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vueltas, dudosos y suspensos se estuvieron en sus casas para tomar consejo conforme al tiempo y como las cosas se rodeasen. Gaston, vizconde de Bearne, sabido lo que pasaba, vino á gran priesa á Aragon en favor de sus deudos, resuelto de poner á cualquier riesgo su persona y estados por los amparar. A instancia de tor dos estos señores el rey de Aragon puso en libertad á los hermanos Cerdas. Y para hacer mayor pesar al rey don Sancho, por el mes de setiembre en Jaca, donde hizo traer á los infantes, nombró á don Alonso, el mayor dellos, por rey de Castilla y de Leon, de que resultaron nuevas guerras y grande ocasion para discordias; y es cosa forzosa que los grandes reinos sean muchas veces combatidos de nuevas y grandes tempestades. Por medio de los Cerdas y con el favor de los aragone→ ses se movió guerra á Castilla. El pueblo estaba no mas deseoso que medroso de cosas nuevas. Los caballeros principales de Castilla no eran de un mismo parecer; los mas prudentes con deseo de sosiego seguian el par

mandólos prender; don Lope de Haro, puesta mano á la espada y revuelto el manto al brazo, con palabras muy injuriosas y llamar al Rey tirano, fementido, cruel, con todo lo demás que se le vino á la boca y que el furor y rabia le daban, se fué para él con intento de matalle. Locura grande y demasiado atrevimiento, que le acarreó su perdicion; los que estaban presentes pusieron asimismo mano á sus espadas, y del primer golpe le cortaron la mano derecha y consiguientemente le acabaron. Caballero que fué arriscado y fuerte, mas su arrogancia y poder demasiado, junto con la envidia que muchos le tenian, redujeron á estos términos. Don Juan, su yerno, despues que hirió á algunos de los criados del Rey, como vió muerto á su suegro, se huyó y acogió al aposento de la Reina, que se puso delante para amparalle del Rey, que venia en su seguimiento con la espada desnuda, y por sus ruegos y lágrimas hizo tanto, que le libró de la muerte. Pusiéronle en prisiones para estar á juicio, y dar razon deste y de los demás desacatos. Forzosa cosa es pasar muchas cosas en si-tido del rey don Sancho, y querian agradalte á él, pues

lencio por seguir la brevedad que llevamos. Mas ¿quién podria contar por menudo y á la larga todas las tramas que en esto hobo de traicion y deslealtad? Quién decir todo lo que pasó en tan grande ruido y alboroto y encarecer la turbacion y desasosiego de toda la casa real? La suma es que, quitadas delante las cabezas, los alborotos se apaciguaron por entonces, y con el ejemplo fresco de aquella culpa y de aquel castigo los demás se tuvieron á raya para que luego no se alterasen. Pero como se hobieron un poco sosegado, en secreto y públicamente en corrillos comenzaron á murmurar deste hecho del Rey. Decian que con muestra de amor engañó á tan grandes príncipes; los parientes y aliados de los dos unos se salian de la corte, otros, de que hobo gran número, se fueron del reino. Por todo esto bien se dejaba entender que se armaba alguna gran tempestad, que fué la causa principal de abreviar la confederacion y liga con el rey de Francia en Leon, como arriba queda dicho. Doña Juana, mujer del difunto don Lope de Haro y hija de don Alonso, señor de Molina, toda cubierta de luto, se fué á ver con la Reina, su hermana, en Santo Domingo de la Calzada, donde estaba la corte. Pretendia con esto recoger las reliquias del naufragio de su casa. Hizo tanto, que con sus lágrimas y á ruego de la Reina se amansó el Rey para que no despojase á su hijo del señorío de Vizcaya, como lo pretendia hacer, y ya por fuerza se habia apoderado de la villa de Haro y del castillo de Treviño. Demás desto, con deseo de sosiego y de apaciguallo todo la Reina prometió á su hermana que si su hijo don Diego de Haro, como era forzoso, llevase en paciencia la muerte de su padre y se pusiese en manos del Rey, le haria dar el lugar y autoridad que su padre tenia. Doña Juana, como mujer inconstante, pensó que estas promesas procedian de miedo; así, mudó luego de parecer y trocó la humildad pasada en cólera, tanto, que con deseo de vengarse atizaba á su hijo, y le aconsejaba que, renunciada la fe y lealtad que al Rey tenia prometida, se desnaturalizase y se pasase á Aragon. Doña María, mujer del infante don Juan, que tenian preso, se pasó á Navarra, cerca de la cual estaba. En su compañía se salieron otrosí de Castilla muchos de sus aliados, dado que la mayor parte, como suele acontecer en estas re

