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BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.

HISTORIA GENERAL

DE ESPAÑA.

LA COMPUESTA, ENMENDADA Y AÑADIDA

POR EL PADRE MARIANA,

CON LA CONTINUACION DE MINIANA;

COMPLETADA

CON TODOS LOS SUCESOS QUE COMPRENDEN

EL ESCRITO CLÁSICO SOBRE EL REINADO DE CARLOS III, POR EL CONDE DE FLORIDABLANCA,
LA HISTORIA DE SU LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCION, POR EL CONDE DE TORENO,
Y LA CONTEMPORANEA.

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HISTORIA GENERAL DE ESPANA

LIBRO VIGESIMOSEGUNDO.

CAPITULO I.

Del estado en que las cosas estaban. MEJOR se encaminaban las cosas y partido de los españoles en Italia, que en España. Las condiciones y naturales de la gente eran casi los mismos, de aragoueses y castellanos: los sucesos y la fortuna conforme á la calidad: ingenio y valor de los que goberuaban. El rey de Aragon tenia el ánimo muy levantado mayor deseo de honra que de deleites: velaba, trabajaba, haliábase on todos los lugares y negocios, no se cansaba con ningun trabajo, y era igualmente sufridor de calor y de frio, con las cuales virtudes, con la clemencía y liberalidad, y condicion fácil y humana en que no tenia par, no cesaba de granjear las voluntades de la una y de otra nacion española y italiana, como el que no ignoraba, que ei la benevolencia de los vasallos consiste la seguridad de los senores y del estado, en el miedo el peligro, y en el odio su perdicion.

y

En Castilla los desa fueros y mando de don Alvaro con su ausencia no cesaban, antes mudado solo el sugeto, continuaban los males. El rey de Navarra no pretendió quitar los descontentos y reformar los desórdenes; sino en lugar de don Alvaro apoderarse del rey de Castilla, que nunca salia de pupilaje, y siempre se gobernaba por otros: grande desgracia y causa de nuevas revueltas. Tenia el rey de Castilla algunas buenas partes, mas sobrepujaban en él las faltas. El cuerpo alto y blanco, pero metido de hombros y las facciones del rostro desgraciadas. Ejercitábase en estudios de poesía y de música, y para ello teuia ingenio bastante. Era dado á la caza, y deleitábase en hacer justas y torneos: por lo demás era de corazon pequeño, menguado, y no á propósito para sufrir y llevar los cuidados del gobierno, antes le eran intolerables. Con pocas palabras que oía, concluia cualquier negocio por grave que fuese; y parece que tenia por el principal fruto de su reinado darse al ocio, flojedad y deportes. Sus cortesanos, en especial aquel á quien él daba la mano eu las cosas, oian las embajadas de los principes, hacian las confederaciones, daban las honras y cargos, y por decillo en una palabra reinaban en nombre de su amo, pues eran los que gobernaban; en el tiempo de la paz y de la guerra daban leyes, y hacian ordenanzas: vergonzosa flojedad del principe y torpeza muy fea.

TOMO 11.

y

El buen natural, las virtu les y valor que los antiguos reyes de Castilla tenian, descaecia de todo punto: no de otra manera que los sembrados y animales, la raza de los hombres y casta con la propiedad del cielo de la tierra, sobre todo con el tiempo, se muda y se embastarda, en especial cuando mudan lugar y cielo ; así el ingenio ardiente de los principes muchas veces con la abundancia de los regalos se apaga en sus descendientes y desfallece, si los vicios no se corrigen con la buena enseñanza, y la sangre floja y muelle no se recuece y se forma, y vuelve en su antiguo estado con dalles por mujeres doncellas escogidas de alguna nacion y linaje mas robusto y varonil, con que en los hijos se repare la molicie y blandura de sus padres. En los grandes imperios ninguna cosa se debe menospreciar, y el atrevimiento de los cortesanos antes que se arraigue y eche hondas raices, en el mismo principio se la de reprimir, porque si se envejece, cobra fuerzas grandemente, y no se remedia sino á grande costa de muchos, y á las veces toma debajo á los que le quieren derribar. Cosa supérflua fuera tachar las faltas pasadas, si de las menguas ajenas no se tomasen avisos para ordenar y reformar la vida de los principes, y es justo que por ejemplo de dos poderosísimos reyes de Esqaña, comparando el uno con el otro, se entienda cuánto se aventaje la fuerza del ánimo á la flojedad.

