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de su sucesor, don Pedro de Roda, se puso esto que se pretendia en ejecucion. A lo último de su vida hizo el Rey que se reedificase la ciudad de Palencia por una ocasion no muy grande. Estaba de años atrás por tierra á causa de las guerras, solo quedaban algunos paredones, montones de piedras y rastros de los edificios que allí hobo antiguamente; demás desto, un templo muy viejo y grosero con advocacion de San Antolin. El rey don Sancho, cuando no tenia en qué entender, acostumbraba ocuparse en la caza por no parecer que no hacia nada; demás que el ejercicio de montería es á propósito para la salud y para hacerse los hombres diestros en las armas. Sucedió cierto dia que en aquellos lugares fué en seguimiento de un jabalí, tanto, que llegó hasta el mismo templo á que la fiera se recogió, por servir en aquella soledad de albergo y morada de fieras. El Rey, sin tener respeto á la santidad y devocion del lugar, pretendia con el venablo herille, sin mirar que estaba cerca del altar, cuando ácaso echó de ver que el brazo de repente se le habia entumecido y faltádole las fuerzas. Entendió que era castigo de Dios por el poco respeto que tuvo al lugar santo, y movido deste escrúpulo y temor, invocó con humildad la ayuda de san Antolin; pidió perdon de la culpa que por ignorancia cometiera. Oyó el santo sus clamores; sintió á la hora que el brazo volvió en su primera fuerza y vigor. Movido otrosí del milagro, acordó desmontar el bosque y los matorrales á propósito de edificar de muevo la ciudad, levantar las murallas y las casas particulares. Lo mismo se hizo del templo, que le fabricaron magnificamente, con su obispo para el gobierno y cuidado de aquella nueva ciudad. Parece que escribo tragedias y fábulas; á la verdad en las mismas historias y corónicas de España se cuentan muchas cosas deste jaez, no como fingidas, sino como verdaderas. De las cuales no hay para qué disputar, ni aproballas ni desechallas; el lector por sí mismo las podrá quilatar y dar el crédito que merece cada cual. Concluyamos con este Rey con decir que acabadas tantas cosas en guerra y en paz, ganó para si grau renombre, para sus descendientes estados muy grandes. Sus hechos ilustran grandemente sù nombre, y mucho mas la gravedad en sus acciones, la constancia y grandeza de ánimo, la bondad y excelencia en todo género de virtudes. El fin de la vida fué desgraciado y triste; camino de Oviedo, donde iba con desco de visitar los sagrados cuerpos de los santos, por cuyo respeto y con cuya posesion aquella ciudad siempre se ha tenido por muy devota y llena de majestad, fué muerto con asechanzas que le pararon en el camino. Quién fuese el matador, ni se refiere en las historias ni aun por ventura entonces se pudo saber ni averiguar. Sospéchase que algun príncipe de los muchos que envidiaban su felicidad le hizo poner la celada. Su cuerpo enterraron en Oviedo. Las exequias le hicieron, segun la costumbre, magníficamente. Pasados algunos años, por mandado de su hijo don Fernando, rey de Castilla, le trasladaron á Leon y sepultaron en la iglesia de San Isidoro. La letra de su sepulcro dice:

