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bien así como suele acontecer á los que ha de suceder algun mal, como pronóstico de su daño. Tanto mas se confirmó en la resolucion que tenia de retirarse; y así de noche, sin ruido, salió de sus reales. Al alba conocieron los cartagineses que los romanos eran partidos. Enviaron delante los caballos alárabes para que picasen en la retaguarda, y con tanto entretuviesen al enemigo hasta tanto que los capitanes cartagineses llegasen con el cuerpo del ejército. Gneio, viendo que los suyos por el gran miedo que les entrara ni se movian á pelear por ruegos ni por amonestaciones ni por su autoridad, determinó aventajarse en el lugar y tomar un altozano que cerca se empinaba. La subida fué fácil; mas no tenian aparejo ni materia alguna para hacer foso ni otros reparos, por ser el suelo duro á manera de piedra. Hizo pues poner los bastos y el bagaje como por valladar y triachea, reparo ligero para tan grave peligro, pero que detuvo algun tiempo al enemigo, maravillado de los romanos, cuyo esfuerzo é industria aun en tan grave trance no desfallecia. Acudieron los capitanes, y reprehendida la cobardía de sus soldados, entraron por fuerza los reales. Allí los pocos, rodeados de muchos y mas vencidos del temor, fácilmente fueron destrozados. El mismo Gneio, dado que en aquel trance hizo oficio de gran capitan y de valiente soldado, pereció con los demás; varon singular y que gobernó á España muchos años, y fué el primero de los romanos que con su buena traza y afabilidad ganó el favor y voluntades de los naturales. Algunos pocos por les montes y espesuras, por donde á cada cual guió el miedo ó la esperanza, fueron á parar á los reales de Publio Scipion, que por ventura sospechaban estaba salvo; pero hallaron que Tito Fonteio, su lugarteniente, quedaba en ellos con una pequeña guarnicion. Dióse esta batalla cerca del rio Segura y de un pueblo llamado Ilorcis, que hoy se entiende sea Lorquin, en el reino de Murcia. Los de Tarragona tienen por averiguado que un torrejon que está puesto enfrente de aquella ciudad es el sepulcro de los Scipiones, donde se ven dos estatuas de mármol mal entalladas, puestas, como dicen, en memoria de los Scipiones. Pudo ser que pasasen allí sus cenizas, ó por ventura los naturales y los soldados, para muestra del mucho amor que les tenian, dado que los cuerpos no estuviesen allí, levantaron aquella memoria cerca de la ciudad principal donde era el asiento del gobierno romano, á manera de cenotafio, que es lo mismo que sepulcro vacío, como se ven en otras partes muchas memorias semejantes.

CAPITULO XIX.

Cómo Lucio Marcio reprimió el atrevimiento de los cartagineses. El desastre de los Scipiones fué ocasion de gran mudanza en las cosas, y cayera en todo punto en España el partido de los romanos si no le sustentara al principio la osadía de Lucio Marcio, y despues le adelantara el valor grande de Publio Cornelio Scipion, que fueron el todo para que no se perdiese el resto, segun que amenazaban los grandes torbellinos que se levantaron. Falta comunmente la lealtad, y desamparan los hombres á los que ven ser de adversidad trabajados, como sucedió en esta ocasion en España; ca los castulonenses fueron los primeros que cerraron las puertas á los roma

