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ten culpados: disimuló él por entonces la ira; despues cierto dia que acometieron los nuestros á Triana se mantuvo tanto tiempo en la pelea que con la lluvia de piedras, saetas y dardos que le tiraban, ́abolladas las arinas y el escudo, apenas él pudo escapar con la vida. Entonces vuelto a su contrário, que estaba en lugar seguro: «Con razon (dice) nos qui»tais las armas del linage, pues las ponemos á tan » graves peligros y trances: vos las mereceis mejor, »que como mas recatado las teneis mejor guardadas: él avergonzado conoció su yerro, pidió perdon, que le dió a la hora de buena gana, contento de satisfacerse de su injuria con la muestra de su valor y esfuerzo : manera de venganza muy noble. Comenzaban en la ciudad á sentir gran falta de vituallas: los ciudadanos visto que la felicidad de nuestra gente se igualaba con su esfuerzo, y que al contrario a ellos no quedaba alguna esperanza, acordaron tratar de rendir la ciudad, primero en secreto, y despues en los corrillos y plazas. Pidieron desde el adarve les diesen lugar de hablar con el Rey. Luego que les fue concedido, enviaron embaxadores, que avisaron que rian tratar de concierto con tal que las condiciones fuesen tolerables, en particular que quedase en su poder la ciudad. Decian que quebrantados con los males pasados, ni los cuerpos podian sufrir el trabajo, ni los ánimes la pesadumbre: que todavia en la ciudad quedaban compañías de soldados; que no era justo irritallas, ni hacelles perder de todo punto la esperanza: muchas veces la necesidad de medrosos hace fuertes, por lo menos que la victoria sería sangrienta y llorosa, si se allegase á lo último y no se tomaba algun medio. A esto respondió el Rey que él no ignoraba el estado en que estaban sus cosas: tiempo hobo eu que se pudiera tratar de concierto;

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mas que al presente por su obstinacion se hallaban en tal término que sería cosa fea partirse sin tomar la ciudad, y que si no fuese con rendilla, no daria lugar á que se tratase de concierto ni de concordia. Entretanto que se trataba de las condiciones y del asiento, hicieron treguas, y cesó la batería. Prometian acu, dir con las rentas reales tributos, todos los que acostumbraban antes á pagar á los Miramamolines. Desechada esta condicion, dixeron que darian la tercera parte de la ciudad demas de las dichas rentas: despues la mitad, dividida con una muralla de lo demas que quedase por los moros. Parecian estas condiciones á los nuestros muy aventajadas y honrosas: el Rey á menos de entregalle la ciudad, no hacía caso destas promesas, ni estimaba todos sus partidos, En conclusion se asentó que el Rey moro y los ciu dadanos con todas sus alhajas y preseas se fuesen sal, vos donde quisiesen, y que fuera de Sanlucar, Az, nalfarache y Niebla, que quedaban por los moros, rindiesen los demas pueblos y castillos dependientes de Sevilla. Dióse de término un mes para cumplir todas estas capitulaciones. El castillo luego se entregó; y á veinte y siete de noviembre salieron de la ciudad entre varones y mugeres y niños cien mil moros: parte dellos pasó en Africa, parte se repartió por otros lugares y ciudades de España. Gastáronse en el cerco diez y seis meses; en el qual tiempo los reales a manera de ciudad estaban divididos en barrios con sus tiendas en que se vendian las cosas necesarias, herrerías para forjar armas, los pavellones puestos por su orden con sus calles y plazas en lugares convenientes, A los veinte y dos de diciembre con pública procesion y aparato entró el Rey en la ciudad, oyó missa en la iglesia mayor, que para este propósito estaba bendecida y aparejada: bendíxolą

con gran magestad don Gutierre electo arzobispo de Toledo (1), que poco antes señalaron por sucesor en aquella iglesia de don Juan que falleció á los veinte y tres del mes de julio. Don Ramon de Losana fue elegido por arzobispo de la nueva ciudad. Este prelado andando á la escuela, con un cuchillo de plumas sacó otro tiempo un ojo á un su hermano: abpara solverse desta irregularidad, y para alcanzar dispensacion, ya que era de mas edad, pasó á Roma: viage que le fue ocasion de hacerse muy erudito y letrado. Quedaba Sevilla muy falta de moradores: la franqueza que el Rey prometió de tributos á los que viniesen á poblar, hizo que gran número de gente acudiese de toda España, determinados de hacer alli su asiento y morada: con esto en breve volvió á tener aquella ciudad nobilísima la hermosura de antes y número de gente asáz.

CAPITULO VIII.

