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cio sucediese; que si á Alarico no enfrenaba el respeto de padre ni á Clodoveo reprimia el amor de hermano, él como á hijo amenazaba al uno, y al otro apercebia que tendria por enemigo aquel que mostrase mayor odio y aversion á la paz, no obedeciendo á los consejos y amonestaciones de un pecho amicísimo y de un tan cercano pariente. Alarico mas fácilmente daba oidos á estas amonestaciones. Clodoveo, por ser hombre mas feroz, desechaba cualquier condicion de paz. Dió pues esta soberbia respuesta: que él no tenia otro ánimo con Alarico del que era justo y él gustaba; que él fué el primero agraviado y ofendido, junto con que demás de dar acogida á sus enemigos en sus tierras, le habia denunciado la guerra; que el derecho de naturaleza y la majestad real pedian no diese lugar á estas demasías, sino que se defendiese y desagraviase; concluia con decir que convidando él con la paz, y el enemigo presentando la guerra, deseaba le hobiera dado la naturaleza dos manos derechas, la una para contraponerla á Alarico, y dar la otra desarmada al mismo Teodorico. Esta respuesta de tanta resolucion hizo que el Ostrogodo quedase mas inclinado á Alarico. Escribió cartas á todos los demás reyes, cuyas copias hoy andan, en que reprehende la soberbia y orgullo del francés, cár

enemigos, se llamó rey de Italia. Sujetó otrosí á Roma, como manifiestamente se entiende por las cartas que Casiodoro, su secretario, escribió en nombre del mismo rey. Para cobrar fuerzas y arraigarse muy de propósito en el nuevo reino que conquistara acordó ayudarse de todas partes, y en particular emparentar con los francos, borgoñones y visogodos, príncipes y naciones en aquel tiempo de grande poder y fama. Con este intento él mismo casó con Audefleda, hermana de Clodoveo, rey de los francos, que ya en aquella sazon era cristiano. De dos hijas suyas, habidas en una mujer soltera, la una, llamada Ostrogoda, dió por mujer á Alarico, rey de los visogodos; la otra, llamada Teudicoda, á Gundibaldo, rey de los borgoñones. Por esta forma y con estos casamientos se hizo como juez y cabeza de todo el occidente; y como tal procuró concertar cierta diferencia que resultó entre los visogodos y los francos con cartas y mensajeros que despachó á los unos y los otros, en que con los ruegos mezclaba amenazas si no venian en lo que era razon. Los francos, por el amor que tenian á la religion católica, que poco antes abrazaran, aborrecian á los visogodos como gente inficionada de la secta arriana. Demás desto, llevaban mal que todos los desterrados y enemigos de los francos hallasen segura acogida en el reino de Alarico. Quejá-gale que confiaba en sus fuerzas y en su fiereza, que

base otrosí Clodoveo que Alarico en cierta habla que tuvieron concertada trató de armarle cierta zalagarda para quitalle la vida, lo cual decia saber muy cierto. La verdad era que dos reinos comarcanos como estos no podian estar mucho tiempo sosegados ni faltar ocasiones de desabrimientos. Destos principios se temia alguna grave guerra y que se encenderia algun gran fuego entre aquellas dos gentes ferocísimas. El rey ostrogodo, avisado de lo que pasaba, primero por la fama, y despues por diversos mensajeros que le vinieron, y recelándose de los daños que podrian resultar, despachó á cada uno de los dos su embajada con sendas cartas que les escribió muy prudentes y graves para sosegarlos y concertar aquellas diferencias. Avisóles que recebia el mayor pesar que podia ser viendo que dos tan amigos suyos se armaban el uno contra el otro y aun se despeñaban en su perdicion, desórden de que sus enemigos se alegraban por verlos encendidos en odios tan grandes; que por el mismo caso que cada uno buscaba la destruicion del otro resultaba el peligro, no solo de su vida, sino tambien de sus súbditos, que ordinariamente lastan los desatinos de sus reyes; los reinos se fundan con prudencia y modestia, la desenfrenada locura los deshace y consume; las guerras que fácilmente se emprenden muchas veces se rematan en triste y miserable fin; que le parecia cosa justa antes de venir á las manos intentasen algun camino y manera de concertarse, pues los ánimos que hasta entonces por cosas de poco momento estaban entre sí irritados, con facilidad se apaciguarian y ternian concordia; pero si el odio pasaba adelante y con muestras mas graves perdian del todo la amistad, no quedaria esperanza de concordarlos hasta tanto que, consumidas y deshechas las riquezas y fuerzas, el uno de los dos reinos que en gran manera florecian de todo punto quedase asolado; que temia, á causa del parentesco que con ambos tenia, resultaria en él el afrenta é infamia de entrambas partes de cualquier manera que el nego¬