nos, que despues de aquel desastre se recogieron á su ciudad. Los de Illiturgo pasaron adelante, porque despues de recebidos los mataron. Con el ejemplo de estas ciudades no hay duda sino que otros muchos pueblos mudaron 'partido: hallábanse rodeados de tantos daños en un tiempo, así los que con Tito Fonteio quedaron en guarda de los reales como los demás que se acogieron á ellos; por esto á grandes jornadas se volvieron de la otra parte del rio Ebro. Acorrióles en este aprieto Lucio Marcio, hijo de Septimio, caballero romano, mozo de mucho valor, y que en el ejército de Gneio Scipion fuera capitan de una de las principales compañías, y tambien tribuno : juntó un grueso escuadron, así de guarniciones romanas como de los que á él se recogieron despues de las rotas ya dichas, y con él fué á dar socorro á los demás. La alegría que con su venida recibieron los soldados fué tan grande, que tratando de nombrar capitan y general en lugar de los muertos, por voto de todos le eligieron para el tal cargo. Pudiera pretenderle el mismo Fonteio y agraviarse de los soldados; pero la borrasca reprime la ambicion, y el miedo no da lugar á los demás afectos desordenados cuando es grande, antes los enfrena. Verdad es que toda aquella alegría en breve se enturbió y trocó en tristeza con el aviso que les vino, es á saber, que Asdrúbal, pasado el rio Ebro, se apresuraba para cargar sobre ellos, y que ya llegaba muy cerca, y tras él Magon que por las mismas pisadas le seguia. Fué esta nueva para ellos muy triste; teníanse por perdidos, parecíales que la fortuna aun no estaba harta de la sangre romana. Con esto, unos encomendaban sus deudos á sus amigos, y hacian sus testamentos de palabra, á propósito que si alguno se escapase, llevase á sus casas la nuevas y avisase de su última voluntad; otros lloraban su mala suerte y triste hado; todos renegaban y se maldecian. No habia quien diese oidos á las amonestaciones de Marcio; antes como atónitos estaban suspensos, los ojos puestos en tierra, y aun los mas encerrados en sus tiendas. En el entretanto el enemigo llegaba á vista de los reales y se acercaba á los reparos y al foso. Con la vista de los estandartes cartagineses, mudado el miedo en coraje, bravos como unos leones acuden los romanos todos con sus armas á la defensa y á las trincheas; rebaten los enemigos, y no contentos con esto, salen con gran rabia y furor contra ellos. El descuido de los cartagineses y la confianza, hija de la prosperidad y á las veces causa y madre del desastre, dió la vida á los romanos. Ca el atrevimiento no pensado hizo maravillar y amedrentó á los vencedores de tal suerte, que sin tardanza volvieron las espaldas. Marcio no quiso seguir el alcance por miedo de alguna celada; antes contento con haber muerto algunos en la huida y confirmado el ánimo de los suyos, dió señal de recogerse, y se volvió á sus estancias con los suyos, dado que mal enojados y que amenazaban claramente, pues dejaba tal ocasion de vengarse, cuando Marcio quisiese ellos no le acudirian. Los cartagineses otrosí no poco se maravillaron de ver recogerse los romanos; pero como lo echasen á temor, no hicieron caso de barrear sus estancias; este descuido convidó á Marcio para probar otra vez ventura, y con alguna encamisada dalles una mala trasnochada. Además que era forzoso aventurarse antes que Magon llegase á juntarse con Asdrúbal ; que juntados los dos,

con sus gentes y las de Marcio y de Fonteio sin tardanza movió la vuelta del Andalucía en busca de Asdrúbal, que en los pueblos Ausetanos tenia sus alojamientos á las Piedras Negras, nombre de un bosque que habia entre Illiturgo y Mentisa (entiéndese que Mentisa es Montizon ó Cazorla). Púsose Neron en las estrechuras por donde el enemigo forzosamente habia de pasar. Acudió Asdrúbal á sus mañas, y con mostrar que queria concierto, gastó tanto tiempo en asentar las condiciones, que venida la noche, sus soldados pudieron escapar por la fragura de aquellos montes; con que el general romano, aunque tarde, conoció su engaño y la astucia cartagincsa, y deseaba la batalla, cuyo trance los cartagineses, hechos mas recatados, huian con todo cuidado.

CAPITULO XX.

Cómo Publio Scipion tomó á Cartagena.