tenia el mando y señorío. El en aquellos dias fué á Victoria, que es en Alava; allí la Reina parió un hijo quo se llamó don Enrique. La ida se enderezaba, así para verse en Bayona con el rey de Francia, segun que lo tenian determinado por sus embajadores, como para acabar de conquistar los lugares y tierras de Vizcaya y ponellos debajo de su señorío. Esta guerra fué mas dificultosa de lo que se pensó por la aspereza de los lugares, la falta de bastimento y la condicion de la gente, constante en guardar la fe y lealtad á sus señores. Teníase esperanza por medio del maestre de Calatrava, don Ruy Perez Ponce, de poder ganar á don Diego de Haro, hermano de don Lope, al cual antes deste tiempo el Rey hizo capitan de la frontera, y al presente le ofrecia mucho mayores honras y premios, hasta dalle intencion que le daria el señorío de Vizcaya. Pero él, sin hacer caso de todo esto, quiso mas irse desterrado á Aragon. Decia no se debia confiar de quien so color de amistad maltrató de tal manera á tales príncipes, sus parientes y amigos. Así, se partió determinado de favorecer y amparar con su consejo y hacienda y diligencia á su sobrino. Todo parecia estar á punto de romper; los pueblos resonaban con aparatos y pertrechos de guerra, cuando, al mismo punto que querian acometer las fronteras de Castilla, falleció de enfermedad don Diego de Haro, hijo de don Lope, en gran pro y beneficio del rey don Sancho y de sus cosas. Con su muerte so resfriaron las voluntades de los que seguían su bando; y Vizcaya, que hasta entonces hacia resistencia, toda ella vino en poder del Rey por el esfuerzo y valor de Diego Lopez de Salcedo, á quien se cometiera todo el peso de aquella conquista, y de quien, así en guerra como en paz, se hacia mucho caso.

CAPITULO XIII.

De algunas hablas que tuvieron los reyes.

El rey don Sancho, dado que hobo fin á las cosas de Vizcaya, y que las vistas con el rey de Francia se remitieron para otro tiempo, dejó á su hermano el iufan-te don Juan con buena guarda preso en el alcázar de Búrgos, y despues le pasaron á Curiel; y él con el cuidado que tenia de la guerra de Aragon y de su rei

nio mas bastante. Lo cierto es que con el castigo destos dos pueblos quedaron avisados los demás para no se desmandar; y es así, que todo grande ejemplo y hazaña es casi forzoso tenga mezcla de algunos agravios; pero lo que se peca contra los particulares se recompensa con el provecho y sosiego comun. El año próximo siguiente de 1290 se trató de nuevo que los reyes de Francia y de Castilla se viesen y hablasen. Acordado esto, llegaron en un mismo dia á Bayona, pueblo de la Guiena, señalado para esta junta. Lo mas principal que entre los reyes se resolvió fué que el de Francia alzó la mano de ayudar á los hermanos Cerdas, renunció otrosí el derecho, si alguno tenia, al reino de Castilla, como bisnieto de la reina doña Blanca, que no faltaba quien le pusiese en seguir esta demanda. Demás desto, se resolvió de hacer por ambas partes la guerra al reino de Aragon. Al mismo tiempo Tolosa, Segura y Villafranca, que se comenzaran á edificar en la parte de Vizcaya en tiempo del rey don Alonso, se acabaron en este por la diligencia del rey don Sancho, de que

