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PROLOGO DEL AUTOR.

AL REY CATÓLICO DE LAS ESPAÑAS DON FILIPE, TERCERO DESTE NOMBRE, NUESTRO SEÑOR.

Los años pasados, muy poderoso Señor, publiqué la Historia general de España, que compuse en latin, debajo del real nombre y amparo de vuestro padre el Rey, nuestro señor, de gloriosa memoria. Al presente me atrevo á ofrecer la misma puesta en lenguaje castellano. Como una joya podrá ser de alguna estima para el reinado dichoso y para la corona de vuestra majestad; servicio, segun yo pienso, agradable à vuestra benignidad por la grandeza de la empresa y por el deseo que tengo de aprovechar y servir. Lo que me movió á escribir la historia latina fué la falta que della tenia nuestra España (mengua sin duda notable), mas abundante en hazañas que en escritores, en especial deste jaez. Juntamente me convidó á tomar la pluma el deseo que conocí los años que peregriné fuera de España, en las naciones extrañas, de entender las cosas de la nuestra; los principios y medios por donde se encaminó á la grandeza que hoy tiene. Volvíla en romance, muy fuera de lo que al principio pensé, por la instancia continua que de diversas partes me hicieron sobre ello y por el poco conocimiento que de ordinario hoy tienen en España de la lengua latina aun los que en otras ciencias y profesiones se aventajan. Mas ¿qué maravilla, pues ninguno por este camino se adelanta, ningun premio hay en el reino para estas letras, ninguna honra, que es la madre de las artes? Que pocos estudian solamente por saber. Además del recelo que tenia no la tradujese alguno poco acertadamente, cosa que me lastimara forzosamente y de que muchos me amenazaban. En todo el discurso se tuvo gran cuenta con la verdad, que es la primera ley de la historia. Los tiempos van averiguados con mucho cuidado y puntualidad. Los años de los moros ajustados con los de Cristo, en que nuestros coronistas todos faltaron. A las ciudades, montes, rios y otros lugares señalamos los nombres que tuvieron antiguamente en tiempo de romanos. Finalmente, no nos contentamos con relatar los hechos de un reino solo, sino los de todas las partes de España, mas largo ó mas breve, segun que las memorias hallamos; ni solo referimos las cosas seglares de los reyes, sino que tocamos asimismo las eclesiásticas que pertenecen á la religion; todo con mucha precision para que la balumba de historia tan larga y tan varia, á ejemplo de las otras naciones, saliese tolerable. Si bien en los hechos mas señalados y batallas nos extendemos á las veces algo mas, no de otra manera que los grandes rios por las hoces van cogidos y por las vegas salen, cuando se hinchan con sus crecientes, de madre. En la traduccion no procedí como intérprete, sino como autor, hasta trocar algun apellido, y tal vez mudar opinion, que se tendrá por la nuestra la que en esta quinta impresion se hallare; ni me até á las palabras ni á las cláusulas ; quité y puse con libertad, segun me pareció mas acertado, que unas cosas son á propósito para gente docta, y otras para la vulgar. Darán gusto á los de nuestra nacion á veces las de que los extranjeros harian poco caso. Cada ralea de gente tiene sus gustos, sus aficiones y sus juicios. En dar el don á particulares voy considerado y escaso, como lo fueron nuestros antepasados. Quien hallare alguno que le toque ó se le deba sin él, póngasele en su libro, que nadie le irá á la mano. Algunos vocablos antiguos se pegaron de las corónicas de Es