El rey de Aragon despues de tomada Nápoles, y sujetadas á su señorio las demás ciudades y castillos que se tenian por los angevinos, concluida la guerra entró en Nápoles á veinte y seis dias del mes de febrero del año 1443 con triunfo á la manera y traza de los antiguos romanos, asentado en un carro dorado que tiraban cuatro caballos inuy blancos con otro que iba adelante asimismo blanco. Acompañaban el carro á pié los señores y grandes de todo el reino: los eclesiásticos delante con sus cruces pendones cantaban alabanzas á Dios y á los santos: el pueblo derrainado por todas partes à voces pedia para su rey un largo, feliz y dichoso imperio y vida. No se puso corona ni guirnalda en la cabeza: decia que aquella honra era debida á los santos, con cuyo favor el ganara la victoria; las calles sembradas de flores, las paredes colgadas de ricas tapicerías, todas las partes llenas de suavidad de olores, de perfumes y de fragancia. Ningun dia amaneció mas alegre y mas claro así para los vencidos como para los vencedores.

Restaba solo un cuidado de ganar al pontifice Eugenio que á la sazou no estaba muy inclinado á los franceses. Tra'óse de hacer con él asiento en la ciu

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dad de Sena, do el pontifice se hallaba; concluyóse á quince de julio con estas condiciones; Que el reino de Nipoles quedase por el rey de Aragon, y despues dél le heredase su hijo den Fernando, el cual aunque habido fuera de matrimonio, en una junta de grandes señaló su padre por su heredero, solo en aquel estado el rey de Aragon pechase cada un año ocho mil onzas (que es cierto género de moneda) al pontífice romano, y pusiese diligencia en reprimir á Francisco . Esforcia, que ensoberbecido y orgulloso por estar casado con hija del duque de Milan, se habia aroderado en gran parte de la Marca de Ancona. Hecha esta avenencia en lo que tocaba á la guerra, cumplió el rey, y pasó mas adelante de lo que se obligó, porque él mismo se encargó della, y en la Marca quitó muchos pueblos y castillos á los Esforcianos, que restituyó al pontifice; cuyos nombres y el suceso de loda la guerra no es de nuestro propósito referirlo en este lugar. Tambien à instancia de los ginoveses se asentó la paz con ellos, con condicion que cada un año presentasen al rey don Alonso mientras que.viviese, una fuente de oro bien grande; la cual como acostumbrase á recebir delante del pueblo como trofeo de la victoria ganada contra aquella ciudad, por parecelles á los ginoveses cosa pesada no duró la confederacion mucho tiempo, ni pagaron las parias adelante de cuatro años.

amonestacion era saludable, pero espantábale la dificultad de la empresa, y recelábase que sus fuerzas no se podrian igualar á las de los aragoneses; todavía se resolvieron de acometer á dar un tiento á los grandes, y entender si tenian animo bastante para abatir la tiranía de los aragoneses y chocar con ellos. A fin que estas práticas anduviesen mas secretas, persuadieron al príncipe don Enrique que partido de Tordesillas, se fuese á Segovia con muestra de quererse recrear en la caza. Desde allí escribieron sus cartas á don Alvaro para comunicar con él lo que trataban. Acaso los condes de Haro y de Ledesina, que por merced del rey ya se intitulaba conde de Plasencia, juntándose en Curiel, trataban de poner en libertad al rey esto fue causa que el príncipe don Enrique volviese á Tordesillas para ver lo que se podria hacer. Verdad es que los intentos de aquellos señores fueron por los aragoneses desbaratados, y ellos forzados á huir principios todos y zanjas que se abrian de nuevas alteraciones.