no, que de nuevo andaba en balanzas, se partió para Sabugal, que es una villa á la raya de Portugal. Allí se juntaron él y él rey de Portugal para tratar entre los dos de sus haciendas; hicieron liga contra los aragoneses y los desterrados de Castilla, que se apercebian para la guerra so color de poner en posesion á don Alonso de la Cerda, que ya se intitulaba rey de Castilla, en el reino de su abuelo. Apartados los reyes y vueltos destas vistas, don Sancho, recogidas sus fuerzas por todas partes y la gente de guerra que tenia, sé fué á encontrar con los aragoneses á la villa dé Almazan. En el mes de abril del año del Señor de 1289 se juntaron los dos campos; mas no sucedió cosa digna de memoria; solo la villa de Moron fué tomada por los aragoneses por fuerza de armas, y Almazan fué cercado. De la otra parte del rey don Sancho con una entrada que hizo por las fronteras de Aragon destruia la campaña, robaba ganados y ponia á fuego villas y lugares. Don Diego Lopez de Haro de la misma manera con sus correrías talaba todos los campos y términos de Cuenca y Huete, demás de un escuadron de enemi-hay hoy dia públicos instrumentos despachados en esgos con quien se encontró y los venció y puso en huida junto á la villa de Pajaron. En esta refriega murió Rodrigo de Sotomayor, capitan de los castellanos. Las banderas que les tomó envió don Diego á la ciudad de Tiruel. La estrechura del lugar fué causa deste revés; los aragoneses peleaban mejorados de lugar, y por todas partes estaban sobre los enemigos. En ninguna parte podian reposar, unos daños sucedian á otros, como si anduvieran en rueda; los que con su daño pagaban las discordias de los príncipes eran los inocentes. Verdad es que las mas ciudades y villas tenian la voz de don Sancho, unas por miedo, otras por voluntad. Solo en Badajoz se encendió una revuelta muy grande; estaban aquellos ciudadanos de tiempo antiguo divididos en dos bandos, es á saber, los bejaranos y los portugaleses. Fueron los bejaranos despojados de sus haciendas por los contrarios y forzados á ausentarse de la ciudad. Hicieron recurso al Rey para que deshiciese el agravio. Mandólo así; los dañadores no quisieron obedecer á este mandato. Acudieron los bejaranos á las armas, y con gente que tenian apercebida mataron gran número del otro bando y echaron los que quedaban de la ciudad. A este atrevimiento de quererse vengar por sus manos añadieron otro mayor, y fué que como se hobiesen fortificado en lo mas alto de la ciudad, apellidaron por rey á don Alonso de la Cerda. Dió esto grande pesadumbre al rey don Sancho; el daño que resultó á aquella ciudad fué notable. Grande es la furia del pueblo puesto en armas; las fuerzas de los reyes son mayores. Vióse por experiencia que luego que el Rey envió su campo sobre ellos la osadía se les trocó en miedo. Rindiéronse á partido, salvas las vidas. No les guardaron el concierto; todos los bejaranos fueron pasados á cuchillo en número de cuatro mil entre hombres y mujeres. El mismo trabajo corrió Talavera, villa principal en el reino de Toledo; por seguir la voz de don Alonso de la Cerda hasta cuatrocientos de los mas nobles fueron justiciados y descuartizados públicamente á la puerta, que desde aquel tiempo comenzó el vulgo á llamalla la puerta de Cuartos. Así lo testifican los de aquel lugar como cosa recebida de mano en mano de sus antepasados, sin que haya autor ni testimo

ta razon en Victoria y en Valladolid, donde se vino desde Bayona. El rey de Aragon, sabida la confederacion de los dos reyes y visto que no tenia fuerzas para contrastar con Castilla, Francia y Italia, mucho se inclinaba á la paz, sin embargo que Cárlos, rey de Nápoles, no cumplía lo que se asentó en el concierto pasado; de que el rey de Ingalaterra, por cuya instancia fué puesto en libertad, se sentia muy agraviado que hiciese burla de su fe y palabra. Acudieron por todas partes al Papa á poner en sus manos estas diferencias. Respondió enviaria sus legados, que oidas las partes, con condiciones honestas acordasen todos estos debates. Nombró para esto dos cardenales, es á saber, Benito Colona y Gerardo de Parma para que fuesen á Francia y lo compusiesen todo. En este comedio Cárlos, rey de Nápoles, y el rey de Aragon, con seguro que se dieron el uno al otro, se vinieron á hablar en Junquera, pueblo de Cataluña. Allí platicaron sobre muchas cosas y asentaron treguas por algunos meses mientras que los legados tomasen algun buen medio para asentar con firmeza la paz, cosa que á todos venia bien y á que todos se inclinaban, Cárlos con esperanza de recobrar el reino de Sicilia, el Aragonés porque se alzase el entredicho que tanto duraba en su reino y por excusar la guerra que de Francia le amenazaba, demás del deseo que le punzaba, apaciguadas estas diferencias, de volver sus armas contra Castilla.