no les quedara á los romanos esperanza de poderse salvar. Era menester usar de presteza; avisó pues Marcio á los soldados en pocas palabras de lo que pretendia hacer; con tanto, mandóles que fuesen á reposar, y á la cuarta vela los sacó animados y alegres, porque de la cabeza de Marcio, cuando les razonaba, vieron resplandecer un llama; cosa que ellos tomaron á buen agüero. Estaba el campo de Asdrúbal distante de los reales de Magon solas seis millas, que hacen como legua y media, y en medio un valle de mucha arboleda, donde Marcio puso tres compañías de respeto para todo lo que sucediese, con algunos caballos. Marchaban los demás soldados sin ruido y á la sorda; por esto y por estar los contrarios descuidados, sin velas, sin cuerpo de guardia, entran en los reales de Asdrúbal sin alguna resistencia. La matanza que hicieron fué grande en los que estaban desarmados, descuidados durmiendo ; y pocos se salvaron por los piés, muchos mas pretendieron acogerse á los otros reales que cerca estaban, pero dieron en la celada donde fueron todos muertos; en fin, el menosprecio del enemigo fué causa, como suele, de su perdicion. Entrados los reales de Asdrúbal, con el mismo valor y ánimo 'se dieron priesa para desbaratar á Magon, que no sabia nada del daño de los suyos ni de la matanza. El sol era ya salido cuando llegaron á las estancias de Magon; arremetieron denodados, y con la misma felicidad en un punto de tiempo, antes que los enemigos se pudiesen apercebir á la defensa, los entraron.Peleóse fuertemente dentro de los reparos hasta tanto que, vistos en los paveses y en las espadas de los romanos las señales de la matanza pasada, los de Magon se desanimaron, y perdida la esperanza de la victoria, se pusieron en huida. Degollaron en los dos rebates treinta y siete mil enemigos, prendieron casi dos mil; el botin y despojo fué muy grande. Los capitanes cartagineses escaparon á uña de caballo,que fué lo que solamente faltó para que esta victoria se igualase con la pérdida y daño pasado. La nueva de este suceso tan alegre llegó á Roma por principio del año que se contaba de su fundacion 543, con cartas de Marcio, donde, porque sin órden del Senado se llamaba teniente de pretor ó gobernador, muchos se ofendieron; pero respondieron en lo que pedia en sus cartas del trigo y vestidos que el Senado tendria cuidado, sin dalle título en las cartas ni llamalle teniente de gobernador. Con lo cual y con nombrar á Claudio Neron para que acabada la guerra de Capua, en que estaba ocupado, pasase en España con once mil peones y mil y cien caballos de socorro, de callada reprehendieron lo que Marcio y los soldados hicieran en dalle y aceptar aquel nombre; que vicio es propio de nuestra naturaleza ser benignos en el temor, y despues de la victoria olvidarse. Aníbal, sin duda por aquel suceso y por la resolucion que tomaron los romanos, comenzó á perder la esperanza de salir con su intento; pues veia que tenian tan grande ánimo, que se determinaban de enviar ayuda en España, sin embargo que llegó el enemigo tan poderoso á las puertas de su ciudad. Porque Aníbal, despues que tomó á Taranto, acudió para hacer alzar el cerco que los romanos tenian sobre Capua. Y echado de allí, pasó tan adelante, que asentó sus reales á tres millas de Roma, que fué una gran resolucion. Hízose Neron á la vela en Puzol, surgió con su armada junto á Tarragona. De alli

y

En este medio en Roma se trataba de acrecentar el ejército de España y de enviarle un nuevo general. Juntóse el pueblo para la eleccion, como era de costumbre. Los padres se hallaban en gran cuidado por no salir alguno á dar su nombre y á pretender aquel cargo, á causa de ser el peligro tan grande. Pero al fin, Publio Cornelio Scipion, hijo de Lucio Scipion, mozo de veinte y cuatro años, salio á la demanda, y por voto de todos fué nombrado para ser procónsul de España, porque Neron no era mas que teniente de pretor, y solo hasta tanto que se proveyese otro para el gobierno. Tenia grande valor y mayor que su edad pedia, lo cual mostró bastantemente cuando los mancebos de Roma trataban despues de la rota de Cannas de desamparar á Italia; porque con la espada desnuda amenazó en la junta de dar la muerte al que no desistiese de aquel propósito, con que del todo se trocaron y mudaron parecer. Era tenido por hombre recto, crédito que él conservó diligentemente con la devocion que mostraba aficion al culto de los dioses. Ca despues que tomó la toga, que era vestidura de varon, acudía muy de ordinario al templo de Júpiter, que estaba en el Capitolio, y en él hacia sus rogativas y ofrecia sus sacrificios todas las veces que queria comenzar algun negocio público 6 particular. Diéronle de socorro diez mil infantes y mil caballos. Sillano fué nombrado para suceder á Neron con nombre de propretor. Nombró Scipion por sus legados ó tenientes á su hermano Lucio Scipion y á Caio Lelio, aquel de cuyos consejos se entendió procedian todas las hazañas que Scipion acabó en toda su vida; y vulgarmente se decia que Lelio componia la comedia que Scipion representaba. Con estas ayudas y con estas gentes, en una armada que se juntó en Ostia, se hizo á la vela. Llegado á España al fin del año, dió gracias á los soldados por lo hecho con palabras muy corteses; en particular á Marcio bizo mucha honra, como la razon lo pedia, y le tuvo siempre á su lado en su compañía. En el mismo año Marco Marcello entró en Roma con una fiesta que llamaban ovacion, honra que le concedieron porque ganó la ciudad de Siracusa. Llevaba delante de sí á Merico, español, con una corona de oro, en premio de que le entregó la ciudad y la guarnicion. A sus soldados dieron los campos de Murgancio, en Sicilia, que era, como dicen nuestros escritores, poblacion antigua de españoles. El año siguiente, que se

