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dia y el siguiente con intento de aguardar al Rey y que se le atribuyese la gloria de poner fin á aquella guer

danzas; ninguna cosa se debe menospreciar que pueda acarrear perjuicio; los mas saludables consejos son los mas recatados. Alojaba el Rey con lo demás del ejér-ra, además que por ventura los vencedores pretendian

cito no muy lejos de allí; diéronle aviso de lo que el soldado dijo; pidiéronle enviase soldados de refresco para apretar y concluir con el cerco, que la presteza seria la seguridad; envió hasta diez mil debajo de la conducta de Wandemiro. Era tanto el deseo que llevaban de salir con la empresa, que caminaron toda la noche, y llegaron á los reales el siguiente dia con el sol, antes que se comenzase la batería. Con la vista de tanta gente desmayó Paulo; y por lo que el día antes pasó advirtió el grande riesgo en que estaban sus cosas si volvian á la pelea y al combate. Disimuló empero cuanto pudo, sacó fuerzas de flaqueza, hizo un razonamiento á su gente, en que les amonestó «no desmayasen por el gran número de los contrarios, ca no el número pelea, sino el esfuerzo; no vencen los muchos, sino los valientes; esta es toda la gente que Wamba tiene, vencida no le quedará mas reparo; á nos muy en breve vendrán socorros muy grandes; y cuando otra cosa no hobiere, con la fortaleza de los muros os podréis entretener largamente y abatir el orgullo del enemigo y su ejército, compuesto de canalla y de pueblo, muy ajeno del valor antiguo de los godos y de su sangre invencible. » Dicho esto, se comenzó la batería; pelearon de todas partes con gran coraje; duró el combate hasta gran parte del dia; cuando cansados y enflaquecidos los cercados con la gran carga y priesa que de fuera les daban, dieron lugar á los del Rey para arrimarse á las -murallas. Entonces unos pusieron fuego á las puertas, otros con picos y palancas arrancaban las piedras de los adarves. Hecha bastante entrada, rompen con grande ímpetu por la ciudad matando y destrozando cuantos franceses topaban. Persuadiéronse los ciudadanos y los demás que los españoles que dentro estaban, con intento de alcanzar perdon, dieran entrada á los enemigos. Encendidos por esto en gran rabia, pasaron á cuchillo gran número de aquellos soldados que tenian de guarnicion, y entre los demás dieron la muerte á un criado del mismo Paulo en su presencia y aun estando á su lado. Era miserable espectáculo ver la gente de Paulo acometida y apretada por frente y por las espaldas de los suyos y de los contrarios con tanto estrago y matanza, que las plazas y calles se cubrian de cuerpos muertos y estaban alagadas de sangre. Los gemidos de los que morian revolcados en su misma sangre, los aullidos de las mujeres y niños, la gritería y estruendo de los que peleaban resonaban por todas partes. El mismo Paulo, causa de tantos males, vista su perdicion y la de los suyos: «Confesamos, dice, haber errado; mas por ventura ¿una vez ó en una cosa sola? Antes en todo cuanto hemos puesto mano nos hemos gobernado sin prudencia ni cordura.» Junto con estas palabras se quitó las sobrevistas, y acompañado con los de su casa y de su guarda se retiró al teatro, confiado que era muy fuerte, y que si no se pudiese tener se rendiria con algun partido tolerable. Notaron algunos que el mismo dia, que fué 1.° de setiembre puntualmente, Paulo se despojó de las insiguias reales, en que el año antes Wamba fuera puesto en la silla real. Quedaron pues los del Rey apoderados de la ciudad, fuera del teatro y alguna otra pequeña parte. Reposaron aquel

