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en tiempo del papa Eugenio III, y por su mandado yendo al concilio que se celebraba en Rems de Francia, de camino en Paris tuvo noticia de aquel cuerpo santo, y acabado el concilio la dió en España; que de todo punto estaba puesta en olvido cosa tan grande. Esta fué la primera ocasion de traer aquella santa reliquia á Toledo. Lo demás de aquel sagrado cuerpo, á instancia del rey de España don Filipe el Segundo, dió su cuñado Cárlos IX, rey de Francia, para que asimismo se trajese á la dicha ciudad, donde entró con grande aparato y majestad el año de 1565; y en la iglesia Metropolitana fué puesto en propia capilla debajo del altar mayor. No falta quien sospeche que un cierto Filipo, enviado por san Clemente por obispo en España, ó un Marcelo, que san Dionisio en Francia le dió por compañero, como se ve en la Vida de San Clemente, escrita por Micael Sincello, fué el que nosotros llamamos Eugenio, y que este nombre de Eugenio, que es lo mismo que bien nacido, le dieron por la nobleza de su linaje, y el otro, cualquiera que fuese de los dos, era su nombre propio que recibió de sus padres. Muévense á sospechar esto por no hallarse mencion de san Eugenio en algun autor grave y antiguo, y asimismo porque no hay alguna otra memoria de los sobredichos Filipo y Marcelo. Pero estas conjeturas ni son bastantes del todo, ni del todo se deben menospreciar; podrá cada cual sentir como le agradare. Cosa mas cierta es que en tiempo deste Emperador florecieron en Roma tres poetas españoles muy conocidos por sus versos agudos y elegantes; el primero fué Marco Valerio Marcial, vecino de Bilbili, pueblo situado cerca de donde hoy está Calatayud; el segundo Cayo Canio, natural de Cádiz; el postrero Deciano, nacido en Mérida la Grande.

meses continuos. Su codicia al tanto le hizo muy odioso, porque luego se apoderó de las riquezas de los mártires. Algunos para ganalle la voluntad acusaron al mayordomo de Domicila, por nombre Estefano, de tener encubierta y usurpada la hacienda de su señora. Fué avisado del peligro, acudió al remedio con ponerse á otro mayor, y fué que se conjuró con ciertas personas de dar la muerte al que se la tramaba, como lo puso por obra dentro de su mismo palacio á 18 de setiembre, año de nuestra salvacion de 97. Era á la sazon Domiciano de cuarenta y cinco años; tuvo el imperio quince años y cinco meses. Su muerte dió mucha pena á los soldados, porque, para asegurarse, les daba y permitia cuanto querian; á todos los demás fué tan agradable, que entre los denuestos que le decia el pueblo, los sepultureros le llevaron á sepultar en unas andas comunes sin pompa ni honras algunas. En el Senado que se juntó luego, sabida su muerte, muchos fueron los baldones que se dijeron contra él; y porque no quedase memoria de cosa tan mala y otros escarmentasen de seguir sus pisadas, mandaron que en toda la ciudad borrasen y derribasen las armas y insignias de Domiciano, ejemplo que imitaron las demás provincias, como se da á entender por una letra que está en la puente del rio Tamaga, cerca de Chaves, pueblo de Galicia, que antiguamente se llamó Aquae Flaviae, donde los nombres de Vespasiano y de Tito están enteros, y el de Domiciano picado. Parece por aquella letra que aquella puente se hizo en tiempo destos tres emperadores. Por lo que toca á España, Domiciano publicó un edicto muy extraordinario; mandó que en ella no se plantasen algunas viñas de nuevo. Debia pretender que no se dejase por esta causa la labor de los campos y la sementera; decreto por ventura digno que en nuestro tiempo se renovase. Por estos mismos tiempos Eugenio, primer arzobispo de Toledo, derramó su sangre por la fe de Jesucristo; su martirio pasó desta manera. Sau Dionisio Areopagita desde la Gallia, donde predicaba el Evangelio, envió á san Eugenio, como se tiene por cierto, para que hiciese lo mismo en España. Obedeció el santo discípulo á su maestro, eclió la primera semilla del Evangelio por aquella provincia muy ancha, y particularmente en la ciudad de Toledo hizo mayor diligencia y fruto. Despues, ya que quedaba la obra bien encaminada, con intento de visitar á su maestro, que estaba muy adentro de Francia, partió para ella. Prendiéronle ya que llegaba al fin de su viaje; y conocido por los soldados del prefecto Sisinio, gran perseguidor de cristianos en aquellas partes, le quitaron la vida. Su sagrado cuerpo echaron en un lago llamado Marcasio, de donde con el tiempo, ya que la Francia era cristiana, Hercoldo, hombre principal, por divina revelacion le hizo sacar y llevar á Diolo, que era una aldea por allí cerca, y en ella edificaron un templo de su nombre para mas honrarle. Desde allí, con ocasion de cierto milagro, fué trasladado y puesto en el famoso templo de San Dionisio, que está á dos leguas pequeñas de Paris. Pasaron adelante muchos años, hasta que en tiempo del rey de Castilla don Alonso el Emperador, y por su intercesion y la mucha instancia que sobre ello hizo, Ludovico VII, rey de Francia, su yerno, le dió un brazo de san Eugenio para que se trajese á Toledo. Fué gran parte para todo don Ramon, arzobispo de Toledo, ca

