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del estudio humano y de la naturaleza, y de sino los trages de sus habitantes, algunas de esa mezcla feliz de ideal y de real, sin la cual sus poesías, y las ceremonias de su culto, es no hay verdadera hermosura. En Francia, por decir, la aficion por las baratijas, el lujo de aquel tiempo, se elevaron Chantilly, Anet, los bordados y la exhuberancia de los adornos Ecouen, Chenonceaux, y otra multitud de pala-de detalle. Pero respecto de la composicion cios y casas de recreo, que construidos con ar- general, del conjunto, del repartimiento y disreglo á estos preceptos, atestiguaron por mu-posicion de las masas, pueden estos jardines cho tiempo su escelencia. De estos palacios so- desatlar aun á la crítica mas fria y mas severa, lo ha sobrevivido Chenonceaux, único tal vez pues son en este género incomparables modede toda Francia que ha conservado hasta el dia los. Pero lo que sobre todo los hace objeto de su antiguo mueblage y sus decoraciones primi- nuestra admiracion es, que el sentimiento que jivas, único que la revolucion ha respetado. inspiran es puramente el sentimiento de lo Chenonceaux es la Pompeya del siglo XVI; sus bello y no ninguno de esos sentimientos basmuebles, sus entarimados, sus tapices y sus tardos como el que llaman emociones campescolgaduras, se han conservado tan religiosa-tres. Las emociones campestres son buenas, mente y tan en su antiguo lugar, que si Enri-muy buenas, pero lo son cuando se está en el bue II y su amante misma pudiesen venir aun campo, y no cuando se pasea por un recinto á buscar asilo en él, trabajo les habia de costar cuya llave se lleva en el bolsillo y cuyos pasos señalar el menor cambio. Desgraciadamente se saben de memoria. ¿No es mucho mejor conlos jardines no han sido tan bien respetados templar formas grandiosas y armónicas, un como el interior de los torreones. Todavía, sin gran desarrollo de fuerza, un triunfo señalado embargo, presentan bella apariencia los alre- de la inteligencia sobre la materia, en una dedores del castillo, y para nuestro objeto esta palabra, todo lo que alimenta, todo lo que eses la parte importante. Estos vestigios bastan cita el sentimiento de lo bello? para dar una idea palpitante de ese género misto, cuya pérdida deploramos, para dar á conocer cuán superior era á los dos esclusivos sistemas que le han sucedido, y cuán imponente, graciosa y verdaderamente artistica era esa mezcla de riquezas arquitectónicas con una vegetacion libre, abandonada y pintoresca.

Tal era, pues, á fines del siglo XVI y á prin. cipios del XVII el estado del arte de los jardi➡ nes. Italia creaba obras maestras, y Francia, aunque de lejos, seguia sus huellas. Pero he aqui que nace en París un hombre que lo va á trastornar todo. A este hombre anima un genio singular; pero en él hay dos sentimientos que Pero si queremos asistir á la edad de oro lo dominan todo: el gusto por la regularidad de los jardines, preciso nos es alejarnos por geométrica y el desden por las bellezas pintoun momento de Francia. Chenonceaux, Ecouen, rescas. Entre las manos de semejante hombre, Anet y Chantilly, no son mas que juguetes al ¿qué va á ser de nuestro eclectismo? Se acabó lado de las maravillas que ve nacer la Italia. toda alianza entre el arte y la naturaleza; el arAlli es donde debe buscarse la patria de los te lo va á usurpar todo. Le Nôtre (1) tenia en bellos jardines como de la bella pintura. La na- materia de jardines, la misma necesidad de turaleza italiana tiene por sí misma tanto es-unidad que su amo en materia de gobierno. tilo, tanta nobleza y formas tan puras; los obje- Un solo principio y todas sus consecuencias, los alli se agrupan y se dividen tan bien por tal fue su regla. Asi, ¡mirad como trata á esa tíneas y por pisos, que casi sin contrariarla, na- pobre naturaleza! Corta toda comunicacion enda es mas fácil que unirla á las proporciones tre ella y sus jardines, la deja fuera de la verde la arquitectura. El genio artistico tiene muy ja, y encerrándose entre cuatro paredes de verpoco que hacer para arreglar una hábil transi-dura, se pone á trazar orgullosamente sus licion entre lo regular y lo pintoresco. Y si no, mirad en las célebres villas de Roma, mirad sobre todo en la villa Pámfili y en la de Aldobrandini, con qué mágico arte se modifican á medida que os alejais de la habitacion la si metria arquitectural y el rigor de las líneas, y cuál borrándose luego poco a poco, vienen á perderse en las agrestes formas del paisage. Alli, ni estais aprisionado en calabozos de ver- ¿Pero no tendrá rival Le Nôtre? ¿La naturadura, ni os veis tampoco lanzado bruscamente leza y sus apasionados no protestarán? ¿Es poen un falso campo abierto sin forma, sin estilo sible que cuando se levanta un sistema esclu y sin carácter, teneis la naturaleza en pers- sivo, haya lugar para el sistema contrario? No pectiva y las artes à vuestros pies, y en torno solamente es posible, sino que es necesario vuestro como el marco de un magnifico cua- que este sistema tenga un representante, un dro. No por eso pretendemos que dejen de en- apóstol; á Le Nôtre le faltaba un antagonista. contrarse algunas faltas de gusto en estos ad-Y en efecto, lo tuvo en la misma corte del gran mirables jardines: hay si, los defectos inherentes al suelo de Italia, los defectos que se encuentran no solo en su escultura y arquitectura, 1638 BIBLIOTECA POPULAR.

