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lante de Gibraltar y de Tarifa con tanto denuedo', que parece, pasado el mar y cegado el Estrecho, pretende diversas veces y por diferentes partes abrazarse y juntarse con Africa. De Orospeda, cerca de Alcaráz, proceden los montes Marianos, vulgarmente dichos Sierramorena, cuyas raíces casi siempre hasta el mar Océano baña el rio Guadalquivir, el cual desde Andújar parte por medio la Andalucía, pasa por Córdoba, Itálica y Sevilla, y últimamente se envuelve en el mar Océano cerca del lugar que antiguamente llamaron Templo del Lucero, y hoy se dice Sanlúcar. Entra en el mar este rio al presente por una boca; antiguamente entraba por dos, pues Nebrija y Asta, que ponian los antiguos en el estero de Guadalquivir, ahora distan dél y de su boca por espacio de dos leguas. Volvamos atrás. No léjos del principio de Orospeda y cerca del Moncayo, en medio de las llanuras y la campiña muy tendida, se levantan otros montes, los cuales no hay duda sino que son brazos de los Pirineos, como los demás montes de España, con los cuales toda ella está entretejida y enlazada; bien que al principio apenas se echaria de ver que se levanten, si no fuese por las vertientes diferentes y porque el rio Duero, que como nazca en los Pelendones y hasta Soria corra claramente hácia la parte de mediodía, le hacen desde allí dar vuelta y seguir la derrota del poniente derechamente. Destos montes acerca de los antiguos escritores ni hallo nombre ni mencion alguna ; al presente tienen muchos apellidos, y siempre diferentes y nuevos, que toman por la mayor parte de las ciudades que les caen cerca, como de Soria, Segovia y Avila; en particular Castilla, la mayor de las provincias de España, se divide por estos montes en Castilla la Nueva y la Vieja. Los mismos mas adelante pasan cerca de Coria y Plasencia, bañados á la siniestra del rio Tajo, y siguiendo aquella derrota, parten á Portugal en dos partes casi iguales. Ultimamente se rematan en el lugar llamado Sintra, que está puesto sobre el monte Tagro, siete leguas de Lisboa hácia septentrion, donde dejan formado en el mar Océano el promontorio ó cabo, que por lo menos Solino le llamó Artabro.

CAPITULO IV.

De dos divisiones de España, la antigua y la moderna. La antigua España se dividió en tiempo de los romanos en tres partes, conviene á saber: en la Lusitania, la Bética y lo que llamaban Hispania Tarraconense. Los lusitanos poseian lo postrero de España hacia el Océano occidental; tenian por linderos al rio Duero al septentrion, y á la parte de mediodía al rio Guadiana; y desde el rio Duero, que cae en frente de Simancas, una línea que se tira hasta la puente del Arzobispo, y desde allí pasa á los Oretanos, que eran donde está ahora Almagro, hasta la ribera de Guadiana, terminaba aquella provincia, y la dividia de la provincia Tarraconense. De tal suerte que comprehendia la Lusitania en su distrito á Avila, Salamanca, Coria, tierra de Plasencia y Trujillo, y otras ciudades y lugares que de presente pertenecen y son de Castilla. Seguíase la Bética ó Andalucía, la cual está rodeada por los tres lados del rio de Guadiana, y del uno y del otro mar hasta Murgis ó Muxacra, pueblo que estaba asentado cerca del promontorio Caridemo ó cabo de Gatas, desde donde ti