contaban de la ciudad de Roma 544, Scipion al principio de la primavera sacó sus huestes y las de sus aliados, con resolucion de pasar el rio Ebro y apoderarse de Cartagena, ciudad la mas fuerte de todas las enemigas, puesta en frente de Africa, con un muy buen puerto, donde los cartagineses tenian los rehenes de España, el bagaje de los soldados, las vituallas, municiones y almacen. Acometia esta empresa con tanto mayor deseo, que si salia con ella, pensaba echar á los enemigos de toda España. No era su pretension sin fundamento, por tener aquella ciudad pequeña guarnicion, y los capitanes cartagineses estar con sus gentes muy léjos, es á saber, Magon cerca de Cádiz, Asdrúbal, bijo de Gisgon, á la boca de Guadiana; el otro Asdrúbal se hallaba en la Carpetania, que hoy es el reino de Toledo. Dióse el cargo de la armada romana á Lelio, con órden que á pequeñas jornadas fuese en seguimiento del ejército de tierra, en que entre romanos y españoles se hallaban alistados veinte y cinco mil infantes y dos mil y quinientos caballos. Llegó Scipion por tierra á Cartagena en siete dias, y luego el dia siguiente determinó de combatir la ciudad á un mismo tiempo por mar y por tierra. El que tenia la ciudad por los cartagineses, llamado Magon, no se descuidaba en armar los ciudadanos, repartir los soldados por todas partes, poner á punto los trabucos y ingenios, sin olvidarse de cosa alguna que se pudiese desear en un diestro capitan. Está aquella ciudad asentada en un ribazo sobre el puerto con una isleta que tiene por frente, y le hace seguro de todos los vientos. Rodéala el mar por tres partes, y la que mira al septentrion y hacia la tierra tiene la entrada empirada, demás que á la sazon la tenian fortificada de una buena muralla. Los soldados de Scipion pretendieron por allí escalar la ciudad; pero los españoles que estaban en aquel cuartel, con grande esfuerzo no solo les defendieron la entrada, sino con una salida que hicieron los forzaron á retirarse mas que de paso. Cargaron nuevas compañías que Scipion enviaba de refresco, con que los españoles fueron forzados á meterse en la ciudad. El alboroto y espanto de los de dentro por esta causa era tan grande, que en muchas partes dejaron la muralla sin defensa. Con esta buena ocasion, los soldados por mar y por tierra se arrimaron, como les era mandado, con sus escalas al muro. Advertidos de este peligro los cercados, acuden á la defensa con gran denuedo; y con lanzar sobre los enemigos piedras y todo genero de armas ofensivas, los forzaron á arredrarse sin hacer efecto. Por la parte de poniente estaba pegado con el muro un estero; avisaron los pescadores que cuando bajaba el mar, le podia pasar un hombre á pié. El general romano manda que los soldados, si bien aun no habian descansado del todo ni estaban alentados de la pelea pasada, acometan por dos partes la muralla, para que, estando los de la ciudad ocupados en defender la una parte, escalen la ciudad por la otra, que á causa de tener aquel estero estaba por allí mas flaca y sin guarda. Como lo mandó, así se hizo, y sucedió puntualmente como lo tenia trazado. Entrada por aquella parte la ciudad, apoderáronse los soldados de la puerta mas cercana, y por ella dieron entrada á la demás gente. Por donde en un momento fué la ciudad puesta en poder de los romanos, y quedaron señores de todo; porque tambien Magon entregó la fortaleza, por no tener