neas, sometiendo todo á su compás, hasta la menor hoja. De este sistema, como de todo lo que es esclusivo, parece que no debía resultar sino una insípida monotonia; pero tal era, sin embargo, el genio de este artista, que hasta del seno mismo de esta monotonía supo sacar algunas veces los efectos mas imponentes y mas magestuosos.

(1) Le Nôtre fué un célebre jardinero del tiempo de Luis XIV en Francia. T. XXV. 11

de sus ideas, se guardó bien de sostener la lucha, y se dió por vencido, y renunciando á los jardines y á la vida cortesana, se retiró á Paris, y se dedicó á hacer comedias.

rey, entre los criados de su cámara. Muy conocidas son en Francia las comedias de Dufresuy; pero se sabe asimismo que este hombre de genio poseia toda clase de industrias y que tenia la mejor disposicion para las bellas ar- Su sistema, empero, desterrado de Francia, tes. Sin saber música, componia los aires para encontró un pais donde refugiarse. Inglaterra, sus piezas que luego le escribia Grandval. Ha-que, en aquella época, no tenia como el resto cia primorosísimos calados y recortes, con los de Europa, horror á las revoluciones, acogió las cuales formaba paisages de un efecto muy ori-ideas del indiferente reformador, y las enconginal y sorprendente. Tal era, en fin, su repu-tró tan de su gusto que acabó por prohijarlas. tacion de destreza y de ingenio, que su amigo Aquel pais estaba predestinado, digámoslo asi, el abate Pajot, que poseia una bonita quinta al sistema pintoresco: en sus jardines, lo procerca de Vincennes, en lugar de dirigirse á Lepio que en su poesía, la patria de Shakspeare Nôtre ó á sus discípulos, se dirigió á Dufresny para que le trazara y dibujara su jardin. A la vista del terreno, que era desigual y de una figura rara, se le ocurrió á Dufresney innovar, y dejando la regla y el nivel, trazó un jardin completamente irregular y sin una calle recta: el césped y los árboles estaban distribuidos por grupos; en una palabra, hizo una abreviatura del jardin de paisage.

Esta novedad causó mucho ruido: se iba en procesion & ver el jardin del abate Pajot, A su ejemplo, otras personas confiaron sus jardines á Dufresny: por último, tan grande fué el éxito y tal la confianza que inspiró su sistema, que algun tiempo despues, cuando se trató de embellecer á Versalles y de trazar sus jardines, se atrevió á presentar su plan al rey en competencia con el de Le Nôtre. Este plau consistia en trasformar todo el terreno que comprende hoy el parque y los dos Trianones en una vasta campiña, ó mas bien en una agregacion de escenas pintorescas mas o menos facticias, mas o menos raras. Tambien se debia, á manera de adornos del paisage, edificar aqui y alli iglesias, aldeas, grupos de rocas, y ruinas.