Las bodas del rey de Navarra con su esposa se hicieron en Lobaton primero de setiembre del año del Señor de 1444: asistieron casi todos los príncipes y las dos reinas, es á saber la de Castilla y la de Portugal. El infante don Enrique por el mismo tiempo, celebrado que hobo sus bodas en la ciudad de Córdoba, con diligencia afirmaba en el Andalucía las fuerzas En Castilla otrosí el rey de Navarra usaba del po- de su parcialidad. Diego Valera fué por embajador al der que tenia usurpado, con alguna aspereza, por rey de Francia con intento de alcanzar diese liberdonde su mando no duró mucho tiempo, como quier tad al conde de Armañaque, al cual poco antes prenque las cosas templadas se conservan, y las demasías dió el delfin, y don Martin hijo de don Alonso presto se acaban. Tenia como preso al rey de Castilla, conde de Gijon. Achacábanle que tenia tratos con que fue un señalado atrevimiento y resolucion estraor-los ingleses. Diéroule libertad con condicion que si dinaria: en reino ajeno, en tiempo de paz, á tan gran en algun tiempo faltase en la fidelidad debida, fuese principe quitalle la libertad de hablar con quien despojado de los pueblos de Ribadeo y de Cangas quisiese. Púsole por guardas á don Enrique hermano que poseia en las Asturias por merced de los reyes del almirante, y á Rodrigo de Mendoza mayordomo de Castilla, ó por habellos heredado. Fuera desto se de la casa real para que notasen las palabras y aun obligó el rey de Castilla en tal caso de le hacer guerra Jos meneos de los que entraban á hablalle. Estaban con las fuerzas de Vizcaya cercana á su estado. Con meti los cu el mismo enredo el almirante y el conde el príncipe don Enrique á un mismo tiempo unos de Benavente como personas obligadas por la afinidad trataban de destruir á don Alvaro de Luna, otros de contraida con los infantes; y aun el principe de Cas- vo velle y restituille en su autoridad. El rey de Natil'a y la reina andaban en los mismos tratos. varra persuadia que le destruyesen, y que para este efecto juntasen sus fuerzas el obispo Barrientos y Juan Pacheco juzgaban era bien restituille en su lugar, y darse priesa antes que se descubriesen estas práticas; con este intento para entretener al rey de Navarra y engañarie se comenzó á tratar de hacer confederacion y liga con él.

Visitaba el rey de Castilla á Ramage, á Madrigal yá Tordesillas, pueblos de Castilla la Vieja. Fray Lope de Barrientos, ya obispo de Avila movido por la indignidad del caso, y porque de secreto favorecia á don Alvaro, pensó era buena ocasion aquella para volvelle en su privanza. Rosolvióse sobre el caso de hablar con Juan Pacheco : l'oró con él el estado en que las cosas andaban, maldecia la locura de los aragoneses. Decia que todo el desacato que se hiciese al rey, era mengua del príncipe don Enrique, que en fin tal cual fuese, era su padre: si no era bastante para el gobierno, que no era razon, echado don Alvaro, que sucediesen en sa lugar hombres estraños, sino que el mismo príncipe supliese la flojedad y mengua de su padre, y comienzase á gobernar. «¿Qué >>presta alegrarnos de la caida de don Alvaro, si »quitado él todavía nos tratan como á esclavos, y »nos hacen sufrir gobierno mas pesado, por la mayor »aspereza de los que mandan y por su ambicion mas »desenfrenada? ¿Por ventura pensais que los arago»neses se han de contentar con tener solo el gobierno »como lugar-tenientes? segun el corazon de los hom»bres es insaciable, creedme que pasarán adelante. »Ganado el reino de Nápoles, es tanta su soberbia que tratan de adquirir nuevos reinos en España. Cuidais que están olvidados de don Enrique el >>Segundo? tienen muy asentado en sus ánimos que » se apoderó de Castilla contra razon. Pretenden aba»tir la familia real de Castilla, y están determinados de aventurar las vidas en la demanda.»