CAPITULO V.

De los emperadores Nerva, Trajano y Adriano.

Por muerte de Domiciano el Senado nombró por emperador á Cayo Nerva, viejo de grande autoridad, pero ocasionado á que por el mismo caso le menospreciasen. Conoció este peligro, y en parte le experimentó. Acordó para asegurarse de adoptar por hijo y nombrar por compañero suyo y sucesor á M. Ulpio Trajano, hombre principal y muy esclarecido en guerra y en paz; era español, natural de Itálica, ciudad puesta inuy cerca de Sevilla. Dió asimismo por ningunos los decretos y edic tos de Domiciano, con que muchos volvieron del destierro, y en particular san Juan Evangelista, de la isla de Patmos á su iglesia de Efeso. Algunas otras cosas se ordenaron á propósito de concertar la república y reparar los daños pasados. Imperó Nerva solos diez y seis meses, y por su muerte Marco Ulpio Trajano, su hijo adoptivo, se encargó del imperio por el mes de febrero del año de nuestra salvacion de 99. Igualaron sus muchas virtudes á la esperanza que dél se tenia. Ayudó á su buen natural la excelencia del maestro, que fué el gran filósofo Plutarco, cuya anda una epistola escrita al mismo Trajano al principio de su imperio, no menos elegante que grave en sentencias. La suma es avisarle cómo se debía gobernar; que si enderezase sus acciones conforme á la regla de virtud y enfrenase sus antojos, fácilmente gobernaria á sus súbditos sin reprehension; que el desórden de los príncipes no solo acarrea daño

en que, sin embargo de su muerte, metieron sus cenizas
en un solemne triunfo que le concedieron por dejar ven-
cidos y allanados á los enemigos; cosa que no se otorgó
á otro ninguno antes ni adelante que despues de muer-
to triunfase. Tuvo con este Emperador gran cabida Ce-
lio Taciano, procurador del fisco. Este se dió tan buena
maña, que fué buena parte para que Trajano señalase
por su sucesor á Elio Adriano, cuyo ayo era tambien
Taciano; pero mas hizo al caso para esto el amor que
la Emperatriz le tenia, y sobre todo que estaba casado
con Sabina, hija de hermana del mismo Trajano, y aun
tambien era deudo suyo y natural de Itálica, patria
del mismo Trajano. Elio Sparciano le hace natural de
Roma, y dice que su padre tuvo el mismo nombre que
él, y su madre fué Domicia Paulina, matrona principal
nacida en Cádiz. Sus virtudes y prendas muy aventaja-
das, y el conocimiento que tenia de muchas cosas le
ayudaron mas que otra cosa ninguna. Luego que se en-
cargó del imperio, con intento de visitar todas las pro-
vincias, partió de Roma, y por Alemaña pasó á Ingala-
terra, de allí revolvió hácia España, despues á Africa
y al Oriente, siempre con la cabeza descubierta, y las
mas veces á pié. En este largo viaje se dice que en Tar-
ragona corrió gran peligro de la vida, á causa que cierto
esclavo, estando descuidado, arremetió á él con la es-
pada desnuda; entendióse que estaba fuera de sí, y sin
otro castigo le entregó á los médicos para que cuidasen
dél. Dividió á España, como lo testifica Sexto Aurelio
Victor, en seis provincias, la Bética, la Lusitania, la
Cartaginense, la Tarraconense, la Galicia y la Maurita-
nia Tingintana. Y segun se entiende por algunos le-
treros deste tiempo y algunas leyes del Código de Jus-
tiniano, los gobernadores de la Bética y de la Lusitania
á esta sazon tenian nombre de legados consulares, y
de presidentes los que tenian cargo de las otras cuatro
provincias. No tuvo este Emperador sucesion; por esta
causa adoptó por hijo y nombró por emperador des-
pues de su muerte á Ceyonio Commodo Vero, padre del
otro Vero que imperó adelante junto con Marco Anto-
nio el Filósofo. Dióle luego nombre de César con re-
tencion para sí del de Augusto. Deste principio se tomó
la costumbre que se guardó adelante que los hijos ó su-
cesores de los emperadores antes de heredar se llama-
sen Césares. A instancia de los judíos revocó la ley de
Vespasiano, en que les vedaba el poblar la ciudad de Je-

