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despidiese de palacio y de su corte al dicho Osorio. Hízose así, que es forzoso sujetarse á la necesidad. Sin embargo, fué tan grande el sentimiento deste caballero, como persona acostumbrada á todo favor y privanza, que, quitada la máscara, se rebelú contra el Rey, y trató de juntar sus fuerzas con don Juan Manuel, causa de su total perdicion. Ramiro Flores de Guzman con muestra que huia del Rey se hizo su amigo; y como un dia estuviese desapercebido y descuidado, le dió de puñaladas. Por su muerte el Rey á la hora se entregó en sus castillos y tesoros, que tenia allegados muy grandes en el tiempo que tuvo el reino á su mandar y lo robaba todo sin reparo. Pusiéronle acusacion, hiciéronle cargos muchos y muy graves; no salió persona ninguna á la causa y defensa, y así, fué convencido en juicio y dado por rebelde y traidor; pronunció la sentencia el mismo Rey en la villa de Tordehumos. Tal fué la fin destos dos caballeros, que en aquel tiempo tuvieron tanta grandeza y pujanza. A Juzef defendió-su bajeza y el menosprecio en que es comunmente tenida aquella nacion; lo que pudiera acarrear á otro su perdicion, eso le valió. Celebráronse las bodas del Rey en CiudadRodrigo. Tratóse entre los dos reyes de Castilla y Portugal de aplacar al rey don Alonso de Aragon y apartalle de la amistad de don Juan Manuel. Pareció buen medio ofrecelle la infanta doña Leonor, hermana del rey de Castilla, para que casase con ella, ca se hallaba viudo y libre del primer matrimonio por muerte de su primera mujer doña Teresa. Aceptado este partido y hechas las escrituras y conciertos, llevaron la doncella á Aragon. Salió don Juan, el patriarca, arzobispo de Tarragona, hasta Alfaro á recebilla y acompañalla. Efectuaronse las bodas en la ciudad de Tarazona, hallóse presente con el de Aragon el rey de Castilla; las alegrías y regocijos fueron grandes. Sucedió esto al principio del año de 1329. Para que la amistad entre los reyes fuese mas firme y meter prendas de todas partes trataron de casar á doña Blanca, hija del infante don Pedro, el que, como queda dicho, murió en la guerra de Granada, con el hijo mayor del rey de Portugal, llamado don Pedro. Hechas las capitulaciones, la doncella fué entregada en poder de la reina de Castilla para que la enviase á Portugal. Junto con esto los dichos tres reyes asentaron liga entre sí contra los moros para, juntadas sus fuerzas, desarraigar de todo punto las reliquias de aquella gente malvada. Asentóse demás desto para mayor sosiego y paz de todos que los rebeldes del un reino no tuviesen acogida en el otro. Quedó por este camino don Juan Manuel despojado del amparo del rey de Aragon; trató de valerse como pudiese, y para este efecto casó segunda vez con doña Blanca, hija de don Fernando de la Cerda. Asimismo don Juan de Lara casó con doña María, hija de don Juan, llamado el Tuerto, con esperanza que le dieron de juntar todos tres sus fuerzas para recobrar el señorio de Vizcaya, que de derecho pertenecia á aquella doncella, y el Rey por fuerza y contra razon se le tenia usurpado. Don Juan Manuel y don Juan de Lara llanamente estaban declarados contra el Rey, otros de secreto y con sagacidad le eran contrarios, como eran don Pedro de Castro y don Juan Alonso de Alburquerque, hijo de Hernan Sanchez y nieto del rey Dionisio de Portugal. El principal y cabeza de los demás era don