Movíase Juan Pacheco con el razonamiento del obispo sabia muy bien que decia verdad, y que su

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En el entretanto el príncipe dor Enrique se volvió á Segovia: dende solicitó á los cordes, el de Haro, el de Plasencia y el de Castañeda, para que justaseu con él sus fuerzas; llegáronseles otrosí el conde de Alva don Fernan Alvarez de Toledo, con su tio el arzobispo de Toledo, y lùigo Lopez de Mendoza señor de Hita y Buitrago. Hecho esto, como les pareciese tener bastantes fuerzas para contrastar á los aragoneses, los confederados se juutaron en Avila por mandado del príncipe que se fué à aquella ciudad. Tenian mil y quinientos caballos, mas nombre de ejército y número que fuerzas bastantes: vino eso mismo don Alvaro de Luna. La mayor dificultad para hacer la guerra era la falta del dinero para pagar y socorrer á los soldados. Partiéronse desde allí para Burgos donde estaban los otros grandes sus cómplices. Los contrarios enviaron al rey de Castilla á la villa de Portil.o, y al conde de Castro para que le guardase. Comenzó el de Navarra á hacer arrebatadamente levas de gente, juntó dos mil de á caballo: con esta gente marchó contra los grandes, que de cada dia se hacian mas fuertes con nuevas gentes que ordinariamente les acudian. Junto á Pampliega en tierra de Burgos se dieron vista los unos á los otros: asentaron á poca distancia cada cual de las part s sus reales; pusieron otrosi sus haces en

campo raso en ordenanza con muestra de querer pelear. Acudieron personas religiosas y eclesiásticas movidos del peligro: comenzaron á tratar de concertallos tenian el negocio para concluirse, cuando una escaramuza ligera al principio desbarató estos intentos, que por acudir y cargar soldados de la una y de la otra parte paró en batalla campal. Era muy tarde, sobrevino y cerró la noche, con que dejaron de pelear.

El rey de Navarra por entender que no tenia fuerzas bastantes, ayudado de la escuridad dió la vuelta á Palencia, ciudad fuerte. Sucedióle otra desgracia, que el rey de Castilla se salió de Portillo en son de ir a caza, comió en el lugar de Mojados con el cardenal de San Pedro: hecho esto, despidió al conde de Castro que le guardaba, y él se fué á los reales en que su hijo estaba. La libertad del rey fue causa de gran mudanza: cayéronse los brazos y las fuerzas á los contrarios. El de Navarra se fué á su reino para recoger fuerzas y las demás cosas necesarias, con intento de llevar adelante lo comenzado: los señores aliados cada cual por su parte se fueron á sus estados. Con esto los pueblos de los infantes, que tenían en Castilla la Vieja, venieron en poder de los confederados y del rey, en particular Medina del Campo, Arévalo, Olmedo, Roa y Aranda. Don Euririque de Aragon dió la vuelta del Andalucía á la su villa de Ocaña: el príncipe don Enrique y el condestable don Alvaro salieron contra él, mas por estar falto de fuerzas se huyó al reino de Murcia; allí Alonso Fajardo adelantado de Murcia, que seguia aquella parcialidad, le dió entra la en Lorca, ciudad muy fuerte en aquella comarca. Por esta via entonces escapó del peligro, y pudo comenzar nuevas prátieas para recobrar la autoridad y poder que tenia antes. Sucedieron estas cosas al fin del año.

En el mismo año á cinco de julio don Fernando tio del rey de Portugal falleció en Africa: sepultáronle en la ciudad de Fez; de allí los años adelante le trasladaron á Aljubarrota entierro de sus padres. Fue hombre de costumbres santas y esclarecido por milagros así lo dicen los portugueses, nacion que es muy pía y muy devota, y aficionada grandemente á sus príncipes, si bien no está canonizado. Entre otras virtudes se señaló en ser muy honesto, jamás se ensució con tocamiento de mujer, ninguna mentira dijo en su vida, tuvo muy ardiente piedad para con Dios. Estas virtudes tenian puesto en admiracion á Lazeracho, un moro que le tenia en su poder. Este sabida su muerte, primero quedó pasmado, despues: digno (dice) era de ioa inmortal, si no fuera tan contrario á nuestro profeta Mahoma: maravillosa es la hermosura de la virtud, su estima es muy grande y sus prendas, pues á sus mismos enemigos fuerza que la estimen y alaben.

CAPITULO II.

De la batalla de Olmedo.

PARECIA que las cosas de Castilla se hallaban en mejor estado, y que alguna luz de nuevo se mostraba despues de echados del gobierno y de la córte los infantes de Aragon: mas las sospechas de la guerra y los temores todavía continuaban. Tuviéronse córtes en Medina del Campo, y mandaron de nuevo recoger dinero para la guerra, no tanto como era menester, pero cuanto podian llevar los pueblos cansados con tantos gobiernos y mudanzas, y que aborrecian aquella guerra tan cruel. Acudieron al mismo lugar el príncipe don Enrique y el condestable don Alvaro, despues que tomaron á don Enrique de Aragon muchos pueblos del maestrazgo de Santiago. Tratóse de apercibirse para la guerra que veian seria muy posada.

