon noble, rico, de buena presencia, prudente y de grandes fuerzas corporales.

CAPITULO II.

De la muerte del rey don Jaime de Aragon.

El año siguiente, que del nacimiento de Cristo se contaba 1276, fué señalado por la muerte de tres pontífices romanos; estos fueron Gregorio X, Inocencio V y Adriano V. El pontificado de Inocencio fué muy breve, es á saber, de cinco meses y dos dias; el de Adriano desolos treinta y siete dias, en cuyo lugar sucedió Juan, vigésimoprimero deste nombre, natural de Lisboa, hombre de grande ingenio, de muchas letras y doctrina, mayormente de dialéctica y medicina, como dan testimonio los libros que dejó escritos en nombre de Pedro Hispano, que tuvo antes que fuese papa. Hay un libro suyo de medicina, que se llama Tesoro de pobres. Su vida no fué mucho mas larga que la de sus antecesores. A los ocho meses y ocho dias de su pontificado en Viterbo murió por ocasion que el techo del aposento en que estaba se hundió. Sucedióle Nicolao III, natural de Roma y de la casa Ursina. En este mismo tiempo en Castilla se abrian las zanjas y echaban los cimientos de guerras civiles, que mucho la trabajaron. Fué asi, que el infante don Sancho granjeaba con diligencia las voluntades de la nobleza y del pueblo, usaba de halagos, cortesía y liberalidad con todos, como quiera que todo esto faltase en el Rey, su padre, por do el pueblo habia comenzado á desgraciarse. Aumentó este disgusto la jornada de Francia tan fuera de sazon y propósito, y casi siempre acontece que á quien la fortuna es contraria le falta el aplauso de los hombres. Deseaba el vulga novedades, y juntamente, como acontece, las temia; algunos de los principales á punto de alborotarse, otros por ser mas recatados se entretenian, disimulaban y estaban á la mira. Don Lope de Haro, que era de tanta autoridad y prendas, se habia reconciliado en Córdoba con el infante don Sancho. Con los moros, cuya furia algun tanto amansaba, se asentaron treguas por espacio de dos años. El rey de Marruecos, hecho este concierto, desde Algecira, do tenia sus reales y su gente, pasó en Africa. Don Sancho á gran priesa se fué á Toledo con color de visitar al Rey, su padre, que poco antes de Francia por el camino de Valencia y de Cuenca era llegado á aquella ciudad, fuera de que publicaba tener negocios del reino que comunicar con él. Esta era la voz ; el cuidado que mas le aquejaba era de asentar el derecho de su sucesion, que pretendia encaminar con voluntad de su padre y de los grandes. Comenzóse á tratar este negocio; encargóse don Lope de Haro de dar principio á esta prática, que dió mucho enojo al rey don Alonso. Llevaba mal se tratase en su vida tan fuera de sazon de la sucesion del reino, junto con que se persuadia que conforme á derecho sus nietos no podian ser excluidos, y por el amor que en particular les tenia pesábale grandemente que se tratase de hacer novedad. Mas por consejo del infante don Ma