rada una línea hasta los términos de Castulon y hasta los Oretanos, donde está la rica villa de Almagro, resulta el otro lado de la Bética á la banda de levante donde sale el sol. Todas las demás tierras de España se llamaron y tomaron el apellido que tenian de España Tarraconense del nombre de Tarragona, nobilísima poblacion y colonia de los Scipiones, y que faé por largo tiempo la silla del imperio romano, donde los pueblos trataban sus pleitos, y de donde procedian las leyes con que los vasallos se gobernaban y los consejos de la paz y de la guerra. La cual san Isidoro, conforme á la division del gran Constantino, que se halla en Sexto Rufo, dividió en la Tarraconense, en la Cartaginense y Galicia, sin señalar los linderos que cada una destas tres provincias tenian; y no es maravilla, por haberse mudado muchas veces, ya estrechando estas provincias, ya alargándolas, por voluntad de los que mandaban, ó conforme las diferentes ocasiones sucedian. Toda la España Tarraconense comprehenden los mas debajo del nombre de España citerior, que es lo mismo que de aquende, así como la Lusitania y la Bética entienden debajo del nombre de España ulterior; ca los que ponen por términos destas dos Españas citerior y ulterior al rio Ebro, á los tales y á su opinion resisten Plinio y los mas eruditos; bien que sin duda en algun tiempo fué así, que se dividian las dos Españas sobredichas con aquel rio, de suerte que todo lo que está desta parte de Ebro lácia poniente se llamó algun tiempo España ulterior, y citèrior lo que cae de la otra parte. La una y la otra España sin duda en este tiempo tienen nuevos y muchos nombres, los cuales reducir á cierto número es dificultoso; si bien se pueden todos comprehender debajo de cinco nombres de reinos que resultaron, y se levantaron como echaban de España los moros. El reino de Portugal y su gente tiene por fundadores á los franceses con su caudillo don Enrique, que fué del linaje de los príncipes de Lorena, dado que nació en Besanzon, ciudad de Borgoña. Su suegro don Alonso el VI, rey de Castilla, le dió con su hija doña Teresa la ciudad de Portu, asentada á la boca del rio Duero, y otros pueblos comarcanos. De Portu y de Gallia, que es la Francia, se forjó el nombre de Portugal, la cual opinion siguen algunos autores. Lo mas cierto es lo que sienten otras personas mas eruditas y cuerdas, que de un lugar que estaba en aquel puerto, que se dijo Cale, y al presente Caya, y de Portu se compuso este nombre de Portugal. Extiéndese Portugal por la longitud algo mas que la antigua Lusitania, pues pasado el rio Duero, llega con campos muy fértiles hasta el rio Miño, y sus riberas sobre el mar Océano contienen y se extienden no menos de ciento y diez y siete leguas. Pero la misma provincia es mas angosta que la Lusitania, y su anchura es casi igual hacia el oriente; porque comenzando un poco sobre Berganza, y pasando por los rios Duero y Tajo, llega á Beja, ciudad puesta en la ribera de Guadiana, rio con que se termina hácia mediodía el sobredicho reino de Portugal. Por el septentrion y á la parte de levante alinda y está pegado con el reino de Leon, que es la segunda provincia de las cinco ya dichas. Toma este reino su apellido de la ciudad de Leon, que fué y es hoy la Real y metrópoli de aquella provincia. Contiene en sí la Galicia toda y las Astúrias de Oviedo, las cuales desde el rio Mearo y

der de los señores de Bearne. El reino de Aragon se divide en Cataluña, Valencia y la parte que propiamente se llama Aragon. Está ceñido por las tres partes de mediodía, levante y septentrion con el mar Mediterráneo y con aquella parte de los Pirineos donde estaban

