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tendian que de aquel reino les tenian malamente usurpado, tomaron las armas. Era virey en aquella sazon. de Navarra Clemente Luneo, francés de nacion. Muchas veces salieron los navarros á correr las fronteras, así de Castilla como de Aragon, sin suceder cosa alguna memorable, salvo que tomaron á los aragoneses la villa de Salvatierra y pusieron en ella guarnicion de soldados navarros. Con mas próspera fortuna hacian los aragoneses la guerra en Italia. Rugier Lauria, bravo caudillo y señalado por las victorias pasadas, acometió de improviso la armada de los enemigos, que tenian muy poderosa por el gran número de bajeles, junto á Nápoles. Fué muy reñida y sangrienta la batalla, que se dió á 16 dias del mes de junio. La victoria quedó por los aragoneses; tomaron cuarenta y dos bajeles; los cautivos fueron cinco mil, y entre ellos muchos por su linaje y hazañas muy señalados. Los mas dellos se rescataron por dinero, solo á Guido de Monforte ni por ruegos ni por algun rescate quisieron dar libertad. Esto por dar contento á los reyes de Aragon y de Ingalaterra, sus enemigos capitales, á causa que este caballero era bisnieto de Simon, conde de Monforte, aquel que, como arriba se dijo, venció en batalla y mató á don Pedro, rey de Aragon, en la guerra de Tolosa. El nieto de este Simon, llamado asimismo Simon, prendió al emperador Ricardo (que fué elegido en competencia de don Alonso el Sabio, y era hermano del rey Enrique de Ingalaterra) los años pasados en la batalla de Leuvis, que hobo entre los franceses y ingleses, do estuvo un monasterio famoso de San Pancracio. Este Guido en venganza de su padre Simon, que poco despues fué por los ingleses muerto en otra batalla que se dió cerca de Vigornia en Ingalaterra, al tiempo que Eduardo, rey de Ingalaterra, volvia de la guerra de la Tierra-Santa, mató con grande impiedad y crueldad á Enrique, hijo del emperador Ricardo, en Viterbo en la iglesia mayor, donde oia misa. Esto hecho, con las armas se hizo camino para huir y se fué á valer á su suegro el conde del Anguilara, llamado Rubro. Comunmente cargaban á Cárlos, rey que era á la sazon de Nápoles y Sicilla, de que no vengó esta muerte como vicario que era en aquel tiempo del imperio, y como tal tenia puesto al dicho Guido en el gobierno de Toscana. Los historiadores ingleses y franceses afirman que Guido, despues que fué preso en la batalla naval susodicha, fué entregado en poder del rey de Ingalaterra. Un historiador siciliano de aquel tiempo porfia que falleció en Sicilia de una enfermedad, de que solo á juicio de los médicos le pudiera sanar la comunicacion con mujer, y que él no quiso venir en ello por no hacer injuria al matrimonio y por no sujetarse á la deshonestidad; que si fué así, es tanto mas de loar este caballero, que su mujer Margarita, despues que dél enviudó, se dice hizo poco caso de lo que debiera y vivió con poco recato. Dejó este caballero una hija llamada Anastasia, que casó con Romano Ursino, pariente cercano del papa Nicolao III y conde de Nola. La nobilísima sucesion que procedió deste casamiento se continuó en aquella casa y estado hasta nuestros tiempos, cuando últimamente faltó y la ciudad de Nola volvió á la corona real,

CAPITULO XI.

Que se trató de librar los hermanos Cerdas, y Cárlos, príncipe de Salerno, fué puesto en libertad.

Sosegados estaban los aragoneses y muy pujantes en fuerzas, riquezas y gloria por sus hazañas grandes y memorables. Solamente en la costa de Cataluña inquietaba á los naturales con sus armas don Jaime, rey de Mallorca, bien que no hizo cosa alguna digna de memoria. El nombre del rey don Alonso de Aragon era célebre. Tenía en su mano puesta la paz y la guerra á causa de los grandes príncipes que tenia en su poder detenidos; los hermanos Cerdas en el castillo de Morela, el príncipe de Salerno en el de Siurana, ambos muy fuertes y con buena guarda. Cansados pues estos príncipes de tan larga prision y movidos por miedo de mayor mal, se inclinaban á la paz con las condiciones que él quisiese; tenian grandes reyes por intercesores; muchas embajadas de Francia y de Castilla venian al rey de Aragon sobre el caso; la autoridad de Eduardo, rey de Ingalaterra, que se interpuso con los demás por medianero, era de mas peso y eficacia á causa que el Aragonés pretendia tomalle por suegro y casarse con su hija Leonor. Acordaron pues estos reyes de verse y hablarse en la ciudad de Oloron, que se llamó antiguamente Lugduno, y está en los confines de Francia en los pueblos llamados coquenos (hoy está en el principado de Bearne á las haldas de los montes Pirineos; el emperador Antonino la llamó Illuro). En aquella junta