don Sancho en el tiempo siguiente volvió su ánimo al celo de la religion y deseo que fuese su culto aumentado. Era én aquella sazon famoso el monasterio de los monjes de Cluni, que está situado en Borgoña, como en el que se reformara con leyes mas severas la religion de San Benito, que por causa de los tiempos se habia relajado. Para que el fruto fuese mayor, desde allí enviaban colonias y poblaciones á diversas partes de Francia y de España, en que edificaban diversos conventos. El rey don Sancho, movido por la fama desta gente, los hizò venir al monasterio de San Salvador de Leire, antiguamente edificado por la liberalidad de sus predecesores los reyes de Navarra. Lo mismo hizo en el monasterio de Oña, ca las monjas que en él vivian pasó al pueblo de Bailen, y en su lugar puso monjes de Cluni. El primer abad deste monasterio fué uno llamado García, que con los otros monjes vino de Francia. Despues de García Iñigo. De la vida solitaria que hacia en los montes de Aragon, el Rey le sacó y forzó á tomar el cargo de aquel nuevo monasterio. Su virtud fué tal, que despues de muerto aquellos monjes de Oña le honraron con fiesta cada año y le hicieron poner en el número de los santos. El monasterio de San Juan de la Peña, que dijimos está cerca de Jaca, famoso por los sepulcros de los antiguos reyes de Sobrarve, fué tambien entregado a los mismos monjes de Cluñi para que morasen en él, y porque no fuese necesario hacer venir de Francia tanta muchedumbre de monjes como era menester para poblar tantos monasterios, el Rey con su providencia envió á Francia á Paterno, sacerdote, y doce compañeros para que acostumbrados y amaestrados a la manera de vida del monasterio de Cluñi y cultivados con aquellas leyes, trajesen á España aquella forma de instituto. No pararon en esto los pensamientos deste buen Príncipe, antes considerando que por la revuelta de los tiempos, hombres seglares por şer poderosos se entraran en los derechos y posesiones de las iglesias, las puso en su libertad. Hállase un privilegio del rey don Sancho, en que con autoridad de Juan XIX, pontífice romano, dió poder á los monjes de Leire, el año de nuestra salvacion de 1032, para elegir en aquel monasterio el obispo de Pamplona. Las ordinarias correrías de los moros y el peligro forzaron á que los obispos de Pamplona pasasen su silla al dicho monasterio de Leire por estar puesto entre las cumbres de los Pirineos, y por el consiguiente ser mas segura morada que la de la ciudad. Al presente con la paz de que gozaban por el esfuerzo y buena dicha del rey don Sancho se tuvo en Pamplona un Concilio de obispos sobre el caso. Juntáronse estos prelados: Poncio, arzobispo de Oviedo; los obispos García, de Najara; Nuño, de Alava; Arnulfo, de Ribagorza ; Sancho, de Aragon, es á saber, de Jaca; Juliano, de Castilla, es á saber, de Auca. En este Concilio lo primero de que se trató fué de la pretension de don fray Sancho, abad que era de Leire y juntamente obispo de Pamplona, que por tener gran cabida con el Rey, causada de que fué su maestro, procuraba se restituyese la antigua silla al obispo de Pamplona y volviese á residir en la ciudad. Dilatóse por entonces su pretension, que ordinariamente los hombres quieren perseverar en las costumbres antiguas, y as nuevas, como se desechan de todos, dificultosamente se reciben y mal se pueden encaminar; mas en tiempo

AQUÍ YACE SANCHO, REY DE LOS MONTES PIRINEOS Y DE TOLOSA, VARON CATÓLICO Y POR LA IGLESIA.

Letra harto notable. Fué muerto á 18 de octubre, año

de nuestra salvacion de 1035. Dejó á sus hijos grandes contiendas, y al reino materia de grandes males por la division sin propósito que entre ellos hizo de sus esta

dos, como ordinariamente los pecados y desórdenes de los príncipes suelen redundar en perjuicio del pueblo y pagarse con daño de sus vasallos.

LIBRO NONO.

CAPITULO PRIMERO.

Del estado de las cosas de España.