De la muerte del Rey don Fernando.

En el mismo tiempo que Sevilla estaba cercada, San Luis Rey de Francia enriquecia con reliquias santísimas que envió á Toledo, y aumentaba la devocion de la iglesia mayor de aquella ciudad, juntamente ganaba las voluntades de nuestra nacion. En el sagrario de aquella iglesia hasta hoy con gran devocion se muestran y guardan las dichas reliquias con la misma carta original del Rey cuyo traslado nos pareció poner en este lugar para memoria de la piedad de príncipe tan señalado devoto: y : « Luis la >> gracia de Dios Rey de Francia á los amados varones

por

(1) Coron. del Rey don Fern, cap. 17. La Gen c. 517.

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>>en Christo, canónigos y todo el clero de la iglesia »de Toledo, salud y dileccion. Queriendo adornar >> vuestra iglesia con un excelente don por medio de »> nuestro amado Juan venerable arzobispo de To»>ledo, y á su instancia os enviamos algunas pre>>ciosas partecicas de los venerables y señalados nues>>tros santuarios, que hobe del tesoro del imperio >> Constantinopolitano: conviene a saber del madero » de la Cruz del Señor: una de las espinas de la sa>>>crosanta corona de espinas del mismo Señor: de la leche de la gloriosa Virgen María: de la vesti» dura de púrpura del Señor con que fue vestido: » del lienzo con que se ciñó el Señor cuando lavó »y limpió los pies de sus discípulos: de la sabana »con que su cuerpo estuvo sepultado en el sepulcro: » de los paños de la infancia del Salvador. Rogamos >> pues y requerimos en el Señor á vuestra caridad » que las sobredichas reliquias recibais y guardeis >> en vuestra iglesia con la reverencia debida: asi >> mismo que en vuestras missas y oraciones tengais » memoria benigna de nos. Fecha en Estampas año » del Señor de mil y docientos y quarenta y ocho »por el mes de mayo." Despues que el Rey Luis hobo enviado esta carta, de Marsella se hizo a la vela y navegó á la Tierra-santa con deseo de reparar en aquellas partes la guerra sagrada. El suceso no fue conforme a su santa intencion, porque apoderado que se hobo en las marinas de Egypto de Pelusio, ciudad que hoy se llama Damiata, toda la prosperidad se volvió en contrario. De tres hermanos del Rey Roberto murió en una batalla, Alfonso y Carlos fue- 1249. ron presos con el Rey el año mil y docientos y quarenta y nueve la libertad costó mucho haber, sin que en la Tierra-santa a la qual dende pasaron, hiciesen cosa de muy gran momento; verdad es que

las ciudades de Sidon, Cesárea y Toppe fueron reco bradas por las armas de Francia año del Señor mil [1250. docientos y cincuenta a; pero ninguna otra cosa se hizo: en el mismo año por muerte de don Gutierre arzobispo de Toledo, que finó en Atienza á los nueve de agosto como se vee en los Anales Toledanos, en su lugar fue puesto don Sancho hijo del Rey don Fernando, a quien algunos llaman don Pedro, otros don Juan por engaño sin duda. El arzobispo don Rodrigo por orden de la Reyna doña Berenguela crió en Toledo á sus nietos los infantes don Philipe y don San cho: proveyóles en aquella su iglesia sendos canonicatos. Estudiaron ambos en los estudios de París, en particular don Philipe tuvo por maestro á Alberto Magno, gran philosopho y teheólogo (1). Todo esto, y mas el favor de su padre fue ocasion de poner en esta vacante los ojos en don Sancho. Aprobó la eleccion el Papa Inocencio Quarto; mas el electo no parece se consagró por su poca edad, que era el penúltimo de sus hermanos. Por su contemplacion dió su padre á la iglesia de Toledo á Uceda y á Iznatoraf, esto á trueco de Baza, que se la diera cuando conquistó á Jaen. Vivió por este tiempo un hombre señalado, por nombre Pero Gonzalez, que dexada la corte y palacio en que tenia buen lugar, gastó lo postrero de su vida en dotrinar á los gallegos y asturianos, predicador de fama. Su contemporáneo Bernardo, canónigo de Santiago, por el gran conocimiento que alcanzó de los derechos fue muy familiar al Pontífice Inocencio, y es el que escribió la glosa sobre las epístolas Decretales. En el mismo tiempo los aragoneses divididos en parcialidades se abrasaban con dis

(1) Coron. de don Alonso el Sabio, cap. 26. Alberto Mag no, de Fossilibus, lib. 2, cap. 1. Asi le citan.

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