Y

habla por grande instancia del rey de Ingalaterra se alcanzó que dentro de un año Cárlos, príncipe de Salerno, fuese puesto en libertad con estas condiciones: que el reino de Sicilia quedase por don Jaime; que el preso alcanzase del Papa consentimiento para esto, junto con alzar las censuras puestas contra los aragoneses; item, que pagase treinta mil marcos de plata; últimamente, que Cárlos de Valoes se apartase de la pretension que tenia al reino de Aragon que le adjudicara el pontífice Martino; que dentro de tres años, si todo esto no se cumplia, fuese aquel Príncipe obligado á tornarse á la prision, y sin embargo, diese en rehenes á sus tres hijos. Roberto, Cárlos y Luis, ultra desto, sesenta caballeros de los mas nobles de la Proenza. Graves condiciones eran estas; pero como al vencedor eran estos conciertos provechosos, así á los vencidos era forzoso aceptallos de cualquiera manera que fuesen, que una vez puestos en libertad, confiaban no les faltaria ocasion de mejorar su partido. Cárlos, príncipe de Salerno, puesto que fué, segun lo asentado, en libertad el año del Señor de 1288, desde Aragon pasó á Francia, desde alli á Toscana; apaciguados ende los alborotos de los gibelinos, en Roma finalmente le declaró por rey de Pulla y de Sicilia el papa Nicolao IV, el que al principio deste año sucedió en lugar de Honorio. Púsole la corona real en su cabeza con todas las demás insignias y vestiduras reales. Pretendia el Pontífice no ser válido el concierto pasado, como hecho sin su licencia, de un reino que de tiempo antiguo era feudatario de la Iglesia romana. Esto alteró grandemente el ánimo del rey de Aragon, tanto mas que entendia y le avisaban que el rey don Sancho queria dejar su amistad y avenirse con el rey de Francia á persuasion del sumo Pontífice, parecer que aprobaban la Reina y don Gonzalo, arzobispo

de Toledo, aunque muchos grandes juzgaban debia ser preferida la amistad del rey de Aragon, así por la vecindad de los reinos como por tener en su poder los hermanos Cerdas. Destos principios se alteraron algunos, y por la muerte de don Lope de Haro, como luego se contará, sus parientes y amigos se pasaron á Aragon, y fueron causa de nuevas y largas guerras; pretendian y procuraban satisfacerse de sus particulares disgustos con las discordias y males comunes. El rey don Sancho por el mismo caso se vió puesto en necesidad de darse priesa á hacer la confederacion con el rey de Francia. Enviaron los dos reyes sus embajadores á Leon de Francia, do los esperaba el cardenal Juan Cauleto, enviado por legado del sumo Pontífice para este efecto. Por el rey de Francia vinieron Mornay y Lamberto, caballeros principales de su corte; el rey don Sancho envió á don Merino, obispo de Astorga. El concierto se hizo desta manera: el rey don Sancho prometia de dar á don Alonso de la Cerda el reino de Murcia, á tal que no se intitulase en ninguna manera rey de Castilla, y el reino de Murcia le tuviese como moviente y feudatario de Castilla ; que si don Alonso muriese sin hijos, sucediese don Hernando, su hermano menor; el de Castilla enviase mil caballos en ayuda al rey de Francia, que queria mover guerra á Aragon, y si fuese necesario, diese paso y entrada segura por sus tierras al ejército francés; item, que los hermanos Cerdas, luego que alcanzasen libertad con el poder y industria de los dos reyes, se entregasen en poder del rey de Francia. Este concierto dió mucho disgusto á doña Blanca, madre de los infantes, en tanto grado, que dejado su hermano, se fué á Portugal. Cómo mujer varonil pretendia buscar nuevos socorros contra las fuerzas de Castilla, puesto que mas fué el trabajo que en esto tomó que el fruto que sacó. El rey Dionisio de Portugal, echados los moros de toda su tierra, gozaba de una tranquila paz, ni le podian convencer á que la alterase en pro de otros y daño suyo. ¿Qué prudencia fuera ponerse en peligro cierto con esperanza incierta, y escurecer la gloria ganada y alterar la quietud y reposo de su reino con mover las armas fuera de tiempo? Tuvo este Rey muy buenas partes, y en especial muy noble generacion de hijos y hijas. De doña Isabel, su mujer, tuvo antes desto una bija, llamada doña Isabel, y este año le nació otra, que se llamó dona Costanza; de allí á dos años otro hijo, que se llamó don Alonso, que fué heredero del reino. De mujeres solteras tuvo estos hijos: á don Alonso de Alburquerque, de quien trae su descendencia una familia deste sobrenombre, nobilísima en Portugal, y á don Pedro, que fué dalo á los estudios de las letras, como da testimonio un libro que compuso de los linajes y de la nobleza de España; y á don Juan y á don Fernando, y ultra destos dos hijas, que la una casó con don Juan de la Cerda, y la otra se metió monja.