esperanza ni órden de poderse en ella tener. El despojo fué muy rico, los ingenios de guerra muchos, las banderas que tomaron setenta y cuatro, naves gruesas que se hallaban en el puerto cargadas de vituallas y municiones, sesenta y tres, los presos hasta diez mil, fuera de los esclavos, de los cuales pusieron en libertad á los ciudadanos de Cartagena ; y para que el beneficio fuese mas colmado, les volvieron todos sus bienes á propósito y con intento todo de ganar las voluntades de los naturales. Los rehenes otrosí, parte entregaron á los embajadores de sus ciudades; los demás fueron entretenidos muy honradamente, y entre estos la mujer de Mandonio y los hijos de su hermano Indibil. Asimismo una doncella muy hermosa, como quier que fuese entregada á Scipion y presentada por los soldados, apenas la quiso ver y hablar, por quitar la ocasion y sospecha y por tener entendido que ninguna cosa podia acarrear á su edad mayor peligro que los deleites deshonestos; antes la mandó guardar y restituir á un principal de los celtiberos, llamado Luceyo, con quien estaba desposada. No paró en esto, sino que le dió para aumento del dote el oro que los padres de aquella moza ofrecian para su rescate. Con esta benignidad y liberalidad de tal manera quedó prendado aquel mancebo, que dentro de pocos dias vino á servir á los romanos con mil y cuatrocientos caballos, y en ello continuó con mucho esfuerzo y lealtad. A los soldados que entraron la ciudad se dieron premios conforme al valor que cada uno mostrara. Y porque entre dos dellos, es á saber Sexto Digicio y Quinto Tiberilio, habia diferencia sobre quién dellos merecia la corona mural, que se daba al que primero subia en muro, por estar todo el ejército dividido sobre el caso en dos partes, sentenció que se debia á entrambos; y así, dió á cada uno la suya, de que todos quedaron muy pagados. A Lelio en particular dió una corona de oro y treinta bueyes para que los sacrificase. Con esto y para que llevase la nueva de que Cartagena era tomada, le envió luego á Roma en una galera de cinco remeros por banco, en que iba otrosi Magon y quince senadores de Cartago, la de Africa. Rehicieron despues y repararon los muros de aquella ciudad por las partes que quedaban maltratados. Todo lo cual concluido, y puesta allí una buena guarnicion de soldados, Scipion, con mayor fama y reputacion que antes tenia, dió la vuelta á Tarragona al fin de aquel año para tener Cortes á los naturales y ciudades de su devocion. Lelio, llegado que fué á Roma, luego que lo dieron audiencia en el Senado, con un grande y elegante razonamiento que hizo, declaró cuán grandes fuerzas se les juntaran con la toma de aquella ciudad. Demás desto, examinados los cautivos, se supo ser verdad lo que M. Valerio Mesala desde Sicilia por sus cartas avisaba, es á saber, que Masinisa tenia en Africa levantados cinco mil caballos númidas, y que hacia juntas de otras gentes africanas, con pensamiento de volver á la guerra de España; junto con esto que Asdrúbal Barquino estaba otra vez señalado para pasar en Italia con aquellas gentes de Africa y grandes socorros de España; nueva que en el pueblo causó grande espanto, y puso á todo el Senado en grande cuidado, en especial que por aquellos dias en los Samnites, parte de lo que hoy llaman Abruzo, cerca de la ciudad Herdonea, Aníbal les dió una grande rota, ca el

pretor Gneio Fulvio con doce tribunos fueron muertos, y un grueso ejército destrozado. Unos dicen que los muertos llegaron á trece mil, otros que fueron siete mil.

CAPITULO XXI.

Cómo Asdrúbal Barquino fué vencido por Scipion.