CAPITULO XIV.

Que don Juan de Lara se pasó á Aragon. Don Juan Nuñez de Lara, personaje de gran reputacion, poder y riquezas, comenzaba de nuevo á aficionarse al partido de Aragon, así por su poca constancia como por la intencion que le daban de restituille la ciudad de Albarracin; cosa muy ordinaria, que los hombres hacen mas caso de su interés que de lo que es justo y loable. El rey don Sancho, por tener entendido seria de grande importancia para todo su ida 6 su quedada, hizo todo lo posible para sosegalle hasta nombralle por general de las fronteras de Aragon y hacelle otros regalos. No aprovechó nada todo esto, mayormente que en Búrgos, donde la corte estaba, un

paje le dió ciertas cartas en que le avisaban mirase por sí, que le tenian armada celada. Corrió la fama que fué así verdad; yo mas creo fué mentira, como lo afirman autores de crédito; que aquellas cartas fueron echadizas por personas que les pesaba que un caballero tan valeroso hobiese vuelto á la gracia del Rey, como hombres que tenian mas cuenta con sus intentos particulares que con el bien comun. Don Juan, que de su naturaleza era sospechoso, dió crédito á lo que las cartas decian, y á gran furia salió de la corte, y por el reino de Navarra se pasó á Aragon, sin que fuese parte para estorballo la diligencia que el Rey puso por medio de la Reina y con ir él mismo en pos dél hasta Valladolid. Sentia mucho su partida por ver que le amenazaba una grave tempestad si caballero tan poderoso y de tantos amigos se juntase con los demás forajidos. No era este recelo fuera de propósito; que luego con mucha gente entró por las fronteras de Castilla hasta Cuenca y Alarcon, taló y robó toda la campaña, hizo todo el mal y daño que pudo. Acudieron las gentes del rey don Sancho; pero en un encuentro las desbarató y les tomó muchas banderas, rindió y sujetó la villa de Moya, y con gran número de cautivos y ganados dió la vuelta para Valencia. Desde donde el rey de Aragon, don Diego de Haro y don Juan de Lara con gente que tenian aprestada todos juntos volvieron á entrar por la parte de Molina, Sigüenza, Berlanga y Almazan, sin hallar quien les fuese á la mano, destruyeron toda la tierra. Aquejaba este daño mucho al rey don Sancho, deseaba acudir con sus gentes desde Cuenca, do era venido para remediar los daños. Poco efecto hizo; unas cuartanas que muy fuera de sazon le tenian trabajado, le embarazaban y debilitaban de suerte, que no podia hacer cosa alguna ni dar órden en lo que convenia, de que recebia mas pesadumbre que de la misma enfermedad. Llegó á términos de estar desahuciado de los médicos. La Reina, que en Valladolid aquellos dias parió un hijo, que se llamó don Pedro, aun no bien convalecida del parto, con el aviso se puso en camino para visitar al Rey. Su venida dió al doliente mucho contento, y fué muy provechosa para el bien comun su llegada. Con su buena maña redujo á don Juan de Lara, que ya estaba arrepentido de su liviandad por salille vana la esperanza de recobrar á Albarracin. Concertaron que dona Isabel, hija de doña Blanca y del hermano de la Reina, doncella de muy excelentes partes, casase con el hijo de don Juan de Lara, que tenia el mismo nombre que su padre. Era la dote el señorío de Molina, porque el padre de la novia no tenia hijo varon. Asentado esto, se celebraron las bodas en Cuenca con grande majestad y aparato. Concluidas las fiestas, el Rey y la Reina se fueron para Toledo y en su compañía don Juan Nuñez de Lara. Aposentáronle en el monasterio de San Pablo, que era de la órden de Santo Domingo, fuera de los muros de la ciudad, á la ribera de Tajo. Un día muy noche se entretenia en jugar á los dados con un judío muy rico. Vino al improviso un su criado, llamado Nuño Churuchao; avisóle se pusiese en cobro, porque tenian ordenado de matalle; que la noche pasada metieron muchas armas dentro de palacio. Dió él luego crédito á este aviso ; quisiera huir, pero no le fué posible por estar cerradas las puertas de la ciudad y dentro las cabalgaduras y criados. Pasó la noche con