Juan de Haro, señor de los Cameros. Estos todos llevaban tras sí gran parte del reino. Los nuevos reyes de Navarra este mismo año vinieron á Pamplona. Allí les fué dada la posesion de aquel reino, pero debajo destas condiciones que por espacio de doce años no se batiese nuevo género de moneda, á causa que en aquel tiempo era muy ordinario falsear la moneda y bajalla de ley, costumbre perjudicial y mala, contra la cual hay un decreto del pontífice Juan, que se promulgó en aquel tiempo y anda en las Extravagantes. La segunda condicion que en los oficios de la casa real no se admitiesen forasteros, lo mismo cuanto á las tenencias de los castillos. Que no pudiesen vender ni trocar el reino ni enajenar el patrimonio real. Que el primer hijo varon que tuviesen, luego que llegase á edad de veinte y un años cumplidos, fuese rey de Navarra y tuviese el mando y gobierno; y que á Filipo, su padre, acudiesen con cien mil coronas para los gastos. Si falleciesen sin hijos, que los tres estados del reino nombrasen rey á su voluntad. Desta suerte los navarros para recebir leyes las dieron al que los habia de gobernar. Juraron los reyes estas condiciones, y con tanto fueron coronados y ungidos en la iglesia mayor de aquella ciudad á los 5 dias del mes de marzo. Todos los presentes de cualquier suerte, estado y edad, en señal de alegría y regocijo, á voces pedian para sus reyes larga vida y toda buenandanza. Las calles tenian cubiertas de flores y verdura, las paredes vestidas de ricos paños. No quedó género de contento que allí no se mostrase. Parecíales salir de unas escuras tinieblas á una luz muy resplandeciente y clara, y que toda aquella provincia con la venida de sus propios reyes, como despues de un largo destierro y á cabo de cincuenta y cinco años que faltaban, era restituida en su antigua grandeza, sosiego y prosperidad. Fueron estos reyes muy dichosos en sucesion. Los hijos Cárlos, Filipe y Luis alcanzaron adelante grandes estados; las hijas Juana, María, Blanca y Inés casaron asimismo muy principalmente. Los flamencos á esta misma sazon andaban alterados, ca puesto primeramente en prision Luis, su conde y señor, despues que se libró, le cercaron en Gante. Huyó tambien del cerco, y acudió al amparo del rey de Francia. Envió él sus embajadores á Flándes sobre el caso, pero no hicieron efecto alguno; llegó el negocio á las armas y á las manos. Acudieron á esta guerra muchos príncipes, y entre los demás Filipe, rey de Navarra. Juntáronse los dos campos no léjos de la villa de Casel. Hobo algunas escaramuzas, y por el mes de agosto, un dia en lo mas recio del calor, á tiempo que las guardas y centinelas estaban descuidadas, los flamencos dieron de rebato sobre los reales de Francia, ganaron los baluartes y trincheas sin que les pudiesen ir á la mano, acometieron la tienda del Rey, y antes que se pudiesen armar ni subir á caballo, muchos de los franceses fueron pasados á cuchillo. El Rey mismo se vió en grande aprieto hasta tanto que acudió gente de la otra parte de los reales. Con esto los flamencos y por el peso de las armas y calor, que hacia muy grande, desmayaron; y muertos muchos dellos, los lanzaron de los reales y huyeron. Despues desta victoria todo quedó llano, y el Conde fué restituido en su estado. El de Navarra, concluida la guerra, dió vuelta á su reino, que halló lleno de latrocinios y maldades, á causa de la libertad que

que por la larga ausencia de los reyes la gente habia tomado. Tratóse del remedio; por consejo y parecer de personas principales y de letras se ordenaron y establecieron nuevas leyes con que el pueblo fuese regido y mantenido en justicia y en paz. Estas leyes son las que vulgarmente se llaman del Fuero Nuevo. Dado que hobieron asiento en las cosas de aquel reino, los nuevos reyes se volvieron á Francia con voz de favorecer al rey Francés, su deudo y amigo, contra los ingleses, que tornaban con las armas á la demanda del reino. La verdad era que el amor de la patria los aquejaba; las riquezas otrosi de Francia, trajes, vestidos y abundancia les hacia menospreciar la pobreza de Navarra. Dejaron para gobierno del reino á Enrique Soliberto, de nacion francés, gran dolor de los naturales por duralles tan poco su alegría y considerar cuán tarde caian en la cuenta y cómo les engañaba su esperanza. ¡Cuán breves son y engañosos los contentos deste mundo! ¡La buenandanza cuán presto se pasa!

CAPITULO XXI.

Que la guerra contra los moros se renovó.