debia ser la enemiga del gusto francés. Este, sin embargo, ya habia reinado en aquel pais. Los Estuardos lo habian importado, y hasta su caida estuvo en boga. Pero eu lugar de conservarse fieles al estilo severo y magestuoso de Le Nôtre, los artistas ingleses habian adoptado todas las fruslerías y todas las puerilidades del género. Todo se volvia enrejados, glorietas de verdura, recortes calados y festones. En fin, cuando á esta invasion del mal gusto, se siguió la añadidura de los acirates bordados, las distribuciones proporcionadas, las grecas y otras simétricas simplezas que el rey Guillermo trajo de Holanda, se levantó contra ellas un grito de reprobacion unánime y estalló en toda su fuerza la reaccion pintoresca. Bridgeman y Eyre dieron la señal, Brown los siguió y los secundó, pero Kent fué quien le dió los mas contundentes golpes. Kent era, como Le Nôtre, uno de esos genios vigorosos que se encierran en un sistema y que no hacen á los demas la mas pequeña concesion. Kent partia del principio que la naturaleza era un gran jar din, que ella sola ofrecia el tipo de lo bello, y que, por consecuencia, para hacer jardines artificiales, no habia mas que un medio, sa. Lo estraordinario de esto, fué que el mo- ber copiar á la naturaleza, y copiarla rasgo narca vaciló; su gusto por la magnificencia por rasgo y toda entera, es decir, sin escoger. no se resintió de lo que semejante plan de Segun él, un jardin que no contenga una rústico y de plebeyo tenia. La innovacion era muestra de todos los principales accidentes de tan atrevida que escitó su atencion, en térmi- la naturaleza no es un verdadero jardin, por. nos de señalar, en testimonio de su aprecio que no está conforme con el jardin modelo, una pension & Dufresny; si bien encargó á Lees, en fin, una obra incompleta. Asi es que Notre los jardines. La verdad es que, en conciencia, Luis XIV no podia ser infiel à Le Nôtre, es decir, al órden y á la simetría, sin que de esta infidelidad se resintiese todo su plan monárquico.

Kent, como buen imitador, llevó la exactitud hasta la mas estraña minuciosidad. No se contentó con introducir en sus composiciones, eriales, páramos, matoriales, casas medio destruidas, cabañas medio quemadas, sino que se le vió, como en los jardines de Kensington, plantar árboles secos, para dar á su paisage mayor aire de verosimilitud.

El sistema, pues, de Dufresny, hizo fiasco, y era natural que lo hiciera en una época co mo aquella. La eleccion del monarca fué el ganto y la seña para sus aduladores cortesa- Por lo demas, este lujo de imitacion, no nos, los cuales abandonaron á su suerte al in-era mas que la rigorosa consecuencia del prinnovador y sus fantásticos proyectos, para ocuparse únicamente de Le Nôtre y admirar solo á Versalles. Del jardin del abate, que tanto ruido habia metido, empezaron las gentes á hacer burla, y nadie, sin esponerse á pasar por faccioso ó por visionario, se habria atrevido à hablar de él de otra manera. El mismo Dufres-se ny, mas amante todavía de su tranquilidad que

cipio de que Kent partia, es decir, del siste ma esclusivamente pintoresco. Desde el momento en que, renunciando completamente á recurrir al arte, se unira como una profanacion adornar y embellecer la naturaleza, deja de trabajarse para agradar, y solo puede tener

por objeto la exactitud, objeto insuficiente, segun nosotros. Sin embargo, Inglaterra se

contentó con él. Impaciente por salir de sustimo, cuando hasta la misma política pareció murallas de verdura, de sus calles de árboles unirse á la liga conjurada contra los pobres sujetos á formas determinadas, caprichosas y jardines regulares, como si hubiesen sido hasta ridículas, y de respirar fuera de sus pa- cómplices y secuaces de la vieja monarquía, bellones de emparrados, adoptó con traspor- mientras que sus rivales aparecian como una te todo lo que le ofrecieron los innovadores prenda de la libertad inglesa y un símbolo de pintorescos. Los unos, como Kent, realizaron las dos cámaras, la reforma ya no tuvo freno. el sistema en todo su rigor, otros se mostra- Entonces fué un asalto general contra el sisrou menos escrupulosamente imitadores, aun tema espirante; por todas partes se oia el haque no dejaron por eso de ser fieles á la irre- cha derribando sin piedad las calles de árbogularidad. Nada de simetría, sea cual sea, les rectas, los setos y los cenadores, y hasta buena ó mala: tal fué la divisa de los ingleses, los bancales se hundian por su mismo peso como las torres de Jericó. Tal es el espectácuy hasta el presente continúan con ella. lo que la historia de los jardines nos presenen Francia hace cerca de setenta y tantos años.

