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probar aquel matrimonio por ser negocio clandestino. Asi se dió sentencia en el pleyto contra doña Teresa y en favor de la Reyna doña Violante. Solo el obispo de Girona á quien hay fama de secreto le comunicó el Rey toda esta puridad, no se sabe con qué intento, pero en fin dió aviso al Pontífice Inocencio IV. que el Rey no hacía lo que debia en no guardar la palabra que tenia dada: que el postrer matrimonio se debia apartar como inválido, y parecia justo que doña Teresa fuese tenida por verdadera muger: que el Rey se lo habia asi confesado en secreto, y su conciencia no sufria que con tan grande pecado dexase enredar al Rey, al pueblo y á sí mismo si callaba, de que resultasen despues graves castigos: que esto le avisaba por aquella carta escrita en cifra para que en todo se guardase mas recato. Ninguna cosa se pasa por alto á los príncipes por ser ordinario que muchos con der ribar a otros por medio de acusaciones verdaderas ó falsas, y de chismes pretenden alcanzar el primer lugar de privanza y de poder en los palacios de los Reyes. Pues como el Rey tuviese aviso que en Roma, mudados de parecer, ordinariamente favorecian la causa de doña Teresa, y que el Pontífice manifiestamente se inclinaba a lo mismo, quier fuese le que dieron aviso del que le descubrió, ó que por su mala conciencia sospechase lo que era, hizo venir al obispo de Girona a la corte. Venido, luego que le tuvo en su presencia, le mandó cortar la lengua: cruel carnicería, y torpe venganza de un desorden con otro mayor, y con nueva impiedad colmar el pecado pasado; si bien el obispo era merecedor de qualquier daño, si descubrió el sigilo de la confesion y la religion de aquel secreto: cosa que nunca se permite. Luego que el Pontífice Inocencio, que á la sazon en Leon celebraba un concilio general como poco antes

se dixo, fue avisado de lo que pasaba, quanto dolor haya concebido en su ánimo, con quan grandes llamas de saña se abrasase, no hay para que declarallo: basta decir que puso entredicho en todo el reyno, como de ordinario los excesos de los príncipes se pagan con el daño de la muchedumbre y de los particulares; y al Rey declaró públicamente por descomulgado. Conoció el Rey su yerro, y por medio de Andres Albalate obispo de Valencia, que envió por su embaxador sobre el caso, pidió humildemente penitencia y absolucion. Decia que le pesaba de lo hecho; pero pues no podia ser otra cosa, que como Padre y Pontífice diese perdon á su indignacion, la qual fue si no justa, á lo menos arrebatada: : que estaba presto á satisfacer con la pena y penitencia que fuese servido imponerle. Oida la embaxada, el Pontífice envió por sus embaxadores al obispo de Camarino y á Desiderio presbytero para que en Aragon se informasen de todo lo que pasaba. Dióles otrosí poder muy lleno de reconciliar al Rey con la iglesia, si les pareciese que su penitencia lo merecia. Hízose en Lérida junta de obispos y de señores: halláronse en particular presentes los obispos de Tarragona, de Zaragoza, de Urgel, de Huesca, de Elna. En presencia destos prelados el Rey, puestas en tierra las rodillas, despues de una grave reprehension que se le dió, fue absuelto de aquel exceso. La penitencia fue que acabase á sus expensas de edificar el monasterio Benifaciano, que con advocacion de Nuestra Señora en los montes de Tortosa veinte años antes desto, luego que se tomó el pueblo de Morella, se comenzára, y se edificaba poco á poco; y acabada la fábrica, le diese de renta para en cada un año docientos marcos de plata, con que los monges del Cistel se pudiesen sustentar en el dicho monasterio. En Valencia tenian comenzado á edi

en que

es á

ficar un hospital para albergar los pobres y peregri nos: a este hospital señalaron mayores rentas, saber seiscientos marcos de plata cada un año, con que los pobres y peregrinos se sustentasen, y juntamente algunos capellanes para que dixesen missa y ayudasen al buen tratamiento y regalo de los pobres. Añadióse á esto que en Girona en la iglesia mayor fundase una capellanía para que perpetuamente se hiciesen sacrificios y sufragios por el Rey y por sus sucesores. El Pontífice expidió su bula á los veinte y dos de setiembre año de mil y docientos y quarenta y seis, da poder á los dos nuncios para reconciliar al Rey con la iglesia, que se hizo el mes siguiente á diez y nueve de octubre. En Lérida con solemne ceremonia fue el Rey absuelto de las censuras en que incurrió por aquel caso. Del obispo de Girona no refieren mas de lo dicho, ni aun declaran qué nombre tuvo. De los archivos y becerro del monasterio Benifaciano se tomó todo este cuento: dado que los mas de los historiadores no hicieron dél mencion, pareció no pásalle en silencio; el lector le dé el crédito que la cosa misma merece. De aqui sin duda y destos papeles se tomó ocasion para la fama que vulgarmente anduvo deste Rey y anda sobre este caso.