alcanzar perdon para los culpados; y es cosa natural tener compasion de los caidos, principalmente cuando son deudos y de una misma nacion, como eran los vencidos en gran parte. Acordaron para este efecto enviar persona á propósito al Rey; escogieron de entre los cautivos al arzobispo de Narbona Argebaudo. Él, llegado á la presencia del Rey, como á cuatro millas de la ciudad apeóse del caballo en que iba, hízole una gran mesura, y puesto de rodillas, con sollozos y lágrimas que despedia de su pecho y de sus ojos en abundancia, le habló en esta sustancia: « Tus vasallos, Rey clementísimo, si cabe este nombre en los que se desnudaron del amor de la patria, y con apartarse della y su mudanza han perdido el derecho y privilegio de ciudada❤ nos; estos, digo, tienen puesta la esperanza de su remedio y reparo en sola tu clemencia. No piden perdon de sus yerros, dado que esta peticion, solo para contigo que eres tan benigno, no pareciera del todo desvergonzada; solo te suplican uses en el castigo que merecen de alguna templanza. Cosa de mayor dificultad es vencerse á sí mismo en la victoria que sujetar los enemigos con las armas en la mano; pero á otros. La grandeza del corazon y el valor en ninguna cosa mas se declara que en levantar los caidos, ca del prez de la victoria participan los soldados; la templanza y clemencia para con los vencidos es propia alabanza de grandes reyes. No puedes ver con los ojos esta miserable gente por estar ausentes; pero debes considerar que, llenos de lágrimas y tristeza, demás desto arrojados á tus piés, se encomiendan á tu gracia y á tu misericordia, como hombres por ceguera de sus entendimientos, ó por la comun desgracia de los tiempos, ó por fuerza mas alta del cielo, caidos en estas maldades. Cuanto son mas graves sus culpas tanto, señor, será mayor tu alabanza en darles la mano, y volver á la vida los que por su locura están enredados en los lazos de la muerte. Vinieran aquí sin armas con dogales á los cuellos para moverte a misericordia con vista tan miserable, ó poner con la muerte fin á tan triste vida y tan desgraciada; solo se recelaron, si usaban de semejantes extremos, no pareciese te tenian por tan implacable que fuese necesario hacer tales demonstraciones. Pocos quedamos, y todos tuyos; no permitas perezcan por tu mano aquellos á quien la crueldad de la guerra hasta ahora ha perdonado. Finalmente, quiero advertir que con el deseo de venganza no hagas por donde esta nobilísima ciudad, fuerte y baluarte de tu imperio, muertos sus ciudadanos, quede destruida y asolada. » Era Wamba muy señalado y diestro en las armas y negocios de la guerra; sobre todo se aventajaba en la benignidad, clemencia y mansedumbre; respondió en pocas palabras : «Aplacado por tus ruegos, soy contento de perdonar la vida á los culpados; mas porque la falta de castigo no haga á otros atrevidos y sea ocasion de menosprecio, solas las cabezas pagarán por los demás. » Importunaba el Obispo que el perdon fuese general. El Rey, con el rostro algo mas airado: «por ventura, dice, ¿no te basta alcanzar la vida para los culpados? ¿Pretendes que el castigo sea á la medida de sus maldades? A tí, Arge. baudo, obispo, ayude para que el perdon te sea dado

enteramente haberte apartado de nos contra tu voJuntad, de que estamos bastantemente informados; los demás, todo lo que fuere menos de una muerte afrentosa lo deben contar y poner á cuenta de ganancia y atribuillo, no á sus méritos, sino á nuestra benignidad. »

CAPITULO XIII.

Del castigo de los conjurados.