nuel, su hermano, ya grande amigo de don Sancho, se determinó que se llamasen y juntasen Cortes en Segovia, con intento que allí se determinase esta diferencia. Tratóse el negocio en aquellas Cortes, y ventiladas las razones por la una y por la otra parte, en fin se vino á pronunciar sentencia en favor de don Sancho; si con razon y conforme á derecho ó contra él, no se sabe ni hay para qué aquí tratallo. Lo cierto es que prevaleció el respeto del pro comun y el deseo del sosiego del reino. Todos se persuadian que si don Sancho no alcanzara lo que pretendia no reposaria ni dejaria á los otros que reposasen. Su edad era á propósito para el gobierno, su ingenio, industria y condicion muy aventajadas, el amor que muchos le tenian grande, su valor muy señalado. Esto pasaba en Castilla; en Aragon el rey don Jaime usaba de toda diligencia para sosegar el alboroto de los moros, si pudiese por maña, y si no por fuerza. Con este intento discurria por las ciudades, villas y lugares del reino de Valencia; hobo en diversas partes muchos encuentros; cuando los unos vencian, cuando los otros. En particular al tiempo que el Rey estaba en Játiva, los suyos fueron destrozados en Lujen; el estrago fué tal y la matanza, que desde entonces comenzó el vulgo á llamar aquel dia, que era mártes, de mal agüero y aciago. Murió en la batalla Garci Ruiz de Azagra, hijo de Pedro de Azagra, señor de Albarracin, noble príncipe en aquel tiempo; fué preso el comendador mayor de los templarios, La causa principal de aquel daño fué el poco caso que hicieron del enemigo, cosa que siempre en la guerra es muy perjudicial. El Rey, por la tristeza que sintió de aquella desgracia, y por tener ya quebrantado el cuerpo con los muchos trabajos, á que se llegó una nueva enfermedad que le sobrevino, dejó el cuidado de la guerra al infante don Pedro, su hijo, y él se fué á Algecira, que es una villa en tierra de Valencia. Allí, aquejado del mal y desafiuciado de los médicos, entregó de su mano el reino á su hijo, que presente estaba; dióle asimismo consejos muy saludables para saberse gobernar. Esto hecho, él se vistió el hábito de san Bernardo con intento de pasar lo que le quedaba de vida en el monasterio de Poblete, en que queria ser enterrado. No le dió la dolencia tanto lugar, falleció en Valencia á 27 de julio; príncipe de renombre inmortal por la grandeza de sus hazañas, y no solo valiente y esforzado, sino de singular piedad y devocion, pues afirman dél edificó dos mil iglesias; yo entiendo que las hizo consagrar ó dedicar conforme al rito y ceremonia cristiana, y de mezquitas de Mahoma las convirtió en templos de Dios. En las cosas de la guerra se puede comparar con cualquiera de los famosos capitanes antiguos; treinta veces entró en batalla con los moros y siempre salió vencedor, por donde tuvo sobrenombre y se llamó el rey don Jaime el Conquistador. Reinó por espacio de sesenta y tres años; fué demasiadamente dado á la sensualidad, cosa que no poco escureció su fama. De la reina doña Violante tuvo estos hijos: don Pedro, don Jaime, don Sancho, el arzobispo, ya muerto; doña Isabel, reina de Francia; doña Violante, reina de Castilla; doña Costanza, mujer del infante don Manuel; otras dos hijas, María y Leonor, murieron niñas; todos estos fueron hijos legítimos. De doña Teresa Egidia Vidaura tuvo á don Jaime, señor de Ejerica, y a don Pedro, señor de Ayerve, que á la muerte