para ellos mismos, sino tambien infamia para sus maestros; á los cuales fué á las veces perjudicial la soltura de sus inobedientes discípulos; que con aquella amonestacion pretendia acudir á todo, porque, si siguiese su consejo alcanzaria lo que deseaba, donde no, protestaba delante de todo el mundo que no tenia parte en sus desórdenes, si algunos hiciese. Dos puentes levantó Trajano de obra maravillosa, la una en Alemaña sobre el Danubio, rio el mas caudaloso de toda Europa, la olra en aquella parte de España que llamamos Extremadura, y se llama la puente de Alcántara, pucsta sobre el rio Tajo; y parece por un letrero antiguo que allí está que se hizo repartimiento para el gasto entre muchos pueblos de aquella comarca. Es esta obra una de las principales antiguallas de España. En el Andalucía, en un pueblo llamado Azagua, de la órden de Santiago, hay dos piedras en aquel alcázar, basas que fueron de dos estatuas puestas en memoria de Matidia y de Marcia, hermanas de Trajano, como se entiende por sus letras. Por este mismo tiempo los soldados de la sépti ma legion, que se llamaba Gemina, desamparada la ciudad de Sublancia por estar puesta en un ribazo en las Astúrias, dos leguas mas abajo fundaron un pueblo, que de los fundadores se llamó Legio, y hoy es la ciudad de Leon, de poca vecindad, pero muy antigua, y que en un tiempo fué asiento de los reyes de Leon, cuando despues de la destruicion de España las cosas de los cristianos comenzaron á levantar cabeza. Gobernó Trajano la república por espacio de diez y nueve años y medio. Levantó contra los cristianos el año tercero de su imperio una persecucion la mas brava que se pudiera pensar, tanto mas, que todos le tenian por príncipe templado y prudente en lo que hacia. Aplacóse algun tanto cinco años adelante á causa que Plinio el mas mozo, procónsul á la sazon de Bitinia, le avisó por una carta suya que la supersticion cristiana, así la llamaba, se debia reprimir mas con maña que con fuerza, por estar derramada, no solo por las ciudades, sino tambien por las aldeas, y no probarse á los cristianos delito alguno, fuera de ciertas juntas que hacian antes del dia para cantar himnos en alabanza de Cristo. Respondió Trajano que no se hiciese pesquisa contra los cristianos, pero que si fuesen denunciados, los castigasen. Murieron en esta persecucion cristianos sin número y sin cuento. Ni aun España quedó libre y limpia desta sangre; entre los demás fué martirizado Man-rusalem; dióles licencia para que la reedificasen en un

cio, primero obispo de Ebora, italiano de nacion y na-
cido en la via Emilia, como algunos sienten, hasta de-
cir que fué uno de los setenta discípulos de Cristo. Su
cuerpo, al tiempo que los moros se apoderaron de Es-
paña, de Ebora, donde padeció, fué llevado á diversas
partes, y últimamente reparó en las Astúrias. Tiene un
rico monasterio con su advocacion á una legua de Me-
dina de Rioseco en un lugar llamado por esta causa
Villanueva de San Mancio. Padecieron asimismo Maca-
rio, Justo y Rufino, no en Roma, como algunos dicen,
ciudad
sino en Sevilla, como Dextro lo testifica,
que
antiguamente se llamó tambien Rómula, como se lialla
en algunas piedras que allí se conservan, y debió ser
la ocasion deste tropiezo. Falleció Trajano en Cilicia,
en una ciudad llamada entonces Selinunte, y adelante
Trajanopolis, que es lo mismo que ciudad de Trajano,
en sazon que volvia de la guerra de los Partos á Roma,