Acabadas estas razones, pasó el Rey adelante su camino, llegó á la ciudad, y en su compañía la fuerza del éjército y los soldados puestos en ordenanza y á manera de triunfo, que hacian una vista muy hermosa. Con su llegada se puso fin á la guerra y rindióse todo lo que quedaba de la ciudad, en cuya parte mas alta, que caia lácia el reino de Francia, puso guarnicion de soldados, ca se decia que grandes gentes de Alemaña y de Francia venian en socorro de los cercados y que ya llegaban cerca. Paulo, con mas deseo de la vida que cuidado del honor, á la hora rindió el teatro, donde estaban en su compañía el obispo Gumildo, Witimiro y mas de otros veinte principales cabezas de aquella conjuracion. A todos fueron puestas prisiones; en particular dos capitanes á caballo llevaron en medio y á pié á Paulo á vista de todo el ejército, asidos de sendas guedejas de sus cabellos por la una y por la otra parte. Con esta representacion y disfrace llegaron á la presencia del Rey. Paulo soltó luego el ceñidor, que era á fuer desoldados y segun la costumbre antigua despojarse de la honra y grado militar; púsole como dogal al cuello para muestra de lo que merecia y del miserable estado en que se hallaba. Estaban él y los demás cautivos postrados por tierra, dió el Rey gracias a Dios por tan grande merced, reprehendió en público la locura de los conjurados, y de tal manera les hizo gracia de las vidas, que mandó ponerlos á buen recaudo y guardar hasta tanto que con mas maduro consejo se determinase su causa. Algunos franceses y sajones, parte que estaban por rehenes en aquella ciudad, parte que al principio juntaron con los traidores sus fuerzas, sin embargo, libremente fueron enviados á sus tierras con dádivas que les dieron. Por esta forma, principios de cosas muy grandes que amenazaban mayores males, y con el levantamiento de Paulo y de toda la Gallia Gótica tenian el reino puesto en cuidado, fácilmente se atajaron. Muchos tuvieron á juicio de Dios lo que sucedió á esta gente, por los tesoros sagrados que robaron y por los templos que despojaron, á los cuales Wamba, hecha pesquisa, mandó restituir todo lo que se halló. Las murallas de la ciudad, que causa de los combates quedaban maltratadas, hizo reparar. Los cuerpos muertos fueron sepultados para que con el mal olor no inficionasen el aire. Pasáronse tres dias en estas cosas; luego en presencia del Rey, que estaba sentado en su trono, fueron presentados los rebeldes y se pronunció sentencia contra ellos. Cuanto á lo primero, el Rey puso sus piés sobre los cuellos de los miserables. Despues preguntaron á Paulo si queria alegar algun agravio porque se hobiese apartado del deber; respondió que no, antes que recibiera muchas mercedes y honras del Rey, y sin propósito se despeñó en aquellos males. Despues desto, leyeron el pleito homenaje que hizo á Wamba con los demás grandes, y jun

á

tamente fueron referidas las palabras con que Paulo se hizo jurar por rey. Finalmente, leyeron las leyes de los concilios en razon del castigo que merecen los que se levantan, y conforme á ellas se pronunció contra Paulo y sus consortes sentencia de muerte afrentosa y confiscacion de bienes. Añadieron empero que si el Rey por su clemencia les perdonase las vidas, que por lo menos fuesen privados de la vista. Era la cabellera señal de nobleza antiguamente; el Rey con deseo de ser tenido por clemente, y por esta forma ganar las voluntades de todos, contentóse con que los motilasen. Vino á la sazon aviso que Chilperico, rey de Francia, segundo deste nombre, venia con sus huestes muy á punto. Salió Wamba á la campaña, donde esperó por demás cuatro dias á los contrarios. Parecióle con esto daba bastante muestra de su valor y ganaba reputacion; no quiso romper por las tierras de Francia porque no pareciese era el primero á quebrantar las paces que de antes tenian asentadas. Con tanto, dado órden en las cosas de Francia, se resolvió de dar la vuelta á España. Sobrevino nueva que un capitau francés, llamado Lope, corria los campos de Besiers, talaba, quemaba, robaba todo lo que se le ponia delante. Salióle el Rey con su gente al encuentro; el enemigo desconfiado de sus fuerzas se retiró á lo mas alto de las montañas vecinas. Dejó con la priesa parte del bagaje, y por el camino otras muchas cosas los soldados, con que dieron muestra mas de huir que de retirarse. Con estos despojos y las riquezas de Francia quedaron los soldados del Rey muy alegres y contentos. Dieron vuelta á Narbona; gran parte de los soldados y del ejército se repartió por las guarniciones de Francia. Hiciéronse nuevos edictos contra los judíos, con que fueron echados de toda la Gallia Gótica. A otra parte del ejército se dió licencia, en un pueblo en tierra de Narbona llamado Canaba, para que volviesen á sus casas y con el reposo gozasen el fruto de sus trabajos. No pocos quedaron en compañía del Rey, que dió dende la vuelta hácia España. Llegó por sus jornadas á la ciudad de Toledo, hizo en ella una hermosa entrada, y fué recebido á manera de triunfo, honra debida á su dignidad y á cosas tan grandes como dejaba acabadas en solos seis meses, que se contaban despues que últimamente salió de aquella ciudad. Concertáronse los escuadrones en esta forma: en primer lugar iban los rebeldes en camellos, rapadas las barbas y el cabello, descalzos y mal vestidos; Paulo por burla llevaba en la cabeza una corona de cuero negro; seguíanse los soldados muy arreados con penachos y libreas. Cerraba Jos escuadrones el Rey, cuyas venerables canas y la memoria de sus hazañas acrecentaba la majestad de su rostro y presencia. Salióle al encuentro toda la ciudad, que alegre con aquel espectáculo, apellidaba á su Rey salud, victoria y bienaventuranza. Duró grande espacio la entrada; los culpados fueron puestos en cárcel perpetua por fin y remate de cosas tan grandes.