paña de que usamos, por ser mas significativos y propios, por variar el lenguaje y por lo que en razon de estilo escriben Ciceron y Quintiliano. Esto por los romancistas. El principio de esta historia se toma desde la poblacion de España; continúase hasta la muerte del rey don Fernando el Católico, tercero abuelo de vuestra majestad. No me atreví á pasar mas adelante y relatar las cosas mas modernas por no lastimar á algunos si se decia la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba. Del fruto desta obra depondrán otros mas avisados. Por lo menos el tiempo, como juez y testigo abonado y sin tacha, aclarará la verdad, pasada la aficion de unos, la envidia de otros y sus calumnias sin propósito y su ignorancia, El trabajo puedo yo testificar ha sido grande, la empresa sobre mis fuerzas, bien lo entiendo; mas ¿quién las tiene bastantes para salir con esta demanda? Muchos siglos, por ventura, se pasaran como antes si todo se cautelara. Confio que si bien hay faltas, y yo lo confieso, la grandeza de España conservará esta obra; que á las veces hace estimar y durable la escritura el sugeto de que trata. La historia en particular suele triunfar del tiempo, que acaba todas las demás memorias y grandezas. De los edificios soberbios, de las estatuas y trofeos de Ciro, de Alejandro, de César, de sus riquezas y poder, ¿qué ha quedado? Qué rastro del templo de Salomon, de Jerusalem, de sus torres y baluartes? La vejez lo consumió, y el que hace las cosas las deshace. El sol que produce à la mañana las flores del campo, el mismo las marchita á la tarde. Las historias solas se conservan, y por ellas la memoria de personajes y de cosas tan grandes. Lo mismo quiero pensar será desta historia. ¿Quién quita que yo no favorezca mi esperanza, si ya no se despierta por nuestro ejemplo alguno que con pluma mas delgada se nos adelante en escribir las grandezas de España, y con la luz de su estilo y erudicion escurezca nuestro trabajo? Daño que por el bien comun llevarémos con facilidad, y mas aína lo deseamos que muchos entren en la liza y hagan en ella prueba de sus ingenios y de su erudicion. Que con algunos de nuestros coronistas ni en la traza ni en el lenguaje no deseo que me compare nadie; bien que de sus trabajos nos hemos aprovechado, y aun por seguillos habrémos alguna vez tropezado, yerro digno de perdon por hollar en las pisadas de los que nos iban delante. No quiero alabar mi mercaduría ni pretendo galardon alguno de los hombres, que no se podrá igualar al trabajo como quier que la empresa suceda, dado que los gastos han sido grandes y la hacienda ninguna por la vida que profesamos, y que las corónicas de los reinos están por cuenta de los reyes y á su cargo. Solo suplico humilmente reciba vuestra májestad este trabajo en agradable servicio, que será remuneracion muy colmada si, como vuestra majestad ha ocupado algunos ratos en la leccion de mi historia latina, ahora que el lenguaje es mas llano y la traza mas apacible la leyere mas de ordinario. Ninguno se atreve á decir á los reyes la verdad; todos ponen la mira en sus particulares: miseria grande, y que de ninguna cosa se padece mayor mengua en las casas reales. Aquí la hallará vuestra majestad por sí mismo: reprehendidas en otros las tachas, que todos los hombres las tienen ; alabadas las virtudes en los antepasados; avisos y ejemplos para los casos particulares que se pueden ofrecer, que los tiempos pasados y los presentes semejables son, y como dice la Escritura, lo que fuere eso será. Por las mismas pisadas y huella se encaminan, ya los alegres, ya los tristes remates; y no hay cosa mas segura que poner los ojos en Dios y en lo bueno y recatarse de los inconvenientes en que los antiguos tropezaron, y á guisa de buen piloto tener todas las rocas ciegas y los bajíos peligrosos de un piélago tan grande como es el gobierno y mas de tantos reinos en la carta de marear bien demarcados. El año pasado presenté à vuestra majestad un libro que compuse de las virtudes que debe tener un buen rey, que deseo lean y entiendan los príncipes con cuidado. Lo que en él se trata especulativamente, los preceptos, avisos y las reglas de la vida real, aquí se ven puestas en práctica y con sus vivos colores esmaltadas. No me quiero alargar mas. Dios, nuestro Señor, dé su luz à vuestra majestad, para que, conforme á los principios de su bienaventurado reinado, se adelante en todo género de virtudes y felicidad como todos esperamos, y para alcanzallo no cesamos de ofrecer á su majestad y á sus santos continuamente nuestros votos y plegarias.

HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA.

CAPITULO PRIMERO.

LIBRO PRIMERO.

De la venida de Tubal y de la fertilidad de España.