era la causa de tener las orejas cerradas á la razon y justicia; amonesta que todos acudan á aquel peligro y atajar aquel daño, que podria resultar en perjuicio de todos; despachasen sus embajadas á amenazar á Clodoveo y apartalle de aquel mal propósito; que la conservacion del estado de cada uno en particular dependia de la comun providencia y amistad que todos entre sí debian tener y de contrapesar las fuerzas de los príncipes por esta forma. No aprovechó ni la diligencia del rey Teodorico ni su autoridad para que la guerra nu pasase adelante y viniesen á las manos. Marcharon el uno contra el otro. Juntáronse las dos huestes enemigas en los campos Vogladenses, tierra de Potiers. No se reconocían ventaja los unos á los otros ni en los ánimos ni en las armas ni en el arte militar, ni en el vigor y fuerzas de los cuerpos. Luego pues que llegaron los unos y los otros á vista, ordenaron sus haces en guisa de pelear. Fué la batalla muy reñida y dudosa, igual el peligro, no menor la esperanza. Alarico no dejó por intentar cosa alguna y las que se podian esperar de un valeroso capitan, porque como cargasen los enemigos con grande ímpetu, y los godos por todas partes fuesen destrozados y muertos, y los demás por salvar las vidas volviesen las espaldas, él con ánimo muy grande acudia á todas partes, á los temerosos esforzaba, levantaba los caidos, do era la mayor carga y do quiera que se mostraba alguna esperanza, allí ayudaba con obras y con palabras. Señalábase entre todos los suyos por el caballo en que iba y sus armas resplandecientes y sobrevistas reales. Decia á sus soldados que no en la ligereza de los piés sino en las manos y su valor debian poner la esperanza; que en aquel trance lo mas peligroso era lo mas seguro, y la firme resolucion muy poderosa arma en la necesidad; grande afrenta que los vencedores de tautas naciones se dejasen vencer de aquella gente. Suele el temor ser mas poderoso que la. vergüenza; así los soldados no recebian las palabras ni daban oidos á las amonestaciones de Alarico. Vuelven

CAPITULO VII.

De los reyes Gesaleico, Teodorico y Amalarico.