CAPITULO XIV.

De las demás cosas del rey Wamba.

Con esto comenzó España por el esfuerzo de Wamba y su mucha prudencia á florecer dentro con los bienes de una larga paz; de fuera recobraba su lustre antiguo y su dignidad. Puso el Rey cuidado en hermosear

su reino de todas maneras, y en particular ensanchó la ciudad real de Toledo, y para su fortificacion levantó una nueva muralla con sus torres, almenas y petriles, continuada por el arrabal de San Isidoro, y que llega de la una puente á la otra. Está Toledo de cuatro partes por mas de las tres ceñida del rio Tajo, que, acanalado por entre barrancas muy altas, corre por peñas y estrechuras muy grandes. La cuarta parte tiene la subida áspera y empinada, por donde la cercaba un muro de fábrica romana mas angosto que el que hizo Wamba, cuyos rastros se ven á la plaza de Zocodover y á la puerta del Hierro. Wamba, con intento de meter dentro de la ciudad los arrabales y para mayor fortaleza, añadió la otra muralla mas abajo. Trajéronse para la obra piedras de todas partes, en particular, á lo que se entiende, de una fábrica romana á manera de circo, que antiguamente levantaron allí, y tenia mármoles con figuras entalladas en ellos de rosa ó de rueda. El vulgo se persuade ser aquellas las armas de Wamba; las mismas piedras muestran lo contrario, ca están sin órden ni traza, sino como las traian así las asentaban los oficiales. Graves autores testifican que para memoria desto hizo grabar dos versos en las torres principales desta muralla en latin grosero y como de aquella era, pero que traducidos en un terceto castellano hacen este sentido:

CON AYUDA DE DIOS EL PODEROSO

REY WAMBA EN SU CIUDAD LEVANTÓ EL MURO,
HONRA DE SU NACION, MURO HERMOSO.

Demás desto, en lo mas alto de las torres puso estatuas de mármol blanco á los santos patrones y principales abogados de la ciudad. Grabó otrosí al pié de las estatuas otros dos versos, que hacen este sentido:

SANTOS, RELUce aqui cuyaA PRESENCIA,
GUARDAD ESTA CIUDAD Y PUEBLO TODO:
TIRAD, COMO PODEIS, TODA DOLENCIA.

Habian con el tiempo caídose las estatuas, borrádose y gastádose las letras que el rey don Felipe, segundo deste nombre, con su acostumbrada piedad y devocion pocos años ha mandó restituir y hacer de nuevo. Fortificábase pues la ciudad por mandado del rey Wamba, y juntamente por su providencia se tornaba á poner en prática la costumbre de celebrar concilios en aquella ciudad. Así en el año cuarto de su reinado, que se contaba del Señor 675, á 7 de noviembre, se juntaron en la iglesia de Santa María de la ciudad de Toledo á celebrar concilio diez y siete obispos, y casi todos de la provincia cartaginense, demás de siete abades, entre los cuales se cuenta uno llamado Avila, abad del monasterio agaliense de San Julian, si la letra no está mentirosa, como algunos lo sospechan por conjeturas que hay. Hallóse otrosí entre los padres, aunque en el postrer lugar, Gudila, arcediano de Santa María de la Sede ó Silla, por donde se entiende que el templo en que este Concilio se celebró era el mayor y mas principal. Dudan los curiosos si estuvo entonces asentado do hoy está la iglesia catedral. Sospéchase que sí por razon de la piedra que en ella se ve, en que la Vírgen gloriosa puso sus sagrados piés para honrar á su devoto san Ilefonso, dado que la fábrica y forma y traza es muy diferente de la de entonces. Este Concilio se cuenta por el onceno entre los de Toledo. En él se dieron al Rey las