Aquejaban á Castilla por una parte las discordias civiles, por otra el cuidado de la guerra contra los moros. Lo que sobre todo apretaba era la falta de dineros para hacer las provisiones y pagar á los soldados. Juntáronse Cortes del reino en Madrid. En estas Cortes se establecieron algunas notables leyes: una, que en la casa real ninguno tuviese mas que un oficio; otra, que sin llamar Cortes no se impusiesen nuevos pechos; tercera, que no se diesen beneficios á los extranjeros. Los pueblos otrosi ofrecieron el dinero necesario para la guerra tanto con mayor voluntad, que los moros por el mismo tiempo se apoderaran de la villa de Priego, que está á la raya de los dos reinos, y era de la órden de Calatrava. No fué necesario derramar sangre, porque el mismo alcaide que la tenia en guarda la entregó. Buscaban algun medio para sosegar á don Juan Manuel y sus consortes, y demás desto para granjear al rey de Aragon Y hacer que acudiese con sus fuerzas en ayuda desta guerra. Lo uno y lo otro se efectuó, y en particular para reducir á don Juan le restituyeron á doña Costanza, su hija, que hasta entonces la detuvieron en la ciudad de Toro, con que la cuita y la afrenta se doblaba; repudialla y tenella como presa. Por otra parte apretaron á Juzef, el judío de Ecija, de quien se ha hablado, para que diese cuenta de las rentas reales que tenia á su cargo, todo á propósito de hallar ocasion para derriballe, que no podia faltar. Fué así, que no hizo su descargo bastantemente; con esta color le privaron del cargo de tesorero general. Demás desto, para adelante ordenaron que á ninguno que no fuese cristiano se encargase aquel oficio. Asimismo que el tesorero no se llamase almojaribe, apellido que por ser arábigo era odioso, sino que adelante se nombrase tesorero general; ordenanza que dió satisfaccion á todo el reino. El rey de Portugal envió quinientos caballos de socorro; el de Aragon y don

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Juan Manuel prometieron de hacer entrada en tierra de moros por otra parte. Era don Juan Manuel frontero por la parte de Murcia, y por su teniente Pero Lopez de Ayala. El rey de Castilla, juntado que tuvo su ejército, rompió por la parte del Andalucía en tierra de Granada; puso cerco sobre Teba de Hardales, villa muy fuerte, que fué el año de 1330. Ozmin con seis mil jinetes que su Rey le dió estaba alojado en Turron, tres leguas de Teba, desde donde hacia gran daño á nuestra gente, mayormente cuando salian á hacer forraje 6 dar agua á los caballos, que por lo demás no se atrevia venir á batalla. En este medio los cristianos ganaron la villa de Pruna; Ozmin cautelosamente envió tres mil caballos al rio que allí cerca pasa para dar vista á los enemigos, y por otra parte, cuando la batalla estuviese mas trabada apoderarse él de nuestros reales. Fué el Rey avisado deste intento. Envió adelante un grueso escuadron de gente contra los moros, y él con los demás á punto se quedó en el real, que fué engañar una astucia con otra; además que los moros fueron puestos en huida, y los nuestros en su seguimiento con el mismo ímpetu que llevaban entraron por los reales contrarios, que no tenian defensa, saquearon y robaron todas las tiendas y bagaje. Con esto los de Teba, perdida la esperanza de defenderse, por el mes de agosto rindieron la villa, salvas solamente las vidas. Cañete otrosí y Priego sin dilacion hicieron lo mismo sin otros muchos castillos y fortalezas. Fué tanto mayor la honra que ganó el rey don Alonso, que ni el rey de Aragon ni don Juan Manuel ayudaron, como prometieron, por su parte. El uno aun no andaba bien llano, el otro se ex- i cusaba con los ginoveses, que le alborotaban la isla de Cerdeña, á que le era forzoso acudir; demás desto el socorro de Portugal se era tornado á su tierra. Todo esto fué ocasion de nuevo desabrimiento, en especial contra don Juan Manuel y sus aliados, y de tomar asiento con los moros, como se hizo á la primavera, debajo que cada un año pagasen de tributo doce mil ducados. Esto asentado, se dió lugar al comercio y trato de una parte á otra y saca á los moros de trigo y otras provisiones de Castilla. Todo lo cual se efectuó con tanto mayor voluntad, que el Rey en Sevilla, do se concertaron las paces, se comenzaba á entregar á doña Leonor de Guzman de tal suerte, que la tenia y trataba como si fuera su legítima mujer. Esta señora en linaje, apostura y riquezas se pudiera tener por dichosa; su padre fué Pero Nuñez de Guzman, su marido Juan de Velasco, que poco antes falleciera; con la conversacion del Rey mas fama ganó que loa. Deste trato tuvo mucha generacion, y en particular un hijo, que despues de su muerte y despues de grandes trances últimamente vino á ser rey. El capitan Ozmin falleció en la ciudad de Granada; dejó dos hijos, Abraham y Abucebet. El rey Moro, privado de tal amparo y consejo y con deseo de intentar nuevas esperanzas, pasó en Berbería para traer dende nuevas gentes y dar principio á una nueva guerra, brava y sangrienta, cual fué la que adelante se encendió en España, segun que en el libro siguiente se declara.