Los temporales que se siguieron turbios y alborotados, sus calamidades y desgracias y las guerras crueles que se emprendieron entre los que eran deudos y bermanos, serán bastante aviso para los que vinieren adelante cuánto importa que el reino, en especial cuando es pequeño y su distrito no es ancho, no se divida en muchas partes ni entre diversos herederos. Buen recuerdo y doctrina saludable es que la naturaleza del señorío y del mando no sufre compañía, y que la ambicion es un vicio desapoderado, cruel, sospechoso, desasosegado, que ni por respeto de amistad ni de parentesco, por estrecho que sea, se enfrena para no revolver y trastornar lo alto con lo bajo. No hay gente en el mundo ni tan avisada y política, ni tan fiera y salvaje, que no entienda y confiese ser verdad lo que se ha dicho; y sin embargo, vemos que muchos, olvidados desto y vencidos del amor de padres, ó movidos de otras consideraciones y recatos sin propósito, dividieron á su muerte entre muchos sus estados; en lo cual haber errado grandemente los tristes y desastrados sucesos que por esta causa resultaron lo mostraron bastantemente; y todavía los que adelante sucedieron no dudaron de imitar en este yerro á sus antepasados. Es así, que muchas veces las opiniones caidas y olvidadas se levantan y prevalecen, y los hombres de ordinario tienen esta mala condicion de juzgar y tener por mejor lo pasado que lo presente, además que cada cual demasiadamente se fia de sus esperanzas, y halla razones para aprobar lo que desea. Esto le aconteció al rey don Sancho, cuya vida y hechos quedan relatados en el libro pasado. Estaba la cristiandad, cuan anchamente se extendia en España, casi toda reducida y puesta debajo del mando de un principe; merced grande y providencia del cielo para que el señorío de los moros que de sí mismo se despeñaba en su perdicion, con las fuerzas de todos los cristianos juntas en uno, se desarraigase de todo punto en España. Pero desbarató estos intentos la division que este Rey hizo entre sus hijos y herederos de todos sus estados; acuerdo perjudicial y errado. Entramos en una nueva selva de cosas, y la narracion de aquí adelante irá algo mas extendida que hasta aquí. Por esto será bien en primer lugar relatar el estado en que España y sus cosas se hallaban despues de la muerte del ya dicho rey don Sancho. Dividió sus reinos entre sus hijos en esta forma: don García, el hie jo mayor, llevó lo de Navarra y el ducado de Vizcaya, con todo lo que hay desde la ciudad de Najara hasta los montes Doea. A don Fernando, hijo segundo, dieron en vida su padre y madre doña Nuña á Castilla, trocado

el nombre de Conde que antes solia tener aquel estado en apellido de rey. A don Gonzalo, el menor do los tres hermanos legítimos, cupieron Sobrarve y Ribagorza, con los castillos de Loharri y San Emeterio. A don Ramiro, hijo fuera de matrimonio, aunque de madre principal y noble, dió su padre el reino de Aragon, fuera de algunos castillos que quedaron en aquella parte en poder de don García, y se le adjudicaron en la particion; traza enderezada á que los hermanos estuviesen trabados entre sí y por esta forma se conservasen en paz. Todos se llamaron reyes, y usaban de corte y aparato real, de que resultaron guerras perjudiciales y sangrientas. Cada cual ponia los ojos en la grandeza de su padre, y pretendian en todo igualarle. Llevaban otrosí mal que los términos de sus estados fuesen tan cortos y limitados. En Leon reinaba á la misma sazon don Bermudo, tercero deste nombre, cuñado de don Fernando, ya rey de Castilla. En el reino de Leon se comprehendian las provincias de Galicia y de Portugal y parte de Castilla la Vieja hasta el rio de Pisuerga. Coude de Barcelona era don Ramon, por sobrenombre el Viejo; falleció el mismo año que el rey don Sancho, que se contaba de nuestra salvacion 1035. Sucedióle don Berenguel Borello, su hijo, aunque pequeño de cuerpo, en ánimo y esfuerzo no menos señalado que sus antepasados. A la verdad ganó por las armas á Manresa y otro pueblo, que llaman Prados del rey Galafre. Ganó otrosí y hizo que volviesen á poder de los cristianos Tarragona y Cervera, demás de otros pueblos comarcanos, que por negligencia de su padre ó por no poder mas se perdieron los años pasados. Muchos señores moros que tenian sus estados por aquellas partes los sujetó con las armas y forzó á que le pagasen parias. Casó con dos mujeres: la una se llamó Radalmuri, la otra Almodi. De la primera tuvo dos hijos, don Pedro y don Berenguel. La segunda parió á don Ramon Bereguel, que se llamó Cabeza de Estopa por causa de los cabellos espesos, blandos y rubios que tenia. Este era el estado y disposicion en que se hallaban por este tiempo las cosas de los cristianos en España. Los reinos de los moros, como de suso se dijo, eran tantos en número cuantas las ciudades principales que poseian. El reino de Córdoba todavía se adelantaba á los demás con autoridad y fuerzas por ser el mas antiguo y mas extendido, si bien los bandos domésticos y alborotos le traian puesto en balanzas. El segundo lugar tenia el de Sevilla, luego Toledo, Zaragoza, Huesca, sin otros reyezuelos moros, en fuerzas, riquezas y valor de menor cuenta que los demás, y que fácilmente los pudieran atropellar y derribar si los nuestros se juntaran para acometellos y conquistallos. Las discordias que de repente y sin propósito resultaron entre los príncipes,