declaró por hijos legítimos, y llamó á la sucesion del reino caso que los hijos de doña Violante no tuviesen sucesion. De otra mujer de la casa de Antillon hobo á Fernan Sanchez, el que arriba contamos que fué muer to por su hermano. Deste descienden los de la casa de Castro, que se llamaron así á causa de la baronía de Castro que tuvo en heredamiento. De Berenguela Fernandez dejó otro hijo, llamado Pero Fernandez, á quien dió la villa de Hijar; de todos descendieron muy nobles familias en el reino de Aragon. Lo que mas es do considerar que en la sucesion del reino sustituyó los hijos varones de doña Violante, doña Costanza y doña Isabel, sus hijas, despues de los cuatro hijos arriba nombrados y declarados por legítimos; pero con tal condicion que ni sus madres ni ninguna otra mujer pu→ diese jamás heredar aquella corona. Dejó mandado á su hijo echase los moros del reino, por ser gente que no se puede jamás fiar dellos, mandamiento que si en aque→ lla edad y aun en la nuestra y de nuestros padres so hobiera puesto en ejecucion se excusaran muchos daños, porque la obstinacion desta gente no se puede vencer ni ablandar con ninguna arte, ni su deslealtad amansar con ningunas buenas obras; no hacen caso de argumentos y razones ni estiman la autoridad de nadie. El infante don Pedro, dado que su padre era muerto, no se llamó luego rey; solo se nombraba heredero del reino en sus provisiones y cartas hasta tanto que se coronase, que se hizo en Zaragoza despues de apaciguados los alborotos de Valencia, y fué á 16 de noviembre. Esta honra se guardó para aquella nobilísima y hermosísima ciudad; la Reina tambien fué coronada; y los caballeros principales, hecho su pleito homenaje, juraron á don Alonso, su hijo, que entonces era niño, por heredero de aquellos estados. A don Jaime, hermano del nuevo Rey, se dieron las islas de Mallorca y Menorca con título de rey, como su padre lo dejó man. dado en su testamento y como arriba queda dicho que lo tenia determinado; diéronle otrosí el condado de Ruisellon y lo de Mompeller en Francia. Tuvo este Principe por hijos á don Jaime, don Sancho, don Fernando, don Filipe. Esta division del reino fué causa de desabrimientos y sospechas que nacieron entre los herma→ nos, que adelante pararon en enemistades y guerras. Quejábase don Jaime que le quitaron el reino de Valencia, del cual le hizo tiempo atrás donacion su padre, y que por el nuevo corte que se dió quedaba por feudatario y vasallo de su hermano, cosa que le parecia no se podia sufrir. Su cólera y su ambicion sin propósito le aguijonaban y aun le déspeñaban, sin reparar hasta tanto que le despojaron de su estado.

CAPITULO III.

Que las discordias de Navarra se apaciguaron.

Lo de Navarra no andaba mas sosegado que las otras partes de España, antes ardia en alborotos y discordias civiles; cada cual acudia al uno de los bandos. Filipo, rey de Francia, como se viese encargado de la defensa y amparo del nuevo reino, determinó de ir en persona á sosegar aquellas revueltas con mucha gente de guerra que consigo llevaba. Era el tiempo muy áspero, y las cumbres del monte Pirineo por donde era el paso cargadas y cubiertas de nieve; allegábase á esto la falta

Treviño por mandado de don Sancho; & don Fadrique hizo cortar la cabeza en Búrgos con grande odio del nuevo principado, pues eran estas las primeras señales y muestra que daba, mayormente que sin ser oidos los condenaron. Los mas extrañaban este hecho, conforme como á cada cual le tocaban los muertos en parentesco ó amistad, pero el odio estaba secreto y disfrazado con la disimulacion. Enviáronse embajadores el un Rey al otro. El rey de Castilla pedia que se le enviase su mujer y que aprobase la eleccion de don Sancho. Excusábase el rey de Aragon con que no estaba aun del todo determinado el negocio, y alegaba que en su reino tenian refugio y amparo cuantos á él se acogiesen, cuanto mas su misma hermana. Pasaron tan adelante, que hobiera el de Aragon movido guerra á Castilla, como algunos pensaban, si la rebelion de los moros de Valencia no le embarazara; los cuales, confiados en la venida del rey de Marruecos, con las armas se apoderaron de Montesa; pero estos movimientos tuvieron mas fácil fin de lo que se pensaba. Los moros, despedidos de la esperanza del socorro de Africa que esperaban, entregaron al Rey el mes de agosto, año de nuestra salvacion 1277, á Montesa y otros muchos castillos que tomaran. En este tiempo el rey don Alonso era venido de Búrgos á Sevilla; de allí envió grande armada y mucha gente de guerra á cercar á Algecira por mar y por tierra. Aquella guerra ante todas cosas tenia los ánimos de los fieles puestos en cuidado; temian que los africanos, por la vecindad de los lugares y por tener ya asiento en España y guarida propria, no acudiesen muchas veces á nuestras riberas. Sin embargo, las discordias civiles por otra parte les tenian los ánimos tan ocupados, que no se les daba mucho de todo lo al; todavía intentaron de quitalles aquel nido. El verano fué don Pedro, hijo del rey don Alonso, con poderoso ejército á la conquista de aquella ciudad. Dió la vuelta sin hacer algun efecto, con mu