todos las espaldas. Quedaba de los postreros Alarico; y visto que no podia mas, pretendia tambien salvarse, cuando Clodoveo, que peleaba en el primer escuadron, se fué para él, y de un encuentro y bote de lanza le arrancó del caballo. Procuraba Alarico levantarse, pero acudió un peon francés que le quitó la vida. Por el contrario, dos caballeros godos, movidos del deseo de vengar á su rey, por el un lado y por el otro, puestas en el ristre sus lanzas, se fueron para el rey francés. Valióle una buena loriga que llevaba y un valiente mancebo llamado Clodorico, que acudió á favorecerle. Muerto Alarico, los godos que escaparon de la matanza se derramaron por las ciudades comarcanas, sin que quedase escuadron alguno de consideracion para hacer rostro á los francos. Con esto la ciudad de Angulema, que se tenia antes por los godos, despues desta rota tan grande vino en poder de los francos, mayormente que una parte de los muros por su vejez de repente se cayó y allanó por tierra. Los godos que no se hallaron en esta batalla se apellidaron de nuevo y se atrevieron á probar ventura en la comarca de Burdeos; el suceso fué el que antes; la matanza que dellos se hizo tan grande, que desde aquel tiempo el lugar en que se dió la batalla tomó nuevo apellido, ca vulgarmente se llamó el Campo Arriano por causa de la religion que los godos seguian. En prosecucion destas dos victorias tan señaladas se rindieron á los vencedores muchos pueblos de la Francia, como Burdeos, los Vesates, los de Cahors, los de Rodes, por conclusion los de Alvernia, cuyo capitan y caudillo llamado Apollinar, deudo que era de Sidonio, obispo de Alvernia, murió en la batalla, por donde quedaron alterados y amedrentados. Hasta la misma ciudad de Tolosa se rendió, do estaba la casa real y silla de los godos, de suerte que apenas en toda Francia les quedó cosa alguna que no viniese en poder de los francos. Halláronse en los tesoros y recámara de los reyes godos los vasos y los demás instrumentos de los sacrificios del templo de Jerusalem, de que Alarico, primero de aquel nombre, rey de aquella nacion, se apoderó cuando entró y saqueó á Roma, y dél vinieron á poder de sus sucesores, y al presente al de Clodoveo; fueron tomados en los reales vogladenses ó en Tolosa, que en esto los autores son varios; y aun no falta quien diga que estos vasos estaban en Carcasona, y como quier que por este respeto la tuviesen cercada los francos, sobrevinieron en su ayuda los ostrogodos, que la libraron. Murió Alarico año de nuestra salvacion de 506. El imperio y señorío que su padre le dejó asaz próspero, él le continuó con engaños y crueldad por espacio de veinte y tres años, que fué el tiempo que reinó; por esta causa se compadeció poco la gente de su desastre, antes pensaban y decian que le tenia mereeido. Si bien fué el primero de los reyes godos que estableció y promulgó leyes por escrito, recopiló en suma y publicó el Código de Teodosio á 3 de febrero del mismo año que fué muerto. Porque antes dél en paz y en guerra acostumbraban á gobernarse los godos á fuer de otras naciones bárbaras por las costumbres y usanzas de sus mayores y antepasados. A las leyes de Alarico los reyes siguientes añadieron otras muchas, y de todas se forjó el volúmen que vulgarmente los españoles llamamos el Fuero Juzgo, de que tornarémos á hablar otra vez en lugar mas á próposito.

Tenia Alarico en su mujer Teudicoda, que poco antes falleció, á Amalarico, y en una mujer soltera á Gesaleico. Los principales de los godos por la poca edad de Amalarico, que era de cinco años solamente, dieron sus votos y hicieron rey á Gesaleico. Llevó mal el Ostrogodo que por respeto ninguno dejasen á su nieto y le despojasen del reino de su padre. Era señor de Italia, de Sicilia, de las Islas vecinas á Italia, del Illí→ rico y Dalmacia, y juntamente entretenia á su sueldo ejércitos muy ejercitados en las armas. Envió ochenta mil combatientes á la Gallia debajo la conducta de Ilba, conde de los gépidas, con intento así bien de reprimir el orgullo de los francos, soberbios por la victoria ganada, y con esto sustentar el reino de los visogodos, que estaba á punto de perderse, como de restituir á su nieto en el reino de aquella gente, que injustamente le quitaran. Gesaleico, medroso de tan grande aparato y porque Gundebaldo, rey de Borgoña, que como suele acontecer acudió á la presa, estaba apoderado de la ciudad de Narbona, como quier que no se tuviese por seguro en alguna parte de Francia, se recogió á Barcelona. Era hombre cobarde y inclinado á crueldad, pues con sus manos dentro de la casa real en aquella ciudad dió la muerte á Goerico, hombre principal, pasion ordinaria de los hombres cobardes y medrosos que pongan toda su esperanza y seguridad en la muerte de los hombres excelentes y poderosos y en la maldad. Ilba, llegado en la Gallia y ayudado por los que quedaban de visogodos, ganó la victoria del enemigo, ca venció á los franceses. Murieron en la batalla veinte mil francos; con esto los ostrogodos se apoderaron de la Proenza como en premio de su trabajo. La Aquitania, que es Guiena, tornó á poder de los visogodos. Los ostrogodos, demás de lo dicho, se apoderaron de Narbona, que quitaron al de Borgoňa, y aun trataban de pasar los montes Pirineos. Gesaleico por esta causa, perdida la esperanza de sus cosas y desconfiado de las voluntades de los soldados por saber muy bien el odio que muchos le tenian por su cobardía y crueldad, pasó en África. Trasimundo, rey de los vándalos, dado que estaba casado con hermana de Teodorico, quier por compasion de aquel hombre ahuyentado, quier por llevar mal que el poder de Teodorico, que de tiempo atrás se hacia temer, se aumentase con la junta de aquel nuevo reino, le recibió benignamente y ayudó con dinero, como se entiende por las cartas de Teodorico, en que se queja de la injuria que en esto el Vándalo le hacia. Con esta ayuda le tornó á enviar á la Gallia, donde despues de estar escondido un año, juntado con el dinero africano un ejército, se atrevió á probar el trance de la batalla, que se dió á doce millas de Barcelona. Quedó vencido en ella por Ilba, volvió en la Gallia huyendo, y en breve murió de enfermedad causada por la pesadumbre que recibió de sucederle las cosas tan mal, que fué el cuarto año de su reinado y de nuestra salvacion de 510. Con la muerte de Gesaleico se excusaron grandes alteraciones, y comenzó el antiguo resplandor á renovarse en el reino de los godos. En Talavera, en tiempo de nuestros padres, se