dado que eran hermanos y deudos, estorbaron que no se tomase esta empresa tan santa. Don García, rey de Navarra, por voto que tenia hecho dello, ó sea por alcanzar perdon del pecado que cometió en acusar falsamente, como está dicho, á su madre, era ido á Roma á la sazon que su padre falleció á visitar las iglesias de San Pedro y San Pablo, segun que lo acostumbraban los cristianos de aquel tiempo. Don Ramiro, su hermano, quiso aprovecharse de aquella ocasion de la ausencia de don García para acrecentar su estado; que en materia de reinar ningun parentesco ni ley divina ni humana puede bastantemente asegurar. Para salir con su intento puso liga y amistad con los reyes de Zaragoza, Huesca, Tudela, si bien eran moros; juntó con ellos sus fuerzas, rompió por las tierras de Navarra, y en ella puso sitio sobre Tafalla, villa principal en aquellas partes. Sucedió que el rey don García volvió á la sazon de su romería, y avisado de lo que pasaba, con golpe de gente que juntó arrebatadamente de los suyos dió de sobresalto sobre su hermano y su hueste con tal impetu y furia, que le hizo huir de todo su reino de Aragon sin parar hasta Sobrarve y Ribagorza. El sobresalto fué tal y la priesa de huir tan arrebatada, que le fué forzado saltar en un caballo que halló á mano sin freno y sin silla por escapar de la muerte y salvarse. Principios fueron estos de grandes revueltas y desmanes, que se siguieron adelante. Los del reino de Leon no estaban bien con el rey de Castilla don Fernando. Los cortesanos, falsos y engañosos aduladores, que ni son buenos para la paz ni para la guerra, atizaban contra él al rey don Bermudo. El de suyo se mostraba lastimado, así bien por la mengua de haberle tomado su hermana por mujer contra su voluntad como por el menoscabo de su reino por la parte que conquistaron los reyes don Sancho y don Fernando, padre y hijo, y los desaguisados que en aquella guerra le hicieron, segun queda arriba declarado. Ofrecíase buena ocasion para satisfacerse destos agravios por la discordia que comenzaba entre los hermanos, en especial por ser flacas las fuerzas del rey don Fernando y su estado no muy grande; acordó pues de juntar su gente, salió á la guerra y acometió las fronteras de Castilla. Don Fernando, avisado del peligro que sus cosas corrian, llamó en su socorro á su hermano don García, rey mas poderoso que los demás por el grande estado que alcanzaba y que de nuevo estaba ufano y pujante por la victoria que ganó contra don Ramiro, su hermano; vino por ende de buena gana en lo que don Fernando le pedia. Juntaron las fuerzas, marcharon con sus huestes en busca del enemigo, y á vista suya asentaron sus reales à la ribera del rio Carrion en el valle de Tamaron y cerca de un pueblo llamado Lantada. Tenian grande gana de pelear; ordenaron las haces por la una y por la otra parte; la batalla fué reñida y sangrienta; muchos de los unos y de los otros quedaron tendidos en el campo. En lo mas recio de la pelea don Bermudo, confiado en su edad, que era mozo, y en la destreza que tenia en las armas grande, y en su caballo, que era muy castizo, y Je llamaban por nombre Pelayuelo, con gran denuedo rompió por los escuadrones de los contrarios en busca de don Fernando con intento de pelear con él, sin miedo alguno del peligro tan claro en que se ponia. En esta demanda le hirieron de un bote de lanza, de que cayó