desde el lugar de Ribadeo llegan con sus riberas extendidas hasta el puerto de Llanes. Ultra desto, de Castilla la Vieja pertenece al reino de Leon todo lo que está comprehendido entre el bosque de Pernía y el rio Carrion hasta que llega á Pisuerga y entra en Duero; y pasado el rio Duero, otro rio llamado Heva, y Regalos ceretanos, y hoy Cerdania, y con la raya de Navarmon que con él se junta, son los aledaños deste reino; finalmente, una línea tirada entre Salamanca y Avila, que toca las cumbres de aquellos montes y llega á la raya de Portugal. Este fué antiguamente el distrito del reino de Leon. Juntósele adelante, sacada Plasencia y su diócesi, toda la Extremadura, así dicha por haber, después que se comenzó á recobrar España de los moros con varios sucesos de las guerras, sido mucho tiempo frontera y lo extremo y postrero que por aquella parte poseian los cristianos. Otrosí traen diferente derivacion y causa deste nombre de Extremadura; cuya opinion se relatará en otro lugar, y en este ni la reprobamos ni la recibimos. Extendiérouse otrosi algun tiempo los términos deste reino hasta Mérida, ciudad de la Lusitania, y Badajoz, ciudad de la Bética, como en sus lugares irá declarando la historia. El reino de Navarra, que contamos en tercer lugar entre los reinos de España, está asentado en tierra de los Vascones, pueblos antiguos de España. Tiene por las espaldas por linderos y raya los Pirineos y parte del monte que dijimos se remata en el cabo de Finisterre; por las demás partes le ciuen el rio Aragon ó Arga á mediodía, y por la banda de poniente otro pequeño rio que entra en Ebro bajo de Calahorra, y una parte del mismo Ebro son sus términos y mojones. Esto es lo que contiene de allá de Ebro, porque tambien desta parte del mismo rio los reyes de Navarra, por via de dote, poseyeron á Tudela de Navarra, con otros lugares comarcanos á esta provincia. Dado que es estrecha de términos y no muy llena de gente, tanto, que en este tiempo solamente hace cuarenta mil fuegos ó vecinos, pareció ponella entre las principales partes de España, porque los vascones, antiguos moradores della, fueron de tanto valor, que por sí, sin ayuda de los demás españoles, ganaron de moros muy á los principios aquellas tierras, y con nombre y corona real las poseyeron y conservaron hasta la edad y memoria de nuestros padres constantemente, extendiendo muchas veces por varios sucesos de la guerra y ampliando su señorío de manera, que en la ciudad de Nájara se ven sepulcros de aquellos reyes, y en lugares bien distantes de lo que hoy es Navarra se hallan rastros manifiestos de haber tenido mayor distrito que hoy les pertenece. Quien deduce esta palabra de Navarra de otra á ella semejable, es á saber navaerria, que compuesta de las lenguas vizcaína y castellana, es lo mismo que tierra llana. Los castellanos llaman navas á las llanuras, los cántabros á la tierra llaman erria, todo junto querrá decir tierra l'ana; imaginacion aguda y no muy fuera de propósito ni del todo ridicula. Nos en estos nuestros Comentarios y en esta historia llamamos en latin vascones á aquella provincia y á los moradores della, que es lo mismo que Navarra y navarros. Está este reino dividido en seis partes ó merindades, que son la de Pamplona, la de Estella, la de Tudela, la de Olite y la de Sangüesa. La sexta, llamada Ultrapuertos, cuya cabeza es San Juan de Pié de Puerto, está y ha quedado sola en po

ra. Por el poniente tiene por término el rio Ebro por la
parte que toca á Navarra. Desde allí se tira una línea
con muchas y grandes vueltas que hace por Tarazona,
Daroca, Hariza, Tiruel, Játiva y Origüela hasta la boca
del rio Segura, que está entre Alicante y Cartagena,
donde la dicha línea toca en nuestro mar, y divide las
tierras de la corona de Aragon de lo restante de Espa-
ña. Tienen los de Aragon y usan de leyes y fueros muy
diferentes de los demás pueblos de España, los mas á
propósito de conservar la libertad contra el demasiado
poder de los reyes, para que con la lozanía no dege-
nere y se mude en tiranía, por tener entendido, como
es la verdad, que de pequeños principios se suele per-
der el derecho de la libertad. El nombre de Aragon se
deriva de Tarraco, que quiere decir Tarragona, ó lo
que es mas probable, del rio Aragon, hoy Arga, el cual
corre por donde al principio se comenzaron á ganar de
los moros y á extender los términos y distrito de aquel
reino. En Castilla, la cual creen llamarse así de la mu-
chedumbre de castillos que en ella habia, y la cual sola
en anchura de términos, templanza del cielo, fertili
dad de la tierra, agudeza de los ingenios, ricos arreos,
y particular y fértil hermosura, sobrepuja todas las de-
más provincias de España, y no da ventaja á ninguna de
las extranjeras, comprehendemos parte de las Astúrias,
es á saber: las de Santillana y toda la Cantabria, anti-
guamente pequeña region y que no tocaba á los Piri-
neos, despues mas ancha, de que es argumento la ciu-
dad que antiguamente se llamó Cantabriga, y estaba
puesta, como se cree, entre Logroño y Viana á las ri-
beras del Ebro, en un collado empinado que hasta hoy
se llama Cantabria vulgarmente; y en San Eulogio
Mártir se halla el rio Cantaber, que se entiende es Ega
ó Ebro, con el cual se junta el rio Aragon; todo lo cual
muestra fué la Cantabria algun tiempo mayor de lo que
Ptolomeo señala, y aun de lo que hoy llamamos Vizca-
ya. Está el señorío y distrito de Vizcaya partido en Viz-
caya, Guipúzcoa, Alava y las montañas. En Vizcaya,
que por la mar se tiende desde Portugalete hasta Hon-
darroa, están las villas de Bilbao y Bermeo. Las mari-
nas de Guipúzcoa desde las de Vizcaya llegan á Fuente-
rabía; caen en su distrito, demás de San Sebastian y
el puerto de Guetaria, Salinas, Tolosa; la ciudad de
Victoria y Mondragon son pueblos de Alava. Verdad
es que en Castilla todos los de aquel señorío y lengua
los llamamos vizcaínos, no de otra manera que los de
la Gallia Bélgica, sujeta á la casa de Austria, llamamos
generalmente flamencos, si bien el condado de Flán-
des es una pequeña parte de aquellos Estados. Contiene
demás desto el reino de Castilla no pocas ciudades de
Castilla la Vieja, y entre ellas las de Búrgos, Segovia,
Avila, Soria y Osma. El reino de Toledo es asimismo
parte de Castilla, el cual hoy se llama Castilla la Nueva,
y antiguamente la Carpetania. Corre por medio dél el
rio Tajo, por sus arenas doradas, suavidad del agua,
fertilidad y hermosura de los campos que riega, el mas
celebrado de España; corre hacia la parte de pouiente,