.LIBRO DÉCIMOSEXTO.

CAPITULO PRIMERO.

Que el rey de Granada pasó en Africa.

señalado. El rey de Granada habló al rey Bárbaro en esta manera: «En España, poderoso Rey, apenas podemos sufrir la guerra; las fuerzas de mi reino están ya

La tercera parte de la redondez de la tierra es Afri-gastadas y la gloria de nuestra gente escurecida; no ca. Tiene por linderos á la parte del occidente el mar Océano Atlántico; á la del oriente á Egipto y al mar Bermejo, mar bajo y sin puertos; al setentrion la baña el mar Mediterráneo. Combatida por el un costado y por el otro de las furiosas olas del mar Océano, de anchisima que es, se estrecha y adelgaza en forma piramidal hasta rematarse por la banda del sur en una punta que llamaron primero cabo de las Tormentas, y hoy se llama el cabo de Buena Esperanza. Los moradores desta tierra son de muchas raleas, diferentes en leyes, ritos, costumbres, trajes, color y en todo lo al. Lo mas interior habitan los etíopes largamente derramados, todos de color bazo ó negro. Síguense luego los de Libia, y despues lo s númidas, generaciones de gentes que se dividen entre sí, y parten términos por las altas cumbres y cordilleras del monte Atlante. Por la costa y ribera de nuestro mar se extienden los que por su propio nombre llamamos africanos, berberiscos ó moros. En esta parte los campos son buenos de pan llevar y para ganados; arboledas hay pocas, llueve en ellos raras veces; tienen asimismo pocas fuentes y rios. Los hombres gozan de buena salud corporal, son acostumbrados al trabajo y muy ligeros. Vencen las batallas mas con la muchedumbre de la gente que con el verdadero valor y valentía; sus principales fuerzas consisten en la gente de á caballo. En esta provincia Albohacen, noveno rey de Marruecos, de la familia y linaje de los Merinos, poseia por este tiempo un anchísimo imperio; habia con perpetua У dichosa guerra domado todos los príncipes comarcanos, y era el que parecia podia aspirar al señorío de toda España por ser muy temido de los criastianos, y por su persona hombre singular, de loables costumbres, dotado de muchas partes, así del alma como del cuerpo. Traia guerra con Botejefin, rey de Tremecen, llevando adelante en esto las enemistades que su padre con él tuvo. Esto era lo que le faltaba para acabar de sujetar toda aquella provincia y lo que le hacia estorbo para acometer á España, á que le incitaban las antiguas victorias de sus antepasados, y encendíale el deseo de restituir en España y adelantar el imperio de los moros. Mahomad, rey de Granada, como el que tenia pocas fuerzas, pasó el mar para verse con Albohacen, deseoso de que fuesen compañeros en la guerra y de revolver á Africa con España. Llegado á Fez, ciudad nobilísima de la Mauritania Tingitana, fué espléndida y magníficamente recebido y tratado del rey Bárbaro, puestas en olvido las contiendas viejas que antes tuvo, ca era enemigo de Ozmin y de su casa. Cada uno dellos procuró mostrarse al otro mas cortés, dadivoso y mas amigo. Llegaron á tratar de sus haciendas un dia para ello