sitio algo apartado de donde estaba primero; y mudado el nombre antiguo de Jerusalem, mandó que se llamase Elia. Con esta ocasion y alas que les dió, y principalmente por quitarles la circuncision, y por un templo de Júpiter que hizo edificar junto á la nueva ciudad, tomaron de nuevo las armas y se rebelaron; pero en breve fueron sujetados, y pereció gran número dellos en Betera ó Beloron, en que se hicieron fuertes con su caudillo, que llamaron adelante, avisados por su daño, Barcosban, que es tanto como hijo de mentira, ca los sacó de juicio con decir que él era el Mesías prometido, como lo testifican los libros de los hebrcos. Ordenó otrosí el onceno año de su imperio que ninguno fuese castigado por ser cristiano si no le averiguaban algun otro delito. Tomó este acuerdo movido por las apologías que en favor de los cristianos le presentaron en Aténas Arístides y Cuadrato, personas de gran nom

«Mas quiero salvar un ciudadano que matar cien ene migos.» No se sabe cosa alguna que hiciese en España; su nombre empero se halla en algunos letreros romanos de aquel tiempo, que no se ponen aquí. Murió Anto nino Pio cerca de Roma de su enfermedad el año 162. Dejó por sucesores suyos á su yerno Marco Aurelio Antonino, por sobrenombre el Filósofo, y á Antonino Vero, hijo del otro Commodo Vero que adoptó Adriano. Fué esta la primera vez que se vieron en Roma dos emperadores con igual poder y mando. Falleció Vero nueve años adelante de su enfermedad. Señalóse en que renovó la persecucion contra los cristianos. Sosegó en el Oriente los movimientos que los persas habian levantado. Fué el primero, segun se entiende, que dió á los gobernadores de las provincias titulo de condes. Por su muerte quedó Marco Aurelio Antonino con todo el cuidado del imperio. Príncipe aventajado en bondad y virtudes; de sus estudios y doctrina el nombre de Filósofo da bastante testimonio. Hizo en persona guerra á los marcomanos, gente septentrional, que hoy son los moravos. Padecia grande falta de agua al tiempo de encontrarse con los enemigos, y la gente toda para perecer de sed. Iban en su compañía muchos cristianos alistados en la duodécima legion, por cuyas oraciones cayó tanta agua, que se remedió la necesidad. La tempestad y torbelifuo fué tal, que con los rayos y reláinpagos, que daban de cara á los enemigos, quedó la victoria por los romanos. Muchos hacen mencion deste suceso tan notable. Julio Capitolino dice que por las oraciones del Emperador se aplacaron los dioses y cayó la lluvia. A nuestros escritores, muchos y muy antiguos que refieren la cosa como está dicho, favorece Dion y una carta del Emperador que auda en griego y en latin sobre el caso, además del nombre de Fulminatrix quз se dió á aquella legion, y quiere decir echadora de rayos, cuyo rastro del sobredicho nombre queda en Tarragona en un huerto de Juan de Melgosa, donde hay un epitafio con estas palabras vueltas de latin en