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TUBAL, hijo de Jafet, fué el primer hombre que vino á España. Así lo sienten y testifican autores muy graves, que en esta parte del mundo pobló en diversos lugares, poseyó y gobernó á España con imperio templado y justo. La ocasion de su venida fué en esta manera. El año que despues del diluvio general de la tierra, conforme á la razon de los tiempos mas acertada, se contaba 131, los descendientes de Adan, nuestro primero padre se esparcieron y derramaron por toda la redondez de la tierra y por todas las provincias merced del atrevimiento con que por consejo y mandado del valiente caudillo Nembrod acometieron á levantar la famosa torre de Babilonia, y castigo muy justo del desprecio de Dios. Confundióse el lenguaje comun de que antes todos usaban de manera tal, que no podian contratar unos con otros ni entenderse lo que hablaban; por donde fué cosa forzosa que se apartasen y se derramasen por diversas partes. Repartióse pues el mundo entre los tres hijos de Noé desta suerte: á Sem cupo toda el Asia allende el rio Eufrates hácia el oriente con la Suria, donde está la Tierra-Santa. Los descendientes de Cam poseyeron á Babilonia, las Arabias y á Egipto con toda la Africa. A la familia y descendencia de Jafet, hijo tercero del gran Noé, dieron la parte de Asia que mira al septentrion, desde los famosos montes Tauro y Amano, demás desto toda la Europa. Hecha la particion en esta forma, los demás hijos de Jafet asentaron en otras provincias y partes del mundo; pero Tubal, que fué su quinto hijo, enviado á lo postrero de las tierras donde el sol se pone, conviene á saber, á España, fundó en ella dichosamente y para siempre en aquel principio del mundo, grosero y sin policía, no sin providencia y favor del cielo, la gente española y su valeroso imperio. De donde en todos los tiempos y siglos han salido varones excelentes y famosos en guerra y en paz, y ella ha siempre gozado de abundancia de todos los bienes, sin faltar copiosa materia para despertar los buenos ingenios, y por la grandeza y diversidad de las cosas que en España han sucedido, convidalles á

á

tomar la pluma, emplear y ejercitar en este campo su elocuencia. Verdad es que siempre ha tenido falta de escritores, los cuales con su estilo ilustrasen la grandeza de sus hechos y proezas. Esta falta á algunos dió atrevimiento de escribir y publicar patrañas en esta parte y fábulas de poetas mas que verdaderas historias; y á mí despertó para que con el pequeño ingenio y erudicion que alcanzo, acometiese á escribir esta historia, mas aína con intento de volver por la verdad y defendella que con pretension de honra ó esperanza de algun premio; el cual, ni lo pretendo de los hombres, ni se puede igualar al trabajo desta empresa, de cualquiera manera que ella suceda. Conforme á esta traza, será bien que, en primer lugar, se pongan y relaten algunas cosas, así de la naturaleza y propiedades desta tierra de España y de su asiento como de las lenguas antiguas y costumbres de los moradores della. La tierra y provincia de España, como quier que se pueda comparar con las mejores del mundo universo, á ninguna reconoce ventaja, ni en el saludable cielo de que goza, ni en la abundancia de toda suerte de frutos y mantenimientos que produce, ni en copia de metales, oro, plata y piedras preciosas, de que toda ella está llena. No es como Africa, que se abrasa con la violencia del sol, ni á la manera de Francia es trabajada de vientos, heladas, humedad del aire y de la tierra; antes por estar asentada en medio de las dos dichas provincias, goza de mucha templanza; y así bien el calor del verano como las lluvias y heladas del invierno muchas veces la sazonan y engrasan en tanto grado, que de España, no solo los naturales se proveen de las cosas necesarias á la vida, sino que aun á las naciones extranjeras y distantes, y á la misma Italia cabe parte de sus bienes y la provee de abundancia de muchas cosas; porque á la verdad produce todas aquellas á las cuales da estima, ó la necesidad de la vida, ó la ambicion, pompa y vanidad del ingenio humano. Los frutos de los árboles son grandemente suaves; la nobleza de las viñas y del vino, excelente; hay abundancia de pan, miel, aceite, ganados, azúcares, seda, lanas sin número y sin cuento. Tiene minas de oro y de plata; hay venas de hierro donde quiera, piedras trasparentes y á manera