sabré fácilmente decir si los tiempos ó nosotros tenemos la culpa dello. En el postrer rincon de la Andalucía estamos ya retirados, cercados de todo género de miseria, de manera que con dificultad conservamos la libertad y la vida. Tengo vergüenza de decirlo, pero en fin lo diré; ojalá se nos concediera ser sujetos con algunas honestas y tolerables condiciones, y que pudiéramos estar seguros de que nuestros enemigos nos las guardaran; pero habémoslas con quien piensa que gana el cielo haciéndonos daño y engañándonos, y que para con nosotros no hay religion ni juramentos que les obliguen á guardarnos las treguas y capitulaciones que nos prometieren. Hácennos entradas cada año, quémannos las mieses, echan fuego á las campos, arruinan los pueblos, y nos roban las mujeres, los niños y viejos y los ganados: no podemos ya respirar; vémonos en estado que nos seria mejor morir de una vez que sustentar vida tan llena de peligros y miseria. ¿Dónde está aquella valentía de nuestros antepasados, con la cual con increible presteza, llenos de gloria y de victorias, corrieron la Asia, Africa y España, y con solo el miedo y fama de su valor juntaron naciones tan divisas y apartadas? Torpe cosa es no imitar los hechos valerosos de nuestros mayores; empero no sustentar la autoridad, gloria y reinos que nos dejaron es gran maldad y mengua. En estos trabajos y miserias hasta aquí nos ha sustentado la esperanza, puesta en tu felicidad, virtud y grandeza sin par; ahora me ha forzado á que, dejado mi reino, pasase en Africa á echarme á tus piés. Séame de provecho confesar la necesidad que tengo de tu amista y amparo. Real cosa es corresponder á la voluntad de aquellos de quien eres suplicado; mas tomar la defensa de tu gente, amparar los miserables, ser teuido, como lo eres, por escudo y defensor de la santa ley de nuestros abuelos te igualará con los iumortales. Sujetados ya todos los pueblos de Africa y rendidos á tu poder, se ha de`acabar la guerra y dejar las armas, ó las has de volver contra otras gentes. Muchos grandes príncipes fueron mas famosos durante el tiempo de la guerra que despues de alcanzada la victoria. Lo que se pierde con la descuidada y ociosa paz, se repara con las armas en la mano y con ganar nuevos reinos, fama y riquezas. Por vecinos tienes los españoles, que solo un angosto estrecho de tí los aparta, y ellos están divididos en muchos señoríos y se abrasan con guerras civiles; tan enemigos son entre sí, que no se juntaran puesto que vean armas extrañas en su tierra. Tú tienes fortísimos ejércitos, práticos y experimentados con las continuas guerras; en la entrada de España fortisimos castillos muy á propósito para la guerra; á nos no faltan

Francia en las cosas de la guerra es la suprema potestad y autoridad despues de la real. Llegó el Rey á Talavera, villa que está en la Carpetania, hoy reino de Toledo; en esta sazon Santolalla, que es un pueblo puesto en la mitad del camino entre Talavera y Toledo, era de don Juan Manuel. Deste pueblo salian ban das de gente perdida á saltear los caminos, mataban los hombres y robaban los campos; estos fueron pre sos por mandado del Rey, y convencidos de sus delitos, los castigaron con pena de muerte. Un semejante ejemplo de justicia mandó hacer en Toledo, de donke se fué á Madrid y á Segovia y á Valladolid. En esta vi• Ha doña Leonor le parió un hijo, que llamaron don Pedro, á quien dió el señorío de Aguilar del Campo. Para remediar la falta del dinero que padecia, con malé é imprudente acuerdo acuñó un género de moneda laa de ley, que llamaron cornados, de que se siguió gran carestía y falta en los mantenimientos, en grave daño y enojo del pueblo, porque falseada y adulterada la mo neda, luego cesaron los tratos y comercio. Estan jo l Rey en Búrgos le vinieron embajadores de aquera parte de Cantabria ó Vizcaya que llaman Alava, que le ofrecian el señorío de aquella tierra, que hasta entonces