este miedo y cuidado, que se le hizo muy larga. Al alba del dia, llamados sus criados y caballeros, les dijo el peligro en que se hallaba; ellos, sin embargo, le aconsejaron que no hiciese movimiento, que pues la noche se pasó sin muestra ninguna de tales asechanzas, que entendiese era mentira; porque ¿á qué propósito dilatallo, si tal pensaran? ¿Para qué esperar á que viniese el dia? ¿Por ventura para que fuese testigo de la traicion? ¿Qué mas querian sus contrarios que velle ido de la corte, en que tenia tanto poder y mando, que á todos causaba envidia, y sus riquezas les hacian temblar? Que en la ciudad todo lo vian sosegado, que se acordase del engaño pasado; y finalmente, que aquel su consejo, ó seria para él saludable, ó si todavía fuese necesario huir el peligro, que era lo peor que se podia esperar, que esto seria la noche siguiente; que de dia al seguro no se atreverian á acometer tal hazaña. Con estas razones se mitigó su miedo. Avisado el Rey de aquel recelo y sobresalto, sintió mucho que se pusieso duda en su fe y palabra. Cuidaba cómo le quitaria aquella sospecha; cuanto mas el Rey procuraba dalle satisfaccion, él sospechaba que no debian engañalle los quo le avisaron; y que aunque la verdad no se podia averiguar, que se la querian encubrir con artificio y maña. En este tiempo se asentó de nuevo la confederacion con el rey de Granada á tal que pechase el tributo que debia conforme á los conciertos pasados. Fué necesario acudir á esto porque andaba en balanzas, como es la costumbre de aquella gente ser poco constantes. Hernan Ponce de Leon, que era frontero de los moros, fué el principal medio para que estos reyes se conservasen en paz y amistad. De Toledo fueron los reyes primero á Búrgos, y de allí á Palencia, donde se hacia capítulo general de la órden de Santo Domingo. Don Juan de Lara no se podia sosegar con ningunos beneficios y buenas obras; y no se contentaba con maquinar él solo revueltas, sino que atizaba y persuadia á los grandes de la corte que procurasen de intentar cosas nuevas ; con esto andaban muchas voluntades torcidas y enajenadas del Rey. Para remedio desto sacaron de la prision en que estaba á don Juan, hermano del Rey, que era muy bienquisto de grandes y pequeños. Hizo él su juramento y pleito homenaje de ser fiel al Rey y al príncipe don Fernando, su hijo, y besó la mano del niño, como heredero del reino, conforme á la costumbre que se guarda en Castilla. Demás desto, por su medio muchos mudaron parecer y abrazaron los consejos mas saludables. Por industria del Rey, que fué á Santiago de Galicia so color de devocion y visitar aquella santa casa, se redujo asimismo á mejor partido y á que dejase las armas don Juan Alonso de Alburquerque, caballero principal, que en Galicia andaba alborotado á persuasion de don Juan de Lara. Estas cosas pasaban en Castilla el año de 1291, cuando al principio del mes de febrero los cardenales que el sumo Pontífice enviara á Francia por legados, como arriba dijimos, en Tarascon, pueblo de la Gallia Narbonense, compusieron las diferencias que resultaban entre los reyes de Aragon y Francia. Estuvo presente Cárlos, rey de Nápoles, y los dos reyes enviaron sus embajadores con amplos poderes para venir en el concierto. Las condiciones de la paz fueron estas: El rey de Aragon envie á Roma sus embajadores é humildemente pida per

CAPITULO XV.