bre. Asimismo Sereno Granio, procónsul de Asia, le escribió una carta en el mismo propósito. Por todo lo cual se aficionó tanto á los cristianos, que trató de poner á Cristo en el número de los dioses, y en las ciudades hizo edificar templos sin imágenes, es á saber, de las que los gentiles usaban. Demás desto, por entender que el imperio romano era tan grande que con su misIno peso se iba á tierra, determinó ponerle aledaños. Hizo para esto derribar la puente que Trajano levantó sobre el Danubio, y á la parte del oriente quiso que el rio Eufrates fuese el postrer lindero del imperio hasta desamparar lo que de la otra parte de aquel rio tenian conquistado. Grande fué la gloria que ganó por todas estas cosas. Tuvo falta de salud, tanto, que en Bayas, por huir de las manos de los médicos, con no comer se mató. Gobernó el imperio veinte y un años. Hizo dos cosas muy feas: la primera, que quitó los cargos y redujo á vida particular á su ayo Taciano, sin embargo de lo mucho que le habia servido, y no contento con esto, despues le hizo morir; para aviso de cuán presto el favor de los príncipes se muda y se trueca, y á las veces grandes servicios se pagan con extrema ingratitud. Fué Taciano español y natural de Itálica, patria destos dos emperadores. La otra fué peor, es á saber, que por el contrario le cayó tan en gracia Antinoo, mozo con quien usaba torpemente, que de la suciedad del retrete le sacó y puso en el número de los dioses; ca le edificó templo y una ciudad en Egipto de su nombre para eterna memoria de su deshonestidad y soltura, mancha muy fea de las virtudes que tuvo. En este tiempo Basilides en Egipto y Saturnino en la Suria despertaron la secta de los gnósticos, que confundia las personas divinas y sujetaba el libre albedrío y sus acciones á la fuerza del hado y de las estrellas, además que decian que la justicia cristiana depende solamente de la fe. Un discípulo ́de Basilides, llamado Marco, vino á España, y en ella sembró esta mala semilla. Allegáronsele entre otros una cierta mujer, llamada Agape, y un retórico, por nombre Helpidio. Destas cenizas y rescoldo, Prisciliano los años adelante encendió un grande fuego, como se tornará á decir en su tiempo y lugar.

CAPITULO VI.

De los tres emperadores Antoninos.

Falleció Commodo Vero poco despues que fué adoptado y nombrado por César. Tenia poca salud, y no parece hizo cosa alguna memorable. Entró en su lugar y cargo Tito Elio Antonino, y así despues de la muerte Adriano sin contradiccion sucedió en el imperio el año de Cristo de 139. En veinte y dos años y siete meses que imperó mantuvo todas las provincias en tanta paz, que fué tenido por muy semejante á Numa, entre los reyes de Roma amicísimo de la paz. Todos holgaban de obedecer á príncipe tan bueno, y él no se descuidaba en granjear á todos con buenas obras. En lo que mas se señaló fué en la clemencia y mansedumbre, virtudes que le dieron renombre de Pio y de Padre de la patria. No persiguió á los cristianos como lo hicieron los emperadores pasados. Quitó y reformó los salarios públicos á los que no servian sus oficios, como á gente que era carga pesada de la república y de ningun provecho. Suya fué aquella sentencia dicha antes por Scipion:

romance:

Á LOS DIOSES DE LOS DEFUNTOS. Á JULIO II, QUE VIVIÓ TREINTA Y NUEVE AÑOS, DOS MESES Y DIEZ DIAS, JULIO JOSCO, DE LA DUODECIMA LEGION LANZADORA DE RAYOS, Á SU LIBERTO BUENO Y LEAL LO HIZO.

Fuera desta inscripcion, que es harto notable, hay on Barcelona en las casas de los Requesens delante la iglesia de los santos Justo y Pastor un testamento deste tiempo cortado en muchas piedras, la mas señalada antigualla que deste genero se conserva en España. Por él se entiende que la usura centésima de tiempo de los romanos era cuando se acudia cada un año al acreedor con la octava parte del principal, que es lo mismo que á razon de doce por ciento; de manera que en espacio de cien meses se doblaba el caudal, de do se llamó usura centésima, ó sea porque al principio de cada mes cuando acostumbraban á hacer las pagas, daban al logrero la centésima parte de dinero que prestó. Las palabras del testamento no pongo aquí por ser largo; la suma de lo que contiene es: «Que Lucio Cecilio, centurion de la legion séptima Gemina y dichosa, y de la legion décimaquinta Apollinar, que sirvió á los emperadores Marco Aurelio Antonino y Aurelio Vero y tuvo otros diferentes cargos, manda á la república de. Barcelona siete mil y quinientos denarios con cargo

España.

CAPITTLO VII.