gracias por haber renovado la costumbre de celebrar los concilios, interrumpida por espacio de diez y ocho años. Para adelante mandan los padres que los concilios provinciales cada un año se juntasen en la iglesia metropolitana, sin que haya en él otra cosa digna de memoria. Los cánones que promulgaron fueron en núme→ ro diez y seis. Por el mismo tiempo en Braga se juntó el Concilio tercero de los bracarenses. Quitóse en él la costumbre de llevar los obispos colgadas al cuello las reliquias de los mártires, y á ellos en andas los diáconos; y ordenóse para adelante que las santas reliquias fuesen por los diáconos llevadas en andas. Ponen pena de excomunion al sacerdote que para decir misa no se pusiese la estola, que llaman orario, sobre entrambos los hombros y cruzada sobre el pecho, costumbre que en algunas partes se ha dejado; en las mas se guarda. Hallóse en este Concilio Isidoro, obispo de Astorga. Floreció asimismo por este tiempo Valerio, abad de San Pedro de los Montes, claro por el menosprecio del mundo y por su erudicion, de que dan testimonio sus obras, y en especial un libro que intituló de la Vana sabiduría del siglo. No se hallan otros concilios del tiempo del rey Wamba en los tomos que andan ordinariamente de los concilios; pero no se duda sino que se celebraron otros, como lo da á entender la ley de que se hizo mencion, en que mandaron juntarlos en cada un año. En especial que graves autores afirman que en tiempo de Wamba en un Concilio toledano se señalaron los aledaños y distritos de cada cual de los obispados de España, negocio en que por ser fan grave y tocar á todos no se puede creer se procediese por el voto y parecer de pocos, sino de todos los prelados. Dicen mas, que en aquel Concilio se estableció que todos los sacerdotes viviesen conforme á la regla de san Isidoro. Hiciéronse fuera desto en gracia del rey Wamba y á su contemplacion nuevos obispados en pueblos pequeños y aldeas, y aun en iglesias particulares, como fué en un pequeño lugar en que estaba la sepultura y cuerpo de san Pimenio, y en la iglesia de San Pedro y San Pablo pretoriense, puesta en los arrabales de la ciudad de Toledo, que fue todo un celo piadoso, pero indiscreto en el Rey, y en los obispos una disimulacion y deseo demasiado de agradalle, sin tener respeto á las leyes eclesiásticas que vedan así bien hacer dos obispos en una misma ciudad, como poner obispados en lugares pequeños. Desórdenes que en breve se reformaron en el concilio próximo de Toledo, que fué el doceno de los de aquella ciudad, hasta motejar al rey Wamba de liviano en esta parte; así van los temporales y se truecan los favores de la gente y el aplauso. Ordenó Wamba algunas leyes á propósito de reformar el gobierno, que andaba de muchas maneras estragado, en particular puso cuidado en lo que tocaba á la disciplina militar. Ordenó que cuando se hiciese gente, todos acudiesen á las banderas, fuera de viejos, enfermos y mozos de poca edad. Item, que todos enviasen á la guerra por lo menos la docena parte de sus esclavos con las armas que allí se señalan, di◄ ferentes de las demás. A los mismos obispos y sacerdotes para reprimir las entradas y rebatos de los enemigos manda les saliesen con los suyos al encuentro por espacio de cien millas. Con esta diligencia y por buena maña del rey Wamba ganaron los godos una victoria naval muy señalada. Estaban los sarracenos en