don de la contumacia é inobediencia pasada. Peche en cada un año á la Iglesia romana treinta onzas de oro en razon de tributo y feudo, como su bisabuelo lo prometió. Con una buena armada pase en favor de la TierraSanta. A la vuelta aconseje á su madre y hermano y procure partan mano de las cosas de Sicilia. Por conclusion, publique un edicto riguroso en que mande á todos los aragoneses, soldados y caballeros, salgan de aquella isla. Cárlos de Valoes renuncie el derecho que el Papa le dió sobre el reino de Aragon. Demás desto, se añadió que el Padre Santo recibiria en su gracia al Aragonés y enviaria un prelado á quitar el entredicho que tenia puesto en todo aquel reino ; al cual el rey de Aragon entregaria los rehenes que de parte del rey Cárlos de Nápoles tenia en su poder. Al concluir estos conciertos no se hallaron los embajadores de Sicilia, y esto por industria del rey de Aragon con intento que no les desbaratasen todo, ca sabia cierto no vendrian en aquellas condiciones; maña de que el rey don Jaime y toda Sicilia se agraviaron en gran manera. Quejábanse los hobiese engañado y desamparado quien mas que todos los debiera favorecer. Sin embargo, querian Ilevar adelante lo comenzado y poner las vidas y la sangre en la demanda antes que volver al señorío de franceses. La resolucion fué tal y tan grande, que al fin salieron con su intento. Por esta causa la esperanza que tenian de recobrar á Sicilia salió vana á los franceses; y aun la ida del rey de Aragon á la Tierra-Santa no se efectuó á causa que á la misma sazon vino nueva que Elpis, emperador de Egipto, y su hijo Melesaite con un cerco muy apretado que pusieron sobre Ptolemaide, ciudad que solo quedaba allí en poder de cristianos, la combatieron de suerte, que la entraron por fuerza, y todos los moradores y soldados pasaron á cuchillo, los edificios al tanto los abatieron por tierra hasta no dejar rastro ni señal alguna de ciudad. Este fué el remate de la guerra sagrada y de aquella empresa de la TierraSanta. Tal fué la voluntad de Dios. La pereza y poquedad de los fieles vergonzosa acarreó esta mengua y daño. Viéronse segunda vez los reyes el de Aragon y el de Nápoles en Junquera; tornaron á tratar de la paz, que el uno y el otro mucho se inclinaban por estar cansados de los trabajos pasados y temerosos de lo por venir. Por esta causa luego que se despidió esta junta, el rey Carlos casó su hija mayor, llamada Clemencia, con Carlos de Valoes, y por dote el condado de Anjou y el estado de Maine; con tal condicion empero que partiese mano de la pretension de Aragon. Estaba al tanto muy resuelto el rey de Aragon en cumplir todo lo puesto y concertado, cuando la muerte, muy fuera de lo que pensaba, le atajó los pasos, que le sobrevino en Barcelona en sazon que se aprestaba para hacer traer á doña Leonor, su esposa, y todo andaba lleno de fiestas y contento. Falleció en la flor de su juventud en edad de veinte y siete años á 18 dias del mes de junio. Si tuviera mas larga vida fuera muy señalado prínci-tregada en poder de su esposo con esperanza de alcan

pe, conforme á las grandes muestras que daba de va-
lor y de virtud. Ante todas cosas merece ser alabado
por mostrar, como mostró, la paz al mundo, bien que
no se la pudo dar. Su cuerpo enterraron en el monas-
terio de San Francisco de aquella ciudad y en el hábito
de la misma órden. Las exequias y honras, como era
razon,
con grande aparato y muy solemnes.

Cómo los tres reyes de España emparentaron entre sf. Con el aviso de la muerte del rey de Aragon, porque no dejaba hijos su hermano don Jaime, luego desde Sicilia acudió y vino á Aragon á tomar posesion de aquel reino que le pertenecia, así por el derecho de parentesco como por el testamento de su hermano, ca le nombró por su sucesor. Así, sin contradiccion en Zaragoza, á 24 dias del mes de setiembre, fué ungido y coronado en la iglesia de San Salvador con las ceremonias acostumbradas. Tocante al testamento de su hermano, en que dejaba por heredero del reino de Sicilia á don Fadrique, su hermano menor, no quiso pasar por esta cláusula ni consentir que saliese de su poder el reino que los sicilianos le dieron con mucha voluntad y á instancia de su mismo padre. Pretendian á la misma sazon su amistad don Alonso de la Cerda, que presente se halló, y el rey don Sancho por sus embajadores, ambos con muchas veras. En esta competencia pareció inclinarse mas el Aragonés á la parte de don Sancho, y aficionarse mas á la fortuna que á la justicia de las partes, sin memoria de la voluntad que su padre y hermano mostraron en aquel caso. A la verdad las fuerzas de los Cerdas, que con presteza y calor por ventura prevalecieran, con la tardanza estaban flacas; las del bando contrario de cada dia se acrecentaban mas y prevalecian, mayormente despues que don Juan Nuñez de Lara, por industria de la Reina, como ya se dijo, trocó parecer y partido; tanto mas, que en aquel mismo tiempo el rey don Sancho, puesta su alianza y amistad con Portugal, concertó á don Fernando, su hijo mayor y heredero de sus estados, con doña Costanza, hija del Portugués. Para seguridad de que se efectuaria el casamiento entregó algunos castillos y villas de Castilla para que hasta tanto que se celebrase estuviesen como en tercería. Asentaron pues los reyes de Aragon y Castilla su amistad por medio de sus embajadores; y para que fuese mas firme acordaron de verse en Montagudo, villa á propósito para esta habla por estar á la raya de los dos reinos. Allí á 29 de noviembre se concertaron los reyes de tai guisa, que los mismos tuviesen por amigos y por enemigos, y que en ninguno de los dos reinos se diese acogida, favor ni ayuda á los forajidos del otro, antes los entregasen á su señor. Demás desto, porque á la sazon el rey de Marruecos, sin embargo de las treguas, tenia cercada á Beja, pueblo que algunos tienen que Ptolemeo y Tito Livio llaman Bigerra en la comarca de los bastetanos, en particular se acordó que para ayuda de aquella guerra, si fuese necesario, acudiese el Aragonés con veinte galeras. Para que todo fuese mas firme concertaron que doña Isabel, hija del de Castilla, si bien no pasaba de nueve años, casase con el de Aragon. Los desposorios se celebraron en Soria á 1.o de diciembre, y la niña fué en