De los emperadores Severó y Caracalla.

que de las usuras semises, que era la mitad de la cen- | Sahagun, y es uno de los principales santuarios de tésima, es á saber, seis por ciento, del dicho dinero hiciesen espectáculos de luchadores todos los años á 10 de junio, en que se gastasen docientos y cincuenta denarios; y el mismo dia se diesen docientos denarios para aceite á los luchadores. La cual manda hace debajo de ciertas condiciones; si no las cumpliesen, sustituye en la dicha manda con las mismas cargas á la república de Tarragona para que haya y lleve el dicho dinero. » Tuvo Marco Aurelio Antonino el imperio diez y nueve años y un mes. Fallecio á 17 de marzo el año de Cristo 181. Grande fué la fama de sus virtudes, y no menor la afrenta de su casa á causa de la mucha soltura de la emperatriz Faustina, su mujer, la cual, como quier que ni la pudiese remediar, ni se resolviese de apartalla de sí, pareció amancillar la majestad del imperio. Por lo demás su memoria y la de Antonino Pio, su suegro, fué en Roma tan agradable, que el emperador Septimio Severo, que tuvo el imperio poco adelante, hizo una ley en que ordenó que todos los emperadores despues dél se llamasen Antoninos, no de otra manera que antes se llamaban Au-gustos. Verdad es que Elio Aurelio Commodo Antonino, luego que sucedió á su padre, con la torpeza de sus costumbres escureció en alguna manera el lustre de aquel nombre y alcuña. Fué Augusto de título, el ánimo esclavo y sujeto á todos los vicios. Entendióse que una concubina suya, llamada Marcia, le dió bebedizos, con que le trastornó el seso; por lo menos la misma fué causa de su muerte por haber hallado en cierto memorial su nombre entre el de otros muchos que Commodo pretendia matar. Comunicó el caso con un eunuco por nombre Narciso; concertaron los dos de darle la muerte, ejecutáronlo primero con yerbas que le dieron, y despues, porque la fuerza de la ponzoña se tardaba, le ahogaron. Vivió treinta y dos años solamente; dellos imperó los doce y mas ocho meses y quince dias. Dícese que tuvo trecientas concubinas y otros tantos mozuelos escogidos para sus deshonestidades entre todos los que se aventajaban en hermosura. Fué el primero de los emperadores romanos que vendió los oficios y gobiernos, cosa muy perjudicial y dañosa. Julio Capitolino dice que el tercer abuelo de Commodo se llamó Annio Vero, y que fué español, natural del municipio Sucubitano, que estaba en la Bética, hoy Andalucía. No falta quien diga que por este tiempo padecieron los santos mártires Facundo y Primitivo á la ribera de Cea, rio que de los montes de Astúrias discurre por lo interior de Castilla. Atico, presidente de Galicia, convidó á todos los soldados de aquella provincia para que se hallasen á cierto sacrificio; los dos santos no quisieron obedecer á este mandato, por lo cual los borró de las listas de los soldados; y atormentados en diversas maneras, al fin con una segur les cortó las cabezas. Honraron los cristianos sus sagrados cuerpos; edificaron en aquel mismo lugar un templo de su nombre. De allí cuando los moros estuvieron apoderados de España fueron diversas veces llevados para mayor seguridad á las Astúrias. Finalmente, en tiempo de don Alonso el Magno y despues por mandado del rey de Castilla don Fernando el Primero los volvieron al mismo lugar, y reedificaron el sagrado templo con un monasterio de monjes Benitos junto á él, que hoy se llama de