Pero mientras que todos los parques de Inglaterra están casi en revolucion, ¿qué suce-ta de en Francia? Nada; esta nacion continúa imPero, apenas nacido, vióse el sistema pinpasible y estacionaria. En vano las tradiciones de Le Nôtre se van alterando cada dia; en toresco desgarrado por guerras intestinas, pues en tanto que unos de sus partidarios se apasiovano el estilo regular ha sido declarado mezquino, amanerado y ridículo, Le Nôtre es siem- naban por el gusto chino, otros se decidian por pre reverenciado: su sombra continúa todavía el gusto inglés. Creemos que en esta pasagera con el cetro de los jardines en la mano. En lucha, la ventaja quedó por los chinos. Aunque aquella época, de largos reinados para los á decir verdad, bien poco importaba, porfranceses, todo lo que se ponia en moda al- que la diferencia entre ambos géneros no vacanzaba la misma longevidad. Pero el milagro lia la pena del combate. Lo que entonces se enva á cesar bien pronto: he aqui que la filo-tendia por género inglés, no tenia relacion 'sofía, avanzando con paso inquieto y turbu-alguna con el sistema de Kent; ya no era la lento, habla ya á media voz de naturaleza y imitacion de las escenas de la naturaleza, sino de libertad, lo cual nada bueno presagia para los setos y las calles rectas. Sin embargo, la hora no ha sonado todavía: los franceses no se atreven todavía á profesar el amor de la pura naturaleza, y se contentan con el amor de los pastorcillos y de las virtudes rústicas. La filosofia, timida aun, se disfraza de aldeana los chistes de Colás ó de Mathurin y las sentencias de Colette, sirven de prólogo y de preparacion al Emilio y á los Discursos sobre la desigualdad de condiciones. Ahora bien, nada impide ya adoptar las cabañas rústicas en los jardines simétricos. Un Mathurin de Larro, con su cayado en la mano, puede figurar muy bien al lado de tejos recortados en forma de corderillos y guardados por un perrillo de césped.

la mas absurda profusion de caminos tortuosos, de calles culebreando, de laberintos y de caracoles. Por una y por otra parte hubo mucha puerilidad, solo que los unos sembraron sus bosquecillos tortuosos de pagodas, kioscos, parasoles y campanillas, mientras que los otros gastaron su dinero en construir rocas de yeso pintado, en construir ruinas de templos y en echar puentes sobre alfombras de césped ó rios sin agua.

Contra estas locuras, como era justo, protestaron los amigos de la naturaleza, porque ellas, con efecto, comprometian su causa, y podian á fuerza de ridículo, volverá dar el triunfo á los partidarios de la antigua simetría. Para ilustrar al público, se dió en la manía de escribir; se tradujeron, desde luego, las obras Gracias a las cabañas, la crisis se retardó de Whately, de Horacio Walpole; en seguida algunos años; pero al fin estalló la gran in-compuso Watelet un tratado; Mr. de Girardin, surreccion contra el hombre, el arte, la cien-que ya habia pagado largamente su tributo hacia y la civilización. Viva la naturaleza! Viva ciendo su linda finca de Ermenonville, escribió el hombre primitivo! gritó un retórico de ge- un folleto; Morel, el arquitecto, compuso dos nio; y el eco de los salones gritó á su vez: tomos; la mitad en el tono elegiaco y la otra Viva el hombre de los bosques! Vivan las sel- mitad en el ditirambo. Todavía, sin embargo, vas virgenes! ¡Vivan las madres que ama-no bastaba aquella cohorte de prosadores; hamantan á sus hijos! ¡Vivan los jardineros que cíase necesario que los capitanease un poeta, no recortan los árboles ! Bastaba seguramente y el abate Delille se consagró á ello, haciendo esta fiebre sentimental para trastornar de pies resonar cuatro cantos en honor de los jardines á cabeza todos los Versalles grandes y chicos naturales. Este poema fué por largo tiempo una que cubrian el suelo de Francia; pero cuando confidencia de tertulia, medio en aquella época á esta predisposicion anti-simétrica vino á muy poderoso para que alcanzaran gran favor unirse un violento acceso de anglo manía, se-y boga las doctrinas que contenia. guida de la introduccion de una gran cantidad Con tales sostenedores era imposible que de plantas y árboles exóticos, cuya fina y de el sistema pintoresco dejase de triunfar; es licada contestura se negaba á sufrir las inju- cierto que hablaban tambien en su favor aurias de los enrejados y de las tijeras; por úl-xiliares mas persuasivos todavia, tales como