zar dispensacion sobre el parentesco de los novios; la priesa que los reyes tenian no sufria mas dilacion. Celebrados los desposorios, los reyes pasaron á Calatayud; allí se hicieron grandes regocijos, fiestas y convites. Hobo justas y torneos, en que Rugier Lauria, que en compañía del rey de Aragon era venido desde Sicilia, se señaló entre todos y se aventajó por la gran destreza

que tenia en las armas. Los grandes de Aragon desde los años pasados andaban alborotados, así entre sí como contra los reyes, en tanto grado, que pretendieron reformar los gastos de la casa real en tiempo del rey don Alonso, y porfiaban en hacer mudar las leyes y magistrados y dar una nueva traza en el gobierno. Todas estas porfías eran demasiadas, como sea verdad que así Ja libertad como el señorío y mando tienen su tasa y medida no menos que las demás cosas del mundo. Estos caballeros por medio del rey don Sancho se reconciliaron y alcanzaron perdon de lo pasado. Los reyes se despidieron á la salida del año, cuando el rey Bárbaro, alzado el cerco que tenia puesto, dió la vuelta para Africa por recelo de una grande armada que Benito Zacarías aprestaba en la costa de Galicia, demás que la villa por su fortaleza y por el valor de los nuestros hacia grande resistencia. Con tantas cosas como en un tiempo se acabaron tornó la paz á España despues de tan largo tiempo y quedaron apaciguados los enemigos domésticos y extraños. Solo don Juan de Lara no sabia sosegar, y parece que maquinaba novedades; ni se fiaba del Rey ni del todo dejaba las armas; por lo cual la guerra se volvió contra él, y por fuerza le quitaron á Moya y Cañete, pueblos de que el Rey le hizo merced cuando se tornó de Aragon y se concertó el casamiento de su hijo. Don Juan, desconfiado de sus fuerzas y por no quedar en España á quien acudir á causa de los conciertos pasados, se fué desterrado á Francia. En su seguimiento partió luego don Gonzalo, arzobispo de Toledo, enviado por embajador del rey don Sancho para aplacar aquel Rey y prevenille que por medio de don Juan y por sus siniestras informaciones no diese lugar á que se enturbiase la amistad antigua. En particular llevaba órden de dar razon de la concordia que se asentara con los aragoneses; que dijese fué pura necesidad para sosegar á los suyos y excusar las guerras civiles que de nuevo amenazaban. Respondió á esto el Francés que no recibia desgusto, antes que su hermano Cárlos renunciaria de voluntad el derecho que tenia al reino de Aragon, á tal que por su medio el Aragonés restituyese la isla de Sicilia á la Iglesia romana. Entre tanto que esto pasaba, al principio del año de 1292 el almirante de Castilla, Benito Zacarías, peleó en la costa de Africa con veinte galeras de moros, desbaratólas y tomó las trece. Esta pérdida desbarató el propósito que el de Marruecos tenia de pasar de nuevo en España con grandes gentes que para este efecto tenia juntas en Tánger. Convidó asimismo al rey don Sancho esta victoria para que se pusiese con su gente sobre Tarifa, que despues de un largo cerco ganó á 21 de setiembre. El rey de Portugal, dado que sobre ello le hicieron instancia, no envió algun socorro para aquella empresa por razones que debió tener bastantes. La reina de Castilla, á la sazon en Sevilla, parió un hijo, que se llamó don Filipe. Tomada que fué Tarifa, primero quedó en ella por gobernador don Rodrigo, maestre de Calatrava; despues Alonso Perez de Guzman se ofreció de defender aqueIla plaza con solo que le diesen la tercera parte de lo que á otros se solia dar. Era rico de dinero, que tenia allegado, no solo en España, sino en Africa, en el tiempo que sirvió al rey de Marruecos en muchas guerras contra otros moros. Con el dinero compró muchos lugares en el Andalucía, y los encorporó en el estado que le