muerto del caballo. Con su muerte se puso fin á su reino y juntamente á la guerra, á causa que don Fernando, ganada la victoria, se entró por el reino de Leon, que por derecho le venia, para apoderarse de él, de sus castillos y ciudades; cosa muy fácil por estar los ánimos de aquella gente amedrentados y cobardes por la muerte de su Rey y la pérdida tan fresca, si bien por el comun afecto de todas las naciones aborrecian el gobierno y mando extranjero, por donde, y mas por obedecer á su Rey, tomaran primero las armas, y de presente pretendian hacer resistencia á los vencedores. La osadía y ánimo sin fuerzas poco presta. Cerraron pues los de Leon al principio las puertas de su ciudad al ejército victorioso, que acudió sin tardanza; mas como quier que no estuviese reparada despues que los moros abatieron sus murallas ni tuviese soldados, municiones, almacen y bastimentos para sufrir el cerco á la larga, mudados luego de parecer, acordaron de rendirse. Llevaron los ciudadanos al Rey con muestra de grande alegría á la iglesia de Santa María de Regla, donde á voz de pregonero alzaron los estandartes por él y le coronaron por su rey. Hizo la ceremonia don Servando, obispo de Leon, que fué el año de Cristo de 1038. Reinó don Fernando en Leon veinte y ocho años, seis meses y doce dias; en Castilla otros doce años mas, parte dellos en vida de su padre, parte despues de sus dias. Era entonces Castilla de estrechos términos, pero de cielo sano, templado y agradable; la campiña fresca, y en todo género de esquilmos abundante.

CAPITULO II.

De las guerras que hizo el rey don Fernando contra moros.

Con el nuevo reino que se juntó al rey don Fernando se hizo el mas poderoso rey de los que á la sazon eran en España. Con la grandeza y poder igualaba el grande celo que este Príncipe tenia de aumentar la religion cristiana, demás de las muchas y muy grandes virtudes en que fué muy acabado; y en la gloria militar tan señalado, que por esta causa cerca del pueblo ganó renombre de grande, como se ve por las bistorias y memorias antiguas de aquel tiempo, en que el favor ó sea adulacion de la gente pasó tan adelante, que le llamaron emperador ó igual á emperador. Fué otrosí dichoso por la sucesion que tuvo de muchos hijos y hijas. La primera, que le nació antes de ser rey, fué doña Urraca; despues della don Sancho, que le sucedió en sus reinos; luego doña Elvira, que casó adelante con el conde de Cabra; demás destos, don Alonso, en quien despues vino á parar todo, y don García, el menor de sus hermanos; todos nacidos de un matrimonio. De cuya crianza tuvo el cuidado que era razon, que los hijos en su tierna edad fuesen amaestrados y enseñados en todo género de virtud, buena crianza y apostura, las hijas se criasen en toda cristiandad y en los demás ejercicios que á mujeres pertenecen. Gozaba en su reino de una paz muy sosegada, las cosas del gobierno las tenia muy asentadas; mas por no estar ocioso acordó hacer guerra á los moros. Parecíale que por ningun camino se podia mas acreditar con la gente ni agradar mas á Dios que con volver sus fuerzas á aquella guerra sagrada. Los moros, que habitaban hácia aquella parte que hoy llamamos