soldados, armas, bastimentos y dineros con que poderte ayudar. Todo lo que se ganare será tuyo; yo me contentaré con la parte que darme quisieres de la presa. El mayor premio que yo espero de la victoria es la venganza de una tan mala y abominable gente. » El rey Bárbaro respondió á esto que su venida le daba mucho contento, y le era muy agradable le solicitase para que juntasen las armas y hiciesen la guerra de consuno, que siempre les sucedió bien el tener ambas gentes amistad, por el contrario de las discordias se les recrecieran graves daños. Luego que hobiese dado fin á las resultas de las guerras de Africa pasaria con todos sus ejércitos en España; de presente le parecia seria bien enviar delante á su hijo Abomelique con un buen golpe de gente de á caballo; que seria meter tales prendas en la empresa para continuar lo que entre ellos quedaba asentado. Entre tanto que esto pasaba en Africa, los moros de Granada y por sus capitanes Reduan y Abucebet entraron en tierra de Murcia, talaron y robaron los campos, destruyeron en particular y quemaron á Guardamar. Este es un pueblo llamado así porque está sobre el mar edificado á la boca del rio Segura. Con esta cabalgada llevaron cautivas mil y docientas personas. Venido el rey Mahomad á Granada, don Juan Ma-era libre, acostumbrada á vivir por sí misma con pronuel y los demás sediciosos se determinaron á tratar con él de conciertos; hiciéronse las amistades y alianza por medio de Pedro Calvillo, que andaba de una parte á otra en estos tratos. Estaban los pechos de todos tan llenos de una diabólica discordia, que sin tener memoria de la cristiana religion ni misericordia de los suyos, por hacer pesar á su Rey y vengar sus particulares eno-. jos no echaban de ver ni curaban destos grandísimos apercebimientos de guerra que contra la misma cristiandad se hacian ni la tempestad que se armaba.

CAPITULO II.

Que Abomelique vino á España.

Vivia todavía doña Isabel, reina de Portugal, y aunque en lo postrero de su edad, tenia corazon y buen ánimo para tomar cualquier trabajo por la comun salud y paz pública. Rogó al rey de Castilla fuese á Badajoz. Destas vistas ningun mayor provecho resultó que visitar el Rey y acariciar con todo género de respeto y benevolencia á una santísima mujer, abuela suya. Venia el Rey desta ciudad cuando don Alonso de la Cerda, el que en vano tanto tiempo y tantas veces con grave peligro de la república movió guerra sobre el derecho del reino, con la edad mas cuerdo sin pensarlo nadie se encontró con él en el lugar de Burguillos, y echándose á sus piés le besó la mano, señal entre los castellanos de honra y protestacion de vasallaje. Fué este hecho gratísimo al Rey, y á don Alonso saludable y de importancia, ca fué restituido en su tierra, y se le dieron ciertas villas con cuyas rentas pudiese sustentarse. Habíase casado en Francia con una nobilísima señora, llamada Madelfa, de la sangre de los reyes de Francia, en quien tuvo dos hijos, á don Luis y á don Juan. Don Luis, que era el mayor, vino con su padre á España; á don Juan como á pariente tan cercano el rey de Francia dió el ducado de Angulema, y despues le hizo su condestable, dignidad que hoy en Castilla ha quedado solo en una sombra y vano titulo casi sin poder ni jurisdiccion alguna; pero en