de los bastimentos, á causa de la esterilidad de la tierra.
Movido por estas dificultades, él se volvió del camino,
pero envió en su lugar á Cárlos, conde de Arras, con la
mayor parte y mas escogida de su gente. Era este ca-
ballero persona de grande autoridad por ser tio de la
reina Juana; así, con su llegada hizo mucho efecto. El
bando contrario, maltratado por los franceses junto á
un pueblo llamado Reniega, se retiró á un barrio de
Pamplona, que se llama Navarreria; íbanles los france-
ses á los alcances y apretábanles por todas partes. Por
esto García de Almoravides, caudillo de aquella gente,
y en su compañía sus parientes y aliados con la escuri-
dad de la noche por entre las centinelas contrarias se
fueron por la parte que cada cual pudo, por poblados y
despoblados, y se salieron de toda la tierra. Algunos
dellos fueron á parar á Cerdeña, en que por Iraber he-
cho allí su morada, hay generacion dellos el dia de hoy.
Pamplona fué tomada de los enemigos, y le echaron
fuego. Los que quedaron despues deste estrago, es-
carmentados con el ejemplo de los otros, tuvieron por
bien de sosegarse; otros, acusados por rebeldes y albo-
rotadores del reino, llamados, como no compareciesen,
fueron en ausencia condenados de crímen laesae ma-
jestatis, y se ausentaron de su patria. El general fran-
cés, apaciguada que fué la discordia de los navarros y
fundada la paz de la república, pasó en Castilla al lla-
mado del rey don Alonso, y dél fué muy bien recebido
y tratado magnífica y espléndidamente, como pariente
muy cercano que era. Con la mucha familiaridad y con-
versacion el rey don Alonso se adelantó á decir que no
le faltaban á él cortesanos de la misma casa del rey de
Francia que le diesen aviso y descubriesen los secretos
del Rey y de sus grandes. Esto, quier fuese verdad 6
fingido para tentar el ánimo del Francés, él lo tomó tan
de veras, que desde entonces Broquio, camarero del
rey de Francia, comenzó á ser tenido por sospechoso.
Acrecentaron la sospecha unas cartas suyas que envia-cha
ba al rey don Alonso en cifra, que vinieron en poder de
los que le calumniaban, por haberse muerto en el ca-
mino el correo que las llevaba. Pasó el negocio tan ade-
lante, que fué condenado en juicio y pagó con la cabe-
za; pero esto avino algun tiempo adelante. Doña Vio-
lante, reina de Castilla, como viese que la edad de sus
nictos, que ella mucho queria, era menospreciada, y
que anteponian á don Sancho, y que ella no estaba muy
segura, en tanta manera pervierte todos los derechos la
execrable codicia del reinar, pensó de huirse; con este
intento hizo que el rey de Aragon, su hermano, viniese
al monasterio de Huerta, so color de querelle allí hablar.
Acompañaban á la Reina sus nietos por manera de hon-
ralla, y así con ellos se entró en Aragon; procuró de
estorbárselo el rey don Alonso desque supo lo que pasa-
ba, pero fué por demás. El pesar que con esto recibió
fué tal y el coraje, que ninguna pérdida suya ni de su
reino le pudiera entristecer mas. El enojo y saña del
Rey se volvió contra aquellos que creyó ayudaron y tu-
vieron parte en la partida de la Reina; mandó prender
en Búrgos, donde el Rey y don Sancho eran idos de Se-
govia, al infaute don Fadrique, su hermano, y á don
Simon Ruiz de Haro, señor de los Cameros, varon de
alto linaje y de muy antigua nobleza. Ardia la casa real
y la corte en discordias, y eran muchos los que favore-
cian á los nietos del Rey. Simon Ruiz fué quemado en

deshonra y pérdida de su gente, y nuestra armada por estar falta de marineros y de soldados con la venida del rey de Marruecos fué desbaratada y presa. Deshízose el campo; los soldados unos se fueron á una parte, otros á otra. Hay quien diga que en aquel tiempo el rey de Marruecos edificó otra nueva Algecira, poco distante de la primera. El cuerpo del rey don Jaime se llevó de Valencia, donde le depositaron en un sepulcro junto al altar mayor de la iglesia catedral, y se trasladó al monasterio de Poblete, entrado ya el verano. Las exequias del difunto se celebraron espléndidamente con gran concurso de caballeros principales, que se juntaron en Tarragona por mandado del nuevo Rey.