El emperador Commodo fué muerto año del Señor de 193. Sucedió en el imperio Helvio Pertinaz, nacido de padre libertino, que era tanto como de casta de esclavos. Era muy viejo, de edad de setenta años. Tuvo el imperio solos dos meses y veinte y ocho dias. Los mismos que mataron á Commodo, por ser su bondad tan conocida, dieron órden para que le diesen el sceptro, que los soldados pretorianos le quitaron juntamente con la vida dentro de su mismo palacio. La libertad y soltura del tiempo pasado hacia que llevasen mal la disciplina militar, que Pertinaz pretendia poner en su punto; que la reformacion de las costumbres es á los malos á par de muerte. Fué docto en las lenguas latina y griega; estudió en su menor edad derechos, y tuvo en ellos por maestro á Sulpicio Apollinar, aquel cuyas periocas ó argumentos andan al principio de las comedias de Terencio. Luego que Pertinaz fué muerto, Sulpiciano y Didio Juliano acudieron á los reales de los pretorianos para, afuer de mercaderes, comprar el imperio como si estuviera puesto en almoneda. Salió Juliano con su pretension con promesa que hizo de dar á cada uno de los soldados veinte y cinco sestercios, que montan seiscientas y veinte y cinco coronas, suma quo venia á ser exorbitante, y que en fin no la pudo pagar; por donde desamparado de los soldados y aborrecido del pueblo, el sexto mes adelante le dieron la muerte por órden y traza de Septimio Severo, al cual en premio desta hazaña hicieron emperador las legiones de Illirico ó Esclavonia. Nació en Leptis, ciudad de Africa, por otro nombre Trípoli de Berbería, que está asentada de la otra parte de la Sirte menor. Recompensó la fiereza de su natural con la valentía que tuvo muy grande, con que hizo grandes efectos; por donde vulgarmente se dijo que, ó no debiera nacer, 6 no debiera morir. Mostró su severidad en el castigo que dió á los pretotorianos que tuvieron parte en la muerte de Pertinaz, ca despojados de las armas y de los vestidos, los desterró de Roma y de cien millas al rededor. En muchas guerras salió vencedor; en el Oriente sujetó á Pescenio Nigro, que se llamaba emperador, y de camino destruyó la ciudad de Bizancio porque le cerró las puertas. En Francia venció á Albino, que estaba levantado, aquel de quien se tuvo por cierto que, á ejemplo de Aristides, compuso las Patrañas milesias, libro lleno de toda deshonestidad y torpeza. Asimismo desbarató por tres veces á los partos. Restituyó el gobierno de Roma en su antiguo lustre y majestad. Revolvió sobre Ingalaterra, y despues que sosegó á los ingleses, para impedir las entradas que hacian los escoceses sobre ellos por la parte que las riberas de aquella isla se estrechan mas, que es por donde Escocia parte término con lo de Ingalaterra, acordó tirar un valladar ó albarrada de mar á mar. Atajóle la muerte los pasos, que le tomó en aquella isla en la ciudad de Eboraco. Tuvo el imperio diez y siete años, ocho meses y tres dias. Las postreras palabras que dijo fueron muy notables, es á saber: «El imperio que recebí alborotado, dejo á mis hijos sosegado;

firme si fueren buenos, si malos poco durable. » Suya fué tambien aquella sentencia. « Todo lo fuí, y no presta nada. » Movió persecucion contra los cristianos el noveno año de su imperio. La carnicería fué muy grande. En España, en la ciudad de Valencia padecieron Félix, presbítero, Fortunato y Arquíloco, diáconos. Dado que algunos en lugar de Arquíloco leen Arquíleo, y aun pretenden que padecieron en Valencia, la del Delfinado de Francia, por estar cerca de Leon de Francia, de donde es averiguado que san Ireneo, obispo de aquella ciudad, los envió á predicar el Evangelio. Dejó Severo dos hijos de dos mujeres diferentes: el mayor, que se llamó Aurelio Antonino Basiano y que tuvo por sobrenombre Caracalla de cierto genero de vestidura francesa así dicha que dió al pueblo luego al principio de su imperio, mató a su hermano menor, llamado Geta, que su padre señaló en su testamento por emperador y compañero de su hermano. Este hecho tan atroz le fué asaz mal contado y le hizo muy aborrecible al pueblo; y mucho mas otra nueva maldad, que fué casarse con Julia, madre del mismo Geta y su madrastra. Pasó en esta locura tan adelante, que dió la muerte á todos los que eran aficionados á su hermano; destos fué uno Sammonico Sereno, médico muy famoso, y que escribió muy aventajadamente en aquella facultad. Otro fué el gran jurisconsulto Papiniano, no por otra culpa mas de porque no quiso defender en el Senado y abonar la muerte de Geta, ca decía: a Mas fácil cosa es cometer el parricidio que excusarle. » Fué demás desto fementido, en particular con muestra que dió de querer casarse con una hija de Artapano, rey de los partos, los aseguró de manera, que en la ciudad de Carras los cogió descuidados y hizo en ellos gran malanza. No le duró mucho esta alegría, porque, como era aborrecido de todos, á tiempo que se estaba proveyendo, un soldado llamado Marcial arremetió á él y le dió de puñaladas. Era á la sazon de edad de cuarenta y tres años; tuvo el imperio seis años, dos meses y cinco dias. Su cuerpo llevaron & Antioquía, do estaba Julia, su madrastra y mujer, la cual, por el gran sentimiento con un puñal que se metió por los pechos, cayó muerta sobre su triste marido y entenado. Tragedias parecen estas. Entre las otras locuras de Caracalla se refiere que se dió á contrahacer las cosas de Alejandro Magno, bien que mas imitaba las fultas que las virtudes. En particular para remedalle traia la cabeza inclinada hácia el lado izquierdo. Opelio Macrino, prefecto del pretorio, que es lo mismo que capitan de la guardia, á cuya persuasion fué muerto Caracalla, le sucedió en el imperio con voluntad de Audencio, hombre principal á quien los soldados querian por emperador. No hizo cosa alguna señalada ni antes ni despues deste tiempo; por esto y por el poco tiempo que gozó del imperio, apenas se puede contar en el número de los emperadores. Mesa, hermana de Julia, dió órden que los soldados le matasen en Calcedonia juntamente con un hijo suyo llamado Diadumeno. Lo cual sucedió á 7 de junio el año 219. Imperó solos trece meses y veinte y ocho dias.