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Ermenonville, Moulin Joli, Prunay, Le Riney, toresco. Pero ¿lo es tambien en el arte de los Mereville y otros muchos y grandes parques que jardines en general? No lo creemos. No hay se crearon como por encanto en las cercanías ninguna duda en que este género sencillo, mode Paris: los cuales, á no dudarlo, fueron argu-desto y correcto, merece nuestra entera apromentos mucho mas decisivos á los ojos del pú-bacion. Desde luego, ya es mucho, no ser blico que todas las obras didácticas. Los jardi- pretencioso ni falso; tambien es algo el ser nes que acabamos de nombrar obtuvieron un económico; en fin, hay una multitud de jardines, éxito brillantísimo, debiendo convenir, que el mayor número sin duda, á los cuales este es bajo muchos aspectos eran completamente dig-el único género que conviene. A la casa de esnos de su celebridad. En ellos se veian cuadros tos jardines conviene naturalmente un estilo superiormente compuestos y paisages casi na-sencillo sin que en sus alrededores haya ninturales, que es cuanto elogio puede hacerse. gun adorno; el arte no tiene el derecho de preAunque tambien es preciso convenir en que sentarse, es preciso que se disfrace. En este todavía estaban harto recargados de fruslerías caso, no se hace un jardin, sino que se deja á y de frivolidades sentimentales. Se veian, no la naturaleza tal cual está, y es lo mejor. Pero solamente grutas, ermitas y sepulcros, sino si por el contrario se tiene la pretension de hasta aldeas sin habitantes y cortijos sin labra- crear un objeto de arte, si se quiere dar á la dores. En una palabra, aquello era pura pueri- casa un acompañamiento digno de ella, es delidad; era jugar á la naturaleza, como las niñas cir, noble, elegante, grandioso, es preciso no juegan á las muñecas. Pero lo que mas impa- contentarse con imitar, aun cuando sea á toda cientaba todavía, era aquella prodigalidad de costa, las escenas de la naturaleza, poniéndoinscripciones, de sentencias, de frases morales las á guisa de adornos ingeniosos y poéticos, y románticas que se encontraban á cada paso porque entonces este arte es facticio y mezcomo para atajar al paseante en su camino. Alli quino ó al menos insuficiente é incompleto. no era al hombre permitido pensar por si mis- Porque, ¿se trata de hacer una engañifa? ¿Se mo. Aquello equivalia que el propietario co- trata acaso de burlar á los amigos que vayan giese á su húesped por la mano y le fuese di-á verlo? Desde luego puede asegurarse que cfendo al oido: «aqui se sueña, caballero: mas este objeto no se conseguiria, y si se conseguia, abajo, cerca del arroyuelo, me hareis el obse- por cierto que seria un pobre mérito el de tal quio de suspirar, y cuando lleguemos al tor-arte: mucho mas vale aquel que, sin enmasrente, os entusiasmareis. » Añádase, por último,cararse, logra agradar y seducir. Por