pios fueros y leyes, excepto Victoria y Treviño que m
cho tiempo antes eran de la corona de Castilla. En las
llanos de Arriaga, en que por costumbre antigua ba
cian sus concejos y juntas, dieron la obediencia al Rey
en persona; allí la libertad, en que por tantos si
glos se mantuvieron inviolablemente, de su propia y
espontánea voluntad la pusieron debajo de la conlasz
y señorío del Rey. Concedióseles á su instancia que vi
viesen conforme al fuero de Calahorra; confirmées
sus privilegios antiguos, con que se conservan hasta
hoy en un estado semejante al de libertad, ca no se les
pueden imponer ni echar nuevos pechos ni alcabalas.
De todos estos conciertos hay letras del rey don A
so, su data en Victoria, á 2 dias de abril del año de
nuestra salvacion de 1332. En esta ciudad instituț, d
Rey un nuevo género de caballería, que se llamó de à
Banda, de una banda ó faja de cuatro dedos en ancha
que traian estos nuevos caballeros, de color roja v
carmesí, que por encima del hombro derecho y debap
el brazo izquierdo rodeaba todo el cuerpo, y en
blason de aquella caballería y señal de honra. Ne #
admitian en esta milicia ó caballería sino los nobles i
hijosdalgo y que por lo menos diez años hobiesen
vido en la guerra y en el palacio real. No se reis
otrosí en ella los mayorazgos de los caballeros y se
res. El mismo Rey fué elegido por maestre de toda
junta y caballería, honra y traza con que los mance
nobles y generosos se inflamaban y alentaban à
meter grandes hechos y acabar cosas arduas. Esta cale
llería mucho tiempo fué tenida en grande estima: 3
pues por descuido de los reyes que adelante rei
y por la inconstancia de las cosas se desusó de mar
que al presente no ha quedado della rastro ni señal
guna. Visitó el Rey la iglesia del apóstol Santia
Compostella, y en ella se armó caballero; y en Bürc
él y la Reina fueron coronados por reyes. Hizo en
bas ciudades el oficio y ceremonia don Juan de Las
arzobispo de Santiago. La Reina por su honestidade
fué ungida, demás que estaba preñada. Haharas

de

presentes gran número de prelados; armó el Rey caballeros á muchos señores y nobles que le presentaron delante armados de todas piezas de punta en blanco; y aun se ordenó para adelante, y se guardó, que desta misma suerte se diese siempre y tomase la órden de la caballería. El público regocijo y contento que desto resultó destemplaron y menoscabaron dos cosas de desgusto que sucedieron : la primera fué que se comenzó á tratar divorcio entre doña Blanca y don Pedro, infante de Portugal; la segunda que pretendia en lugar de doña Blanca recebir por mujer y casarse con doña Costanza, hija de don Juan Manuel; ambas á dos cosas eran pesadas y desabridas para el rey de Castilla. Doña Blanca era enfermiza y mañera, que no podia tener hijos. El principal autor y movedor deste divorcio Fernan Rodriguez de Balboa, prior de San Juan, aconsejaba á la Reina, cuyo chanciller era, lo procurase para vengarse en esta forma del amancebamiento tan continuado y feo de su marido. En esta sazon el Rey tuvo en la reina á don Fernando, que si viviera, fuera sucesor en el reino, y en doña Leonor, su combleza, á don Sancho, á quien dió la villa de Ledesma. Los dos nacieron en un mismo tiempo en Valladolid. Demás desto, Abomelique, hijo del rey de Marruecos, como quedó concertado con el rey de Granada, pasó el estrecho de Cádiz, y en Algecira se intituló rey della y de Ronda. Vinieron con él de Africa siete mil jinetes con codicia, intento y esperanza de enseñorearse de toda España. En el principio del año de 1333, á los 13 de enero, el arzobispo de Toledo don Jimeno de Luna celebró concilio en Alcalá de Henares, indictione prima, y del pontificado de Juan XXII el año diez y siete. Abomelique asimismo se puso sobre Gibraltar luego por el mes de febrero; combatiéronla sus gentes con mantas, torres y con todo género de máquinas militares. El Rey se detuvo algunos dias en Castilla la Vieja para apaciguar algunos alborotos de gente sediciosa; pero envió delante á Jofre Tenorio, almirante de la mar, y á los maestres de las órdenes militares para que por tierra socorriesen á los cercados; desigual ejército contra tan grandes fuerzas como eran las de los moros. Padecian grande falta de mantenimientos en la villa por culpa y negligencia de su alcaide Vasco Perez, que por hacer de la guerra granjería no la tenia apercebida de almacen y municiones ni de soldados. Por otra parte, el rey de Granada hizo entrada en tierra de Córdoba, grandes robos y quemas en los campos; tomó á Cabra, lerribóle el castillo, y llevó cautivos todos sus moralores por traicion del alcaide, que llamó á los moros, y los metió dentro de la villa y les entregó el castillo. Gibraltar, despues de padecidos grandes trabajos y erdida la esperanza de poderse defender, en el mes le junio se dió á partido, salvas la libertad y vidas de os soldados y de los vecinos. El alcaide Vasco Perez, Dor acusarle su conciencia de la maldad cometida y tener la indignacion del Rey y el odio del reino, se pasó en Africa. Esta pérdida causó de presente grande door y puso para lo de adelante grandísimo miedo, por cordarse que la general pérdida y destruicion que los noros hicieron en España comenzó y tuvo principio or aquella parte. El rey de Castilla, pareciéndole que ejaba sosegados los sediciosos, hechos por todo el