halló un sepulcro de mármol blanco con este letrero
vuelto de latin en romance:

LITORIO, SIERVO DE DIOS, VIVIó años setentA Y CINCO, POCO
MAS Á MENOS: Reposó en paz á 23 de junio, era 548.

de el sábado en la tarde. De aquí procedió la costumbre de los españoles que comunmente tienen la noche del sábado por parte de fiesta y la huelgan. Firmaron en el Concilio Hector, metropolitano cartaginense, que, aunque trasladada aquella dignidad á Toledo, como de suso se dijo, todavía aquellos obispos continuaban aquel tí¬ tulo, y antes dél firmó Juan, tarraconense, y Paulo, emporitano. El año que se siguió luego despues, que fué el de 517 del nacimiento de Cristo, se celebró el concilio Gerundense en Girona. En él, conforme á la costumbre de Francia, donde Mamerco, obispo de Viena, porque rabiaban los lobos, para aplacar á Dios inventó las ledanias, ordenaron los padres que en España se hiciese lo mismo despues de Pentecostes, Pascua de Espíritu Sa to y tambien el mes de noviembre. Asimismo Hormisda, pontífice, por estos tiempos gobernaba la Iglesia romana; escribió así en particular á Juan, obispo, conviene á saber tarraconense, presidente en estos dos concilios, como tambien en comun á todos los obispos de España, una carta en que manda que en la metrópoli por lo menos cada año se hagan concilios de obispos ; ca los antiguos estaban muy persuadidos que consistia la salud de las iglesias en esto, por ser muy á propósito para apretar la severidad de la

Debajo del letrero estaba y está hoy una cruz con alfa y omega para muestra de que el enterrado allí seguia la religion cristiana. Deste Litorio hace mencion Máximo, cesaraugustano; dice que murió en Ebura de los carpetanos, año 509. Ebura es Talavera, Muerto Gesaleico, quien haya sido puesto en su lugar no concuerdan los autores; los mas afirman que el mismo Teodorico, ostrogodo, se llamó de allí adelante rey de los visogodos. Conforma con esto que los concilios de los obispos que por este tiempo se tuvieron en España ponen al principio el nombre de Teodorico y tambien el año de su reinado. Otros son de parecer que á Gesaleico sucedió Amalarico, y que Teodorico solamente fué tutor y gobernador en lugar de su nieto. Desto por gobernar el reino á su voluntad y estar apoderado de todas las rentas reales de España para mantener las compañías de guarnicion, así de visogodos como de ostrogodos que tenia, procedió la opinion que hace rey á Teodorico. Nosotros no queremos interponer nuestro parecer en este caso; el lector por sí lo podrá determi-disciplina, que por culpa de los hombres se suele munar, consideradas las razones que por la una y por la otra parte militan. Lo que escritores españoles afirman, sin testimonio de algun escritor forastero, no nos contenta, es á saber, que Teodorico vino en España; porque ¿cómo se puede creer que Casiodoro y otros que escribieron por menudo las cosas de Teodorico hayan pasado en silencio jornada tan memorable? Mucho mas se debe contar entre las consejas de las viejas, dado que don Lúcas de Tuy lo atestigua, haberse casado en Toledo con mujer de la antigua sangre de los españoles, y que vencido por sus ruegos los restituyó en su antigua libertad. Demás desto, añaden que deste casamiento nació Severiano, padre de san Leandro y san Isidoro, dichos que ni concuerdan con la verdad ni vienen bien con la razon de los tiempos. Lo que se averigua es que Teudio, ó como otros dicen Teudis, que fué antes paje de lanza de Teodorico, al presente por beneficio del mismo se encargó de gobernar la tierna edad de aquel mozo y sostener el peso del reino y de todo el gobierno, escalon por donde vino despues á ser rey. Fuera desto, Eutarico, mozo de la real sangre de los Amalos, fué desde España llamado por Teodorico con esperanza de heredar el reino de Italia, por casarle, como le casó, con su hija Amalasiunta. Era Eutarico ostrogodo de nacion, y hallóse en la batalla de Cataláunica; su abuelo fué Veremundo, hijo de Turismundo, de la sangre y alcuña de los Amalos; Turismundo desde Escitia vino á España, siendo rey Teodorico, sucesor de Walia; deste fué hijo Witerico, y nieto Eutarico. Luego que llegó á Italia, Teodorico demás de su nobleza agradóse de su ingenio y condicion, y así le escogió por yerno. Las bodas se celebraron con aderezos y fiestas reales el año de 515, el cual año pasado, siendo cónsules Teodorico y Pedro, en España se tuvo un concilio en Tarragona á 6 de noviembre. En este Concilio se halla la primera vez hecha mencion de monjes entre las memorias de España. Mandóse que la fiesta del domingo, á fuer y á la manera de los hebreos, se comenzase des