Con la toma de Cartagena el estado de las cosas se mudó en España. Muchos se inclinaron al partido de los romanos, que tal es la costumbre de la gente seguir al que mas puede. Entre los demás Edesco, hombre de muy alto lugar entre los españoles, se pasó á los romanos por haberle restituido mujer y hijos, que estaban entre los relienes ya dichos. Mandonio y Indibil, principes de los celtiberos, alcanzaron perdon de la falta pasada, y con tanto fueron recebidos en gracia. Tenia Asdrúbal Barquino sus alojamientos cerca de Betulon, ciudad, segun se entiende, puesta en lo que hoy es Andalucía, donde están Ubeda y Baeza. Scipion, luego que el tiempo dió lugar para ello, año de la fundacion de Roma 545, movió de Tarragona en su busca, y en su compañía Lelio, que era ya vuelto de Roma. Asdrúbal, avisado del intento de Scipion y desconfiado, así del esfuerzo de los suyos como de la voluntad de los españoles que tenia consigo, de noche pasó sus alojamientos á un ribazo, cuyas raíces y halda por la mayor parte bañaba y rodeaba un rio, que se cree era Guadalquivir. Tenia en la cumbre dos llanos: en el mas bajo puso á los númidas ó alárabes y á los africanos y á los mallorquines; en el mas alto se alojó el mismo general con la fuerza del ejército. Ni la aspereza de aquel sitio ni el peligro de la subida espantó á Scipion para que no pretendiese venir á las manos con el enemigo, que atemorizado confiaba mas en la fortaleza del lugar que en sus gentes. La dificultad de la subida fué grande. Ninguna cosa tiraban los enemigos que cayese en vano. Pero luego que con grande trabajo subieron al llano y llegaron á las espadas, los enemigos volvieron las espaldas para recogerse en la parte mas alta de aquel ribazo. Era mas fragosa aquella subida, y así, fué necesario ir ladeando el monte repartidas las gentes en dos partes, Scipion á la mano izquierda, y Lilio á la derecha. Subido que hobieron, acometieron por ambos lados á los enemigos, los cuales en un punto se pusieron en huida, porque ni podian bien revolver sus laces, ni tuvieron tiempo para poner los elefantes por frente. Muricron como ocho mil hombres, fueron presos diez mil infantes y dos mil hombres de á caballo, y entre estos un mozo de poca edad, llamado Masiva, sobrino de Masinisa, hijo de una su hermana, que poco antes era vuelto de Africa. Dióle Scipion un caballo, vistióle ricamente y envióle graciosamente á su tio. Asdrúbal, enviado delante el dinero y los elefantes con parte de sus gentes, no paró hasta llegar cerca de los Pirineos, donde acudieron tambien Asdrúbal, hijo de Gisgon, y Magon. Allí, tomado consejo, acordaron que Asdrúbal, hijo de Gisgon, fucse á la Lusitania, y que Masinisa con tres mil caballos corriese las tierras de la España citerior, con órden empero que el uno y el otro en todas maneras excusasen el trance de la batalla. Magon fué enviado á Mallorca á recoger honderos de aquellas islas. Finalmente, pareció cosa forzosa que Asdrúbal el Barquino pasase en Italia, así por obedecer al Senado que lo mandaba, como para

que los soldados españoles que se inclinaban á Scipion, con llevallos tan léjos sosegasen. Esto los cartagineses. Scipion, por causa que el estío estaba muy adelante, por los bosques de Castulon, parte de Sierramorena, dió la vuelta á Tarragona, donde por todo el año siguiente, que fué de Roma 546, por tener quebrantadas las fuerzas cartaginesas, se entretuvo ocupado en el gobierno sin acometer cosa alguna que sea digna de memoria, sino que de Italia vinieron nuevas que cerca de Taranto en cierta batalla el cónsul Marcelo fué muerto por Aníbal, y el otro cónsul Crispino salió mal herido, de que murió tambien adelante. Desde Cartago en el lugar de Asdrúbal Barquino vino Hannon, enviado para que le sucediese en el gobierno de España. Él de camino trajo consigo á Magon, que se habia detenido en Mallorca, y con él llego á España, año de la fundacion de Roma 547. Acudió luego á hacer gente en los Celtiberos. Scipion envió contra él á Sillano con buen golpe de gente. Vino con los contrarios á batalla, y desbarató primero á Magon, despues prendió á Hannon, que desde sus reales vino en socorro de su compañero. Con la nueva desta victoria, Scipion se determinó de ir en busca de Asdrúbal, hijo de Gisgon, que estaba con su gente alojado cerca de Cádiz. Pero él, avisado por tan grandes pérdidas, antes que Scipion llegase, repartió sus gentes por aquellas ciudades y guarniciones, por no tener confianza en las armas ni en las fuerzas. Supo Scipion esta determinacion; así, dejó aquel viaje y se volvió atrás, solo envió á Lucio, su hermano, para que se apoderase de Ouinge, ciudad de los Melcsos. Plinio pone á Oninge en la Bética hácia donde hoy está Jaen. No fué esta empresa sin provecho; antes en breve fué la ciudad entrada por fuerza y puesta á saco. Todos los cartagineses y trecientos ciudadanos que fueron en cerrar las puertas á los romanos quedaron dados por esclavos; á los demás se dió libertad con todo lo que antes tenian. Acercábase el invierno; así, los soldados fueron enviados á invernar, y el mismo Lucio por mandado de su hermano se partió para Roma, y en su compañía Hannon con los demás cautivos nobles; donde llegado, dió cuenta de todo lo que se habia hecho. Por el misino tiempo vinieron de Italia avisos que Asdrúbal Barquino, despues que en la pasada de la Gallia y de los Alpes halló mas facilidad que pensaba, como pretendiese juntarse con Aníbal, su hermano, fué en la Marca de Ancona á la pasada del rio Metauro en una batalla muy herida roto y desbaratado por los cónsules Claudio Neron y Marco Livio Salinator: victoria muy famosa y que se igualó con la pérdida de Cannas, así por la muerte del general cartaginés como por el número de los enemigos que perecieron, que llegaron á cincuenta y seis mil hombres, y fué causa al pueblo romano de una alegría extraordinaria, por considerar que en el trance de aquella batalla se echó el resto y se aventuró todo el imperio romano.