conseǎ estas simplezas una confusion mas que pue-cuencia, nada de hipocresía, confiésese franril de monumentos de todas las edades y de camente que es un jardin el que se hace y trátodos los paises del mundo, un castillo feudal tese de hacerlo hermoso. al lado de un templo griego, una cabaña rusa Ahora bien, ¿qué es un jardin? la definicion enfrente de un chozo suizo, y la urna de Pe-no es dudosa; es un sitio dispuesto para pasear trarca al lado del sepulcro del capitan Cook. y destinado al mismo tiempo á recrear la vista. Sin embargo, seamos justos, hace ya cua-Hasta aqui, nada nos impide el que convengarenta años que los pintores de jardines han re- mos, que para modelo se tome la campiña; por nunciado á esa estravagante mezcolanza, último que no hay duda, que por el campo y los bosresto del gusto anglo-chino. Los jardines plan- ques es por donde se pasea con el mayor tados desde esa época, apenas ofrecen ningun placer y donde la vista se recrea con frecuenvestigio de esos adornos rebuscados y amanecia. Pero no debe olvidarse, que el punto imrados; por el contrario, son de una sencillez portante está en que un jardin es ademas verdaderamente racional. La imaginacion y el la dependencia de una habitacion, que le sentimiento han sido despedidos. Yerba, árbo-sirve de acompañamiento, y que bajo cierto les, chaparros y algunas flores, he aqui el jar-aspecto es un departamento mas, un suplemendin. Si tienen edificios, son en corto número,to de la casa. Y siendo esto asi, ¿cómo negar y su destino no es solo formar punto de vista; al arte que construyó la casa y la decoró el deson pabellones de estudio ó de descanso, leche-recho de intervenir en esa otra especie de casa rias, establos, palomares, etc. Nada de vanos esterior? El escultor no hace solo la estátua, simulacros, nada de decoraciones de ópera.sino que hace tallar á su vista y decora el peSi se trata todavía de engañar al espectador, es destal. Respétese, pues, el círculo que acabapor medios menos groseros: es, por ejemplo, mos de trazar: que todo lo que esté mas allá ocultando cuidadosamente las paredes por me-imite el abandono, el descuido y la negligendio de bosquecillos hábilmente combinados; cia de la naturaleza. Corriente; pero en la proreemplazando aqui y allá los setos por fosos ó ximidad de la casa, que ciertamente no está por verjas, y apropiándose asi los campos ve-alli plantada como un árbol, y cuyos frisos, cinos y la campiña entera, trazando calles lige-cornisas y mueblage, nos trasportan á los doramente curvadas, pero jamás tortuosas y aun minios del arte, dejad al arte que se muestre algunas veces casi rectas; en fin, dejando tal en libertad; dejadle que ostente sin disfraz sus vez alguna irregularidad en los accidentes del adornos, sus riquezas y su elegancia. terreno, aunque nunca con demasía. Tal es hoy dia el complemento del arte en el sistema pin

