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que era suyo el señorío de Suevia despues de la muerte de Corradino, por venir de parte de madre de los príncipes de Suevia; que Rodulfo demas de quitalle el imperio, en tomalle para sí le hacía otro nuevo agravio. Alegaba eso mismo que el reyno de Navarra era suyo por derechos antiguos de que se valia: que los franceses hacían mal en apoderarse del gobierno de aquel reyno: por conclusion pedia que por mandado del Pontífice el infante don Enrique su hermano fuese puesto en libertad, que Carlos Rey de Sicilia se escusaba para no hacello con la voluntad del Pontífice que no lo queria. Sin embargo como quier que el Pontífice y los cardenales se hiciesen sordos á estas sus demandas tan justas á su parecer, bufaba de corage. Finalmente mal enojado se partió de Francia en sazon que el estío estaba adelante y cerca el otoño. Vuelto en España no dexó de llamarse Emperador, ni las insignias imperiales hasta tanto que el arzobispo de Sevilla por mandado del Papa con censuras que le puso, hizo que desistiese; solamente le otorgaron los diezmos de las iglesias para ayuda a los gastos de la guerra de los moros. Vulgarmente las Ilamamos tercias á causa que la tercera parte de los diezmos, que acostumbraban gastar en las fábricas de las iglesias, le dieron para que della se aprovechase; y aun como yo creo, y es asi, no se las concedieron para siempre, sino por entonces por tiempo determinado y cierto número de años que señalaron. Este fue el principio que los Reyes de Castilla tuvieron de aprovecharse de las rentas sagradas de los templos: este el fruto que don Alonso sacó de aquel viage lan largo y de tan grandes afanes: esta la recompensa del imperio que á sinrazon le quitaron, alcanzado sin duda sin soborno y sin dinero, de fin y remate desgraciado.

LIBRO DÉCIMOQUARTO.

CAPITULO PRIMERO.

Como el Rey de Marruecos pasó en España.

que

la

A esta misma sazon el Rey de Marruecos Jacob Abenjuzeph como se viese enseñoreado de Africa, sabidas las cosas de España, es á saber que por partida del Rey don Alonso el Andalucía quedaba desapercebida y sin fuerzas, estaba dudoso y perplexo en lo debia hacer. Por una parte le punzaba el deseo de vengar las injurias de su nacion tantas veces por los nuestros maltratada, por otra le detenia la grandeza del peligro; demas que de su natural era considerado y recatado, mayormente que para asegurar su imperio, que por ser nuevo andaba en balanzas, se hallaba embarazado con muchas guerras en Africa, quando una nueva embaxada le que vino de España, le hizo tomar resolucion y aprestarse para aquella empresa. Fue asi que Mahomad Rey de Granada como quien tenia mas cuenta con su provecho que con lo que habia jurado ni con la lealtad, conforme a la costumbre de aquella nacion, luego que se partió de la presencia del Rey don Alonso con quien se confederó en Sevilla, vuelto á su tierra, sin dilacion propuso en sí de abrir la guerra y apoderarse de toda el Andalucía: hazaña que sobrepujaba su poder y fuerzas. Quexábase que lo que de su gente quedaba, estaba reducido en tanta estrechura que apenas tenia en que poner el pie en España, y eso a merced de sus enemigos, y con carga de parias que les hacían pagar cada un año. Que los de Málaga y

de Guadix, confiados de las espaldas que el Rey don Alonso les hacía, nunca cesaban de maquinar cosas en daño suyo, y que no dudarian de movelle nueva guerra luego que el tiempo de las treguas fuese pasado. Puesto en estos cuidados via que no tenia fuerzas bastantes contra la grandeza y riquezas del Rey don Alonso, puesto que ausente. Resolvióse con una embaxada de convidar al Rey de Marruecos para que se juntase con él y le ayudase: príncipe poderoso en aquel tiempo y muy señalado en las armas. Decia ser llegado el tiempo de vengar las injurias y agravios recebidos de los christianos que los grandes imperios no se mantienen y conservan con pereza y descuido, sino con exercitar los soldados y entretenellos siempre con nuevas empresas: que el derecho de los reynos y la justicia para apoderarse de nuevos estados consiste en las fuerzas y en el poder: mantener sus estados es loa de poco momento, conquistar los agenos oficio de grandes príncipes: que si ellos no acometian y amparaban las reliquias de la gente mahometana en España, forzosamente serian acometidos en Africa: en quanto se debia estimar con sugetar una provincia poner casi en otro mundo los tropheos de sus victorias y de su gloria, y en un punto juntar lo de Europa con lo de Africa. Movido por esta embaxada el Rey de Marruecos determinó hacer guerra á España. Mandó levantar gente por todas sus tierras: no se oía por todas partes sino ruido de naves, soldados, armas, caballos y todo lo al. Ninguna cosa le aquexaba tanto como la falta del dinero, y el cuidado de encubrir sus intentos por temor que si los nuestros fuesen sabidores dellos, los hallaria apercebidos para la defensa, y para rechazar los contrarios. Por el uno y por el otro respeto con embaxadores que envió al Rey don Jayme de Aragon, le pidió dineros