CAPITULO XXII.

Cómo echaron los cartagineses de España

El año siguiente, que se contó 548 de la fundacion de Roma, el otro Asdrúbal, con toda la diligencia posible, formó un grueso ejército, compuesto de las gentes que antes tenia y de nuevas compañías que de españoles

levantaron. Con todas estas gentes, que llegaban á cincuenta mil infantes y cuatro mil y quinientos caballos, asentó sus reales en la Bética ó Andalucía, cerca de la ciudad de Silpia. Persuadíase que Scipion no se le podria igualar en número de gente; mas á la verdad, no vencen los muchos, sino los valientes. Y el general romano, avisado de lo que pasaba, tomó de un señor de Andalucía, llamado Colca, que era de su parcialidad, tres mil peones y quinientos caballos. Temia juntar mayor número de españoles por lo que sucediera á su padre y á su tio, aviso para que de tal manera estribase en los socorros extraños, que se asegurase mas de sus propias fuerzas; con este socorro y con las legiones romanas partió en busca del enemigo. Trabaron por algunos dias escaramuzas; despues los unos y los otros ordenaron sus haces para dar la batalla, pero sin efecto alguno, por no haber quien la comenzase. Estaba entre las dos huestes un valle, aunque fácil de pasar, mas cada parte esperaba que los contrarios se adelantasen á subille, con intento de pelear con mas ventaja; mas como quier que ni los unos ni los otros se atreviesen, á puesta de sol se retiraron á sus reales, primero los cartagineses, despucs los romanos. Con este órden y traza se pasaron algunos dias hasta tanto que Scipion se aventuró un dia muy de mañana de acometer, como lo hizo, las estancias de los enemigos. Asdrúbal, alterado con aquel rebate tan fuera de lo que pensaba, echó delante la caballería para que hiriesen en los caballos contrarios, que fueron los primeros á acometer los reales, y él salió con las demás gentes á la batalla. Los caballos se trabaron de tal suerte, que por largo espacio la pelea fué muy dudosa. Scipion recogió los suyos en el cuerpo de la batalla, y extendió y adelantó los dos cuernos, donde puso las legiones romanas. Con esto, antes que los escuadrones de en medio se juntasen, hizo volver las espaldas á los dos cuernos contrarios, por estar compuestos de mallorquines y de soldados nuevos de España, gente de poco valor y destreza, y tambien porque salieron á la pelea en ayunas, lo cual los romanos, que venian bien comidos de propósito, entretuvieron hasta muy tarde. Con tanto quedó el campo por los romanos; y dado que siguieron el alcance, no pudieron luego entrar los reales contrarios, á causa de una lluvia que de repente sobrevino, adonde los vencidos se retiraron primero en ordenanza, y despues huyendo cuanto mas podian. Asdrúbal, atemorizado de lo que pasó y poco confiado de sus aliados, por sospccha que, lo que algunos hicieron, todos no se le pasasen á los romanos, la noche siguiente movió á sordas con su campo con intento de volver atrás á las mayores jornadas que pudiese. Scipion luego á la mañana, avisado de lo que pasaba, que los enemigos huian, despaclió la caballería para que picasen en los postreros, y por este medio detuviesen al enemigo hasta tanto que, llegadas las legiones, todo lo pusieron en confusion y rota. Grande fué la matanza deste dia, pues de un campo tan grande apenas escaparon y se salvaron siete mil hombres con su general, que se subieron en un serrejon muy agro, sitio por su naturaleza muy fuerte, donde, partidos Asdrúbal secretamente á Cádiz, y Scipion con parte de su gente á Tarragona, Sillano los tuvo cercados. Quedó allí entre los demás cartagineses Masinisa, el cual, viendo las cosas de Cartago pues