CAPITULO IV

De diversas hablas que tuvieron los reyes

Con la partida de la reina doña Violante los reyes de Castilla y Francia comenzaron á estar muy cuidadosos por respeto de los niños infantes. El cuidado por entrambas partes era igual, los intentos diferentes y aun contrarios. El de Castilla quisiera estorbar que no se pasasen en Francia, do para su inocente y tierna edad tenian muy cierta la acogida y el amparo, en especial que don Sancho, su hijo, le ponia en esto con el deseo que tenia de asegurarse, sin descuidarse de continuar en granjear las voluntades de grandes y pequeños con

Ja nobleza de su condicion, agudeza de ingenio y agradables costumbres, y con valor y diligencia apercebirse para todo lo que podia suceder. El de Francia temia que si venian á manos y poder de su tio correrian peligro de las vidas, por lo menos de perder la libertad. Sabia muy bien cuán deseosos son los hombres naturalmente de mando, y que la ambicion es madre de crueldad y fiereza. Habíanse enviado sobre esta razon diversas veces de parte de Castilla y de Francia muy solemnes embajadas al rey de Aragon, cosa muy honrosa para aquel Principe, que fuese como juez árbitro para concertar dos reyes tan poderosos, muy á propósito para sus intentos tener suspensos aquellos príncipes y en su poder los infantes. Ventilado el negocio, finalmente se acordó que dona Violante tornase con su marido y que los infantes quedasen en Aragon sin libertad de poder ausentarse; lleváron los al castillo de Játiva y allí los pusieron á recado. Esta resolucion dió mucha pena á doña Blanca, su madre, por parecelle que en quien fuera justo hallar amparo allí se les armaba celada, y con nuevos engaños les quitaban la libertad. Partióse pues para Aragon, mas no alcanzó cosa alguna, porque las orejas del Rey las halló sordas á sus ruegos y lágrimas; no hacia caso de todo lo que se podia decir y pensar á trueco de enderezar sus particulares. Desde allí muy enojada pasó en Francia á hablar al Rey, su hermano, y movelle á hacer la guerra contra Castilla y Aragon, si no condescendian con lo que era razon y ella pretendia. Era muy á propósito el reino de Navarra, que se tenia por los franceses, para estos intentos, por confinar con Castilla y Aragon por diversas partes. Puso esto en cuidado al rey de Aragon y al infante don Sancho; para tomar acuerdo de lo que se debia hacer, determinaron venir á habla. Señalaron para ello cierto lugar entre Requena y Buñol, acudieron allí, y se juntaron el dia aplazado á 14 de setiembre del año del Señor de 1279. En esta junta y habla, echados aparte todos los desabrimientos y enojos pasados, trabaron entre sí amistad y pusieron confederacion para valerse al tiempo de necesidad. Concluida esta habla, el rey de Aragon tomó el camino de Cataluña, que estaba alterada por las discordias de la gente principal. Armengol de Cabrera era el principal atizador destas revueltas, hijo de Alvaro de Cabrera, al cual el Rey poco antes diera el condado de Urgel, como á su feudatario y por respeto del conde de Fox; todo esto no bastó para ganalle. El Rey, visto lo que pasaba, se puso sobre la ciudad de Balaguer, cabecera de aquel estado; prendió al dicho Armengol y á su tio Rogerio Bernardo, conde de Fox, con otros señores que dentro halló; túvolos presos largo tiempo, en especial al de Fox, que se rebelara mas veces y mas feroz se mostraba; con tanto calmaron las alteraciones de los catalanes. Don Sancho se encaminó á Badajoz, donde su padre estaba, que era venido desde Sevilla á verse con don Dionisio, su nieto, rey de Portugal, con intento de hacer las paces entre él y don Alonso, su hermano, al cual pretendia por fuerza de armas echar del estado que su padre le dejó en Portugal. Alegaba diversas razones para dar color á esta su pretension, de que recebian mucho descontento las gentes de Portugal, por ver que entraba con tan mal pié en el reino, y que apenas era muerto su padre cuando pretendia despojar á su hermano y trabar