CAPITULO VIII.

De los emperadores Heliogábalo y Alejandro. Aurelio Antonino Vario, sacerdote del sol en Fenicia, que es lo que significa el nombre de Heliogabalo, fué hijo del emperador Caracalla. Hóbole en Soemis, hija de Mesa y sobrina de Julia. La hermosura de su rostro y gentil parecer, muestra muchas veces engañosa de ánimo compuesto, fueron grande parte para que los soldados se le aficionasen. Ayudó otrosí la memoria de su padre, porque para asegurarse en sus maldades tenia granjeada la gente de guerra con darles y permitirles cuanto querian. Sobre todo su abuela Mesa con su buena maña y dádivas, que no debieron faltar, atrajo á su parecer las legiones, y acabó con ellas que saludasen á su nieto por emperador. Su vida y costumbres fueron muy torpes á maravilla: dado á toda suerte de deshonestidad, hacia y padecia lo que no se puede escribir sin vergüenza. Llegó su locura á tanto, que acometió y intentó con artificio á mudar el sexo de varon, grande afrenta y ultraje del imperio romano y de todo el genero humano. No pudo el mundo sufrir monstruo sidad tan grande; los mismos soldados de su guarda le mataron á 10 de marzo el año de Cristo de 223. Era de edad de diez y ocho años; tuvo el imperio tres años, nueve meses y cuatro dias. Fué el primero de los emperadores romanos que usó de vestidura toda de seda; que antes dél solo aforraban de seda los vestidos, que en aquel tiempo se compraba á peso de oro. Tambien se dice que desde el tiempo de Heliogábalo y por su órden se introdujo la costumbre que los esclavos en las vendimias echasen pullas á sus amos y se burlasen con ellos de palabra. El sucesor de Heliogabalo fué su primo hermano Severo Alejandro, que ya era César, cuyas virtudes igualaron á los vicios de su antecesor; grande y señalado emperador si la muerte no le atajara. Lo primero, conforme á la costumbre de los cristianos, á ninguno encargó gobierno alguno antes que le publicasen para si le tachaba alguno. No quiso vender los oficios y gobiernos, ca decia: a El que compra, forzosamente ha de vender.» Mostróse favorable á los cristianos en tanto grado, que en su oratorio principal tenia puesta la imágen de Cristo entre las de los dioses de la gentilidad. Jamás quiso recebir en su casa ni á su familiaridad, ni aun para que le saludase y visitase, á persona alguna que no fuese de muy buena fama: aviso para príncipes singular. Para recoger dinero, de que tenia falta, inventó cierto género de imposiciones y tributos, que se cogian de las artes curiosas y vanas: invencion con que se remediaba la necesidad y se enfrenaban los vicios. Hizo la guerra contra los partos prósperamente y contra Artajerjes, su rey, que á cabo de tantos años comenzaba á levantar el poder de los persas, que antes estaban sujetos á los partos. Concluida esta guerra, revolvió con sus gentes contra Alemaña, do fué muerto por traicion de Maximino muy fuera de sazon, porque no pasaba de veinte y nueve años; dellos los trece y nueve dias gobernó el imperio sin par por su grande rectitud, prudencia, mansedumbre y clemencia, dado que el castigo que dió á Turino Vetronio parece algo áspero. Porque vendia humos, es á saber, favores y provisiones fingidas en nombre del emperador, le hizo ahogar con humo. El gran jurisconsulto Ul

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