de espejos, y no faltan canteras de mármol de todas suertes, con maravillosa variedad de colores, con que parece quiso jugar y aun deleitar los ojos la naturaleza. No hay tierra mas abundante de bermellon; en particular en el Almaden se saca mucho y bueno, pueblo al cuai los antiguos llamaron Sisapone, y le pusieron en los pueblos que llamaron oretanos. El terreno tiene varias propiedades y naturaleza diferente. En parte se dan los árboles, en partes hay campos y montes pelados; por lo mas ordinario pocas fuentes y rios; el suelo es recio y que suele dar veinte y treinta por uno cuando los años acuden; algunas veces pasa de ochenta, pero esto es cosa muy rara. En grande parte de España se ven lugares y montes pelados, secos y sin frutos, peñascos escabrosos y riscos, lo que es alguna fealdad. Principalmente la parte que de ella cae hacia el septentrion tiene esta falta, que las tierras que miran al mediodía son dotadas de excelente fertilidad y hermosura. Los lugares marítimos tienen abundancia de pesca, de que padecen falta los que están la tierra mas adentro, por caerlas el mar léjos, tener España pocos rios, y lagos no muchos. Sin embargo, ninguna parte hay en ella ociosa ni estéril del todo. Donde no se coge pan ni otros frutos, allí nace yerba para el ganado y copia de esparto á propósito para hacer sogas, gomenas y maromas para los navíos, pleita para esteras y para otros servicios y usos de la vida humana. La ligereza de los caballos es tal, que por esta causa las naciones extranjeras creyeron y los escritores antiguos dijeron que se engendraban del viento; que fué mentir con alguna probabilidad y apariencia de verdad. En conclusion, aun el mismo Plinio, al fin de su Historia natural, testifica que por todas las partes cercanas del mar España es la mejor y mas fértil de todas las naciones, sacada Italia; á la cual misma hace ventaja en la alegría del cielo y en el aire que goza, de ordinario templado y muy saludable. Y si de verano no padeciese algunas veces falta de agua y sequedad, haria sin duda ventaja á todas las provincias de Europa y de Africa en todas las cosas necesarias al suster y arreo de la vida. Demás que en este tiempo, por el trato y navegacion de las Indias, donde han á levante y á poniente en nuestra edad y en la de nuestros abuelos penetrado las armas españolas con virtud invencible, es nuestra España en toda suerte de riquezas y mercaderías dichosa y abundante, y tiene sin falta el primer lugar y el principado entre todas las provincias. De allí, con las flotas que cada año van y vienen y con el favor del cielo, se ha traido tanto oro y plata y piedras preciosas y otras riquezas para particulares y para reyes, que si se dijese y sumase lo que ha sido, se tendria por mentira; lo cual todo, demás del interés, redunda en grande honra y gloria de nuestra nacion; y dél resulta no menos provecho á las extranjeras, á las cuales cabe buena parte de nuestras riquezas, de nuestra abundancia y bienes.

CAPITULO II.

Del asiento y circunferencia de España.

La postrera de las tierras hácia donde el sol se pone es nuestra España. Parte término con Francia por los montes Pirineos, y con Africa por el angosto estrecho de Gibraltar; tiene figura y semejanza de un cuero de

buey tendido, que así la comparan los geógrafos, yestá rodeada por todas partes y ceñida del mar, sino es por la que tiene por aledaño á los Pirineos, cuyas cordilleras corren del uno al otro mar, y se rematan en dos cabos ó promontorios: el uno sobre el Océano, que se llama Olarso, cerca de Fuenterabía; el otro cae hácia el Mediterráneo, y antiguamente se llamó promontorio de Vénus, de un templo que allí á esta diosa dedicaron ahora, mudada la religion gentílica y dejada, se llama cabo de Cruces. Desde este cabo, donde se remata la Gallia que antiguamente se decia Narbonense, hasta lo postrero del estrecho de Gibraltar, se extiende y corre con riberas muy largas entre mediodía y poniente el uno de los cuatro lados de España, el cual va bañado con las aguas del mar Mediterráneo. Su longitud es de docientas y setenta leguas, lo cual se entiende discurriendo por la costa; porque si nos apartamos hácia la tierra ó hácia la mar, de las riberas y promontorios y ensenadas que hace, menor será la distancia ; y advierto que cada legua española tiene como cuatro millas de las de Italia. En este lado de España está Colibre, ciudad antigua de la Gallia, al presente mas conocida por su antigüedad y comodidad del puerto que tiene que por la muchedumbre de vecinos, que son pocos, ni arreo de sus moradores, que todo es pobreza. Pasado el cabo de Vénus ó de Cruces, que está cerca de Colibre, síguense dos promontorios ó cabos, dichos antiguamente el uno Lunario, el otro Ferraria ó Tenebrio, que están distantes casi igualmente de la una y de la otra parte de la boca del rio Ebro; en el cual espacio y distancia se ve la boca del rio Lobregat, por donde descarga sus aguas, que siempre lleva rojas, en la mar; y así, los antiguos le llamaron Rubricato, que es lo mismo que rojo. Están tambien en aquel lado las ciudades de Barcelona, Tarragona, Tortosa, Monviedro, que fué antiguamente la famosa ciudad de Sagunto (los godos por sus ruinas la llamaron Murvetrum, muro viejo), bien conocida por su lealtad que guardó con los romanos y por su destruicion y ruina. Despues de Sagunto se siguen Valencia, la boca del rio Júcar y Denia, el cabo de Gatas, dicho así por las muchas piedras ágatas que allí se hallan. Los griegos antiguamente le llamaron Caridemo, que es tanto como gracioso, por tener entendido que las dichas piedras tenian virtud para ganar la gracia de los hombres y hacer amigos. Mas adelante en el mismo lado se ve Almería, la cual se fundó, segun algunos lo creen, de las ruinas de Abdera; otros sienten ser la antigua Urci, situada en los Bastetanos, que es la comarca de Baza. Despues está Málaga, y finalmente, á la boca del Estrecho, Heraclea ó Calpe, dicha así antiguamente del monte Calpe, donde está asentada y puesta; la cual hoy se dice Gibraltar. Luego se sigue Tarteso ó, como vulgarmente la llamamos, Tarifa, de donde todo el Estrecho antiguamente se llamó Tartesiaco, si ya los nombres de Tartesio y Tartesiaco no se derivan y tomaron de Tarsis, que así se dijo antiguamente Cartago ó Túnez; y pudo ser que se mudasen los nombres á estos lugares por el mucho trato que aquella gente de Africa tuvo en aquellas partes. El mismo Estrecho se llamó Hercúleo, á causa de Hércules, el cual, venido en España, y hechos á manos con grandes materiales y muelles los montes dichos Caspe y Avila de la una y otra parte del Estrecho, que son las