el

mas revuelve algun tanto hacia el mediodía, como tambien hacen esta vuelta los rios Duero, Guadiana y Guadalquivir. Pasa Tajo en particular por Toledo, ciudad situada en medio de España, luz y fortaleza de toda ella, fuerte por la naturaleza del sitio, excelente por la hermosura y ingenios de sus moradores, señalada por culto de la religion y estudio de las ciencias, bienaventurada por el saludable cielo de que goza. Y dado que su suelo es estéril y en gran parte lleno de peñas, mas por la bondad de los campos comarcanos es abundante de todo género de mantenimientos y de arreos. Ciñela el rio casi toda al derredor, que pasa acanalado por entre dos montes ásperos y altos, no sin grande maravilla de la naturaleza. Queda solamente de la ciudad por ceñir hacia el septentrion una pequeña entrada de áspera subida y ágria. Pasado Toledo, á la ribera del mismo rio, está asentada Talavera, que Ptolomeo llama Libora, villa grande en número de gente y de tierra fértil y abundosa. Desde allí el dicho Tajo corta por medio la Lusitania, cuyos términos caian allí cerca, y aumentado de muchos rios que en él entran, se mete en el Océano junto á la ciudad de Lisboa. En la misma parte de España se comprehende la provincia Cartaginense, donde están Cartago Spartaria, hoy dicha Cartagena, Murcia y Cuenca y los Celtiberos, cuya cabeza fué Numancia; demás desto la Mancha de Aragon en los Contestanos. Pertenece otrosi al reino de Castilla la Bética, que es casi lo que hoy se dice Andalucía, donde están Sevilla, Córdoba y Granada, ciudad que antiguamente se llamó Illiberris, por lo menos estuvo la dicha Illiberris cerca de donde hoy está Granada; de lo cual, demás de otros rastros que desto quedan, es argumento muy claro la puerta de Granada, llamada de Elvira, y un monte que allí hay, que se llama del mismo apeJlido.

CAPITULO V.

De las lenguas de España.

Todos los españoles tienen en este tiempo y usan de una lengua comun, que llamamos castellana, compuesta de avenida de muchas lenguas, en particular de la latina corrupta; de que es argumento el nombre que tiene, porque tambien se llama romance, y la afinidad con ella tan grande, que lo que no es dado aun á la lengua italiana, juntamente y con las mismas palabras y contexto se puede hablar latin y castellano, así en prosa como en verso. Los portugueses tienen su particular lengua, mezclada de la francesa y castellana, gustosa para el oido y elegante. Los valencianos otrosí y catalanes usan de su lengua, que es muy semejante á la de Lenguadoc, en Francia, 6 lenguaje narbonense, de donde aquella nacion y gente tuvo su orígen; y es así, que ordinariamente de los lugares comarcanos y de los con quien se tiene comercio se pegan algunos vocablos y algunas costumbres. Solos los vizcaínos conservan hasta hoy su lenguaje grosero y bárbaro, y que no recibe elegancia, y es muy diferente de los demás y el mas antiguo de España, y comun antiguamente de toda ella, segun algunos lo sienten ; y se dice que toda España usó de la lengua vizcaína antes que en estas provincias entrasen las armas de los romanos, y con ellas se les pegase su lengua. Añaden que como era aquella gente de suyo grosera, feroz y agreste, la cual tras