CAPITULO XII.

De nuevas alteraciones que se levantaron en Castilla. Castilla, por lo que tocaba á los moros, sosegaba á causa de la amistad que tenian con el rey de Granada; con Africa poco antes se asentaron treguas con Juzef, rey de Marruecos. La guerra civil y doméstica tenia á todos puestos en mayor cuidado. Sucedió este daño por

la muerte de don Lope de Haro, que le dieron dentro de palacio y en presencia del mismo Rey; si con razon ó sin ella, no se averigua bastantemente. Para que todo esto mejor se entienda será bien relatar los principios por do se encaminó esta desgracia. Por muerte de don Alvar Nuñez de Lara, que falleció poco despues que tornó en gracia del rey don Sancho, don Lope de Haro, su competidor, volvió á Castilla y á la corte con esperanza de recobrar la cabida y autoridad que antes tenia, pues era muerto su contrario; pero la naturaleza, que no permite viva alguno sin competidor y sin contraste, en el mismo punto que murió, hizo que don Juan, hermano del difunto, subiese al mismo grado de dignidad y al favor y gracia del Principe que su hermano tuvo, con mucho gusto del pueblo y no menor pesar y dolor de don Lope de Haro. Quejábase que con aquellas artes y mañas se le hacia notable agravio, y que todo se encaminaba á disminuir su autoridad y menoscaballa. Era el sentimiento en tanto grado, que no temia de dar muestras dél al mismo Rey y formar quejas en su presencia. Como el infante don Juan, su yerno, con un escuadron de gente corriese la campaña de Salamanca, y con sus ordinarias correrías llegase hasta Ciudad-Rodrigo y el Rey se quejase desto con don Lope de Haro, tuvo atrevimiento de confesar que todo aquello se hacia por su consejo y voluntad, hasta añadir que si el Rey iba á Valladolid, su yerno vendria á Cigales, que es un pueblo allí cerca, y era tanto como amenazalle. Soltar la rienda á la mala condicion y irritar con esto la ira de los reyes, cosa es muy perjudicial. Verdad es que por entonces el Rey tuvo sufrimiento y disimuló lo mejor que pudo hasta que se ofreciese ocasion para castigar tan gran locura y desacato. Fué el Rey á Valladolid, habló con don Juan, su hermano, dióse órden como aquellos alborotos algun tanto sosegasen. Partido de Valladolid, fué primero á Roa, y de allí á Berlanga y á Soría. Despues tomó el camino para Tarazona para verse con el rey de Aragon y alcanzar dél que le entregase los hermanos Cerdas. Estorbóse esta vista de los reyes por las malas mañas de don Lope de Haro, que como tercero iba de una parte á otra, y á cada cual de las partes referia en nombre del otro condiciones para asentar la paz muy pesadas y muy contrarias de lo que los mismos príncipes pretendian. Todo iba enderezado á derribar por medio de los hermanos Cerdas al rey don Sancho, de quien tenia de todo punto el ánimo enajenado, que fué la causa de no efectuarse cosa alguna y de volverse el Rey á Alfaro, que es una villa de Castilla puesta á los confines de Aragon y de Navarra. Acudieron el infante don Juan y don Lope de Haro, su suegro, á hacer reverencia y compañía al Rey sin guarda bastante con que se asegurasen. Halláronse presentes don Gonzalo, arzobispo de Toledo, y don Juan Alonso, obispo de Plasencia, el obispo de Calahorra, el de Osma y el de Tuy; allende destos el dean de Sevilla, que era chanciller mayor, y el abad de Valladolid, todos llamados á consejo para tratar de cosas importantes. Llegados don Juan y don Lope á besar al Rey la mano, mandóles le volviesen á la hora todos los castillos y plazas que tenian en su poder, y para esto alzasen el juramento á los soldados que tenian de guarnicion y diesen las contraseñas por do entendiesen por cierto que era tal su voluntad. Fuéles este mandato muy pesado, excusábanse de obedecer,