chas veces aflojar. Hay demás desto carta de Hormisda para Salustio, obispo de Sevilla, en que le hace su vicario para concertar las diferencias que resultaban entre los obispos de la España citerior, sin perjudicar por tanto á los privilegios y derechos de los metropolitanos. Por esta causa y porque Amalarico puso la silla real y por la mayor parte residió en Sevilla, los obispos de aquella ciudad alcanzaron autoridad, que competia con la de los primados, como queda ya apuntado. Muerto Hormisda, en tiempo de su sucesor, que fué Juan, el primero de aquel nombre, que eligieron á 12 de agosto del año de 523, se tuvieron en España dos concilios de obispos, el uno en Lérida y el otro en Valencia, en que no hay otra cosa digna de memoria sino que en el de Lérida se hace mencion de abad y de arcediano. Algunos piensan se celebró en este tiempo el concilio de Zaragoza, que anda vulgarmente en los libros de los concilios, sin que haya para ello ni argumento que convenza ni conjetura bastante, por no tener señalado ni tiempo cuándo se celebró ni cónsules. Vedóse empero en él que ninguno tomase nombre de doctor, sino conforme al órden de derecho. Asimismo se mandó que no se diese el velo á las vírgenes antes de ser de cuarenta años, renovando en esto los decretos de Léon Magno y de otros pontífices y concilios. Murió el pontífice Juan á 27 de mayo, año de nuestra salvacion de 526, en Rávena, del mal olor de la cárcel en que Teodorico le puso, ca ensoberbecido por haber sujetado tantas naciones, volvió la guerra y amenazas contra la religion cristiana y contra Dios. Justino Augusto, sucesor de Anastasio, con celo de la católica religion, en que maravillosamente se señalaba, mandó desterrar los arrianos de todo el oriente. Este decreto de Justino dió tanta pesadumbre á Teodorico (ca entrambas naciones de los godos seguian la secta arriana), que envió por sus embajadores á Juan, pontífice romano, y al obispo de Rávena y á algunos principales del Senado para amenazar al Emperador que, si no le revocaba, él derribaria los tem