plantada á manera de árboles con la bondad de la tierra se ablanda y mejora, y por ser inaccesibles los montes donde mora, ó nunca recibió del todo el yugo del imperio extranjero, ó le sacudió muy presto. Ni carece de probabilidad que con la antigua libertad se hava alli conservado la lengua antigua y comun de toda la provincia de España. Otros sienten de otra manera, y al contrario, dicen que la lengua vizcaína siempre fué particular de aquella parte, y no comun de toda España. Muévense á decir esto por testimonio de autores antiguos, que dicen los vocablos vizcaínos, especialmente de los lugares y pueblos, eran mas duros y bárbaros que los demás de España, y que no se podian reducir á declinacion latina. En particular Estrabon testifica que no un género de letras ni una lengua era comun á toda España. Confirman esto mismo los nombres briga, que es pueblo, cetra escudo, falarica lanza, gurdus gordo, cusculia coscoja, lancia lanza, vipio zaida, buteo cierta ave de rapiña, Necy por el dios Marte, con otras muchas dicciones que fueron antiguamente propias de la lengua de los españoles, segun que se prueba por la autoridad y testimonio de autores gravísimos, y aun algunas de ellas pasaron sin duda de la española á la lengua latina; de las cuales dicciones todas no se halla rastro alguno en la lengua vizcaína ; lo cual muestra que la lengua vizcaína no fué la que usaba comunmente España. No negamos empero haya sido una de las muchas lenguas que en España se usaban antiguamente y tenian; solo pretendemos que no era comun á toda ella. La cual opinion no queremos ni confirmarla mas á la larga, ni seria á propósito del intento que llevamos detenernos mas en esto.

CAPITULO VI.

De las costumbres de los españoles.

Groseras sin policía ni crianza fueron auliguamente las costumbres de los españoles. Sus ingenios mas de fieras que de hombres. En guardar secreto se señalaron extraordinariamente; no eran parte los tormentos, por rigurosos que fuesen, para hacérsele quebrantar. Sus ánimos inquietos y bulliciosos; la ligereza y soltura de los cuerpos extraordinaria; dados á las religiones falsas y culto de los dioses; aborrecedores del estudio de las ciencias, bien que de grandes ingenios. Lo cual transferidos en otras provincias, mostraron bastantemente que ni en la claridad de entendimiento, ni en excelencia de memoria, ni aun en la elocuencia y hermosura de las palabras daban ventaja á ninguna otra nacion. En la guerra fueron mas valientes contra los enemigos que astutos y sagaces; el arreo de que usaban simple y grosero; el mantenimiento mas en cantidad que exquisito ni regalado; bebian de ordinario agua, vino muy poco; contra los malhechores eran rigurosos, con los extranjeros benignos y amorosos. Esto fué antiguamente, porque en este tiempo mucho se han acrecentado, así los vicios como las virtudes. Los estudios de la sabiduría florecen cuanto en cualquiera parte del mundo; en ninguna provincia hay mayores ni mas ciertos premios para la virtud; en ninguna nacion tiene la carrera mas abierta y patente el valor y doctrina para adelantarse. Deséase el ornato de las letras humanas, á tal empero que sea sin daño de las otras ciencias. Son