mandólos prender; don Lope de Haro, puesta mano á la espada y revuelto el manto al brazo, con palabras muy injuriosas y llamar al Rey tirano, fementido, cruel, con todo lo demás que se le vino á la boca y que el furor y rabia le daban, se fué para él con intento de matalle. Locura grande y demasiado atrevimiento, que le acarreó su perdicion; los que estaban presentes pusieron asimismo mano á sus espadas, y del primer golpe le cortaron la mano derecha y consiguientemente le acabaron. Caballero que fué arriscado y fuerte, mas su arrogancia y poder demasiado, junto con la envidia que muchos le tenian, redujeron á estos términos. Don Juan, su yerno, despues que hirió á algunos de los criados del Rey, como vió muerto á su suegro, se huyó y acogió al aposento de la Reina, que se puso delante. para amparalle del Rey, que venia en su seguimiento con la espada desnuda, y por sus ruegos y lágrimas hizo tanto, que le libró de la muerte. Pusiéronle en prisiones para estar á juicio, y dar razon deste y de los demás desacatos. Forzosa cosa es pasar muchas cosas en silencio por seguir la brevedad que llevamos. Mas ¿quién podria contar por menudo y á la larga todas las tramas que en esto hobo de traicion y deslealtad? Quién decir todo lo que pasó en tan grande ruido y alboroto y encarecer la turbacion y desasosiego de toda la casa real? La suma es que, quitadas delante las cabezas, los alborotos se apaciguaron por entonces, y con el ejemplo fresco de aquella culpa y de aquel castigo los demás se tuvieron á raya para que luego no se alterasen. Pero como se hobieron un poco sosegado, en secreto y públicamente en corrillos comenzaron á murmurar deste hecho del Rey. Decian que con muestra de amor engañó á tan grandes príncipes; los parientes y aliados de los dos unos se salian de la corte, otros, de que hobo gran número, se fueron del reino. Por todo esto bien se dejaba entender que se armaba alguna gran tempestad, que fué la causa principal de abreviar la confederacion y liga con el rey de Francia en Leon, como arriba queda dicho. Doña Juana, mujer del difunto don Lope de Haro y hija de don Alonso, señor de Molina, toda cubierta de luto, se fué á ver con la Reina, su hermana, en Santo Domingo de la Calzada, donde estaba la corte. Pretendia con esto recoger las reliquias del naufragio de su casa. Hizo tanto, que con sus lágrimas y á ruego de la Reina se amansó el Rey para que no despojase á su hijo del señorío de Vizcaya, como lo pretendia hacer, y ya por fuerza se habia apoderado de la villa de Haro y del castillo de Treviño. Demás desto, con deseo de sosiego y de apaciguallo todo la Reina prometió á su hermana que si su hijo don Diego de Haro, como era forzoso, llevase en paciencia la muerte de su padre y se pusiese en manos del Rey, le haria dar el lugar y autoridad que su padre tenia. Doña Juana, como mujer inconstante, pensó que estas promesas procedian de miedo; así, mudó luego de parecer y trocó la humildad pasada en cólera, tanto, que con deseo de vengarse atizaba á su hijo, y le aconsejaba que, renunciada la fe y lealtad que al Rey tenia prometida, se desnaturalizase y se pasase á Aragon. Doña María, mujer del infante don Juan, que tenian preso, se pasó á Navarra, cerca de la cual estaba. En su compañía se salieron otrosí de Castilla muchos de sus aliados, dado que la mayor parte, como suele acontecer en estas re