reino grandes llamamientos y juntas de gente de guerra y puesto en órden un buen ejército, en lo recio del estío vino á Sevilla, tarde y sin ningun provecho para el socorro de Gibraltar, que ya halló en poder de moros. Diéronle esta nueva de la pérdida de Gibraltar en Jerez; todavía con esperanza de cobrarla antes que los moros la fortificasen y municionasen con grande presteza fué sobre ella. Hallóse en esta jornada don Jaime de Ejerica con algunas compañías de aragoneses. Cerca del pueblo con varios sucesos se escaramuzó muchas veces; la batalla campal ambas partes la esquivaban. Abomelique no se descuidaba ni se ensoberbecia con la victoria; el Rey tenia esperanza de volver á ganar á Gibraltar. Desbarató sus intentos la falta de bastimentos que se comenzó á sentir en los reales, porque, aunque se traia continuamente gran copia dellos por el mar, la gran muchedumbre de gente brevemente los consumia. Por esta mengua muchos soldados desamparaban el real y caian en manos de Abomelique, que tenia puestas celadas en los lugares que para esto eran mas cercanos y á propósito. Puso en esto tanta vigilancia y cuidado, que cautivó muchos soldados, y en tan gran número, que con gran deshonra y mengua del nombre cristiano se dice que se vendia un cautivo por una dobla de oro. Acudió el rey de Granada, con cuya venida Abomelique, y por ver nuestro ejército disminuido y sus fuerzas quebrantadas, cobrado nuevo esfuerzo y ánimo, se determinó de presentar al Rey la batalla; con esta resolucion sacó todo el ejército tres veces en campaña. Al rey de Castilla le pareció que era el mejor consejo el mas seguro, ca fuera temeridad con vana esperanza de un buen suceso arriscar el todo y ponerlo á la temeridad de la fortuna y trance de una batalla. Los mas cuerdos y prudentes juzgaban asimismo que si tomaban á Gibraltar, que era á lo que allí eran venidos, todo lo demás se haria bien; á esta causa se resolvió de excusar la batalla. Cerraron pues todos los reales con un foso y albarrada para estorbar los rebatos de los enemigos; tiróse este foso dende el mar haciendo un cierto seno y vuelta, y yéndose encorvando conforme á la disposicion de los lugares, de manera que con la otra punta del arco tocaba en la otra ribera. Estas dos cosas interpretaban y creian los enemigos que se hacian de miedo, con que les creció el ánimo, y concibieron grande esperanza de la victoria. Mientras esto aquí pasaba, don Juan Manuel y don Juan Nuñez de Lara y sus amigos, puesta confederacion con el rey de Aragon, hacian gravísimos daños en la raya de Castilla. Habíaseles juntado don Juan de Haro, señor de los Cameros, caballero rico, poderoso y de muchos vasallos; así, de la parte que debian venir socorros y gente de allí resultó daño gravísimo. Por esto á pedimento de los moros les concedió el Rey treguas por término de cuatro años, á tal empero que todavía el rey de Granada pechase y acudiese con las parias que solia; con tanto se quedó Gibraltar por los moros, no sin grande nota y menoscabo de la majestad real. El Rey, que consideraba prudentemente el peligro, juzgó aquellos partidos por honrados, que eran mas conformes al tiempo y aprieto en que se hallaban las cosas, sin hacer caso de las murmuraciones del vulgo ni de la que llama honra la gente menos considerada.

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