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señoreados de toda la Africa por todo lo que se tienden las marinas de nuestro mar Mediterráneo, desde las bocas del rio Nilo hasta el estrecho de Gibraltar. Tenian deseo de pasar en Europa; con este intento armaron una flota de ciento y setenta velas, con que ponian á fuego y á sangre las riberas de España. Juntaron ios godos otra gruesa armada; vinieron á las manos con los contrarios con tanto valor y denuedo, que alcanzaron victoria de los enemigos, y parte tomaron, parte quemaron su armada. Velaba el Rey, acudia á todas las partes con presteza sin descuidarse ni excusar gasto, trabajo ni diligencia alguna. No falta quien diga que la armada de Africa vino á persuasion de Ervigio, ca por ser hijo de Ardebasto, pariente de Recesvinto, pretendia hacerse rey. Tenia mucho poder, y su autoridad era grande, sus mañas y artificios extraordinarios. El corazon humano es insaciable, nunca se contenta con lo que posee, aunque sea muy aventajado, antes con el deseo siempre pasa adelante y pretende cosas mayores. No tenia Ervigio esperanza de salir con su intento ni en vida de Wamba ni despues de su muerte, á causa de Teodofredo, hermano de Recesvinto, del cual en la eleccion pasada no se hizo cuenta, como allí se dijo, ca era de pocos años. Resolvióse de valerse de cautelas y mañas, pues cualquier otro camino le hallaba cerrado. Con esta traza hizo, como se cree, venir la armada de los sarracenos contra España. Y como esto no sucediese conforme á su deseo, tuvo forma de hacer que diesen al Rey á beber cierta agua en que habia estado esparto en remojo, que es bebida ponzoñosa y mala. Adolesció luego el Rey y quedó privado de su sentido súbitamente, tanto, que á la primera hora de la noche juzgaban queria rendir el alma. Cortáronle el cabello, hiciéronle la barba y la corona á manera de sacerdote, vistieronle un hábito de monje, ceremonia que se usaba con los que morian á propósito de alcanzar perdon de sus pecados. Todo esto se entiende tramó Ervigio con intento que, aunque mejorase, no pudiese mas ser rey conforme á lo que en el Concilio toledano sexto quedó determinado. Demás desto, como estuviese para espirar, sin embargo que por la fuerza del veneno estaba fuera de sí, trazaron que nombrase por sucesor en el reino al mismo Ervigio. Ordenaron de presto la escritura de nombramiento y renunciacion, y hicieron que Wamba la firmase de su mano. Pasó todo esto á los 14 del mes de octubre un dia de domingo, que era la décimaquinta luna. Por todo esto se entiende que Wamba fué despojado del reino el año de 680, en que concurren estos particulares; ca sin embargo que luego el dia siguiente mejoró y volvió en sí, no quiso revocar lo hecho. Hallábase de rey poderoso súbitamente hecho monje. Determinó despreciar lo que otros tanto desean, ό por grandeza de ánimo, ó por no tener esperanza de recobrar en paz lo que le quitaran; mayormente que Ervigio estaba apoderado de todo, que el mismo dia se hizo coronar por rey, dado que el ungirse, ceremonia entouces usada, se dilató hasta el domingo siguiente. Wamba sin dilacion se fué al monasterio de Pampliega, asentado, segun algunos sospechan, en el valle de Muñon. Allí por espacio de siete años y tres meses, ó como otros sienten por mas largo tiempo, pasó lo que le quedaba de vida en servicio de Dios. Reinó ocho años, un mes y catorce días. Su cuerpo sepultaron en aquel monaste

rio, y desde allí por mandado del rey don Alonso el Sabio le trasladaron á Toledo. Acompañó sus huesos Juan Martinez, obispo de Guadix, fraile francisco. Pusiéronle en la iglesia de Santa Leocadia la dejunto al alcázar, en que estaba sepultado el rey Recesvinto. Juliano, arzobispo de Toledo, fué el que ungió al nuevo rey, por donde se entiende que Quirico, su predecesor, falleció por el mismo tiempo cargado de años, si ya por ventura no renunció la dignidad por ver lo que pasaba, y la sinrazon que se hizo al buen rey Wamba.

CAPITULO XV.

De los nombres de los obispados que habia en tiempo de Wamba.