Portugal, se tendian largamente á las riberas del rio Duero; por donde aquella comarca se llamó entonces Extremadura, y de allí con el tiempo pasó aquel apellido á aquella parte de la antigua Lusitania que cae entre los rios Guadiana y Tajo, y hasta hoy conserva aquel nombre. Cafante aquellos moros mas cerca que los demás, y por esta causa, aumentado que hobo su ejército con nuevas levas de soldados, marchó contra los que acostumbraban á hacer cabalgadas y grande estrago en las tierras de los cristianos, y á la sazon con una grande entrada que hicieron robaran muchos hombres y ganados. Dióse el Rey tan buena maña, y siguió los contrarios con tanta diligencia, que vencidos y maltratados les quitó lo primero la presa que llevaban, despues, alentado con tan buen principio, pasó adelante. Dió el gasto á los campos de Mérida y Badajoz, sin perdonar á cosa alguna que se le pusiese delante; los ganados y cautivos que tomó fueron muchos, ganó otrosí dos pueblos llamados, el uno Sena, y el otro Gani. Dentro de lo que hoy es Portugal rindió la ciudad de Viseo con cerco muy apretado que le puso, si bien los moros que dentro tenia pelearon valerosa y esforzadamente, como los que en el último aprieto y peligro se hallaban. La toma desta ciudad dió mucho contento al Rey, no solo por lo que en ella se interesaba, que era pueblo tan principal, sino porque hobo á las manos el moro, de quien se dijo arriba que mató al rey don Alonso, su suegro, con una saeta que le tiró desde el adarve. La cual muerte el Rey vengó con darla al matador despues que le sacaron los ojos y le cortaron las manos y un pié, que fué género de castigo muy ejemplar. En la prosecucion desta guerra se ganaron asimismo de los moros los castillos de San Martin y de Taranzo. Cae cerca de aquella comarca la iglesia del apóstol Santiago, patron y amparo de España, cuyo favor muchas veces experimentaran los nuestros en las batallas. Acordó el Rey de ir á visitalla para hacer en ella sus rogativas, cumplir los votos que tenia hechos y hacer otros de nuevo para suplicarle no alzase la mano del socorro con que la asistia y no se le trocase aquella prosperidad y buenandanza ni se le añublase, ca tenia determinado de no parar ni reposar hasta tanto que desterrase de España aquella secta malvada de los moros. Esto pasaba el año segundo despues que se apoderó del reino de Leon. El siguiente, que se contaba de Cristo 1040, tornó de nuevo con mayor ánimo y brio á la guerra. Puso cerco sobre la ciudad de Coimbra, y aunque con dificultad, al fin la ganó por entrega que los moros le hicieron con tal solamente que les concediese las vidas. Los trabajos largos del cerco, falta de vituallas y almacen les forzó á tomar este acuerdo. Algunos dicen que el cerco duró por espacio de siete años; pero es yerro, que no fueron sino siete meses, y por descuido mudaron en años el número de los meses. Era en aquel tiempo aquella ciudad de las mas nobles y señaladas que tenia Portugal; al presente en nuestros tiempos la ennoblecen mucho mas los estudios de todas las artes y ciencias que con muy gruesos salarios fundó el rey don Juan el Tercero de Portugal para que fuese una de las universidades mas principales de España. Los monjes de un morasterio que se decia Lormano se refiere ayudaron mucho al rey don Fernando para proseguir este cerco

con vituallas que le dieron, las que con el trabajo de sus manos tenian recogidos en cantidad, sin que los moros, en cuyo distrito moraban, lo supiesen. No se sabe qué gratificacion les hizo el Rey por este servicio, pero sin duda debió de ser grande. Con la toma desta ciudad los términos del reino de Leon se extendieron hasta el rio Mondego, que pasa por ella y riega sus campos, y en latin se llama Monda. Puso el Rey por gobernador de Coimbra, de los pueblos y castillos que se ganaron en aquella comarca un varon principal, por nombre Sisnando, que era muy inteligente de las cosas de los moros, de sus fuerzas y manera de pelear, á causa que en otro tiempo sirvió á Benabet, rey de Sevilla, en la guerra que hacia á los cristianos que moraban en Portugal; tales eran las costumbres de aquellos tiempos. Mientras duraba el cerco de Coimbra, un obispo griego, por nombre Estéban, segun en el libro del papa Calixto Il se refiere, que viniera á visitar la iglesia de Santiago, como oyese decir que muchas veces el Apóstol en lo mas recio de las batallas se aparecia y ayudaba á los cristianos, dijo: Santiago no fué soldado, sino pescador. Esto dijo él. La noche siguiente vió entre sueños cómo el mismo Apóstol ayudaba á los cristianos que estaban sobre Coimbra para que tomasen aquella ciudad. Averiguóse que á la misma hora que aquel obispo vió aquella vision se tomó la ciudad de Coimbra; con que el griego y los demás quedaron satisfechos que el sueño fué verdadero y no vano. El Rey, dado que hobo asiento en todas las cosas, acudió de nuevo á visitar la iglesia de Santiago y dalle parte de las riquezas y presa que en la guerra se ganaron, en reconocimiento de las mercedes recebidas y por prenda de las que para adelante esperaba por su favor alcanzar. Concluido con esta visita y devocion, dió la vuelta para visitar á manera de triunfador las ciudades de sus reinos de Castilla y de Leon. Daba en todas partes asiento en las cosas del gobierno, y de camino recogia de sus vasallos subsidios y ayudas para la guerra que el año siguiente pretendia hacer con mayor diligencia contra los moros que moraban descuidados á las riberas del rio Ebro, y sabia eran ricos de mucho ganado que robaran á los cristianos. Tocaba esta conquista y pertenecia mas propiamente á los reyes de Navarra y Aragon; mas la guerra que entre sí se hacian muy brava no les daba lugar á cuidar de otra cosa alguna. Don Ramiro acrecentó por este tiempo su reino con los estados de Sobrarve y Ribagorza, en que sucedió por muerte de su hermano don Gonzalo. Algunos, por escrituras antiguas que para ello citan, pretenden que don Gonzalo falleció en vida de su padre; otros que uno llamado Ramoneto de Gascuña, en una zalagarda que le armó junto á la puente de Montelus, le dió muerte volviendo de caza; lo cierto es que enterraron su cuerpo en la iglesia de San Victorian. El rey don Ramiro, aumentado que hobo por esta manera su reino, daba guerra á los navarros que le tenian usurpado parte de su reino de Aragon. No se les igualaba en las fuerzas ni en el número de la gente por ser estrecho su estado; pero demás de ser por sí misino muy diestro en las armas y de mucho valor, tenia socorros de Francia que le acudian por estar casado con Gisberga, ó como otros la llaman, Hermesenda, hija de Bernardo Rogerio, conde de Bigerra, y de su mujer Garsenda. En