CAPITULO V I I.

Que Sevilla se ganó.

En lo postrero de España ácia el Ponienté está asentada Sevilla, cabeza del Andalucía, noble y rica ciudad entre las primeras de Europa, fuerte por las murallas, por las armas y gente que tiene: los edifi cios públicos y particulares á manera de casas reales son en gran número: la hermosura y arreo de todos

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á

los ciudadanos muy grande. Entre la ciudad que está á mano izquierda, y un arrabal llamado Triana pasa el rio Guadalquivir acanalado con grandes reparos, y de hondo bastante para naves gruesas, y por la misma razon muy a propósito para la contratacion y comercio de los dos mares Océano y Mediterráneo. Con una puente de madera fundada sobre barcas se junta el arrabal con la ciudad y se pasa de una parte a otra. En la ciudad está la casa real en que los antiguos Reyes moraban, en el arrabal un alcazar de obra muy firme que mira el nacimiento del sol. Una torre está levantada cerca del rio, que por el primor de su edificio la llaman de oro vulgarmente: otra torre edificada de ladrillo, que está cerca de la iglesia mayor, sobrepuja la grandeza de las demas obras por ser de sesenta varas en ancho y quatrotanto mas alta; sobre la qual se levanta otra torre menor, pero de bastante grandeza, que al presente de nuevo está toda blanqueada, y al rededor adornada de variedad de pinturas, hermosas á maravilla á los que la miran. Qué necesidad hay de relatar por menudo todas las cosas y grandezas desta ciudad, tan vaga y llena de primores y grandezas? Hay en la ciudad en este tiempo mas de veinte y quatro mil vecinos, divididos en veinte y ocho parroquias o colaciones. La primera y principal es de Santa María, que es la iglesia mayor, con el qual templo en anchura de edificio y en grandeza ninguno de toda España se le iguala. Vulgarmente se dice de las iglesias de Castilla: la de Toledo la rica, la de Salamanca la fuerte, la de Leon la bella, la de Sevilla la grande. Tiene su fábrica de renta treinta mil ducados en cada un año, la del arzobispo llega á ciento y veinte mil, las calongías y dignidades asi en número como en lo demas responden á esta grandeza. Los campos son muy fértiles, llanos y muy ale

po

á

gres por todas partes, por la mayor parte plantados de olivas, que en Sevilla se dan muy bien, y el esquilmo es muy provechoso: de alli se llevan aceytunas adobadas, muy gruesas, de muy buen sabor, todas las demas partes. El trato es tan grande y la grangería tal que en los olivares llamados Axarafe en tiemde los moros se contaban cien mil, parte cortijos, parte trapiches o molinos de aceyte; y dado que parece gran número, la autoridad y testimonio de la historia del Rey don Alonso el Sabio lo atestigua. El número de estrangeros y muchedumbre de mercaderes que concurren, es increible, mayormente en este tiempo, de todas partes á la fama de las riquezas, que por el trato de las Indias y flotas de cada un año se juntan alli muy grandes. El Rey don Fernando tenia por todas estas causas un encendido deseo de apoderarse desta ciudad, asi por su nobleza, como porque ella tomada, era forzoso que el imperio de los moros de todo punto menguase, tanto más que los aragoneses con gran gloria y honra suya se habian apoderado de la ciudad de Valencia, de sitio muy semejante, y no de mucho menor número de ciudadanos. El Rey de Sevilla por nombre Axatafe no ignoraba el peligro que corrian sus cosas: tenia juntados socorros de los lugares comarcanos, hasta desde la misma Africa: gran copia de trigo traida de los lugares comarcanos: proveídose de caballos, armas, naves y galeras, determinado de sufrir qualquiera afan antes de ser despojado del señorío de ciudad tan principal. El Rey don Fernando juntaba asi mismo de todas partes gente para aumentar el exército que tenia, trigo, y todos los mas pertrechos que para la guerra eran necesarios la diligencia era grande, por entender que duraria mucho tiempo, y sería muy dificultosa, y para que ninguna cosa necesaria falleciese á los solda

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