vueltas, dudosos y suspensos se estuvieron en sus casas para tomar consejo conforme al tiempo y como las cosas se rodeasen. Gaston, vizconde de Bearne, sabido lo que pasaba, vino á gran priesa á Aragon en favor de sus deudos, resuelto de poner á cualquier riesgo su persona y estados por los amparar. A instancia de todos estos señores el rey de Aragon puso en libertad á los hermanos Cerdas. Y para hacer mayor pesar al rey don Sancho, por el mes de setiembre en Jaca, donde hizo traer á los infantes, nombró á don Alonso, el mayor dellos, por rey de Castilla y de Leon, de que resultaron nuevas guerras y grande ocasion para discordias; y es cosa forzosa que los grandes reinos sean muchas veces combatidos de nuevas y grandes tempestades. Por medio de los Cerdas y con el favor de los aragoneses se movió guerra á Castilla. El pueblo estaba no mas deseoso que medroso de cosas nuevas. Los caballeros principales de Castilla no eran de un mismo parecer; los mas prudentes con deseo de sosiego seguian el partido del rey don Sancho, y querian agradalle á él, pues tenia el mando y señorío. El en aquellos dias fué á Victoria, que es en Alava; allí la Reina parió un hijo que se llamó don Eurique. La ida se enderezaba, así para verse en Bayona con el rey de Francia, segun que lo tenian determinado por sus embajadores, como para acabar de conquistar los lugares y tierras de Vizcaya y ponellos debajo de su señorío. Esta guerra fué mas dificultosa de lo que se pensó por la aspereza de los lugares, la falta de bastimento y la condicion de la gente, constante en guardar la fe y lealtad á sus señores. Teníase esperanza por medio del maestre de Calatrava, don Ruy Perez Ponce, de poder ganar á don Diego de Haro, hermano de don Lope, al cual antes deste tiempo el Rey hizo capitan de la frontera, y al presente le ofrecia mucho mayores honras y premios, hasta dalle intencion que le daria el señorío de Vizcaya. Pero él, sin hacer caso de todo esto, quiso mas irse desterrado á Aragon. Decia no se debia confiar de quien so color de amistad maltrató de tal manera á tales príncipes, sus parientes y amigos. Así, se partió determinado de favorecer y amparar con su consejo y hacienda y diligencia á su sobrino. Todo parecia estar á punto de romper; los pueblos resonaban con aparatos y pertrechos de guerra, cuando, al mismo punto que querian acometer las fronteras de Castilla, falleció de enfermedad don Diego de Haro, hijo de don Lope, en gran pro y beneficio del rey don Sancho y de sus cosas. Con su muerte se resfriaron las voluntades de los que seguian su bando; y Vizcaya, que hasta entonces hacia resistencia, toda ella vino en poder del Rey por el esfuerzo y valor de Diego Lopez de Salcedo, á quien se cometiera todo el peso de aquella conquista, y de quien, así en guerra como en paz, se hacia mucho caso.

CAPITULO XIII.

De algunas hablas que tuvieron los reyes.

El rey don Sancho, dado que hobo fin á las cosas de Vizcaya, y que las vistas con el rey de Francia se remitieron para otro tiempo, dejó á su hermano el infante don Juan con buena guarda preso en el alcázar de Búrgos, y despues le pasaron á Curiel; y él con el cuidado que tenia de la guerra de Aragon y de su rei