muy amigos los españoles de justicia; los magistrados, armados de leyes y autoridad, tienen trabados los mas altos con los bajos, y con estos los medianos con cierta igualdad y justicia; por cuya industria se han quitado los robos y salteadores, y se guardan todos de matar ó hacer agravio, porque á ninguno es permitido, ó quebrantar las sagradas leyes, ó agraviar á cualquiera del pueblo, por bajo que sea. En lo que mas se señalan es en la constancia de la religion y creencia antigua, con tanto mayor gloria, que en las naciones comarcanas en el mismo tiempo todos los ritos y ceremonias se alteran con opiniones nuevas y extravagantes. Dentro de España florece el consejo, fuera las armas; sosegadas las guerras domésticas, y echados los moros de España, han peregrinado por gran parte del mundo con fortaleza increible. Los cuerpos son por naturaleza sufridores de trabajos y de hambre; virtudes con que han vencido todas las dificultades, que han sido en ocasiones muy grandes, por mar y por tierra. Verdad es que en nuestra edad se ablandan los naturales y enflaquecen con la abundancia de deleites y con el aparejo que hay de todo gusto y regalo de todas maneras en comida y en vestido y en todo lo al. El trato y comunicacion de las otras naciones que acuden á la fama de nuestras riquezas, y traen mercaderías que son á propósito para enflaquecer los naturales con su regalo y blandura, ocasion de este daño. Con esto, debilitadas las fuerzas y estragadas con las costumbres extranjeras, demás desto por la disimulacion de los príncipes y por la licencia y libertad del vulgo, muchos viven desenfrenados, sin poner fin ni tasa ni á la lujuria ni á los gastos ni á los arreos y galas. Por donde, como dando vuelta la fortuna desde el lugar mas alto do estaba, parece á los prudentes y avisados que, mal pecado, nos amenazan graves daños y desventuras, principalmente por el grande odio que nos tienen las demás naciones; cierto compañero sin duda de la grandeza y de los grandes imperios, pero ocasionado en parte de la aspereza de las condiciones de los nues tros, de la severidad y arrogancia de algunos de los que mandan y gobiernan.

CAPITULO VII.

De los reyes fabulosos de España.

son

Averiguada cosa y cierta es, conforme á lo que de suso queda dicho, que Tubal vino á España; mas en qué lugares hiciese su asiento, y qué parte de España primeramente comenzase á poblar y cultivalla, no lo podemos averiguar, ni hay para qué adivinallo; dado que algunos piensan que en la Lusitania; otros que en aquella parte de los Vascones que se llama hoy Navarra. Toman para decir esto argumento los portugueses de Setubal, pueblo de Portugal; los navarros de Tafalla y Tudela, los cuales lugares, mas por la semejanza de los nombres que por prueba bastante que tengan para decillo, sospechan fueron poblaciones de Tubal; que pensar y decir que toda la provincia se llamó Setubalia del nombre de su fundador, lo que algunos afirman sin probabilidad ni apariencia, ni á propósito aun para entremes de farsa, las orejas eruditas lo rehuyen oir; porque ¿qué otra cosa es sino desvarío y desatinar reducir tan grande antigüedad, como la de los principios de

España á derivacion latina, y juntamente afear la venerable antigüedad con mentiras y sueños desvariados como estos hacen? Pues dicen que Setubalia es lo mismo que compañía de Tubal, como si se compusiese este nombre de coetus, que en latin quiere decir compañía, y de Tubal. Otros cuentan entre las poblaciones de Tubal á Tarragona y Sagunto, que hoy es Monviedro, cosa. que en este lugar no queremos refutar ni aprobarla. Lo que acontece sin duda muchas veces á los que describen regiones no conocidas y apartadas de nuestro comercio, que pintan en ellas montes inaccesibles, lagos sin término, lugares ó por el hielo ó por el gran calor desiertos y despoblados; demás desto, ponen y pintan en aquellas sus cartas ó mapas, para deleite de los que los miran, varias figuras de peces, fieras y aves, hábitos extraños de hombres, rostros y visajes extravagantes; lo cual hacen con tanto mayor seguridad, que saben no hay quien pueda convencerlos de mentira. Lo mismo me parece ha acontecido á muchos historiadores, así de los nuestros como de los extraños; que donde faltaba la luz de la historia y la ignorancia de la antigüedad ponia uno como velo á los ojos para no saber cosas tan viejas y olvidadas, ellos, con deseo de ilustrar y ennoblecer las gentes cuyos hechos escribian y para mayor gracia de su escritura, y mas en particular por no dejar interpolado como con lagunas el cuento de los tiempos, antes esmaltallos con la luz y lustre de grandes cosas y hazañas, por sí mismos inventaron muchas hablillas y fábulas. Dirás: concedido es á todos y por todos consagrar los orígenes y principios de su gente y hacellos mas ilustres de lo que son, mezclando cosas falsas con las verdaderas; que si á alguna gente se puede permitir esta libertad, la española por su nobleza puede, tanto como otra, usar della por la grandeza y antigüedad de sus cosas. Sea así, y yo lo confieso, con tal que no se inventen ni se escriban para memoria de los venideros fundaciones de ciudades mal concertadas, progenies de reyes nunca oidas, nombres mal forjados, con otros monstruos sin número deste género, tomados de las consejas de las viejas ó de las hablillas del vulgo; ni por esta manera se afee con infinitas mentiras la sencilla hermosura de la verdad, y en lugar de luz se presenten á los ojos tinieblas y falsedades; yerro que estamos resueltos de no imitar, dado que pudiéramos dél esperar algun perdon, por seguir en ello las pisadas de los que nos fueron delante, y mucho menos pretendemos poner en venta las opiniones y sueños del libro que poco ha salió con nombre de Beroso, y fué ocasion de hacer tropezar y errar á muchos; libro, digo, compuesto de fábulas y mentiras, por aquel que quiso, con divisa y marca ajena, como el que desconfiaba de su ingenio, dar autoridad á sus pensamientos, á ejemplo y imitatacion de los mercaderes no tales, que para acreditar su mercadería usan de marcas y sellos ajenos, sin saber bastantemente disimular el engaño; pues ni habla seguidamente, ni están por tal manera trabadas y atadas las cosas unas con otras, las primeras con las de en medio, y estas con las postreras, que no se eche de ver la huella de la invencion y mentira, mayormente si de la luz de los antiguos escritores que nos ha quedado, pequeña cierto y escasa, pero en fin alguna luz, nos queremos aprovechar. Así que lo que nació de la oficina y fragua del nuevo Beroso, que Noé, despues de