El secreto del gusto, consiste en saber escoger los adornos mas propios para que el jar

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comedias calcadas del natural y toda esa coleccion de escenas políticas, históricas, cómicas y demas, de que hace viente años está inundada Europa, no podrá menos de convenirse que si, sin perjudicar á la verdad, que es el mérito fundamental de estas diversas obras, se descubriese un medio sencillo, fácil,

din sirva de transicion; para que sea una especie de peristilo campestre, en armonía con el carácter de la habitacion. La arquitectura, ó al menos la piedra y el mármol no son siempre necesarios. Si la fachada es modesta, si las habitaciones son mas cómodas que brillantes, mas elegantes que ricas, una gran profusion de flores agrupadas en pisos sobre una espay pronto, de darles una poca de elevacion, de ciosa graderia, dispuestas en canastillos, en grupes ó en anfiteatro, suministran el medio mas ingenioso de unir la obra del arquitecto con la obra del paisista.

poesía y de, digámoslo de una vez, idealidad, seria muy útil, tanto por el público como para los autores. Pues bien, este medio, es el que ofrecemos para los jardines pintorescos; que Pero si vemos una fachada de un estilo ri-hagan á la arquitectura las ligeras concesiones co y adornado, si vemos en los salones pro-que acabamos de reclamar, y desaparecerá su porciones nobles y grandiosas, no hay que te- prosaismo. Creemos que al fin se consentirá en mer amontonar la piedra por fuera; el edificio tan útil sacrificio, que no solo interesa á la entonces necesita un vasto pedestal. Cuando el hermosura de la obra, sino que ademas es un contraste es disparatado y chocante, es cuan- medio, y tal vez el único, de poner los jardines do se hace saltar de un brinco de las habita-al abrigo de un retroceso de la moda, aseguciones que hemos dicho á un campo de trébol rándoles su porvenir; porque todo lo que es ó de césped. El descenso no agrada si no se esclusivo dura poco y lleva en sí el gérmen hace por anchas rampas, magestuosamente inevitable de su destruccion, Guardémonos, prolongadas; es preciso que en el tránsito, las pues, de limitarnos en los jardines á ser natuflores, los arbustos y las plantas preciosas, os- rales, y seamos un poco poéticos; asociemos tenten á la vista el brillo de sus colores y la el órden á la libertad. No siendo asi acabóse variedad de sus formas, continuando, por de- nuestra independencia, y pronto veremos tal cirlo asi, el lujo de los muebles. Nunca se debe vez una contrarevolucion fogosa, ciega y essuavizar de tal modo el terreno por medio de clusiva á su vez, trastornar esas graciosas engañosos rodeos que, sin sentirlo, ni aperci- imitaciones de la naturaleza para sustituirlas birse de ello, se encuentre uno en el fondo del ||con las monótonas y fastidiosas prisiones del valle: es mucho mejor que pueda uno detener-antiguo jardin simétrico.

se en alguna meseta, ó mirador, sombreado Enumeradas ya, y descritas con toda la espor masas de árboles håbilmente agrupados, tension compatible con la indole de nuestra mientras que á los pies se vea correr una larga obra, las varias especies de jardines que real orla de balaustrada, sobre la cual se deslice la y verdaderamente existen ó han existido, va. vista con placer como sobre los festones de un mos á ocuparnos, aunque sea muy ligeramente, elegante encaje. Gracias á estas creaciones del de las disposiciones generales que al formararte, se puede dar á las habitaciones un acom-los conviene observar, y de los cuidados, prepañamiento armónico que aumente su belleza. cauciones y circunstancias que importa, llegaPero no es esto todo, bajese entonces à la do el caso, tomar en cuenta y no perder de parte puramente agreste del parque, vuélvase vista. la vista, y podrá verse qué mágico efecto pro- Lo primero que, al decidirse â acometer la ducen los líneas arquitectónicas. ¡Qué carác-empresa, y antes siquiera de pensar en el plan ter tan noble, tan altivo, tan solemne toma to de la obra, debe considerarse y estudiarse do lo que las rodea! Las líneas son à la na-perfectamente es la situacion. Cuidese de que turaleza, la que la medida y la rima son al pensamiento; la ennoblecen y son la poesia del paisage.

esta sea saludable y como medio para conseguirlo, escójase una bien ventilada; búsquese tierra fértil y buena que tenga agua suficiente y disposicion para distribuirla con facilidad y prontitud á cualquiera de los ángulos de la finca; procúrese elegirla con buenas vistas, de modo que desde todos ó algunos puntos de ella se descubran estensas campiñas y paises agradables, casas de campo, y si es posible, poblaciones, y últimamente, que sea de fácil y cómodo acceso; pues en faltando algunas de estas condiciones, mejor es renunciar á esta

Ahora bien, esta poesía es precisamente la que falta á los jardines modernos, lo que, despues de todo, no impide, repetimos, que sean eucantadores; su inmenso éxito es la mejor prueba. Puede que esta misma prosaica senciİlez que en ellos nos atrevemos á criticar, sea una de las mayores causas de su éxito; pues ella es indudablemente la que los pone en relacion con el gusto actual del público, con la disposicion fria y razonada de los espiritus.blecerse alli. El sistema pintoresco, tal cual es hoy día, corresponde exactamente á la que en literatura se llama la escuela de la realidad; escuela á la cual no pretendemos negar en modo alguno, ni mérito ni oportunidad. Pero cualquiera que sea el favor que encuentren en el público esas

Los planos de los jardines que se han de formar en los terrenos llanos son mas fáciles, pero se hallan privados de uno de los mas belos adornos, el que hermosea á todos los demas, que es el de la vista, y el cual no puede suplirse ni con los mas bellos paseos, ni con

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