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prestados, con color que se le habia rebelado un 'señor moro su vasallo y entrado en Ceuta : cosa que por el sitio de aquella plaza, que está cerca del estrecho de Gibraltar, era de consideracion, y si no se prevenia con tiempo, podria acarrear daño a las marinas de Africa y de España. Quanto mayor era el cuidado de encubrir estos deseños, tanto la mal enfrenada fama se aumentaba mas, como acontece en las cosas grandes, que fue la causa para que ni el Rey de Aragon le enviase dineros, ni los de Castilla se descuidasen en apercebirse de lo necesario. Verdad es que todo procedia de espacio por la ausencia del Rey don Alonso, y porque su hijo don Fernando se detenia en Burgos, donde aportó despues que visitó el reyno. Envió pues el moro en primer lugar desde Africa alcaydes que se apoderasen y tuviesen en su nombre las ciudades de Algecira y Tarifa, segun concertó que se las entregaria el Rey de Granada, para que sirviesen como de baluartes, asiento y reparo de la guerra que se aparejaba. Despues desto echó en España gran gente africana, en número diez y siete mil caballos; y dado que no se refiere el núímero de los infantes, bien se entiende fueron muchos, conforme á la hazaña que se emprendia y al deseño que llevaban. Lo primero que se procuró, fue de reconciliar todos los moros entre sí, hacer olvidasen y las discordias pasadas; lo qual con la autoridad del Rey de Marruecos y á su persuasion se efectuó, que se avinieron los de Málaga y Guadix con el Rey de Granada. Tuvieron junta eu Málaga para resolver en qué forma se haria la guerra. Fueron de acuerdo que la gente se dividiese en dos partes, porque no se embarazasen con su multitud, y para con mas provecho acometer las tierras de christianos. Con esta reso

lucien el Rey de Marruecos tomó cargo de correr lą

campaña de Sevilla: el de Granada se encargó de hacer entrada por las fronteras de Jaen. Era don Nuño de Lara frontero contra los moras. Avisó al infante don Fernando que con toda presteza enviase toda la mas gente que pudiese, porque el peligro no sufria dilacion. El mismo arrebatadamente con la gente que pudo, se metió en Ecija por do era forzoso pasase el Rey de Marruecos; ciudad bien fuerte, y que no se podia tomar con facilidad. Concurrió otrosí gran nobleza de las ciudades cercanas movidos por la fama del peligro, y convidados por las cartas que don Nuão les enviára. Confiado pues en la mucha gente, y porque los bárbaros no cobrasen mayor esfuerzo si los nuestros daban muestras de miedo, salió de la ciudad do se pudiera entretener, y puestos sus esquadrones en ordenanza, no dudó de encontrarse con el enemigo. Trabóse la pelea, en que si bien los moros al principio iban de caida, en fin vencieron por su muchedumbre y los fieles fueron desbaratados y puestos en huida. El mismo don Nuño murió en la pelea, y con él docientos y cincuenta de á caballo, y quatro mil infantes. Los demas se recogieron á la ciudad que caía cerca, como a guarida; lo que tambien dió á algunos ocasion para que no hiciesen el postrer esfuerzo. La cabeza de don Nuño varon tan esforzado y valiente, enviaron al Rey de Granada en presente que le dió poco gusto por acordarse de la antigua amistad, y que por su medio alcanzó aquel reyuo que tenia: asi la envió á Córdova para que junto con el cuerpo fuese sepultada. Esta desgracia tan señalada, que sucedió el año de mil y docientos y 1275. setenta y cinco por el mes de mayo, causó gran tristeza en todo el reyno no tanto por el daño presente quanto por el miedo de mayor peligro que amenazaba. Algun consuelo y principio de mejor esperanza

TOMO III.

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