dejó su padre de Sanlúcar de Barrameda. Hacia otrosí grandes limosnas, por donde le dieron sobrenombre de Bueno, título que mantienen los de su casa, mas ilustre que los que otros príncipes toman con soberbia y arrogancia. Deste caballero descienden los duques de Medina Sidonia, señores de los principales de España, así en renta como en vasallos y nobleza. Tuvo don Alonso un hijo, llamado don Juan, y un nieto del mismo nombre, que casó con doña Beatriz, hija bastarda del rey don Enrique el Segundo. Dióle en dote la villa de Niebla con título de conde, por lo cual á su hijo y heredero en aquel estado llamó don Enrique. A este sucedió don Juan, su hijo, el que por merced del rey don Enrique el Cuarto se intituló duque de Medina Sidonia. Don Juan tuvo un hijo, llamado don Enrique, y un nieto, que so llamó don Juan, al cual el rey don Fernando el Católico dió el marquesado de Casasa en recompensa del trabajo y diligencia que puso en la conquista de la ciudad de Melilla y castillo de Casasa en la costa de Africa. A este don Juan sucedieron dos hijos que dejó, uno en pos de otro, es á saber, don Alonso, que no tuvo muy entero juicio, y despues dél don Juan, cuyo hijo mayor, que tenia el mismo nombre, murió en vida de su padre; por esta razon al dicho don Juan en nuestros dias sucedió un nieto suyo, por nombre don Alonso, que hoy dia vive y tiene aquel estado. Esto cuanto á los señores y duques de Medina Sidonia. Volvamos con nuestro cuento á los reyes.

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De la muerte del rey don Sancho.

Con gran cuidado y diligencia procuraban á un mismo tiempo componer las diferencias entre Francia y Aragon y concertar aquellos príncipes, por una parte el papa Nicolao IV, y por otra el rey de Castilla don Sancho. Envió el Pontífice á Aragon sobre el caso á Bonifacio Calamandra, caballero de San Juan; la muerte atajó sus intentos, que fué á 4 de abril. Grave daño y el mayor, que por diferencias que resultaron entre los cardenales estuvo aquella silla vaca mas de dos años. Suplió la falta que el Pontífice hizo, cuanto á las cosas de Aragon, la buena diligencia del rey don Sancho, que movido por la buena respuesta que le dió el rey de Francia, envió á convidar al rey de Aragon que se llegase á Guadalajara, ca esperaba otorgaria con lo que le pidiese. Tratóse allí de las condiciones de la paz; no se concluyó por entonces cosa alguna, solo acordaron que de nuevo se viesen. Señalaron para la habla la ciudad de Logroño. Convidaron otrosí á Cárlos, rey de Nápoles, para que se hallase en la junta y terciase. Al cual en esta sazon el Aragonés, conforme á lo que su hermano asentó, restituyó sus hijos, que tenia en rehenes. No vino Cárlos; la causa no se sabe; pero el año próximo siguiente 1293, los reyes de Castilla y Aragon se juntaron en Logroño. En aquella junta nacieron entre ellos nuevas sospechas; este fué el fruto de la habla. El suegro trataba á su yerno muy ásperamente y encaminaba como artero las cosas á su provecho y comodidad. Dende aquel tiempo el rey de Aragon comenzó á tener poca aficion á doña Isabel, su esposa, y poner los ojos en otro nuevo casamiento. Era menester algun color; achacaba el deudo en que el Papa aun no habia

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