con él enemistad. Falleció en Lisboa al principio deste mismo año el rey don Alonso de Portugal, padre de don Dionisio. Vivió setenta años, reinó treinta y dos; en el monasterio de Santo Domingo de aquella ciudad que él edificó, enterraron su cuerpo. Don Sancho, luego que sc hobo visto con su padre, fué por su órden á hacer levas de gente por todo el reino y apercebirse de soldados contra el rey de Granada, que á la sazon sabia estar ocupado en la obra del alcázar de aquella ciudad, llamado el Alhambra, fábrica de gran primor y en que gastó gran tesoro, ca era este rey Moro no menos diestro en semejantes primores que en el arte militar. Para movelle guerra no podian faltar achaques, y siempre los hay entre los príncipes cuyos estados alindan. Lo que yo sospecho es que el rey de Granada en la guerra de Algecira dió favor al de Marruecos, de lo cual por estar agraviados los nuestros, en el asiento que se tomó poco antes desto con los africanos no fueron compreliendidos los de Granada. Dionisio, rey de Portugal, sea por no fiarse de su abuelo, como quier que sean dudosas é inconstantes las voluntades de los hombres, sea por pensar se inclinaba mas á su hermano (como de ordinario siempre favorecemos la parte mas flaca, y aun el que es mas poderoso, en cualquier diferencia puesto que tenga mejor derecho, siempre parece que hace agravio), si bien habia llegado á Yelves, que está tres leguas de Badajoz, repentinamente mudado de parecer volvió atrás. Fué grande el enojo que el rey don Alonso recibió por esta liviandad; así, perdida la esperanza de verse con su nieto, muy desabrido dió la vuelta para Sevilla. En este tiempo Conrado Lanza, general de la mar por el rey de Aragon, persona de grande autoridad para con todos por ser pariente cercano de la reina doña Costanza, con una armada que aprestó do diez galeras corrió las marinas de Africa, mayormente las de Túnez y Tremecen, en castigo de que aquellas ciudades no querian pagar el tributo que algunos años antes concertaron. Cierto autor afirma que esta empresa fué y se enderezó para meter en posesion del reino de Túnez á Mirabusar, á quien su hermano le echara dél. Todos concuerdan que la presa que de allí llevaron los aragoneses fué grande, y que en el estrecho de Gibraltar de diez galeras que encontraron del rey de Marruecos y las vencieron, parte tomaron, parte echaron á fondo. El rey de Aragon en Valencia, donde se entretenia muy de ordinario, hizo donacion á don Jaime, su hijo, habido fuera de matrimonio, del estado de Segorve por el mes de noviembre. En Castilla de cada dia se aumentaba la aficion que los naturales tenian al infante don Sancho, y aun á muchos parecia que trataba de cosas mayores de lo que al presente mostraba, y que luego que concluyese con los sobrinos, menospreciaria á su padre, que ya por su edad iba de caida, y le quitaria el mando y la corona. El padre por su gran descuido de ninguna cosa menos se recataba que desto, sin saber las práticas de su hijo, así las públicas como las secretas. Partió pues don Sancho el año luego siguiente de 1280 á la primavera con el ejército que tenia levantado la vuelta de Jaen; y con nuevas compañías que su padre le envió desde Sevilla, aumentado su ejército, entró muy pujante por las fronteras de Granada, taló y robó toda la campaña, sin parar hasta ponerse á vista de la misma ciudad, quemó muchas aldeas y pue

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