No será fuera de propósito ni del intento que llevamos poner en este lugar la division que el rey Wamba hizo de los obispados de su reino, y por ella declarar los nombres antiguos que muchas ciudades y pueblos tuvieron, si bien los mas dellos por varios accidentes y sucesos fueron asolados, y despues de su destruicion reedificados á las veces con nombres que les pusieron diferentes de los que antes tenian. Junto con esto será bien que se entiendan y sepan los sufragáneos que cada cual de los arzobispados antiguos tenia, que señalar á cada diócesis sus aledaños y distrito no pareció conveniente ni aun hacedero por estar todo tan mudado y trastrocado por el tiempo, que apenas se entenderia lo que en este propósito se dijese. Al arzobispo de Toledo estaban sujetos los obispos siguientes. El de Oreto, ciudad que antiguamente estuvo puesta no léjos de donde al presente está la villa de Almagro, ca dos leguas de aquella villa hay una ermita llamada de Nuestra Señora de Oreto, do se han hallado piedras y llevádolas á Almagro, grabado en ellas el nombre de Oreto. El segundo sufragáneo de Toledo era el obispo de Biacia, que hoy es Baeza. El tercero el de Montesa; esta ciudad hoy se llama Montizon, pueblo situado en la comarca de Cazorla, y que en la destruicion de España fué asolado por un capitan moro, como lo testifica el arzobispo don Rodrigo. Demás destos, el de Acci, ciudad que hoy se llama Guadix. El de Basti, que es Baza. El de Urci, ciudad que unos dicen que es la misma Almería, otros que Murcia. El de Bagasta; desta ciudad no queda rastro ninguno, solo se entiende que estaba no léjos de Origüela, así por el órden que estos obispados llevan entre sí como por una puerta que hay en aquella ciudad llamada de Magastro. Máximo, cesaraugustano, dice que los godos á Murcia la llamaron Bigastro. Illici es Elche ó Alicante. Setabis, Játiva. Demás desto, Denia y Valencia, ciudades que caen entre si cerca y conservan los nombres antiguos, ca Denia se llamó Dianium. Síguese el obispado de Valeria; hoy se llama Valera Quemada. El de Segobriga, ciudad puesta donde al presente está la Cabeza del Griego, pueblo así llamado, á dos leguas de Uclés. Algunos entendieron que Segobriga era Segorve; pero engañóles la semejanza del nombre. Tambien era sufragáneo de Toledo el obispo de Arcabica, que estuvo antiguamente asentada entre Segobriga y Compluto, y por ventura es la misma que Ptolemeo llamó Percabica. Demás desto, Compluto, que es Alcalá, Sigüenza, Osma, Segovia y Palencia estaban sujetas por la misma forma al dicho arzobispo. Por donde se ve que la provincia de Toledo, aun en

tiempo de los godos, se extendia mas que la provincia cartaginense, cuya cabeza á la sazon era Toledo, pues todas las ciudades que hemos contado hasta aquí le estaban sujetas y se encerraban en su distrito. Las ciudades sufragáneas del arzobispado de Sevilla eran, la primera Itálica, que hoy es Sevilla la Vieja, legua y media de aquella nobilísima ciudad, cabeza de Andalucía; la segunda Asidonia, que fué ó Medina Sidonia, como lo da á entender la semejanza del nombre, ó como otros piensan, Jerez de la Frontera, por un templo que tiene de Nuestra Señora de Sidueña, y el Moro Rasis llama aquella ciudad Jerez de Sidueña. Síguese Elepla, ora sea Niebla, ora Lepe. Malaca, hoy Málaga. Iliberris, ciudad puesta antiguamente dos leguas sobre Granada en un recuesto que hoy se llama monte de Elvira. Astigi, hoy Eciją. Córdoba conserva su nombre antiguo. Egabro, hoy es Cabra cerca de Vaena. La última ciudad era Tucci, que hoy se llama Martos. Este era el distrito del arzobispado de Sevilla y las ciudades que dél dependian. El metropolitano ó arzobispo de Mérida comprehendia debajo de su jurisdicion las ciudades siguientes: Beja, que se llamaba Pax Julia, ciudad de la Lusitania. Lisbona, ciudad en que se ferian las riquezas de la India Oriental en nuestro tiempo, y que á ninguna de Europa reconoce ventaja en tralo, riquezas y grandeza. Ebora, á la cual los godos llamaron Elbora. Don Lúcas de Tuy sintió que esta ciudad era la misma que en el reino de Toledo llamamos Talavera. Osonoba, que se entiende se llama al presente Estombar, pueblo de Portugal cerca de Silves, do al presente está aquella cátedra y silla, que se trasladó á ella cuando se ganó de moros aquella ciudad, en que tambien hay un pueblo llamado Idania la Vieja, antiguamente Igeditania, ciudad asimismo contada entre las sufragáneas de Mérida. Conimbrica, hoy Coimbra; dos leguas della está Coimbra la Vieja. Demás destas, Visco y Lameco, ciudades que conservan sus nombres antiguos. Caliabria, que pereció del todo, dado que Tudense y Marineo sospechan fué la que hoy se llama Montanges, por conjeturas, á nuestro parecer, no concluyentes. Salmántica, que por los godos fué llamada Salamantica, hoy Salamanca. La famosa Numancia, al presente Garay. Ultimamente Avila y Coria, que eran los postreros linderos de la provincia de Mérida. Las ciudades sufragáneas de Braga eran estas: Dumio fué antiguamente un monasterio, que todavía hoy se conserva cerca de Braga. Portucale es la ciudad de Portu, por la parte que el rio Duero descarga en el mar, y deja formado un buen puerto. Del puerto y de un pueblo que está allí cerca, llamado antiguamente Cale, y hoy Caya, se compuso y derivó el nombre de Portugal. En el mismo distrito estaban la ciudad de Tuy y Orense y el Padron, y que antiguamente se llamó Iria Flavia. Lucus, hoy Lugo. Británica ó Bretonia, puesta entre Lugo y Astorga; hoy dos leguas de Mondoñedo hay un pueblo llamado Bretania, que por ventura es la misma Bretonia ó Británica. Fuera destas ciudades Astorga y Leon eran sujetas al arzobispo de Braga. Con el arzobispo de Tarragona iban las ciudades siguientes: Barcino, hoy Barcelona, y en tiempo de los godos Barcinona. Egara, puesta antiguamente entre Barcelona y Girona, ciudad tambien sufragánea al mismo arzobispo. Allende desto, Empurias y Ausona, que hoy se