propósito de dar razon, porque el rio Tajo se llamó así; y en universal pretenden que ninguna cosa haya de algun momento en España, de cuyo nombre luego no se halle algun rey, y esto para que se dé origen cierta de todo y se señale la derivacion y causa de los nombres y apellidos particulares; como si no fuese lícito parar en las mismas cosas, sin buscar otra razon de sus apellidos, ó fuese vedado pasar adelante y inquirir la causa y derivacion de los sagrados nombres que ponen á los reyes, y aun es mas probable que aquel rio, por nacer en la provincia Cartaginense, haya tomado su nombre de Cartago, hoy Cartagena, como lo siente Isidoro al fin del libro 13 de sus Etimologias. De la misma forma y jaez es lo que añaden que Beto, sucesor de Tago, dió nombre á la Bética, que hoy es Andalucía, dividida antiguamente en Turdetanos, Túrdulos y Bástulos, y por la grande abundancia y riquezas que tiene celebrada grandemente de los poetas en tanto grado, que, como dice Estrabon, ponian en ella los campos Elísios, morada de los bienaventurados. El cual testifica otrosí que usaban en su tiempo de leyes hechas en verso y promulgadas mas de scis mil años antes, segun que ellos mismos lo decian; por ventura su año era mas breve que el romano, y constaba solo de cuatro meses. Lo que es mas probable, y dijeron historiadores mas en número y en autoridad mas graves, es que la Bética se dijo del rio que pasa por medio de toda ella y la baña, al cual los naturales llamaron Cirito, los extranjeros Bétis, puede ser en hebráico por las muchas caserías, villas y lugares que al uno y al otro lado resplandecen, á causa de la bondad de los campos que tiene, porque Bétis y Beth en hebreo es lo mismo que casa. Esto baste de los reyes fingidos y fabulosos de Esápaña, de quien me atrevo á afirmar no hallarse mencion alguna en los escritores aprobados ni de sus nombres ni de su reinado. Pero como es muy ajeno, segun yo pienso, de la gravedad de la historia contar y relatar consejas de viejas, y con ficciones querer deleitar al lector, así no me atreveré á reprobar los que graves autores testificaron y dijeron.