no, que de nuevo andaba en balanzas, se partió para Sabugal, que es una villá á la raya de Portugal. Allí se juntaron él y el rey de Portugal para tratar entre los dos de sus haciendas; hicieron liga contra los aragoneses y los desterrados de Castilla, que se apercebian para la guerra so color de poner en posesion á don Alonso de la Cerda, que ya se intitulaba rey de Castilla, en el reino de su abuelo. Apartados los reyes y vueltos destas vistas, don Sancho, recogidas sus fuerzas por todas partes y la gente de guerra que tenia, se fué á encontrar con los aragoneses á la villa de Almazan. En el mes de abril del año del Señor de 1289 se juntaron los dos campos; mas no sucedió cosa digna de memoria; solo la villa de Moron fué tomada por los aragoneses por fuerza de armas, y Almazan fué cercado. De la otra parte del rey don Sancho con una entrada que hizo por las fronteras de Aragon destruia la campaña, robaba ganados y ponia á fuego villas y lugares. Don Diego Lopez de Haro de la misma manera con sus correrías talaba todos los campos y términos de Cuenca y Huete, demás de un escuadron de enemigos con quien se encontró y los venció y puso en huida junto á la villa de Pajaron. En esta refriega murió Rodrigo de Sotomayor, capitan de los castellanos. Las banderas que les tomó envió don Diego á la ciudad de Tiruel. La estrechura del lugar fué causa deste revés; los aragoneses peleaban mejorados de lugar, y por todas partes estaban sobre los enemigos. En ninguna parte podian reposar, unos daños sucedian á otros, como si anduvieran en rueda; los que con su daño pagaban las discordias de los príncipes eran los inocentes. Verdad es que las mas ciudades y villas tenian la voz de don Sancho, unas por miedo, otras por voluntad. Solo en Badajoz se encendió una revuelta muy grande; estaban aquellos ciudadanos de tiempo antiguo divididos en dos bandos, es á saber, los bejaranos y los portugaleses. Fueron los bejaranos despojados de sus haciendas por los contrarios y forzados á ausentarse de la ciudad. Hicieron recurso al Rey para que deshiciese el agravio. Mandólo así; los dañadores no quisieron obedecer á este mandato. Acudieron los bejaranos á las armas, y con gente que tenian apercebida mataron gran número del otro bando y echaron los que quedaban de la ciudad. A este atrevimiento de quererse vengar por sus manos añadieron otro mayor, y fué que como se hobiesen fortificado en lo mas alto de la ciudad, apellidaron por rey á don Alonso de la Cerda. Dió esto grande pesadumbre al rey don Sancho; el daño que resultó á aquella ciudad fué notable. Grande es la furia del pueblo puesto en armas; las fuerzas de los reyes son mayores. Vióse por experiencia que luego que el Rey envió su campo sobre ellos la osadía se les trocó en miedo. Rindiéronse á partidò, salvas las vidas. No les guardaron el concierto; todos los bejaranos fueron pasados á cuchillo en número de cuatro mil entre hombres y mujeres. El mismo trabajo corrió Talavera, villa principal en el reino de Toledo; por seguir la voz de don Alonso de la Cerda hasta cuatrocientos de los mas nobles fueron justiciados y descuartizados públicamente á la puerta, que desde aquel tiempo comenzó el vulgo államalla la puerta de Cuartos. Así lo testifican los de aquel lugar como cosa recebida de mano en mano de sus antepasados, sin que haya autor ni testimo

nio mas bastante. Lo cierto es que con el castigo destos dos pueblos quedaron avisados los demás para no se desmandar; y es así, que todo grande ejemplo y hazaña es casi forzoso tenga mezcla de algunos agravios; pero lo que se peca contra los particulares se recompensa con el provecho y sosiego comun. El año próximo siguiente de 1290 se trató de nuevo que los reyes de Francia y de Castilla se viesen y hablasen. Acordado esto, llegaron en un mismo dia á Bayona, pueblo de la Guiena, señalado para esta junta. Lo mas principal que entre los reyes se resolvió fué que el de Francia alzó la mano de ayudar á los hermanos Cerdas, renunció otrosí el derecho, si alguno tenia, al reino de Castilla, como bisnieto de la reina doña Blanca, que no faltaba quien le pusiese en seguir esta demanda. Demás desto, se resolvió de hacer por ambas partes la guerra al reino de Aragon. Al mismo tiempo Tolosa, Segura y Villafranca, que se comenzaran á edificar en la parte de Vizcaya en tiempo del rey don Alonso, se acabaron en este por la diligencia del rey don Sancho, de que hay hoy dia públicos instrumentos despachados en esta razon en Victoria y en Valladolid, donde se vino desde Bayona. El rey de Aragon, sabida la confederacion de los dos reyes y visto que no tenia fuerzas para contrastar con Castilla, Francia y Italia, mucho se inclinaba á la paz, sin embargo que Cárlos, rey de Nápoles, no cumplía lo que se asentó en el concierto pasado; de que el rey de Ingalaterra, por cuya instancia fué puesto en libertad, se sentia muy agraviado que hiciese burla de su fe y palabra. Acudieron por todas partes al Papa á poner en sus manos estas diferencias. Respondió enviaria sus legados, que oidas las partes, con condiciones honestas acordasen todos estos debates. Nombró para esto dos cardenales, es á saber, Benito Colona y Gerardo de Parma para que fuesen á Francia y lo compusiesen todo. En este comedio Cárlos, rey de Nápoles, y el rey de Aragon, con seguro que se dieron el uno al otro, se vinieron á hablar en Junquera, pueblo de Cataluña. Allí platicaron sobre muchas cosas y asentaron treguas por algunos meses mientras que los legados tomasen algun buen medio para asentar con firmeza la paz, cosa que á todos venia bien y á que todos se inclinaban, Cárlos con esperanza de recobrar el reino de Sicilia, el Aragonés porque se alzase el entredicho que tanto duraba en su reino y por excusar la guerra que de Francia le amenazaba, demás del deseo que le punzaba, apaciguadas estas diferencias, de volver sus armas contra Castilla.