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ella tuvo á don Ramiro, á don Sancho, á don García y á doña Saficha, que casó con el conde de Tolosa, y á doña Teresa, que fué mujer de Beltran, conde de la Proenza. Fuera de matrimonio tuvo asimismo otro hijo, por nombre don Sancho, á quien hizo donacion de Aivar, Javier, Latres y Ribagorza con título de conde; no dejó sucesion, y así volvió este estado á la corona de los reyes de Aragon. Las armas de don Ramiro fueron una cruz de plata en campo azul, que adelante mudaron sus descendientes, y las trocaron, como se apuntará en su lugar. Volvamos al rey don Fernando, que con intento de hacer guerra á los moros ya dichos y revolver contra los del reino de Toledo, que con cabalgadas ordinarias hacian mucho daño en tierra de cristianos, Tomadas las armas sujetó á Santistéban de Gormaz, Vadoregio, Aguilar, Valeranica, que al presente se dice Berlanga. Pasó adelante, puso á fuego y á sangre el territorio de Tarazona, corrió toda la tierra hasta Medinaceli, en que abatió todas las atalayas, que habia muchas en España, y dellas hacian los moros señas con ahumadas para que los suyos se apercibiesen contra los cristianos. Desde allí, pasados los puertos, frontera á Ja sazon entre moros y cristianos, revolvió sobre el reino de Toledo. Taló los campos de Talamanca y Uceda. Lo mismo hizo en los de Guadalajara y Alcalá, que están puestas á la ribera del rio Henáres, sin parar hasta dar vista á Madrid. El rey Almenon de Toledo, movido por estos daños y con recelo de que serian mayores adeJante, compró, á costa de gran cantidad de oro y plata que ofreció, las paces y amistad que puso con el rey don Fernando. Lo mismo hicieron los reyes de Zaragoza, Portugal y Sevilla, demás que prometieron acudirle con parias cada un año. Lo cual todo, no menos honra acarreaba á los cristianos y reputacion que mengua á los moros, que de tanto poder y pujanza como poco antes tenian, se veian de repente tan flacos y abatidos, que ni sus fuerzas les prestaban, ni las de Africa que tan cerca les caia; y eran forzados á guardar las leyes de los que antes tenian por súbditos y los mandaban. Mudanza que no se debe tanto atribuir á la prudencia y fuerzas humanas cuanto al favor de Dios, que quiso ayudar y dar la mano á la cristiandad, que muy abatida estaba. Mayormente quiso gratificar la grande devocion que en toda la gente se veia, así grandes comio menores, con que todos, movidos del ejemplo de su Rey, se ejercitaban en todo género de virtudes y obras de piedad. Tal era la virtud y vida de los cristianos, que muchos de su voluntad se les aficionaban, y dejada la secta de Mahoma, se bautizaban y se hacian cristianos. Otros, si bien eran moros, estimaban en tanto los cuerpos de los santos que tenian en su tierra, por ver que los cristianos los honraban y estar persuadidos que su ayuda para todo era de grande importancia, que ningun oro ni plata ni joyas preciosas tenian en tanto, segun que por el capítulo siguiente se entenderá..