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mado San Adrian, los que allí pasan dicen que se ve el uno y el otro mar, si ya el engaño y apariencia no hace tomar lo que parece por verdadero, y afirmar por cierto lo que á los ojos se les antoja de los que por allí pasan.

CAPITULO III.

De los montes y rios principales de España.

Entre Vizcaya y Navarra, desde Roncesvalles, lugar bien conocido por la matanza y destrozo que allí se hizo de la nobleza de Francia cuando Carlomagno quiso por fuerza de armas entrar en España, cierto ramo de montes que nace y se desgaja de los Pirineos y se endereza al poniente, deja á la diestra los Cántabros y las Astúrias, y mas adelante corta y parte por medio la provincia de Galicia, donde hace el cabo de Finisterre en lo último de España, que corre y se mete mucho en la mar. Distinguense por este monte en España los ultramontanos de los citramontanos, ó como el vulgo habla, los montañeses de aquende y de allende. Destos montes hácia la parte de mediodía el monte Idubeda, llamado así de los antiguos, se desgaja. Tiene su principio cerca de las fuentes de Ebro, que están sobre los Pelendones, pueblos antiguos de España; por mejor decir, nace en las vertientes de Astúrias, donde está un pueblo, por nombre Fontibre, que es lo misino que Fuentes de Ebro. Al presente este monte Idubeda se llama montes de Oca, del nombre de una ciudad antigua llamada Auca, cu