plos de los cristianos en Italia y asolaria la ciudad de Roma y á todos los católicos. Hizo su embajada el Pontífice. Festejóle mucho el Emperador y honróle magníficamente conforme á lo que pedia la razon. Coronó al Emperador de su mano; y dado que le persuadió revocase el edicto, vuelto despues de la embajada, fué por Teodorico encarcelado por sospechar que la honra que le hicieron se enderezaba á entregar á Italia á los griegas y que era aficionado á la parte de los emperadores. Murió el santo Pontífice en la prision. La Iglesia le tiene en el número de los santos mártires, y le hace particular fiesta todos los años el mismo dia que murió. Fueron comprehendidos en esta misma causa Simaco y Boecio, hombres principales que habian antes ido á Constantinopla con embajada. Túvolos hasta este tiempo presos, en que les mandó dar la muerte. Siguióse en breve la venganza de Dios, porque al principio del mes de setiembre próximo el mismo Teodorico murió por juicio divino y en venganza de aquellas injustas muertes. Dejó por sucesor en el reino de Italia á su nieto Atalarico, nacido de su hija Amalasiunta, de cuya flaca edad y del peso de las cosas, por ser muerto ya su padre, la madre, mujer de ánimo varonil, se encargó. Por la muerte de Teodorico el otro su nieto Amalarico comenzó libremente á gobernar el reino de los visogodos, desde el cual tiempo algunos cuentan los años de su reinado, ni hay mucho que hacer caso, ni mucha diferencia en lo uno y en lo otro, pues consta que Teodorico en tanto que él vivió reinó en España, sea en su nombre, sea en el de su nieto, y en todo se hacia su voluntad. Luego que Amalarico se encargó del reino, lo primero de todo asentó paz con los reyes de Francia, casándose él con una hermana dellos, hija de Clodoveo, ya difunto, que se llamaba Crotilde. Diósele en dote el estado de Tolosa, que fué restituirle á los godos, cuyo antes era. La paz asentada desta manera alteró la locura de Amalarico por esta ocasion. Era Crotilde dotada de una virtud singular; su madre, que el mismo nombre tenia, la amaestrara en el culto de la verdadera religion. Esto fué ocasion de exasperar en gran manera el ánimo de su marido, por ser de secta arriano. El vulgo cuando iba á los templos de los católicos la decian afrentas, la ultrajaban y le tiraban cosas sucias. Disimulaba el Rey en esto, y aun cuando volvia la recebia con gesto torcido y airado; á los denuestos y soltura de la lengua añadia golpes y cardenales, tanto, que le hacia muchas veces saltar la sangre. Sufrió ella esta vida tan áspera por mucho tiempo con grande constancia. Confiaba con su paciencia y ejercicios de piedad ablandar algun tiempo y ganar el cruel ánimo de su marido. Mas últimamente, perdida la esperanza y quebrantado su ánimo con los malos tratamientos que la hacia, escribió una carta á su hermano el rey Childeberto, y con ella le envió juntamente un lienzo bañado en su misma sangre. Avisábale de las desventuras que dias y noches pasaba; pedíale que favoreciese á su hermana, que mucho amaba, antes que de todo punto la consumiesen el lloro y lágrimas que vida tan amarga le causaba; con el largo silencio hasta entonces habia disimulado tantas injurias, esperando que la muerte daria fin á tantos trabajos, lo que ojalá sucediera antes que verse puesta en aquella necesidad de revolver sus hermanos con su marido, á lo menos esperaba que mu