CAPITULO XIV...

Que don Juan de Lara se pasó á Aragon. Don Juan Nuñez de Lara, personaje de gran reputacion, poder y riquezas, comenzaba de nuevo á aficionarse al partido de Aragon, así por su poca constancia como por la intencion que le daban de restituille la ciudad de Albarracin; cosa muy ordinaria, que los hombres hacen mas caso de su interés que de lo que es justo y loable. El rey don Sancho, por tener entendido seria de grande importancia para todo su ida ó su quedada, hizo todo lo posible para sosegalle hasta nombralle por general de las fronteras de Aragon y hacelle otros regalos. No aprovechó nada todo esto, mayormente que en Búrgos, donde la corte eŝtaba, un

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paje le dió ciertas cartas en que le avisaban mirase por sí, que le tenian armada celada. Corrió la fama que fué así verdad; yo mas creo fué mentira, como lo afirman autores de crédito; que aquellas cartas fueron echadizas por personas que les pesaba que un caballero tan valeroso hobiese vuelto á la gracia del Rey, como hombres que tenian mas cuenta con sus intentos particulares que con el bien comun. Don Juan, que de su naturaleza era sospechoso, dió crédito á lo que las cartas decian, y á gran furia salió de la corte, y por el reino de Navarra se pasó á Aragon, sin que fuese parte para estorballo la diligencia que el Rey puso por medio de la Reina y con ir él mismo en pos dél hasta Valladolid. Sentia mucho su partida por ver que le amenazaba una grave tempestad si caballero tan poderoso y de tantos amigos se juntase con los demás forajidos. No era este recelo fuera de propósito; que luego con mucha gente entró por las fronteras de Castilla hasta Cuenca y Alarcon, taló y robó toda la campaña, hizo todo el mal y daño que pudo. Acudieron las gentes del rey don Sancho; pero en un encuentro las desbarató y les tomó muchas banderas, rindió y sujetó la villá de Moya, y con gran número de cautivos y ganados dió la vuelta para Valencia. Desde donde el rey de Aragon, don Diego de Haro y don Juan de Lara con gente que tenian aprestada todos juntos volvieron á entrar por la parte de Molina, Sigüenza, Berlanga y Almazan, sin hallar quien les fuese á la mano, destruyeron toda la tierra. Aquejaba este daño mucho al rey don Sancho, deseaba acudir con sus gentes desde Cuenca, dò era venido para remediar los daños. Pocó efecto hizo ; unas cuartanas que muy fuera de sazon le tenian trabajado, le embarazaban y debilitaban de suerte, qué no podia hacer cosa alguna ni dar órden en lo que convenia, de que recebia mas pesadumbre que de la misma enfermedad. Llegó á términos de estar desahuciado de los médicos. La Reina, que en Valladolid aquellos dias parió un hijo, que se llamó don Pedro, aun no bien convalecida del parto, con el aviso se puso en camino para visitar al Rey. Su venida dió al doliente mucho contento, y fué muy provechosa para el bien comun su llegada. Con su buena maña redujo á don Juan de Lara, que ya estaba arrepentido de su liviandad por salille vana la esperanza de recobrar á Albarracin. Concertaron que dona Isabel, hija de doña Blanca y del hermano de la Reina, doncella de muy excelentes partes, casase con el hijo de don Juan de Lara, que tenia el mismo nombre que su padre. Era la dote el señorío de Molina, porque el padre de la novia no tenia hijo varon. Asentado esto, se celebraron las bodas en Cuenca con grande majestad y aparato. Concluidas las fiestas, el Rey y la Reina se fueron para Toledo y en su compañía don Juan Nuñez de Lara. Aposentáronle en el monasterio de San Pablo, que era de la órden de Santo Domingo, fuera de los muros de la ciudad, á la ribera de Tajo. Un dia muy noche se entretenia en jugar á los dados con un judío muy rico. Vino al improviso un su criado, llamado Nuño Churuchao; avisóle se pusiese en cobro, porque tenian ordenado de matalle; que la noche pasada metieron muchas armas dentro de palacio. Dió él luego crédito á este aviso ; quisiera huir, pero no le fué posible por estar cerradas las puertas de la ciudad y dentro las cabalgaduras y criados. Pasó la noche con