columnas de Hércules, se dice quiso cerrar y cegar
aquellas estrechuras, cuya longitud es de quince mi-
llas, la anchura por donde mas se estrecha el mar ape-
nas es de siete, conforme á lo que Solino escribe; dado
que hoy mas de doce millas tiene de anchura por la
parte mas estrecha, la longitud pasa de treinta. El mis-
ino Estrecho se llamó Gaditano, de Cádiz, en latin Ga-
deis, que es una isla á la salida del Estrecho, que está y
se ve á la mano derecha en el Océano. Tomó aquel nom-
bre de una diceion cartaginés que significa vallado, co-
mo tambien en hebreo lo significa esta palabra gheder,
por ser Cádiz como valladar de España contrapuesto y
que hace rostro á las hinchadas olas del mar Océano.
Estaba esta isla antiguamente apartada setecientos pa-
sos de las riberas de España, y bojaba docientas millas
en circuito; al presente apenas tiene tres leguas de
fargo, que son doce millas, y della por una puente se
pasa á la tierra firme: tan cerca le cae. Así se mudan y
se truecan las cosas con el tiempo, que todo lo altera.
Desde lo postrero del Estrecho hasta el promontorio
Nerio, hoy llamado cabo de Finisterre, cuentan los
que navegan docientas veinte y seis leguas, porque el
cabo de San Vicente, que se decia promontorio Sagra-
do, el cual está contra puesto y enfrente de los Pirineos,
que es la mayor distancia y longitud que hay en Espa-
ña, y que corre y se mete muy adentro en el mar, hace
las vueltas de las riberas algo mas largas que si por ca-
mino derecho se anduviese. En estas riberas del Océa-
no están asentadas primero Sevilla junto á Guadalqui-yos
vir, y despues por la parte que el rio Tajo se descarga
y entra en el mar la ciudad de Lisboa, las cuales en
grandeza, número de moradores y contratacion com-
piten con las primeras y mas principales de Europa.
Está cerca de Lisboa el promontorio Artabro, desde
donde el Océano, que á mano siniestra se llamaba Atlán-
tico, comienza á la derecha á llamarse Gallico ó Galle-
go, como, segun yo creo, en el mar Mediterráneo los
nombres de Baleárico y Ibérico que tiene se distinguen
por el rio Ebro, aledaño del un mar y del otro. El lado
tercero de España, que corre entre los vientos cierzo
y cauro ó gallego, extiende por espacio de ciento y
treinta y cuatro leguas sus riberas, no iguales y dere-
chas, como lo sintió Pomponio Mela, antes hacen no
menos senos y calas, ni son menos desiguales que los
demás costados desta provincia. Los puertos mas prin-
cipales que en aquella parte caen son el de la Coruña,
que se decia Brigantino, el de Laredo y el de Santan-
der. Por ventura se podria decir que la forma antigua
de las marinas de España, así bien como en las demás
provincias, se ha mudado, en parte por comer el mar las
riberas, y en parte por diversas ocasiones y montes
que se han levantado de nuevo donde no los habia, que
desacreditan las antiguas descripciones de la tierra, y
no dan poco en qué entender á los que de nuevo escri-
ben; que tal es la inconstancia de la naturaleza y de las
cosas que en la tierra hay. La longitud de los Pirineos,
que es el cuarto lado de España, doblando algun tanto
hácia ella, se extiende con sus cordilleras muy altas, y
Corre entre septentrion y levante desde el mar Océano
hasta el Mediterráneo por espacio de ochenta leguas.
Justino pone seiscientas millas, en que sin duda los nú-
meros, por la injuria del tiempo en esta parte, están
mudados. Desde el muy alto monte de Cantabria, Ha-

rastros se muestran cerca de Villafranca, cinco leguas sobre Burgos. Y pasando el dicho monte por Bribiesca y por los arevacos, donde se empinan las cumbres del monte Orbion, no léjos de Moncayo, discurre entre Calatayud y Daroca hasta tanto que se remata en el mar Mediterráneo cerca de Tortosa; de la cual ciudad toman hoy apellido las postreras partes de este monte, que son y se llaman los montes de Tortosa. Este monte Idubeda hace que el rio Ebro no corra hácia poniente, como los otros rios mas nombrados y mas famosos de España; antes á la parte de mediodía por dos bocas entra y se descarga en el mar Mediterráneo. Del monte Idubeda toma principio el monte Orospeda, que al principio se alza tan poco a poco, que apenas se echa de ver, pero empinándose despues y discurriendo mas adelante, hace y deja formados, primero los montes de Molina, despues los de Cuenca, donde á mano izquierda nace y tiene sus fuentes Júcar, y á la derecha Tajo, rios bien conocidos. Desde allí forma los montes de Consuegra, cerca de la cual en los campos laminitanos, hoy campo de Montiel, brotan las fuentes y los ojos de Guadiana. Pasa desde allí á Alcaráz y Segura, donde hácia partes diferentes y hácia diversos mares nacen dél y corren los dos rios, el de Segura, que se dijo antiguamente Tader, y el de Guadalquivir en el bosque Tijense, no léjos del lugar de Cazorla, distante de las fuentes de Guadiana por mas de veinte y cinco leguas. Desde Cazorla este monte Orospeda se parte en dos brazos, de los cuales uno enfrente de Murcia se remata en el mar cabe Muxacra 6 Murgis, á manderecha del cual caen los Bastetanos, dichos así de la ciudad Basta, que es hoy Baza, y á la siniestra los contestanos, pueblos y gentes antiguas de España, cuya cabecera` hoy es Murcia. La otra parte se extiende hácia Málaga, y juntándose con los montes de Granada, pasa mas ade

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