daria aquel hombre la condicion y se trocaria; pero que todo sucedia al revés, ca unas injurias se trababan de otras, y de cada dia le daba mas triste y desventurada vida; los regalos y caricias recompensaba con crueldad; las buenas obras con que muchas veces se amansan las fieras trocaba en fiereza; que todo esto le venia no por otra causa sino por perseverar constantemente y tener firme en la religion de sus mayores, y que su madre dulcísima le enseñara; sacudiesen aquel yugo tan grave y tiránico que con voz de casamiento pusieron sobre sus espaldas; pusiesen los ojos en Dios, que esperaba no faltaria á tan justa querella y tan buena demanda; que Amalarico no era hombre sino, debajo de figura humana, una bestia fiera, compuesto de crueldad y soberbia y de todos los males; si no creian á sus palabras, por lo menos les moviese la vista de su sangre, que suele embravecer los toros y leones; si por el deudo no se movian, el respeto de la humanidad los despertase, pues en ninguna cosa los reyes mas semejan á Dios que en levantar á los caidos y injustamente maltratados, mayormente si son mujeres nacidas de sangre real y desde su primera edad criadas con mejores esperanzas. El reino de los francos estaba en esta sazon dividido entre los hijos del rey Clodoveo en esta forma: Childeberto era señor de Paris, Clotario de Soesons, Clodomiro de Orliens, á Teodorico obedecian los de Metz de Lorena; todos se llamaban reyes. Estos, como tuviesen compasion de la desventura de Crotilde, su hermana, y encendidos por esta causa en furor conta el Visogodo y contra la injusticia que le hacia, juntaren sus fuerzas y movieron en busca del enemigo. Hallúbase Amalarico desapercebido y en el negocio culpado; la conciencia de sus maldades le atemorizaba; determinó ponerse en huida. Pudiera escapar y salvarse, sino que, ciego por castigo de Dios con la codicia de las piedras preciosas que dejaba en sus tesoros, volvió de priesa á la ciudad, que se entiende fué Barcelona. Quita la divina venganza el seso á los que quiere derribar; y así fué que, como la ciudad fuese ya entrada y estuviese en poder de los francos, Amalarico, sin saber que hacerse, quiso retirarse á sagrado y valerse de un templo de la religion católica que él habia violado con tantas injurias. No le valió, ca en el mismo camino pereció pasado de un bote de la lanza de un soldado. San Isidoro escribe que Amalarico fué muerto en Narbona y que se dió alli la batalla. Nosotros tenemos por mas cierta la opinion y autoridad de Gregorio Turonense, que fué algun tanto mas antiguo, y refiere el caso como queda puesto. Adon, vienense, dice que los francos discurrieron por toda España en prosecucion de la victoria, y que echaron por el suelo despues de largo cerco á Toledo, ciudad puesta en medio de España y de asiento muy fuerte. Añade que ganaron muchos otros pueblos y ciudades con el mismo curso de la victoria. Procopio dice que quitaron toda la Gallia Gótica á los godos; el silencio en esta parte de los otros escritores hace que no se pueda poner esto por cierto, y porque consta que los reyes siguientes de los visogodos extendian su imperio y jurisdiccion en la Gallia hasta el rio Ródano. Consta otrosí que Amalasiunta, despues de la muerte de Teodorico, su padre, dió la Proenza á Teodoberto, hijo de Teodorico, rey de Lorena, ya difunto, y esto porque los francos no llevasen mal el poseer los ostrogodos alguna par

te en la Gallia; lo demás dejó á los visogodos, contenta con el imperio de Italia. Lo mas cierto que Childeberto se apoderó de los tesoros de Amalarico, entre los cuales halló ornamentos de iglesia, que eran de oro; y que, recobrada su hermana, se volvió á su tierra. Murió Amalarico año del Señor de 531; reinó cinco años, bien que si queremos tomar el principio de su reinado desde la muerte de Gesaleico, habrémos de confesar que tuvo el imperio veinte años. Crotilde, su mujer, murió en el mismo viaje. Un cierto autor dice que la antigua Abdera fué reedificada por Amalarico con nombre de Almería, que es apellido algo semejable, así al del Rey como al antiguo que tenia. Tambien es averiguado que el año quinto del reino de Amalarico se celebró el concilio Toledano segundo por siete obispos; entre los demás fueron Nebridio, bigerrense, y Justo, urgelitano. Mandése en aquel Concilio que los mozos que por voluntad y voto de sus padres se recebian y entraban en los colegios eclesiásticos y los ordenaban de la primera tonsura de clérigos, cuando viniesen á la edad de diez y ocho años en público les preguntasen si querian guardar castidad; si consintiesen y viniesen en ello, que de allí adelante no pudiesen, dejada su profesion, enlazarse en las ataduras del matrimonio; si no consintiesen, tuviesen libertad de casarse; mas si los tales venidos á mayor edad, con voluntad de sus mujeres, qui. siesen apartarse todavía de su comunicacion, pudiesen ser ordenados de órden sacro. Yerran los que por ocasion deste decreto piensan lo que no fué, que los sacerdotes españoles por este tiempo se casaban. Presidió en este Concilio Montano, prelado de Toledo y metropolitano de la primera silla de la provincia Cartaginense. Hállanse dos cartas de Montano, la una á los ciudadanos de Palencia, la otra á Toribio, monje, en que, como metropolitano, dice le incumbia el cuidado de la ciudad de Palencia, y que por ciertas razones queria que al obispo de aquella ciudad estuviesen sujetas Coca y Britalbo. San Ilefonso en el libro que escribió de los Claros varones de España hace mencion destas cartas y dice corria muy gran fama que Montano, siendo acusado de deshonestidad, para muestra de su inocencia tuvo en el seno ascuas vivas en tanto que decia la misa, sin que las vestiduras se quemasen ni sin que se apagase el fuego. Deste principio parece que tuvo orígen en España aquella costumbre generalmente recebida en otros tiempos, y della diversas veces se trata en las leyes de los godos, pero contraria á las divinas, de la compurgacion vulgar para descargarse de hurtos, adulterios y otros delitos, cuando á alguno se les imponian. Hacíase desta manera y por este órden. El reo primeramente se confesaba de sus pecados; encendian un hierro ó traian un vaso de agua hirviendo ; bendecia el hierro ó agua un sacerdote despues de dicha su misa; el que tocado el hierro ó bebida el agua escapaba del peligro, era dado por libre de la sospecha ó infamia que le cargaban. Usóse esta costumbre, no solo entre los godos, sino tambien fué establecida por leyes de los otros reyes de España y de las demás naciones que tenian el nombre cristiano, hasta tanto que Honorio III, poutífice romano, trecientos y cincuenta años ha, con una ley que hizo en este propósito revocó de todo punto este género de compurgacion vulgar. Florecieron por estos tiempos en España cuatro hermanos, claros por