tas en extremo peligro y caidas casi del todo, acordó de moverse al movimiento de la fortuna y bailar al son que ella le hacia. Habló secretamente con Sillano, y con él trató de pasarse á los romanos, sin que, á lo que parece, sucediese en aquel cerco alguna otra cosa de mayor importancia. Hízose esta guerra al principio del verano, con que se acabó en España el señorío de los cartagineses y pasó al poder y jurisdiccion de los romanos, que fué el año décimocuarto despues que Aníbal sujetó á los saguntinos, y el quinto despues que á Scipion se encargó el gobierno y la guerra de España.

CAPITULO XXIII.

De otras cosas que Scipion hizo en España. Concluida en gran parte la guerra larga y dudosa de España, Scipion comenzó á revolver en su pensamiento de apoderarse de Africa y de la misma ciudad de Cartago. Para poner en esto la mano, concertóse primero con Masinisa; recibióle en su gracia, y con tanto le envió á Africa á negociar sus naturales y apartallos de la amistad de Cartago. Por otra parte, trató de concertarse de nuevo con Sifaz, rey de los masesulos, y hacelle amigo del pueblo romano. Para concluir esto, despachó á Lelio por su embajador, y le hizo pasar en Africa. Respondió el bárbaro á esta demanda que él no vendria en ningun concierto si el mismo general romano no se haIlaba presente. Scipion, avisado desta respuesta, pasó en Africa, y llegó á Siga, que era el asiento y residencia de aquellos reyes, y hoy se entiende que es Aresgol, por causa que Plinio testifica que Siga estaba en frente de Málaga. Acudió á la misma ciudad y en la misma sazon Asdrúbal para prevenir aquel Rey y desbaratar aquellas práticas; gran gloria de aquel bárbaro, que dos poderosísimos pueblos y dos excelentísimos capitanes pretendiesen á un tiempo granjear á cualquier precio su amistad; tanto mas, que los dos cenaron á una mesa, y lo que es mayor maravilla, reposaron en un mismo lecho á propósito cada cual de condescender con la voluntad del Rey, que así lo quiso, y por este camino granjearle. Quiso él interponerse para que se asentasen paces entre aquellas ciudades; Scipion se excusó con que sin comision del Senado romano no so podia tratar aquel punto, y mucho menos tomar resolucion en negocio tan grave. Y sin embargo, concluido á lo que era venido, que era atraer aquel Rey á la amistad romana, dió la vuelta Scipion á España, donde Illiturgo y Castulon en breve vinieron á su poder, ciudades que, mas por miedo de lo que merecian por su deslealtad que de voluntad, se mantenian en la amistad de los cartagineses. Illiturgo fué destruida; á Castulon perdonó, que era menor su culpa, y por entregarse de su voluntad, amansó la saña de los vencedores. Despues desto, dió á Marcio órden de sujetar otras algunas ciudades, y él determinó de celebrar en Cartagena las excquias de su padre y de su tio. Plinio dice que la hoguera donde fueron quemados los huesos de los Scipiones estaba en Ilorci (quién dice que hoy llorci es Lorquin, quién que Lorca), de la cual hoguera dice huye el rio Tader, que es el rio de Segura. Lo cierto, que en aquellas exequias hobo juegos de diversas maneras, y en particular de gladiatores 6 esgremidores, que de su voluntad se ofrecieron á la pelea. Entre los demás bicie

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