CAPITULO III.

Cómo trasladaron los huesos de san Isidoro, de Sevilla á Leon.

En la ciudad de Leon tenian una iglesia muy principal, sepultura de los reyes antiguos de aquel reino; su advocacion de San Juan Baptista. Estaba maltratada;

que las guerras, y cuando estas faltan, el tiempo y la antigüedad todo lo gastan. La reina doña Sancha era una muy devota señora; persuadió al Rey, su marido, la reparase, y para mas ennoblecella la escogiese para su sepultura y de sus descendientes; que antes tenia pensamiento de enterrarse en el monasterio de Sahagun. El Rey, que no era menos pio y devoto que la Reina, y mas aína la excedia en fervor, fácilmente otorgó con su voluntad. Para dar principio á lo que tenia acordado, ya que el edificio iba muy alto, hicieron traer de Oviedo, donde yacian los huesos del rey don Sancho de Navarra, padre del Rey; y para aumentar la devocion del pueblo trataron de juntar en aquel templo diversas reliquias de santos de los muchos que en España se hallaban, en especial en Sevilla, ciudad la mas principal del Andalucía, que si bien estaba en poder de los moros, todavía se conservaban en ella muchos cuerpos de los santos que antiguamente murieron en aquella ciudad. Era cosa dificultosa alcanzar lo que pretendian. Acordó el Rey valerse de las armas y hacer guerra á Benabet rey de Sevilla. Parecióle que por este camino saldria con su pretension. Corrióle la tierra; muchos pueblos del AndaJucía y de la Lusitania, que eran deste Príncipe, á unos taló los campos, otros tomó por fuerza ó de grado. El rey Moro, acosado destos daños tan graves, deseaba tomar asiento con los cristianos. Ofrecia cantidad de oro y plata de presente, y para adelante acudir cada un año con ciertas parias. El rey don Fernando aceptó aquellos partidos y la amistad del Moro, á tal empero que sin dilacion le enviase el cuerpo de santa Justa, que fué la ocasion de emprender aquella guerra. Otorgó fácilmente el Moro con lo que se le pedia. Ilicieron sus juras y homenajes de cumplir lo que ponian, con que se alzó mano de las armas. Para traer el santo cuerpo despachó el Rey al obispo de Leon Alvito, y al de Astorga, por nombre Ordoño, y en su compañía por sus embajadores al conde don Nuño, don Fernando y don Gonzalo, personas principales de su reino; dióles otrosi para su seguridad soldados y gente de guarda. Los ciudadanos de Sevilla, avisados de lo que se pretendia, sea movidos de sí mismos por entender cuánto importan á los pueblos la asistencia y ayuda de los santos por medio de sus santas reliquias, ó lo que mas creo, á persuasion de los cristianos que en Sevilla moraban, sepusieron en armas resueltos de no permitir les llevasen de su ciudad aquellos huesos sagrados. Los embajadores se hallaban confusos sin saber qué partido tomasen. Por una parte les parecia peligroso apretar al rey Moro; por otra tenian que seria mengua suya y de la cristiandad si volviesen sin la santa reliquia. Acudióles nuestro Señor en este apricto; san Isidoro, arzobispo que fué de aquella ciudad, apareció en sueños al obispo Alvito, principal de aquella embajada, y con rostro ledo У semblante de gran majestad le amonestó llevase su cuerpo á la ciudad de Leon á trueco del de santa Justa, que ellos pretendian. Avisóle el lugar en que le ha'laria con señas ciertas que le dió, y que en confirmacion de aquella vision y para certificallos de la voluntad de Dios, él mismo dentro de pocos dias pasaría desta vida mortal. Cumplióse puntualmente lo uno y lo otro con grande admiracion de todos. Hallóse el cuerpo desan Isidoro en Sevilla la Vieja, segun que el Santo lo avisa-. ra, y el obispo Alvito enfermó luego de una dolencia

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