los estudios de la sabiduría y por la dignidad episcopal que todos tuvieron. Estos fueron Justo, urgelitano, cuya declaracion y exposicion sobre los Cánticos anda; Justiniano, obispo valentino, este compuso un libro en que declara cinco cuestiones á él propuestas por un cierto llamado Rústico, es á saber, del Espíritu Santo, de los Bonosiacos, que por otro nombre eran Fotinianos, de la Trinidad, y que el bautismo cristiano no se ha de iterar, y que difiere del bautismo de san Juan; el tercero fué Nebridio, obispo agatense, vivió en la Gallia Gótica; el cuarto fué Elpidio, del cual no se sabe donde fué obispo. Fuera destos vivió en esta era Aprigio, obispo de Beja, en Portugal, famoso por los Comentarios que escribió sobre el Apocalipsi, que hemos visto, y claro por el testimonio del mismo san Isidoro.

CAPITULO VIII.

De los reyes Teudis y Teudisclo.

Por la muerte de Amalarico, como quier que no tuviese hijos, faltó de todo punto la alcuña de los reyes visogodos, y el reino vino á parar en Teudis, de nacion ostrogodo. Los principales de los visogodos procuraron que fuese su rey por ser excelente en las artes de la guerra y de la paz y por la experiencia de cosas que tenia y su singular prudencia; demás que habia ganado la voluntad de muchos en el tiempo de su gobier→ no, que tuvo en la menor edad de Amalarico, y mando sobre la república á su voluntad. Su mujer, por ser persona muy poderosa y de lo mas noble de España, le trajo en dote un estado de que se podian armar dos mil combatientes. Todo esto fué como escalon para que en este tiempo alcanzase el reino. El rey Teodorico, ostrogodo, con el cuidado en que le ponian las cosas de su nieto, trató los años pasados de hacer que Teudis volviese á Italia con muestra de querer honrarle ; pero él, entendido este artificio, procuró con todo cuidado divertirlo. En el tiempo que reinó Teudis en España se mudó en Roma la forma de gobernar la república, porque se quitó el nombre y poder de cónsules el año de 541, en que Basilio, llamado Junior, sin compañero fué el postrero que tuvo el consulado. El año siguiente Childeberto, rey de los francos, y Clotario, su hermano, por no estar del todo satisfechos con la venganza pasada, tornaron á hacer guerra á España; y despues que por todas partes talaron la provincia Tarraconense, pusieron cerco sobre Zaragoza. Los ciudadanos en aquel peligro hicieron recurso á san Vicente, mártir, & quien tenian por patron; los varones enlutados, las mujeres sueltos los cabellos y cubiertas con ceniza andaban en procesion todos los dias al rededor de los muros de la ciudad, en que llevaban la túnica de san Vicente, cou lo cual y con lágrimas imploraban la ayuda del cielo. Childeberto pensó al principio que aquel lloro femenil era á propósito de algunas encantaciones y hechicerías que hacian; despues, sabida la verdad de uno que prendieron, y con recelo de algun castigo del cielo por este respeto si pasaba adelante, templó su saña y cesó de hacerles mas agravio. Diéronle los ciudadanos á su instancia la vestidura ó orario de san Vicente; él, como si fueran grandes despojos de los enemigos, la llevó á Paris, donde edificó un templo en el arrabal en nombre deste santo, que al presente se llama de San Ger

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