llama Vique de Osona, Urgel y Lérida, ciudades bien conocidas. Hictosa, cuyo asiento de todo punto se ignora. Tortosa, que llamaban Dertusa, Zaragoza y tambien Pamplona, que en latin se llama Pompelo, y por los godos fué llamada Pampilona; como tambien Calahorra era una de las dichas ciudades, en latin Calagurris, y que en tiempo de los godos la llamaron Calaforra. Tarazona eso mismo, que fué uno destos obispados, en latin se dijo Turiaso, y por los godos Tirasona. Demás destas, Auca era sujeta á Tarragona, cuyos rastros se ven mas allá de Burgos, y de su nombre tomaron los montes de Oca este apellido. Esto cuanto á la provincia tarraconense. Resta el arzobispo de Narbona en la Gallia Gótica, cuyas sufragáneas fueron las ciudades siguientes: Beterri, que hoy se llama Besiers, y Plinio la llamó Bliterrae Septumanorum. Agata, al presente ó es Agde 6 Mompeller; Magalona, una casa de recreacion del obispo de Mompeller, ó sea una isleta del mar allí cerca, tiene, segun dicen, hoy este nombre. Nemauso es Nimes. Lateba, hoy Lodeve. Carcasona. Elena, hoy Euna en el condado de Ruisellon. Algunos autores dicen que los obispos de Tuy, de Lugo y de Leon, ó por privilegio de Wamba, ó por costumbre antigua, eran exemptos, y no reconocian á ninguno de los metropolitanos ó arzobispos susodichos por superior; opinion que para seguilla no tiene bastantes fundamentos, en especial que arriba quedaron puestos entre los sufragáneos de Braga. En los concilios antiguos de España se hallan otrosí muchos nombres de obispados que no están en esta division de Wamba, si por haberse mudado las cosas con el tiempo, ó por estar las memorias y libros antiguos estragados, no lo sabria decir, mas de que los obispados son estos: el cartaginense, el epagrense, el castulonense, el fiblariense, el eliocrocense, el eminiense, elinmonticiense, el lamibrense, el elotano, el magnetense, el laberricense; los cuales nombres casi todos no se conocen, ni aun de todas las ciudades arriba puestas se atinan los asientos en que estaban, ni faltaria por diligencia, si en cosas tan escuras hobiese algun camino para las averiguar de todo punto,

CAPITULO XVI.

De otra division de obispados que hizo Constantino Magno.

Lo que antes de ahora prometimos, y hasta aquí no lo hemos cumplido, quiero poner aquí despues de la division de Wamba la que antes dél hizo de los obispados en España el emperador Constantino, tomada puntualmente del moro Rasis, que dice desta manera: «Constantino puso obispos en muchas ciudades que no los tenian, y informado que en España no los habia, dado que era de campiña muy fértil, hermosa y arreada en todas maneras y muy llena de moradores, hobo su acuerdo sobre lo que debia hacer. Resolvióse seria expediente criar en España obispos, que sin temor alguno libremente predicasen la fe cristiana. Para esto hizo venir á su presencia personas á propósito, repartió entre ellas las ciudades en esta guisa. Al primero señaló por obispo de Narbona y otras siete ciudades, con poder de gobernar los pueblos en lo espiritual y reformar las costumbres. Los nombres de aquellas ciudades son estos: Besiers, Tolosa, Magalona, Nimes, Carcasona. En esta ciudad hay una iglesia con advocacion de Santa María Glorio

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