largos caminos venido á España, fué el primero que fun- |
dó á Noela en Galicia y á Noega en las Astúrias, es una
mentira hermosa y aparente por su antigüedad, y ha-
cer Plinio, Estrabon y Ptolomeo mencion destos pue-
blos; y como tal invencion la desechamos. Ni queremos
recibir lo que añade dicho libro, que el rio Ebro se lla-
mó Ibero en latin, y toda España se dijo Iberia de Ibero,
hijo de Noé; como quier que sea antes verisímil que
los iberos, que moraban al Ponto Euxino entre Colcos
y las Armenias, cercados de los montes Cáucasos, vi-
nieron en gran número en España, y fundado que ho-
bieron la ciudad de Iberia, cerca de donde hoy está
Tortosa, comunicaron su nombre, y le pusieron pri-
mero al rio Ebro, despues á toda la provincia de Espa-
ña; de la manera que algunos piensan del rio Arga ó
Aragon, que tomó este nombre de otro del mismo ape-
llido que hay en aquella Iberia. El nombre de Celtiberia,
con que tambien se llamó España, de los iberos y de los
celtas se derivó y se compone; porque los celtas, pa-
sados los Pirineos y venidos en España de la Gallia
comarcana (y tambien Appiano pone los celtas en la
España citerior), mezclando la sangre y emparentando
con los iberos, hicieron y fueron causa que de las dos
naciones se forjase el nombre de Celtiberia. Ni es de
mayor crédito lo que dicen que Idubeda, hijo de Ibero,
dió su nombre al monte Idubeda, de cuyos principios
y progreso arriba se dijo lo que basta. Añaden que
Brigo, hijo deste Idubeda, por ver multiplicada mucho
la gente de España en número, riquezas y autoridad,
envió colonias y poblaciones á diversas partes del mun-
do, y entre estas una fué Brigia, dicha así de su nom-
bre, que despues se llamó Frigia en Asia, donde es-
taba situada la ciudad famosa de Troya, y que en los
montes Alpes uno de los capitanes de Brigo fundó
Varobriga, otro en la Gallia á Latobriga. Para perpe-
tuar, es á saber ellos, su memoria y ganar de camino la
gracia de su señor, fundaron nuevas poblaciones de su
nombre. Dióse crédito á esta mentira aparente, porque
Plinio refiere pasaron de Europa los brigas, y dellos
cierta provincia de Asia se llamó Frigia; y como en Es-
paña muchas ciudades se llamasen Brigas, como Miro-
briga, Segobriga, Flaviobriga, imaginaron que en ella
habia vivido y reinado algun rey, autor de los brigas
y fundador de Troya y de muchas ciudades que tenian
aquel nombre de Brigas en España, como quiera que
no fuese necesario creer que los brigas que pasaron en
Asia, hobiesen salido de España. Además que Conon
en la Biblioteca de Focio dice que Mida fué rey de los
brigas, cerca del monte Brimio, los cuales, pasados en
Asia, se llamaron friges. Esto para lo que toca á los
brigas que pasaron á Frigia. De los pueblos que tenian
el apellido de Brigas en España, era fácil entender que
en la antigua lengua de España las ciudades se llama-
Ton Brigas comunmente, ó lo que tengo mas verisímil,
que las naciones septentrionales, muy abundantes de
gente y en generacion muy fecundas en aquellos pri-
meros tiempos, habiéndose derramado en España, de
burgo, que en lengua alemana quiere decir pueblo, hi-
cieron que las ciudades, con poca mudanza de letras,
se llamasen acá Brigas, ó si hay alguna otra razon deste
nombre, que no sabemos; solo se pretende que en la
historia no tengan lugar las fábulas. Haber despues de
Brigo reinado Tago, como lo dicen los mismos, es á

CAPITULO VIII.

De los Geriones.

El primero que podemos contar entre los reyes de España, por ser muy celebrado en los libros de griegos y latinos, es Gerion, el cual vino de otra parte á España, lo que da á entender el nombre de Gerion, que en lengua caldea significa peregrino y extranjero. Este, venido que fué á España, gustó de la tierra y de las riquezas que en ella vió. Enriquecióse con los montes de oro, cuyo uso no era conocido, y por esta causa granos y terrones deste metal se hallaban por los campos, no afinados con el crisol y con el fuego, sino como nacian; por donde de los griegos fué llamado Criseo, que es tanto como de oro. Demás desto, poseia muchos ganados, por la grande comodidad y aparejo de los pastos y dehesas y industria que tenia en criarlos. Con ocasion de riquezas tan grandes, se entiende fué el primero que ejercitó la tiranía sobre los naturales desta provincia, que eran de ingenios groseros; á manera de fieras, vivian apartados y derramados por los campos en aldeas, sin tener alguno por gobernador cuyo imperio recono

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