TOMO II,

En particular el de Navarra por tierra de Atienza, en el cual pueblo tenia puesta guarnicion, hizo entrada por el reino de Toledo con cuatrocientos de à cabailo, y seiscientos de á pié: pequeño número, pero que ponia grande espanto por do quiera que pasaba, á causa que los naturales parte dellos eran parciales, los mas sin poner á peligro sus cosas querian mas estar á la mira que hacerse parte: así el de Navarra se apoderó de Torija y de Alcalá de Henares con otros lugares y villas por aquella comarca.

El rey de Castilla, puesto que tenia pocas fuerzas para alteraciones tan grandes, todavia porque de pequeños principios como suele no se aumentase el mal, juntadas arrebatadamente sus gentes, pasó al Espinar para esperar le acudiesen de todas partes nuevas banderas y compañías de soldados. Poco despues desto á diez y ocho de febrero del año que se contó 1445, falleció la reina de Portugal doña Leonor en Toledo siguióla pocos dias despues dona María reina de Castilla, que murió en Villacastin tierra de Segovia. Sospechóse les dieron yerbas, por morir en un mismo tiempo y ambas de muerte súpi ta, demás que el cuerpo de la reina doña María despues de muerta se halló lleno de manchas. Dióse crédito en esta parte á la opinion del vulgo, porque comunmente se decia dellas que no vivian muy honestamente. La reina de Portugal enterraron en Santo Domingo el Real, monasterio de monjas en que moraba, desde allí fue trasladada á Aljubarrota: el enterramiento de la reina de Castilla se hizo en Nuestra Señora de Guadalupe.

Por el mismo tiempo falleció don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago, en cuyo lugar fue puesto don Alvaro de Isorna á la sazon obispo de Cuenca y á don Lope Barrientos en remuneracion de los servicios que hiciera, trasladaron de Avila á Cuenca : á don Alonso de Fonseca dieron la iglesia de Avila, escalon para subir á mayores dignidades; era este prelado persona de ingenio y natural muy vivo, y de mucha nobleza. Don Alvaro de Isorna gozó poco de la nueva dignidad, en que le sucedió Rodrigo de Luna sobrino del condestable.

pues

Desde el Espinar pasó el rey á Madrid, y poco desá Alcalá llamado por los moradores de aquella villa. Tenia el de Navarra por allí cerca alojada su gente, que con la venida de su hermano don Enrique creció en número, de manera que tenia mil y quinientos de á caballo : con esta gente se fortificó en las cuestas de Alcalá la Vieja, que son de subida ágria y dificultosa, con determinacion de no venir á las manos si no fuese con ventaja de lugar, por saber muy bien que no tenia fuerzas bastantes para dar batalla en campo raso. Desde allí envió á Ferrer de Lanuza justicia de Aragon por embajador á su hermano el rey de Aragon para suplicalle, pues era concluida la guerra de Nápoles, se determinase de volver á España quier para ayudalles en aquella guerra, quier para componer y asentar todos aquellos debates. El rey de Castilla hiciera otrosí lo mismo, que le despachó sus embajadores personas de cuenta á quejarse de los agravios que le hacian sus hermanos. No hobo encuentro alguno cerca de Alcalá, ni los del rey acometieron á combatir, ó desalojar los contrarios: así los aragoneses por el puerto de Tablada se dieron priesa para llegar á Arévalo: Siguióles el rey de Castilla por las mismas pisadas, resuelto en ocasion de combatillos marchaban á poca distancia los unos escuadrones y los otros, tanto que en un mismo dia llegaron todos á Arévalo.

El de Navarra se apoderó por fuerza de la villa de Olmedo, que por entender que el socorro de Castilla venia cerca, le habia cerrado las puertas. Los principales en aquel acuerdo fueron justiciados su grande lealtad les hizo daño, y el amor demasiado y fuera de sazon de la patria. El rey de Castilla pasó

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