este miedo y cuidado, que se le hizo muy larga. Al alba del dia, llamados sus criados y caballeros, les dijo el peligro en que se hallaba; ellos, sin embargo, le aconsejaron que no hiciese movimiento, que pues la noche se pasó sin muestra ninguna de tales asechanzas, que entendiese era mentira ; porque ¿á qué propósito dilatallo, si tal pensaran? ¿Para qué esperar á que viniese el dia? ¿Por ventura para que fuese testigo de la traicion? ¿Qué mas querian sus contrarios que velle ido de la corte, en que tenia tanto poder y mando, que á todos causaba envidia, y sus riquezas les hacian temblar? Que en la ciudad todo lo vian sosegado, que se acordase del engaño pasado y finalmente, que aquel su consejo, ó seria para él saludable, ó si todavía fuese necesario huir el peligro, que era lo peor que se podia esperar, que esto seria la noche siguiente; que de dia

fué

al seguro no se atreverian á acometer tal hazaña. Con estas razones se mitigó su miedo. Avisado el Rey de aquel recelo y sobresalto, sintió mucho que se pusiese duda en su fe y palabra. Cuidaba cómo le quitaria aquella sospecha; cuanto mas el Rey procuraba dalle satisfaccion, él sospechaba que no debian engañalle los que le avisaron; y que aunque la verdad no se podia averiguar, que se la querian encubrir con artificio y maña. En este tiempo se asentó de nuevo la confederacion con el rey de Granada á tal que pechase el tributo que debia conforme á los conciertos pasados. Fué necesario acudir á esto porque andaba en balanzas, como es la costumbre de aquella gente ser poco constantes. Hernan Ponce de Leon, que era frontero de los moros, el principal medio para que estos reyes se conservasen en paz y amistad. De Toledo fueron los reyes primero á Búrgos, y de allí á Palencia, donde se hacia capitulo general de la órden de Santo Domingo. Don Juan de Lara no se podia sosegar con ningunos beneficios y buenas obras; y no se contentaba con maquinar él solo revueltas, sino que atizaba y persuadia á los grandes de la corte que procurasen de intentar cosas nuevas; con esto andaban muchas voluntades torcilas y enajenadas del Rey. Para remedio desto sacaron de la prision en que estaba á don Juan, hermano del Rey, que era muy bienquisto de grandes y.pequeños. Hizo él. su juramento y pleito homenaje de ser fiel al Rey y al príncipe don Fernando, su hijo, y beso la mano del niño, como heredero del reino, conforme á la costumbre que se guarda en Castilla. Demás desto, por su medio muchos mudaron parecer y abrazaron los consejos mas saludables. Por industria del Rey, que fué á Santiago de Galicia so color de devocion y visitar aquella santa casa, se redujo asimismo á mejor partido y á que dejase las armas don Juan Alonso de Alburquerque, caballero principal, que en Galicia andaba alborotado á persuasion de don Juan de Lara. Estas cosas pasaban en Castilla el año de 1291, cuando al principio del mes de febrero los cardenales que el sumo Pontífice enviara á Francia por legados, como arriba dijimos, en Tarascon, pueblo de la Gallia Narbonense, compusieron las diferencias que resultaban entre los reyes de Aragon y Francia. Estuvo presente Cárlos, rey de Nápoles, y los dos reyes enviaron sus embajadores con amplos poderes para venir en el concierto. Las condiciones de la paz fueron estas: El rey de Aragon envie á Roma sus embajadores é humildemente pida per

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